MUSEO LEGISLATIVO

Silbando

    A lo largo de su existencia el Museo Legislativo incorporó a su patrimonio colecciones y obras de distinta procedencia: de diputados y diputadas; de artistas o sus descendientes y de asociaciones y grupos artísticos, entre otras. En los últimos años del siglo XX ingresaron numerosas obras gráficas de grabadoras y grabadores que formaron parte de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP) y que dieron cuenta de la creciente visibilidad que adquiría la práctica, por su posibilidad de difundir discursos visuales en forma plural.

    La Colección Silbando está compuesta por trece grabados que representan la lírica de un popular tango con letra de José González Castillo que fue estrenado en 1925 por la cantante Azucena Maizani, conocida como “La Ñata Gaucha”. Fue ella misma quien luego le pidió a Carlos Gardel que la interpretara, ya que consideraba que sería un éxito tanguero. En 1930 y luego de varias grabaciones, el zorzal criollo le pondría su impronta a una canción que recrea las historias, los personajes y los sentires de una generación: la milonguita, el barrio, la nostalgia y el desamor.

    La técnica xilográfica utilizada para estos grabados presenta dos virtudes fundamentales: por un lado, las posibilidades de la obra gráfica múltiple, que permite una amplia circulación social de producciones seriadas; por otro lado, el tallado sobre madera -propio de esta técnica- que exige mucha resolución sintética, y es allí donde los artistas lograron captar lo esencial de la temática y lo tradujeron en mayor expresividad a través de los contrastes del blanco y negro.

    Estas estampas monocromáticas ilustran una escena que transcurre en Barracas al Sud, nombre por el que se conocía al partido de Avellaneda, lindante con el Riachuelo. En esa época el Dock Sud florecía en prostíbulos y sus historias inspiran a las expresiones artísticas más diversas, entre ellas este tango al que Gardel le pondría su toque personal: luego de la letra, los últimos ocho compases son silbados. Justamente el personaje rioplatense de aquellos años demostraba silbando la popularidad de los temas nuevos que saltaban al mercado y que había que memorizar para siempre.

 

Silbando

Una calle en Barracas al Sud,
una noche de verano,
cuando el cielo es más azul
y más dulzón el canto del barco italiano...
Con su luz mortecina, un farol
en la sombra parpadea
y en un zaguán
está un galán
hablando con su amor...

Y, desde el fondo del Dock,
gimiendo en lánguido lamento,
el eco trae el acento
de un monótono acordeón,
y cruza el cielo el aullido
de algún perro vagabundo
y un reo meditabundo
va silbando una canción...

Una calle... Un farol... Ella y él...
y, llegando sigilosa,
la sombra del hombre aquel
a quien lo traicionó una vez la ingrata moza...
Un quejido y un grito mortal
y, brillando entre la sombra,
el relumbrón
con que un facón
da su tajo fatal...

Y desde el fondo del Dock,
gimiendo en lánguido lamento,
el eco trae el acento
de un monótono acordeón...
Y, al son que el fuelle rezonga
y en el eco se prolonga
el alma de la milonga
va cantando su emoción.

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