MUSEO LEGISLATIVO

14 xilografías de J.R. Beloso

Estas xilografías forman parte de la colección La Barca Gráfica, impresas con tacos originales y publicada en 1971 con una tirada de 1000 ejemplares numeradas y firmadas por su artista, José Rodrigo Beloso (1911-1990). Distribuida por la editorial Losada, fue donada por Albino Fernández (hijo) siendo su padre, Albino Fernández, el director y diagramador.  

La publicación contiene también el texto del periodista Córdova Iturburu que se reproduce a continuación:

 

La primera impresión que un contemplador experimenta ante una obra de José Rodrigo Beloso – se trate de una pintura tanto como de un collage o un grabado – es la de hallarse frente a un equilibrio perfecto. Fluye la sensación, de manera pareja, de la estricta proporcionalidad de las formas integrantes de la composición y de su ubicación rigurosamente equilibrada dentro del plano pictórico; del ritmo impecablemente sereno determinado por las relaciones direccionales de las líneas y, por último, de la refinada selección de los tonos y su aproximación en contrastes y armonías de musical resonancia en el espectador.
Quien se detiene a reflexionar ante estas particularidades llega, de manera inevitable, a una terminante conclusión. La obra de Beloso es, en primer término, la consecuencia de una actitud reflexiva, el resultado de un manejo inteligente de los elementos del cuadro. A estos equilibrios, a esos ritmos, a esas personalidades y a esas armonías que rigen la ordenación de sus formas, sus líneas y sus colores, no se llega, es evidente, sino por los caminos de una rigurosa elaboración mental de tales imponderables materiales. La actitud de Beloso, en este sentido, no es, en suma, sino la actitud severamente clásica. Las leyes del número sostienen, melodiosamente, las estructuras de su obra.
Pero su obra, por fortuna, no es solo eso. No es, solo, un irreversible orden de subyacencias matemáticas. Es algo más. Y lo es porque en este reflexivo, en este espíritu de decidida inclinación hacia la armoniosa actitud clásica, hay, asimismo, un inspirado – no hay otra palabra para decirlo – es decir, un obediente a los dictados de esas sugestiones interiores en cuya misteriosa urdimbre residen los secretos de toda poesía. Son esos dictados los que determinan las formas originales de sus irreales imágenes, sus bellas invenciones, sus ritmos lineales y, por último, la depurada selección de los colores, los diversos elementos, en suma, con que crea los mundos de refinadas particularidades, de recatado y sugestivo encanto en que consisten sus realizaciones. Queda dicho – con esto – que hay en Beloso la nada corriente y feliz concurrencia, en un artista, de la doble actitud clásica y romántica o, con mayor exactitud todavía, de la conjunción de esos dos espíritus que Pascal definió con los calificativos de “geometrique” y de “finesse”.
No es frecuente, por cierto, tal equilibrada conjunción, en un artista de estas actitudes temperamentales fundamentalmente contradictorias por esencia. Cuando ocurre, el resultado es, como en Beloso, una obra armoniosa y contenida, recatada y comunicativa al mismo tiempo, que habla al contemplador con palabras que dan tanta satisfacción a los ojos como al espíritu y a la sensibilidad como a la inteligencia.

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