
CAMBALACHE
La obra presenta una composición figurativa y simbólica que traduce visualmente la crítica social del tango de Discépolo. A diferencia de versiones más abstractas, aquí la violencia del mundo moderno se explicita en gestos, objetos y cuerpos. La imagen se organiza en un plano vertical compacto, donde las figuras se encastran como piezas de un rompecabezas. No hay fondo ni profundidad: todo ocurre en un primer plano que genera sensación de encierro. Esta saturación remite a la acumulación de contradicciones morales que denuncia el tango: “Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos.”
Las diagonales ascendentes y descendentes refuerzan el conflicto: no hay reposo visual. Los personajes, arquetípicos y estratégicamente dispuestos, conforman una circularidad forzada que hace girar la mirada en espiral hacia el centro, donde se convergen figuras de violencia. La obra no propone una narración lineal, sino una constelación de violencias normalizadas. El resultado es una escena que no pide interpretación moral, sino complicidad crítica con el absurdo.
La obra forma parte de la carpeta referente al tango Cambalache de Enrique Santos Discépolo, que fue donada al Museo Legislativo en 1995.