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PROYECTO DE TP


Expediente 4674-D-2016
Sumario: EXPRESAR BENEPLACITO POR EL 100° ANIVERSARIO DEL PRIMER GOBIERNO DE HIPOLITO YRIGOYEN, UNGIDO LUEGO DE LA LEY SAENZ PEÑA, QUE ESTABLECIO EL VOTO UNIVERSAL, SECRETO Y OBLIGATORIO.
Fecha: 03/08/2016
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 98
Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
DECLARA:


Expresar beneplácito por el 100°Aniversario del Primer Gobierno de Hipólito Yrigoyen, ungido luego de la Ley Sanz Peña que consagraba por primera vez en la Argentina el voto universal, secreto y obligatorio.

FUNDAMENTOS

Proyecto
Señor presidente:


Las elecciones nacionales del 2 de abril de 1916 fueron las primeras presidenciales en las que se aplicó la Ley Sáenz Peña a nivel nacional. Aquel histórico día los argentinos pudieron votar por primera vez sin fraude y secretamente.
Sobre una población de siete millones y medio de habitantes, concurrieron a las urnas 745 mil votantes. Unos cuatrocientos mil, a pesar de que el voto era obligatorio, se abstuvieron y quedaron excluidos los habitantes de los territorios nacionales de La Pampa, Chaco, Formosa, Río Negro, Neuquén, Santa Cruz, Chubut, Tierra del Fuego y Los Andes (que abarcaba parte de las actuales Jujuy, Salta y Catamarca).
La fórmula Yrigoyen-Pelagio Luna obtuvo 339.332 votos, contra 153.406 de los conservadores Rojas-Serú; 123.637, los demócratas progresistas De la Torre-Carbó, y 52.895, los socialistas Justo-Repetto.
Recordamos, que el voto femenino recién se concretó luego del 23 de septiembre de 1947, que fue promulgada la denominada Ley de Enrolamiento Femenino (número 13.010), que se puso en práctica en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, en la que votaron 3 816 654 mujeres (el 63,9 % lo hizo por el Partido Justicialista, el 30,8 % por la Unión Cívica Radical).
Yrigoyen obtuvo el 45 por ciento de los votos, lo que lo dejaba en una situación de debilidad política, sin mayoría en el parlamento y con muchas provincias en manos de la oposición conservadora que controlaba también la Corte Suprema de Justicia y los grandes diarios.
Aquel 12 de octubre de 1916 Buenos Aires era una fiesta. El pueblo festejando la asunción del primer gobierno elegido legítimamente, sin trampas, daba un espectáculo novedoso.
Yrigoyen frecuentaba muy poco los locales partidarios, se exhibía ocasionalmente en público y cuidaba con celo su vida privada. Apelaba a las masas a través de su misteriosa invisibilidad e inventó un
singular estilo de liderazgo “mudo”, notablemente original y nunca emulado posteriormente. Pero el pueblo lo amaba no sólo por su carismático silencio.
No era un orador ni escribía para el público como lo hiciera el fundador de la Unión Cívica Radical, su tío, Leandro Nicéforo Alem. Sólo imponía su presencia a sus seguidores directos, con quienes establecía contacto cara a cara, lo que generaba en cada uno de ellos un alto grado de lealtad hacia su persona.
Le decían Peludo, y el apodo le cuadraba a ese hombre solitario y misterioso, que nunca pronunciaba discursos, pero que con su silencio se ganó una adhesión popular casi religiosa.
Se entronizó en el corazón de las grandes mayorías sin comprar los afectos, sino por el contrario exigiendo conductas honestas a los de arriba y a los de abajo.
El radicalismo no prometía medidas revolucionarias. Por eso su política puede ser definida por un reformismo que propuso, básicamente, terminar con la inmoralidad administrativa, la insensibilidad social y distribuir de modo más equitativo la riqueza proveniente del exitoso modelo agroexportador.
Yrigoyen eligió una palabra muy significativa para definir las intenciones de su gobierno: “reparación”. La reparación implicaba poner fin a las arbitrariedades electorales del régimen conservador y a las prácticas administrativas corruptas. Reparar el sistema, no cambiarlo.
A pesar de la manifiesta intención del nuevo gobierno de mantener las grandes líneas de la política y la economía, sin demasiadas alteraciones, los sectores conservadores estaban francamente horrorizados por la llegada de Yrigoyen y “su gente” al gobierno.
El radicalismo en el gobierno emprendió una política democratizadora que se manifestó en diferentes proyectos de ley, que en su mayoría fueron bloqueados o rechazados en el Congreso Nacional por la oposición conservadora.
El parlamento ni siquiera consideró proyectos tan importantes como la creación de un Banco Agrícola, destinado a fomentar a través de préstamos la expansión de la zona sembrada, la formación de una flota mercante nacional y la creación del Banco de la República, que cumpliría las funciones del actual Banco Central (emisión monetaria y regulación del crédito y de la tasa de interés). El parlamento también se opuso a la creación del impuesto a los réditos y a la sanción de una ley de enseñanza. De los ochenta proyectos de ley enviados por el gobierno, sólo fueron aprobados veintiséis.
Como presidente Yrigoyen defendió la neutralidad y la independencia argentina frente a las grandes potencias; abrió las universidades a las clases populares al promulgar la Reforma Universitaria; anticipó las leyes de jubilación; promovió la jornada legal de trabajo de ocho horas; reglamentó el trabajo a domicilio de las mujeres; humanizó las condiciones laborales en obrajes y yerbatales, e hizo general el uso del guardapolvo blanco en las escuelas para que los chicos argentinos se sintieran hermanos e iguales de otros chicos argentinos.
Uno de los grandes aciertos del radicalismo había sido la creación en 1921 de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Este organismo, destinado a que los argentinos explotaran por sí su propio petróleo y dispusieran libremente de él, fue puesto bajo la dirección del general Enrique Mosconi, un militar ejemplar al que nunca se le hubiera ocurrido voltear a un gobierno popular.
Yrigoyen, su sucesor, Marcelo Torcuato de Alvear, y Mosconi casi logaron que la ley de nacionalización del petróleo fuese promulgada en 1928, pero la oposición de un Senado dominado por los conservadores lo impidió. Las compañías extranjeras como la Standard Oil se estremecieron. Y comenzó a gestarse lo que sería el primer golpe de Estado de la historia argentina.
Hacia 1930 el mundo capitalista ya había estallado en Wall Street y cundían el pánico y las conmociones sociales por todos los rincones del mundo. En la Argentina la situación también era distinta de la de 1928 y había crecido la desocupación. La prensa, encabezada por el diario Crítica,
atacaba violentamente a Yrigoyen. Se lo acusaba de senil, inepto, ineficaz. Ningún adjetivo se ahorraba en la feroz campaña contra el presidente constitucional.
Tal vez la negativa de Yrigoyen a tomar contacto directo con el pueblo facilitó la campaña que se montó en su contra. Don Hipólito no la contrarrestó; su estilo, reacio al contacto abierto y público, les allanó el camino a los golpistas.
En ese marco, surgió el rumor sobre el “diario de Yrigoyen”, hecho “a medida” del presidente, con noticias fraguadas que sólo él leía. Un diario de fábula que, aunque jamás existió, se convirtió para muchos en la prueba irrefutable del vínculo roto con la ciudadanía que lo había votado por segunda vez.
Si el líder vivía, supuestamente, de espaldas al pueblo, merecía una revolución. Así lo creían los estudiantes, los profesionales, los sectores medios, que fueron los que se plegaron a los pedidos de renuncia que se precipitaron hacia fines de agosto del 30, uno tras otros.
El 5 de septiembre, Yrigoyen delegó el mando en el vicepresidente, Enrique Martínez, y recién al día siguiente se produjo el levantamiento militar encabezado por el general José Félix Uriburu. Sin gente en la calle, el golpe hubiera estado condenado, pues había mecanismos constitucionales en marcha que podían evitarlo, pero Crítica garantizó la presencia de la opinión pública y la “revolución” se salvó.
Una turba saqueó la modesta vivienda de Yrigoyen, quien fue detenido y confinado en la prisión de la isla Martín García.
Yrigoyen fue el primer presidente democrático que dio plena vigencia a los tres poderes sobre los que se asienta el pilar constitucional de la Nación. En su época fue el político más amado del país, aquel que no quiso transar con el fraude ni con la corrupción.
El que llegó al poder por la UCR, el primer partido popular de la historia argentina, votado por los hombres de pueblo, pequeños empleados, obreros, chacareros. Apoyado por viejos criollos y los inmigrantes.
El que primero encarnó el desafío de construir un país para todos, el que proclamó una verdadera cruzada ético-política: la “Causa” contra el “Régimen”, un sistema de gobierno sustentado en los privilegios de unos pocos.
Casi tres años después, el lunes 3 de julio de 1933, Yrigoyen falleció. El viejo caudillo recibió a su muerte el homenaje de masas más grande tributado hasta esa fecha. La misma muchedumbre que en 1930 había quemado su cama en la calle y lo había estigmatizado, se movilizó arrepentida y dolorida para despedirlo. Había nacido un 12 de julio de 1852 en Buenos Aires.
No se le pudo comprobar delito ni irregularidad alguna durante su gestión de gobernante, simplemente porque no los había cometido. La muerte lo sorprendió en la austeridad y la pobreza.
Por todo lo expuesto, solicito a mis pares me acompañen en la aprobación del mencionado Proyecto de Declaración.
Proyecto
Firmantes
Firmante Distrito Bloque
GIMENEZ, PATRICIA VIVIANA MENDOZA UCR
ALFONSIN, RICARDO LUIS BUENOS AIRES UCR
TORROBA, FRANCISCO JAVIER LA PAMPA UCR
Giro a comisiones en Diputados
Comisión
ASUNTOS CONSTITUCIONALES (Primera Competencia)
Trámite en comisión (Cámara de Diputados)
Fecha Movimiento Resultado
01/11/2016 DICTAMEN Aprobados con modificaciones unificados en un solo dictamen
Dictamen
Cámara Dictamen Texto Fecha
Diputados Orden del Dia 0865/2016 - DICTAMEN CONJUNTO DE LOS EXPEDIENTES 4674-D-2016, 5472-D-2016 y 6037-D-2016 CON MODIFICACIONES 03/11/2016
Trámite
Cámara Movimiento Fecha Resultado
Diputados APROBACION ARTICULO 114 DEL REGLAMENTO DE LA H CAMARA DE DIPUTADOS; COMUNICADO EL 23/11/2016 CONJUNTAMENTE PARA LOS EXPEDIENTES 4674-D-2016, 5472-D-2016 y 6037-D-2016 APROBADO