DÍA NACIONAL DE LA SOLIDARIDAD CON LOS PUEBLOS ORIGINARIOS.

Artículo 1º: Institúyase el día 1° de agosto de cada año como el Día Nacional de la Solidaridad con los Pueblos Originarios.

Artículo 2°: Comuníquese al Poder Ejecutivo Nacional.

Señor presidente:

Los pueblos originarios tienen un largo recorrido de reclamo y reivindicación. Su exigencia de base es el derecho colectivo a la interculturalidad (política, reconocimiento de la propiedad comunitaria y a su propia cultura) que no significa en ningún caso separación de las naciones que integran, sino al revés, reconocimiento y una más y mejor integración; es la forma específica que adquiere la reivindicación de sus derechos y su histórica lucha por la justicia social.

El mestizaje es la condición del hecho americano. Lo es desde los 300 años del período colonial hispanoamericano, pasando luego por las guerras independentista contra el absolutismo realista, las guerras civiles de los caudillos como expresión de la puja entre proyectos de desarrollo antagónicos, y finalmente ya en el siglo XX con la aparición de los movimientos nacionales en todo el continente.

Los pueblos originarios, habitantes preexistentes al primer poblamiento europeo y organización estatal, fueron parte importante del proceso que hace 200 años llevó a la Argentina a su declaración de Independencia, y a pesar de haber sido reconocidos y respetados por los próceres de aquella gesta, durante los primeros años de la nueva Nación pasaron a ser víctimas de persecución, genocidio y el despojo de sus tierras.

El cambio de visión política ante los originarios en la construcción de la Nación se profundizó a mediados del siglo XIX y tiene su punto de inflexión en la campaña militar a la Patagonia, definida como Conquista del Desierto, entre 1878 y 1885, comandada por el general Julio A. Roca.

La Argentina es un país mestizo, criollo, el país de los guarangos, de esa mezcla de lo nativo con lo español y lo inmigrante europeo. Esa es nuestra identidad nacional americana y originaria. En el censo realizado por el INDEC, en los años 2004 y 2005, se reveló que en el país hay, al menos, 402.921 indígenas, de 22 pueblos diferentes (mapuche, toba-qom, kolla, guaraní, wichí, tupí guaraní, diaguita y diaguita calchaquí, ava guaraní, mbya guaraní,

tehuelche, rankulche, huarpe, ona, comechingones, charrúa, mocoví, chulupí, chorote, chane, pilagá, y tapiete), aunque según aproximaciones oficiales se podría superar el millón.

Se establecieron normas que cambiaron la suerte de los indígenas que luchaban en los tribunales contra expulsiones ilegítimas e ilegales, y luego surgieron otras -nacionales, provinciales y municipales- que iniciaron un proceso reparador en cuanto a derechos, respeto a su cosmovisión y culturas ancestrales y recuperación territorial.

La Constitución Nacional, en su artículo 75 inciso 17 establece el reconocimiento de la “…preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos”. Asimismo, determina que corresponde al Congreso Nacional “garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten…”.

De una simple lectura del artículo reseñado y de la extensa normativa existente al respecto – Convenio N°169 de la OIT con jerarquía supralegal, Ley N° 26.160 y su prorroga Ley N° 26.554, entre otras - se desprende que las comunidades originarias son preexistentes, de carácter permanente no circunstancial y que se asientan sobre tierras que tradicionalmente ocupan y que les pertenecen.

No obstante, el reconocimiento previsto por la Carta Magna y los instrumentos citados que consagran la obligación de los Estados firmantes a implementar mecanismos eficaces que respeten y promuevan los derechos de los pueblos indígenas, se ven vulnerados.

Por tal motivo, y con foco en la lucha por la reivindicación de sus derechos, el día 31 de julio de 2017 un grupo de personas, integrantes del Pu Lof en Resistencia Cushamen (Chubut), que ya habían sido reprimidos salvajemente por las fuerzas de seguridad en los meses previos, se encontraban manifestándose sobre la Ruta Nacional Nº 40, a la altura de la intersección camino a El Maitén, localidad de Leleque.

Al día siguiente, el 1 de agosto, se produjo una violenta e ilegal represión por parte de la Gendarmería Nacional, ordenada por el Dr. Guido Sebastián Otranto, en su carácter de titular del Juzgado Federal de Esquel.

Allí se encontraba Santiago Maldonado, un joven de 28 años, oriundo de la ciudad bonaerense de 25 de mayo, participando de un corte de ruta para defender un territorio mapuche. Como consecuencia de esa represión, Maldonado estuvo desaparecido forzadamente durante 77 días y su cuerpo sin vida fue hallado en el río.

Durante su adolescencia y juventud, Santiago viajó como mochilero, realizando diversos trabajos principalmente el de tatuador, para vivir por Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Chile. Conocía lo que era dormir a la intemperie o en lugares precarios. Tenía un viaje pendiente con su hermano mayor a Dinamarca y Noruega. Estaba ahorrando para conocer España. En Barcelona armaron un comité por su desaparición.

Su relación con la cosmogonía de los pueblos originarios puede rastrearse hasta su pueblo natal. A 25 de Mayo, Santiago Maldonado la nombraba como “Huetel Mapu”. En mapudungun, huetel es mulita. Así se llamaba la ciudad a mediados del siglo XIX, bautizada con ese nombre por las características tortugas de campo que se veían. En rigor, era el fortín Mulitas, levantado para ocupar territorios indígenas.

La visión de una vida alejada de lo material y con eje en valores como la solidaridad y el apego a la naturaleza se refleja en un texto de su propia autoría. Allí afirma: “Es un mundo artificial, donde el valor de intercambio material es el dinero, que genera desigualdades. Porque hay distintos tipos de clases sociales y eso hace que empiecen a aparecer sometidos y sometidas, sometedores y sometedoras. El poder y el dinero corrompen a las personas, porque el dinero genera poder y el poder es respaldado por el dinero, y viceversa. Dejando atrás todo tipo de buenos valores, de verdaderas relaciones humanas y de sentimientos de honestidad".

Santiago hizo propia la lucha de los pueblos originarios por la reivindicación de sus derechos, de forma desinteresada y solidaria. Los acompañó, se involucró personalmente.

Y como consecuencia de aquella lucha, el 1° de agosto de 2017 fue desaparecido forzadamente y asesinado por el Estado.

En razón de lo expuesto y de los hechos de público conocimiento, creemos importante instituir el día 1° de agosto de cada año como el Día Nacional de la Solidaridad con los Pueblos Originarios, por lo que solicitamos a nuestros pares, nos acompañen en la sanción del presente proyecto de ley.