AÑO 2018 “AÑO DEL CENTENARIO DE LA REFORMA UNIVERSITARIA”.

ARTÍCULO 1°.- Declárase el Año 2018 como el “AÑO DEL CENTENARIO DE LA REFORMA UNIVERSITARIA”.

ARTÍCULO 2°.- Dispónese que durante el Año 2018, toda la documentación oficial de la Administración Pública Nacional, centralizada y descentralizada, así como en los Entes autárquicos dependientes de ésta, deberá llevar la leyenda “2018 AÑO DEL CENTENARIO DE LA REFORMA UNIVERSITARIA”.

ARTÍCULO 3°.- En orden a lo establecido en el artículo 1° del presente, el Poder Ejecutivo Nacional auspiciará actividades, seminarios, conferencias y programas educativos que contribuyan a la difusión del “Centenario de la Reforma Universitaria”.

ARTÍCULO 4°. -Invítase a los Gobiernos Provinciales y al de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a adherir a la presente Ley.

ARTÍCULO 5° .-Comuníquese al Poder Ejecutivo

Señor presidente:

Los movimientos democráticos generan miedos. Tiemblan quienes detentan el poder porque creen que el pueblo quiere terminar con sus privilegios. Ese es el miedo de los déspotas y los cobardes. Que el pueblo recupere el poder es solo símbolo de soberanía y legitimidad. Esos déspotas confunden instituciones con poder. Nosotros, los demócratas, entendemos esas instituciones como un medio y no un fin. Si vamos a las preclaras palabras de Abraham Lincoln, queremos “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Queremos democracia.

La concepción democrática asusta. Asusta la concepción de la reforma de las instituciones para lograr el poder del pueblo (como único tenedor legítimo del poder), por el pueblo (dirigiendo las instituciones) y para el pueblo (teniéndolo como único objetivo de las políticas). Estas ideas asustan a quienes están acostumbrados a usar y a abusar del poder. Asustan a quienes creen que tienen derechos de clase para ejercer el poder. Asustan a quienes creen que el poder se hereda o a quienes creen que pueden señalar a quienes hay que seguir. Asustan a aquellos que creen que son los únicos intérpretes de la voluntad popular. Asustan a quienes se erigen en los únicos herederos del pueblo. Nada hay más ajeno a la democracia que el dedo del príncipe. No queremos dedos. Queremos democracia.

Estos miedos fueron los que sintieron notables prohombres de “El Régimen”, cuando cambian las reglas de juego en 1916, con el ascenso de la Unión Cívica Radical. La expresión de los que estaban postergados empieza a hacerse ver y oír.

Las universidades eran, hasta 1918, territorios que la Revolución de Mayo no había podido devolver a los criollos. Seguían siendo espacios dominados por las élites. En palabras de Carlos Tünnermann Bernheim, consejero de la UNESCO y ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, eran “virreinatos del espíritu”. Él mismo señala que “La importancia de este Movimiento es tal que varios estudiosos de la problemática universitaria latinoamericana sostienen que ésta no puede ser entendida, en su verdadera naturaleza y complejidad, sin un análisis de lo que significa la Reforma de Córdoba. Con ella entroncan, por cierto, de un modo u otro, todos los esfuerzos de reforma universitaria que buscan la transformación de nuestras Casas de Estudio por la vía de originalidad latinoamericana que Córdoba inauguró”.

La huelga de Dolores en Guatemala y la represión de los movimientos estudiantiles entre 1903 y 1908; las huelgas estudiantiles en Buenos Aires en 1905 que son reprimidas y silenciadas por el Poder Ejecutivo y los medios de prensa; los pedidos de profesores y estudiantes de renovación de cargos en 1905; la creación de la Federación Universitaria de Buenos Aires –FUBA- en 1908, y centros de estudiantes en Córdoba, Buenos Aires, La Plata; los congresos internacionales de estudiantes de Uruguay (1908), Argentina y Colombia (1910) y Perú (1912) en donde, según Hugo Biagini, “se proclama la rebeldía como principio cósmico omnicomprensivo y se exige un modelo universitario con plena injerencia del alumnado”.

Hemos citado algunos de los antecedentes latinoamericanos de “El grito de Córdoba”, y en función de ellos, el mismo Biagini expresa en “La Reforma Universitaria” que “La proyección continental que alcanzó dicho movimiento estudiantil dio lugar a que el mismo

fuese visualizado, con máximo entusiasmo, como la segunda empresa común de los países latinoamericanos tras los cien años de mutua soledad que siguieron al ciclo de su independencia política”. Y dentro de la línea histórica argentina en particular, agrega: “Si Moreno refutaba el pretendido soporte celestial de la realeza y acudía a la voluntad colectiva, Deodoro Roca –junto con otros miembros de la Federación cordobesa- denunciaba en el Manifiesto Liminar de la Reforma un régimen académico anacrónico montado sobre ´el derecho divino del profesorado universitario´ (…) Dicho documento no sólo se dirigía proféticamente a los hombres libres de nuestro hemisferio sino que también anunciaba la inminencia revolucionaria similar a la de Mayo o a la de los nuevos tiempos insurgentes”. Si recordamos las preclaras palabras de Deodoro Roca, en el manifiesto se dice que “La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo”. Esta es la línea histórica de la que hablábamos antes, de esos países latinoamericanos que volvían a encontrar una lucha común, cien años después, en los rincones en donde se habían guarnecido los retrógados de entonces.

Este enfoque latinoamericanista es también un enfoque nuevo, un enfoque no eurocéntrico. “Difundido está el error de considerar la cultura, y lo culto, como un todo presabido, hasta con tipismos anticipados. Así, se llama culto aquí, a lo culto-occidental; como si nuestra cultura tuviera forzosamente que ser la ajena. La cultura es un método de poner en libertad potencias auténticas, juego de valores entrañables; por lo que una cultura nacional tiende a la formación del país, como personalidad centrada en personalidades y entre personalidades”, nos dice Gabriel del Mazo en su libro “Reforma Universitaria”, donde abunda sobre la cultura afirmando que “no hay cultura nacional cuando las grandes corrientes populares están ausentes de la formación nacional (constreñidos económicamente sus hombres, a no poder libertarse siquiera de las pequeñas decisivas cosas cotidianas y materiales que no pueden superar). Por otra parte, la cultura nacional, la cultura americana no puede ser otra que la invivita en los hombres americanos”, con lo que concluye que “Por todo lo que la Reforma es a la vez proposición y actitud de fortalecimiento en nuestros pueblos del partido americano, procurando adecuar su expresión intelectual, estimular su acción resolutiva, construir sus líneas defensivas seguras y abril el amplio escenario de la creación popular característica”. ¿Qué mejores formas de expresar el camino latinoamericano podremos encontrar? Una cultura latinoamericana, fruto de los encuentros de nuestras realidades, de nuestras fuerzas políticas y sociales, libres para emprender caminos nuevos y formas nuevas de emprenderlos.

Cómo no entender la reforma universitaria como la más cabal expresión del reformismo argentino y latinoamericano si el ya citado Tünnermann Bernheim nos dice que “la clase media emergente fue la protagonista del Movimiento, en su afán por lograr acceso a la Universidad, hasta entonces controlada por la vieja oligarquía terrateniente y el clero. La Universidad aparecía a los ojos de la nueva clase como el canal capaz de permitir su ascenso político y social. De ahí que el Movimiento propugnara por derribar los muros anacrónicos que hacían de la Universidad un coto cerrado de las clases superiores”. Cómo no entender que ésta es todavía una empresa en marcha que creemos que está inconclusa y que vale la pena seguir construyendo.

Y cien años después, es difícil encontrar mejores palabras para impulsar a los jóvenes -y a los que cronológicamente no lo somos tanto- a seguir el camino de la libertad, que las originales del gran Deodoro Roca en el Manifiesto Liminar: “Hombres de una república libres, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por

el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan”.

Por esas libertades que faltan, solicitamos a nuestros pares que nos acompañen en la aprobación de este proyecto de ley.