Expresar su beneplácito por la convocatoria al dialogo mediante su mediación que el Papa Francisco realizara a los líderes de los Estados de Israel y de Palestina, Shimon Peres y Mahmoud Abbas, en su visita a Tierra Santa llevada a cabo entre los días 24 y 26 de mayo del año 2014.

Señor presidente:

El Papa Francisco visitó Tierra Santa entre los días 24 y 26 de mayo de 2014. Su viaje incluyó, en persona, a Jordania, Israel y Palestina, pero sus oraciones llegaron a todo Medio Oriente y afectaron positivamente a todo el mundo. El carácter ecuménico e interreligioso planeado para el mismo se hizo evidente desde el momento en que anunció que concurriría con el rabino Abraham Skorka y el líder musulmán Omar Abboud: gesto bondadoso y muy significativo, ya que estaba planeado visitar Jerusalem o Al-Quds, centro de veneración religiosa de importancia capital para el cristianismo, judaísmo y el islam. No debe sorprender entonces, recalcar que esta visita coincidió con el 50° Aniversario del encuentro entre el Papa Paulo VI, líder de la Iglesia católica, y el patriarca ortodoxo Atenágoras I de Constantinopla, ocurrida en 1964. Para conmemorar la reunión que relanzó la relación entre dos religiones separadas durante diez siglos, el Papa se juntó a rezar en el Santo Sepulcro de Jerusalem con el actual jefe de esa iglesia y patriarca de Constantinópolis, Bartolomeo I.

Su camino empezó por Amman, Jordania. Al Rey Abdala II le manifestó su honda preocupación por el conflicto, ya convertido en guerra civil, que aqueja a Siria hace dos años y ha generado más de cien mil muertos. Destacó del Reino de Jordania su carácter solidario con sus vecinos, ya que además de tener en su territorio diez campos de refugiados palestinos con dos millones de personas (siendo el país que acoge a mayor cantidad), en los últimos tiempos ha recibido a más de diez mil refugiados sirios, a los que se está acomodando en escuelas y proveyendo de servicios de salud (1) . El Papa comprometió ayuda de la Iglesia católica a los mismos.

En la ciudad de Betania, Jordania, se reunió con refugiados sirios, desde donde lanzó un llamado a todas las partes en conflicto a que retomen las negociaciones, ya que la paz y no las armas son a su entender el camino para solucionar los problemas. "La solución, de hecho, sólo puede venir del diálogo y de la moderación, de la compasión por quien sufre, de la búsqueda de una solución política y del sentido de la responsabilidad hacia los hermanos", fueron sus palabras, para luego criticar duramente a quienes venden armas y estimulan los conflictos para satisfacer sus beneficios económicos. Pidió una solución urgente, pero también justa, e instó a construir la paz, un don que no se puede comprar.

Sin embargo, lo que realmente causó sorpresa y admiración, y queremos reconocer y manifestar nuestro apoyo con este proyecto, fueron sus acciones una vez llegado a territorio Palestino- Israelí, tierra de uno de los conflictos más sangrientos y lamentables de la historia contemporánea, además de sustentado en la actualidad en posiciones que aparentan ser las más irreconciliables de la historia.

Su primera escala fue Belén o Betlehem, en Cisjordania, Palestina, lugar del nacimiento de Jesús. El Papa nos tiene acostumbrados a gestos fuera de protocolo y llenos de humanidad, pero sin dudas pocas personas imaginaron lo que sucedió: camino a la Iglesia de la Natividad, pidió al conductor del papamóvil que se detenga y, sin necesidad de recibir explicaciones sobre lo que estaba viendo, se acercó a rezar frente al Muro. No señor Presidente, no estamos hablando del Muro de los Lamentos, sino del Muro de 520 km construido por Israel en territorios palestinos, con la intención de protegerse ante ataques suicidas de HAMAS. Este Muro de 8 metros de altura, que rodea a casi todo el territorio palestino, en muchas áreas zigzaguea dentro de las tierras que en una eventual solución de los Dos Estados corresponderían a Palestina, dividiendo y hasta encerrando a ciudades sobre sí mismas.

Tan solo con apoyar la mano en la pared, el Papa demostró lo que sienten no solo los palestinos y muchos israelíes, sino cientos y millones de ciudadanos de todo el mundo que ven en ese Muro la representación de los peores momentos de la historia: no solo porque remite al que dividió injustamente a las familias berlinesas, o al que trata como criminales a los mexicanos de la frontera estadounidense, o porque se lo ha asociado con las peores prácticas del apartheid sudafricano, sino porque es la representación física y visual de la falta de confianza que sienten ambas naciones. El miedo de los israelíes es real, y su derecho a la seguridad debe ser punto indeclinable de cualquier tratativa de paz. Pero ninguna relación cordial, duradera y fundada en el respeto se ha construido sobre la base de acciones unilaterales que posicionan a priori al otro en la categoría de delincuente, o que afectan a su libertad de circulación y a la efectiva realización de sus trabajos.

Más adelante terminaría de, tal vez, hacer historia, al pedirle a los presidentes israelí y palestino Shimon Peres y Mahmoud Abbas respectivamente que oraran por la Paz en el Vaticano, en su casa. Las negociaciones entre ambas naciones acaban de ser canceladas por Israel, luego de que el partido de Abbas, Al Fatah, llegara a un muy esperado acuerdo, dentro de Palestina, con HAMAS, agrupación que Israel y gran parte de la comunidad internacional consideran terrorista y carente de legitimidad por no haber renunciado al uso de la violencia. A pesar de los esfuerzos realizados por el Secretario de Estado norteamericano, Sr. John Kerry, por encauzar el proceso de paz, los nueve meses pactados estaban terminando sin ninguna perspectiva de éxito a la vista.

Sin embargo, la nueva invitación del Papa Francisco resulta altamente esperanzadora, ya que es un actor nuevo en un escenario viciado, que hace tiempo reclama que sean nuevas las voces mediando. Ambos presidentes han acordado reunirse el día 8 de junio en el Vaticano para hablar de la paz "en un sentido religioso", en palabras del pontífice. Cabe destacar que, si bien en la actualidad las posiciones de ambas partes parecen irreconciliables debido a que hay facciones en ambos bandos que se aferran a principios religiosos en su reclamo por la tierra (Eretz Israel para los judíos, la tierra musulmana para los islámicos), en su inicio el movimiento sionista, y el contra reclamo palestino por mantener sus territorios, fue puramente laico - nacionalista. Hay muchos temas difíciles de resolver en este conflicto, muchos de los cuales ni siquiera han sido admitidos en las últimas rondas de negociaciones (produciendo su inevitable fracaso), pero ninguno de ellos ha comenzado desde el diálogo religioso. El mensaje del Papa nos llena de esperanzas.

Confiamos en que este llamado formal al diálogo se convierta prontamente en una mediación formal del Papa, sin la participación de actores con intereses propios que han causado mucho daño a Israel, Palestina y a Medio Oriente en general. Esperamos que en este nuevo proceso se pueda discutir sin tapujos el derecho de ambas naciones a contar con territorios claramente delimitados, con fronteras previamente establecidas, en donde Israel pueda vivir con seguridad y acoger a todos los judíos que quieran habitar sus tierras y donde Palestina pueda recibir a todos sus refugiados, quienes deberán poder circular libremente. También es nuestro deseo que finalice definitivamente la ocupación israelí sobre Palestina y que cesen todos los ataques armados, de ambas partes, ya que afectan pura y exclusivamente a las poblaciones civiles de los Estados.

Con esperanza avizoramos un futuro, tal vez no en el corto plazo pero sin dudas ya no tan lejano, en que el Estado de Israel y el Estado de Palestina puedan vivir como vecinos cordiales, donde las nuevas generaciones aprendan con una visión integral y superadora acerca del conflicto que consumió ya casi 70 años de historia contemporánea e incontables vidas, pero sobre todo, que lo entiendan como algo que quedó en el pasado. Y sobre todo, vemos más próximo el día en que desde ambos lados del Muro, un joven israelí y uno palestino puedan estrecharse la mano con alegría luego de haberlo derribado.

Todavía leemos que el Papa Francisco es Argentino, casi pretendemos establecerlo como una pertenencia o un orgullo puramente criollo. Pero desde el momento en que se convirtió en Pontífice, dejó de ser argentino para transformarse en una figura universal que acarrea esperanza a todos los rincones del globo. Más importante aún, esta acción nos muestra que su figura trasciende la religión católica, ya que ha sabido convertirse en sinónimo de futuro para musulmanes y judíos por igual.

Con la firme esperanza de que esta iniciativa por la paz genere los frutos esperados por toda la humanidad, independientemente de naciones y religiones, solicito a mis pares me acompañen en el presente Proyecto de Resolución.