Expresar nuestra preocupación y consternación por el fallecimiento del niño, menor de siete años, Ezequiel Ferreira debido a la explotación laboral y a la exposición a los agrotóxicos a la cual fue sometido.

Señor presidente:

El niño Ezequiel Ferreira se encontraba internado en la sala de terapia intensiva del Centro Gallego, tenía siete años de edad y su estado delicado de salud se condice con un sometimiento laboral que sólo puede denominarse como esclavitud. Conforme informaciones periodísticas y la denuncia efectuada por la organización social La Alameda y el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), el menor se encontraraba padeciendo cáncer producto del trabajo desempeñado en la empresa avícola Nuestra Huella S.A.; donde el menor desarrollaría tareas entre el veneno, la sangre y el guano de las gallinas.

La situación de un menor en el trabajo representa, inicialmente, trabajo en negro pero también la existencia de un afán lucrativo por parte de empresarios que tienden a optimizar sus ganancias, abusando del estado de vulnerabilidad de familias enteras.

Es pues, a personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad a quienes se les exigen niveles de productividad que sólo pueden ser alcanzados con la dedicación entera del grupo familiar. Esa exigencia convierte al trabajo en servidumbre y a la familia en esclava de sus necesidades.

Relevante también resulta el contacto por parte del menor con sustancias nocivas como los agrotóxicos, los cuales también podrían haber provocado la terrible enfermedad que el menor padecía y que también podrían ser los detonantes de su muerte.

Este hecho no puede verse aislado del modelo de desarrollo vigente, en el cual, los niveles de productividad requeridos por el empresariado, sin control estatal, se sostienen con el uso de agrotóxicos y del trabajo esclavo.

La explotación infantil es consecuencia directa de la falta de asunción de responsabilidades mínimas por parte de sectores empresariales que desarrollan actividades temporarias o estacionales: el denominado trabajador golondrina es explotado y el aumento en la carga de productividad es lo que ocasiona los niveles de servidumbre que reflejan el caso del menor. La ausencia de controles estatales garantizan la impunidad de este accionar desde cierto sector privado.

Existen evidencias que confirman que desde el año 2008 Ezequiel Ferreira desarrollaría actividades en la firma mencionada, por lo tanto, existe también un elevado nivel de desatención por parte de los funcionarios abocados al control.

Por otra parte, el trabajo esclavo, cuando alcanza a los niños, suma consecuencias vinculadas a la deserción escolar y a la falta de un desarrollo íntegro de las aptitudes de los menores. En este caso, el hecho de avocar al niño al trabajo ha provocado una desatención en su salud, pues frente al trabajo esclavo los niveles seguridad laboral son inexistente y, por la lógica de contar con menores en el trabajo, lo que además es trabajo prohibido, la muerte de Ezequiel no puede ser vista como una coincidencia sino, directamente, como consecuencia.

Por todo lo expuesto solicitamos la aprobación de la presente resolución.