Expresar su más enérgico repudio y condena al secuestro del Dr. Hipólito Solari Yrigoyen y del Dr. Mario Abel Amaya, con motivo de conmemorarse el 40º Aniversario de este hecho trágico en la historia argentina, el 17 de Agosto de 2016.

Señor presidente:

En la madrugada del 17 de Agosto de 1976, el Dr. Hipólito Solari Yrigoyen y el Dr. Mario Abel Amaya, fueron secuestrados por grupos de tareas pertenecientes a las Fuerzas Armadas, en las ciudades de Puerto Madryn y Trelew, respectivamente.

En momentos donde parece rediscutirse la historia y se quiere imponer, nuevamente, la idea de una “guerra sucia”, cuando cabalmente se ha demostrado que solo existió un plan sistemático de violación de Derechos Humanos, que incluyó torturas, desaparición, apropiación ilegal de menores, y muerte; es necesario recordar a todos y cada uno de los militantes perseguidos, detenidos, desaparecidos, y asesinados por la última dictadura militar, que fueron muchos.

En este caso vale recordar, con motivo de cumplirse el 40º Aniversario de la noche del secuestro de estos militantes políticos, de origen radical, comprometidos con la defensa de la libertad y la democracia.

Hipólito Solari Yrigoyen es un abogado y político argentino nacido en Buenos Aires un 23 de julio de 1933. Hijo de un dirigente reformista y radical de la ciudad de Buenos Aires y sobrino nieto de Hipólito Yrigoyen.

Vivió en Buenos Aires hasta que se graduó de abogado en la UBA, para luego mudarse a la ciudad de Puerto Madryn. Desde allí y durante los años 70 defendió a presos políticos. Su trayectoria profesional y política se desarrolla a la par de su amigo Amaya. Mientras Amaya era electo diputado por Chubut, Solari Yrigoyen era electo senador.

En 1973, mismo año que asume su cargo como Senador, sufre el primer atentado perpetrado por el grupo parapolicial Triple A, hecho que se repetiría en 1975.

El mismo día que secuestraron a Amaya, fue secuestrado él. Tuvo el mismo recorrido hasta que Amaya fue trasladado a la cárcel de Devoto, donde finalmente fallece producto de las torturas recibidas. Al ser expulsado del país en 1977 se radica en París donde permanecería hasta 1983, cuando regreso a su país con el advenimiento de la democracia.

Por su parte, Mario Abel Amaya nació en Dolavon, Chubut un 3 de agosto de 1935. Curso sus estudios primarios y secundarios en la ciudad de Rawson. A los 16 años se acercó al radicalismo para comenzar su camino militante. Su vida universitaria transcurrió entre las casas de estudio de Córdoba y Tucumán, cursando la carrera de Derecho. Al recibirse de abogado se radicó en la ciudad de Trelew.

Su actividad profesional la volcó hacia el asesoramiento de trabajadores y sindicatos. En tal sentido fue abogado del dirigente sindical Agustín Tosco. A su vez, durante la década del 70 defendió a presos políticos, sin distinguir el partido al que pertenecían. Fue así que los presos políticos de Montoneros y el ERP que se fugaron del penal de Rawson, al quedar varados en el aeropuerto de Trelew pidieron por Amaya y Solari Yrigoyen como garantía de su seguridad.

Adhirió al Movimiento de Renovación y Cambio que lideraba Raúl Alfonsín.

En el año 1973, fue electo diputado de la Nación. Las mismas convicciones que expresaba a su tiempo de militante las trasladó a su labor parlamentaria, defendiendo los derechos humanos y las libertades públicas, abrazando la causa popular.

Ya en dictadura, el 17 de agosto de 1976 fue secuestrado por el V Cuerpo del Ejército con sede en Bahía Blanca. Estuvo detenido en el centro clandestino conocido como "la Escuelita". Luego fue trasladado a Viedma para hacerlo pasar por un simulacro de tiroteo. Al otro día volvió a Bahía Blanca y de ahí a la cárcel de Villa Floresta.

El 11 de septiembre lo llevan a la cárcel de Rawson. Durante todo este tiempo sufre torturas que no hacen más que deteriorar su estado de salud, ya delicado por sufrir de asma.

A los 41 años, el 19 de octubre de 1976 fallece secuestrado y asesinado por el sólo hecho de ser militante de la causa de los desposeídos, un militante del progresismo que confiaba en un mundo mejor.

En su funeral, el Dr. Raúl Alfonsín lo despidió de la siguiente manera: “Venimos a despedir a un amigo entrañable… Un amigo valiente que no sabía de cobardías. Un amigo altruista que no conocía el egoísmo. Un hombre cabal, de extraordinaria dimensión humana, encerrada en un cuerpo de salud precaria. Pero venimos también a despedir a un distinguido correligionario, a un hombre radical, a un hombre de la democracia, que no la veía constreñida a las formalidades solamente, sino que la vitalizaba a través de la participación del pueblo para poner el acento en los aspectos integrales, en los aspectos sociales.”

Durante el juicio a los responsables de su secuestro y el secuestro y posterior asesinato de Amaya, Solari Yrigoyen recordó: "Entre el 13 y el 15 de septiembre me sacaron de la celda para ir al baño y ahí fue cuando lo vi por última vez a Mario Abel Amaya; tuvimos un breve diálogo, él estaba con la cabeza partida, me costó reconocerlo, le pregunté cómo estaba y me respondió que se estaba muriendo".

Esas palabras del Dr. Alfonsín, pronunciadas con motivo de la despedida a Amaya, vuelven hoy, 40 años después para reafirmar que la Dictadura reprimió, torturó y se llevó las vidas de quienes creían en la política, en la democracia y en las causas populares, y que el asesinato de Amaya y el secuestro de Solari Yrigoyen son uno claros ejemplos de este plan sistemático de desprecio a la vida y merecen nuestro más enérgico y contundente repudio.

Por los motivos expuestos, solicito la aprobación del presente proyecto de Declaración.