Llevar a cabo un acto de homenaje a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (A.P.D.H), en reconocimiento a su incansable lucha por la justicia, la dignidad humana, y la memoria, al cumplirse, el próximo 26 de mayo, el undécimo aniversario de la muerte de Alfredo Bravo, uno de sus fundadores.

Señor presidente:

En de diciembre de 1975, en Buenos Aires, cuando las libertades públicas eran cada vez más violentadas por la represión, por las bandas parapoliciales, por las amenazas y la persecución política, en lo que era solo el preámbulo del terrorismo de estado, un grupo de dirigentes sociales, políticos, sindicales, y religiosos fundó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

"A lo largo de ese año - se explica en la página web del organismo - ya había más de 700 muertos en el país, producidos en secuestros, allanamientos ilegales y enfrentamientos callejeros entre grupos rivales, y se reclamaba por la desaparición forzada de más de 300 personas, así como se hacía manifiesta la operación de bandas clandestinas armadas que, primero con diversos nombres, y luego unificadas bajo el nombre de la Triple A amenazaban, secuestraban, torturaban, y asesinaban a dirigentes y militantes políticos y sociales, con la anuencia y la protección de las fuerzas de un estado que se había vuelto terrorista".

Entre sus fundadores estaban Adolfo Pérez Esquivel, más adelante premio Nobel de la Paz, el futuro presidente de la República Raúl Alfonsín, los obispos católicos Jaime de Nevares, Jorge Novak y Carlos Gattinoni y el pastor metodista José Míguez Bonino, el dirigente político Oscar Alende, la dirigente socialista y veterana luchadora por los derechos de la mujer Alicia Moreau de Justo, y el juez y profesor universitario Raúl Aragón. También estaba Alfredo Bravo, militante socialista y dirigente sindical de los maestros, que sería años después varias veces elegido diputado nacional.

La primera reunión pública de la Asamblea se llevó a cabo en una fecha tan terriblemente connotada como abril de 1976, oportunidad en que se sumaron otras figuras como Emilio Mignone, el rabino Marshall Meyer, y Augusto Conte, que se dedicarían hasta el final de sus vidas a la lucha por los Derechos Humanos. Las diversas identidades ideológicas y políticas de sus integrantes nunca fueron un obstáculo para el trabajo de la Asamblea, que hizo de ese pluralismo uno de sus mayores méritos.

En los trágicos años de la dictadura cívico militar que azotó al país desde 1976 hasta 1983, y que aplicó el plan de exterminio de sus oponentes políticos y sociales que la Justicia argentina ha caracterizado como Terrorismo de Estado, la Asamblea recogió, registró y ordenó miles de testimonios de secuestros y desapariciones de personas, y desplegó una enorme tarea solidaria con los familiares de las víctimas. En 1977 publicó la primera lista de desaparecidos.

"Cuando en Octubre de 1979 visitó nuestro país la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos de la OEA - citamos nuevamente a la página de la APDH -, esa lista había crecido en, aproximadamente, cinco mil denuncias, las que fueron presentadas a la comisión. Esta editó posteriormente su informe en Washington. La APDH gestionó el envío de 500 ejemplares que ingresaron por carga aérea a Ezeiza siendo retirados por dos de sus directivos, en una tarea sumamente riesgosa que afortunadamente fuera sorteada sin problemas. El informe -que hoy podría ser calificado como el primer registro previo al informe de la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas)- fue posteriormente fue foto duplicado y se difundió por todo el país".

Ya recuperado el Estado de Derecho, la APDH siguió su tarea. Además de participar activamente en la citada CONADEP, asistió y acompañó a cientos de testigos en los procesos a los represores que se abrieron en 1984, y resistió después a la sanción y aplicación de las leyes de la impunidad y a los indultos. Resultaría por otra parte demasiado largo enumerar aquí todas las actividades, programas, talleres, conferencias, campañas educativas y de difusión que la Asamblea ha desarrollado y desarrolla tanto en el país como en el exterior, como parte de una intensa tarea que demuestra además una concepción amplia y abarcadora de los Derechos Humanos.

"La APDH - según se informa en su página oficial - participa en varios organismos institucionales de carácter autárquico entre ellos, el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo), el IEM (Instituto Espacio para la Memoria de la C.A.B.A.), en el Ente para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos, de carácter interjurisdiccional, de la Nación y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en Memoria Abierta (Acción Coordinada de organismos de Derechos Humanos), y la Comisión Provincial por la Memoria, todos ellos del país y, en el plano regional y continental, interactúa en emprendimientos comunes con prestigiosas redes internacionales, tales como el Consejo Mundial de Iglesias, la Alianza Social Continental, la Asociación Americana de Juristas, el Foro Social Mundial y el Consejo Mundial de la Paz, entre otras entidades".

Creemos, señor Presidente, que la notable trayectoria que acredita la Asamblea la hace ampliamente merecedora de un reconocimiento oficial por parte de esta Cámara. Este momento histórico nos parece particularmente propicio, ya que por una parte nuestra sociedad puede exhibir logros descollantes en lo que se refiere a los juzgamientos de dictadores y sus cómplices, logros a los que no ha sido ajena la labor de la Asamblea, y por otra, la defensa de los Derechos Humanos se ha vuelto a instalar en el centro de la escena política a raíz de los ataques extremadamente violentos registrados contra presuntos delincuentes en diversos puntos del país, y de las conductas punitivas que reclama una parte de la dirigencia política.

Por otra parte, también nos parece pertinente que el homenaje que proponemos se lleve a cabo el próximo 26 de mayo, fecha en la que se cumplen once años de la muerte de Alfredo Bravo, uno de los fundadores de la Asamblea, que nunca dejó de militar en ella, y que mientras era su co Presidente, en 1977, sufrió él mismo el secuestro, las torturas y la prisión que le infligió la represión ilegal, sin que nunca cejara en su compromiso con los Derechos Humanos.

Por las razones que acabamos de exponer, señor Presidente, solicitamos la aprobación del presente proyecto.