Expresar su pesar y consternación ante el brutal atentado terrorista que causó la muerte de tres niños y un profesor, mas otras personas heridas de gravedad, en la escuela judía "Ozar Hatorá" de Toulouse, Francia, y condenar enérgicamente este trágico suceso que enluta a la comunidad internacional y hunde en su pobreza moral, cultural y psíquica, las raíces palpables de la intolerancia, la discriminación y el antisemitismo.

Señor presidente:

Al menos cuatro personas murieron el lunes 19 de marzo de 2012 cuando un hombre armado abrió fuego contra una multitud de padres e hijos en las puertas de una escuela judía, en Francia.

El brutal ataque costó la vida de tres niños y de un profesor de la escuela "Ozar Hatorá", en la ciudad de Toulouse, mientras otras personas resultaron heridas de gravedad.

Desde nuestro país, que sufrió como pocos los más graves atentados del terrorismo internacional dirigidos contra la comunidad judía y que cobraron cientos de víctimas fatales entre ciudadanos argentinos, no podemos permanecer indiferentes ante un suceso de tales características, que expresa de manera inequívoca las amenazas y aflicciones nacidas de la intolerancia, la discriminación y el antisemitismo.

Las instituciones de la República deben condenar enérgicamente estas conductas crueles y degradantes, que exteriorizan síntomas indudables de la pobreza moral, cultural y psíquica de sus autores, sin que nuestra omisión pueda hacer concesiones de ninguna índole a la irracionalidad del racismo.

Ciertamente, el judaísmo es desde hace mucho tiempo, un blanco constante de la intolerancia. Pero junto a ello se extienden otros atroces prejuicios, representaciones y figuras igualmente condenadas por el desprecio, como han sido la de la mujer, la del negro, la del creyente que ejerce su fe de un modo distinto del nuestro, a las que pueden sumarse las figuras del homosexual, la del trabajador explotado, la del excluido social, la del indígena, entre otras.

Son diferentes y graves discriminaciones que a lo largo del tiempo, desafían la conciencia de la humanidad y que debemos superar en el marco de la educación, de la ley y de nuestros valores éticos.

Como hombres de la democracia, nos preocupa custodiar las garantías y derechos más elementales de la convivencia humana y no dudamos en reconocer, con palabras de Thomas Jefferson, que "el precio de la libertad es la eterna vigilancia".

Por todo ello, aguardo el apoyo de mis pares al presente proyecto de declaración, que se inscribe en nuestra lucha por la paz y la defensa de los derechos humanos fundamentales, contra la intolerancia, el antisemitismo y toda clase de discriminaciones.