DE LAS PERSONAS MAYORES
Comisión PermanenteOf. Administrativa: Piso P01 Oficina 140
Secretario Administrativo DR. PALACIOS JUAN RAMÓN
Jefe SR. CORA JUAN PABLO
Martes 19.00hs
Of. Administrativa: (054-11) 6075-2141 Internos 2141
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- LEGISLACION GENERAL
- ACCION SOCIAL Y SALUD PUBLICA
- DE LAS PERSONAS MAYORES
- LEGISLACION PENAL
Reunión del día 08/05/2018
- IVE (CONJUNTA - TARDE)
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los ocho días del mes de mayo de 2018, a la hora 15 y 15:
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Damos comienzo a la segunda parte de la reunión conjunta de las comisiones de Legislación General, Legislación Penal, Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia y Acción Social y Salud Pública.
Cada expositor tendrá siete minutos para hacer uso de la palabra. Pedimos especialmente que no hagan alusiones personales a ningún diputado o diputada en particular.
Asimismo, tengan en cuenta que esta reunión está siendo transmitida por los distintos medios de comunicación de la casa y, por lo tanto, hay muchas personas escuchándonos.
Tiene la palabra Gabriela Massiel Moreno Pinto, periodista chilena que nos acompaña esta tarde.
Cada expositor tendrá siete minutos para hacer uso de la palabra. Pedimos especialmente que no hagan alusiones personales a ningún diputado o diputada en particular.
Asimismo, tengan en cuenta que esta reunión está siendo transmitida por los distintos medios de comunicación de la casa y, por lo tanto, hay muchas personas escuchándonos.
Tiene la palabra Gabriela Massiel Moreno Pinto, periodista chilena que nos acompaña esta tarde.
SRA. MORENO PINTO Buenas tardes, estimados parlamentarios. Me gusta ser llamada "Massiel". Soy periodista y vengo a contar mi testimonio desde lejos, desde Chile.
Mi progenitora se provocó un aborto en la semana 24 de gestación, razón por la cual yo pesaba 1,7 kilos y medía 36 centímetros al nacer. A raíz de ello, también padezco una parálisis cerebral.
Tres meses después de haber estado en incubadora, fui adoptada por un matrimonio que no podía tener hijos. Soy muy feliz gracias a ellos. A pesar del pésimo diagnóstico que me pronosticaban, mis papás me adoptaron de igual forma. En su tiempo, los médicos decían que yo no iba a ver, hablar, ni escuchar. Mis papás les respondieron: "Ustedes no son Dios; no tienen la última palabra", y me adoptaron igual.
Por el aborto fallido en mi prematurez extrema, tengo esta parálisis cerebral que no me deja caminar. También tengo problemas de motricidad fina y una serie de inconvenientes que dificultan mi vida cotidiana.
Con mucha fuerza de voluntad, logré estudiar y en el año 2012 me recibí de periodista.
Me casé hace cuatro años y, con la opinión en contra de los médicos chilenos, me convertí en mamá de Trinidad, que tiene dos años y cinco meses, y de Josué, que en algunos días cumple tres meses. Soy una mamá muy feliz, pero sería más feliz si alguien hubiese defendido mis derechos, si alguien en el Parlamento chileno hubiese levantado mi voz y prohibido la ley que nosotros, en Chile, aprobamos hace poco.
Es cierto que se habla de aborto seguro y de la libertad de la mujer pero, ¿quién defendió mis derechos? ¿Quién alzó la voz por mí? ¿Quién defendió la vida feliz que yo pude haber tenido, siendo libre? ¿Dónde está mi libertad? Me la deben la mujer y el hombre que fueron incapaces de decir: "No lo hagan, es un ser inocente"; nadie levantó la voz por mí.
Hoy quisiera ser una madre completa para mis hijos y una mujer completa para mi esposo, pero no lo soy porque alguien se sintió con el derecho a provocar mi muerte. Gracias a Dios, salí con vida y soy feliz.
Cada vez que entraba al pabellón, después que nacieron mis hijos, después de tanto sufrimiento, recordaba que fueron dieciocho años de rehabilitación, dieciocho años de operaciones, dieciocho años de dolor físico y mental, de cansancio, de discriminación -porque en nuestros países se vive el bullying y todos lo sabemos, porque yo sufrí bullying en el colegio- y de mucho esfuerzo. Así, pensaba: ¿por qué alguien se sintió con el derecho a matarme? ¿Por qué alguien se sintió con el derecho a quitarme mi vida? ¿Por qué nadie me defendió? ¿Por qué nadie le dijo a mi progenitora, por favor, piense en ese ser que está por nacer? ¿Por qué no le dio la oportunidad de darme en adopción, pero sana y no en la situación en la que como estoy?
No repudio mi vida; al contrario: amo mi vida tal cual es y soy feliz, pero me hubiese gustado tener una vida diferente, con menos dolores. Algo tan cotidiano como bañarse, para mí es un sacrificio, algo tan cotidiano como lavarse el pelo -a las mujeres nos gusta mucho arreglarnos y todo- yo no lo puedo hacer con libertad porque alguien se sintió con el deber, con el derecho de quitarme esa libertad que era mía.
Mi progenitora se provocó un aborto en la semana 24 de gestación, razón por la cual yo pesaba 1,7 kilos y medía 36 centímetros al nacer. A raíz de ello, también padezco una parálisis cerebral.
Tres meses después de haber estado en incubadora, fui adoptada por un matrimonio que no podía tener hijos. Soy muy feliz gracias a ellos. A pesar del pésimo diagnóstico que me pronosticaban, mis papás me adoptaron de igual forma. En su tiempo, los médicos decían que yo no iba a ver, hablar, ni escuchar. Mis papás les respondieron: "Ustedes no son Dios; no tienen la última palabra", y me adoptaron igual.
Por el aborto fallido en mi prematurez extrema, tengo esta parálisis cerebral que no me deja caminar. También tengo problemas de motricidad fina y una serie de inconvenientes que dificultan mi vida cotidiana.
Con mucha fuerza de voluntad, logré estudiar y en el año 2012 me recibí de periodista.
Me casé hace cuatro años y, con la opinión en contra de los médicos chilenos, me convertí en mamá de Trinidad, que tiene dos años y cinco meses, y de Josué, que en algunos días cumple tres meses. Soy una mamá muy feliz, pero sería más feliz si alguien hubiese defendido mis derechos, si alguien en el Parlamento chileno hubiese levantado mi voz y prohibido la ley que nosotros, en Chile, aprobamos hace poco.
Es cierto que se habla de aborto seguro y de la libertad de la mujer pero, ¿quién defendió mis derechos? ¿Quién alzó la voz por mí? ¿Quién defendió la vida feliz que yo pude haber tenido, siendo libre? ¿Dónde está mi libertad? Me la deben la mujer y el hombre que fueron incapaces de decir: "No lo hagan, es un ser inocente"; nadie levantó la voz por mí.
Hoy quisiera ser una madre completa para mis hijos y una mujer completa para mi esposo, pero no lo soy porque alguien se sintió con el derecho a provocar mi muerte. Gracias a Dios, salí con vida y soy feliz.
Cada vez que entraba al pabellón, después que nacieron mis hijos, después de tanto sufrimiento, recordaba que fueron dieciocho años de rehabilitación, dieciocho años de operaciones, dieciocho años de dolor físico y mental, de cansancio, de discriminación -porque en nuestros países se vive el bullying y todos lo sabemos, porque yo sufrí bullying en el colegio- y de mucho esfuerzo. Así, pensaba: ¿por qué alguien se sintió con el derecho a matarme? ¿Por qué alguien se sintió con el derecho a quitarme mi vida? ¿Por qué nadie me defendió? ¿Por qué nadie le dijo a mi progenitora, por favor, piense en ese ser que está por nacer? ¿Por qué no le dio la oportunidad de darme en adopción, pero sana y no en la situación en la que como estoy?
No repudio mi vida; al contrario: amo mi vida tal cual es y soy feliz, pero me hubiese gustado tener una vida diferente, con menos dolores. Algo tan cotidiano como bañarse, para mí es un sacrificio, algo tan cotidiano como lavarse el pelo -a las mujeres nos gusta mucho arreglarnos y todo- yo no lo puedo hacer con libertad porque alguien se sintió con el deber, con el derecho de quitarme esa libertad que era mía.
Ocupa la Presidencia el señor diputado Lipovetzky, presidente de la Comisión de Legislación General.
SRA. MORENO PINTO Entonces, por eso vine -crucé la cordillera, dejé a mis hijos con mi mamá-, a decir: "Basta". Pensemos en la otra vida, no solo en el ser que está por nacer sino en aquella mujer que va a ser mutilada en su interior, que va a ser marcada de por vida, en aquella mujer que va a sufrir día a día el vivir con la conciencia intranquila de haber matado al ser que tenía en su interior.
Por eso vine hasta acá: para crear conciencia, porque soy el testimonio viviente de un aborto, porque vivo día a día la palabra aborto en mi frente. Así que los invito a reflexionar sobre los derechos del que está por nacer y los derechos de aquellas mujeres que no tienen más escapatoria que un aborto. Espero que la libertad no se convierta en libertinaje. (Aplausos.)
Por eso vine hasta acá: para crear conciencia, porque soy el testimonio viviente de un aborto, porque vivo día a día la palabra aborto en mi frente. Así que los invito a reflexionar sobre los derechos del que está por nacer y los derechos de aquellas mujeres que no tienen más escapatoria que un aborto. Espero que la libertad no se convierta en libertinaje. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Romina Antonelli, integrante de Ni Una Menos, Frente de las Mujeres y de UNGS, Universidad Nacional de General Sarmiento.
SRA. ANTONELLI Señor presidente: buenas tardes, para empezar quería agradecer la posibilidad de sumar una nueva voz en esta instancia, que es histórica para lucha feminista y para el movimiento. Yo vengo a hablar en nombre del Frente de Mujeres de la Universidad Nacional de General Sarmiento y del colectivo "Ni Una Menos".
En estas exposiciones que se fueron sucediendo durante las últimas semanas, se abordaron distintos aspectos en relación a la interrupción voluntaria del embarazo, y en mi caso, hablaré de la educación sexual integral, que también es conocida como ESI, educación sexual integral para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.
Quienes hoy hablan sobre la educación sexual integral, la existencia de métodos anticonceptivos y los usan como parte de sus argumentos en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, no hace mucho se oponían rotundamente a ambos. Llegaron a decir cosas como que el preservativo no servía para evitar el contagio del HIV, que brindar esta información adelantaba la edad de iniciación sexual en adolescentes, e incluso, que prohibir manifestaciones discriminatorias en los ámbitos educativos es una forma de atentar contra la libertad de expresión.
Es realmente notable que hoy, estas mismas personas, hagan bandera de la prevención del embarazo para oponerse al acceso a otro derecho.
Hoy en día, después de la sanción de la ley 26.150 de Educación Sexual Integral, sigue prevaleciendo un paradigma biologicista en la educación sexual, centrándose en la prevención del embarazo no deseado y del contagio de infecciones de transmisión sexual.
A esto se suma que, desde el 2017, el programa nacional de ESI forma parte del plan nacional de disminución de embarazo no intencional en la adolescencia, que pone el foco en el embarazo como riesgo y deja a un lado todo lo relativo a una vivencia plena de la sexualidad.
Como contracara, vemos en las salitas y en los centros de salud que los casos de sífilis y HIV siguen multiplicándose. Cuando se pone el énfasis en la prevención de embarazos y el contagio de infecciones de transmisión sexual, se privilegia una mirada biologicista sobre la educación sexual. Este paradigma es, en realidad, previo a la educación sexual integral, ya que solo aborda contenidos relacionados con el aparato reproductivo y los métodos de cuidado.
Cuando hablamos de ESI, hablamos de una perspectiva integral sobre la sexualidad que va más allá de este paradigma, hablamos de equidad entre los géneros, de poner en cuestión el sistema heteropatriarcal, hablamos de promover relaciones respetuosas del propio cuerpo y del ajeno sin discriminar.
La ESI es una herramienta para garantizar que las nuevas generaciones puedan decidir de forma autónoma sobre sus cuerpos, fortalezcan el autoestima y aprendan a decir que "no", que prevengan abusos y malos tratos.
Por otra parte, al hablar de métodos de cuidado, es indispensable que tengamos presente algunas cuestiones. En primer lugar, hay que considerar el rol que juega la construcción de la masculinidad y de lo que supone ser un "verdadero hombre" en las relaciones entre los géneros. Por alguna razón, el uso de preservativo es considerado de "poco hombre". Muchas veces esto conlleva forzar a las mujeres a que accedan a este condicionamiento para tener relaciones sexuales, que además se demanda como una muestra de su fidelidad hacia ellos, al interior de las parejas.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que estos métodos tampoco son neutrales a las relaciones de poder entre los géneros. Vivimos en una sociedad donde el sistema médico está fuertemente focalizado sobre la mujer y la niñez, donde la mayoría de los métodos con los que contamos están pensados casi exclusivamente para los cuerpos gestantes.
De esta forma, nos hacen también responsables de las consecuencias si el método anticonceptivo se usa en forma incorrecta o si falla, lo cual implica siempre un castigo por abrir las piernas y por ejercer la sexualidad con libertad.
Lo que está en juego en este debate es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, el derecho a gozar y elegir si queremos gestar o no, en qué momento decidimos hacerlo y en qué condiciones. El disciplinamiento de los cuerpos se reproduce y opera en la sociedad a través de diversos dispositivos que se focalizan especialmente sobre los cuerpos feminizados, que además son constantemente sexualizados.
El debate sobre el uso o no del corpiño, el cuestionamiento en relación con el largo de la pollera, la promoción de la virginidad como un valor social, la violencia obstétrica y la penalización del aborto son claros ejemplos de la poca capacidad que tenemos de decidir sobre nuestros cuerpos y de la forma en la que también somos constantemente condicionadas a lo largo de nuestras vidas.
La legislación nacional contempla el acceso a los conocimientos y a la información necesaria para garantizar el derecho de todas las personas de gozar de una sexualidad sana y plena. Sostener y defender la implementación de la ESI supone deconstruir los estereotipos antes mencionados y fomentar relaciones basadas en el respeto y el consentimiento.
En este contexto de desfinanciamiento del Programa Nacional de ESI no solo es importante garantizar que estén los recursos y que se capacite a docentes sino que es igualmente relevante que los contenidos sobre lo que se asienta la educación pongan el énfasis en la promoción de formas más libres de vivir la sexualidad.
El feminismo está cambiando nuestro modo de ser, de convivir, y de vincularnos. Es necesario que podamos pensar la ESI hoy, a la luz de los procesos que se han desatado a partir de la marea feminista.
Las instituciones educativas, sanitarias y gubernamentales tienen que dar una respuesta frente a la demanda social y estar a la altura del proceso de transformación cultural que se requiere para garantizar el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito.
Los principios que se promueven desde la educación sexual integral suponen cambios estructurales a largo plazo. Todavía nos queda un largo camino por recorrer para seguir construyendo una sociedad más igualitaria.
No obstante, hoy tenemos la oportunidad histórica de garantizar el acceso seguro a la interrupción voluntaria del embarazo y de reconocer finalmente a las personas con capacidad de gestar como sujetos de derecho plenos. Junto con el derecho al aborto reclamamos herramientas para decidir a través de la educación, para que se consideren los diversos deseos y los proyectos de vida. La maternidad es una elección, no un destino.
Ustedes, como representantes del pueblo, tienen la enorme oportunidad de ampliar derechos, para evitar que las personas gestantes se sigan sometiendo a prácticas que ponen en riesgo su vida, por el solo hecho de no elegir la maternidad. El aborto legal es vida.
Ni una menos por aborto clandestino. ¡Vivas y libres nos queremos!
En estas exposiciones que se fueron sucediendo durante las últimas semanas, se abordaron distintos aspectos en relación a la interrupción voluntaria del embarazo, y en mi caso, hablaré de la educación sexual integral, que también es conocida como ESI, educación sexual integral para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.
Quienes hoy hablan sobre la educación sexual integral, la existencia de métodos anticonceptivos y los usan como parte de sus argumentos en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, no hace mucho se oponían rotundamente a ambos. Llegaron a decir cosas como que el preservativo no servía para evitar el contagio del HIV, que brindar esta información adelantaba la edad de iniciación sexual en adolescentes, e incluso, que prohibir manifestaciones discriminatorias en los ámbitos educativos es una forma de atentar contra la libertad de expresión.
Es realmente notable que hoy, estas mismas personas, hagan bandera de la prevención del embarazo para oponerse al acceso a otro derecho.
Hoy en día, después de la sanción de la ley 26.150 de Educación Sexual Integral, sigue prevaleciendo un paradigma biologicista en la educación sexual, centrándose en la prevención del embarazo no deseado y del contagio de infecciones de transmisión sexual.
A esto se suma que, desde el 2017, el programa nacional de ESI forma parte del plan nacional de disminución de embarazo no intencional en la adolescencia, que pone el foco en el embarazo como riesgo y deja a un lado todo lo relativo a una vivencia plena de la sexualidad.
Como contracara, vemos en las salitas y en los centros de salud que los casos de sífilis y HIV siguen multiplicándose. Cuando se pone el énfasis en la prevención de embarazos y el contagio de infecciones de transmisión sexual, se privilegia una mirada biologicista sobre la educación sexual. Este paradigma es, en realidad, previo a la educación sexual integral, ya que solo aborda contenidos relacionados con el aparato reproductivo y los métodos de cuidado.
Cuando hablamos de ESI, hablamos de una perspectiva integral sobre la sexualidad que va más allá de este paradigma, hablamos de equidad entre los géneros, de poner en cuestión el sistema heteropatriarcal, hablamos de promover relaciones respetuosas del propio cuerpo y del ajeno sin discriminar.
La ESI es una herramienta para garantizar que las nuevas generaciones puedan decidir de forma autónoma sobre sus cuerpos, fortalezcan el autoestima y aprendan a decir que "no", que prevengan abusos y malos tratos.
Por otra parte, al hablar de métodos de cuidado, es indispensable que tengamos presente algunas cuestiones. En primer lugar, hay que considerar el rol que juega la construcción de la masculinidad y de lo que supone ser un "verdadero hombre" en las relaciones entre los géneros. Por alguna razón, el uso de preservativo es considerado de "poco hombre". Muchas veces esto conlleva forzar a las mujeres a que accedan a este condicionamiento para tener relaciones sexuales, que además se demanda como una muestra de su fidelidad hacia ellos, al interior de las parejas.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que estos métodos tampoco son neutrales a las relaciones de poder entre los géneros. Vivimos en una sociedad donde el sistema médico está fuertemente focalizado sobre la mujer y la niñez, donde la mayoría de los métodos con los que contamos están pensados casi exclusivamente para los cuerpos gestantes.
De esta forma, nos hacen también responsables de las consecuencias si el método anticonceptivo se usa en forma incorrecta o si falla, lo cual implica siempre un castigo por abrir las piernas y por ejercer la sexualidad con libertad.
Lo que está en juego en este debate es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, el derecho a gozar y elegir si queremos gestar o no, en qué momento decidimos hacerlo y en qué condiciones. El disciplinamiento de los cuerpos se reproduce y opera en la sociedad a través de diversos dispositivos que se focalizan especialmente sobre los cuerpos feminizados, que además son constantemente sexualizados.
El debate sobre el uso o no del corpiño, el cuestionamiento en relación con el largo de la pollera, la promoción de la virginidad como un valor social, la violencia obstétrica y la penalización del aborto son claros ejemplos de la poca capacidad que tenemos de decidir sobre nuestros cuerpos y de la forma en la que también somos constantemente condicionadas a lo largo de nuestras vidas.
La legislación nacional contempla el acceso a los conocimientos y a la información necesaria para garantizar el derecho de todas las personas de gozar de una sexualidad sana y plena. Sostener y defender la implementación de la ESI supone deconstruir los estereotipos antes mencionados y fomentar relaciones basadas en el respeto y el consentimiento.
En este contexto de desfinanciamiento del Programa Nacional de ESI no solo es importante garantizar que estén los recursos y que se capacite a docentes sino que es igualmente relevante que los contenidos sobre lo que se asienta la educación pongan el énfasis en la promoción de formas más libres de vivir la sexualidad.
El feminismo está cambiando nuestro modo de ser, de convivir, y de vincularnos. Es necesario que podamos pensar la ESI hoy, a la luz de los procesos que se han desatado a partir de la marea feminista.
Las instituciones educativas, sanitarias y gubernamentales tienen que dar una respuesta frente a la demanda social y estar a la altura del proceso de transformación cultural que se requiere para garantizar el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito.
Los principios que se promueven desde la educación sexual integral suponen cambios estructurales a largo plazo. Todavía nos queda un largo camino por recorrer para seguir construyendo una sociedad más igualitaria.
No obstante, hoy tenemos la oportunidad histórica de garantizar el acceso seguro a la interrupción voluntaria del embarazo y de reconocer finalmente a las personas con capacidad de gestar como sujetos de derecho plenos. Junto con el derecho al aborto reclamamos herramientas para decidir a través de la educación, para que se consideren los diversos deseos y los proyectos de vida. La maternidad es una elección, no un destino.
Ustedes, como representantes del pueblo, tienen la enorme oportunidad de ampliar derechos, para evitar que las personas gestantes se sigan sometiendo a prácticas que ponen en riesgo su vida, por el solo hecho de no elegir la maternidad. El aborto legal es vida.
Ni una menos por aborto clandestino. ¡Vivas y libres nos queremos!
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Silvia Domínguez, coordinadora de la ONG "Espacio para la Vida. Joven, levántate", de La Matanza.
SRA. DOMÍNGUEZ Señor presidente: vengo de una Asociación Civil en La Matanza, que trabaja en una zona del kilómetro 46 de la ruta 3. Allí generalmente hay gente muy pobre, las calles son de barro, y el acceso a la salud, a la educación, a la luz, al agua potable, al gas y a las cloacas todavía no es lo que consigue todo el mundo.
Soy una mujer libre y no he abortado. He elegido no tener hijos y sigo siendo libre. Por mi asociación pasan más de 300 mujeres en los distintos espacios, las veo a diario, y ninguna de ellas me planteó abortar o haber abortado.
Muchas veces, en los argumentos se utiliza a la gente pobre, pero no creo que sea un argumento de peso. Siempre se carga sobre los pobres la muerte, la delincuencia, y ahora el aborto.
No sé de dónde sacan las estadísticas pero sé que muchas de mis vecinas mueren en las salas de los hospitales por situaciones de salud cotidianas, que no son el aborto. Les cuento que para hacerse una ecografía hay que pedir turno en los hospitales dos meses antes.
Entonces, me preguntó si pedir que se legalice el aborto no es crear una brecha más grande entre las mujeres pobres y las mujeres que tienen recursos u obras sociales.
Estoy convencida de que la vida comienza con la gestación. Si se existiera la ley del aborto en nuestro país estoy segura de que sería solo para las mujeres de las grandes capitales, porque aunque vivo a 47 km de aquí, las mujeres que tiene que ir al hospital por distintas razones, no tienen acceso a la salud.
Creo que, como sociedad, tendríamos que dar un paso muy importante y plantearnos cómo estamos pensando el derecho a la vida y a la libertad de todos, para acceder a la salud en todos los ámbitos.
El niño no tiene voz para decir su palabra pero existe, está; y eso no lo dice solamente una religión, sino que está comprobado.
Me cuesta comprender que estemos debatiendo sobre una ley que permite a una mujer, con la excusa de usar su cuerpo en libertad, matar a su propio hijo a quien hizo en un acto libre.
Yo también quiero que vivamos todas. Yo también quiero que todas seamos libres. No deberíamos permitir que se mate a nadie, ni siquiera legalmente. No quiero que haya personas que mueran en abortos clandestinos ni en ninguna cuestión similar. Entonces, tenemos en común que deseamos la vida. Queremos la vida de las mujeres y la de los niños.
Creo que en este debate nos estamos olvidando del papel del varón ya que una gestación, un embarazo, no se da por contagio y sucede por una relación sexual. En general, una relación sexual es consentida por dos partes, o sea, varón y mujer, salvo en una violación, pero éste ya es otro tema.
Entonces, ¿por qué trabajamos con el fin de hacernos más libres? Debemos trabajar por hacer un camino más claro y seguro de opción para los jóvenes en la educación en general. ¿Ustedes creen que nuestro sistema de salud está preparado para asumir esta tarea?
Se nos habla de los países que ya tienen legalizada la ley del aborto. En la jornada de la mañana pusieron el ejemplo de lo que sucede en Uruguay. Dicen que de cien mil nacidos vivos, había 18 mujeres muertas y ahora hay 9. Esto se ha dado luego de la despenalización de la ley del aborto. Nadie sacó la cuenta respecto de que siguen muertos la misma cantidad de niños.
La propuesta que uno puede hacer es ¿por qué en lugar de hacer ese número vinculado a menos mujeres que mueren por el aborto, no intentamos que nadie muera? ¿Por qué no apuntamos a aprender a elegir? Es decir, que las niñas, las mujeres y los varones podamos aprender cómo usar nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.
El aborto seguro no existe porque no hay ninguna situación ni operación ni intervención que sea segura. Por eso quiero decirles que el aborto no garantiza el bienestar psíquico-social de la mujer. Yo estoy a favor de la vida y de la vida de los dos.
Finalmente, reivindico el derecho a vivir de ese niño e invito a que todos nos saquemos de la cabeza y del corazón los pañuelos, las ideas políticas y religiosas y nos pongamos a pensar en el derecho a vivir que tenemos. (Aplausos.)
Soy una mujer libre y no he abortado. He elegido no tener hijos y sigo siendo libre. Por mi asociación pasan más de 300 mujeres en los distintos espacios, las veo a diario, y ninguna de ellas me planteó abortar o haber abortado.
Muchas veces, en los argumentos se utiliza a la gente pobre, pero no creo que sea un argumento de peso. Siempre se carga sobre los pobres la muerte, la delincuencia, y ahora el aborto.
No sé de dónde sacan las estadísticas pero sé que muchas de mis vecinas mueren en las salas de los hospitales por situaciones de salud cotidianas, que no son el aborto. Les cuento que para hacerse una ecografía hay que pedir turno en los hospitales dos meses antes.
Entonces, me preguntó si pedir que se legalice el aborto no es crear una brecha más grande entre las mujeres pobres y las mujeres que tienen recursos u obras sociales.
Estoy convencida de que la vida comienza con la gestación. Si se existiera la ley del aborto en nuestro país estoy segura de que sería solo para las mujeres de las grandes capitales, porque aunque vivo a 47 km de aquí, las mujeres que tiene que ir al hospital por distintas razones, no tienen acceso a la salud.
Creo que, como sociedad, tendríamos que dar un paso muy importante y plantearnos cómo estamos pensando el derecho a la vida y a la libertad de todos, para acceder a la salud en todos los ámbitos.
El niño no tiene voz para decir su palabra pero existe, está; y eso no lo dice solamente una religión, sino que está comprobado.
Me cuesta comprender que estemos debatiendo sobre una ley que permite a una mujer, con la excusa de usar su cuerpo en libertad, matar a su propio hijo a quien hizo en un acto libre.
Yo también quiero que vivamos todas. Yo también quiero que todas seamos libres. No deberíamos permitir que se mate a nadie, ni siquiera legalmente. No quiero que haya personas que mueran en abortos clandestinos ni en ninguna cuestión similar. Entonces, tenemos en común que deseamos la vida. Queremos la vida de las mujeres y la de los niños.
Creo que en este debate nos estamos olvidando del papel del varón ya que una gestación, un embarazo, no se da por contagio y sucede por una relación sexual. En general, una relación sexual es consentida por dos partes, o sea, varón y mujer, salvo en una violación, pero éste ya es otro tema.
Entonces, ¿por qué trabajamos con el fin de hacernos más libres? Debemos trabajar por hacer un camino más claro y seguro de opción para los jóvenes en la educación en general. ¿Ustedes creen que nuestro sistema de salud está preparado para asumir esta tarea?
Se nos habla de los países que ya tienen legalizada la ley del aborto. En la jornada de la mañana pusieron el ejemplo de lo que sucede en Uruguay. Dicen que de cien mil nacidos vivos, había 18 mujeres muertas y ahora hay 9. Esto se ha dado luego de la despenalización de la ley del aborto. Nadie sacó la cuenta respecto de que siguen muertos la misma cantidad de niños.
La propuesta que uno puede hacer es ¿por qué en lugar de hacer ese número vinculado a menos mujeres que mueren por el aborto, no intentamos que nadie muera? ¿Por qué no apuntamos a aprender a elegir? Es decir, que las niñas, las mujeres y los varones podamos aprender cómo usar nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.
El aborto seguro no existe porque no hay ninguna situación ni operación ni intervención que sea segura. Por eso quiero decirles que el aborto no garantiza el bienestar psíquico-social de la mujer. Yo estoy a favor de la vida y de la vida de los dos.
Finalmente, reivindico el derecho a vivir de ese niño e invito a que todos nos saquemos de la cabeza y del corazón los pañuelos, las ideas políticas y religiosas y nos pongamos a pensar en el derecho a vivir que tenemos. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la señora Noelia Barbeito, senadora de la provincia de Mendoza, mandato cumplido, por el Frente de Izquierda -PTS-, docente universitaria y referente del movimiento de esa provincia.
SRA. BARBEITO Señor presidente: entendemos que el debate que debiera darse en el Congreso no es si estamos a favor o en contra del aborto. No es así. Lo que este Congreso debiera debatir es si el aborto debe seguir siendo clandestino o legal. Si el Estado, a través de su sistema de salud pública, se hace cargo de una realidad o expulsa a miles de mujeres a la clandestinidad, donde muchas de ellas -trabajadoras- terminan muertas o son señaladas con el dedo acusador del Estado.
Son ocho provincias las que no tienen siquiera el aborto no punible y existen otras ocho que padecen muchísimas limitaciones.
Mendoza, mi provincia, es una de ellas. El gobernador Alfredo Cornejo se había comprometido en campaña a aplicar el aborto no punible pero no lo hizo.
La legislatura provincial siquiera lo quiere debatir. Mendoza, al igual que otras provincias, se encuentra bajo una verdadera dictadura clerical, donde ni siquiera sus niños y niñas están a salvo de las oscuras imposiciones de la jerarquía eclesiástica. Allí hemos sufrido con los aberrantes casos de niñas embarazadas, producto de violación, cuyos derechos han sido negados por parte del mismo Estado provincial que las ha obligado a seguir sus embarazos.
Quería mencionar algunos casos emblemáticos. Ana Gazzoli tuvo que enfrentar estas trabas en el 2006, cuando la Justicia concedió la intervención quirúrgica de su hija discapacitada, cuyo embarazo había sido producto de una violación. La decisión se demoró por la presión de los grupos autodenominados Provida.
En septiembre de 2008, otra vez este grupo irrumpió violentamente en la habitación del hospital de niños Notti, donde se encontraba una niña de doce años, repito, de doce años, cuya madre había pedido la interrupción del embarazo porque había sido fruto de una violación. Estos grupos le mostraron panfletos con fetos mutilados para que desistiera de su intervención.
No olvidamos que fue Mauricio Macri quien en el 2012 vetó la adhesión de la Ciudad de Buenos Aires a la interrupción legal del embarazo en sintonía con el Senado de mi provincia, Mendoza -en ese momento el oficialismo era el Frente para la Victoria-PJ-, que archivó la media sanción que había aprobado la Cámara de Diputados de la provincia.
Es allí, como aquí, como en tantos lugares de nuestro país, donde la jerarquía eclesiástica se inmiscuye e impone sus creencias en materia de salud pública. Esta misma jerarquía eclesiástica busca impunidad para los curas y monjas abusadores de decenas de niños y niñas del Instituto Próvolo de Mendoza; un internado para chicos hipoacúsicos dependiente del arzobispado que funcionaba como un verdadero centro de tortura, violación, tormentos y abusos bajo el amparo del Vaticano y la ausencia total de investigación estatal.
Todos los meses acompañamos a los valientes sobrevivientes y a sus familias que piden verdad y justicia. Diversas agrupaciones -como el Instituto del Verbo Encarnado en San Rafael- hacen movilizaciones en contra de las charlas de educación sexual. Indigna que, además, esta institución se crea la garante de la moral cuando un cura, el párroco Jorge Gómez -en Malargüe, Mendoza- en el año 2011 dijo en la radio local: "Violar la fe es diez mil veces peor que violar menores o a una hija".
Estos grupos son financiados con el dinero nuestro por medio de una serie de subsidios y privilegios que les otorga el Estado a partir de decretos vigentes desde la última dictadura. Exigimos también la separación efectiva de la Iglesia del Estado.
La hipocresía también alcanza a muchos sectores de la sociedad que dicen promover la maternidad. Hay patrones que no solo niegan derechos elementales a las trabajadoras sino que promueven el trabajo esclavo. En La Campagnola, en la agroindustria, hace poco tiempo pudimos ver un cartel que decía: "Todas las mujeres están suspendidas".
También las trabajadoras precarizadas tienen que esconder sus embarazos, o ir a trabajar dos días después de parir porque las pueden despedir. Y las maestras, si faltan, les descuentan el nefasto ítem "Aula en mi provincia".
Pero no todo es conservador: en el departamento Lavalle las mismas maestras se han levantado a seguir buscando a Johana Chacón y a Soledad Olivera. Y en los últimos años somos miles las que nos hemos levantado por nuestros derechos.
Pedimos y exigimos que se aplique la Guía Técnica de Interrupción Legal del Embarazo en todo el territorio nacional y la Ley de Educación Sexual Integral, pero también decimos que esto no alcanza. Necesitamos urgente la legalización del aborto porque su prohibición no lo evita sino que envía a miles a la clandestinidad y las que mueren son las mujeres más pobres del pueblo trabajador.
Desde Pan y Rosas, el PTS del Frente de Izquierda, sabemos que nuestra fuerza está en las calles, en organizarnos en cada lugar de estudio y trabajo, porque no dejamos nuestras vidas en manos de quienes responden a intereses de la jerarquía eclesiástica o a patronales que niegan derechos elementales a las mujeres trabajadoras, la mayoría de ellas madres.
En todo el país presenciamos con entusiasmo a una nueva generación de jóvenes que salen a las calles por sus derechos. Las vimos el 8 de marzo, cuando miles salieron a exigir educación sexual, anticoncepción y aborto legal para terminar con las cadenas que oprimen a las mujeres.
Nosotras, feministas socialistas, feministas de la clase obrera, no nos confundimos. No nos identificamos con mujeres empresarias o presidentas imperialistas. Incluso, contamos con la experiencia de haber tenido una presidenta y no haber obtenido el IVE.
Sabemos que el patriarcado se va a caer cuando terminemos con este régimen social capitalista que necesita jerarquías, desigualdades, opresión y explotación para subsistir.
Hoy pedimos, exigimos y necesitamos aborto legal, seguro y gratuito. (Aplausos.)
Son ocho provincias las que no tienen siquiera el aborto no punible y existen otras ocho que padecen muchísimas limitaciones.
Mendoza, mi provincia, es una de ellas. El gobernador Alfredo Cornejo se había comprometido en campaña a aplicar el aborto no punible pero no lo hizo.
La legislatura provincial siquiera lo quiere debatir. Mendoza, al igual que otras provincias, se encuentra bajo una verdadera dictadura clerical, donde ni siquiera sus niños y niñas están a salvo de las oscuras imposiciones de la jerarquía eclesiástica. Allí hemos sufrido con los aberrantes casos de niñas embarazadas, producto de violación, cuyos derechos han sido negados por parte del mismo Estado provincial que las ha obligado a seguir sus embarazos.
Quería mencionar algunos casos emblemáticos. Ana Gazzoli tuvo que enfrentar estas trabas en el 2006, cuando la Justicia concedió la intervención quirúrgica de su hija discapacitada, cuyo embarazo había sido producto de una violación. La decisión se demoró por la presión de los grupos autodenominados Provida.
En septiembre de 2008, otra vez este grupo irrumpió violentamente en la habitación del hospital de niños Notti, donde se encontraba una niña de doce años, repito, de doce años, cuya madre había pedido la interrupción del embarazo porque había sido fruto de una violación. Estos grupos le mostraron panfletos con fetos mutilados para que desistiera de su intervención.
No olvidamos que fue Mauricio Macri quien en el 2012 vetó la adhesión de la Ciudad de Buenos Aires a la interrupción legal del embarazo en sintonía con el Senado de mi provincia, Mendoza -en ese momento el oficialismo era el Frente para la Victoria-PJ-, que archivó la media sanción que había aprobado la Cámara de Diputados de la provincia.
Es allí, como aquí, como en tantos lugares de nuestro país, donde la jerarquía eclesiástica se inmiscuye e impone sus creencias en materia de salud pública. Esta misma jerarquía eclesiástica busca impunidad para los curas y monjas abusadores de decenas de niños y niñas del Instituto Próvolo de Mendoza; un internado para chicos hipoacúsicos dependiente del arzobispado que funcionaba como un verdadero centro de tortura, violación, tormentos y abusos bajo el amparo del Vaticano y la ausencia total de investigación estatal.
Todos los meses acompañamos a los valientes sobrevivientes y a sus familias que piden verdad y justicia. Diversas agrupaciones -como el Instituto del Verbo Encarnado en San Rafael- hacen movilizaciones en contra de las charlas de educación sexual. Indigna que, además, esta institución se crea la garante de la moral cuando un cura, el párroco Jorge Gómez -en Malargüe, Mendoza- en el año 2011 dijo en la radio local: "Violar la fe es diez mil veces peor que violar menores o a una hija".
Estos grupos son financiados con el dinero nuestro por medio de una serie de subsidios y privilegios que les otorga el Estado a partir de decretos vigentes desde la última dictadura. Exigimos también la separación efectiva de la Iglesia del Estado.
La hipocresía también alcanza a muchos sectores de la sociedad que dicen promover la maternidad. Hay patrones que no solo niegan derechos elementales a las trabajadoras sino que promueven el trabajo esclavo. En La Campagnola, en la agroindustria, hace poco tiempo pudimos ver un cartel que decía: "Todas las mujeres están suspendidas".
También las trabajadoras precarizadas tienen que esconder sus embarazos, o ir a trabajar dos días después de parir porque las pueden despedir. Y las maestras, si faltan, les descuentan el nefasto ítem "Aula en mi provincia".
Pero no todo es conservador: en el departamento Lavalle las mismas maestras se han levantado a seguir buscando a Johana Chacón y a Soledad Olivera. Y en los últimos años somos miles las que nos hemos levantado por nuestros derechos.
Pedimos y exigimos que se aplique la Guía Técnica de Interrupción Legal del Embarazo en todo el territorio nacional y la Ley de Educación Sexual Integral, pero también decimos que esto no alcanza. Necesitamos urgente la legalización del aborto porque su prohibición no lo evita sino que envía a miles a la clandestinidad y las que mueren son las mujeres más pobres del pueblo trabajador.
Desde Pan y Rosas, el PTS del Frente de Izquierda, sabemos que nuestra fuerza está en las calles, en organizarnos en cada lugar de estudio y trabajo, porque no dejamos nuestras vidas en manos de quienes responden a intereses de la jerarquía eclesiástica o a patronales que niegan derechos elementales a las mujeres trabajadoras, la mayoría de ellas madres.
En todo el país presenciamos con entusiasmo a una nueva generación de jóvenes que salen a las calles por sus derechos. Las vimos el 8 de marzo, cuando miles salieron a exigir educación sexual, anticoncepción y aborto legal para terminar con las cadenas que oprimen a las mujeres.
Nosotras, feministas socialistas, feministas de la clase obrera, no nos confundimos. No nos identificamos con mujeres empresarias o presidentas imperialistas. Incluso, contamos con la experiencia de haber tenido una presidenta y no haber obtenido el IVE.
Sabemos que el patriarcado se va a caer cuando terminemos con este régimen social capitalista que necesita jerarquías, desigualdades, opresión y explotación para subsistir.
Hoy pedimos, exigimos y necesitamos aborto legal, seguro y gratuito. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Carmen Saraví, fundadora de la ONG Vitam, en Mendoza.
SRA. SARAVÍ Agradezco muchísimo la posibilidad de estar hoy aquí.
Como dijeron, soy Carmen Saraví, madre de familia, músico profesional y fundadora e integrante de la ONG Vitam, donde brindamos ayuda y acompañamiento a mujeres con embarazos de riesgo social. Justamente, muchas de las causas de riesgo son las que acaba de mencionar Noelia, como el riesgo de despido.
Quiero compartir alguna de nuestras experiencias. Una de ellas tiene que ver con la relación que existe entre maltrato, abuso o abandono sufrido en la infancia y aborto, algo que hemos visto muchas veces en las personas que atendemos. El caso puntual que recuerdo fue el de una mujer que acompañó a su hija a la ONG. Esta mujer había abortado y nos contó su historia. Con su marido ya tenían tres hijos, pero por una descalificación muy fuerte que él hizo, ella decidió abortar. La hija, en ese momento, estaba pasando por lo mismo.
Entonces, recordé al doctor canadiense Philip Ney, quien nos dio una capacitación -solemos hacer capacitaciones de distintas índoles- en donde habló de este círculo de abuso y negligencia o maltrato.
Las mujeres que han padecido este círculo son, luego, mucho más proclives a abortar. A la vez, quienes abortan son más propensas al maltrato físico, emocional o psicológico por parte de sus parejas, o de los otros hijos que tengan o tendrán.
¿Por qué se da esto? Es simple: el victimario está deshumanizado -quizás por alguna cuestión que sufrió en su infancia- y cosifica a su víctima, quitándole la dignidad. Esto sucede también en el caso del aborto, donde se cosifica al niño. Ninguna persona que aborta, dice: "Voy a abortar a mi hijo". Por el contrario, se refieren a ello diciendo: "Me lo voy a sacar".
Este doctor en psiquiatría y pediatría canadiense calcula, según su experiencia clínica, que por cada aborto, unas seis personas son profundamente dañadas. Adjunto su libro en la bibliografía que traje, titulado "Profundamente dañados", ya que es mi fuente de información.
Por otro lado, quiero poner el foco en los derechos humanos. A mí -como ciudadana, no como abogada- me preocupa mucho que los derechos se puedan consensuar, o sea, que un derecho se defina por un consenso.
Supongo que las Naciones Unidas en un momento declaró como derechos el derecho a la vida, a la libertad, al credo y a tener nacionalidad, porque luego los derechos se pueden definir por consensos.
¿Y por qué me preocupa? Porque cuando eso se ha hecho, siempre se trata del consenso del más fuerte, se trate de personas o se trate de países, de naciones. Por lo tanto, ¿de dónde viene? Releyendo y estudiando un poco, me acuerdo del memorándum número 200, ya lo hemos mencionado, el informe Kissinger famoso, que da amplias directivas para el control de la natalidad de los países menos desarrollados. ¿Por qué? Porque lo dice claramente: "Necesitan sus recursos". O sea, el mayor imperialismo demográfico para controlar a la población de los países que a ellos les interesa para garantizar su provisión de materias primas. Y así comienzan las conferencias mundiales de población e incluso las conferencias de la mujer también.
Aquí se hace la división porque este imperialismo encuentra un excelente aliado en un tipo de feminismo, que es el feminismo de género porque hasta ese momento creo que todas las mujeres somos feministas de equidad. Tal como lo definió Christine Hoff Sommers en su libro "¿Quién se robó el feminismo?", una feminista de equidad quiere para sí lo que desea para el resto de la humanidad. Todas queremos, como en el siglo XVII pidió Mary Wollstonecraft, acceso al estudio, manejar nuestros propios bienes y acceso a la vida política. Todas queremos eso.
Pero, ¿qué ocurre cuando esto pasa ya a una lucha de géneros, como es la lucha de clases? Lo mismo. Shulamit Firestone llama a la mujer "clase sexual" y llama, justamente, a la revolución a partir de controlar la reproducción. Quienes estamos en desacuerdo con esto lo llamamos procreación. Por eso, procreación de varones y mujeres. Justamente por eso los varones tienen que estar implicados.
La vida privada de los ciudadanos, y su sexualidad, no es de mi incumbencia. Para mí, eso es de cada uno, pero el problema es cuando se hacen políticas públicas; porque justamente ahí es cuando se cosifica al ser humano.
Se dice que si la mujer tiene derecho sobre su cuerpo está cosificando al hijo porque lo puede eliminar. Lo más peligroso que veo al respecto es la división de los seres humanos entre deseados y no deseados. Me parece lo más increíble e injustamente discriminatorio que puede ocurrir, porque cuando ha sucedido eso, también tuvimos experiencias muy tristes. Que una persona pueda vivir, o no, porque ha sido deseada, o no, me parece peligrosísimo.
Voy a referirme, por último, a Margaret Sanger, norteamericana y fundadora de la Liga Americana de Control de la Natalidad, quien dio origen a la Federación Internacional de Paternidad Planificada, IPPF. Era absolutamente eugenista, tanto que invitó a Ernst Rudin, el médico de Hitler, a escribir en su revista.
Una de sus frases, expuesta en el tercer congreso de IPPF en Bombay, fue la siguiente: "A los padres se les debería asistir, guiar y dirigir en todas las formas posibles para que eliminen la prole indeseada, la cual usualmente no contribuye en nada a nuestra civilización, sino que gasta la energía y recursos del mundo".
IPPF está en la Argentina junto con Amnistía Internacional -que está financiada por el magnate pro aborto George Soros, Fundación Huésped y otras-, se llama Casa Fusa y tiene una página que se llama Aborto sin Barreras.
Yo escuché a una persona de Casa Fusa decir que no tienen nada que ver con el aborto, pues su página se llama Aborto sin Barreras.
Señores legisladores: nuestro país necesita crecer, necesita políticas justas de salud, vivienda, educación, que protejan a todos sus ciudadanos, nacidos y por nacer. Por favor, que sus nombres no se vean manchados por el voto a una ley que, en pocos años, se verá tan injusta e inhumana como ahora vemos la esclavitud, que en algún momento tuvo el consenso de los poderosos. (Aplausos.)
Como dijeron, soy Carmen Saraví, madre de familia, músico profesional y fundadora e integrante de la ONG Vitam, donde brindamos ayuda y acompañamiento a mujeres con embarazos de riesgo social. Justamente, muchas de las causas de riesgo son las que acaba de mencionar Noelia, como el riesgo de despido.
Quiero compartir alguna de nuestras experiencias. Una de ellas tiene que ver con la relación que existe entre maltrato, abuso o abandono sufrido en la infancia y aborto, algo que hemos visto muchas veces en las personas que atendemos. El caso puntual que recuerdo fue el de una mujer que acompañó a su hija a la ONG. Esta mujer había abortado y nos contó su historia. Con su marido ya tenían tres hijos, pero por una descalificación muy fuerte que él hizo, ella decidió abortar. La hija, en ese momento, estaba pasando por lo mismo.
Entonces, recordé al doctor canadiense Philip Ney, quien nos dio una capacitación -solemos hacer capacitaciones de distintas índoles- en donde habló de este círculo de abuso y negligencia o maltrato.
Las mujeres que han padecido este círculo son, luego, mucho más proclives a abortar. A la vez, quienes abortan son más propensas al maltrato físico, emocional o psicológico por parte de sus parejas, o de los otros hijos que tengan o tendrán.
¿Por qué se da esto? Es simple: el victimario está deshumanizado -quizás por alguna cuestión que sufrió en su infancia- y cosifica a su víctima, quitándole la dignidad. Esto sucede también en el caso del aborto, donde se cosifica al niño. Ninguna persona que aborta, dice: "Voy a abortar a mi hijo". Por el contrario, se refieren a ello diciendo: "Me lo voy a sacar".
Este doctor en psiquiatría y pediatría canadiense calcula, según su experiencia clínica, que por cada aborto, unas seis personas son profundamente dañadas. Adjunto su libro en la bibliografía que traje, titulado "Profundamente dañados", ya que es mi fuente de información.
Por otro lado, quiero poner el foco en los derechos humanos. A mí -como ciudadana, no como abogada- me preocupa mucho que los derechos se puedan consensuar, o sea, que un derecho se defina por un consenso.
Supongo que las Naciones Unidas en un momento declaró como derechos el derecho a la vida, a la libertad, al credo y a tener nacionalidad, porque luego los derechos se pueden definir por consensos.
¿Y por qué me preocupa? Porque cuando eso se ha hecho, siempre se trata del consenso del más fuerte, se trate de personas o se trate de países, de naciones. Por lo tanto, ¿de dónde viene? Releyendo y estudiando un poco, me acuerdo del memorándum número 200, ya lo hemos mencionado, el informe Kissinger famoso, que da amplias directivas para el control de la natalidad de los países menos desarrollados. ¿Por qué? Porque lo dice claramente: "Necesitan sus recursos". O sea, el mayor imperialismo demográfico para controlar a la población de los países que a ellos les interesa para garantizar su provisión de materias primas. Y así comienzan las conferencias mundiales de población e incluso las conferencias de la mujer también.
Aquí se hace la división porque este imperialismo encuentra un excelente aliado en un tipo de feminismo, que es el feminismo de género porque hasta ese momento creo que todas las mujeres somos feministas de equidad. Tal como lo definió Christine Hoff Sommers en su libro "¿Quién se robó el feminismo?", una feminista de equidad quiere para sí lo que desea para el resto de la humanidad. Todas queremos, como en el siglo XVII pidió Mary Wollstonecraft, acceso al estudio, manejar nuestros propios bienes y acceso a la vida política. Todas queremos eso.
Pero, ¿qué ocurre cuando esto pasa ya a una lucha de géneros, como es la lucha de clases? Lo mismo. Shulamit Firestone llama a la mujer "clase sexual" y llama, justamente, a la revolución a partir de controlar la reproducción. Quienes estamos en desacuerdo con esto lo llamamos procreación. Por eso, procreación de varones y mujeres. Justamente por eso los varones tienen que estar implicados.
La vida privada de los ciudadanos, y su sexualidad, no es de mi incumbencia. Para mí, eso es de cada uno, pero el problema es cuando se hacen políticas públicas; porque justamente ahí es cuando se cosifica al ser humano.
Se dice que si la mujer tiene derecho sobre su cuerpo está cosificando al hijo porque lo puede eliminar. Lo más peligroso que veo al respecto es la división de los seres humanos entre deseados y no deseados. Me parece lo más increíble e injustamente discriminatorio que puede ocurrir, porque cuando ha sucedido eso, también tuvimos experiencias muy tristes. Que una persona pueda vivir, o no, porque ha sido deseada, o no, me parece peligrosísimo.
Voy a referirme, por último, a Margaret Sanger, norteamericana y fundadora de la Liga Americana de Control de la Natalidad, quien dio origen a la Federación Internacional de Paternidad Planificada, IPPF. Era absolutamente eugenista, tanto que invitó a Ernst Rudin, el médico de Hitler, a escribir en su revista.
Una de sus frases, expuesta en el tercer congreso de IPPF en Bombay, fue la siguiente: "A los padres se les debería asistir, guiar y dirigir en todas las formas posibles para que eliminen la prole indeseada, la cual usualmente no contribuye en nada a nuestra civilización, sino que gasta la energía y recursos del mundo".
IPPF está en la Argentina junto con Amnistía Internacional -que está financiada por el magnate pro aborto George Soros, Fundación Huésped y otras-, se llama Casa Fusa y tiene una página que se llama Aborto sin Barreras.
Yo escuché a una persona de Casa Fusa decir que no tienen nada que ver con el aborto, pues su página se llama Aborto sin Barreras.
Señores legisladores: nuestro país necesita crecer, necesita políticas justas de salud, vivienda, educación, que protejan a todos sus ciudadanos, nacidos y por nacer. Por favor, que sus nombres no se vean manchados por el voto a una ley que, en pocos años, se verá tan injusta e inhumana como ahora vemos la esclavitud, que en algún momento tuvo el consenso de los poderosos. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la licenciada Verónica Giménez Beliveau, profesora en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora del CONICET.
SRA. BELIVEAU Señor presidente: buenas tardes, señores diputados y diputadas, asesores y asesoras, estoy muy agradecida de estar aquí frente a ustedes.
Vengo como ciudadana, como mujer, madre de tres hijas mujeres y madrina de dos más y además como científica. Soy investigadora independiente del CONICET y dirijo un equipo, en el CEIL, que estudia las religiones desde las ciencias sociales.
Las reflexiones que les voy a presentar hoy no son exclusivamente propias sino que son el producto de discusiones colectivas con nuestro grupo de trabajo y de conversaciones con hijas, amigas y colegas. Este pensar tiene mucho de colectivo.
¿Qué tienen que ver las religiones en la discusión que se ha instalado hoy en el espacio público, sobre la posibilidad de legislar la despenalización del aborto? Sin duda, mucho.
El discurso religioso, con su carga de valores, es uno de los más escuchados a la hora de hablar del origen y del fin de la vida. Pareciera que en el pensamiento sobre el sentido de la vida, de dónde venimos y hacia dónde vamos, la religión -que ya no organiza la vida social como lo hacía, por ejemplo, hace cien años- tuviera un lugar de privilegio más que otros discursos que, sin embargo, regulan nuestra vida contemporánea con más fuerza.
La religión, aún desplazada de los grandes fastos públicos que tenían en el siglo XVI y XVII, sigue teniendo algo que decir a la sociedad. Pero cabe preguntarnos, y ahora sí profundizando en mi tema específico, ¿quién habla en nombre de la religión y qué piensan los creyentes que no aparecen en los medios y declaraciones públicas?
Comencemos por la primera pregunta: ¿quién habla en nombre de la religión? El discurso que asociamos a la Iglesia Católica en materia de regulación sexual -que pone en el centro a la familia heteroparental, el matrimonio indisoluble, la virginidad de la mujer, la castidad para no concebir y por supuesto, la condena al aborto- es hoy cuestionado, incluso, al interior de la misma institución por sacerdotes y religiosas.
Pero aun suponiendo que este discurso es sostenido por distintos credos, pensemos que las voces públicas que escuchamos, aquellos que aparecen en medios de comunicación, son, sobre todo, las voces de los dirigentes. Sacerdotes, pastores, obispos y religiosas representan una porción muy pequeña de los creyentes, aunque con un gran poder de comunicar opiniones.
Me interesa destacar un punto central: los líderes religiosos han ido perdiendo la capacidad de regular los comportamientos de los fieles. Primero, porque las formas de vivir los vínculos afectivos, sexuales y familiares se han transformado profundamente en los últimos setenta años. La posibilidad de divorciarse, el matrimonio para todos, las madres solas, las mujeres que eligen no ser madres, las familias reconstituidas y ensambladas forman hoy parte de nuestro paisaje cotidiano, incluso dentro de las iglesias y los templos.
En segundo lugar, aquella gran red de personal especializado -sacerdotes, pastores, religiosas- que aseguraba el control doctrinal de la población, no deja de descender. Desde 1960 hasta 2010 el número de personal religioso en la Iglesia se redujo un 23 por ciento. En Argentina hoy hay, aproximadamente, un sacerdote cada seis mil habitantes. Y todo hace pensar que esta tendencia se reducirá, aún más, en los próximos años. Ello contribuiría a relajar aún más los intentos de control por parte de las iglesias sobre los comportamientos sexuales y reproductivos de la población.
La segunda pregunta trata de pensar a los silenciados, aquellos creyentes cuya opinión no aparece en las declaraciones públicas. ¿Qué piensan los creyentes?
Como todos sabemos aquí, la sociedad contemporánea está compuesta por ciudadanas y ciudadanos que también son creyentes. Y así como hay diversidades ideológicas y políticas entre los ciudadanos, las divergencias ideológicas, teológicas y de valores entre los creyentes son igualmente amplias.
Los habitantes de Argentina constituyen un colectivo bastante creyente, un 91 por ciento afirma creer en Dios, sólo el 4 por ciento no cree y el resto duda. Pero las diferencias entre estos creyentes son, repito, sorprendentes. Sobre todo -este es el punto que me interesa destacar aquí-, se distancian cada vez más de los dirigentes y las instituciones religiosas.
Les traigo algunos datos sobre este distanciamiento. Más del 70 por ciento de los argentinos y argentinas se relacionan con Dios por su propia cuenta, o no se relacionan en absoluto.
El 75 por ciento va a las ceremonias de su culto de vez en cuando, o nunca. Los creyentes viven la religión a su manera y prefieren relacionarse con Dios sin intermediarios. Además, consideran que los hijos deben ser libres de elegir sus propias creencias, en un 70 por ciento.
Para la enorme mayoría de los argentinos, un 93 por ciento, los hospitales deben entregar gratuitamente métodos anticonceptivos y un 92 por ciento piensa que las escuelas deben enseñar educación sexual.
Estos datos han sido publicados en revistas científicas y están disponibles también en el Atlas sobre las creencias religiosas en la Argentina, que fue publicado por el equipo de coordino en 2013.
Este hecho además tiene espesor histórico, porque no es reciente. Lo que se conoce como transición demográfica, es decir, el momento en que las parejas dejan de tener alrededor de seis hijos y pasan a tener alrededor de tres -lo cual evidencia la regulación voluntaria de natalidad- sucede antes de los años 30 en Argentina, aun contra las políticas natalistas de la Iglesia Católica y el Estado.
La opinión mayoritaria de la sociedad argentina revela la autonomía de conciencia y decisión, y la toma de distancia de los postulados doctrinarios de las instituciones religiosas. Para ellas y ellos, la salud reproductiva es una cuestión de salud pública, más allá o más acá de sus creencias.
La sociedad en la que vivimos es múltiple, plural y compleja: tenemos oficios, estudiamos tal vez en escuelas religiosas, consumimos televisión y cine, practicamos deportes y asistimos a ceremonias religiosas, somos militantes o adherentes a ideas políticas. Nos movemos entre varios grupos, con ideas diversas y conformamos nuestras identidades personales a partir de un complejo mosaico de influencias.
Las decisiones vitales que mujeres y varones tomamos sobre nuestro cuerpo, nuestra reproducción, nuestro futuro, deben aceptar esta complejidad, y debe dejar de pesar sobre ellos el peso del riesgo, la muerte y el delito. Defendamos la vida. Despenalicemos el aborto. (Aplausos.)
Vengo como ciudadana, como mujer, madre de tres hijas mujeres y madrina de dos más y además como científica. Soy investigadora independiente del CONICET y dirijo un equipo, en el CEIL, que estudia las religiones desde las ciencias sociales.
Las reflexiones que les voy a presentar hoy no son exclusivamente propias sino que son el producto de discusiones colectivas con nuestro grupo de trabajo y de conversaciones con hijas, amigas y colegas. Este pensar tiene mucho de colectivo.
¿Qué tienen que ver las religiones en la discusión que se ha instalado hoy en el espacio público, sobre la posibilidad de legislar la despenalización del aborto? Sin duda, mucho.
El discurso religioso, con su carga de valores, es uno de los más escuchados a la hora de hablar del origen y del fin de la vida. Pareciera que en el pensamiento sobre el sentido de la vida, de dónde venimos y hacia dónde vamos, la religión -que ya no organiza la vida social como lo hacía, por ejemplo, hace cien años- tuviera un lugar de privilegio más que otros discursos que, sin embargo, regulan nuestra vida contemporánea con más fuerza.
La religión, aún desplazada de los grandes fastos públicos que tenían en el siglo XVI y XVII, sigue teniendo algo que decir a la sociedad. Pero cabe preguntarnos, y ahora sí profundizando en mi tema específico, ¿quién habla en nombre de la religión y qué piensan los creyentes que no aparecen en los medios y declaraciones públicas?
Comencemos por la primera pregunta: ¿quién habla en nombre de la religión? El discurso que asociamos a la Iglesia Católica en materia de regulación sexual -que pone en el centro a la familia heteroparental, el matrimonio indisoluble, la virginidad de la mujer, la castidad para no concebir y por supuesto, la condena al aborto- es hoy cuestionado, incluso, al interior de la misma institución por sacerdotes y religiosas.
Pero aun suponiendo que este discurso es sostenido por distintos credos, pensemos que las voces públicas que escuchamos, aquellos que aparecen en medios de comunicación, son, sobre todo, las voces de los dirigentes. Sacerdotes, pastores, obispos y religiosas representan una porción muy pequeña de los creyentes, aunque con un gran poder de comunicar opiniones.
Me interesa destacar un punto central: los líderes religiosos han ido perdiendo la capacidad de regular los comportamientos de los fieles. Primero, porque las formas de vivir los vínculos afectivos, sexuales y familiares se han transformado profundamente en los últimos setenta años. La posibilidad de divorciarse, el matrimonio para todos, las madres solas, las mujeres que eligen no ser madres, las familias reconstituidas y ensambladas forman hoy parte de nuestro paisaje cotidiano, incluso dentro de las iglesias y los templos.
En segundo lugar, aquella gran red de personal especializado -sacerdotes, pastores, religiosas- que aseguraba el control doctrinal de la población, no deja de descender. Desde 1960 hasta 2010 el número de personal religioso en la Iglesia se redujo un 23 por ciento. En Argentina hoy hay, aproximadamente, un sacerdote cada seis mil habitantes. Y todo hace pensar que esta tendencia se reducirá, aún más, en los próximos años. Ello contribuiría a relajar aún más los intentos de control por parte de las iglesias sobre los comportamientos sexuales y reproductivos de la población.
La segunda pregunta trata de pensar a los silenciados, aquellos creyentes cuya opinión no aparece en las declaraciones públicas. ¿Qué piensan los creyentes?
Como todos sabemos aquí, la sociedad contemporánea está compuesta por ciudadanas y ciudadanos que también son creyentes. Y así como hay diversidades ideológicas y políticas entre los ciudadanos, las divergencias ideológicas, teológicas y de valores entre los creyentes son igualmente amplias.
Los habitantes de Argentina constituyen un colectivo bastante creyente, un 91 por ciento afirma creer en Dios, sólo el 4 por ciento no cree y el resto duda. Pero las diferencias entre estos creyentes son, repito, sorprendentes. Sobre todo -este es el punto que me interesa destacar aquí-, se distancian cada vez más de los dirigentes y las instituciones religiosas.
Les traigo algunos datos sobre este distanciamiento. Más del 70 por ciento de los argentinos y argentinas se relacionan con Dios por su propia cuenta, o no se relacionan en absoluto.
El 75 por ciento va a las ceremonias de su culto de vez en cuando, o nunca. Los creyentes viven la religión a su manera y prefieren relacionarse con Dios sin intermediarios. Además, consideran que los hijos deben ser libres de elegir sus propias creencias, en un 70 por ciento.
Para la enorme mayoría de los argentinos, un 93 por ciento, los hospitales deben entregar gratuitamente métodos anticonceptivos y un 92 por ciento piensa que las escuelas deben enseñar educación sexual.
Estos datos han sido publicados en revistas científicas y están disponibles también en el Atlas sobre las creencias religiosas en la Argentina, que fue publicado por el equipo de coordino en 2013.
Este hecho además tiene espesor histórico, porque no es reciente. Lo que se conoce como transición demográfica, es decir, el momento en que las parejas dejan de tener alrededor de seis hijos y pasan a tener alrededor de tres -lo cual evidencia la regulación voluntaria de natalidad- sucede antes de los años 30 en Argentina, aun contra las políticas natalistas de la Iglesia Católica y el Estado.
La opinión mayoritaria de la sociedad argentina revela la autonomía de conciencia y decisión, y la toma de distancia de los postulados doctrinarios de las instituciones religiosas. Para ellas y ellos, la salud reproductiva es una cuestión de salud pública, más allá o más acá de sus creencias.
La sociedad en la que vivimos es múltiple, plural y compleja: tenemos oficios, estudiamos tal vez en escuelas religiosas, consumimos televisión y cine, practicamos deportes y asistimos a ceremonias religiosas, somos militantes o adherentes a ideas políticas. Nos movemos entre varios grupos, con ideas diversas y conformamos nuestras identidades personales a partir de un complejo mosaico de influencias.
Las decisiones vitales que mujeres y varones tomamos sobre nuestro cuerpo, nuestra reproducción, nuestro futuro, deben aceptar esta complejidad, y debe dejar de pesar sobre ellos el peso del riesgo, la muerte y el delito. Defendamos la vida. Despenalicemos el aborto. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la señora Teresita Iglesias Cortina, médica ginecóloga.
SRA. IGLESIAS CORTINA Señor presidente: he titulado mi reflexión de hoy como "Embarazo: binomio indisoluble".
¿Por qué no despenalizar el aborto? Estoy convencida que una ley debe ayudar a la armonía, a la paz, al bien común y a promover la responsabilidad de los integrantes de una sociedad.
Me permito realizar algunas reflexiones basadas en mi experiencia, fundamentalmente asistencial, y en mis humildes conocimientos por ser médica ginecóloga hace más de 25 años y especialista en endocrinología ginecológica y de la reproducción.
Desde la vida que se gesta, desde el momento de la implantación -proceso por el que el embrión penetra en el endometrio, tejido materno, para poder formar la placenta, necesaria para el desarrollo del embarazo- cada célula de ese embrión en estado de blastocisto dará lugar a los distintos sistemas y órganos. Allí se constituye una sustancia individual, irrepetible, indivisible, de naturaleza racional, con una información genética, su ADN, diferente a la de sus progenitores. Se constituye el binomio madre e hijo, donde comienza un diálogo sublime, indisoluble, físico y espiritual.
El diagnóstico de embarazo solo se puede realizar luego de ese evento, por lo cual la mujer toma conocimiento del mismo cuando ya está implantado.
La interrupción de un embarazo suprime el derecho a la vida que tiene toda persona. ¿Le cabría la definición de matar cuyo significado es quitar la vida a un ser vivo?
Me referiré a la mujer gestante, la madre. Mi experiencia en tantos años de consultorio en el sector privado, en el hospital público, en la cárcel y en los hogares donde convivían madres y niños en situación de calle me permite sacar algunas conclusiones.
Toda mujer, tenga la edad que tenga, y la condición sociocultural en la que está inmersa, desde el momento que toma conocimiento de que está embarazada no procesa la información haciendo disquisiciones filosóficas sobre si es vida humana o es persona, si es un cúmulo de células o es un feto con el corazón latiendo. Sabe que alberga en su vientre a un niño, a un hijo.
Por eso, cuando interrogo a mis pacientes y confecciono sus historias clínicas, al consultar por sus antecedentes gineco-obstétricos, de entre las que pueden comunicar que una o más veces, decidieron -libres o no- la interrupción del embarazo, algunas no pueden sostener la mirada. A otras, se les llenan de lágrimas los ojos y otras se mueven, cambiando de posición su cuerpo para poder llevar adelante lo que tienen para decir. Muchas intentan dar una justificación al hecho como si se tratara de un juicio.
En definitiva, ninguna pasa con naturalidad al transmitir dicho antecedente. ¿Cuántas habrá que no pudieron decirlo? A veces en consultas posteriores se sinceran con mucho dolor.
Está claro que podemos discutir este tema desde muchos puntos de vista pero las consecuencias vívidas en las mujeres que lo han padecido no tienen discusión; es una realidad.
De la boca para afuera podrán ir a muchas marchas intentando que la despenalización las dejé con menos culpa, las incluya en una norma, le dé derechos sobre su cuerpo aun al llevar en su vientre a otro ser con quien conforman una unidad, pero de la boca para adentro el aborto destruye, cualquiera sea las condiciones médicas en las que se ha llevado a cabo.
Por eso, vemos padecimientos psíquicos como problemas de pareja, de trabajo, de manera vincularse con los demás, de sentimiento de abandono, de boicotear proyectos, etcétera, y también físicos, a los que estoy más acostumbrada a ver.
En este sentido, existe una relación directa entre aborto y trastornos de la sexualidad, entre aborto y futura fertilidad, entre aborto y cáncer, entre aborto y obesidad. Claro está que sufren y para toda la vida si es que no realizan algún tratamiento terapéutico, incluidas las terapias del perdón.
Entonces, ¿puede el aborto mejorar la vida de las personas? Claro está también que despenalizar no significa cambiar las conciencias de los ciudadanos pero si dejaría transitar el camino a su realización sin obstáculos, proclamando indirectamente que su ejecución es viable, olvidando las consecuencias como individuos y como sociedad en la medida en que nos involucra en una cultura de la muerte y no de la vida.
Asimismo, se trata de una cultura del "no hacerse cargo" de las consecuencias de las propias acciones, en una cultura donde para reparar un daño -como podría ser la muerte de mujeres que se realizan abortos sin un marco de seguridad para su salud física- responden con más daño maquillado.
Frente a todo esto, mi propuesta no es despenalizar el aborto y consumir energías, tiempo y recursos en eso sino contribuir a disminuir o eliminar los abortos que ahora parecen inevitables.
Mi propuesta es educar, que es mucho más que informar, sobre una sexualidad responsable vinculada al amor y según cada etapa de la vida. También, que exista una ley de adopción justa, rápida, un plan de acompañamiento integral y acompañar cuando ya hay diagnóstico de embarazo imprevisto.
Antes de que tomen una u otra decisión, planteo la conveniencia de tener información sobre las complicaciones físicas y psíquicas que pueden sobrevenir. Cuando la noticia es reciente y no se toman el tiempo para pensar la decisión de practicarse un aborto, por desesperación y angustia, puede hacer que más tarde se arrepientan sin posibilidad de vuelta atrás.
Por eso creo que vale la pena acompañar también con soluciones concretas a las problemáticas que presenten como causales de su deseo de abortar y que puedan conocer a otras mujeres que han pasado por la misma situación.
Finalmente, en cuarto lugar, hay que dar lugar al derecho del varón. Si bien el desarrollo del crecimiento del bebé se produce en el seno materno y el varón tendría el mismo estatus vincular frente al niño con similares responsabilidades que la madre. Por eso es importante que la decisión sea compartida.
Me permito en este apartado hacer mención a un tema que considero importante como sociedad: los derechos del niño por nacer. Porque no sólo es vulnerado el derecho de la vida legalizando el aborto sino que gracias a la ley 28.862...
¿Por qué no despenalizar el aborto? Estoy convencida que una ley debe ayudar a la armonía, a la paz, al bien común y a promover la responsabilidad de los integrantes de una sociedad.
Me permito realizar algunas reflexiones basadas en mi experiencia, fundamentalmente asistencial, y en mis humildes conocimientos por ser médica ginecóloga hace más de 25 años y especialista en endocrinología ginecológica y de la reproducción.
Desde la vida que se gesta, desde el momento de la implantación -proceso por el que el embrión penetra en el endometrio, tejido materno, para poder formar la placenta, necesaria para el desarrollo del embarazo- cada célula de ese embrión en estado de blastocisto dará lugar a los distintos sistemas y órganos. Allí se constituye una sustancia individual, irrepetible, indivisible, de naturaleza racional, con una información genética, su ADN, diferente a la de sus progenitores. Se constituye el binomio madre e hijo, donde comienza un diálogo sublime, indisoluble, físico y espiritual.
El diagnóstico de embarazo solo se puede realizar luego de ese evento, por lo cual la mujer toma conocimiento del mismo cuando ya está implantado.
La interrupción de un embarazo suprime el derecho a la vida que tiene toda persona. ¿Le cabría la definición de matar cuyo significado es quitar la vida a un ser vivo?
Me referiré a la mujer gestante, la madre. Mi experiencia en tantos años de consultorio en el sector privado, en el hospital público, en la cárcel y en los hogares donde convivían madres y niños en situación de calle me permite sacar algunas conclusiones.
Toda mujer, tenga la edad que tenga, y la condición sociocultural en la que está inmersa, desde el momento que toma conocimiento de que está embarazada no procesa la información haciendo disquisiciones filosóficas sobre si es vida humana o es persona, si es un cúmulo de células o es un feto con el corazón latiendo. Sabe que alberga en su vientre a un niño, a un hijo.
Por eso, cuando interrogo a mis pacientes y confecciono sus historias clínicas, al consultar por sus antecedentes gineco-obstétricos, de entre las que pueden comunicar que una o más veces, decidieron -libres o no- la interrupción del embarazo, algunas no pueden sostener la mirada. A otras, se les llenan de lágrimas los ojos y otras se mueven, cambiando de posición su cuerpo para poder llevar adelante lo que tienen para decir. Muchas intentan dar una justificación al hecho como si se tratara de un juicio.
En definitiva, ninguna pasa con naturalidad al transmitir dicho antecedente. ¿Cuántas habrá que no pudieron decirlo? A veces en consultas posteriores se sinceran con mucho dolor.
Está claro que podemos discutir este tema desde muchos puntos de vista pero las consecuencias vívidas en las mujeres que lo han padecido no tienen discusión; es una realidad.
De la boca para afuera podrán ir a muchas marchas intentando que la despenalización las dejé con menos culpa, las incluya en una norma, le dé derechos sobre su cuerpo aun al llevar en su vientre a otro ser con quien conforman una unidad, pero de la boca para adentro el aborto destruye, cualquiera sea las condiciones médicas en las que se ha llevado a cabo.
Por eso, vemos padecimientos psíquicos como problemas de pareja, de trabajo, de manera vincularse con los demás, de sentimiento de abandono, de boicotear proyectos, etcétera, y también físicos, a los que estoy más acostumbrada a ver.
En este sentido, existe una relación directa entre aborto y trastornos de la sexualidad, entre aborto y futura fertilidad, entre aborto y cáncer, entre aborto y obesidad. Claro está que sufren y para toda la vida si es que no realizan algún tratamiento terapéutico, incluidas las terapias del perdón.
Entonces, ¿puede el aborto mejorar la vida de las personas? Claro está también que despenalizar no significa cambiar las conciencias de los ciudadanos pero si dejaría transitar el camino a su realización sin obstáculos, proclamando indirectamente que su ejecución es viable, olvidando las consecuencias como individuos y como sociedad en la medida en que nos involucra en una cultura de la muerte y no de la vida.
Asimismo, se trata de una cultura del "no hacerse cargo" de las consecuencias de las propias acciones, en una cultura donde para reparar un daño -como podría ser la muerte de mujeres que se realizan abortos sin un marco de seguridad para su salud física- responden con más daño maquillado.
Frente a todo esto, mi propuesta no es despenalizar el aborto y consumir energías, tiempo y recursos en eso sino contribuir a disminuir o eliminar los abortos que ahora parecen inevitables.
Mi propuesta es educar, que es mucho más que informar, sobre una sexualidad responsable vinculada al amor y según cada etapa de la vida. También, que exista una ley de adopción justa, rápida, un plan de acompañamiento integral y acompañar cuando ya hay diagnóstico de embarazo imprevisto.
Antes de que tomen una u otra decisión, planteo la conveniencia de tener información sobre las complicaciones físicas y psíquicas que pueden sobrevenir. Cuando la noticia es reciente y no se toman el tiempo para pensar la decisión de practicarse un aborto, por desesperación y angustia, puede hacer que más tarde se arrepientan sin posibilidad de vuelta atrás.
Por eso creo que vale la pena acompañar también con soluciones concretas a las problemáticas que presenten como causales de su deseo de abortar y que puedan conocer a otras mujeres que han pasado por la misma situación.
Finalmente, en cuarto lugar, hay que dar lugar al derecho del varón. Si bien el desarrollo del crecimiento del bebé se produce en el seno materno y el varón tendría el mismo estatus vincular frente al niño con similares responsabilidades que la madre. Por eso es importante que la decisión sea compartida.
Me permito en este apartado hacer mención a un tema que considero importante como sociedad: los derechos del niño por nacer. Porque no sólo es vulnerado el derecho de la vida legalizando el aborto sino que gracias a la ley 28.862...
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Su tiempo ha culminado.
SRA. CORTINA Disculpe, señor presidente.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el doctor Ignacio Maglio, abogado especialista en bioética y salud pública, abogado del Hospital Muñiz y de la Fundación Huésped, asesor de la red de bioética de la UNESCO.
SR. MAGLIO Señor presidente: realizo esta presentación en el campo de la bioética con el enfoque en los derechos humanos para acompañar la iniciativa que legaliza la interrupción voluntaria del embarazo, con fundamento en el respeto a la dignidad personal, a la vida y en especial a la protección de la salud colectiva visualizada en este caso en la prevención de la morbimortalidad de mujeres por secuelas de prácticas de abortos inseguros y clandestinos.
La bioética promueve el respeto por la dignidad, los derechos fundamentales y el buen vivir. Por ello, es preciso reconocer la experiencia de comunidades en donde el imperativo y la vigencia de estos derechos han permitido un buen vivir.
Sin ir más lejos, aquí se expresó en varias oportunidades la experiencia de Uruguay. En aquel país, desde el año 2012, momento en el que se produce la legalización del aborto, no solamente no aumentaron los abortos sino que ninguna mujer murió como consecuencia de un aborto clandestino e inseguro.
La Organización Mundial de la Salud estima que el 21 por ciento de las muertes relacionadas con embarazos se vinculan causalmente con la práctica de abortos inseguros.
Por otra parte, en nuestro país, es preciso recordar que de acuerdo al informe del Sistema de Información Perinatal, casi el 60 por ciento de los embarazos no han sido planificados ni buscados. De este porcentaje, más del 70 por ciento no han encontrado un acceso efectivo a un método anticonceptivo. Y creo que esto es necesario decirlo.
Es necesario achicar la brecha que existe entre la ley y la realidad y sobre todo la necesidad de la gente. En algo hemos fracasado también cuando en nuestro país está legalizado el acceso tanto a la educación sexual integral como a sistemas y dispositivos anticonceptivos. A pesar de esto, más de la mitad de los embarazos no son planificados. Y ni que hablar -como se dijo aquí también- de los embarazos productos de violaciones en donde a pesar de tener amparo legal, inclusive con el precedente FAL de la Corte Suprema, en muchas jurisdicciones de nuestro país las mujeres embarazadas producto de violaciones no tienen asegurado este derecho.
Evidentemente, hasta que esto no ocurra urge una intervención legislativa que claramente ni promueve ni obliga al aborto sino que contempla esta posibilidad admitiéndola como algo marginal. Estas prácticas siempre suponen una liberación y en algunos casos puede comprender que se trata de una intervención ingrata e infeliz.
Es preciso recordar que en nuestro país la criminalización del aborto provocó dos fenómenos tanatológicos inaceptables: uno de ellos es la mistanasia. Se trata de la muerte infeliz de mujeres pobres producidas por abandono social y desatención médica. El otro fenómeno tanatológico inaceptable en nuestro país es la anacrotanasia, o sea, la muerte producida en forma prematura antes de tiempo de niñas adolescentes y mujeres jóvenes.
Creo también que en esta discusión parlamentaria deberíamos considerar distintas perspectivas del derecho vigente que gradúan de forma diferente cada etapa evolutiva de la vida. Por ejemplo, enorme distancia punitiva entre el homicidio y el aborto, la desconsideración del feto nacido muerto como persona, entre otros supuestos, donde en estos casos ni siquiera se extiende, desde el punto de vista civil, una partida de defunción.
Carlos Nino, en su momento, nos enseñaba que es razonable concluir que el valor de una persona moral desarrollada solo se proyecta parcialmente al feto.
Esta valoración de la filosofía del derecho hoy encarna el derecho internacional de los derechos humanos y tiene plena vigencia en nuestro país. Debemos partir del precedente Murillo al que también se aludió donde la Corte Interamericana reconoce que la protección que da la convención es gradual y fundamentalmente se asimila o es sinónimo de la concepción la anidación.
Nuestro propio Código Civil sancionado por ustedes, estimados legisladores hace poco tiempo atrás, en el artículo 561 admite que el consentimiento es revocable hasta el momento de la concepción o la implantación del embrión.
Esto quiere decir que el embrión in vitro no tiene estatuto de persona. Esta es una explicación casi literal de nuestro Código Civil.
Además, en la disposición transitoria segunda, el propio Código Civil establece que el estatuto ontológico y jurídico del embrión será fijado por una ley especial. Si el Código Civil y los legisladores hubieran establecido que el embrión es una persona, hoy tendría protección en el mismo Código Civil y no el reenvío a una ley especial.
A ninguno de nosotros se nos ocurriría congelar, regalar o disponer de personas. Sin embargo, la legislación vigente -sancionada también por este Congreso- establece que en las tecnologías de reproducción asistida se permiten la donación y la criopreservación de embriones.
A mi juicio, es esencial que la seguridad jurídica más primaria y elemental exija saber desde cuándo y hasta dónde somos personas. En este último caso, el Código Civil establece que una persona deja de serlo cuando muere. La muerte está definida como el diagnóstico de muerte bajo criterios neurológicos.
Esta definición de muerte es una convención jurídica, apoyada sobre cierta evidencia científica. Fue necesaria para proyectar seguridad jurídica en muchos aspectos, como por ejemplo en la ablación y el trasplante de órganos, la adecuación del esfuerzo terapéutico o el derecho sucesorio, entre otros.
Si la ausencia de actividad neuronal define la muerte de una persona, no resulta descabellado pensar que lo mismo ocurre en los inicios de la vida, cuando un embrión de catorce semanas carece del más mínimo desarrollo neurológico, no tiene ningún tipo de conciencia, ni capacidad de sentir o pensar.
Entonces, ¿no habrá llegado la hora de determinar el alcance legal del artículo 19 del Código Civil y Comercial sobre el inicio de la existencia de las personas?
Distintos países ya lo han hecho y esta es una experiencia que se podría tomar en este Congreso. En España se fijó el inicio de la vida a partir de las catorce semanas, y en Inglaterra, a las veinticuatro. Esto no solamente permitió tener certezas sobre la interrupción voluntaria del embarazo, sino que también permitió que se tomaran decisiones legales sobre el uso y destino de decenas de embriones criopreservados, a la vez que se utilizaran embriones supernumerarios para la investigación clínica.
Sin embargo, estas y otras circunstancias, en nuestro país se resuelven bajo las sombras, en un estado de silencio, apatía y anomia.
Creo que debería comprenderse que la calidad legislativa se mide por el respeto a la diferencia. Por ello entiendo que debería preservarse la alegación de la objeción de conciencia en estos proyectos de ley que pueden legalizar la interrupción voluntaria. Quiero ser muy claro en este punto: la objeción de conciencia nunca puede ser la excusa para aniquilar el ejercicio efectivo del derecho.
Por esta razón, la objeción de conciencia solo podría aceptarse bajo condiciones de ejercicio que eviten el desbaratamiento de derechos. Me refiero a la manifestación previa de la objeción de conciencia al acto objetado; la alegación simultánea para ámbitos públicos y privados para evitar un doble estándar; la creación de un registro público de objetores; la imposibilidad de formular objeciones de conciencia institucionales o de servicios obstétricos en pleno -exceptuando aquellas de naturaleza confesional-; la obligatoriedad de sustituir y derivar; el deber de atención inmediata en caso de urgencia y la imposibilidad de alegar la objeción de conciencia en el acceso a la información por parte de las mujeres.
Para finalizar, entiendo que esta discusión es una gran oportunidad para la democracia. Abrigo la esperanza de que, a partir del diálogo fecundo y del respeto y enriquecimiento por las diferencias, asistamos a un proyecto de ley que permita acceder a un aborto integral, sin barreras, legal, seguro y gratuito.
Asimismo, aspiro a una ley que esté atenta a la prevención y promoción de la salud sexual y reproductiva, al mismo tiempo que respetuoso con todos aquellos que aleguen distintas, sinceras e íntimas convicciones. (Aplausos.)
La bioética promueve el respeto por la dignidad, los derechos fundamentales y el buen vivir. Por ello, es preciso reconocer la experiencia de comunidades en donde el imperativo y la vigencia de estos derechos han permitido un buen vivir.
Sin ir más lejos, aquí se expresó en varias oportunidades la experiencia de Uruguay. En aquel país, desde el año 2012, momento en el que se produce la legalización del aborto, no solamente no aumentaron los abortos sino que ninguna mujer murió como consecuencia de un aborto clandestino e inseguro.
La Organización Mundial de la Salud estima que el 21 por ciento de las muertes relacionadas con embarazos se vinculan causalmente con la práctica de abortos inseguros.
Por otra parte, en nuestro país, es preciso recordar que de acuerdo al informe del Sistema de Información Perinatal, casi el 60 por ciento de los embarazos no han sido planificados ni buscados. De este porcentaje, más del 70 por ciento no han encontrado un acceso efectivo a un método anticonceptivo. Y creo que esto es necesario decirlo.
Es necesario achicar la brecha que existe entre la ley y la realidad y sobre todo la necesidad de la gente. En algo hemos fracasado también cuando en nuestro país está legalizado el acceso tanto a la educación sexual integral como a sistemas y dispositivos anticonceptivos. A pesar de esto, más de la mitad de los embarazos no son planificados. Y ni que hablar -como se dijo aquí también- de los embarazos productos de violaciones en donde a pesar de tener amparo legal, inclusive con el precedente FAL de la Corte Suprema, en muchas jurisdicciones de nuestro país las mujeres embarazadas producto de violaciones no tienen asegurado este derecho.
Evidentemente, hasta que esto no ocurra urge una intervención legislativa que claramente ni promueve ni obliga al aborto sino que contempla esta posibilidad admitiéndola como algo marginal. Estas prácticas siempre suponen una liberación y en algunos casos puede comprender que se trata de una intervención ingrata e infeliz.
Es preciso recordar que en nuestro país la criminalización del aborto provocó dos fenómenos tanatológicos inaceptables: uno de ellos es la mistanasia. Se trata de la muerte infeliz de mujeres pobres producidas por abandono social y desatención médica. El otro fenómeno tanatológico inaceptable en nuestro país es la anacrotanasia, o sea, la muerte producida en forma prematura antes de tiempo de niñas adolescentes y mujeres jóvenes.
Creo también que en esta discusión parlamentaria deberíamos considerar distintas perspectivas del derecho vigente que gradúan de forma diferente cada etapa evolutiva de la vida. Por ejemplo, enorme distancia punitiva entre el homicidio y el aborto, la desconsideración del feto nacido muerto como persona, entre otros supuestos, donde en estos casos ni siquiera se extiende, desde el punto de vista civil, una partida de defunción.
Carlos Nino, en su momento, nos enseñaba que es razonable concluir que el valor de una persona moral desarrollada solo se proyecta parcialmente al feto.
Esta valoración de la filosofía del derecho hoy encarna el derecho internacional de los derechos humanos y tiene plena vigencia en nuestro país. Debemos partir del precedente Murillo al que también se aludió donde la Corte Interamericana reconoce que la protección que da la convención es gradual y fundamentalmente se asimila o es sinónimo de la concepción la anidación.
Nuestro propio Código Civil sancionado por ustedes, estimados legisladores hace poco tiempo atrás, en el artículo 561 admite que el consentimiento es revocable hasta el momento de la concepción o la implantación del embrión.
Esto quiere decir que el embrión in vitro no tiene estatuto de persona. Esta es una explicación casi literal de nuestro Código Civil.
Además, en la disposición transitoria segunda, el propio Código Civil establece que el estatuto ontológico y jurídico del embrión será fijado por una ley especial. Si el Código Civil y los legisladores hubieran establecido que el embrión es una persona, hoy tendría protección en el mismo Código Civil y no el reenvío a una ley especial.
A ninguno de nosotros se nos ocurriría congelar, regalar o disponer de personas. Sin embargo, la legislación vigente -sancionada también por este Congreso- establece que en las tecnologías de reproducción asistida se permiten la donación y la criopreservación de embriones.
A mi juicio, es esencial que la seguridad jurídica más primaria y elemental exija saber desde cuándo y hasta dónde somos personas. En este último caso, el Código Civil establece que una persona deja de serlo cuando muere. La muerte está definida como el diagnóstico de muerte bajo criterios neurológicos.
Esta definición de muerte es una convención jurídica, apoyada sobre cierta evidencia científica. Fue necesaria para proyectar seguridad jurídica en muchos aspectos, como por ejemplo en la ablación y el trasplante de órganos, la adecuación del esfuerzo terapéutico o el derecho sucesorio, entre otros.
Si la ausencia de actividad neuronal define la muerte de una persona, no resulta descabellado pensar que lo mismo ocurre en los inicios de la vida, cuando un embrión de catorce semanas carece del más mínimo desarrollo neurológico, no tiene ningún tipo de conciencia, ni capacidad de sentir o pensar.
Entonces, ¿no habrá llegado la hora de determinar el alcance legal del artículo 19 del Código Civil y Comercial sobre el inicio de la existencia de las personas?
Distintos países ya lo han hecho y esta es una experiencia que se podría tomar en este Congreso. En España se fijó el inicio de la vida a partir de las catorce semanas, y en Inglaterra, a las veinticuatro. Esto no solamente permitió tener certezas sobre la interrupción voluntaria del embarazo, sino que también permitió que se tomaran decisiones legales sobre el uso y destino de decenas de embriones criopreservados, a la vez que se utilizaran embriones supernumerarios para la investigación clínica.
Sin embargo, estas y otras circunstancias, en nuestro país se resuelven bajo las sombras, en un estado de silencio, apatía y anomia.
Creo que debería comprenderse que la calidad legislativa se mide por el respeto a la diferencia. Por ello entiendo que debería preservarse la alegación de la objeción de conciencia en estos proyectos de ley que pueden legalizar la interrupción voluntaria. Quiero ser muy claro en este punto: la objeción de conciencia nunca puede ser la excusa para aniquilar el ejercicio efectivo del derecho.
Por esta razón, la objeción de conciencia solo podría aceptarse bajo condiciones de ejercicio que eviten el desbaratamiento de derechos. Me refiero a la manifestación previa de la objeción de conciencia al acto objetado; la alegación simultánea para ámbitos públicos y privados para evitar un doble estándar; la creación de un registro público de objetores; la imposibilidad de formular objeciones de conciencia institucionales o de servicios obstétricos en pleno -exceptuando aquellas de naturaleza confesional-; la obligatoriedad de sustituir y derivar; el deber de atención inmediata en caso de urgencia y la imposibilidad de alegar la objeción de conciencia en el acceso a la información por parte de las mujeres.
Para finalizar, entiendo que esta discusión es una gran oportunidad para la democracia. Abrigo la esperanza de que, a partir del diálogo fecundo y del respeto y enriquecimiento por las diferencias, asistamos a un proyecto de ley que permita acceder a un aborto integral, sin barreras, legal, seguro y gratuito.
Asimismo, aspiro a una ley que esté atenta a la prevención y promoción de la salud sexual y reproductiva, al mismo tiempo que respetuoso con todos aquellos que aleguen distintas, sinceras e íntimas convicciones. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETSKY Tiene la palabra el doctor Rómulo Scarano Echevarría, abogado recibido en la Universidad Católica de Santiago del Estero y juez de Primera Instancia en la misma provincia.
SR. SCARANO ECHEVARRÍA Señores diputados y señor presidente: vengo del mundo del derecho y, por lo tanto, había preparado una exposición sobre los principios que definen con absoluta claridad la insalvable inconstitucionalidad e inconvencionalidad del proyecto de ley en consideración.
Sin embargo, a esta altura del debate creo que tal exposición resulta innecesaria. ¿Qué puedo decir, que no hayan escuchado ya, sobre el artículo 4° del Pacto de San José de Costa Rica, que establece claramente que la persona humana comienza desde el momento de la concepción? ¿O sobre el fallo de la Corte Interamericana "Artavia Murillo", que precisa el concepto de la concepción desde la anidación en el útero, o el fallo "Niños de la calle contra Guatemala", que sobre el mismo artículo 4° establece que el valor de la vida no puede ser objeto de una interpretación restrictiva?
Ustedes conocen mejor que yo el artículo 29 de la Constitución Nacional que les impide otorgar supremacía para que la vida de un argentino quede a merced de persona alguna. ¿Y saben qué? Además de la nulidad insanable, esta norma califica a sus promotores de "infames traidores a la Patria".
No vale la pena que exponga sobre el clarísimo artículo 29; el 24, inciso a) o el 101, inciso a) del Código Civil y Comercial, todos los cuales reconocen inequívocamente la existencia y los derechos de la persona por nacer. Nada de esto es relevante para quienes tapan el sol con las manos o cierran directamente los ojos.
Cuando decimos "Convención de los Derechos del Niño" o "Pacto de San José de Costa Rica" nos contestan "metafísica". Cuando invocamos el Código Civil y Comercial, nos contestan "teología".
Les propongo entonces renunciar en estos breves minutos a la exégesis normativa para situarnos en una perspectiva básica primaria, la del sentido común. Y desde ahí analizar algunos argumentos que se nos proponen a favor de esta ley para que este debate sea un diálogo y no una colección de monólogos.
En primer lugar, un conocido constitucionalista ha expresado aquí que como el aborto no está expresamente prohibido en la Constitución, o en los pactos internacionales, no hay ningún valladar constitucional o convencional para su legalización.
Me pregunto: ¿en qué parte de la Constitución está prohibido expresamente lavar dinero, abusar sexualmente, violar, hurtar, robar o estafar? En ninguna. No obstante, el artículo 17 nos dice que la propiedad es inviolable, y eso impedirá siempre la legalización de la estafa y hará que la despenalización del robo o el hurto sea un contrasentido jurídico.
Literalmente en la Constitución solo es inviolable la propiedad, la correspondencia y la defensa en juicio. En ningún párrafo dice que el cuerpo es inviolable. Siguiendo el argumento de este constitucionalista, no habría valladar constitucional alguno en legalizar la violación. De este modo, una dosis mínima de sentido común revela con absoluta claridad la falacia del argumento pseudoconstitucionalista que pretende avalar el proyecto de ley bajo tratamiento.
Después hemos escuchado, en esta misma sala, a un prestigioso filósofo del derecho hablar sobre los principios de la libertad y de la igualdad, quien afirmaba que nadie puede imponerle a otro cómo vivir su vida y que el límite de ese principio es el no dañar a otro.
Luego, ante la pregunta retórica acerca de quiénes son sujetos de derecho se respondió: "Todos los seres que pueden planear y llevar adelante un plan de vida". Esto es lo que nosotros valoramos, y de hecho, estas son las intuiciones de todos nosotros.
Valoramos mucho menos embriones que fetos y muchísimo menos fetos que niños; esto es lo que nuestro Código Civil llama "capacidad progresiva". Y la capacidad progresiva tiene este fundamento clave en nuestros acuerdos éticos fundamentales.
Valoramos mucho a quienes puedan planear y llevar adelante un plan, hablar de vida no dice demasiado, hay vidas indignas, etcétera.
En primer lugar, cualquier alumno de primer año de la facultad de Derecho sabe que la única capacidad progresiva es la capacidad de hecho, y que la misma se establece justamente en defensa del incapaz y no como expresión de una minusvaloración del mismo, por lo cual este argumento resulta imposible de proponer.
El razonamiento de este iusfilósofo, a quien estimo sinceramente, fulmina el artículo 16 de nuestra Constitución Nacional inaugurando las figuras inéditas de la dignidad gradual y de los derechos humanos paulatinos conforme la evolución biológica de la persona.
Sin embargo, a esta altura del debate creo que tal exposición resulta innecesaria. ¿Qué puedo decir, que no hayan escuchado ya, sobre el artículo 4° del Pacto de San José de Costa Rica, que establece claramente que la persona humana comienza desde el momento de la concepción? ¿O sobre el fallo de la Corte Interamericana "Artavia Murillo", que precisa el concepto de la concepción desde la anidación en el útero, o el fallo "Niños de la calle contra Guatemala", que sobre el mismo artículo 4° establece que el valor de la vida no puede ser objeto de una interpretación restrictiva?
Ustedes conocen mejor que yo el artículo 29 de la Constitución Nacional que les impide otorgar supremacía para que la vida de un argentino quede a merced de persona alguna. ¿Y saben qué? Además de la nulidad insanable, esta norma califica a sus promotores de "infames traidores a la Patria".
No vale la pena que exponga sobre el clarísimo artículo 29; el 24, inciso a) o el 101, inciso a) del Código Civil y Comercial, todos los cuales reconocen inequívocamente la existencia y los derechos de la persona por nacer. Nada de esto es relevante para quienes tapan el sol con las manos o cierran directamente los ojos.
Cuando decimos "Convención de los Derechos del Niño" o "Pacto de San José de Costa Rica" nos contestan "metafísica". Cuando invocamos el Código Civil y Comercial, nos contestan "teología".
Les propongo entonces renunciar en estos breves minutos a la exégesis normativa para situarnos en una perspectiva básica primaria, la del sentido común. Y desde ahí analizar algunos argumentos que se nos proponen a favor de esta ley para que este debate sea un diálogo y no una colección de monólogos.
En primer lugar, un conocido constitucionalista ha expresado aquí que como el aborto no está expresamente prohibido en la Constitución, o en los pactos internacionales, no hay ningún valladar constitucional o convencional para su legalización.
Me pregunto: ¿en qué parte de la Constitución está prohibido expresamente lavar dinero, abusar sexualmente, violar, hurtar, robar o estafar? En ninguna. No obstante, el artículo 17 nos dice que la propiedad es inviolable, y eso impedirá siempre la legalización de la estafa y hará que la despenalización del robo o el hurto sea un contrasentido jurídico.
Literalmente en la Constitución solo es inviolable la propiedad, la correspondencia y la defensa en juicio. En ningún párrafo dice que el cuerpo es inviolable. Siguiendo el argumento de este constitucionalista, no habría valladar constitucional alguno en legalizar la violación. De este modo, una dosis mínima de sentido común revela con absoluta claridad la falacia del argumento pseudoconstitucionalista que pretende avalar el proyecto de ley bajo tratamiento.
Después hemos escuchado, en esta misma sala, a un prestigioso filósofo del derecho hablar sobre los principios de la libertad y de la igualdad, quien afirmaba que nadie puede imponerle a otro cómo vivir su vida y que el límite de ese principio es el no dañar a otro.
Luego, ante la pregunta retórica acerca de quiénes son sujetos de derecho se respondió: "Todos los seres que pueden planear y llevar adelante un plan de vida". Esto es lo que nosotros valoramos, y de hecho, estas son las intuiciones de todos nosotros.
Valoramos mucho menos embriones que fetos y muchísimo menos fetos que niños; esto es lo que nuestro Código Civil llama "capacidad progresiva". Y la capacidad progresiva tiene este fundamento clave en nuestros acuerdos éticos fundamentales.
Valoramos mucho a quienes puedan planear y llevar adelante un plan, hablar de vida no dice demasiado, hay vidas indignas, etcétera.
En primer lugar, cualquier alumno de primer año de la facultad de Derecho sabe que la única capacidad progresiva es la capacidad de hecho, y que la misma se establece justamente en defensa del incapaz y no como expresión de una minusvaloración del mismo, por lo cual este argumento resulta imposible de proponer.
El razonamiento de este iusfilósofo, a quien estimo sinceramente, fulmina el artículo 16 de nuestra Constitución Nacional inaugurando las figuras inéditas de la dignidad gradual y de los derechos humanos paulatinos conforme la evolución biológica de la persona.
Ocupa la Presidencia la señora diputada Carmen Polledo, presidenta de la Comisión de Acción Social y Salud Pública.
SR. SCARANO Señores diputados: ¿Un niño que lleva un mes de nacido es capaz de planear y llevar adelante planes de vida? ¿A los dos años puede hacerlo? ¿A los cinco años tiene un plan de vida?
Si tomamos el principio que este iusfilósofo nos propone, ¿qué nos impide matar a estos niños, que no tienen planes de vida, cuando afectan a un progenitor cuyos planes de vida no lo incluyen?
También hemos escuchado aquí a una psicoanalista exponer: "Lo que humaniza al embrión es el deseo materno que anhela que ese embrión sea un hijo; no simplemente un organismo vivo". En síntesis, postula que la existencia y dignidad del otro dependen de mi deseo, y mi deseo puede ser positivo o negativo. Es decir, si lo deseo, si lo siento, puede vivir. Por el contrario, si no lo deseo, si no lo siento, y si lo decido en consecuencia, deberá morir.
¿Qué sociedad puede sobrevivir si la dignidad, y hasta la misma existencia del otro dependen del deseo subjetivo, del humor social? Lo paradójico es que esta eliminación del otro se sostiene sobre una estética de tolerancia democrática y pluralista.
¿Qué hay de pluralista y tolerante en eliminar al otro porque su vida no corresponde a mi deseo, porque no puede planear y llevar adelante planes de vida?
Señores diputados: conocemos este principio antropológico, sabemos de dónde viene y a dónde apunta. Y más allá de la racionalización con la que intenta justificárselo, su implantación en el derecho argentino nos acerca peligrosamente a las etapas más oscuras de este país y de la humanidad.
Ustedes representan al pueblo de la Nación, y por eso tenemos que hablar el lenguaje del pueblo, para que lo que decimos se entienda. Por eso, y más allá de los eufemismos de la interrupción voluntaria del embarazo, el aborto no es otra cosa que la muerte de una persona cuya condición jurídica no es discutible en términos constitucionales.
Digámoslo fácil y simple, con todas las letras, para que el pueblo que ustedes representan lo entienda. Lo que estamos discutiendo, digámoslo claramente si se va a consagrar el derecho a matar a una persona inocente.
Los motivos ya los sabemos y los hemos escuchado hasta el cansancio pero la consecuencia es lo que se oculta, deliberadamente bajo conceptos abstractos y una terminología aséptica barnizada de progresismo.
Termino esta presentación afirmando que difícilmente haya una ley más machista que la que propone legalizar el aborto.
Si no hay datos oficiales seguros en Argentina, podemos buscarlos en un país desarrollado como Francia, que ha legalizado el aborto hace cuarenta y tres años.
La legalización del aborto no generará libertades sino presiones en contra de la mujer gestante. Se ha repetido, livianamente, en este estrado que nadie la obligará a abortar. Eso es desconocer la realidad de nuestra sociedad, donde una inmensa cantidad de mujeres de bajos recursos padecen diariamente presiones de toda índole.
La tipificación penal del aborto defiende a esas mujeres y a su proyecto de maternidad porque nadie hoy puede, impunemente, presionarla y hasta obligarla a abortar; a excepción, tal vez, de algunas mujeres de clase media alta y clase alta. La desaparición de este freno legal no liberará a las mujeres vulnerables sino a quienes, en incontables casos, las someten económica, psicológica y hasta físicamente...
Si tomamos el principio que este iusfilósofo nos propone, ¿qué nos impide matar a estos niños, que no tienen planes de vida, cuando afectan a un progenitor cuyos planes de vida no lo incluyen?
También hemos escuchado aquí a una psicoanalista exponer: "Lo que humaniza al embrión es el deseo materno que anhela que ese embrión sea un hijo; no simplemente un organismo vivo". En síntesis, postula que la existencia y dignidad del otro dependen de mi deseo, y mi deseo puede ser positivo o negativo. Es decir, si lo deseo, si lo siento, puede vivir. Por el contrario, si no lo deseo, si no lo siento, y si lo decido en consecuencia, deberá morir.
¿Qué sociedad puede sobrevivir si la dignidad, y hasta la misma existencia del otro dependen del deseo subjetivo, del humor social? Lo paradójico es que esta eliminación del otro se sostiene sobre una estética de tolerancia democrática y pluralista.
¿Qué hay de pluralista y tolerante en eliminar al otro porque su vida no corresponde a mi deseo, porque no puede planear y llevar adelante planes de vida?
Señores diputados: conocemos este principio antropológico, sabemos de dónde viene y a dónde apunta. Y más allá de la racionalización con la que intenta justificárselo, su implantación en el derecho argentino nos acerca peligrosamente a las etapas más oscuras de este país y de la humanidad.
Ustedes representan al pueblo de la Nación, y por eso tenemos que hablar el lenguaje del pueblo, para que lo que decimos se entienda. Por eso, y más allá de los eufemismos de la interrupción voluntaria del embarazo, el aborto no es otra cosa que la muerte de una persona cuya condición jurídica no es discutible en términos constitucionales.
Digámoslo fácil y simple, con todas las letras, para que el pueblo que ustedes representan lo entienda. Lo que estamos discutiendo, digámoslo claramente si se va a consagrar el derecho a matar a una persona inocente.
Los motivos ya los sabemos y los hemos escuchado hasta el cansancio pero la consecuencia es lo que se oculta, deliberadamente bajo conceptos abstractos y una terminología aséptica barnizada de progresismo.
Termino esta presentación afirmando que difícilmente haya una ley más machista que la que propone legalizar el aborto.
Si no hay datos oficiales seguros en Argentina, podemos buscarlos en un país desarrollado como Francia, que ha legalizado el aborto hace cuarenta y tres años.
La legalización del aborto no generará libertades sino presiones en contra de la mujer gestante. Se ha repetido, livianamente, en este estrado que nadie la obligará a abortar. Eso es desconocer la realidad de nuestra sociedad, donde una inmensa cantidad de mujeres de bajos recursos padecen diariamente presiones de toda índole.
La tipificación penal del aborto defiende a esas mujeres y a su proyecto de maternidad porque nadie hoy puede, impunemente, presionarla y hasta obligarla a abortar; a excepción, tal vez, de algunas mujeres de clase media alta y clase alta. La desaparición de este freno legal no liberará a las mujeres vulnerables sino a quienes, en incontables casos, las someten económica, psicológica y hasta físicamente...
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Le pido que cierre doctor, por favor.
SR. SCARANO...ya que a partir de la legalización no tendrán ningún reparo para obligarlas a abortar. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra la doctora Estefanía Cioffi, médica generalista y de familia.
SRA. CIOFFI Señora presidenta: el 31 de enero llegó al centro de salud una mujer de veintiséis años, cabeza baja y sin muchas palabras. La recibió una enfermera del equipo de interrupción legal del embarazo. Tenía la decisión firme de abortar, estaba de diez semanas. Usaba anticonceptivos orales pero dejó de tomarlos porque no llegaba con la plata y trabajaba en el horario en el que la salita estaba abierta. Su marido no quería usar preservativo.
En la entrevista se mostraba angustiada, y a medida que se le fue abriendo el espacio de escucha empezó a relatar escenas de violencia sexual. Violencia ejercida por su marido, en su hogar. A los pocos días realizó el tratamiento con misoprostol como lo indica el protocolo del Ministerio de Salud. Falló, el misoprostol puede fallar, en la bibliografía hay un diez por ciento de falla.
Ese mismo día, mientras realizaba el tratamiento en su casa, su marido le dio una golpiza tal que le dejó marcas. Se fue de la casa que alquilaban con su propio sueldo, con su bolsito, los documentos y de la mano del hijo. Hizo la denuncia, vino al centro de salud y encontró un espacio de contención, esta vez lloró. Repitió el tratamiento y también falló.
Me pregunto qué hubiese pasado si teníamos disponible mifepristona, que asociado al misoprostol tiene una efectividad del 97 por ciento. Ese mismo día, entonces, la tuvimos que derivar al hospital, donde estuvo internada tres semanas en la sala de maternidad por estar cursando un embarazo ya de trece semanas. Pasó tres semanas con otras mujeres y sus hijos recién nacidos, tres semanas para un procedimiento que podría haber durado horas. Le colocaban dosis de misoprostol a cuenta gotas, un solo comprimido por día. El fin de semana pasaba sin que nadie le realizara ningún procedimiento.
El médico le decía cosas como: "Esto pasa porque hay muchos que no están de acuerdo con lo que vos estás haciendo, no te quieren ni ver". Finalmente, le realizaron un legrado y después del alta continuó el acompañamiento en el centro de salud. Hoy está tramitando la perimetral para su ex pareja y está usando un método anticonceptivo de larga duración.
En el mismo enero, otra joven de veintiún años, a la que acompañamos con el equipo, concurrió al hospital de referencia a realizarse una ecografía de control post aborto. Con el ecógrafo metido en su vagina el médico le decía: "¿Te parece bien lo que hiciste? ¿Te parece bien matar una vida? Esto te va a provocar traumas más adelante." En palabras de ella, el acompañamiento en la salita hizo todo mucho más ameno. En este sentido dijo: "Firmar el consentimiento sabiendo que era legal me hizo sentir bien de haber abortado; solo él me traumó".
Soy médica especialista en medicina general, trabajo en un centro de salud del sur de esta ciudad, integro un equipo interdisciplinario de interrupción legal del embarazo y soy parte de la red de profesionales de la salud por el derecho decidir.
Las mujeres y personas con capacidad de gestar, todos los días ejercen el poder de decidir frente un embarazo no intencional. Como se expuso en días previos, la discusión no es de "aborto sí" o "aborto no".
El aborto es un hecho cotidiano de nuestras vidas. ¿Qué respuesta le estamos dando todas estas personas desde sistema de salud? Nos mueve el deseo; nos mueve el deseo de cambiarlo todo. Queremos cambiar las trayectorias de las mujeres que deciden abortar, queremos cambiar el sistema de salud que tenemos, estamos cansados de que la principal respuesta sean prácticas del Medioevo, esas que no se encuentran en ninguna guía práctica actualizada.
Como los legrados sistemáticos, que todas las semanas las personas se realizan a las personas que consultan a los hospitales posaborto, sin ninguna indicación clara. Estamos cansadas de que la respuesta sea el maltrato y la exclusión del sistema.
Los profesionales que vulneran derechos son quienes se escudan detrás de la objeción de conciencia.
A quienes dicen que nosotras queremos lucrar con esta ley quiero decirles que acá estamos pidiendo todo lo contrario; es decir que se legalice la interrupción voluntaria del embarazo y que el Estado se haga cargo de garantizarla de forma gratuita en un país donde la salud es de acceso público, gratuito y universal.
En la Argentina, un país de avanzada en materia de acceso a la salud, se somete a las personas que abortan al método que hace muchísimos años no son recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Necesitamos la aprobación de mifepristona y misoprostol de calidad, de producción pública. Necesitamos acceso a la Aspiración Manual Endouterina en todos los niveles de atención. Nos están privando de las formas más seguras para interrumpir un embarazo.
Por esto necesitamos la legalización. No nos alcanza con la despenalización. Necesitamos la legalización para que no dependa del profesional que te atienda, de la ciudad donde vivís, a que centro de salud hospital o clínica puedes acceder. Queremos abandonar de una vez por todas el Medioevo actual.
Les aseguro que cuando frente a las dos rayitas de un test embarazo las personas se encuentran con alguien de este lado del escritorio que escuche el deseo, que brinda opciones sin prejuicio; así, se abre una puerta las posibilidades, a proyectar futuro, a conseguirse autónoma
y con posibilidades de decidir a acompañada, permite abordar de manera segura pero también permite no hacerlo cuando estén presionando.
Cuando abre las puertas también escucha a las que quieren continuar con sus embarazos deseados y estaban siendo obligadas a abortar. En esto nos diferenciamos con las personas que expusieran en días previos diciendo que acompañan a las mujeres para que no aborten.
¡Nosotras las acompañamos en lo que sea que elijan, lo que ellas elijan"! Estamos cansadas, estamos hartas de que decidan sobre nuestros cuerpos pero este hartazgo lo convertimos en potencia de deseo, el deseo de maternar y también el deseo de no hacerlo.
Asimismo, el deseo de proyectar un futuro con placer, con autonomía, con Justicia, un futuro que nos encuentre juntas y más libres.
A las mujeres lesbianas, varones trans, a todas las personas con capacidad de gestar, y también a las y los profesionales de salud les decimos que no nos alcanza con el debate. Necesitamos la ley. No cualquier iniciativa, sino la presentada por la Campaña Nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
Quiero dedicar los últimos segundos de esta intervención a hablarles a ustedes, a todas las que desean tomar decisiones libres.
Nosotras y nosotros, las y los profesionales de la Red de salud por el derecho de decidir, las estamos esperando. En esta ciudad estamos en más de 30 centros de salud y en todo el país somos más de 1.000 profesionales que estamos acá para garantizar tu derecho a decidir. (Aplausos.)
En la entrevista se mostraba angustiada, y a medida que se le fue abriendo el espacio de escucha empezó a relatar escenas de violencia sexual. Violencia ejercida por su marido, en su hogar. A los pocos días realizó el tratamiento con misoprostol como lo indica el protocolo del Ministerio de Salud. Falló, el misoprostol puede fallar, en la bibliografía hay un diez por ciento de falla.
Ese mismo día, mientras realizaba el tratamiento en su casa, su marido le dio una golpiza tal que le dejó marcas. Se fue de la casa que alquilaban con su propio sueldo, con su bolsito, los documentos y de la mano del hijo. Hizo la denuncia, vino al centro de salud y encontró un espacio de contención, esta vez lloró. Repitió el tratamiento y también falló.
Me pregunto qué hubiese pasado si teníamos disponible mifepristona, que asociado al misoprostol tiene una efectividad del 97 por ciento. Ese mismo día, entonces, la tuvimos que derivar al hospital, donde estuvo internada tres semanas en la sala de maternidad por estar cursando un embarazo ya de trece semanas. Pasó tres semanas con otras mujeres y sus hijos recién nacidos, tres semanas para un procedimiento que podría haber durado horas. Le colocaban dosis de misoprostol a cuenta gotas, un solo comprimido por día. El fin de semana pasaba sin que nadie le realizara ningún procedimiento.
El médico le decía cosas como: "Esto pasa porque hay muchos que no están de acuerdo con lo que vos estás haciendo, no te quieren ni ver". Finalmente, le realizaron un legrado y después del alta continuó el acompañamiento en el centro de salud. Hoy está tramitando la perimetral para su ex pareja y está usando un método anticonceptivo de larga duración.
En el mismo enero, otra joven de veintiún años, a la que acompañamos con el equipo, concurrió al hospital de referencia a realizarse una ecografía de control post aborto. Con el ecógrafo metido en su vagina el médico le decía: "¿Te parece bien lo que hiciste? ¿Te parece bien matar una vida? Esto te va a provocar traumas más adelante." En palabras de ella, el acompañamiento en la salita hizo todo mucho más ameno. En este sentido dijo: "Firmar el consentimiento sabiendo que era legal me hizo sentir bien de haber abortado; solo él me traumó".
Soy médica especialista en medicina general, trabajo en un centro de salud del sur de esta ciudad, integro un equipo interdisciplinario de interrupción legal del embarazo y soy parte de la red de profesionales de la salud por el derecho decidir.
Las mujeres y personas con capacidad de gestar, todos los días ejercen el poder de decidir frente un embarazo no intencional. Como se expuso en días previos, la discusión no es de "aborto sí" o "aborto no".
El aborto es un hecho cotidiano de nuestras vidas. ¿Qué respuesta le estamos dando todas estas personas desde sistema de salud? Nos mueve el deseo; nos mueve el deseo de cambiarlo todo. Queremos cambiar las trayectorias de las mujeres que deciden abortar, queremos cambiar el sistema de salud que tenemos, estamos cansados de que la principal respuesta sean prácticas del Medioevo, esas que no se encuentran en ninguna guía práctica actualizada.
Como los legrados sistemáticos, que todas las semanas las personas se realizan a las personas que consultan a los hospitales posaborto, sin ninguna indicación clara. Estamos cansadas de que la respuesta sea el maltrato y la exclusión del sistema.
Los profesionales que vulneran derechos son quienes se escudan detrás de la objeción de conciencia.
A quienes dicen que nosotras queremos lucrar con esta ley quiero decirles que acá estamos pidiendo todo lo contrario; es decir que se legalice la interrupción voluntaria del embarazo y que el Estado se haga cargo de garantizarla de forma gratuita en un país donde la salud es de acceso público, gratuito y universal.
En la Argentina, un país de avanzada en materia de acceso a la salud, se somete a las personas que abortan al método que hace muchísimos años no son recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Necesitamos la aprobación de mifepristona y misoprostol de calidad, de producción pública. Necesitamos acceso a la Aspiración Manual Endouterina en todos los niveles de atención. Nos están privando de las formas más seguras para interrumpir un embarazo.
Por esto necesitamos la legalización. No nos alcanza con la despenalización. Necesitamos la legalización para que no dependa del profesional que te atienda, de la ciudad donde vivís, a que centro de salud hospital o clínica puedes acceder. Queremos abandonar de una vez por todas el Medioevo actual.
Les aseguro que cuando frente a las dos rayitas de un test embarazo las personas se encuentran con alguien de este lado del escritorio que escuche el deseo, que brinda opciones sin prejuicio; así, se abre una puerta las posibilidades, a proyectar futuro, a conseguirse autónoma
y con posibilidades de decidir a acompañada, permite abordar de manera segura pero también permite no hacerlo cuando estén presionando.
Cuando abre las puertas también escucha a las que quieren continuar con sus embarazos deseados y estaban siendo obligadas a abortar. En esto nos diferenciamos con las personas que expusieran en días previos diciendo que acompañan a las mujeres para que no aborten.
¡Nosotras las acompañamos en lo que sea que elijan, lo que ellas elijan"! Estamos cansadas, estamos hartas de que decidan sobre nuestros cuerpos pero este hartazgo lo convertimos en potencia de deseo, el deseo de maternar y también el deseo de no hacerlo.
Asimismo, el deseo de proyectar un futuro con placer, con autonomía, con Justicia, un futuro que nos encuentre juntas y más libres.
A las mujeres lesbianas, varones trans, a todas las personas con capacidad de gestar, y también a las y los profesionales de salud les decimos que no nos alcanza con el debate. Necesitamos la ley. No cualquier iniciativa, sino la presentada por la Campaña Nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
Quiero dedicar los últimos segundos de esta intervención a hablarles a ustedes, a todas las que desean tomar decisiones libres.
Nosotras y nosotros, las y los profesionales de la Red de salud por el derecho de decidir, las estamos esperando. En esta ciudad estamos en más de 30 centros de salud y en todo el país somos más de 1.000 profesionales que estamos acá para garantizar tu derecho a decidir. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra el doctor Eduardo Allub, médico especialista en Tocoginecología.
SR. ALLUB Señora presidenta: muchas gracias por poder compartir este momento.
La ciencia, a través de sus distintas ramas ha demostrado que la vida de todo ser humano se inicia desde el mismo momento de la concepción, desde la unión del óvulo con el espermatozoide que dan origen a un nuevo ser, con código genético único y repetible. Hay pues una nueva vida en la cual no se dará ningún cambio cualitativo que permita afirmar que primero no existía un ser humano y ahora sí.
El ser humano, desde su concepción hasta el momento de la muerte, vive un proceso vital coordinado, continuo y gradual desde el mismo momento de esa concepción. Se establecen claramente dos etapas fundamentales marcadas por el nacimiento: una vida intrauterina y la vida extrauterina, con sus diferentes etapas.
Por eso, la vida del ser humano, que es una, y que es en un proceso continuo y vital será desde el mismo momento de la concepción hasta el momento de la muerte natural. Todo el ser humano, desde el principio al fin, con la misma dignidad y el mismo derecho.
La interrupción de ese proceso vital significa la muerte. Si ese proceso vital se interrumpe de manera voluntaria en la etapa intrauterina, estaremos hablando un aborto. Si ese proceso vital se interrumpe en la etapa extrauterina hablaremos de homicidio, si es ocasionado por terceros, o de suicidios si es ocasionado por la misma persona.
Uno de los argumentos para pedir la legalización del aborto es establecer y justificar que el aborto es la primera causa de muerte materna en la República Argentina, pero eso no es verdad.
Con respecto a las estadísticas, el trabajo realizado por el Ministerio de Salud, durante 2003 hasta 2012, estableció las causas de muerte materna. Se pudo establecer que en 2003 fueron 304 muertes maternas con 83 muertes por aborto y 187 por causas obstétricas directas y 34 por causas indirectas.
En 2012 fueron 250 muertes maternas, 33 por causas de aborto, 147 por causas obstétricas directas, y 78 por causas obstétricas indirectas. En los 10 años de estudio esto ha marcado un descenso significativo del 60 por ciento de las causas de muerte por aborto, siendo el aborto la tercera causa de muerte y no la primera.
De la misma manera, comparando las causas de muerte en 2012, queda claramente establecido que la principal causa de muerte materna son las causas obstétricas directas, con el 57 por ciento. Luego, le siguen las causas obstétricas indirectas, con el 30 por ciento, y el aborto con el 12 por ciento.
Se trata de estadísticas que se mantienen hasta 2016, donde se demuestra que se produjeron 245 muertes maternas, con 31 causas reales por aborto, que significan el 12 por ciento; 135 por causas obstétricas directas, que significa el 55 por ciento; y las causas obstétricas indirectas fueron del 27 por ciento. De esta manera, el aborto no es la primera causa de muerte materna en la Argentina.
Por supuesto que una muerte materna es una tragedia. Cada muerte materna es una tragedia, independientemente de su causa. Pero más del 80 por ciento de las muertes maternas que ocurrieron fueron de mujeres que eligieron la vida, y como país y como sociedad no pudimos garantizarle la salud. Todas las mujeres que se mueren tienen la misma dignidad y los mismos derechos de acceso a la salud y no debería morirse ninguna por causas vinculadas al embarazo.
Señores diputados: todo aborto pone en riesgo la salud de la madre y provoca la muerte del niño por nacer. Provocar un aborto no es darle una pastilla a una paciente y que se vaya a la casa. La mayoría de los abortos requieren de una intervención invasiva ya sea por aspirado o por un legrado para completar el aborto ocasionado, sin contar las diferentes complicaciones, secuelas y hasta la muerte que produce.
La muerte no se puede evitar con más muertes. Una muerte materna no se puede evitar con la muerte de miles de niños por nacer. ¿Qué sentido y valor tienen las prácticas médicas obstétricas o neonatológicas cuando hoy la ley del aborto dice que abortar es libre porque antes del nacimiento en el vientre materno ese ser humano no tiene derechos?
A los niños no nacidos por el aborto no se los ve. Pero para que haya aborto tenemos que partir de una premisa. En primer lugar, tiene que haber vida. Y el aborto provoca la muerte de un ser vivo; el aborto provoca la muerte de una persona de manera deliberada. Somos los médicos los únicos testigos de esta horrenda realidad. Somos los médicos quienes constatamos previamente la existencia de un nuevo ser humano y los que debemos asegurar que no quede ningún vestigio de vida en el seno materno.
De aprobarse el proyecto de ley de interrupción voluntaria del aborto los médicos nos convertiremos en verdaderos sicarios de una sociedad que ha fracasado y renunciado al verdadero compromiso con cada una de las pacientes de otorgarle la posibilidad de una salud de alta calidad y de alto nivel. Estamos convencidos que el aborto no es la solución. Para solucionar el problema de la mortalidad materna es importante una educación sexual responsable, prevención de embarazos no deseados y una política de salud que priorice la salud maternoinfantil con una gran infraestructura, recursos humanos y económicos necesarios para salvar las dos vidas, garantizándole a ambos el máximo nivel de salud.
Señores diputados: creo que un país justo, en un país pacífico para que lo construyamos con la cultura de la vida desde el vientre materno. (Aplausos.)
La ciencia, a través de sus distintas ramas ha demostrado que la vida de todo ser humano se inicia desde el mismo momento de la concepción, desde la unión del óvulo con el espermatozoide que dan origen a un nuevo ser, con código genético único y repetible. Hay pues una nueva vida en la cual no se dará ningún cambio cualitativo que permita afirmar que primero no existía un ser humano y ahora sí.
El ser humano, desde su concepción hasta el momento de la muerte, vive un proceso vital coordinado, continuo y gradual desde el mismo momento de esa concepción. Se establecen claramente dos etapas fundamentales marcadas por el nacimiento: una vida intrauterina y la vida extrauterina, con sus diferentes etapas.
Por eso, la vida del ser humano, que es una, y que es en un proceso continuo y vital será desde el mismo momento de la concepción hasta el momento de la muerte natural. Todo el ser humano, desde el principio al fin, con la misma dignidad y el mismo derecho.
La interrupción de ese proceso vital significa la muerte. Si ese proceso vital se interrumpe de manera voluntaria en la etapa intrauterina, estaremos hablando un aborto. Si ese proceso vital se interrumpe en la etapa extrauterina hablaremos de homicidio, si es ocasionado por terceros, o de suicidios si es ocasionado por la misma persona.
Uno de los argumentos para pedir la legalización del aborto es establecer y justificar que el aborto es la primera causa de muerte materna en la República Argentina, pero eso no es verdad.
Con respecto a las estadísticas, el trabajo realizado por el Ministerio de Salud, durante 2003 hasta 2012, estableció las causas de muerte materna. Se pudo establecer que en 2003 fueron 304 muertes maternas con 83 muertes por aborto y 187 por causas obstétricas directas y 34 por causas indirectas.
En 2012 fueron 250 muertes maternas, 33 por causas de aborto, 147 por causas obstétricas directas, y 78 por causas obstétricas indirectas. En los 10 años de estudio esto ha marcado un descenso significativo del 60 por ciento de las causas de muerte por aborto, siendo el aborto la tercera causa de muerte y no la primera.
De la misma manera, comparando las causas de muerte en 2012, queda claramente establecido que la principal causa de muerte materna son las causas obstétricas directas, con el 57 por ciento. Luego, le siguen las causas obstétricas indirectas, con el 30 por ciento, y el aborto con el 12 por ciento.
Se trata de estadísticas que se mantienen hasta 2016, donde se demuestra que se produjeron 245 muertes maternas, con 31 causas reales por aborto, que significan el 12 por ciento; 135 por causas obstétricas directas, que significa el 55 por ciento; y las causas obstétricas indirectas fueron del 27 por ciento. De esta manera, el aborto no es la primera causa de muerte materna en la Argentina.
Por supuesto que una muerte materna es una tragedia. Cada muerte materna es una tragedia, independientemente de su causa. Pero más del 80 por ciento de las muertes maternas que ocurrieron fueron de mujeres que eligieron la vida, y como país y como sociedad no pudimos garantizarle la salud. Todas las mujeres que se mueren tienen la misma dignidad y los mismos derechos de acceso a la salud y no debería morirse ninguna por causas vinculadas al embarazo.
Señores diputados: todo aborto pone en riesgo la salud de la madre y provoca la muerte del niño por nacer. Provocar un aborto no es darle una pastilla a una paciente y que se vaya a la casa. La mayoría de los abortos requieren de una intervención invasiva ya sea por aspirado o por un legrado para completar el aborto ocasionado, sin contar las diferentes complicaciones, secuelas y hasta la muerte que produce.
La muerte no se puede evitar con más muertes. Una muerte materna no se puede evitar con la muerte de miles de niños por nacer. ¿Qué sentido y valor tienen las prácticas médicas obstétricas o neonatológicas cuando hoy la ley del aborto dice que abortar es libre porque antes del nacimiento en el vientre materno ese ser humano no tiene derechos?
A los niños no nacidos por el aborto no se los ve. Pero para que haya aborto tenemos que partir de una premisa. En primer lugar, tiene que haber vida. Y el aborto provoca la muerte de un ser vivo; el aborto provoca la muerte de una persona de manera deliberada. Somos los médicos los únicos testigos de esta horrenda realidad. Somos los médicos quienes constatamos previamente la existencia de un nuevo ser humano y los que debemos asegurar que no quede ningún vestigio de vida en el seno materno.
De aprobarse el proyecto de ley de interrupción voluntaria del aborto los médicos nos convertiremos en verdaderos sicarios de una sociedad que ha fracasado y renunciado al verdadero compromiso con cada una de las pacientes de otorgarle la posibilidad de una salud de alta calidad y de alto nivel. Estamos convencidos que el aborto no es la solución. Para solucionar el problema de la mortalidad materna es importante una educación sexual responsable, prevención de embarazos no deseados y una política de salud que priorice la salud maternoinfantil con una gran infraestructura, recursos humanos y económicos necesarios para salvar las dos vidas, garantizándole a ambos el máximo nivel de salud.
Señores diputados: creo que un país justo, en un país pacífico para que lo construyamos con la cultura de la vida desde el vientre materno. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra la licenciada Daniela Dosso, quien forma parte de la red de profesionales de la salud por el derecho a decidir.
SRA. DOSSO Gracias a Norma Cuevas, mamá de Ana María Acevedo, y gracias a Florencia de la V, hija de Sabina Báez, por contarles a los diputados y diputadas en días anteriores sus dolorosas historias personales. Con ellas van todas las mujeres que nosotras hemos visto sufrir y morir en un hospital público a causa de un aborto inseguro.
Los profesionales no queremos ser más parte de un Estado femicida que lo único que le ofrece a una mujer es una cama de hospital para ir a morir solas, maltratadas y llenas de culpa.
Estoy aquí para contarles qué pasaría si abrimos las puertas del sistema de salud antes de la muerte, antes de la infección, antes de la desesperación que experimenta una mujer que necesita abortar y les cierran todas las puertas.
Vengo a contarles qué es lo que objetivamente sucede cuando una mujer en nuestro país accede a un aborto legal, seguro y gratuito, en este caso en el primer trimestre.
Para esto voy a basarme en mi experiencia de trabajo en un centro de salud pública en el conurbano bonaerense en el que desarrollamos un modelo de atención al que denominamos Atención a la Mujer en Situación de Aborto. Fui parte de ese servicio desde el año 2006 al 2016, período en el cual atendimos a 780 mujeres.
Voy a organizar mi ponencia en dos partes. Primero les describiré brevemente el Modelo de Atención y luego mencionaré algunos resultados de su aplicación basados en mi experiencia y en un trabajo de investigación que realizamos en el mismo servicio, con el apoyo de la beca Salud Investiga, otorgada por el Ministerio de Salud de la Nación. Aclaro que dicho estudio también fue publicado en una revista científica.
¿Qué es lo que hacemos? En primer lugar, lo que hacemos está orientado por un objetivo sanitario: el de prevenir la morbimortalidad de mujeres y personas con capacidad de gestar a causa de un aborto inseguro.
Nuestro Modelo de Atención está sostenido en tres pilares. En primer lugar, la accesibilidad al sistema de salud y a sus recursos. En segundo término, el respeto por la decisión de cada mujer, ya sea interrumpir un embarazo no buscado o continuar con un embarazo buscado. Esto es así porque reconocemos que la mujer es el único sujeto social, ético y legítimo para decidir si un embrión se va a transformar en un hijo o una hija. Por último, los principios bioéticos que deberían regir todas nuestras prácticas en salud, tales como el respeto por la autonomía de las mujeres, el principio de justicia, beneficencia y no maleficencia, y el respeto por la dignidad de las personas.
¿Qué hacemos concretamente? La atención comienza con una consulta inicial. La mujer llega y presenta su motivo de consulta. Si ella ya está decidida a interrumpir su embarazo, nos limitamos a respetar su decisión y pasamos a la certificación de causales. Por el contrario, si la mujer llega con dudas, le ofrecemos un espacio donde pueda hacer preguntas, sopesar sus razones, deseos y motivos, a fin de tomar su propia decisión. La posición del equipo de salud es siempre neutral respecto de la decisión de la mujer.
En caso de que decida interrumpir su embarazo, pasamos a la consejería o atención preaborto. Esto consiste en realizar una ecografía, una anamnesis y explicar cómo es el uso adecuado del misoprostol y cuáles son los síntomas físicos que sentirá para que no se asuste. Se explica que el tratamiento no tiene consecuencias negativas sobre su fertilidad futura. Asimismo, se provee el misoprostol y analgésicos para el manejo del dolor en el momento de la interrupción, se brindan pautas de alarma y se organiza una cita para el control post aborto.
La mujer realiza la evacuación en su casa y luego vuelve al centro de salud para el control post aborto. Allí nos relata cómo le fue y realizamos la ecografía de control post aborto para descartar que no haya sido un aborto incompleto. También se ofrecen métodos anticonceptivos.
Todo el proceso de atención dura entre tres y cuatro consultas, como mucho.
¿Cuáles fueron nuestros resultados? No tuvimos ninguna complicación post aborto. Al ser un servicio accesible, el 85 por ciento de nuestras usuarias estaban cursando el primer trimestre de gestación, es decir, estaban en condiciones de abortar en sus casas, de forma segura, a través del misoprostol.
Aunque a muchos aquí les sorprenda, el aborto pasó a ser una práctica de salud técnicamente sencilla. De esta manera, la experiencia de abortar no es traumática ni genera estrés post traumático. Asimismo, también evitamos los abortos forzados e involuntarios a los que se refieren los que están en contra del proyecto de ley. Claro que hay abortos traumáticos: son aquellos en los cuales la mujer no pudo decidir.
Al contar con una entrevista inicial, centrada en la decisión de la mujer, podemos detectar situaciones de coerción hacia las mujeres, en cuyo caso se interviene para que ninguna sea obligada a abortar, especialmente las más jóvenes, ni a continuar con un embarazo que no quiere.
Tomando los resultados de la investigación donde se realizaron entrevistas en profundidad a mujeres usuarias de este servicio, encontramos que todas coincidieron en que la decisión de abortar había sido difícil de tomar, pero que resolvió el conflicto que las angustiaba: estar embarazadas y no querer o no poder estarlo. Ninguna asoció la decisión de abortar como algo traumático en sí mismo o con consecuencias traumáticas sobre su subjetividad.
Desde su perspectiva, el evento del aborto les permitió recobrar su salud, anteriormente desequilibrada por la gesta. La mayoría reinició sus actividades cotidianas a los tres días de realizado el aborto y casi todas retomaron su actividad sexual a las tres semanas, sin notar cambios.
Por último, en nuestro país ha habido muchas de estas experiencias, pero no son suficientes. En Argentina los abortos fueron y siguen siendo traumáticos para todas las clases sociales. Queremos ofrecer a las mujeres abortos humanizados.
Como red de profesionales de la salud, solicitamos de forma urgente un plan sanitario nacional de reducción de la morbimortalidad por aborto inseguro. Sabemos cómo hacerlo y estamos a disposición del ministerio. Sin acceso gratuito al misoprostol, a la mifepristona y a la AMEU no hay aborto para todas.
Diputados y diputadas: quienes atendemos cara a cara a las mujeres en todo el territorio de este país sabemos que no nos alcanza con el debate de esta ley. No nos va a alcanzar con la despenalización; necesitamos la ley. (Aplausos.)
Los profesionales no queremos ser más parte de un Estado femicida que lo único que le ofrece a una mujer es una cama de hospital para ir a morir solas, maltratadas y llenas de culpa.
Estoy aquí para contarles qué pasaría si abrimos las puertas del sistema de salud antes de la muerte, antes de la infección, antes de la desesperación que experimenta una mujer que necesita abortar y les cierran todas las puertas.
Vengo a contarles qué es lo que objetivamente sucede cuando una mujer en nuestro país accede a un aborto legal, seguro y gratuito, en este caso en el primer trimestre.
Para esto voy a basarme en mi experiencia de trabajo en un centro de salud pública en el conurbano bonaerense en el que desarrollamos un modelo de atención al que denominamos Atención a la Mujer en Situación de Aborto. Fui parte de ese servicio desde el año 2006 al 2016, período en el cual atendimos a 780 mujeres.
Voy a organizar mi ponencia en dos partes. Primero les describiré brevemente el Modelo de Atención y luego mencionaré algunos resultados de su aplicación basados en mi experiencia y en un trabajo de investigación que realizamos en el mismo servicio, con el apoyo de la beca Salud Investiga, otorgada por el Ministerio de Salud de la Nación. Aclaro que dicho estudio también fue publicado en una revista científica.
¿Qué es lo que hacemos? En primer lugar, lo que hacemos está orientado por un objetivo sanitario: el de prevenir la morbimortalidad de mujeres y personas con capacidad de gestar a causa de un aborto inseguro.
Nuestro Modelo de Atención está sostenido en tres pilares. En primer lugar, la accesibilidad al sistema de salud y a sus recursos. En segundo término, el respeto por la decisión de cada mujer, ya sea interrumpir un embarazo no buscado o continuar con un embarazo buscado. Esto es así porque reconocemos que la mujer es el único sujeto social, ético y legítimo para decidir si un embrión se va a transformar en un hijo o una hija. Por último, los principios bioéticos que deberían regir todas nuestras prácticas en salud, tales como el respeto por la autonomía de las mujeres, el principio de justicia, beneficencia y no maleficencia, y el respeto por la dignidad de las personas.
¿Qué hacemos concretamente? La atención comienza con una consulta inicial. La mujer llega y presenta su motivo de consulta. Si ella ya está decidida a interrumpir su embarazo, nos limitamos a respetar su decisión y pasamos a la certificación de causales. Por el contrario, si la mujer llega con dudas, le ofrecemos un espacio donde pueda hacer preguntas, sopesar sus razones, deseos y motivos, a fin de tomar su propia decisión. La posición del equipo de salud es siempre neutral respecto de la decisión de la mujer.
En caso de que decida interrumpir su embarazo, pasamos a la consejería o atención preaborto. Esto consiste en realizar una ecografía, una anamnesis y explicar cómo es el uso adecuado del misoprostol y cuáles son los síntomas físicos que sentirá para que no se asuste. Se explica que el tratamiento no tiene consecuencias negativas sobre su fertilidad futura. Asimismo, se provee el misoprostol y analgésicos para el manejo del dolor en el momento de la interrupción, se brindan pautas de alarma y se organiza una cita para el control post aborto.
La mujer realiza la evacuación en su casa y luego vuelve al centro de salud para el control post aborto. Allí nos relata cómo le fue y realizamos la ecografía de control post aborto para descartar que no haya sido un aborto incompleto. También se ofrecen métodos anticonceptivos.
Todo el proceso de atención dura entre tres y cuatro consultas, como mucho.
¿Cuáles fueron nuestros resultados? No tuvimos ninguna complicación post aborto. Al ser un servicio accesible, el 85 por ciento de nuestras usuarias estaban cursando el primer trimestre de gestación, es decir, estaban en condiciones de abortar en sus casas, de forma segura, a través del misoprostol.
Aunque a muchos aquí les sorprenda, el aborto pasó a ser una práctica de salud técnicamente sencilla. De esta manera, la experiencia de abortar no es traumática ni genera estrés post traumático. Asimismo, también evitamos los abortos forzados e involuntarios a los que se refieren los que están en contra del proyecto de ley. Claro que hay abortos traumáticos: son aquellos en los cuales la mujer no pudo decidir.
Al contar con una entrevista inicial, centrada en la decisión de la mujer, podemos detectar situaciones de coerción hacia las mujeres, en cuyo caso se interviene para que ninguna sea obligada a abortar, especialmente las más jóvenes, ni a continuar con un embarazo que no quiere.
Tomando los resultados de la investigación donde se realizaron entrevistas en profundidad a mujeres usuarias de este servicio, encontramos que todas coincidieron en que la decisión de abortar había sido difícil de tomar, pero que resolvió el conflicto que las angustiaba: estar embarazadas y no querer o no poder estarlo. Ninguna asoció la decisión de abortar como algo traumático en sí mismo o con consecuencias traumáticas sobre su subjetividad.
Desde su perspectiva, el evento del aborto les permitió recobrar su salud, anteriormente desequilibrada por la gesta. La mayoría reinició sus actividades cotidianas a los tres días de realizado el aborto y casi todas retomaron su actividad sexual a las tres semanas, sin notar cambios.
Por último, en nuestro país ha habido muchas de estas experiencias, pero no son suficientes. En Argentina los abortos fueron y siguen siendo traumáticos para todas las clases sociales. Queremos ofrecer a las mujeres abortos humanizados.
Como red de profesionales de la salud, solicitamos de forma urgente un plan sanitario nacional de reducción de la morbimortalidad por aborto inseguro. Sabemos cómo hacerlo y estamos a disposición del ministerio. Sin acceso gratuito al misoprostol, a la mifepristona y a la AMEU no hay aborto para todas.
Diputados y diputadas: quienes atendemos cara a cara a las mujeres en todo el territorio de este país sabemos que no nos alcanza con el debate de esta ley. No nos va a alcanzar con la despenalización; necesitamos la ley. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra Karina Estrella Etchepare, abogada y contadora, especialista en derecho de familia y profesora en docencia superior.
SRA. ETCHEPARE Señora presidenta: buenas tardes a todos. Agradezco a todas aquellas personas que permitieron que hoy me presente ante ustedes.
Me presento como la voz de todos aquellos niños por nacer gestados en ocasión de una violación y que, en este momento, se los considera pseudohumanos y sin derecho a nacer.
Soy la doctora Karina Estrella Etchepare, abogada y contadora pública nacional, pero hoy no me presento como profesional sino que vengo a contarles la historia de Teresa del Milagro.
Teresa del Milagro era una niña que vivía en la absoluta pobreza, en la Villa Itatí del conurbano bonaerense, junto con su madre y padrastro, ambos alcohólicos. Era violada y ultrajada por su padrastro, quien la embarazó a los catorce años. Su madre intentó por todos los medios practicarle un aborto, pero fue inútil. Teresa del Milagro se resistía. El embarazo avanzó y finalmente nació una niña, su nombre, Karina Estrella, quien hoy les cuenta esta historia.
Tal vez mi nombre pueda parecerles extraño, y sin embargo simboliza lo que fui para mi mamá biológica, una estrella. Una luz de esperanza que la ayudó, con el tiempo, a volver a apostar a la vida.
En un gran acto de amor me entregó en adopción a una familia maravillosa, mis padres -Alicia y Franklin- y mi hermano del corazón -Fran-, quienes me criaron, cuidaron y amaron inmensamente y forjaron la mujer que hoy soy. Me enseñaron, por sobre todo, a respetar y a amar a mi mamá biológica, a Teresa del Milagro.
De adulta decidí buscar a mi mamá biológica, ella había formado pareja pero, para el momento que la encontré, había fallecido. Su pareja, al verme, empalideció. Lloraba, y ante mi sorpresa me dijo: "Disculpáme, pero es que sos idéntica a tu mamá".
Y allí, ante aquel hombre comprendí que los niños fruto de una violación no tienen la cara del violador sino que tienen la cara del amor, y en mi caso, la cara de ella, mi madre biológica. Teresa del Milagro murió amándome, y su tragedia de abuso nunca sanó, por la ausencia de un Estado que la devolvió, luego de parirme, con su violador.
Habiendo escuchado esta historia los invito a todos ustedes, si alguien de esta sala se atreve a pararse, a levantar la mano y decirme: "Mi vida, Karina, vale más que la tuya; mi vida vale más que la tuya porque vos sos fruto de una violación". Cuidado: esa madre y ese bebé son las verdaderas víctimas del violador; hay que protegerlos y darles todo el amor y contención.
La adopción también es una buena alternativa en caso de que esa mamá no se sienta preparada para cuidar de ese bebé. Hay muchas personas que desean con todo su corazón, de verdad, adoptar un hijo. Mi madre biológica, diez años después de mi nacimiento cumplió con su gran sueño, tener otra beba mujer a la que llamó, nuevamente, Karina. Y eso comprueba que no hay nada más sanador que terminar una historia de dolor con amor, porque el aborto no es terminar con amor, es terminar con muerte, y esa mamá nunca, pero nunca en su vida se va a olvidar de ese hijo que mató. Nunca.
La despenalización del aborto le quita todo valor a la vida del ser humano, y su legalización supone que el Estado contribuya a la eliminación sistemática de inocentes.
Gracias a mi mamá biológica, y a mis padres del corazón, tengo una oportunidad para vivir y para vivir plenamente. Yo soy muy feliz. Soy esposa y madre de dos hermosos niños, Manuel y Martín, de cuatro y dos años.
Toda vida vale, y cada vida vale lo mismo. Y nadie, absolutamente nadie tiene derecho a decir que una vida vale menos que la otra, y mucho menos todavía, el fruto de una violación, porque ese bebé desconoce cómo fue engendrado. Si al violador, con suerte, se lo sentencia a quince años de cárcel, ¿por qué al bebé inocente se lo sentencia a muerte en cualquier etapa del embarazo?
A todos los argentinos les pregunto: ¿esta es la justicia social que pretendemos para nuestra Nación? En el aborto alguien muere, alguien no elije. Y por sobre todo, en el aborto legal el derecho a la vida no se respeta. (Aplausos.)
Me presento como la voz de todos aquellos niños por nacer gestados en ocasión de una violación y que, en este momento, se los considera pseudohumanos y sin derecho a nacer.
Soy la doctora Karina Estrella Etchepare, abogada y contadora pública nacional, pero hoy no me presento como profesional sino que vengo a contarles la historia de Teresa del Milagro.
Teresa del Milagro era una niña que vivía en la absoluta pobreza, en la Villa Itatí del conurbano bonaerense, junto con su madre y padrastro, ambos alcohólicos. Era violada y ultrajada por su padrastro, quien la embarazó a los catorce años. Su madre intentó por todos los medios practicarle un aborto, pero fue inútil. Teresa del Milagro se resistía. El embarazo avanzó y finalmente nació una niña, su nombre, Karina Estrella, quien hoy les cuenta esta historia.
Tal vez mi nombre pueda parecerles extraño, y sin embargo simboliza lo que fui para mi mamá biológica, una estrella. Una luz de esperanza que la ayudó, con el tiempo, a volver a apostar a la vida.
En un gran acto de amor me entregó en adopción a una familia maravillosa, mis padres -Alicia y Franklin- y mi hermano del corazón -Fran-, quienes me criaron, cuidaron y amaron inmensamente y forjaron la mujer que hoy soy. Me enseñaron, por sobre todo, a respetar y a amar a mi mamá biológica, a Teresa del Milagro.
De adulta decidí buscar a mi mamá biológica, ella había formado pareja pero, para el momento que la encontré, había fallecido. Su pareja, al verme, empalideció. Lloraba, y ante mi sorpresa me dijo: "Disculpáme, pero es que sos idéntica a tu mamá".
Y allí, ante aquel hombre comprendí que los niños fruto de una violación no tienen la cara del violador sino que tienen la cara del amor, y en mi caso, la cara de ella, mi madre biológica. Teresa del Milagro murió amándome, y su tragedia de abuso nunca sanó, por la ausencia de un Estado que la devolvió, luego de parirme, con su violador.
Habiendo escuchado esta historia los invito a todos ustedes, si alguien de esta sala se atreve a pararse, a levantar la mano y decirme: "Mi vida, Karina, vale más que la tuya; mi vida vale más que la tuya porque vos sos fruto de una violación". Cuidado: esa madre y ese bebé son las verdaderas víctimas del violador; hay que protegerlos y darles todo el amor y contención.
La adopción también es una buena alternativa en caso de que esa mamá no se sienta preparada para cuidar de ese bebé. Hay muchas personas que desean con todo su corazón, de verdad, adoptar un hijo. Mi madre biológica, diez años después de mi nacimiento cumplió con su gran sueño, tener otra beba mujer a la que llamó, nuevamente, Karina. Y eso comprueba que no hay nada más sanador que terminar una historia de dolor con amor, porque el aborto no es terminar con amor, es terminar con muerte, y esa mamá nunca, pero nunca en su vida se va a olvidar de ese hijo que mató. Nunca.
La despenalización del aborto le quita todo valor a la vida del ser humano, y su legalización supone que el Estado contribuya a la eliminación sistemática de inocentes.
Gracias a mi mamá biológica, y a mis padres del corazón, tengo una oportunidad para vivir y para vivir plenamente. Yo soy muy feliz. Soy esposa y madre de dos hermosos niños, Manuel y Martín, de cuatro y dos años.
Toda vida vale, y cada vida vale lo mismo. Y nadie, absolutamente nadie tiene derecho a decir que una vida vale menos que la otra, y mucho menos todavía, el fruto de una violación, porque ese bebé desconoce cómo fue engendrado. Si al violador, con suerte, se lo sentencia a quince años de cárcel, ¿por qué al bebé inocente se lo sentencia a muerte en cualquier etapa del embarazo?
A todos los argentinos les pregunto: ¿esta es la justicia social que pretendemos para nuestra Nación? En el aborto alguien muere, alguien no elije. Y por sobre todo, en el aborto legal el derecho a la vida no se respeta. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra Majo Poncino, estudiante de Ciencias Políticas, feminista, militante de Mujeres Evita y del colectivo Ni Una Menos de la provincia de Santa Fe.
SRA. PONCINO Señora presidenta: vivimos un momento histórico, ya que estamos discutiendo la legalización de la interrupción voluntaria legal del embarazo en el Congreso de la Nación, porque es una demanda activa del movimiento feminista; es el feminismo popular, una marea que transforma y atraviesa todo a su paso.
Sin embargo, el debate sobre un derecho se ha tornado en una discusión sobre el comienzo de la vida, corriendo el eje de la verdadera discusión.
La cuestión de fondo es: ¿la mujer que se hace un aborto debe ir presa? ¿Denunciarían a una amiga por hacerse un aborto para que la encierren en una cárcel? ¿Consideran que el deseo de no maternar es un delito?
Hoy el control sobre nuestro cuerpo, la decisión sobre cuándo un embarazo es viable o inviable la tiene el Estado, los médicos, los jueces, quienes despliegan su misoginia sin límites. El nudo es la vigencia del control de la expropiación de los cuerpos de las mujeres en el siglo XXI, concepción patriarcal que nos somete desde hace miles de años. No somos un envase contenedor de algo que le pertenece a la sociedad y que el Estado debe preservar.
A nivel mundial se usa el misoprostol para abortar; lo recomienda la OMS y la guía elaborada por el Ministerio de Salud para la aplicación del protocolo de interrupción legal del embarazo.
Sin embargo, al día de la fecha la ANMAT no autoriza su registro y circulación para la comercialización en la dosis requerida para interrumpir un embarazo. ¿En qué deriva esto? En el negocio de la prohibición. La clandestinidad del aborto hace que el único laboratorio que comercializa el oxaprost se aproveche e imponga un precio inaccesible y usurero.
El misoprostol recetado se vende en farmacias a 3.000 pesos aproximadamente, y hay casos de mujeres que pagaron hasta 7.000 pesos un blister por carecer de la firma médica. Asimismo, existen personas que en la desesperación compran, vía internet, pastillas de dudosa procedencia, y muchas veces resultan estafadas.
Por eso, exigimos la producción pública de misoprostol con el objetivo de proveer el acceso oportuno y eficaz a través del sistema de salud, así como también su inclusión en el Plan Médico Obligatorio.
Pese a la dificultad de tantos para inscribir esta práctica personal en lo político, el aborto existe y demanda políticas públicas de salud. No tengamos miedo. Lo personal es político. Nuestro dolor y sufrimiento, nuestras muertas por abortos clandestinos, son políticas.
Mientras no se garantice la educación sexual integral, mientras no se garantice la posibilidad de elegir antes de concebir, mientras no se pueda interrumpir un embarazo en condiciones dignas, persistirá esta desigualdad que produce violencia y muerte.
¿Piden números y estadísticas? Escuchen nuestras experiencias. Aun en la ilegalidad, las interrupciones voluntarias de embarazos ocurren. El aborto en condiciones seguras es un lujo, porque es un negocio; solo pueden acceder las que cuentan con altos ingresos. Por el contrario, las que no están en esa situación acuden a curanderas de barrio que usan perejil, o se someten a otras maniobras sumamente riesgosas y mueren.
Soy militante desde hace años y he pateado los barrios más pobres de mi provincia, Santa Fe. Me ha tocado acompañar a mujeres que se ponen en una situación de riesgo con tal de no vivir un embarazo no deseado.
Hoy vengo al Congreso yo, pero mi voz es plural. Somos muchas voces, de miles y miles de mujeres, pibas, lesbianas, trans, travestis, varones trans, cuerpos gestantes que exigimos el derecho al aborto.
Quiero hablar también en nombre de todas aquellas que ya no están. También hablo por nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Si hoy nosotras empezamos hablar y cuestionar, ¿saben todo lo que deben haber soportado ellas? Nuestro pasado es de dolor, pero nuestro presente es de victoria y libertad.
Hoy vengo al Congreso a plantear que nuestra capacidad de decisión sobre nuestros cuerpos, nuestra salud, nuestro goce, es un derecho humano básico y que la libertad de decidir no debe pagarse con la cárcel ni con la muerte.
Así y todo, más de una vez nos han gritado que nos embarazamos para cobrar un plan o que somos negras atorrantas con mil hijos, a la vez que nos niegan el derecho a decidir sobre nuestra maternidad y acceder a métodos anticonceptivos o somos sometidas a la violencia obstétrica con revictimizaciones y estigmatizaciones.
Esto se recrudece en el caso de las mujeres más humildes. Muchas hemos escuchado frases como "Si te gustó abrir las piernas, ahora bancate el embarazo", e incluso sabemos del caso de doctores que se han negado a la colocación de un DIU.
¿Son conscientes de los obstáculos que enfrentamos las mujeres solo en decidir nuestros métodos anticonceptivos? Concretamente, son tres. La primera barrera está en la violencia de género por parte de nuestras parejas íntimas, un problema que el Estado no busca prevenir o erradicar. Escuchamos mil maneras de sabotajes por parte de nuestras parejas al acceder a los anticonceptivos, como si cuidarse fuera sinónimo de infidelidad.
El segundo obstáculo está en la desinformación sobre métodos anticonceptivos, que hoy es política de Estado. La falta de información precisa, los obstáculos para acceder a la anticoncepción, la utilización incorrecta y las construcciones culturales negativas sobre el uso de preservativos en los hombres son moneda corriente.
La tercera barrera está en los altos costos de los métodos anticonceptivos y las falsas promesas de asistencia por parte de un gobierno que sigue ajustando en los bolsillos de los sectores más humildes para transferir a los que más tienen.
Los cuerpos de las mujeres son siempre un campo de batalla; cuerpos sobre los que otros pueden legislar, disponer, decidir y penalizar de acuerdo a sus creencias o intereses económicos.
La dominación masculina sobre la vida sexual y reproductiva de las mujeres es central. Si los hombres se embarazaran, ¿el aborto sería ilegal? ¿Qué pasaría si los legisladores, los juristas, los médicos, los padres se embarazaran? ¿Serían penalizados y estigmatizados social y moralmente de la misma manera? Si los varones se involucraran en la experiencia de aborto de sus compañeras, ¿las consecuencias para ellas serían las mismas?
Señores diputados y diputadas: venimos construyendo esta cuarta ola feminista con una fuerza transformadora. Este no es el mundo que queremos. Debemos caminar hacia una sociedad más integral e igualitaria donde podamos decidir sobre nuestros propios cuerpos y proyectos, donde podamos caminar solas y tranquilas sin que nadie nos diga nada, donde podamos vivir una vida libre de violencia machista.
Hoy este debate es una gran oportunidad de estar más cerca de una sociedad más justa. Lo que estamos discutiendo acá es justicia social. No es un capricho, sino una necesidad, un derecho.
No aceptamos más excusas ni trabas moralistas. Ustedes representan al pueblo y deben levantar las banderas sociales del tiempo que nos toca vivir. No podemos esperar mil años a que cambie el viento. Es así. El tiempo es ahora.
Ganamos en las calles, ganamos en los medios, ganamos en la cultura, ganamos en las universidades y vamos a ganar en el Congreso. Tienen la oportunidad histórica de saldar una de las deudas políticas más necesarias con las mujeres. Hoy más que nunca gritamos: ¡ni una menos por abortos clandestinos! ¡Aborto seguro, legal y gratuito! (Aplausos.)
Sin embargo, el debate sobre un derecho se ha tornado en una discusión sobre el comienzo de la vida, corriendo el eje de la verdadera discusión.
La cuestión de fondo es: ¿la mujer que se hace un aborto debe ir presa? ¿Denunciarían a una amiga por hacerse un aborto para que la encierren en una cárcel? ¿Consideran que el deseo de no maternar es un delito?
Hoy el control sobre nuestro cuerpo, la decisión sobre cuándo un embarazo es viable o inviable la tiene el Estado, los médicos, los jueces, quienes despliegan su misoginia sin límites. El nudo es la vigencia del control de la expropiación de los cuerpos de las mujeres en el siglo XXI, concepción patriarcal que nos somete desde hace miles de años. No somos un envase contenedor de algo que le pertenece a la sociedad y que el Estado debe preservar.
A nivel mundial se usa el misoprostol para abortar; lo recomienda la OMS y la guía elaborada por el Ministerio de Salud para la aplicación del protocolo de interrupción legal del embarazo.
Sin embargo, al día de la fecha la ANMAT no autoriza su registro y circulación para la comercialización en la dosis requerida para interrumpir un embarazo. ¿En qué deriva esto? En el negocio de la prohibición. La clandestinidad del aborto hace que el único laboratorio que comercializa el oxaprost se aproveche e imponga un precio inaccesible y usurero.
El misoprostol recetado se vende en farmacias a 3.000 pesos aproximadamente, y hay casos de mujeres que pagaron hasta 7.000 pesos un blister por carecer de la firma médica. Asimismo, existen personas que en la desesperación compran, vía internet, pastillas de dudosa procedencia, y muchas veces resultan estafadas.
Por eso, exigimos la producción pública de misoprostol con el objetivo de proveer el acceso oportuno y eficaz a través del sistema de salud, así como también su inclusión en el Plan Médico Obligatorio.
Pese a la dificultad de tantos para inscribir esta práctica personal en lo político, el aborto existe y demanda políticas públicas de salud. No tengamos miedo. Lo personal es político. Nuestro dolor y sufrimiento, nuestras muertas por abortos clandestinos, son políticas.
Mientras no se garantice la educación sexual integral, mientras no se garantice la posibilidad de elegir antes de concebir, mientras no se pueda interrumpir un embarazo en condiciones dignas, persistirá esta desigualdad que produce violencia y muerte.
¿Piden números y estadísticas? Escuchen nuestras experiencias. Aun en la ilegalidad, las interrupciones voluntarias de embarazos ocurren. El aborto en condiciones seguras es un lujo, porque es un negocio; solo pueden acceder las que cuentan con altos ingresos. Por el contrario, las que no están en esa situación acuden a curanderas de barrio que usan perejil, o se someten a otras maniobras sumamente riesgosas y mueren.
Soy militante desde hace años y he pateado los barrios más pobres de mi provincia, Santa Fe. Me ha tocado acompañar a mujeres que se ponen en una situación de riesgo con tal de no vivir un embarazo no deseado.
Hoy vengo al Congreso yo, pero mi voz es plural. Somos muchas voces, de miles y miles de mujeres, pibas, lesbianas, trans, travestis, varones trans, cuerpos gestantes que exigimos el derecho al aborto.
Quiero hablar también en nombre de todas aquellas que ya no están. También hablo por nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Si hoy nosotras empezamos hablar y cuestionar, ¿saben todo lo que deben haber soportado ellas? Nuestro pasado es de dolor, pero nuestro presente es de victoria y libertad.
Hoy vengo al Congreso a plantear que nuestra capacidad de decisión sobre nuestros cuerpos, nuestra salud, nuestro goce, es un derecho humano básico y que la libertad de decidir no debe pagarse con la cárcel ni con la muerte.
Así y todo, más de una vez nos han gritado que nos embarazamos para cobrar un plan o que somos negras atorrantas con mil hijos, a la vez que nos niegan el derecho a decidir sobre nuestra maternidad y acceder a métodos anticonceptivos o somos sometidas a la violencia obstétrica con revictimizaciones y estigmatizaciones.
Esto se recrudece en el caso de las mujeres más humildes. Muchas hemos escuchado frases como "Si te gustó abrir las piernas, ahora bancate el embarazo", e incluso sabemos del caso de doctores que se han negado a la colocación de un DIU.
¿Son conscientes de los obstáculos que enfrentamos las mujeres solo en decidir nuestros métodos anticonceptivos? Concretamente, son tres. La primera barrera está en la violencia de género por parte de nuestras parejas íntimas, un problema que el Estado no busca prevenir o erradicar. Escuchamos mil maneras de sabotajes por parte de nuestras parejas al acceder a los anticonceptivos, como si cuidarse fuera sinónimo de infidelidad.
El segundo obstáculo está en la desinformación sobre métodos anticonceptivos, que hoy es política de Estado. La falta de información precisa, los obstáculos para acceder a la anticoncepción, la utilización incorrecta y las construcciones culturales negativas sobre el uso de preservativos en los hombres son moneda corriente.
La tercera barrera está en los altos costos de los métodos anticonceptivos y las falsas promesas de asistencia por parte de un gobierno que sigue ajustando en los bolsillos de los sectores más humildes para transferir a los que más tienen.
Los cuerpos de las mujeres son siempre un campo de batalla; cuerpos sobre los que otros pueden legislar, disponer, decidir y penalizar de acuerdo a sus creencias o intereses económicos.
La dominación masculina sobre la vida sexual y reproductiva de las mujeres es central. Si los hombres se embarazaran, ¿el aborto sería ilegal? ¿Qué pasaría si los legisladores, los juristas, los médicos, los padres se embarazaran? ¿Serían penalizados y estigmatizados social y moralmente de la misma manera? Si los varones se involucraran en la experiencia de aborto de sus compañeras, ¿las consecuencias para ellas serían las mismas?
Señores diputados y diputadas: venimos construyendo esta cuarta ola feminista con una fuerza transformadora. Este no es el mundo que queremos. Debemos caminar hacia una sociedad más integral e igualitaria donde podamos decidir sobre nuestros propios cuerpos y proyectos, donde podamos caminar solas y tranquilas sin que nadie nos diga nada, donde podamos vivir una vida libre de violencia machista.
Hoy este debate es una gran oportunidad de estar más cerca de una sociedad más justa. Lo que estamos discutiendo acá es justicia social. No es un capricho, sino una necesidad, un derecho.
No aceptamos más excusas ni trabas moralistas. Ustedes representan al pueblo y deben levantar las banderas sociales del tiempo que nos toca vivir. No podemos esperar mil años a que cambie el viento. Es así. El tiempo es ahora.
Ganamos en las calles, ganamos en los medios, ganamos en la cultura, ganamos en las universidades y vamos a ganar en el Congreso. Tienen la oportunidad histórica de saldar una de las deudas políticas más necesarias con las mujeres. Hoy más que nunca gritamos: ¡ni una menos por abortos clandestinos! ¡Aborto seguro, legal y gratuito! (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra la señora Mercedes Figueroa, que es profesora y tiene una maestría en español con especialidad en educación integral de la sexualidad. También es vicepresidenta de la Associacao Filhos da Luz.
SRA. FIGUEROA Buenas tardes. Tengo formación en el área del lenguaje en educación integral de la sexualidad y una práctica o experiencia de diez años atendiendo a mujeres embarazadas en crisis. También atiendo a mujeres con stress post-traumático vinculado a un aborto.
Hoy vengo a hablarles desde la experiencia y la voz de esas mujeres que están pensando en abortar. En primer lugar quiero cuestionar el nombre que se le ha puesto a este proyecto, de "interrupción voluntaria del embarazo". ¿"Interrupción", cuando es algo que no se puede continuar? ¿"Embarazo" solo desde el enfoque de la mujer, invisibilizando al niño, que es el otro ser humano en cuestión? Y hablan de interrupción "voluntaria", cuando quienes atendemos a las mujeres que quieren abortar no escuchamos esa palabra. Acá no se trata de una cuestión de deseo o no deseo. Es muchísimo más complejo atender a cada una de ellas. Yo he atendido alrededor de 500 mujeres cara a cara, que abortaron y que pensaban en abortar.
Rosaly se había hecho dos fecundaciones in vitro para conseguir sus mellizas, y vino porque quería abortar. Pasó que su pareja decidió abandonarla para irse con otra, y los dos la presionaban para que aborte. ¿Y saben lo que ella decía? Decía lo siguiente: "Si él pagó para ponerlos, también tiene derecho a pagar para sacarlos". Gracias a que el aborto no está despenalizado en Brasil, Rosaly vino a un centro de orientación y apoyo para mujeres embarazadas y allí trabajamos su autoestima para que nunca más permita una violencia de ese tipo en su vida.
Otro caso es el de Lucy, que nos llamó desesperada desde un hotel porque su novio la había encerrado y no la iba a dejar salir hasta que no le mandara una filmación que probara que estaba tomando las pastillas abortivas. Les pregunto: ¿dónde estaba su "voluntad"?
También les puedo contar el caso de Paula, que nos dijo que si no abortaba la mataban. Su novio era el narco del barrio y le había dicho que no estaba dispuesto a pagar una pensión a cada uno de los hijos que tenía con las prostitutas que frecuentaba. Gracias a que Paula vino al centro de orientación y apoyo, la hicimos atravesar fronteras y hoy está muy bien, con su nueva vida y su hija. Si hubiera ido derecho a hacerse un aborto, el círculo de violencia se hubiera perpetuado.
La mayoría de las mujeres que he atendido, que no son pocas, vienen bajo presión. Muchas no sabían bien lo que hacían, y algunas después contaron que no eran conscientes. Reciben presiones de su pareja, de su jefe -que la amenaza diciéndole que no la va a ascender o que la va a despedir, si está en negro- y también de sus padres. Es terrible cómo algunos padres humillan a sus hijas. Muchas chicas nos vienen a decir: "si no aborto, me echan de mi casa", y lo más terrible es que efectivamente las echan.
Muchas veces colocan a las mujeres en una situación que las lleva a decir: "no sé qué voy a hacer". Esas mujeres necesitan realmente nuestro apoyo y que hagamos algo al respecto.
Pero les planteo lo siguiente. Si ellas me dicen: "yo aborto porque no me queda otra, porque no tengo otra opción", les pregunto: ¿qué tipo de libertad es esa, donde la mujer tiene derecho a decidir pero opciones tiene una? Si realmente no les ofrecemos un espacio donde puedan reflexionar y encontrar otras alternativas, es muy perverso decir que son libres, porque las estamos obligando a abortar.
En un centro de orientación y apoyo las mujeres son orientadas por profesionales. Allí identificamos el problema, que generalmente es anterior al embarazo, y pensamos soluciones o alternativas. Y la mujer es libre, porque puede ir cambiando de opinión y decidir si se queda con su tía, si va a un hogar, si tiene al bebé y se lo queda con ella, si lo tiene y prefiere entregarlo en adopción, etcétera. Cuando se le ofrece el aborto, no tiene opciones.
Hoy vengo a hablarles desde la experiencia y la voz de esas mujeres que están pensando en abortar. En primer lugar quiero cuestionar el nombre que se le ha puesto a este proyecto, de "interrupción voluntaria del embarazo". ¿"Interrupción", cuando es algo que no se puede continuar? ¿"Embarazo" solo desde el enfoque de la mujer, invisibilizando al niño, que es el otro ser humano en cuestión? Y hablan de interrupción "voluntaria", cuando quienes atendemos a las mujeres que quieren abortar no escuchamos esa palabra. Acá no se trata de una cuestión de deseo o no deseo. Es muchísimo más complejo atender a cada una de ellas. Yo he atendido alrededor de 500 mujeres cara a cara, que abortaron y que pensaban en abortar.
Rosaly se había hecho dos fecundaciones in vitro para conseguir sus mellizas, y vino porque quería abortar. Pasó que su pareja decidió abandonarla para irse con otra, y los dos la presionaban para que aborte. ¿Y saben lo que ella decía? Decía lo siguiente: "Si él pagó para ponerlos, también tiene derecho a pagar para sacarlos". Gracias a que el aborto no está despenalizado en Brasil, Rosaly vino a un centro de orientación y apoyo para mujeres embarazadas y allí trabajamos su autoestima para que nunca más permita una violencia de ese tipo en su vida.
Otro caso es el de Lucy, que nos llamó desesperada desde un hotel porque su novio la había encerrado y no la iba a dejar salir hasta que no le mandara una filmación que probara que estaba tomando las pastillas abortivas. Les pregunto: ¿dónde estaba su "voluntad"?
También les puedo contar el caso de Paula, que nos dijo que si no abortaba la mataban. Su novio era el narco del barrio y le había dicho que no estaba dispuesto a pagar una pensión a cada uno de los hijos que tenía con las prostitutas que frecuentaba. Gracias a que Paula vino al centro de orientación y apoyo, la hicimos atravesar fronteras y hoy está muy bien, con su nueva vida y su hija. Si hubiera ido derecho a hacerse un aborto, el círculo de violencia se hubiera perpetuado.
La mayoría de las mujeres que he atendido, que no son pocas, vienen bajo presión. Muchas no sabían bien lo que hacían, y algunas después contaron que no eran conscientes. Reciben presiones de su pareja, de su jefe -que la amenaza diciéndole que no la va a ascender o que la va a despedir, si está en negro- y también de sus padres. Es terrible cómo algunos padres humillan a sus hijas. Muchas chicas nos vienen a decir: "si no aborto, me echan de mi casa", y lo más terrible es que efectivamente las echan.
Muchas veces colocan a las mujeres en una situación que las lleva a decir: "no sé qué voy a hacer". Esas mujeres necesitan realmente nuestro apoyo y que hagamos algo al respecto.
Pero les planteo lo siguiente. Si ellas me dicen: "yo aborto porque no me queda otra, porque no tengo otra opción", les pregunto: ¿qué tipo de libertad es esa, donde la mujer tiene derecho a decidir pero opciones tiene una? Si realmente no les ofrecemos un espacio donde puedan reflexionar y encontrar otras alternativas, es muy perverso decir que son libres, porque las estamos obligando a abortar.
En un centro de orientación y apoyo las mujeres son orientadas por profesionales. Allí identificamos el problema, que generalmente es anterior al embarazo, y pensamos soluciones o alternativas. Y la mujer es libre, porque puede ir cambiando de opinión y decidir si se queda con su tía, si va a un hogar, si tiene al bebé y se lo queda con ella, si lo tiene y prefiere entregarlo en adopción, etcétera. Cuando se le ofrece el aborto, no tiene opciones.
Ocupa la Presidencia el presidente de la Comisión de Legislación General, doctor Daniel Lipovetzky.
SRA. FIGUEROA Aquellas que se terminaron sometiendo a un aborto nos dijeron que el aborto "las esclavizó" -ellas mismas lo definieron así-, porque ya no hay vuelta atrás. Cuando tuvieron un despertar de conciencia se dieron cuenta de la humanidad de ese hijo y de que un hijo muerto ya no puede volver. La ciencia dice que ese ser es único e irrepetible y que no va a volver en otro embarazo, y cuando la mujer cae en la cuenta de esto, es muy traumático.
Existen muchas situaciones: en algunos casos, la mujer puede tener un despertar de conciencia inmediato, y en otros, puede tenerlo muchos años después.
Mariana, de 20 años de edad, que se había realizado dos abortos, tuvo su despertar de conciencia cuando el médico le dijo que no podía tener más hijos. Ahí ella se dio cuenta y dijo: "Yo tuve dos hijos y los maté."
Es muy cruel cuando ellas nos dicen: "Es que mi conciencia estaba como anestesiada, como dormida, o reprimida". Por eso les pido que tengan cuidado con ese lenguaje -que anestesia la conciencia- que llama "producto del embarazo" a lo que por ley y por la Constitución Nacional se denomina "niño desde el momento de su concepción".
Les cuento otro caso. Aline nos llamó desesperada luego de haberse sometido a un aborto con pastillas, que les aclaro que no es nada agradable y bien traumático, porque durante horas la mujer sufre dolores de parto, sangrado y hasta fiebre. Ella no vio salir a un "productito" sino que vio salir a su bebé de 11 semanas, enterito y con los últimos movimientos. Nos llamó y nos pedía a los gritos que la ayudáramos a salvarlo. Y me decía: "Yo no sabía, a mí nadie me avisó. Si hubiera sabido que esto era así, no lo hacía." En el caso de ella, con una ecografía se hubiera solucionado el tema, porque no tenía grandes problemas. Si se hubiera hecho una ecografía, habría escuchado los latidos del corazón de su bebé.
Algunos protocolos de aborto legal dicen que realizarles una ecografía y hacerles escuchar los latidos del corazón del bebé puede traumarlas. ¿Y creen que no es traumático para la mujer descubrir que la decisión no era ser o no ser madre? La decisión era qué hacer con ese hijo "que ya tenían". La decisión era ser madre de un niño vivo o de un niño muerto.
Entonces, ¿por qué utilizar la palabra "voluntaria" si la mayoría lo hace bajo presión y otras no sabían lo que hacían? Y encima se utiliza un lenguaje que no les permite ser conscientes de lo que están haciendo.
Les pido que tengan cuidado para que no les pase lo mismo a ustedes. No se sientan obligados. No crean que el aborto es la única opción. Cuidado con ese lenguaje que anestesia las conciencias.
¿Cómo negar el sufrimiento de esas mujeres si nosotras las atendemos? Una embarazada en crisis necesita un espacio donde se la escuche y se la acompañe durante un proceso -no simplemente haciendo dos o tres entrevistas- para poder identificar el problema y generar los cambios necesarios -en educación, entre otros- para que esa mujer se supere y nunca más repita esa situación. Esto es lo que hacemos en los centros de orientación y apoyo en caso de embarazos en crisis.
Tenemos dos opciones: o las abandonamos con su problema en "centros de muerte legalizada", o las acogemos en un centro de orientación y apoyo donde realmente nos importe su situación y la vida de los dos.
Sí hay otra opción, pero esto depende de la sociedad que queramos construir. (Aplausos.)
Existen muchas situaciones: en algunos casos, la mujer puede tener un despertar de conciencia inmediato, y en otros, puede tenerlo muchos años después.
Mariana, de 20 años de edad, que se había realizado dos abortos, tuvo su despertar de conciencia cuando el médico le dijo que no podía tener más hijos. Ahí ella se dio cuenta y dijo: "Yo tuve dos hijos y los maté."
Es muy cruel cuando ellas nos dicen: "Es que mi conciencia estaba como anestesiada, como dormida, o reprimida". Por eso les pido que tengan cuidado con ese lenguaje -que anestesia la conciencia- que llama "producto del embarazo" a lo que por ley y por la Constitución Nacional se denomina "niño desde el momento de su concepción".
Les cuento otro caso. Aline nos llamó desesperada luego de haberse sometido a un aborto con pastillas, que les aclaro que no es nada agradable y bien traumático, porque durante horas la mujer sufre dolores de parto, sangrado y hasta fiebre. Ella no vio salir a un "productito" sino que vio salir a su bebé de 11 semanas, enterito y con los últimos movimientos. Nos llamó y nos pedía a los gritos que la ayudáramos a salvarlo. Y me decía: "Yo no sabía, a mí nadie me avisó. Si hubiera sabido que esto era así, no lo hacía." En el caso de ella, con una ecografía se hubiera solucionado el tema, porque no tenía grandes problemas. Si se hubiera hecho una ecografía, habría escuchado los latidos del corazón de su bebé.
Algunos protocolos de aborto legal dicen que realizarles una ecografía y hacerles escuchar los latidos del corazón del bebé puede traumarlas. ¿Y creen que no es traumático para la mujer descubrir que la decisión no era ser o no ser madre? La decisión era qué hacer con ese hijo "que ya tenían". La decisión era ser madre de un niño vivo o de un niño muerto.
Entonces, ¿por qué utilizar la palabra "voluntaria" si la mayoría lo hace bajo presión y otras no sabían lo que hacían? Y encima se utiliza un lenguaje que no les permite ser conscientes de lo que están haciendo.
Les pido que tengan cuidado para que no les pase lo mismo a ustedes. No se sientan obligados. No crean que el aborto es la única opción. Cuidado con ese lenguaje que anestesia las conciencias.
¿Cómo negar el sufrimiento de esas mujeres si nosotras las atendemos? Una embarazada en crisis necesita un espacio donde se la escuche y se la acompañe durante un proceso -no simplemente haciendo dos o tres entrevistas- para poder identificar el problema y generar los cambios necesarios -en educación, entre otros- para que esa mujer se supere y nunca más repita esa situación. Esto es lo que hacemos en los centros de orientación y apoyo en caso de embarazos en crisis.
Tenemos dos opciones: o las abandonamos con su problema en "centros de muerte legalizada", o las acogemos en un centro de orientación y apoyo donde realmente nos importe su situación y la vida de los dos.
Sí hay otra opción, pero esto depende de la sociedad que queramos construir. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la doctora Marcela Rodríguez, quien fue diputada nacional durante el período 2001-2013 y cuenta con un Máster en Derecho de la Universidad de Yale.
SRA. RODRÍGUEZ Señor presidente: antes de comenzar mi exposición quiero aclarar que en este momento soy la coordinadora del Programa de Patrocinio a Víctimas de Trata de Personas de la Defensoría General de la Nación, de modo que hablaré en términos personales en tal carácter, lo cual no implica la representación de la opinión de la institución ni de la defensora general.
La penalización del aborto es una cuestión de discriminación sexual. El delito tipificado en el artículo 88 del Código Penal es el único que solo penaliza a las mujeres. Solo las mujeres podemos ser autoras. ¿Qué pensaríamos si un delito solo pudiera tipificar como autores a las personas negras o a personas de un grupo históricamente discriminado?
Es la biología la que determina que solo las mujeres podamos quedar embarazadas, pero son las leyes las que de hecho prescriben sus consecuencias legales y sociales.
El debate acerca del aborto se ha centrado en separar el control sobre la sexualidad del control sobre la reproducción, y en separar a ambos del género y de las opciones de vida de varones, mujeres y personas trans. No se ha considerado parte de la problemática social y política de la desigualdad de los sexos, pese a constituir una experiencia única de las mujeres.
Siguiendo el Factum del Fondo Legal y Social de las Mujeres en el caso "Borowski vs. Canadá", el contexto social de la discriminación contra las mujeres nos ha negado el uso sexual y reproductivo de nuestros cuerpos y nos ha asignado las consecuencias de la reproducción.
Así, las mujeres hemos sido privadas históricamente del control del acceso sexual a nuestros cuerpos por motivos tales como las enseñanzas sociales, la falta de información, la privación del uso adecuado o seguro de la tecnología anticonceptiva, la presión social, las costumbres, la dependencia económica forzada, la pobreza, la violencia sexual y la falta o la ineficaz aplicación en contra de esa violencia.
Como resultado, a menudo las mujeres no controlamos las circunstancias bajo las cuales quedamos embarazadas.
También bajo condiciones de desigualdad sexual, a las mujeres se nos ha asignado la responsabilidad primaria del cuidado de hijos e hijas, ya sea por los mandatos sociales o las circunstancias económicas, entre otras.
Las mujeres no controlamos las circunstancias bajo las cuales se crían hijos e hijas, ni tampoco los impactos que estas condiciones tienen en nuestros planes de vida. Así también se limitan nuestras posibilidades de desarrollo, de empleo, de libre elección y materialización de planes de vida como consecuencia de los deberes de este cuidado y crianza. Más aun, debemos afrontar restricciones mayores porque los recursos de la sociedad no están destinados a lo que se considera un rol propio de las mujeres.
La maternidad forzada afecta todas las áreas de vida de las mujeres y el ejercicio de nuestros derechos en condiciones de igualdad. A lo largo de la historia, un gran porcentaje de mujeres han sido madres sin tener otra opción verdadera. Cuando se priva a las mujeres de la posibilidad de decidir autónomamente sobre nuestras vidas sexuales y reproductivas se nos confina a un estatus de ciudadanas de segunda clase. No hay comparación en la vida de los varones de lo que implica el rol de las mujeres en la reproducción. Solo las mujeres -nunca los hombres- quedamos embarazadas y experimentamos, directa e indirectamente, las ramificaciones físicas, psicológicas, sociales y económicas del embarazo. Los varones como grupo no sufren desventajas por sus capacidades reproductivas, ni la sociedad les exige que dediquen sus vidas al cuidado y crianza de sus hijas e hijos y abandonen o releguen otros objetivos vitales.
La autonomía o la libre determinación de las mujeres es violada por la penalización del aborto de una forma que los varones nunca han padecido. Mientras tanto, sabemos que muchos varones de doble discurso -entre ellos, jueces, diputados y personas que están en lugares públicos o lugares de decisión- han pagado los abortos de sus hijas, de sus esposas o de sus amantes. (Aplausos.) Incluso algunos de ellos van a prostíbulos y dejan embarazas a mujeres, mujeres que son explotadas sexualmente y luego son forzadas a abortar, incluso a los golpes. Hay muchos casos de estos. Sin embargo, nadie se preocupa por ellas.
No existen otros ejemplos semejantes a la penalización del aborto en los cuales el Estado y el derecho toleren la apropiación del cuerpo y de la vida de una persona para ponerla como medio al servicio de otro objetivo. Una vez más se usa el cuerpo de las mujeres, tal como lo hace un Estado proxeneta. Imponer a las mujeres consecuencias penales que los varones no sufren sostiene y consolida pautas históricas y sistemáticas de discriminación al reforzar los estereotipos tradicionales del rol de la mujer como una función de destino biológico en lugar de una elección personal.
La maternidad forzada debe ser claramente entendida como discriminación sexual. Por eso, una interpretación integral -no de una cláusula- de la reforma constitucional de 1994 no solo admite sino que requiere la legalización del aborto. La reforma de 1994 cambió el paradigma de la igualdad formal a la igualdad sustantiva.
La legalización del aborto es necesaria para revertir la discriminación de las mujeres y evitar que se nos impongan planes de vida en los cuales los cursos de acción están predeterminados y fuera de nuestro control.
Como dicen las compañeras en todo el mundo, Time is up. Se acabó el tiempo de la penalización del aborto. Aborto legal, seguro y gratuito ya. Aborto ilegal nunca más. (Aplausos.)
La penalización del aborto es una cuestión de discriminación sexual. El delito tipificado en el artículo 88 del Código Penal es el único que solo penaliza a las mujeres. Solo las mujeres podemos ser autoras. ¿Qué pensaríamos si un delito solo pudiera tipificar como autores a las personas negras o a personas de un grupo históricamente discriminado?
Es la biología la que determina que solo las mujeres podamos quedar embarazadas, pero son las leyes las que de hecho prescriben sus consecuencias legales y sociales.
El debate acerca del aborto se ha centrado en separar el control sobre la sexualidad del control sobre la reproducción, y en separar a ambos del género y de las opciones de vida de varones, mujeres y personas trans. No se ha considerado parte de la problemática social y política de la desigualdad de los sexos, pese a constituir una experiencia única de las mujeres.
Siguiendo el Factum del Fondo Legal y Social de las Mujeres en el caso "Borowski vs. Canadá", el contexto social de la discriminación contra las mujeres nos ha negado el uso sexual y reproductivo de nuestros cuerpos y nos ha asignado las consecuencias de la reproducción.
Así, las mujeres hemos sido privadas históricamente del control del acceso sexual a nuestros cuerpos por motivos tales como las enseñanzas sociales, la falta de información, la privación del uso adecuado o seguro de la tecnología anticonceptiva, la presión social, las costumbres, la dependencia económica forzada, la pobreza, la violencia sexual y la falta o la ineficaz aplicación en contra de esa violencia.
Como resultado, a menudo las mujeres no controlamos las circunstancias bajo las cuales quedamos embarazadas.
También bajo condiciones de desigualdad sexual, a las mujeres se nos ha asignado la responsabilidad primaria del cuidado de hijos e hijas, ya sea por los mandatos sociales o las circunstancias económicas, entre otras.
Las mujeres no controlamos las circunstancias bajo las cuales se crían hijos e hijas, ni tampoco los impactos que estas condiciones tienen en nuestros planes de vida. Así también se limitan nuestras posibilidades de desarrollo, de empleo, de libre elección y materialización de planes de vida como consecuencia de los deberes de este cuidado y crianza. Más aun, debemos afrontar restricciones mayores porque los recursos de la sociedad no están destinados a lo que se considera un rol propio de las mujeres.
La maternidad forzada afecta todas las áreas de vida de las mujeres y el ejercicio de nuestros derechos en condiciones de igualdad. A lo largo de la historia, un gran porcentaje de mujeres han sido madres sin tener otra opción verdadera. Cuando se priva a las mujeres de la posibilidad de decidir autónomamente sobre nuestras vidas sexuales y reproductivas se nos confina a un estatus de ciudadanas de segunda clase. No hay comparación en la vida de los varones de lo que implica el rol de las mujeres en la reproducción. Solo las mujeres -nunca los hombres- quedamos embarazadas y experimentamos, directa e indirectamente, las ramificaciones físicas, psicológicas, sociales y económicas del embarazo. Los varones como grupo no sufren desventajas por sus capacidades reproductivas, ni la sociedad les exige que dediquen sus vidas al cuidado y crianza de sus hijas e hijos y abandonen o releguen otros objetivos vitales.
La autonomía o la libre determinación de las mujeres es violada por la penalización del aborto de una forma que los varones nunca han padecido. Mientras tanto, sabemos que muchos varones de doble discurso -entre ellos, jueces, diputados y personas que están en lugares públicos o lugares de decisión- han pagado los abortos de sus hijas, de sus esposas o de sus amantes. (Aplausos.) Incluso algunos de ellos van a prostíbulos y dejan embarazas a mujeres, mujeres que son explotadas sexualmente y luego son forzadas a abortar, incluso a los golpes. Hay muchos casos de estos. Sin embargo, nadie se preocupa por ellas.
No existen otros ejemplos semejantes a la penalización del aborto en los cuales el Estado y el derecho toleren la apropiación del cuerpo y de la vida de una persona para ponerla como medio al servicio de otro objetivo. Una vez más se usa el cuerpo de las mujeres, tal como lo hace un Estado proxeneta. Imponer a las mujeres consecuencias penales que los varones no sufren sostiene y consolida pautas históricas y sistemáticas de discriminación al reforzar los estereotipos tradicionales del rol de la mujer como una función de destino biológico en lugar de una elección personal.
La maternidad forzada debe ser claramente entendida como discriminación sexual. Por eso, una interpretación integral -no de una cláusula- de la reforma constitucional de 1994 no solo admite sino que requiere la legalización del aborto. La reforma de 1994 cambió el paradigma de la igualdad formal a la igualdad sustantiva.
La legalización del aborto es necesaria para revertir la discriminación de las mujeres y evitar que se nos impongan planes de vida en los cuales los cursos de acción están predeterminados y fuera de nuestro control.
Como dicen las compañeras en todo el mundo, Time is up. Se acabó el tiempo de la penalización del aborto. Aborto legal, seguro y gratuito ya. Aborto ilegal nunca más. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el doctor Fernando Toller, profesor visitante de derechos humanos de la Universidad de Oxford y profesor investigador de la universidad de Standford.
SR. TOLLER Muchas gracias, señor presidente y señores diputados, por permitirnos exponer en este plenario de comisiones con relación a los proyectos sobre interrupción voluntaria del embarazo.
Les cuento que Desmond Doss fue un soldado que entró en la historia grande de la Segunda Guerra Mundial al convertirse en el primer objetor de conciencia en obtener una medalla de honor por su heroísmo en combate. Lo que hizo fue salvar a más de un centenar de soldados de una muerte segura, en especial en Okinawa, donde fueron más de 75. En el ejército estadounidense lo quisieron expulsar, lo metieron preso, estuvo detenido y sufrió vejaciones. Qué anacrónica y cerril parece ahora la negativa a su objeción de conciencia, ante la defensa de su dignidad.
Por eso, entre las varias cuestiones que estos proyectos suscitan me voy a referir específicamente a la objeción de conciencia de la persona individual y agrupada.
Se trata de una seria vulneración que contienen estos proyectos al derecho de asociación libre y a las libertades de pensamiento, conciencia y religión, que han fundado los constitucionalismos de hace trescientos años, imponiendo muy graves obligaciones que para muchos son absolutamente inaceptables.
Básicamente, la objeción de conciencia consiste en el derecho a no realizar acciones que afectan seriamente a la propia conciencia personal y agrupada, que es el derecho a no realizar acciones que están en contra de un ideario fundacional. En efecto, en algunos de estos proyectos no se prevé ninguna posibilidad de objeción, ni de personas ni de instituciones. En otros, directamente se la coarta y altera, violando el artículo 28 de la Constitución Nacional. En otros, directamente se prohíbe el ejercicio de la objeción de conciencia, se prohíbe el derecho a resguardar la autonomía moral del individuo, que es el recinto último -decía Kant- de la persona individual y asociada. Se lo prohíbe con amenazas penales de hasta cuatro años de prisión para los médicos, ocho años de inhabilitación para ejercicio de la profesión médica y la clausura del establecimiento de salud.
Los profesionales y el personal involucrado tienen una dignidad personal que los hace merecedores de respeto y consideración, sea individualmente o de manera colectiva. Se trata de esa autonomía -como dije- que Kant valoraba como la esencia de la dignidad. Esa autonomía no puede quedar relegada al ámbito privadísimo y devenir en un elemento incapacitante de capitis diminutio para participar como ciudadano en la vida común.
No pueden ser discriminados los que piensan de un modo particular, sea esto de raíz ética o religiosa, y menos aún deben ser sancionados. Hace temblar el edificio constitucional el hecho de que estas personas puedan ser sancionadas penalmente por obrar como piensan. Estas personas han prestado juramento hipocrático, que desde 1948 dice: "Incluso bajo amenaza, no usaré mis conocimientos médicos en contra de las leyes de la humanidad."
La objeción de conciencia, por lo tanto, debe ser protegida de manera individual y también cuando las personas humanas forman una persona colectiva. Ocurre que hoy en día la complejidad del sistema médico hace que muchas prestaciones de salud sean imposibles de dar por un médico en soledad sin la estructura de un centro médico. Cuando esto sucede, lo frecuente es que los médicos se asocien y que los derechos humanos y libertades que posee cada uno individualmente se expandan y se transfieran a la persona colectiva que forma el ejercicio del derecho a asociarse.
Las personas morales no son paredes ni techos. Detrás de la organización colectiva hay personas humanas que sienten, quieren, deciden, aman y sueñan. Muchas de estas personas -y en esto conviene ser muy claro en este recinto de la Honorable Cámara de Diputados- están dispuestas a dar con sus huesos en la cárcel para no traicionar sus convicciones más profundas.
La necesidad de proteger a esas personas humanas que están detrás de toda institución se ha venido subrayando en el sistema interamericano de derechos humanos en los últimos años. Por ejemplo, en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Gómez Vargas y el caso Granier; tres años después, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el mismo caso Granier; y en la opinión consultiva 22 del año pasado.
Dicen todas estas decisiones que el agravio a los derechos humanos que está en una persona colectica se produce por conexidad, porque la violación se dirige directamente a impactar en la persona jurídica. Pero impacta con igual fuerza sobre las personas humanas que están atrás, violentando así sus derechos humanos. Por eso la opinión consultiva 22 de la Corte Interamericana ha receptado la posibilidad de tutelar a las personas humanas cuando el agravio de los gobiernos ha ido directamente sobre las personas jurídicas. Se incluyen aquí miembros de sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación, organizaciones de base, ONG, comunidades indígenas, etcétera.
Esta objeción de conciencia se basa en muchos y diversos derechos constitucionales y humanos que están titularizados por los miembros de las instituciones y la propia institución.
En primer lugar, el pensamiento a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, ejercida individual y colectivamente, como consagra la Convención Americana de Derechos Humanos, en privado y en el ámbito público. Lógicamente estas libertades tienen por consecuencia la objeción de conciencia. A estas libertades se agregan los derechos de libre asociación con fines ideológicos, religiosos, laborales y de cualquier índole, derecho al trabajo, a condiciones equitativas de labor, al libre ejercicio de la profesión, a brindar informaciones y a la libre opinión, a la igualdad y a no ser discriminado por pensamientos y creencias, etcétera. Todos estos derechos están consagrados en la Constitución y en los tratados internacionales.
A la luz de lo anterior, quiero subrayar que en la base misma de los ideales de libertad que han inspirado siempre al constitucionalismo en trescientos años nadie puede ser sancionado por sus pensamientos, nadie puede ser sancionado por el delito de opinión ni obligado por la ley a realizar algo, solo o asociado, que ofende su voluntad cuando de tal omisión no se deriva un daño directo para terceros no evitable por otros medios.
Hago votos para que este Congreso respete los derechos consagrados en normas superiores. Pero en el supuesto de que se apruebe alguno de los proyectos presentados, sugiero que se incluya un artículo que he redactado sobre la objeción de conciencia de personas e instituciones. En un texto más amplio con estas ideas, les haré llegar la redacción de esa norma que propongo.
Hay muchos Okinawas en los hospitales de nuestro país, donde se libran batallas de vida y muerte cada día. Hay más de 10.000 actos médicos y el aborto es solo uno. ¿El Congreso va a dictar una ley según la cual puede ser expulsado de la profesión un médico por negarse a hacer una acción en 10.000? ¿Y las más de 9.000 acciones restantes? ¿Qué pasará con las personas que salvan y curan? ¿Cuántas vidas podrían dejar de salvar?
Muchos de ellos construyen hospitales, organizan servicios, tratan de paliar y de curar. Los hospitales surgieron en la historia por inspiración religiosa. ¿Se van a cerrar los sanatorios u hospitales pensando que solo son paredes que no piensan?
¿En un país donde hay tanta gente que muere por falta de atención médica adecuada nos vamos a privar como Nación de todo ese poder de curar simplemente porque un médico no quiere realizar ese acto -que es uno en 10.000- para no violentar su conciencia?
Hemos abolido la obediencia debida. El Ejército Rojo la abolió hace veinte años; el Tribunal Constitucional alemán la declaró ilegítima en los Guardianes del Muro, ratificado por la Corte Europea de Derechos Humanos; en Argentina, tanto el Congreso como la Corte han considerado nula e inconstitucional dicha norma. ¿Y ahora vamos a resucitar esa momia jurídica de la obediencia debida instaurándola de modo general para que nadie pueda tener objeción de conciencia para no realizar acciones que considera contrarias a las leyes de la humanidad?
No creo que los diputados quieran instaurar el pensamiento único y los delitos de pensamiento y de opinión, algo propio de estados absolutistas. Tácito, criticando la Ley Papia Poppaea hace dos mil años decía lo siguiente: "Antes sufríamos por nuestros delitos, ahora sufrimos por nuestras leyes". Espero que no nos pase esto y que tengamos un país donde podamos asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para todos los hombres del mundo. (Aplausos.)
Les cuento que Desmond Doss fue un soldado que entró en la historia grande de la Segunda Guerra Mundial al convertirse en el primer objetor de conciencia en obtener una medalla de honor por su heroísmo en combate. Lo que hizo fue salvar a más de un centenar de soldados de una muerte segura, en especial en Okinawa, donde fueron más de 75. En el ejército estadounidense lo quisieron expulsar, lo metieron preso, estuvo detenido y sufrió vejaciones. Qué anacrónica y cerril parece ahora la negativa a su objeción de conciencia, ante la defensa de su dignidad.
Por eso, entre las varias cuestiones que estos proyectos suscitan me voy a referir específicamente a la objeción de conciencia de la persona individual y agrupada.
Se trata de una seria vulneración que contienen estos proyectos al derecho de asociación libre y a las libertades de pensamiento, conciencia y religión, que han fundado los constitucionalismos de hace trescientos años, imponiendo muy graves obligaciones que para muchos son absolutamente inaceptables.
Básicamente, la objeción de conciencia consiste en el derecho a no realizar acciones que afectan seriamente a la propia conciencia personal y agrupada, que es el derecho a no realizar acciones que están en contra de un ideario fundacional. En efecto, en algunos de estos proyectos no se prevé ninguna posibilidad de objeción, ni de personas ni de instituciones. En otros, directamente se la coarta y altera, violando el artículo 28 de la Constitución Nacional. En otros, directamente se prohíbe el ejercicio de la objeción de conciencia, se prohíbe el derecho a resguardar la autonomía moral del individuo, que es el recinto último -decía Kant- de la persona individual y asociada. Se lo prohíbe con amenazas penales de hasta cuatro años de prisión para los médicos, ocho años de inhabilitación para ejercicio de la profesión médica y la clausura del establecimiento de salud.
Los profesionales y el personal involucrado tienen una dignidad personal que los hace merecedores de respeto y consideración, sea individualmente o de manera colectiva. Se trata de esa autonomía -como dije- que Kant valoraba como la esencia de la dignidad. Esa autonomía no puede quedar relegada al ámbito privadísimo y devenir en un elemento incapacitante de capitis diminutio para participar como ciudadano en la vida común.
No pueden ser discriminados los que piensan de un modo particular, sea esto de raíz ética o religiosa, y menos aún deben ser sancionados. Hace temblar el edificio constitucional el hecho de que estas personas puedan ser sancionadas penalmente por obrar como piensan. Estas personas han prestado juramento hipocrático, que desde 1948 dice: "Incluso bajo amenaza, no usaré mis conocimientos médicos en contra de las leyes de la humanidad."
La objeción de conciencia, por lo tanto, debe ser protegida de manera individual y también cuando las personas humanas forman una persona colectiva. Ocurre que hoy en día la complejidad del sistema médico hace que muchas prestaciones de salud sean imposibles de dar por un médico en soledad sin la estructura de un centro médico. Cuando esto sucede, lo frecuente es que los médicos se asocien y que los derechos humanos y libertades que posee cada uno individualmente se expandan y se transfieran a la persona colectiva que forma el ejercicio del derecho a asociarse.
Las personas morales no son paredes ni techos. Detrás de la organización colectiva hay personas humanas que sienten, quieren, deciden, aman y sueñan. Muchas de estas personas -y en esto conviene ser muy claro en este recinto de la Honorable Cámara de Diputados- están dispuestas a dar con sus huesos en la cárcel para no traicionar sus convicciones más profundas.
La necesidad de proteger a esas personas humanas que están detrás de toda institución se ha venido subrayando en el sistema interamericano de derechos humanos en los últimos años. Por ejemplo, en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Gómez Vargas y el caso Granier; tres años después, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el mismo caso Granier; y en la opinión consultiva 22 del año pasado.
Dicen todas estas decisiones que el agravio a los derechos humanos que está en una persona colectica se produce por conexidad, porque la violación se dirige directamente a impactar en la persona jurídica. Pero impacta con igual fuerza sobre las personas humanas que están atrás, violentando así sus derechos humanos. Por eso la opinión consultiva 22 de la Corte Interamericana ha receptado la posibilidad de tutelar a las personas humanas cuando el agravio de los gobiernos ha ido directamente sobre las personas jurídicas. Se incluyen aquí miembros de sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación, organizaciones de base, ONG, comunidades indígenas, etcétera.
Esta objeción de conciencia se basa en muchos y diversos derechos constitucionales y humanos que están titularizados por los miembros de las instituciones y la propia institución.
En primer lugar, el pensamiento a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, ejercida individual y colectivamente, como consagra la Convención Americana de Derechos Humanos, en privado y en el ámbito público. Lógicamente estas libertades tienen por consecuencia la objeción de conciencia. A estas libertades se agregan los derechos de libre asociación con fines ideológicos, religiosos, laborales y de cualquier índole, derecho al trabajo, a condiciones equitativas de labor, al libre ejercicio de la profesión, a brindar informaciones y a la libre opinión, a la igualdad y a no ser discriminado por pensamientos y creencias, etcétera. Todos estos derechos están consagrados en la Constitución y en los tratados internacionales.
A la luz de lo anterior, quiero subrayar que en la base misma de los ideales de libertad que han inspirado siempre al constitucionalismo en trescientos años nadie puede ser sancionado por sus pensamientos, nadie puede ser sancionado por el delito de opinión ni obligado por la ley a realizar algo, solo o asociado, que ofende su voluntad cuando de tal omisión no se deriva un daño directo para terceros no evitable por otros medios.
Hago votos para que este Congreso respete los derechos consagrados en normas superiores. Pero en el supuesto de que se apruebe alguno de los proyectos presentados, sugiero que se incluya un artículo que he redactado sobre la objeción de conciencia de personas e instituciones. En un texto más amplio con estas ideas, les haré llegar la redacción de esa norma que propongo.
Hay muchos Okinawas en los hospitales de nuestro país, donde se libran batallas de vida y muerte cada día. Hay más de 10.000 actos médicos y el aborto es solo uno. ¿El Congreso va a dictar una ley según la cual puede ser expulsado de la profesión un médico por negarse a hacer una acción en 10.000? ¿Y las más de 9.000 acciones restantes? ¿Qué pasará con las personas que salvan y curan? ¿Cuántas vidas podrían dejar de salvar?
Muchos de ellos construyen hospitales, organizan servicios, tratan de paliar y de curar. Los hospitales surgieron en la historia por inspiración religiosa. ¿Se van a cerrar los sanatorios u hospitales pensando que solo son paredes que no piensan?
¿En un país donde hay tanta gente que muere por falta de atención médica adecuada nos vamos a privar como Nación de todo ese poder de curar simplemente porque un médico no quiere realizar ese acto -que es uno en 10.000- para no violentar su conciencia?
Hemos abolido la obediencia debida. El Ejército Rojo la abolió hace veinte años; el Tribunal Constitucional alemán la declaró ilegítima en los Guardianes del Muro, ratificado por la Corte Europea de Derechos Humanos; en Argentina, tanto el Congreso como la Corte han considerado nula e inconstitucional dicha norma. ¿Y ahora vamos a resucitar esa momia jurídica de la obediencia debida instaurándola de modo general para que nadie pueda tener objeción de conciencia para no realizar acciones que considera contrarias a las leyes de la humanidad?
No creo que los diputados quieran instaurar el pensamiento único y los delitos de pensamiento y de opinión, algo propio de estados absolutistas. Tácito, criticando la Ley Papia Poppaea hace dos mil años decía lo siguiente: "Antes sufríamos por nuestros delitos, ahora sufrimos por nuestras leyes". Espero que no nos pase esto y que tengamos un país donde podamos asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para todos los hombres del mundo. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Danielle Bousquet, activista feminista de larga data que fue nombrada presidenta del Alto Consejo Francés para la Igualdad de Género por decisión del primer ministro en enero de 2013. Como se trata de una expositora extranjera que ha viajado especialmente para disertar aquí, dispondrá de treinta minutos.
SRA. BOUSQUET (EN PALABRAS DE LA INTÉRPRETE) Señor presidente, señoras y señores diputados: quiero comenzar pidiendo disculpas por no hablar en español y expresarme en francés. He sido diputada de la Asamblea Nacional francesa durante quince años, hasta 2012, y desde 2013 presido el Consejo Superior de Igualdad entre Mujeres y Varones, que es la instancia consultora independiente relativa a la igualdad de mujeres y varones ligada funcionalmente al primer ministro.
En el Consejo Superior de la Igualdad entre Mujeres y Varones tenemos cuatro misiones: asumir la coordinación con la sociedad civil, animar el debate público sobre las políticas públicas de igualdad, analizar las políticas públicas de derechos de las mujeres e igualdad y hacer propuestas de reformas a los poderes públicos y a las colectividades.
El Superior Consejo de la igualdad está compuesto por personas calificadas, investigadores y expertos, asociaciones y personas selectas, es decir, representantes selectos de todos los niveles, desde el local hasta el nacional.
Somos independientes, porque los ministros pueden tomar las producciones del Consejo, pero tenemos libertad de trabajo y de comunicación.
El acceso al aborto en Francia fue objeto de una carta de recomendación de la ministra de los Derechos de las Mujeres donde recordaba el compromiso del gobierno para asegurar a las mujeres el pleno ejercicio de sus derechos al disponer de sus cuerpos y garantizar el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. De esta forma se dio lugar a un dispositivo en todas las regiones que demandaba al Consejo Superior de la Igualdad observar la realidad del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, y se hicieron propuestas de mejoramiento al Consejo Superior de la Igualdad.
¿Cómo es la historia de la interrupción voluntaria del embarazo en Francia? En 1974 el aborto estaba despenalizado en Francia y 300.000 mujeres abortaban por año. Esta cifra era una estimación, dado que se trataba de un procedimiento clandestino. Esto condujo a que la ley penal no fuera aplicada a todas las mujeres que hubieran sido pasibles de ser sancionadas.
En su voluntad de no cerrar más los ojos, en su voluntad de adoptar una nueva legislación basada en el consenso social y en la situación de hecho de estas 300.000 mujeres que abortan anualmente, el gobierno de ese momento hace una elección: permitir el acceso a un aborto seguro.
La voluntad del gobierno no es dictar a las mujeres sus elecciones individuales sino crear para ellas las condiciones de una elección de la maternidad que sea verdaderamente libre. Es así que las que estiman, por razones personales, no poder seguir un embarazo tendrán la posibilidad de interrumpirlo en condiciones seguras. Esta ley inscribe el desamparo, la angustia de las mujeres, y está dirigida a dar una solución a esta situación de las mujeres que tienen que abortar en la clandestinidad.
Los poderes públicos, en efecto, ya no pueden eludir su responsabilidad. Ya no se puede impedir hacerlo a una mujer que quiere abortar, y privándola de consejo y apoyo se la arroja en la soledad y la angustia de un procedimiento perpetrado en las peores condiciones. Cerrar los ojos es hacer como si el problema no existiera; es darse buena conciencia y negarse a admitir que es un hecho que existe. En Francia, una de cada tres mujeres aborta.
La ley no va a transcribir una doctrina filosófica o religiosa sino permitir a la conciencia de cada una el derecho de decidir. Asimismo, garantiza la seguridad de un acto médico que suprime las escandalosas desigualdades sociales que existían ante el aborto en 1974 en Francia.
La interrupción voluntaria del embarazo es un procedimiento muy corriente de la vida sexual y reproductiva de las mujeres, pues -como les decía- una de cada tres habrá abortado en su vida.
Se ve entonces que la interrupción voluntaria del embarazo es una expresión de la libertad de la mujer y que este derecho debe ser consagrado de forma completa. A partir de allí, es considerado como un acto médico como cualquier otro.
En 1974 se reprimía el miedo por ver el aumento en la cantidad de abortos. El miedo era que se viera afectada negativamente la demografía francesa. Pero estos temores no se verificaron.
Hoy el número de abortos ha bajado y, desde hace muchos años se avecina a 210.000. La fecundidad de las mujeres francesas es la más elevada de Europa. El número de interrupciones voluntarias del embarazo bajó netamente entre quienes tienen menos de 20 años. Por año, actualmente hay un promedio de 20.000 abortos en esta etapa etaria.
Asimismo, el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo es objeto de un consenso reafirmado en la sociedad francesa. Una encuesta de 2016 sobre una muestra representativa de 2.000 mujeres ha mostrado que el 85 por ciento de ellas eran favorables al derecho al aborto, mientras que un 7 por ciento se oponía y un 8 por ciento no se pronunciaba. Este porcentaje del 85 por ciento es estable y se registra para cualquier edad, profesión, con o sin hijos, sean de hábitat rural o urbano.
El acceso a la interrupción voluntaria del embarazo es ampliamente reivindicado hoy como derecho humano de las mujeres, desprovisto de representaciones moralizantes e ideológicas, como así también de juicios ligados a la moralidad de las mujeres. Por el contrario, está ligado a la salud pública, el sentido principal de la ley.
El derecho universal de las mujeres a disponer de sus cuerpos es una condición indispensable para la construcción de la igualdad real entre mujeres y varones. Por lo tanto, hay necesidad de garantizar el acceso de las mujeres a una información de calidad, a una anticoncepción apropiada y a un aborto seguro y legal.
Hay una gran apuesta del gobierno sobre el tema de la información y de la comunicación. Sin embargo, la fuerza de los movimientos antiaborto en internet obstaculiza la información confiable y de calidad. El 80 por ciento de las jóvenes y los jóvenes que recurren a internet para cuestiones de salud estiman que las informaciones recogidas son creíbles.
Se ha puesto online un sitio del gobierno denominado ivg.gouv.fr, dedicado a la interrupción voluntaria del embarazo, dando informaciones objetivas y fiables. También se ha instalado un número de teléfono anónimo y gratuito seis días de la semana, con un equipo que asegura la guardia, la atención y el funcionamiento, coordinada por los médicos que practican la interrupción voluntaria del embarazo. Se ha lanzado una campaña nacional de información cuyo nombre es: "Interrupción voluntaria del embarazo, mi cuerpo, mi elección, mi derecho". Vamos a circular el poster para que lo vean.
La oradora se está refiriendo a la evolución de las leyes sobre el aborto en Francia. La primera ley se votó en 1975 y despenaliza el aborto por un plazo de cinco años con un enfoque centrado en la salud pública.
En enero de 1993 se instaura el delito de obstaculizar las operaciones de interrupción voluntaria del embarazo. En julio de 2001 cambia el enfoque de la ley, que pasa de un enfoque de salud pública a un enfoque en términos de derecho. El período de acceso se alarga de 10 a 12 semanas de gestación y se facilita el acceso para las menores sin necesidad de autorización parental. Asimismo, a los médicos de ciudad les da la posibilidad de practicar la interrupción voluntaria de embarazo por medios medicamentosos, y establece la obligación para los jefes de servicios de ginecología y obstetricia de realizar las prácticas de interrupción voluntaria del embarazo.
En agosto de 2004 recomienda realizar una anticoncepción adaptada y adecuada e incorpora la anticoncepción de urgencia y la interrupción voluntaria del embarazo para todas las mujeres que decidan recurrir a ellas. En 2013 se define el reembolso del ciento por ciento de la interrupción voluntaria del embarazo y se lanza el sitio de internet que se ha mencionado, que tiene 65.000 visitas por mes.
En 2014 se suprime la noción de desamparo o angustia de estrés porque se cambia el acceso a cualquier mujer que no quiera continuar un embarazo. En 2015 se instala el número telefónico único de información anónima, que recibe 2.000 llamados por mes.
En 2016 las obstétricas son autorizadas a prescribir la interrupción voluntaria del embarazo medicamentosa, se instala la gratuidad de todos los actos ligados a la interrupción voluntaria del embarazo y se suprime la demora obligatoria de una semana de reflexión. También se instala la campaña de información que mencionamos recién.
En 2016, además de la autorización a las obstétricas para hacer abortos medicamentosos, se instala la gratuidad de todos los actos ligados a la interrupción voluntaria del embarazo. En 2016, además de introducirse la autorización a las obstétricas para hacer abortos medicamentosos, se instaló la gratuidad de todos los actos ligados a la interrupción voluntaria del embarazo.
Al principio, las disposiciones ligadas a limitar el aborto en un contexto de pasiones considerables alrededor de los debates de conciencia y de ética mostraron que la interrupción voluntaria del embarazo no fue inicialmente planteada como un derecho completo o total. Pero hoy el conjunto del cuerpo legislativo recién mencionado no está cuestionado, y desde 1975 ha dado pruebas de su imperiosa necesidad y de su eficacia. (Aplausos.)
En el Consejo Superior de la Igualdad entre Mujeres y Varones tenemos cuatro misiones: asumir la coordinación con la sociedad civil, animar el debate público sobre las políticas públicas de igualdad, analizar las políticas públicas de derechos de las mujeres e igualdad y hacer propuestas de reformas a los poderes públicos y a las colectividades.
El Superior Consejo de la igualdad está compuesto por personas calificadas, investigadores y expertos, asociaciones y personas selectas, es decir, representantes selectos de todos los niveles, desde el local hasta el nacional.
Somos independientes, porque los ministros pueden tomar las producciones del Consejo, pero tenemos libertad de trabajo y de comunicación.
El acceso al aborto en Francia fue objeto de una carta de recomendación de la ministra de los Derechos de las Mujeres donde recordaba el compromiso del gobierno para asegurar a las mujeres el pleno ejercicio de sus derechos al disponer de sus cuerpos y garantizar el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. De esta forma se dio lugar a un dispositivo en todas las regiones que demandaba al Consejo Superior de la Igualdad observar la realidad del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, y se hicieron propuestas de mejoramiento al Consejo Superior de la Igualdad.
¿Cómo es la historia de la interrupción voluntaria del embarazo en Francia? En 1974 el aborto estaba despenalizado en Francia y 300.000 mujeres abortaban por año. Esta cifra era una estimación, dado que se trataba de un procedimiento clandestino. Esto condujo a que la ley penal no fuera aplicada a todas las mujeres que hubieran sido pasibles de ser sancionadas.
En su voluntad de no cerrar más los ojos, en su voluntad de adoptar una nueva legislación basada en el consenso social y en la situación de hecho de estas 300.000 mujeres que abortan anualmente, el gobierno de ese momento hace una elección: permitir el acceso a un aborto seguro.
La voluntad del gobierno no es dictar a las mujeres sus elecciones individuales sino crear para ellas las condiciones de una elección de la maternidad que sea verdaderamente libre. Es así que las que estiman, por razones personales, no poder seguir un embarazo tendrán la posibilidad de interrumpirlo en condiciones seguras. Esta ley inscribe el desamparo, la angustia de las mujeres, y está dirigida a dar una solución a esta situación de las mujeres que tienen que abortar en la clandestinidad.
Los poderes públicos, en efecto, ya no pueden eludir su responsabilidad. Ya no se puede impedir hacerlo a una mujer que quiere abortar, y privándola de consejo y apoyo se la arroja en la soledad y la angustia de un procedimiento perpetrado en las peores condiciones. Cerrar los ojos es hacer como si el problema no existiera; es darse buena conciencia y negarse a admitir que es un hecho que existe. En Francia, una de cada tres mujeres aborta.
La ley no va a transcribir una doctrina filosófica o religiosa sino permitir a la conciencia de cada una el derecho de decidir. Asimismo, garantiza la seguridad de un acto médico que suprime las escandalosas desigualdades sociales que existían ante el aborto en 1974 en Francia.
La interrupción voluntaria del embarazo es un procedimiento muy corriente de la vida sexual y reproductiva de las mujeres, pues -como les decía- una de cada tres habrá abortado en su vida.
Se ve entonces que la interrupción voluntaria del embarazo es una expresión de la libertad de la mujer y que este derecho debe ser consagrado de forma completa. A partir de allí, es considerado como un acto médico como cualquier otro.
En 1974 se reprimía el miedo por ver el aumento en la cantidad de abortos. El miedo era que se viera afectada negativamente la demografía francesa. Pero estos temores no se verificaron.
Hoy el número de abortos ha bajado y, desde hace muchos años se avecina a 210.000. La fecundidad de las mujeres francesas es la más elevada de Europa. El número de interrupciones voluntarias del embarazo bajó netamente entre quienes tienen menos de 20 años. Por año, actualmente hay un promedio de 20.000 abortos en esta etapa etaria.
Asimismo, el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo es objeto de un consenso reafirmado en la sociedad francesa. Una encuesta de 2016 sobre una muestra representativa de 2.000 mujeres ha mostrado que el 85 por ciento de ellas eran favorables al derecho al aborto, mientras que un 7 por ciento se oponía y un 8 por ciento no se pronunciaba. Este porcentaje del 85 por ciento es estable y se registra para cualquier edad, profesión, con o sin hijos, sean de hábitat rural o urbano.
El acceso a la interrupción voluntaria del embarazo es ampliamente reivindicado hoy como derecho humano de las mujeres, desprovisto de representaciones moralizantes e ideológicas, como así también de juicios ligados a la moralidad de las mujeres. Por el contrario, está ligado a la salud pública, el sentido principal de la ley.
El derecho universal de las mujeres a disponer de sus cuerpos es una condición indispensable para la construcción de la igualdad real entre mujeres y varones. Por lo tanto, hay necesidad de garantizar el acceso de las mujeres a una información de calidad, a una anticoncepción apropiada y a un aborto seguro y legal.
Hay una gran apuesta del gobierno sobre el tema de la información y de la comunicación. Sin embargo, la fuerza de los movimientos antiaborto en internet obstaculiza la información confiable y de calidad. El 80 por ciento de las jóvenes y los jóvenes que recurren a internet para cuestiones de salud estiman que las informaciones recogidas son creíbles.
Se ha puesto online un sitio del gobierno denominado ivg.gouv.fr, dedicado a la interrupción voluntaria del embarazo, dando informaciones objetivas y fiables. También se ha instalado un número de teléfono anónimo y gratuito seis días de la semana, con un equipo que asegura la guardia, la atención y el funcionamiento, coordinada por los médicos que practican la interrupción voluntaria del embarazo. Se ha lanzado una campaña nacional de información cuyo nombre es: "Interrupción voluntaria del embarazo, mi cuerpo, mi elección, mi derecho". Vamos a circular el poster para que lo vean.
La oradora se está refiriendo a la evolución de las leyes sobre el aborto en Francia. La primera ley se votó en 1975 y despenaliza el aborto por un plazo de cinco años con un enfoque centrado en la salud pública.
En enero de 1993 se instaura el delito de obstaculizar las operaciones de interrupción voluntaria del embarazo. En julio de 2001 cambia el enfoque de la ley, que pasa de un enfoque de salud pública a un enfoque en términos de derecho. El período de acceso se alarga de 10 a 12 semanas de gestación y se facilita el acceso para las menores sin necesidad de autorización parental. Asimismo, a los médicos de ciudad les da la posibilidad de practicar la interrupción voluntaria de embarazo por medios medicamentosos, y establece la obligación para los jefes de servicios de ginecología y obstetricia de realizar las prácticas de interrupción voluntaria del embarazo.
En agosto de 2004 recomienda realizar una anticoncepción adaptada y adecuada e incorpora la anticoncepción de urgencia y la interrupción voluntaria del embarazo para todas las mujeres que decidan recurrir a ellas. En 2013 se define el reembolso del ciento por ciento de la interrupción voluntaria del embarazo y se lanza el sitio de internet que se ha mencionado, que tiene 65.000 visitas por mes.
En 2014 se suprime la noción de desamparo o angustia de estrés porque se cambia el acceso a cualquier mujer que no quiera continuar un embarazo. En 2015 se instala el número telefónico único de información anónima, que recibe 2.000 llamados por mes.
En 2016 las obstétricas son autorizadas a prescribir la interrupción voluntaria del embarazo medicamentosa, se instala la gratuidad de todos los actos ligados a la interrupción voluntaria del embarazo y se suprime la demora obligatoria de una semana de reflexión. También se instala la campaña de información que mencionamos recién.
En 2016, además de la autorización a las obstétricas para hacer abortos medicamentosos, se instala la gratuidad de todos los actos ligados a la interrupción voluntaria del embarazo. En 2016, además de introducirse la autorización a las obstétricas para hacer abortos medicamentosos, se instaló la gratuidad de todos los actos ligados a la interrupción voluntaria del embarazo.
Al principio, las disposiciones ligadas a limitar el aborto en un contexto de pasiones considerables alrededor de los debates de conciencia y de ética mostraron que la interrupción voluntaria del embarazo no fue inicialmente planteada como un derecho completo o total. Pero hoy el conjunto del cuerpo legislativo recién mencionado no está cuestionado, y desde 1975 ha dado pruebas de su imperiosa necesidad y de su eficacia. (Aplausos.)
Ocupa la Presidencia la presidenta de la Comisión de Acción Social y Salud Pública, señora diputada Carmen Polledo.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra Federico Esteban Mutti, vicedirector de la ONG Grávida, Centro de Asistencia a la Vida Naciente. También es docente universitario y responsable nacional de Atención en Emergencia de Riesgo de Abortar.
SR. MUTTI Desde nuestro servicio llevamos adelante talleres con adolescentes y jóvenes en ámbitos educativos públicos y privados. Quiero compartir algunas ideas que surgen de ellos mismos en estos espacios frente a tres preguntas: ¿qué es el aborto?, ¿cómo se siente la chica que piensa en abortar?, ¿qué necesita?
A la hora de reconocer las formas que atentan contra la vida -como la guerra, la violencia, las drogas y el hambre-, surge que el aborto también es una de ellas. Atenta contra la vida de la mujer y la del niño por nacer; contra las dos.
De aquí surge que es un supuesto derecho, aunque en estas reuniones hemos escuchado que igualar el derecho a la vida y el derecho a la libertad de la madre es erróneo. Uno es consecuencia del otro. El aborto atropella el derecho a la igualdad e incluso el derecho a la libertad, porque el niño dentro del seno materno también goza de libertad.
Muchos mencionan la palabra "interrupción", pero cuando uno busca la definición del término, concluye que el aborto no interrumpe el embarazo sino que lo finaliza. Interrumpir supone intención de continuar luego, de volver a seguir.
A la hora de preguntar cómo se sienten las mujeres que piensan en abortar, surge que se sienten inseguras, con miedo, confundidas, con vergüenza, solas, desesperadas y juzgadas. Se encuentran sin ningún tipo de apoyo, síntoma claro de un Estado ausente en la problemática del embarazo adolescente y no deseado.
¿Qué necesitan esas mujeres en esa instancia? Necesitan compartir su historia, sacarse esa mochila que tanto les pesa y ser verdaderamente escuchadas para ser contenidas y acompañadas. También necesitan sentirse apoyadas sin ser juzgadas y tener una información veraz que las haga libres a la hora de tomar una decisión, conociendo todas las opciones; incluso, la de seguir adelante con su embarazo.
Entonces, si necesitan contención, acompañamiento, ser escuchadas, apoyo, información veraz y esperanza, y además se sienten inseguras, con miedo, confundidas, presionadas, juzgadas, con vergüenza, solas y sin apoyo, les pregunto: ¿el aborto es la salida a pesar de saber lo que es?
A lo largo de todas estas reuniones hemos escuchado que la mujer que piensa en abortar -una problemática común que no diferencia clase social ni edad- es víctima de diferentes presiones internas y externas, muy comprensibles, que la empujan a buscan una solución a su problema. Este último puede ser la soledad, el abandono, el desempleo, la falta de recursos, la condena, la presión familiar, su salud; en fin, hay muchas causantes, entre las que se encuentra también su propio proyecto de vida, sus estudios y su profesión. Es imposible pensar que ellas solas podrán encontrar la solución a cualquiera de estos problemas, que parecen irreversibles.
Las mujeres que se acercan a nuestro servicio manifiestan que no puede tener a su bebé. Vienen en busca de ayuda con una expresión común: "Estoy desesperada".
Quiero traer un tema que no ha estado presente en estas reuniones, si bien hoy algunos expositores lo han mencionado. Claramente es la mujer la que carga con el mayor peso, pero tengo que contarles que también hemos escuchado la expresión "Estamos desesperados". La figura del varón no es tenida en cuenta; claro está que hablo del varón presente, al que también le pesa la decisión y la desesperación. Él también debería ser considerado en el proceso, porque es el padre del hijo que hoy es considerado "un problema" y que debe ser quitado. ¡Qué importante sería poder conocer su opinión en torno a la decisión que ella quiere tomar!, llegando muchas veces, por amor, a acompañar sin estar de acuerdo, cargando luego con el dolor de la pérdida juntos.
Por lo tanto, los invito a que juntos reflexionemos. Nos parece importante ayudar a comprender a la mujer embarazada que busca la solución en la práctica del aborto. Es importante entender y aceptar que el embarazo desesperado se sufre y que el niño en situación de aborto también sufre, hasta el punto de perder la vida. El común denominador es que ambos quieren vivir.
Nuestra propuesta es encontrarnos para dialogar sobre la situación y dar toda la información necesaria para ayudar a la mujer a tomar una decisión informada y verdaderamente libre y a conciencia, con la condición de que sea respetada, escuchada y reconocida en su situación y en su libertad, animándola y fortaleciendo hacia una solución por la vida toda.
Su estado de desesperación la encuentra tan vulnerable que hasta abandona su decisión en otros. ¿Es el momento de confusión y desesperación la instancia adecuada para que decida sobre propia vida y la de su hijo?
Acá entra la clave del encuentro, del diálogo y del acompañamiento en un proceso que le permita distenderse y pensar con mayor claridad hasta adaptarse a su nueva realidad. En este instante debe "parar la pelota", y así podrá reconocer que esa vida humana que lleva dentro es la vida de su "hijo".
Conocemos muchas historias, que se nos confían por el hecho de salir y recibir al otro como viene, con lo que trae. De alguna manera, este hecho de recibir experiencias nos ha ayudado a reconocer que tomarse el tiempo no daña a nadie y hasta podría evitar, si fuera el caso, una decisión tomada en la desesperación.
Nos preocupa y ocupa lo que daña a la mujer, pero queremos mantener la mirada sobre lo que atañe a la mujer en toda su integridad: qué vive y qué siente esta mujer que está embarazada. Siempre hay motivos. Solo por algo es capaz de arriesgarse. De allí que apuntamos a trabajar en las presiones o condiciones que llevan a plantearse el aborto como opción, siempre -como dije- desde el respeto a la libertad, pero invitando a detenerse, repensar y preguntárselo todo; incluso la pregunta de qué situaciones o sentimientos tienen vuelta atrás y cuáles no.
El camino que proponemos, sin dudas, es el encuentro, el diálogo, la atención personalizada, el acompañamiento, la información objetiva y abierta a mostrar todas las alternativas y sus riesgos. Políticas de acción pública presentes y efectivas sirven para sostener y acompañar el respeto a la libertad de ambas vidas, promoviendo y alentando el reconocimiento de la maternidad como bien social y el vínculo madre-hijo como el vínculo primordial que nos desafía para la transformación social que aspiramos.
Finalmente quiero compartir dos cosas, que incluso hoy han mencionado dos o tres disertantes. En primer lugar quiero presentar la siguiente inquietud: ¿por qué empezamos por la consecuencia, cuando deberíamos estar discutiendo cómo llevar adelante un verdadero plan de prevención del embarazo adolescente a través de una ley de educación sexual seria, libre de ideologías pero cargada de contenidos claros para todos los actores de los sistemas de salud y de educación?
En segundo lugar quiero dar el brevísimo testimonio de un papá que, junto a su señora, fue acompañado por nuestro servicio y que nos muestra cómo se manifiesta la vida por sí misma con fuerza, cómo puja por vivir, por ser y por nacer. El testimonio dice lo siguiente: "Somos papás de dos hermosos varoncitos. El primer hijo nos costó mucho ya que éramos jóvenes y no teníamos donde vivir. Pero remándola y luchando juntos, nació nuestro primer bebé. Pero lo que realmente le quiero contar es lo que nos pasó después. Nos dimos cuenta de que mi señora estaba embarazada nuevamente. Esta noticia nos marcó para siempre. Ese test positivo fue un golpe terrible para los dos. No queríamos traer a una criatura a pasar necesidades en un pequeño rancho de chapa, a sufrir junto a su hermano. Así que dijimos que eso fue un error, que no debía nacer, que no había lugar en nuestros corazones para otro bebé. Y así fue que salimos en búsqueda de ayuda, de alguien que nos pueda sacar este problema de encima. Así conocimos este grupo de personas que nos dieron su apoyo y nos prestaron sus oídos para así demostrarnos que no existe problema. Hoy esa criatura, a la que nosotros llamamos 'problema', ya tiene un año y dos meses y junto con su hermano mayor son lo más hermoso que nos pasó en la vida. Y yo, como hombre, les puedo asegurar que el corazón de una madre da para todos y nunca se va a cerrar si se trata de un hijo". (Aplausos.)
A la hora de reconocer las formas que atentan contra la vida -como la guerra, la violencia, las drogas y el hambre-, surge que el aborto también es una de ellas. Atenta contra la vida de la mujer y la del niño por nacer; contra las dos.
De aquí surge que es un supuesto derecho, aunque en estas reuniones hemos escuchado que igualar el derecho a la vida y el derecho a la libertad de la madre es erróneo. Uno es consecuencia del otro. El aborto atropella el derecho a la igualdad e incluso el derecho a la libertad, porque el niño dentro del seno materno también goza de libertad.
Muchos mencionan la palabra "interrupción", pero cuando uno busca la definición del término, concluye que el aborto no interrumpe el embarazo sino que lo finaliza. Interrumpir supone intención de continuar luego, de volver a seguir.
A la hora de preguntar cómo se sienten las mujeres que piensan en abortar, surge que se sienten inseguras, con miedo, confundidas, con vergüenza, solas, desesperadas y juzgadas. Se encuentran sin ningún tipo de apoyo, síntoma claro de un Estado ausente en la problemática del embarazo adolescente y no deseado.
¿Qué necesitan esas mujeres en esa instancia? Necesitan compartir su historia, sacarse esa mochila que tanto les pesa y ser verdaderamente escuchadas para ser contenidas y acompañadas. También necesitan sentirse apoyadas sin ser juzgadas y tener una información veraz que las haga libres a la hora de tomar una decisión, conociendo todas las opciones; incluso, la de seguir adelante con su embarazo.
Entonces, si necesitan contención, acompañamiento, ser escuchadas, apoyo, información veraz y esperanza, y además se sienten inseguras, con miedo, confundidas, presionadas, juzgadas, con vergüenza, solas y sin apoyo, les pregunto: ¿el aborto es la salida a pesar de saber lo que es?
A lo largo de todas estas reuniones hemos escuchado que la mujer que piensa en abortar -una problemática común que no diferencia clase social ni edad- es víctima de diferentes presiones internas y externas, muy comprensibles, que la empujan a buscan una solución a su problema. Este último puede ser la soledad, el abandono, el desempleo, la falta de recursos, la condena, la presión familiar, su salud; en fin, hay muchas causantes, entre las que se encuentra también su propio proyecto de vida, sus estudios y su profesión. Es imposible pensar que ellas solas podrán encontrar la solución a cualquiera de estos problemas, que parecen irreversibles.
Las mujeres que se acercan a nuestro servicio manifiestan que no puede tener a su bebé. Vienen en busca de ayuda con una expresión común: "Estoy desesperada".
Quiero traer un tema que no ha estado presente en estas reuniones, si bien hoy algunos expositores lo han mencionado. Claramente es la mujer la que carga con el mayor peso, pero tengo que contarles que también hemos escuchado la expresión "Estamos desesperados". La figura del varón no es tenida en cuenta; claro está que hablo del varón presente, al que también le pesa la decisión y la desesperación. Él también debería ser considerado en el proceso, porque es el padre del hijo que hoy es considerado "un problema" y que debe ser quitado. ¡Qué importante sería poder conocer su opinión en torno a la decisión que ella quiere tomar!, llegando muchas veces, por amor, a acompañar sin estar de acuerdo, cargando luego con el dolor de la pérdida juntos.
Por lo tanto, los invito a que juntos reflexionemos. Nos parece importante ayudar a comprender a la mujer embarazada que busca la solución en la práctica del aborto. Es importante entender y aceptar que el embarazo desesperado se sufre y que el niño en situación de aborto también sufre, hasta el punto de perder la vida. El común denominador es que ambos quieren vivir.
Nuestra propuesta es encontrarnos para dialogar sobre la situación y dar toda la información necesaria para ayudar a la mujer a tomar una decisión informada y verdaderamente libre y a conciencia, con la condición de que sea respetada, escuchada y reconocida en su situación y en su libertad, animándola y fortaleciendo hacia una solución por la vida toda.
Su estado de desesperación la encuentra tan vulnerable que hasta abandona su decisión en otros. ¿Es el momento de confusión y desesperación la instancia adecuada para que decida sobre propia vida y la de su hijo?
Acá entra la clave del encuentro, del diálogo y del acompañamiento en un proceso que le permita distenderse y pensar con mayor claridad hasta adaptarse a su nueva realidad. En este instante debe "parar la pelota", y así podrá reconocer que esa vida humana que lleva dentro es la vida de su "hijo".
Conocemos muchas historias, que se nos confían por el hecho de salir y recibir al otro como viene, con lo que trae. De alguna manera, este hecho de recibir experiencias nos ha ayudado a reconocer que tomarse el tiempo no daña a nadie y hasta podría evitar, si fuera el caso, una decisión tomada en la desesperación.
Nos preocupa y ocupa lo que daña a la mujer, pero queremos mantener la mirada sobre lo que atañe a la mujer en toda su integridad: qué vive y qué siente esta mujer que está embarazada. Siempre hay motivos. Solo por algo es capaz de arriesgarse. De allí que apuntamos a trabajar en las presiones o condiciones que llevan a plantearse el aborto como opción, siempre -como dije- desde el respeto a la libertad, pero invitando a detenerse, repensar y preguntárselo todo; incluso la pregunta de qué situaciones o sentimientos tienen vuelta atrás y cuáles no.
El camino que proponemos, sin dudas, es el encuentro, el diálogo, la atención personalizada, el acompañamiento, la información objetiva y abierta a mostrar todas las alternativas y sus riesgos. Políticas de acción pública presentes y efectivas sirven para sostener y acompañar el respeto a la libertad de ambas vidas, promoviendo y alentando el reconocimiento de la maternidad como bien social y el vínculo madre-hijo como el vínculo primordial que nos desafía para la transformación social que aspiramos.
Finalmente quiero compartir dos cosas, que incluso hoy han mencionado dos o tres disertantes. En primer lugar quiero presentar la siguiente inquietud: ¿por qué empezamos por la consecuencia, cuando deberíamos estar discutiendo cómo llevar adelante un verdadero plan de prevención del embarazo adolescente a través de una ley de educación sexual seria, libre de ideologías pero cargada de contenidos claros para todos los actores de los sistemas de salud y de educación?
En segundo lugar quiero dar el brevísimo testimonio de un papá que, junto a su señora, fue acompañado por nuestro servicio y que nos muestra cómo se manifiesta la vida por sí misma con fuerza, cómo puja por vivir, por ser y por nacer. El testimonio dice lo siguiente: "Somos papás de dos hermosos varoncitos. El primer hijo nos costó mucho ya que éramos jóvenes y no teníamos donde vivir. Pero remándola y luchando juntos, nació nuestro primer bebé. Pero lo que realmente le quiero contar es lo que nos pasó después. Nos dimos cuenta de que mi señora estaba embarazada nuevamente. Esta noticia nos marcó para siempre. Ese test positivo fue un golpe terrible para los dos. No queríamos traer a una criatura a pasar necesidades en un pequeño rancho de chapa, a sufrir junto a su hermano. Así que dijimos que eso fue un error, que no debía nacer, que no había lugar en nuestros corazones para otro bebé. Y así fue que salimos en búsqueda de ayuda, de alguien que nos pueda sacar este problema de encima. Así conocimos este grupo de personas que nos dieron su apoyo y nos prestaron sus oídos para así demostrarnos que no existe problema. Hoy esa criatura, a la que nosotros llamamos 'problema', ya tiene un año y dos meses y junto con su hermano mayor son lo más hermoso que nos pasó en la vida. Y yo, como hombre, les puedo asegurar que el corazón de una madre da para todos y nunca se va a cerrar si se trata de un hijo". (Aplausos.)
Ocupa la Presidencia el presidente de la Comisión de Legislación General, señor diputado Daniel Lipovetzky.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el licenciado Gabriel Rolón, psicoanalista y escritor.
SR. ROLÓN Buenas tardes. Muchas gracias a las autoridades de las comisiones aquí reunidas por esta invitación.
Desde siempre se me ha enseñado que en la Argentina el pueblo no gobierna sino a través de sus representantes. Así que para mí es un honor y una profunda emoción poder estar frente a los representantes del pueblo de mi país para discutir un tema tan importante como este.
Sé que durante todo este tiempo se ha discutido aquí sobre cuestiones sumamente importantes, que involucran a la ciencia médica, la abogacía, la religión, la ética. Uno de los temas que se planteó es desde qué momento debe considerarse el surgimiento de la vida. Como psicoanalista les puedo decir qué es para el psicoanálisis un ser humano: es la diferencia que hay entre un sujeto humano y un ADN. Pero no quiero meterme en ese territorio. No me parece que ese sea el aporte que puedo hacer.
Por eso, me instalo aquí, delante de ustedes, desde un lugar bastante distinto. Quiero traerles la experiencia de un psicólogo clínico, de alguien que ha acompañado el sufrimiento y la angustia de muchas mujeres y ha visto las terribles consecuencias, tanto físicas como psicológicas, que tiene que enfrentar una mujer que se ha visto obligada a abortar en el marco de la clandestinidad.
Pero antes de hacerlo me gustaría plantear algo con toda claridad: estoy a favor de la vida. Como todos ustedes, como toda persona de bien, como toda persona decente, estoy a favor de la vida y defiendo a la vida. Considero que defender la vida es, antes que nada, hacer todo lo posible para garantizar la dignidad, el derecho y la salud de cualquier ser humano, incluso de aquellos que no piensan como nosotros.
Durante este debate también se ha expuesto -y comparto esa postura- cómo la ausencia de esta ley deja físicamente desprotegidas a las mujeres más humildes. Todos sabemos que aquellas que no pueden pagar los altos costos que la intervención requiere para realizarse de un modo seguro son las que tienen más riesgo de vida. Es decir que desde el punto de vista de la salud física, las clases que menos pueden son las que más riesgos tienen.
No obstante, me gustaría decir que desde el punto de vista psicológico, la ilegalidad del aborto ni siquiera discrimina clases sociales. ¿Saben por qué? Porque para cualquier mujer, el daño psíquico que provoca realizarse un aborto sin un marco legal que la respalde produce un efecto traumático.
Sé que aquí se ha hablado del trauma posterior a un aborto. Es cierto. Pero me gustaría explicar por qué ese trauma se produce especialmente: porque es un acto que está condenado a realizarse en medio de la ilegalidad. Para decirlo fácilmente, "trauma" quiere decir "golpe"; por eso cuando alguien sufre un golpe hablamos de traumatismo. Un trauma psíquico es un golpe emocional que alguien recibe, que es tan fuerte que no lo puede asumir, no lo puede poner en palabras, no lo puede comunicar y no lo puede resolver solo, y entonces genera efectos posteriores que son altamente dañinos para esa persona.
Pero el trauma psicológico tiene una contra respecto a todo lo demás, que es físico, y es que yo no les puedo mostrar ese trauma en una ecografía para emocionarlos. No lo pueden ver en una ecografía pero lo van a ver latir en la tortura de un ser humano que no se puede sacar de encima un sentimiento que ahora no lo deja construir una vida. Eso es algo que también hay que tener en cuenta antes de tomar una decisión.
En esta pelea de la salud entre lo físico y lo psíquico, las sociedades siempre han tomado partido por lo físico. Les pido que piensen que también existen una salud psíquica y un dolor emocional, que no salen en las radiografías.
Lo que la clínica nos demuestra es que, aun en aquellos casos en que los recursos económicos permiten a la mujer realizarse un aborto en ciertas condiciones de seguridad, el daño psíquico que genera es importante por el solo hecho de haber realizado algo que la sociedad señala como ilegal.
Toda persona honesta, independientemente de su situación económica, para conservar su sanidad necesita sentir que los actos que realiza están contenidos en el marco de la legalidad. Cuando esto no es así, quedan huellas imborrables que dejan en una grave situación de indefensión psíquica a la persona que los realiza, y esto genera graves consecuencias desde el punto de vista psicológico.
Esos traumas generan dolor y arruinan vidas. Hablamos de mujeres que a lo mejor después no pueden volver a embarazarse sin tener razones físicas que se los impida, o que no logran ser felices a pesar de haber construido una familia. Hablamos de mujeres que caen en una depresión que nadie puede entender, porque nadie conoce el infierno que llevan dentro y que han tenido que atravesar solas.
Por el contrario, la existencia de una normativa que apruebe que los actos se lleven adelante en el marco de la ley es lo que permite que los reproches, la culpa y la angustia que una mujer siente ante esta situación puedan elaborarse, para que a partir de un proceso duro y complejo, al que llamamos "duelo", ese ser humano pueda volver a ponerse de pie y transitar la vida con dignidad.
Creo que es función de una sociedad sana acompañar y contener a su gente en el dolor. Permítanme decirles algo a ustedes, que representan a nuestro pueblo: no hay nada más cruel que condenar a alguien a vivir sus pérdidas en soledad y silencio.
Todo aquel que haya perdido un ser querido sabe la importancia que tiene en ese momento tan difícil que alguien se acerque y nos abrace, que nos permita hablar acerca de lo que nos está pasando, que nos acompañe en ese trance.
Pues bien, la ausencia de una ley obliga a la mujer que debe enfrentar la situación de un aborto a atravesar esa situación en el marco de la más absoluta soledad, a escondidas, y encima con el peso de haber cometido un acto punible, es decir, con la carga de considerarse partícipe de un delito. Todo esto muestra la crudeza de la clínica.
¿Ustedes imaginan el infierno por el que pasan esas mujeres? Yo no tengo que imaginarlo porque las he visto llorar en mi consultorio y desangrarse de dolor por no poder contarle ni siquiera a sus seres más queridos lo que habían hecho.
Hoy esas mujeres nos convocan como sociedad, como cultura y como legisladores que son, señores diputados, a que demos lugar al derecho a la vida digna que ellas se merecen. Pienso que es nuestro deber escucharlas.
Yo no soy muy creyente de las escrituras pero me gusta la siguiente frase de El Talmud: "Quien salva una vida, salva a la humanidad". Entonces, si esta ley sirviera solamente para salvar a una de las muchas mujeres que mueren por no poder acceder a un aborto en buenas condiciones, si sirviera para alojar la angustia de las mujeres que en este momento están sufriendo en silencio y soledad, les juro que, independientemente de la postura ética que ustedes tengan, habrán cumplido con el juramento que han hecho al asumir su rol: servir a la Patria.
Hoy más que nunca, la Patria son los hombres y -sobre todo ahora- las mujeres que nos convocan y nos piden ayuda y respeto. (Aplausos.)
Desde siempre se me ha enseñado que en la Argentina el pueblo no gobierna sino a través de sus representantes. Así que para mí es un honor y una profunda emoción poder estar frente a los representantes del pueblo de mi país para discutir un tema tan importante como este.
Sé que durante todo este tiempo se ha discutido aquí sobre cuestiones sumamente importantes, que involucran a la ciencia médica, la abogacía, la religión, la ética. Uno de los temas que se planteó es desde qué momento debe considerarse el surgimiento de la vida. Como psicoanalista les puedo decir qué es para el psicoanálisis un ser humano: es la diferencia que hay entre un sujeto humano y un ADN. Pero no quiero meterme en ese territorio. No me parece que ese sea el aporte que puedo hacer.
Por eso, me instalo aquí, delante de ustedes, desde un lugar bastante distinto. Quiero traerles la experiencia de un psicólogo clínico, de alguien que ha acompañado el sufrimiento y la angustia de muchas mujeres y ha visto las terribles consecuencias, tanto físicas como psicológicas, que tiene que enfrentar una mujer que se ha visto obligada a abortar en el marco de la clandestinidad.
Pero antes de hacerlo me gustaría plantear algo con toda claridad: estoy a favor de la vida. Como todos ustedes, como toda persona de bien, como toda persona decente, estoy a favor de la vida y defiendo a la vida. Considero que defender la vida es, antes que nada, hacer todo lo posible para garantizar la dignidad, el derecho y la salud de cualquier ser humano, incluso de aquellos que no piensan como nosotros.
Durante este debate también se ha expuesto -y comparto esa postura- cómo la ausencia de esta ley deja físicamente desprotegidas a las mujeres más humildes. Todos sabemos que aquellas que no pueden pagar los altos costos que la intervención requiere para realizarse de un modo seguro son las que tienen más riesgo de vida. Es decir que desde el punto de vista de la salud física, las clases que menos pueden son las que más riesgos tienen.
No obstante, me gustaría decir que desde el punto de vista psicológico, la ilegalidad del aborto ni siquiera discrimina clases sociales. ¿Saben por qué? Porque para cualquier mujer, el daño psíquico que provoca realizarse un aborto sin un marco legal que la respalde produce un efecto traumático.
Sé que aquí se ha hablado del trauma posterior a un aborto. Es cierto. Pero me gustaría explicar por qué ese trauma se produce especialmente: porque es un acto que está condenado a realizarse en medio de la ilegalidad. Para decirlo fácilmente, "trauma" quiere decir "golpe"; por eso cuando alguien sufre un golpe hablamos de traumatismo. Un trauma psíquico es un golpe emocional que alguien recibe, que es tan fuerte que no lo puede asumir, no lo puede poner en palabras, no lo puede comunicar y no lo puede resolver solo, y entonces genera efectos posteriores que son altamente dañinos para esa persona.
Pero el trauma psicológico tiene una contra respecto a todo lo demás, que es físico, y es que yo no les puedo mostrar ese trauma en una ecografía para emocionarlos. No lo pueden ver en una ecografía pero lo van a ver latir en la tortura de un ser humano que no se puede sacar de encima un sentimiento que ahora no lo deja construir una vida. Eso es algo que también hay que tener en cuenta antes de tomar una decisión.
En esta pelea de la salud entre lo físico y lo psíquico, las sociedades siempre han tomado partido por lo físico. Les pido que piensen que también existen una salud psíquica y un dolor emocional, que no salen en las radiografías.
Lo que la clínica nos demuestra es que, aun en aquellos casos en que los recursos económicos permiten a la mujer realizarse un aborto en ciertas condiciones de seguridad, el daño psíquico que genera es importante por el solo hecho de haber realizado algo que la sociedad señala como ilegal.
Toda persona honesta, independientemente de su situación económica, para conservar su sanidad necesita sentir que los actos que realiza están contenidos en el marco de la legalidad. Cuando esto no es así, quedan huellas imborrables que dejan en una grave situación de indefensión psíquica a la persona que los realiza, y esto genera graves consecuencias desde el punto de vista psicológico.
Esos traumas generan dolor y arruinan vidas. Hablamos de mujeres que a lo mejor después no pueden volver a embarazarse sin tener razones físicas que se los impida, o que no logran ser felices a pesar de haber construido una familia. Hablamos de mujeres que caen en una depresión que nadie puede entender, porque nadie conoce el infierno que llevan dentro y que han tenido que atravesar solas.
Por el contrario, la existencia de una normativa que apruebe que los actos se lleven adelante en el marco de la ley es lo que permite que los reproches, la culpa y la angustia que una mujer siente ante esta situación puedan elaborarse, para que a partir de un proceso duro y complejo, al que llamamos "duelo", ese ser humano pueda volver a ponerse de pie y transitar la vida con dignidad.
Creo que es función de una sociedad sana acompañar y contener a su gente en el dolor. Permítanme decirles algo a ustedes, que representan a nuestro pueblo: no hay nada más cruel que condenar a alguien a vivir sus pérdidas en soledad y silencio.
Todo aquel que haya perdido un ser querido sabe la importancia que tiene en ese momento tan difícil que alguien se acerque y nos abrace, que nos permita hablar acerca de lo que nos está pasando, que nos acompañe en ese trance.
Pues bien, la ausencia de una ley obliga a la mujer que debe enfrentar la situación de un aborto a atravesar esa situación en el marco de la más absoluta soledad, a escondidas, y encima con el peso de haber cometido un acto punible, es decir, con la carga de considerarse partícipe de un delito. Todo esto muestra la crudeza de la clínica.
¿Ustedes imaginan el infierno por el que pasan esas mujeres? Yo no tengo que imaginarlo porque las he visto llorar en mi consultorio y desangrarse de dolor por no poder contarle ni siquiera a sus seres más queridos lo que habían hecho.
Hoy esas mujeres nos convocan como sociedad, como cultura y como legisladores que son, señores diputados, a que demos lugar al derecho a la vida digna que ellas se merecen. Pienso que es nuestro deber escucharlas.
Yo no soy muy creyente de las escrituras pero me gusta la siguiente frase de El Talmud: "Quien salva una vida, salva a la humanidad". Entonces, si esta ley sirviera solamente para salvar a una de las muchas mujeres que mueren por no poder acceder a un aborto en buenas condiciones, si sirviera para alojar la angustia de las mujeres que en este momento están sufriendo en silencio y soledad, les juro que, independientemente de la postura ética que ustedes tengan, habrán cumplido con el juramento que han hecho al asumir su rol: servir a la Patria.
Hoy más que nunca, la Patria son los hombres y -sobre todo ahora- las mujeres que nos convocan y nos piden ayuda y respeto. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Viviana Endelman Zapata, licenciada en Comunicación Social, máster en Desarrollo Humano y miembro de Grávida.
SRA. ENDELMAN ZAPATA Buenas tardes.
Para reconocer una problemática en toda su magnitud y poder ofrecer respuestas o caminos de superación es imprescindible enfocarse en la persona más involucrada y en su real necesidad, que va más allá de lo que pide, demanda e, incluso, siente. Tiene que ver con lo que necesita profundamente.
El servicio que realizamos nos ha permito esto. Nos encontramos permanentemente con mujeres y varones con un embarazo inesperado, en un contexto de situación adversa, difícil, vulnerable. Salimos al encuentro para recibirlos con su realidad y sin juzgarlos jamás. Desde una relación que sustentamos en la escucha y el respeto se hace posible buscar, con el otro, respuestas integrales a su necesidad.
Conocemos las diferentes presiones internas y externas que rodean el estar pensando en abortar: abandono, temor a sufrirlo, desempleo, falta de recursos, condena familiar, motivos de salud o hasta el propio proyecto de vida.
Pero voy a referirme a una presión concreta: la realidad del embarazo en situación de pobreza. En el servicio desarrollamos un trabajo preferencial por los más vulnerables, las madres que viven sus experiencias en forma aislada, con la consecuente escasez de conocimientos elementales y que muchas veces carecen de lazos comunitarios que las ayuden a romper con la reproducción y la intensificación de las condiciones que producen la precariedad integral en la que viven. Muchas se sienten solas y sufren el desamparo, también sanitario. Estamos ante una problemática muy compleja y necesitamos respuestas que aborden esa complejidad.
Ofrecemos orientación y acompañamos a las madres, especialmente a las de sectores más vulnerables y excluidos, porque creemos -y lo hemos comprobado y experimentado- que ante la situación que hace pensar en el aborto como opción está la posibilidad de multiplicar la ayuda y favorecer un trabajo conjunto que tienda a interrumpir el proceso de reproducción de las condiciones de vida marcadas por el menosprecio, el descuido, la marginación, el estancamiento personal y la pobreza material como callejón sin salida.
Les cuento algo que me impactó muchísimo en encuentros recientes con mujeres, varones, parejas que traen -sobre todo- la presión de lo económico. Más allá de la situación complicada en sí que traen, vienen con desconfianza en sí mismos, donde resuenan algunos postulados que tenemos dando vueltas. Un papá joven que estaba considerando la alternativa de abortar nos decía: "Dejar que el embarazo corra para parejas como nosotros, a los que nos cuesta todo, es complicar la vida de todos. Engendra más pobreza, y de ahí nace la delincuencia en un hijo y demás". Frente a él me preguntaba: ¿era su miedo personal que su hijo resultara esto? ¿O era lo que dejamos circular, como algo más fuerte que hacer circular la ayuda para superar las condiciones?
Nosotros no estábamos ahí para decirle: "Sí, tenés razón, tu hijo seguramente va a ser pobre, y quizás un delincuente; ustedes dos nos van a complicar la vida a todos. No te demores, porque no podemos hacer nada". No, de ninguna manera. Estábamos ahí para hacer algo que los ayudara a superar esa situación. ¿0 nos vamos a resignar? ¿0 vamos a renunciar a hacer algo para enfrentar el real y gran problema? ¿Cuáles van a ser nuestras palabras como sociedad? ¿Qué acciones vamos a promover? ¿Abandonaremos la respuesta de trabajar, creativa y generosamente, para ayudar a generar un cambio, con ellos y desde ellos? Una mamá más adulta, con esta misma presión, nos decía: "No puedo ahora económicamente, y ya sé lo que me van a decir si lo tengo: que soy una irresponsable. Mis dos hijos ya son grandes y necesitan cosas. Ellos me dijeron que lo piense bien, pero no puedo ser irresponsable. No voy a poder. Con mi pareja ni hablamos, así que no le pienso decir".
¿Se creía ella verdaderamente una madre irresponsable? Les voy a decir algo: no nos encontramos con ella para menospreciarla. ¿Teníamos que afirmarle: "No vas a poder, no vas a poder cuidar al resto, sos una irresponsable"? ¿Cuáles van a ser nuestras palabras como sociedad?
La propuesta superadora era, al menos, pensarlo bien -como le habían dicho sus hijos más grandes-, es decir, detenerse a buscar si podía hacerse algo para que ella y sus hijos tuvieran una mejor situación, y no poner en duda o subestimar su capacidad como madre. ¿Y qué pasaría en su vínculo con la pareja, que ni hablaban?
Teniendo estos rostros presentes y tantos otros, queremos afirmar: es posible trabajar en las presiones o condiciones que llevan a plantearse el aborto como opción. Es un camino válido si tenemos en cuenta que aquí hemos estado de acuerdo en que por algo se llega al aborto. Es un camino válido si tenemos en cuenta que no es grato para ninguna mujer llegar a pasar por esto.
Sin embargo, evitar el aborto no puede ser como el final de una especie de lucha por una causa de la cual después me retiro y, para el otro, continuar con el embarazo sea como asumir un peso en soledad de esa tensión; o en un contexto de adversidad o rechazo o cualquier maltrato precedente. Evitar el aborto tiene que incluir, necesariamente, el trabajo en las condiciones que podrían mejorar su vida y la vivencia de su maternidad y paternidad. Lo quiero decir así: la mujer necesita mucho más que seguir adelante con el embarazo. ¡Hay tanto más de qué ocuparse!
Lo sabemos y lo vivimos. Las respuestas integrales son más difíciles. Es más difícil cuidar vínculos que individuos; es más difícil cuidar a todas las generaciones a la vez; es más difícil cuidar sin descuidar, y no dejar a nadie en situación de desventaja. Pero es posible. Es un camino arduo, pero privilegiado, para promover transformaciones positivas, integrales y duraderas.
Además, tenemos que reconocerlo: las estrategias e intervenciones puestas en acción que estén desenfocadas del problema real, aunque pudieran resolver al paso ciertas dificultades, tarde o temprano se mostrarán ineficaces para influir positivamente a la persona en conflicto. El problema real quedará desatendido, y probablemente potenciado. Muchas gracias. (Aplausos.)
Para reconocer una problemática en toda su magnitud y poder ofrecer respuestas o caminos de superación es imprescindible enfocarse en la persona más involucrada y en su real necesidad, que va más allá de lo que pide, demanda e, incluso, siente. Tiene que ver con lo que necesita profundamente.
El servicio que realizamos nos ha permito esto. Nos encontramos permanentemente con mujeres y varones con un embarazo inesperado, en un contexto de situación adversa, difícil, vulnerable. Salimos al encuentro para recibirlos con su realidad y sin juzgarlos jamás. Desde una relación que sustentamos en la escucha y el respeto se hace posible buscar, con el otro, respuestas integrales a su necesidad.
Conocemos las diferentes presiones internas y externas que rodean el estar pensando en abortar: abandono, temor a sufrirlo, desempleo, falta de recursos, condena familiar, motivos de salud o hasta el propio proyecto de vida.
Pero voy a referirme a una presión concreta: la realidad del embarazo en situación de pobreza. En el servicio desarrollamos un trabajo preferencial por los más vulnerables, las madres que viven sus experiencias en forma aislada, con la consecuente escasez de conocimientos elementales y que muchas veces carecen de lazos comunitarios que las ayuden a romper con la reproducción y la intensificación de las condiciones que producen la precariedad integral en la que viven. Muchas se sienten solas y sufren el desamparo, también sanitario. Estamos ante una problemática muy compleja y necesitamos respuestas que aborden esa complejidad.
Ofrecemos orientación y acompañamos a las madres, especialmente a las de sectores más vulnerables y excluidos, porque creemos -y lo hemos comprobado y experimentado- que ante la situación que hace pensar en el aborto como opción está la posibilidad de multiplicar la ayuda y favorecer un trabajo conjunto que tienda a interrumpir el proceso de reproducción de las condiciones de vida marcadas por el menosprecio, el descuido, la marginación, el estancamiento personal y la pobreza material como callejón sin salida.
Les cuento algo que me impactó muchísimo en encuentros recientes con mujeres, varones, parejas que traen -sobre todo- la presión de lo económico. Más allá de la situación complicada en sí que traen, vienen con desconfianza en sí mismos, donde resuenan algunos postulados que tenemos dando vueltas. Un papá joven que estaba considerando la alternativa de abortar nos decía: "Dejar que el embarazo corra para parejas como nosotros, a los que nos cuesta todo, es complicar la vida de todos. Engendra más pobreza, y de ahí nace la delincuencia en un hijo y demás". Frente a él me preguntaba: ¿era su miedo personal que su hijo resultara esto? ¿O era lo que dejamos circular, como algo más fuerte que hacer circular la ayuda para superar las condiciones?
Nosotros no estábamos ahí para decirle: "Sí, tenés razón, tu hijo seguramente va a ser pobre, y quizás un delincuente; ustedes dos nos van a complicar la vida a todos. No te demores, porque no podemos hacer nada". No, de ninguna manera. Estábamos ahí para hacer algo que los ayudara a superar esa situación. ¿0 nos vamos a resignar? ¿0 vamos a renunciar a hacer algo para enfrentar el real y gran problema? ¿Cuáles van a ser nuestras palabras como sociedad? ¿Qué acciones vamos a promover? ¿Abandonaremos la respuesta de trabajar, creativa y generosamente, para ayudar a generar un cambio, con ellos y desde ellos? Una mamá más adulta, con esta misma presión, nos decía: "No puedo ahora económicamente, y ya sé lo que me van a decir si lo tengo: que soy una irresponsable. Mis dos hijos ya son grandes y necesitan cosas. Ellos me dijeron que lo piense bien, pero no puedo ser irresponsable. No voy a poder. Con mi pareja ni hablamos, así que no le pienso decir".
¿Se creía ella verdaderamente una madre irresponsable? Les voy a decir algo: no nos encontramos con ella para menospreciarla. ¿Teníamos que afirmarle: "No vas a poder, no vas a poder cuidar al resto, sos una irresponsable"? ¿Cuáles van a ser nuestras palabras como sociedad?
La propuesta superadora era, al menos, pensarlo bien -como le habían dicho sus hijos más grandes-, es decir, detenerse a buscar si podía hacerse algo para que ella y sus hijos tuvieran una mejor situación, y no poner en duda o subestimar su capacidad como madre. ¿Y qué pasaría en su vínculo con la pareja, que ni hablaban?
Teniendo estos rostros presentes y tantos otros, queremos afirmar: es posible trabajar en las presiones o condiciones que llevan a plantearse el aborto como opción. Es un camino válido si tenemos en cuenta que aquí hemos estado de acuerdo en que por algo se llega al aborto. Es un camino válido si tenemos en cuenta que no es grato para ninguna mujer llegar a pasar por esto.
Sin embargo, evitar el aborto no puede ser como el final de una especie de lucha por una causa de la cual después me retiro y, para el otro, continuar con el embarazo sea como asumir un peso en soledad de esa tensión; o en un contexto de adversidad o rechazo o cualquier maltrato precedente. Evitar el aborto tiene que incluir, necesariamente, el trabajo en las condiciones que podrían mejorar su vida y la vivencia de su maternidad y paternidad. Lo quiero decir así: la mujer necesita mucho más que seguir adelante con el embarazo. ¡Hay tanto más de qué ocuparse!
Lo sabemos y lo vivimos. Las respuestas integrales son más difíciles. Es más difícil cuidar vínculos que individuos; es más difícil cuidar a todas las generaciones a la vez; es más difícil cuidar sin descuidar, y no dejar a nadie en situación de desventaja. Pero es posible. Es un camino arduo, pero privilegiado, para promover transformaciones positivas, integrales y duraderas.
Además, tenemos que reconocerlo: las estrategias e intervenciones puestas en acción que estén desenfocadas del problema real, aunque pudieran resolver al paso ciertas dificultades, tarde o temprano se mostrarán ineficaces para influir positivamente a la persona en conflicto. El problema real quedará desatendido, y probablemente potenciado. Muchas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el doctor Edgardo Young, académico de número de la Academia Nacional de Medicina.
SR. YOUNG Señores diputados y público presente: en primer lugar debo agradecer la oportunidad de estar con ustedes en el día de hoy. Vengo en representación de la Academia Nacional de Medicina para hablar sobre el inicio de la vida.
Durante más de cincuenta años he trabajado en favor de la vida humana, en los distintos aspectos: como ginecólogo, en el aparato reproductor femenino; como obstetra, trayendo hijos al mundo; y como especialista en fertilidad humana llevo alrededor de cincuenta años trabajando por la vida. Esto me llevó a conocer muchas cosas y tratar con todo tipo de sentimientos de la mujer a través de su vida reproductiva, porque la mujer ocupa un rol fundamental dentro de la vida reproductiva.
Les voy a mostrar algunas imágenes que grafican el inicio de la vida. Como pueden observar en este gráfico, el óvulo humano es doscientas veces más grande que un espermatozoide. El óvulo cumple una función fundamental, y es que dentro de él se produce la unión del óvulo y el espermatozoide. Los circulitos que están dentro del óvulo -cabe aclarar que un óvulo es la quinta parte de un milímetro- se llaman pronúcleos. Ahí están el núcleo masculino y el núcleo femenino. Todavía están dentro del óvulo; no se han fusionado. Aquí es donde cruzan sus cromosomas; esto ocurre entre las 24 y las 36 horas de penetración del espermatozoide dentro del óvulo. Es aquí donde podemos decir que ya adquiere un código genético único e irreproducible. Antes de esto, cada uno de los núcleos lleva su carga genética, sea del hombre o de la mujer.
A las 48 horas ya empieza la división de las células, para vivir dentro del óvulo hasta siete días, que son fundamentales. A partir de eso se produce la implantación dentro del útero.
Esto hace que tengamos distintas consideraciones biológicas, religiosas y legales. Las biológicas son las que les he comentado. ¿Cuándo se inicia la vida para mí? Con la fecundación, y ésta con la singamia, que es el momento en que se cruzan los cromosomas.
Nos hacemos distintas preguntas. ¿La vida empieza con la penetración del espermatozoide en el óvulo? ¿La vida empieza en el proceso de singamia, como yo pienso? ¿La vida empieza en la división celular? ¿Empieza en la implantación? ¿Empieza en el inicio de la actividad neural? ¿Empieza cuando el alma entra el cuerpo?
Veamos algunas consideraciones religiosas. Para esto, por supuesto, tenemos que hablar de las diferentes religiones que existen en nuestro país. De acuerdo con la religión católica, algunos sostienen que la vida empieza con la penetración del óvulo, y otros, en el proceso de la singamia, como creo yo. ¿Es un ser humano? No, es vida humana; es un ser humano en potencia.
"Ser humano" no tiene una definición absoluta en el diccionario de la Real Academia Española. Es probable que se inicie con el desarrollo del tubo neural. Pero debemos aceptar que el embrión, si bien es vida humana, es un ser humano en potencia por su carácter evolutivo.
En las Iglesias Evangélicas, la Biblia no marca un momento preciso. Se trata de un proceso continuo y progresivo. En la religión hebrea, en el Tratado de Lebanon, 69 B de El Talmud de Babilonia, luego de los 40 días hasta su muerte hay vida humana; coincide con la entrada del alma al cuerpo.
Yo me dedico a la reproducción y a la fertilidad desde hace muchos años, y cuando me viene a ver un judío ortodoxo siempre viene con un rabino; éste debe presenciar el acto de la fertilización. En una oportunidad le pregunté: ¿cuándo creen ustedes que empieza la vida? Y me respondió que coincide con la entrada del alma al cuerpo. Entonces, le pregunté en qué momento entra el alma al cuerpo, y me contestó que ellos consideran que eso ocurre alrededor de los veinte días de la fecundación.
La religión musulmana no especifica un momento exacto. Según las distintas corrientes, puede ser desde la fecundación, la implantación o hasta los 120 días.
Voy a hacer algunas consideraciones sobre la vida humana y el embarazo no deseado. ¿Cómo solucionar el embarazo no deseado? En medicina, para tratar de evitar una enfermedad -en este caso, el aborto- se debe recurrir a la prevención, y ésta se hace con educación y con el empleo de métodos anticoncepcionales; en contra de lo que algunos sostienen, no son abortivos.
Una vez logrado el embarazo, debe existir la protección de la mujer que lleva adelante un embarazo no deseado; esta protección puede ser con la adopción, ya sea embrionaria, prenatal o posnatal. Nuestro Parlamento nos debe una nueva ley de adopción, porque es la forma en la cual podemos darle curso al embarazo no deseado en su momento embrionario. Es función del Estado proteger a la mujer que lleve el embarazo hasta el momento de la adopción.
Nunca he conocido una mujer que interrumpa su embarazo por placer; siempre en el fondo existe un sufrimiento en su realización y este estigma lo lleva de por vida. Hasta ahora nadie ha mencionado las complicaciones que puede tener el aborto inducido. Como especialista en fertilidad humana, debo decir que muchas veces es causal de infertilidad.
La mujer ha sido designada por el Dios creador como responsable de la maternidad y de la protección de su descendencia y, por lo tanto, debe cuidar de esa vida. (Aplausos.)
Durante más de cincuenta años he trabajado en favor de la vida humana, en los distintos aspectos: como ginecólogo, en el aparato reproductor femenino; como obstetra, trayendo hijos al mundo; y como especialista en fertilidad humana llevo alrededor de cincuenta años trabajando por la vida. Esto me llevó a conocer muchas cosas y tratar con todo tipo de sentimientos de la mujer a través de su vida reproductiva, porque la mujer ocupa un rol fundamental dentro de la vida reproductiva.
Les voy a mostrar algunas imágenes que grafican el inicio de la vida. Como pueden observar en este gráfico, el óvulo humano es doscientas veces más grande que un espermatozoide. El óvulo cumple una función fundamental, y es que dentro de él se produce la unión del óvulo y el espermatozoide. Los circulitos que están dentro del óvulo -cabe aclarar que un óvulo es la quinta parte de un milímetro- se llaman pronúcleos. Ahí están el núcleo masculino y el núcleo femenino. Todavía están dentro del óvulo; no se han fusionado. Aquí es donde cruzan sus cromosomas; esto ocurre entre las 24 y las 36 horas de penetración del espermatozoide dentro del óvulo. Es aquí donde podemos decir que ya adquiere un código genético único e irreproducible. Antes de esto, cada uno de los núcleos lleva su carga genética, sea del hombre o de la mujer.
A las 48 horas ya empieza la división de las células, para vivir dentro del óvulo hasta siete días, que son fundamentales. A partir de eso se produce la implantación dentro del útero.
Esto hace que tengamos distintas consideraciones biológicas, religiosas y legales. Las biológicas son las que les he comentado. ¿Cuándo se inicia la vida para mí? Con la fecundación, y ésta con la singamia, que es el momento en que se cruzan los cromosomas.
Nos hacemos distintas preguntas. ¿La vida empieza con la penetración del espermatozoide en el óvulo? ¿La vida empieza en el proceso de singamia, como yo pienso? ¿La vida empieza en la división celular? ¿Empieza en la implantación? ¿Empieza en el inicio de la actividad neural? ¿Empieza cuando el alma entra el cuerpo?
Veamos algunas consideraciones religiosas. Para esto, por supuesto, tenemos que hablar de las diferentes religiones que existen en nuestro país. De acuerdo con la religión católica, algunos sostienen que la vida empieza con la penetración del óvulo, y otros, en el proceso de la singamia, como creo yo. ¿Es un ser humano? No, es vida humana; es un ser humano en potencia.
"Ser humano" no tiene una definición absoluta en el diccionario de la Real Academia Española. Es probable que se inicie con el desarrollo del tubo neural. Pero debemos aceptar que el embrión, si bien es vida humana, es un ser humano en potencia por su carácter evolutivo.
En las Iglesias Evangélicas, la Biblia no marca un momento preciso. Se trata de un proceso continuo y progresivo. En la religión hebrea, en el Tratado de Lebanon, 69 B de El Talmud de Babilonia, luego de los 40 días hasta su muerte hay vida humana; coincide con la entrada del alma al cuerpo.
Yo me dedico a la reproducción y a la fertilidad desde hace muchos años, y cuando me viene a ver un judío ortodoxo siempre viene con un rabino; éste debe presenciar el acto de la fertilización. En una oportunidad le pregunté: ¿cuándo creen ustedes que empieza la vida? Y me respondió que coincide con la entrada del alma al cuerpo. Entonces, le pregunté en qué momento entra el alma al cuerpo, y me contestó que ellos consideran que eso ocurre alrededor de los veinte días de la fecundación.
La religión musulmana no especifica un momento exacto. Según las distintas corrientes, puede ser desde la fecundación, la implantación o hasta los 120 días.
Voy a hacer algunas consideraciones sobre la vida humana y el embarazo no deseado. ¿Cómo solucionar el embarazo no deseado? En medicina, para tratar de evitar una enfermedad -en este caso, el aborto- se debe recurrir a la prevención, y ésta se hace con educación y con el empleo de métodos anticoncepcionales; en contra de lo que algunos sostienen, no son abortivos.
Una vez logrado el embarazo, debe existir la protección de la mujer que lleva adelante un embarazo no deseado; esta protección puede ser con la adopción, ya sea embrionaria, prenatal o posnatal. Nuestro Parlamento nos debe una nueva ley de adopción, porque es la forma en la cual podemos darle curso al embarazo no deseado en su momento embrionario. Es función del Estado proteger a la mujer que lleve el embarazo hasta el momento de la adopción.
Nunca he conocido una mujer que interrumpa su embarazo por placer; siempre en el fondo existe un sufrimiento en su realización y este estigma lo lleva de por vida. Hasta ahora nadie ha mencionado las complicaciones que puede tener el aborto inducido. Como especialista en fertilidad humana, debo decir que muchas veces es causal de infertilidad.
La mujer ha sido designada por el Dios creador como responsable de la maternidad y de la protección de su descendencia y, por lo tanto, debe cuidar de esa vida. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la doctora Elena Passo, médica egresada de la UBA, magister en Ética Biomédica, miembro de la Comisión Directiva de la Academia Nacional de Medicina y vicepresidenta del Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires.
SRA. PASSO Buenas tardes.
Haré mi aporte desde lo que se denomina bioética de los derechos humanos. Soy médica desde hace 35 años, y además soy médica asistencial.
Nadie puede negar que el aborto constituye una situación de profundo dolor para la mujer y para todos los involucrados, pero sobre todo para el ser humano en la etapa gestacional. El planteo del argumento del aborto se sustenta en la existencia de diferentes categorías de seres humanos. Es por eso que para fundamentar la legitimidad del aborto intencional lo primero que hay que hacer es la deshumanización de la víctima, en este caso el no nacido, y transformarlo en algo carente de valor.
Al establecer en forma arbitraria un umbral de humanidad se cruza un límite ético que significará que de allí en adelante se podrá determinar el valor de una persona e incluso disponer de su vida según su circunstancia o utilidad. La vida humana comienza en la concepción. Desde el momento de la penetración del espermatozoide en el ovocito se constituye un nuevo ser, que posee una identidad biológica nueva; se activa un programa completo e individualizado, estrictamente suyo y dotado de una finalidad propia. Es un ser con un patrimonio exclusivo de la especie humana y, por lo tanto, lo identifica biológicamente humano.
Esta nueva realidad biológica conocida como cigoto es nuestro primer cuerpo. Le queda transitar por las distintas etapas del desarrollo, pero su humanidad ha quedado establecida en el momento de la concepción. No se agregará en el tiempo humanidad, solo complejidad en el desarrollo, ya que se es o no se es humano.
El solo hecho de estar en presencia de un ser humano, es decir, alguien de mi misma especie, un igual a mí, implica que por lo menos tiene mis mismos derechos; y de todos ellos, el primero es el derecho a la vida. Este simple razonamiento, base de la bioética de los derechos humanos, permite afirmar que todo ser humano tiene derecho a la vida e invalida, por ejemplo, cualquier argumentación que quiera fundamentar la pena de muerte.
Desde la bioética de los derechos humanos, la pena de muerte es ilícita o ilegítima, independientemente de que en algunos países se la aplique. Dicho de otra forma, matar a un ser humano éticamente está mal, y al menos hasta ahora jurídicamente en nuestro país es un ilícito. No existe en nuestro sistema jurídico el derecho a matar a un ser humano.
Pensemos un momento: ¿el aborto no es acaso como una condena a pena de muerte para el no nacido? Si ya de por sí es ilícita para el que cometió un crimen, ¿por qué aplicar una condena de este tipo al más vulnerable e inocente de todos, sin juicio, sin haber cometido ningún daño? ¿Dónde están los derechos humanos para el no nacido?
¿Queremos hablar de derechos humanos? Entonces, hablemos. La República Argentina tiene históricamente una gran deuda en materia de derechos humanos en las áreas de: erradicación de la pobreza, salud pública, educación, prevención de conductas sexuales abusivas y acceso a la adopción. Esta situación torna a sus habitantes más vulnerables que los de los países con mayor nivel de desarrollo.
¿Queremos disminuir la tasa de mortalidad materna en la República Argentina? Eliminemos la pobreza y optimicemos el sistema sanitario. Eliminemos la pobreza pero ni una sola vida humana. ¿Queremos disminuir la tasa de embarazos no deseados? Trabajemos arduamente en la educación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes para promover una sexualidad responsable.
¿Queremos actuar conforme a los derechos humanos en el caso de una mujer que cursa un embarazo no deseado? Deben profundizarse políticas públicas, orientadas a la protección integral de la madre y el hijo. El Estado no debe participar en ninguna acción donde intencionalmente se cause la muerte de un ser humano, nacido o no nacido. Es más, el Estado es el responsable de la custodia y del cumplimiento de las garantías constitucionales, dentro de las cuales se encuentra el derecho a la vida desde la concepción.
¿Queremos actuar conforme a los derechos humanos en el caso de la mujer que ha abortado? Como sociedad debemos darle toda la ayuda y la contención que humanamente sea posible y facilitar tanto su inclusión como el acceso a la atención que necesite.
Y los médicos, ¿tenemos algún derecho humano? Tenemos derecho a actuar en libertad y a brindar la atención que corresponde a nuestros pacientes, en este caso madre e hijo, respetando nuestra propia conciencia.
Como vemos, se trata de un tema sumamente complejo, pero no es la muerte del niño por nacer la solución al mismo. Su pérdida solo profundiza las heridas.
Busquemos entonces una respuesta superadora que permita resignificar el dolor de la adversidad y no perpetuar la situación de vulnerabilidad.
Señores diputados: existe un hilo conductor entre el respeto de la vida humana de todos, los cimientos de una verdadera democracia y el ejercicio de la soberanía de un país.
Una democracia se legitima en la medida en que se respeten los derechos humanos de todos, pero sobre todo, los derechos de los más vulnerables; entre ellos, los niños por nacer. Son realmente el mayor tesoro que tenemos y representan nuestro futuro. ¿Qué nos pasa como país que planificamos su eliminación? ¿No estaremos hipotecando nuestro futuro como nación?
Seremos soberanos en la medida en que nos mantengamos unidos aunque pensemos diferente, nos cuidemos en forma recíproca y reconozcamos la humanidad que hay en el otro y, por lo tanto, su inviolable derecho a la vida. (Aplausos.)
Haré mi aporte desde lo que se denomina bioética de los derechos humanos. Soy médica desde hace 35 años, y además soy médica asistencial.
Nadie puede negar que el aborto constituye una situación de profundo dolor para la mujer y para todos los involucrados, pero sobre todo para el ser humano en la etapa gestacional. El planteo del argumento del aborto se sustenta en la existencia de diferentes categorías de seres humanos. Es por eso que para fundamentar la legitimidad del aborto intencional lo primero que hay que hacer es la deshumanización de la víctima, en este caso el no nacido, y transformarlo en algo carente de valor.
Al establecer en forma arbitraria un umbral de humanidad se cruza un límite ético que significará que de allí en adelante se podrá determinar el valor de una persona e incluso disponer de su vida según su circunstancia o utilidad. La vida humana comienza en la concepción. Desde el momento de la penetración del espermatozoide en el ovocito se constituye un nuevo ser, que posee una identidad biológica nueva; se activa un programa completo e individualizado, estrictamente suyo y dotado de una finalidad propia. Es un ser con un patrimonio exclusivo de la especie humana y, por lo tanto, lo identifica biológicamente humano.
Esta nueva realidad biológica conocida como cigoto es nuestro primer cuerpo. Le queda transitar por las distintas etapas del desarrollo, pero su humanidad ha quedado establecida en el momento de la concepción. No se agregará en el tiempo humanidad, solo complejidad en el desarrollo, ya que se es o no se es humano.
El solo hecho de estar en presencia de un ser humano, es decir, alguien de mi misma especie, un igual a mí, implica que por lo menos tiene mis mismos derechos; y de todos ellos, el primero es el derecho a la vida. Este simple razonamiento, base de la bioética de los derechos humanos, permite afirmar que todo ser humano tiene derecho a la vida e invalida, por ejemplo, cualquier argumentación que quiera fundamentar la pena de muerte.
Desde la bioética de los derechos humanos, la pena de muerte es ilícita o ilegítima, independientemente de que en algunos países se la aplique. Dicho de otra forma, matar a un ser humano éticamente está mal, y al menos hasta ahora jurídicamente en nuestro país es un ilícito. No existe en nuestro sistema jurídico el derecho a matar a un ser humano.
Pensemos un momento: ¿el aborto no es acaso como una condena a pena de muerte para el no nacido? Si ya de por sí es ilícita para el que cometió un crimen, ¿por qué aplicar una condena de este tipo al más vulnerable e inocente de todos, sin juicio, sin haber cometido ningún daño? ¿Dónde están los derechos humanos para el no nacido?
¿Queremos hablar de derechos humanos? Entonces, hablemos. La República Argentina tiene históricamente una gran deuda en materia de derechos humanos en las áreas de: erradicación de la pobreza, salud pública, educación, prevención de conductas sexuales abusivas y acceso a la adopción. Esta situación torna a sus habitantes más vulnerables que los de los países con mayor nivel de desarrollo.
¿Queremos disminuir la tasa de mortalidad materna en la República Argentina? Eliminemos la pobreza y optimicemos el sistema sanitario. Eliminemos la pobreza pero ni una sola vida humana. ¿Queremos disminuir la tasa de embarazos no deseados? Trabajemos arduamente en la educación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes para promover una sexualidad responsable.
¿Queremos actuar conforme a los derechos humanos en el caso de una mujer que cursa un embarazo no deseado? Deben profundizarse políticas públicas, orientadas a la protección integral de la madre y el hijo. El Estado no debe participar en ninguna acción donde intencionalmente se cause la muerte de un ser humano, nacido o no nacido. Es más, el Estado es el responsable de la custodia y del cumplimiento de las garantías constitucionales, dentro de las cuales se encuentra el derecho a la vida desde la concepción.
¿Queremos actuar conforme a los derechos humanos en el caso de la mujer que ha abortado? Como sociedad debemos darle toda la ayuda y la contención que humanamente sea posible y facilitar tanto su inclusión como el acceso a la atención que necesite.
Y los médicos, ¿tenemos algún derecho humano? Tenemos derecho a actuar en libertad y a brindar la atención que corresponde a nuestros pacientes, en este caso madre e hijo, respetando nuestra propia conciencia.
Como vemos, se trata de un tema sumamente complejo, pero no es la muerte del niño por nacer la solución al mismo. Su pérdida solo profundiza las heridas.
Busquemos entonces una respuesta superadora que permita resignificar el dolor de la adversidad y no perpetuar la situación de vulnerabilidad.
Señores diputados: existe un hilo conductor entre el respeto de la vida humana de todos, los cimientos de una verdadera democracia y el ejercicio de la soberanía de un país.
Una democracia se legitima en la medida en que se respeten los derechos humanos de todos, pero sobre todo, los derechos de los más vulnerables; entre ellos, los niños por nacer. Son realmente el mayor tesoro que tenemos y representan nuestro futuro. ¿Qué nos pasa como país que planificamos su eliminación? ¿No estaremos hipotecando nuestro futuro como nación?
Seremos soberanos en la medida en que nos mantengamos unidos aunque pensemos diferente, nos cuidemos en forma recíproca y reconozcamos la humanidad que hay en el otro y, por lo tanto, su inviolable derecho a la vida. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el doctor Víctor Penchaszadeh, médico especializado en pediatría, genética médica, salud pública y bioética. Además, es profesor genetista en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
SR. PENCHASZADEH Buenas tardes. Muchas gracias por la invitación.
Estoy aquí como científico y bioeticista para apoyar el proyecto de ley de despenalización del aborto.
Dado que varias ponencias de la semana pasada invocaron a la ciencia como apoyo a sus posiciones, quiero quedarme en ese campo para hacer algunas aclaraciones y expresar divergencias con algunas de esas posiciones.
En primer lugar, creo imprescindible separar lo que es dogma de lo que es ciencia. Es obvio que las gametas que intervienen en el proceso de fecundación y el huevo o cigota resultante son células vivas. No es legítimo, sin embargo, invocar a la ciencia para expandir ese concepto específico y comprobable sobre la vitalidad de células a un concepto genérico, generalizado e indefinido de vida humana, confundido -además- con la noción de persona. Tampoco se debe situar el comienzo de ambos en el momento de la concepción, como proponen los dogmas de algunas religiones.
La ciencia investiga, crea conocimiento e interpreta fenómenos; en este caso, biológicos. La transformación ideologizada de sus hallazgos en slogans y dogmas, además de pseudocientífica, es éticamente reprobable cuando se esgrime política y socialmente para conculcar derechos humanos, como lo es la prohibición del aborto.
La ciencia no está equipada para responder las preguntas acerca de qué es la persona humana ni cuándo comienza su existencia, pues estos interrogantes pertenecen a los campos de lo filosófico, lo ideológico, lo social, lo cultural y lo político. De hecho, el momento del comienzo de existencia de la persona, en tanto portadora de derechos y obligaciones, lo define la sociedad mediante legislación, consensuando democráticamente diferentes concepciones de persona humana propuestas por distintas corrientes de los campos mencionados y apoyadas -ojalá- en el conocimiento científico del momento, todo lo cual, por cierto, puede ir cambiando a lo largo del tiempo.
El conocimiento científico indica que la formación de un huevo o cigota con un genoma completo proveniente de ambos progenitores no basta para constituir una "persona humana". La persona humana es mucho más que un genoma, ya que la personificación y humanización del producto de la concepción van ocurriendo a lo largo de la gestación, en forma gradual, continua e incremental, por la interacción de su genoma con influencias maternas y del resto del medio ambiente biológico, psíquico y social, algunos de los cuales van modificando la actividad de los genes por fenómenos conocidos como "epigenéticos".
De manera que al cabo de la gestación, los genes que están activos o inactivos en el genoma pueden no ser los mismos que al momento de la concepción. Los intentos de definir científicamente el punto de inflexión particular en la gestación en que el embrión pasa a ser persona son arbitrarios. Esto no justifica la invocación, también arbitraria, de que el huevo fertilizado ya es una persona. Por ello no es casual que las legislaciones de la mayoría de los países avanzados asignen el estado de persona al momento del nacimiento con vida.
La aceptación del dogma de que la persona humana comienza en el momento de la concepción llevaría a confrontaciones insostenibles con la realidad, de lo cual ofrezco solo tres viñetas.
En primer lugar, pregunto: ¿acaso los millones de abortos legales que se realizan anualmente en el mundo -como en todas las democracias occidentales que tanto nos gusta imitar en muchas cosas- implican que los Estados que promulgaron e implementan esas leyes son homicidas? Podríamos preguntar esto a la expositora francesa aquí presente.
En segundo término, si los centenares de miles de embriones sobrantes que generan los procedimientos de fertilización in vitro y que permiten procrear a decenas de miles de parejas infértiles fueran sujetos de derecho, de acuerdo al dogma, no podrían ser criopreservados ni donados, impidiendo incluso el procedimiento de fertilización in vitro.
Por último, debemos mencionar los casos de las parejas con alto riesgo de enfermedades hereditarias en su descendencia, tema que en general no se ha planteado en estas reuniones. Dichas parejas recurren al diagnóstico prenatal en todo el mundo -también en la Argentina- para asegurarse hijos libres de la enfermedad grave para la cual están en riesgo. De acuerdo al dogma antedicho, estas parejas no tendrían otra alternativa que abstenerse de tener hijos o arriesgarse a tener hijos afectados, con todo el sufrimiento que eso conlleva.
Como genetista, debo aclarar que las técnicas de diagnóstico prenatal a las que hago referencia no son eugenésicas, pues nunca son una imposición del Estado sino que responden al deseo voluntario de parejas individuales de que su futuro hijo no padezca una grave enfermedad genética para la cual está en riesgo aumentado.
La despenalización del aborto en la Argentina permitirá que estas técnicas también se realicen en el sector público y no, como hasta ahora, que solamente estén al alcance de personas pudientes del sector privado. Asimismo, permitirá que las mujeres que decidan voluntariamente interrumpir un embarazo afectado puedan hacerlo legalmente y no en la clandestinidad, como ocurre actualmente.
Las propuestas políticas insostenibles tienen corta vida. Por eso los abortos legales se realizan y continuarán realizándose en el mundo, a la vez que la fertilización in vitro goza y seguirá gozando de buena salud. Por su parte, la ciencia médica seguirá desarrollando diagnósticos de enfermedades genéticas cada vez más certeros y tempranos en el proceso reproductivo, habilitando a las parejas en riesgo a evitar descendencia afectada.
El reconocimiento en nuestra legislación de que un embrión no tiene el mismo estatus moral de un recién nacido se debe acompañar con el reconocimiento de que el desarrollo intrauterino conlleva también una progresión en el estatuto moral y de derechos del feto que se van jerarquizando en el curso de la gestación, al igual que las responsabilidades éticas maternas de cuidar la salud fetal.
Ese respeto a esta progresión es el fundamento para que, cuando el embarazo es deseado y la gestación continúa por voluntad de la mujer embarazada, exista la obligación indelegable del Estado de proteger la salud de la futura madre y el feto mediante acciones tales como alimentación, atención prenatal y del parto adecuadas, y protección de la exposición a factores que pueden ocasionar trastornos en el feto.
En conclusión, lejos de disminuir la frecuencia de abortos, su criminalización solo consigue que se practique clandestinamente y en forma insegura, como hemos visto. Esto es inmoral por generar daño a la salud pública, violar el derecho a la privacidad de las mujeres y afectar principalmente a las de escasos recursos. La inmoralidad se reviste de hipocresía cuando los mismos que se oponen a la despenalización son los que obstaculizan -de hecho- la educación sexual y el uso de contraceptivos. Los dogmas morales de las diferentes doctrinas religiosas deben implementarse por las instituciones religiosas entre sus fieles y no deben estar a cargo del Estado laico ni imponerse a la sociedad entera.
La disyuntiva en nuestro país no es entre "aborto sí" o "aborto no", sino entre abortos legales, seguros y accesibles, como ocurre en más de sesenta países donde vive más del 70 por ciento de la población mundial, o abortos ilegales e inseguros con consecuencias negativas para la salud y la vida de las mujeres, y de la sociedad entera, porque no solo las mujeres sufren con esto.
La solución a esta disyuntiva, señoras y señores diputados, la tienen ustedes. Muchísimas gracias. (Aplausos.)
Estoy aquí como científico y bioeticista para apoyar el proyecto de ley de despenalización del aborto.
Dado que varias ponencias de la semana pasada invocaron a la ciencia como apoyo a sus posiciones, quiero quedarme en ese campo para hacer algunas aclaraciones y expresar divergencias con algunas de esas posiciones.
En primer lugar, creo imprescindible separar lo que es dogma de lo que es ciencia. Es obvio que las gametas que intervienen en el proceso de fecundación y el huevo o cigota resultante son células vivas. No es legítimo, sin embargo, invocar a la ciencia para expandir ese concepto específico y comprobable sobre la vitalidad de células a un concepto genérico, generalizado e indefinido de vida humana, confundido -además- con la noción de persona. Tampoco se debe situar el comienzo de ambos en el momento de la concepción, como proponen los dogmas de algunas religiones.
La ciencia investiga, crea conocimiento e interpreta fenómenos; en este caso, biológicos. La transformación ideologizada de sus hallazgos en slogans y dogmas, además de pseudocientífica, es éticamente reprobable cuando se esgrime política y socialmente para conculcar derechos humanos, como lo es la prohibición del aborto.
La ciencia no está equipada para responder las preguntas acerca de qué es la persona humana ni cuándo comienza su existencia, pues estos interrogantes pertenecen a los campos de lo filosófico, lo ideológico, lo social, lo cultural y lo político. De hecho, el momento del comienzo de existencia de la persona, en tanto portadora de derechos y obligaciones, lo define la sociedad mediante legislación, consensuando democráticamente diferentes concepciones de persona humana propuestas por distintas corrientes de los campos mencionados y apoyadas -ojalá- en el conocimiento científico del momento, todo lo cual, por cierto, puede ir cambiando a lo largo del tiempo.
El conocimiento científico indica que la formación de un huevo o cigota con un genoma completo proveniente de ambos progenitores no basta para constituir una "persona humana". La persona humana es mucho más que un genoma, ya que la personificación y humanización del producto de la concepción van ocurriendo a lo largo de la gestación, en forma gradual, continua e incremental, por la interacción de su genoma con influencias maternas y del resto del medio ambiente biológico, psíquico y social, algunos de los cuales van modificando la actividad de los genes por fenómenos conocidos como "epigenéticos".
De manera que al cabo de la gestación, los genes que están activos o inactivos en el genoma pueden no ser los mismos que al momento de la concepción. Los intentos de definir científicamente el punto de inflexión particular en la gestación en que el embrión pasa a ser persona son arbitrarios. Esto no justifica la invocación, también arbitraria, de que el huevo fertilizado ya es una persona. Por ello no es casual que las legislaciones de la mayoría de los países avanzados asignen el estado de persona al momento del nacimiento con vida.
La aceptación del dogma de que la persona humana comienza en el momento de la concepción llevaría a confrontaciones insostenibles con la realidad, de lo cual ofrezco solo tres viñetas.
En primer lugar, pregunto: ¿acaso los millones de abortos legales que se realizan anualmente en el mundo -como en todas las democracias occidentales que tanto nos gusta imitar en muchas cosas- implican que los Estados que promulgaron e implementan esas leyes son homicidas? Podríamos preguntar esto a la expositora francesa aquí presente.
En segundo término, si los centenares de miles de embriones sobrantes que generan los procedimientos de fertilización in vitro y que permiten procrear a decenas de miles de parejas infértiles fueran sujetos de derecho, de acuerdo al dogma, no podrían ser criopreservados ni donados, impidiendo incluso el procedimiento de fertilización in vitro.
Por último, debemos mencionar los casos de las parejas con alto riesgo de enfermedades hereditarias en su descendencia, tema que en general no se ha planteado en estas reuniones. Dichas parejas recurren al diagnóstico prenatal en todo el mundo -también en la Argentina- para asegurarse hijos libres de la enfermedad grave para la cual están en riesgo. De acuerdo al dogma antedicho, estas parejas no tendrían otra alternativa que abstenerse de tener hijos o arriesgarse a tener hijos afectados, con todo el sufrimiento que eso conlleva.
Como genetista, debo aclarar que las técnicas de diagnóstico prenatal a las que hago referencia no son eugenésicas, pues nunca son una imposición del Estado sino que responden al deseo voluntario de parejas individuales de que su futuro hijo no padezca una grave enfermedad genética para la cual está en riesgo aumentado.
La despenalización del aborto en la Argentina permitirá que estas técnicas también se realicen en el sector público y no, como hasta ahora, que solamente estén al alcance de personas pudientes del sector privado. Asimismo, permitirá que las mujeres que decidan voluntariamente interrumpir un embarazo afectado puedan hacerlo legalmente y no en la clandestinidad, como ocurre actualmente.
Las propuestas políticas insostenibles tienen corta vida. Por eso los abortos legales se realizan y continuarán realizándose en el mundo, a la vez que la fertilización in vitro goza y seguirá gozando de buena salud. Por su parte, la ciencia médica seguirá desarrollando diagnósticos de enfermedades genéticas cada vez más certeros y tempranos en el proceso reproductivo, habilitando a las parejas en riesgo a evitar descendencia afectada.
El reconocimiento en nuestra legislación de que un embrión no tiene el mismo estatus moral de un recién nacido se debe acompañar con el reconocimiento de que el desarrollo intrauterino conlleva también una progresión en el estatuto moral y de derechos del feto que se van jerarquizando en el curso de la gestación, al igual que las responsabilidades éticas maternas de cuidar la salud fetal.
Ese respeto a esta progresión es el fundamento para que, cuando el embarazo es deseado y la gestación continúa por voluntad de la mujer embarazada, exista la obligación indelegable del Estado de proteger la salud de la futura madre y el feto mediante acciones tales como alimentación, atención prenatal y del parto adecuadas, y protección de la exposición a factores que pueden ocasionar trastornos en el feto.
En conclusión, lejos de disminuir la frecuencia de abortos, su criminalización solo consigue que se practique clandestinamente y en forma insegura, como hemos visto. Esto es inmoral por generar daño a la salud pública, violar el derecho a la privacidad de las mujeres y afectar principalmente a las de escasos recursos. La inmoralidad se reviste de hipocresía cuando los mismos que se oponen a la despenalización son los que obstaculizan -de hecho- la educación sexual y el uso de contraceptivos. Los dogmas morales de las diferentes doctrinas religiosas deben implementarse por las instituciones religiosas entre sus fieles y no deben estar a cargo del Estado laico ni imponerse a la sociedad entera.
La disyuntiva en nuestro país no es entre "aborto sí" o "aborto no", sino entre abortos legales, seguros y accesibles, como ocurre en más de sesenta países donde vive más del 70 por ciento de la población mundial, o abortos ilegales e inseguros con consecuencias negativas para la salud y la vida de las mujeres, y de la sociedad entera, porque no solo las mujeres sufren con esto.
La solución a esta disyuntiva, señoras y señores diputados, la tienen ustedes. Muchísimas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Gabriela Sosa, subsecretaria de Políticas de Género de la provincia de Santa Fe y ex directora de Derechos Humanos de la Municipalidad de Rosario.
SRA. SOSA Buenas tardes.
Vengo de la provincia de Santa Fe, donde el número de nacidos de mujeres menores de 15 años bajó a la mitad en los últimos cuatro años y también bajó el índice de mortalidad infantil relacionado con nacimientos prematuros en embarazos adolescentes.
En Rosario, en los últimos seis años ninguna mujer murió por aborto en centros de salud y hospitales municipales. Esto es producto de la aplicación de la educación sexual, métodos anticonceptivos y aplicación del protocolo de interrupción legal del embarazo.
En la provincia no han crecido los abortos; sí han decrecido las internaciones por complicaciones post abortos o por abortos. Digo esto por ese mito -o mejor dicho, por esa valoración prejuiciosa, discriminatoria y malintencionada- de que una vez aprobada la ley se multiplicarán los abortos y se utilizarán como métodos anticonceptivos.
Vengo de una provincia con una mirada de gestión basada en derechos y en una amplia participación ciudadana, especialmente del movimiento de mujeres, donde estamos en proceso de producción propia de misoprostol. A pesar de estos logros, siguen siendo múltiples las manifestaciones de mujeres, particularmente en los territorios más alejados de los centros urbanos, que expresan la violación de sus derechos sexuales y reproductivos. Por eso necesitamos la ley de aborto legal, seguro y gratuito.
Como ustedes saben, porque escucharon a su mamá, en Santa Fe murió Ana María Acevedo, de tenía 20 años. Ella padecía un cáncer y en el Hospital Iturraspe se negaron a hacerle un aborto terapéutico. Ana María murió el 17 de mayo de 2007.
En 2012, en Santa Fe, Yamila, de 19 años, fue presa por un aborto espontáneo.
En 2018, también en Santa Fe, a Karina, de 16 años, a pesar del acompañamiento del sistema de salud provincial para acceder al aborto legal, la denunciaron y la Justicia de menores determinó que un móvil policial la fuera a buscar a su colegio -ubicado en un pequeño pueblo- y se le realizara compulsivamente una ecografía para chequear si continuaba con su embarazo.
En Santa Fe, aprovechando la presencia de Grávida, una psicóloga de esa ONG se infiltró en el Hospital Iturraspe e impidió que una nena de 12 años con retraso, que había sido violada por su padrastro, accediera a un aborto legal. El Tribunal de Ética del Colegio de Psicólogos la sancionó, pero la Justicia falló a favor de la profesional por un tecnicismo.
Es claro que las mujeres somos atropelladas permanentemente por la judicialización de los casos, por la criminalización y la persecución, la violación del secreto profesional y el ejercicio abusivo de la objeción de conciencia. Por esto, necesitamos políticas públicas que garanticen derechos.
Legisladores y legisladoras: voten a favor del aborto legal, seguro y gratuito por cada una de estas historias, que son miles en la Argentina. Voten a favor del proyecto, porque es un modo de brindar paz y aliviar el dolor de miles de familiares de mujeres presas, enfermas y muertas por la criminalización y la clandestinidad del aborto.
Voten a favor de esta iniciativa cumpliendo con las recomendaciones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, del Comité de Expertos de Convención de la CEDAW, del Comité contra la Tortura, Penas Crueles, Tratos Inhumanos o Degradantes, de la Convención de Belém Do Pará, de las Reglas de Brasilia.
Voten a favor de esta norma sacando al Estado argentino del lugar que ocupa hoy como cómplice de las economías delictivas propias de la clandestinidad del aborto. Voten a favor igualando nuestra legislación a la de los países desarrollados y escuchando el pedido de nuestro pueblo, el pedido de mujeres de todas las edades y de todos los colores en todo el territorio argentino.
Las mujeres hemos conquistado con lucha y compromiso el derecho a votar, a ser elegidas, a estudiar, a poseer patrimonio. Conseguimos, entre otros logros, la ley sobre la igualdad ante la ley de hijos extramatrimoniales y ejercicio conjunto de la patria potestad; la ley de divorcio vincular; la ley de cupo femenino; la ley de creación nacional del Programa de Salud Sexual y Reproductiva; la ley de creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral; la ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres; la ley de matrimonio igualitario; la ley de igualdad de género y la ley de paridad.
En cada uno de estos procesos hemos tenido resistencias de grupos que a través del tiempo permanecen anclados en miradas conservadoras, anacrónicas y antiderechos. Pero siempre encontramos la compañía de multitudes que sueñan con sociedades más democráticas, con igualdad y sin violencia. También encontramos el compromiso de legisladores y legisladoras que comparten los mismos sueños.
Los cómplices y las cómplices de la muerte nos insultan; quieren criar fetos en incubadoras; plantean vía software marcar los domicilios que dentro de unos años alojará a una adolescente embarazada; se burlan del dolor de la violencia sexual ofreciendo dinero para sostener embarazos producidos como consecuencia de violaciones. Los cómplices y las cómplices de la muerte se sienten cómodos marchando con neonazis.
Las mujeres cantamos, bailamos, cultivamos, sanamos, participamos, jugamos, estudiamos, tejemos, enseñamos, construimos, criticamos, proponemos, luchamos, nos encontramos. Amamos la vida, luchamos por ella.
Por Ana María Acevedo, por Yamila, por Karina y por las miles de víctimas y sus familiares, pedimos a los señores legisladores que voten a favor del aborto legal, seguro y gratuito. (Aplausos.)
Vengo de la provincia de Santa Fe, donde el número de nacidos de mujeres menores de 15 años bajó a la mitad en los últimos cuatro años y también bajó el índice de mortalidad infantil relacionado con nacimientos prematuros en embarazos adolescentes.
En Rosario, en los últimos seis años ninguna mujer murió por aborto en centros de salud y hospitales municipales. Esto es producto de la aplicación de la educación sexual, métodos anticonceptivos y aplicación del protocolo de interrupción legal del embarazo.
En la provincia no han crecido los abortos; sí han decrecido las internaciones por complicaciones post abortos o por abortos. Digo esto por ese mito -o mejor dicho, por esa valoración prejuiciosa, discriminatoria y malintencionada- de que una vez aprobada la ley se multiplicarán los abortos y se utilizarán como métodos anticonceptivos.
Vengo de una provincia con una mirada de gestión basada en derechos y en una amplia participación ciudadana, especialmente del movimiento de mujeres, donde estamos en proceso de producción propia de misoprostol. A pesar de estos logros, siguen siendo múltiples las manifestaciones de mujeres, particularmente en los territorios más alejados de los centros urbanos, que expresan la violación de sus derechos sexuales y reproductivos. Por eso necesitamos la ley de aborto legal, seguro y gratuito.
Como ustedes saben, porque escucharon a su mamá, en Santa Fe murió Ana María Acevedo, de tenía 20 años. Ella padecía un cáncer y en el Hospital Iturraspe se negaron a hacerle un aborto terapéutico. Ana María murió el 17 de mayo de 2007.
En 2012, en Santa Fe, Yamila, de 19 años, fue presa por un aborto espontáneo.
En 2018, también en Santa Fe, a Karina, de 16 años, a pesar del acompañamiento del sistema de salud provincial para acceder al aborto legal, la denunciaron y la Justicia de menores determinó que un móvil policial la fuera a buscar a su colegio -ubicado en un pequeño pueblo- y se le realizara compulsivamente una ecografía para chequear si continuaba con su embarazo.
En Santa Fe, aprovechando la presencia de Grávida, una psicóloga de esa ONG se infiltró en el Hospital Iturraspe e impidió que una nena de 12 años con retraso, que había sido violada por su padrastro, accediera a un aborto legal. El Tribunal de Ética del Colegio de Psicólogos la sancionó, pero la Justicia falló a favor de la profesional por un tecnicismo.
Es claro que las mujeres somos atropelladas permanentemente por la judicialización de los casos, por la criminalización y la persecución, la violación del secreto profesional y el ejercicio abusivo de la objeción de conciencia. Por esto, necesitamos políticas públicas que garanticen derechos.
Legisladores y legisladoras: voten a favor del aborto legal, seguro y gratuito por cada una de estas historias, que son miles en la Argentina. Voten a favor del proyecto, porque es un modo de brindar paz y aliviar el dolor de miles de familiares de mujeres presas, enfermas y muertas por la criminalización y la clandestinidad del aborto.
Voten a favor de esta iniciativa cumpliendo con las recomendaciones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, del Comité de Expertos de Convención de la CEDAW, del Comité contra la Tortura, Penas Crueles, Tratos Inhumanos o Degradantes, de la Convención de Belém Do Pará, de las Reglas de Brasilia.
Voten a favor de esta norma sacando al Estado argentino del lugar que ocupa hoy como cómplice de las economías delictivas propias de la clandestinidad del aborto. Voten a favor igualando nuestra legislación a la de los países desarrollados y escuchando el pedido de nuestro pueblo, el pedido de mujeres de todas las edades y de todos los colores en todo el territorio argentino.
Las mujeres hemos conquistado con lucha y compromiso el derecho a votar, a ser elegidas, a estudiar, a poseer patrimonio. Conseguimos, entre otros logros, la ley sobre la igualdad ante la ley de hijos extramatrimoniales y ejercicio conjunto de la patria potestad; la ley de divorcio vincular; la ley de cupo femenino; la ley de creación nacional del Programa de Salud Sexual y Reproductiva; la ley de creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral; la ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres; la ley de matrimonio igualitario; la ley de igualdad de género y la ley de paridad.
En cada uno de estos procesos hemos tenido resistencias de grupos que a través del tiempo permanecen anclados en miradas conservadoras, anacrónicas y antiderechos. Pero siempre encontramos la compañía de multitudes que sueñan con sociedades más democráticas, con igualdad y sin violencia. También encontramos el compromiso de legisladores y legisladoras que comparten los mismos sueños.
Los cómplices y las cómplices de la muerte nos insultan; quieren criar fetos en incubadoras; plantean vía software marcar los domicilios que dentro de unos años alojará a una adolescente embarazada; se burlan del dolor de la violencia sexual ofreciendo dinero para sostener embarazos producidos como consecuencia de violaciones. Los cómplices y las cómplices de la muerte se sienten cómodos marchando con neonazis.
Las mujeres cantamos, bailamos, cultivamos, sanamos, participamos, jugamos, estudiamos, tejemos, enseñamos, construimos, criticamos, proponemos, luchamos, nos encontramos. Amamos la vida, luchamos por ella.
Por Ana María Acevedo, por Yamila, por Karina y por las miles de víctimas y sus familiares, pedimos a los señores legisladores que voten a favor del aborto legal, seguro y gratuito. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la doctora Adriana Mirta Gobbo, médica ginecóloga perteneciente a Grávida.
SRA. GOBBO Señores diputados: me presento como mujer, esposa, madre, abuela y médica, agradecida de esta posibilidad que me dan de expresar mis experiencias y convicciones. Me limitaré a hablar como médica ginecóloga con más de cuarenta años de consultorio, tanto en lo privado como en lo público.
Mucho se ha dicho acá sobre el comienzo de la vida. Es tan básico e ineludible como científico: comienza con la concepción.
Mi ponencia se refiere a riesgos de salud y aborto. Tomaré primero los riesgos del aborto para la salud de la mujer. Publicaciones de diferentes medios pro-abortos -de países donde el aborto es legal- presentan como complicaciones raras de ese aborto legal las siguientes: hemorragias; lesiones del cérvix, que pueden llevar a una incompetencia cérvico-ítsmica que generaría una futura infertilidad; ruptura uterina, que puede terminar en una histerectomía, aun en una mujer muy joven; reacciones alérgicas a las drogas utilizadas, como el misoprostol, que pueden derivar en una anafilaxia. Pero esas presentaciones dicen que "rara vez esto puede ser fatal".
Pensemos entonces qué se les ofrece, porque estamos dando a las mujeres seguridad, veracidad y libertad. ¿Qué ofrecemos a esas "raras" que pueden morir en un aborto legal?
Pasemos ahora a hablar del proyecto como causal salud. Se habla del derecho a la salud por encima de toda expectativa. Si entendemos como salud el derecho a la vida, no solo en el sentido biológico sino también en lo que respecta a la dignidad, la autonomía, el libre desarrollo de la personalidad y la no discriminación, entonces iremos viendo, desde la dimensión física, que frente a diferentes enfermedades que se agravan con el embarazo, o cuando ese embarazo afecta a la salud -no solo en riesgo de vida-, se encuentra como la solución más rápida la de terminar con la vida en gestación. Esto es aceptar el fracaso mismo de la medicina. Ningún médico puede dar con una aseveración absoluta, sino con una aproximación más o menos cierta, los resultados de determinado accionar.
En esto tengo el ejemplo más claro: el de mi madre, que a los 21 años -allá por el año 1953- recibió de su cardiólogo el diagnóstico de una severa patología con riesgo absoluto de vida en caso de embarazo. Desafiando ese pronóstico llevó adelante tres embarazos y falleció cincuenta años después. He oído hablar mucho sobre la interrupción del embarazo pero muy poco acerca de cómo prevenir las enfermedades ginecológicas, como el HPV o la clamidia.
A continuación me referiré a la dimensión psíquica. Se dice que un embarazo no deseado genera baja autoestima. Sin embargo, aquí se oyeron las voces de esas mujeres pobres defendiendo la vida de ese hijo como un único tesoro propio, queriendo superarse.
Desde la dimensión social se habla de una causal salud respecto de la alteración de un proyecto de vida. Debiéramos preguntarnos si realmente preparamos a nuestros jóvenes para que tengan un verdadero proyecto de vida. Si recibir educación es un derecho, ¿de qué forma educamos si alentamos o facilitamos la posibilidad de terminar con la vida de un hijo, aunque éste no sea esperado o deseado?
Si se trunca una carrera o una vocación por un embarazo no buscado, ¿es una vocación superior al derecho a la vida?
Veamos ahora algunas consideraciones éticas. Hablamos de la autonomía de la mujer, garantizándole decisiones libres. ¿Se han preguntado si una adolescente de 13 años tiene el discernimiento suficiente para evaluar las consecuencias de su accionar a futuro? Hasta se pide que la percepción de la mujer sea superior a la de su compañero, padre del niño en gestación, para tomar la decisión de abortar.
¿Se da autonomía cuando se les ofrece información incompleta en cuanto a las consecuencias del aborto a futuro? ¿Se da libertad cuando, para no disuadir o alarmar, no se da toda la información sobre el síndrome post aborto, tanto para ellas como para su entorno? Aquí quiero mencionar al padre, a los abuelos y a los hermanos nacidos o por nacer, porque ellos también padecen el síndrome post aborto. En algunas ocasiones, se bloquea el sonido del ecógrafo para que la mujer no oiga los latidos del corazón su hijo. Esto lo vivo y lo vemos mucho en Santa Fe, mi provincia.
Para ir finalizando mi exposición, quiero decir lo siguiente. Se habla del interés superior de la mujer menor, pero ¿se tiene en cuenta el interés y el derecho del menor en gestación, que también puede ser una mujer?
Si se pretende disminuir las muertes, eduquemos, y no solo para una sexualidad placentera. Aquí se ha dicho que se exige el aborto por el derecho al goce. Sin duda que debe existir tal derecho, pero debemos educar también para que las mujeres y los hombres conozcan su cuerpo, su maravillosa fisiología y su fertilidad. Eduquemos, entonces, para que sean responsablemente libres.
Señores diputados: la libertad es un derecho ganado. No la coartemos con leyes que anulan el primer derecho. En un futuro alguien puede decidir por el derecho a nuestra vida. Tal cual expresa el dicho, "una cosa es la ley y otra cosa es la justicia". Ustedes fueron elegidos para legislar con justicia. Eduquemos para defender las dos vidas. (Aplausos.)
Mucho se ha dicho acá sobre el comienzo de la vida. Es tan básico e ineludible como científico: comienza con la concepción.
Mi ponencia se refiere a riesgos de salud y aborto. Tomaré primero los riesgos del aborto para la salud de la mujer. Publicaciones de diferentes medios pro-abortos -de países donde el aborto es legal- presentan como complicaciones raras de ese aborto legal las siguientes: hemorragias; lesiones del cérvix, que pueden llevar a una incompetencia cérvico-ítsmica que generaría una futura infertilidad; ruptura uterina, que puede terminar en una histerectomía, aun en una mujer muy joven; reacciones alérgicas a las drogas utilizadas, como el misoprostol, que pueden derivar en una anafilaxia. Pero esas presentaciones dicen que "rara vez esto puede ser fatal".
Pensemos entonces qué se les ofrece, porque estamos dando a las mujeres seguridad, veracidad y libertad. ¿Qué ofrecemos a esas "raras" que pueden morir en un aborto legal?
Pasemos ahora a hablar del proyecto como causal salud. Se habla del derecho a la salud por encima de toda expectativa. Si entendemos como salud el derecho a la vida, no solo en el sentido biológico sino también en lo que respecta a la dignidad, la autonomía, el libre desarrollo de la personalidad y la no discriminación, entonces iremos viendo, desde la dimensión física, que frente a diferentes enfermedades que se agravan con el embarazo, o cuando ese embarazo afecta a la salud -no solo en riesgo de vida-, se encuentra como la solución más rápida la de terminar con la vida en gestación. Esto es aceptar el fracaso mismo de la medicina. Ningún médico puede dar con una aseveración absoluta, sino con una aproximación más o menos cierta, los resultados de determinado accionar.
En esto tengo el ejemplo más claro: el de mi madre, que a los 21 años -allá por el año 1953- recibió de su cardiólogo el diagnóstico de una severa patología con riesgo absoluto de vida en caso de embarazo. Desafiando ese pronóstico llevó adelante tres embarazos y falleció cincuenta años después. He oído hablar mucho sobre la interrupción del embarazo pero muy poco acerca de cómo prevenir las enfermedades ginecológicas, como el HPV o la clamidia.
A continuación me referiré a la dimensión psíquica. Se dice que un embarazo no deseado genera baja autoestima. Sin embargo, aquí se oyeron las voces de esas mujeres pobres defendiendo la vida de ese hijo como un único tesoro propio, queriendo superarse.
Desde la dimensión social se habla de una causal salud respecto de la alteración de un proyecto de vida. Debiéramos preguntarnos si realmente preparamos a nuestros jóvenes para que tengan un verdadero proyecto de vida. Si recibir educación es un derecho, ¿de qué forma educamos si alentamos o facilitamos la posibilidad de terminar con la vida de un hijo, aunque éste no sea esperado o deseado?
Si se trunca una carrera o una vocación por un embarazo no buscado, ¿es una vocación superior al derecho a la vida?
Veamos ahora algunas consideraciones éticas. Hablamos de la autonomía de la mujer, garantizándole decisiones libres. ¿Se han preguntado si una adolescente de 13 años tiene el discernimiento suficiente para evaluar las consecuencias de su accionar a futuro? Hasta se pide que la percepción de la mujer sea superior a la de su compañero, padre del niño en gestación, para tomar la decisión de abortar.
¿Se da autonomía cuando se les ofrece información incompleta en cuanto a las consecuencias del aborto a futuro? ¿Se da libertad cuando, para no disuadir o alarmar, no se da toda la información sobre el síndrome post aborto, tanto para ellas como para su entorno? Aquí quiero mencionar al padre, a los abuelos y a los hermanos nacidos o por nacer, porque ellos también padecen el síndrome post aborto. En algunas ocasiones, se bloquea el sonido del ecógrafo para que la mujer no oiga los latidos del corazón su hijo. Esto lo vivo y lo vemos mucho en Santa Fe, mi provincia.
Para ir finalizando mi exposición, quiero decir lo siguiente. Se habla del interés superior de la mujer menor, pero ¿se tiene en cuenta el interés y el derecho del menor en gestación, que también puede ser una mujer?
Si se pretende disminuir las muertes, eduquemos, y no solo para una sexualidad placentera. Aquí se ha dicho que se exige el aborto por el derecho al goce. Sin duda que debe existir tal derecho, pero debemos educar también para que las mujeres y los hombres conozcan su cuerpo, su maravillosa fisiología y su fertilidad. Eduquemos, entonces, para que sean responsablemente libres.
Señores diputados: la libertad es un derecho ganado. No la coartemos con leyes que anulan el primer derecho. En un futuro alguien puede decidir por el derecho a nuestra vida. Tal cual expresa el dicho, "una cosa es la ley y otra cosa es la justicia". Ustedes fueron elegidos para legislar con justicia. Eduquemos para defender las dos vidas. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY A continuación escucharemos a la última oradora de esta extensa jornada. Pido a los expositores que no se retiren ya que luego leeré las preguntas de los señores diputados y diputadas. Teniendo en cuenta la hora, trataré de leer las menos posibles, respetando que cada diputado o diputada pueda participar al menos con una pregunta.
Tiene la palabra Mariana Gras, profesora universitaria.
Tiene la palabra Mariana Gras, profesora universitaria.
SRA. GRAS Buenas noches a todas y todos. Mi nombre es Mariana Gras y soy madre de dos hijas maravillosas, que son lo mejor que he hecho en mi vida. Independientemente de este detalle, que es de carácter personal, quiero comentar con ustedes lo siguiente.
En estos días se han escuchado muchas voces, y se seguirán escuchando. Se ha hablado desde la filosofía, desde la medicina, desde las políticas públicas, desde las organizaciones sociales, estudiantiles y sindicales, y también desde el derecho; incluso se ha hablado de aquello que fue delito hasta hace poco, producto de legislaciones vetustas.
Además de escuchar todas las intervenciones de quienes estamos a favor de la vida, escuché atentamente las posturas y argumentos de quienes están a favor del aborto clandestino. Observé, entonces, que existe una suerte de disociación entre la realidad y el tema en discusión.
Al ser la última oradora, me faltará originalidad. Espero sepan disculpar y que mi intervención ayude a esclarecer cuáles son los puntos en debate.
No se está discutiendo si está bien abortar o no, o si una mujer es buena, mala o regular por abortar. Este es el primer problema que tenemos. Aquí no estamos para juzgar las acciones del otro; en este caso, de la otra. Las mujeres no le están pidiendo permiso a nadie para hacer lo que ya hacen. Lo que están pidiendo es no morir en el intento; es simple y sencillo.
Cuestiones básicas del siglo XXI: están pidiendo, ni más ni menos, que el Estado garantice el acceso médico para no verse sometidas a medicina o medicamentos truchos; están pidiendo no ir presas por ejercer su libertad; están pidiendo igualdad en el acceso a la salud sin distinción económica alguna. Ustedes no tienen que juzgar una realidad, la tienen que legislar. No debemos adjetivar, sino complejizar el discurso para poder resolver las situaciones.
Acá tengo un primer planteo para ustedes como legisladores y legisladoras: muchas veces, aquellos que nos dedicamos a la política como forma de vida y entendemos la política como una herramienta de transformación de las injusticias en justicias no tenemos oportunidad concreta de ver con nombre y apellido a las personas a las cuales nuestras decisiones les transforman la vida. Acá, legisladores y legisladoras, sí tienen la oportunidad de salvar vidas de mujeres y familias que se ven destruidas por los procesos de abortos clandestinos. Pueden cambiar la realidad de mujeres que deciden llevar adelante un aborto y se ven sometidas a vivir un camino de soledad, ilegalidad y clandestinidad.
Hoy hemos escuchado testimonios de médicos que cuentan cómo sus colegas se niegan a realizar esta intervención en los hospitales públicos pero a la tarde, en sus consultorios, cobran alrededor de 20.000 pesos por realizarlos. Sí, claro; como ustedes saben, para algunos el único Dios es el dinero.
Ustedes tienen que legislar sobre la realidad que vivimos y definir cuál es el rol del Estado en esta situación, es decir, si va a poner su fuerza en la persecución de las mujeres pobres, a las cuales todavía les debe todas las mandas constitucionales que se proclaman, o si va a garantizar su elección. No seamos hipócritas. Hablamos y escuchamos hablar de la importancia de la educación sexual pero no vemos los recursos del Estado para que se cumplan las leyes que hoy están vigentes. Hemos visto al Estado sacar al misoprostol de Precios Cuidados, haciendo que sea inaccesible para un sector y se genere especulación con su venta.
Acá se mencionó el caso de una chica -hoy escuchamos varios de estos testimonios- que quedó embarazada a los 16 años y quería llevar adelante el embarazo pero sus padres la obligaron a abortar. Acá nos enfrentamos a una situación clara: si el Estado hubiera estado presente, la voz de esa niña podría haber definido si continuaba con el embarazo o no. Con la presencia del Estado le podríamos haber garantizado no verse sometida ni a la violencia por ser menor, ni a la violencia por ser pobre, ni a la violencia por ser mujer, ni a la violencia de no ser escuchada.
Venimos asistiendo a debates que dan por sentado que las mujeres tenemos menos derechos que un embrión. ¡Hay que sostener esto! ¡Hay que decirme a mí y a todas las mujeres que tenemos menos derechos que un embrión! A veces uno se sorprende.
También quiero plantearles una duda sobre los parámetros que se manejan cuando decimos lo que se ha dicho en este plenario de comisiones sobre la hipótesis de que el aborto es un asesinato. Si esto fuera así, un médico genetista, por decidir cuál embrión le parece posible implantar y cuál no, ¿es un asesino serial?
En el caso de la ley de trombofilia, donde nuevamente las mujeres deciden -en este caso, deciden ser madres y se someten a tratamientos durísimos-, se organizan y construyen una ley para dejar de sufrir esos abortos, pero el Estado se las veta. Y luego les dice que tienen que sufrir como mínimo tres abortos para poder acceder a los medicamentos. Entonces, ¿el Estado es asesino? ¿Saben qué es lo curioso y qué tienen en común estos dos casos? Que siempre está en juego la decisión de una mujer. Son mujeres que deciden, porque cuando una mujer decide no ser madre, no la frena nadie, y cuando una mujer decide ser madre, no la frena nadie.
El Estado debe garantizar; depende de ustedes si garantiza la clandestinidad y la muerte o la libertad y la vida. Recuerden que la legislación debe responder al estado real de la situación, no en función de las convicciones individuales sino en función de la demanda social. Lo político no es individual sino colectivo. No estamos obligando a abortar a nadie que no quiera hacerlo; estamos logrando que no mueran mujeres en el intento de ejercer sus derechos.
Insisto: ustedes no están aquí para juzgar; no son la Santa Inquisición. La historia nos muestra que lo único que se construye de arriba hacia abajo son los pozos. Todas las demás transformaciones surgen de un pueblo movilizado. No existe ley que encorsete las decisiones del pueblo; podrá frenarlas un tiempo, pero nunca podrá detenerlas.
El aborto es libre, seguro y gratuito. En la Argentina ya es un hecho. Depende de ustedes si quieren ser lo último de lo viejo o lo primero de lo nuevo. Muchas gracias. (Aplausos.)
En estos días se han escuchado muchas voces, y se seguirán escuchando. Se ha hablado desde la filosofía, desde la medicina, desde las políticas públicas, desde las organizaciones sociales, estudiantiles y sindicales, y también desde el derecho; incluso se ha hablado de aquello que fue delito hasta hace poco, producto de legislaciones vetustas.
Además de escuchar todas las intervenciones de quienes estamos a favor de la vida, escuché atentamente las posturas y argumentos de quienes están a favor del aborto clandestino. Observé, entonces, que existe una suerte de disociación entre la realidad y el tema en discusión.
Al ser la última oradora, me faltará originalidad. Espero sepan disculpar y que mi intervención ayude a esclarecer cuáles son los puntos en debate.
No se está discutiendo si está bien abortar o no, o si una mujer es buena, mala o regular por abortar. Este es el primer problema que tenemos. Aquí no estamos para juzgar las acciones del otro; en este caso, de la otra. Las mujeres no le están pidiendo permiso a nadie para hacer lo que ya hacen. Lo que están pidiendo es no morir en el intento; es simple y sencillo.
Cuestiones básicas del siglo XXI: están pidiendo, ni más ni menos, que el Estado garantice el acceso médico para no verse sometidas a medicina o medicamentos truchos; están pidiendo no ir presas por ejercer su libertad; están pidiendo igualdad en el acceso a la salud sin distinción económica alguna. Ustedes no tienen que juzgar una realidad, la tienen que legislar. No debemos adjetivar, sino complejizar el discurso para poder resolver las situaciones.
Acá tengo un primer planteo para ustedes como legisladores y legisladoras: muchas veces, aquellos que nos dedicamos a la política como forma de vida y entendemos la política como una herramienta de transformación de las injusticias en justicias no tenemos oportunidad concreta de ver con nombre y apellido a las personas a las cuales nuestras decisiones les transforman la vida. Acá, legisladores y legisladoras, sí tienen la oportunidad de salvar vidas de mujeres y familias que se ven destruidas por los procesos de abortos clandestinos. Pueden cambiar la realidad de mujeres que deciden llevar adelante un aborto y se ven sometidas a vivir un camino de soledad, ilegalidad y clandestinidad.
Hoy hemos escuchado testimonios de médicos que cuentan cómo sus colegas se niegan a realizar esta intervención en los hospitales públicos pero a la tarde, en sus consultorios, cobran alrededor de 20.000 pesos por realizarlos. Sí, claro; como ustedes saben, para algunos el único Dios es el dinero.
Ustedes tienen que legislar sobre la realidad que vivimos y definir cuál es el rol del Estado en esta situación, es decir, si va a poner su fuerza en la persecución de las mujeres pobres, a las cuales todavía les debe todas las mandas constitucionales que se proclaman, o si va a garantizar su elección. No seamos hipócritas. Hablamos y escuchamos hablar de la importancia de la educación sexual pero no vemos los recursos del Estado para que se cumplan las leyes que hoy están vigentes. Hemos visto al Estado sacar al misoprostol de Precios Cuidados, haciendo que sea inaccesible para un sector y se genere especulación con su venta.
Acá se mencionó el caso de una chica -hoy escuchamos varios de estos testimonios- que quedó embarazada a los 16 años y quería llevar adelante el embarazo pero sus padres la obligaron a abortar. Acá nos enfrentamos a una situación clara: si el Estado hubiera estado presente, la voz de esa niña podría haber definido si continuaba con el embarazo o no. Con la presencia del Estado le podríamos haber garantizado no verse sometida ni a la violencia por ser menor, ni a la violencia por ser pobre, ni a la violencia por ser mujer, ni a la violencia de no ser escuchada.
Venimos asistiendo a debates que dan por sentado que las mujeres tenemos menos derechos que un embrión. ¡Hay que sostener esto! ¡Hay que decirme a mí y a todas las mujeres que tenemos menos derechos que un embrión! A veces uno se sorprende.
También quiero plantearles una duda sobre los parámetros que se manejan cuando decimos lo que se ha dicho en este plenario de comisiones sobre la hipótesis de que el aborto es un asesinato. Si esto fuera así, un médico genetista, por decidir cuál embrión le parece posible implantar y cuál no, ¿es un asesino serial?
En el caso de la ley de trombofilia, donde nuevamente las mujeres deciden -en este caso, deciden ser madres y se someten a tratamientos durísimos-, se organizan y construyen una ley para dejar de sufrir esos abortos, pero el Estado se las veta. Y luego les dice que tienen que sufrir como mínimo tres abortos para poder acceder a los medicamentos. Entonces, ¿el Estado es asesino? ¿Saben qué es lo curioso y qué tienen en común estos dos casos? Que siempre está en juego la decisión de una mujer. Son mujeres que deciden, porque cuando una mujer decide no ser madre, no la frena nadie, y cuando una mujer decide ser madre, no la frena nadie.
El Estado debe garantizar; depende de ustedes si garantiza la clandestinidad y la muerte o la libertad y la vida. Recuerden que la legislación debe responder al estado real de la situación, no en función de las convicciones individuales sino en función de la demanda social. Lo político no es individual sino colectivo. No estamos obligando a abortar a nadie que no quiera hacerlo; estamos logrando que no mueran mujeres en el intento de ejercer sus derechos.
Insisto: ustedes no están aquí para juzgar; no son la Santa Inquisición. La historia nos muestra que lo único que se construye de arriba hacia abajo son los pozos. Todas las demás transformaciones surgen de un pueblo movilizado. No existe ley que encorsete las decisiones del pueblo; podrá frenarlas un tiempo, pero nunca podrá detenerlas.
El aborto es libre, seguro y gratuito. En la Argentina ya es un hecho. Depende de ustedes si quieren ser lo último de lo viejo o lo primero de lo nuevo. Muchas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Hemos finalizado las exposiciones previstas para el día de hoy. Esta tarde hemos escuchado a veintisiete expositores. Agradezco a todos los que se han quedado toda la tarde, y por supuesto a los diputados y diputadas. Justamente hemos ampliado la cantidad de expositores para cumplir con el objetivo de terminar de escuchar a todos los expositores propuestos antes del 31 de mayo. Les agradezco mucho el esfuerzo.
Voy a leer las preguntas de los diputados. Cada expositor tendrá dos minutos para responder.
Esta es una pregunta de la diputada Austin para Marcela Rodríguez. Dice así: "Usted formó parte de los debates de la Convención Constituyente de 1994. Mucho se ha dicho con respecto al contenido y el alcance de lo que allí se incorporó al plexo constitucional. ¿Puede compartir cuál fue la posición del radicalismo y de Raúl Alfonsín?"
Voy a leer las preguntas de los diputados. Cada expositor tendrá dos minutos para responder.
Esta es una pregunta de la diputada Austin para Marcela Rodríguez. Dice así: "Usted formó parte de los debates de la Convención Constituyente de 1994. Mucho se ha dicho con respecto al contenido y el alcance de lo que allí se incorporó al plexo constitucional. ¿Puede compartir cuál fue la posición del radicalismo y de Raúl Alfonsín?"
SRA. RODRÍGUEZ Efectivamente, fui asesora del ex presidente Raúl Alfonsín; lo fui desde antes, desde que asumió la Presidencia de la Nación.
Debe leerse en forma integral cuál fue la posición de Alfonsín -que era presidente de la bancada radical- en relación con las cuestiones de género y los tratados internacionales de derecho internacional en particular.
Por un lado, como decía, cambia este paradigma de igualdad: desde el artículo 37, en relación con derechos políticos, a través de acciones afirmativas para las mujeres, y la disposición transitoria 2°; el artículo 43, remedio por excelencia para preservar derechos, que está establecido contra cualquier forma de discriminación; el artículo 75, inciso 22, que reconoce la jerarquía constitucional de derechos, entre ellos la Convención sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer. Pero hay mucha duda -y mucho se habló- acerca de que en realidad se trata de la incorrecta interpretación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 4°, cuando dice que se reconoce la vida "en general" desde su concepción. La expresión "en general" quiere decir "no siempre". Para esto me remito a la resolución 23/81 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso "Baby Boy", que directamente remite a las discusiones, tanto de la Declaración Americana como de la Convención Americana, desde el 48 en adelante.
En relación con el artículo 75, punto 22, sobre cómo deben interpretarse las declaraciones interpretativas, allí expresamente Alfonsín, en su inserción de la página 3095 y subsiguientes de la versión taquigráfica, explica cómo debe interpretarse y por qué no forma parte del tratado. De la misma manera, debe tenerse en cuenta que las condiciones de su vigencia es cómo son interpretados por los órganos encargados de aplicación y monitoreo, según la doctrina de la Corte en los casos Ekmekdjian c/Sofovich, Giroldi y subsiguientes.
Por otra parte, el artículo 75, punto 23, especialmente establece que solo se trata de un régimen de seguridad social. Otro tipo de cláusula no hubiera estado habilitada por la ley que dictó la necesidad de la reforma.
Debe leerse en forma integral cuál fue la posición de Alfonsín -que era presidente de la bancada radical- en relación con las cuestiones de género y los tratados internacionales de derecho internacional en particular.
Por un lado, como decía, cambia este paradigma de igualdad: desde el artículo 37, en relación con derechos políticos, a través de acciones afirmativas para las mujeres, y la disposición transitoria 2°; el artículo 43, remedio por excelencia para preservar derechos, que está establecido contra cualquier forma de discriminación; el artículo 75, inciso 22, que reconoce la jerarquía constitucional de derechos, entre ellos la Convención sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer. Pero hay mucha duda -y mucho se habló- acerca de que en realidad se trata de la incorrecta interpretación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 4°, cuando dice que se reconoce la vida "en general" desde su concepción. La expresión "en general" quiere decir "no siempre". Para esto me remito a la resolución 23/81 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso "Baby Boy", que directamente remite a las discusiones, tanto de la Declaración Americana como de la Convención Americana, desde el 48 en adelante.
En relación con el artículo 75, punto 22, sobre cómo deben interpretarse las declaraciones interpretativas, allí expresamente Alfonsín, en su inserción de la página 3095 y subsiguientes de la versión taquigráfica, explica cómo debe interpretarse y por qué no forma parte del tratado. De la misma manera, debe tenerse en cuenta que las condiciones de su vigencia es cómo son interpretados por los órganos encargados de aplicación y monitoreo, según la doctrina de la Corte en los casos Ekmekdjian c/Sofovich, Giroldi y subsiguientes.
Por otra parte, el artículo 75, punto 23, especialmente establece que solo se trata de un régimen de seguridad social. Otro tipo de cláusula no hubiera estado habilitada por la ley que dictó la necesidad de la reforma.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Esta pregunta es de la diputada Massetani y está dirigida a Majo Poncino. Dice así: "Usted dijo que el aborto contribuye a una sociedad más justa. ¿A usted le parece justo negar el derecho a la paternidad?"
SRA. PONCINO ¿Y no elegir la maternidad es un delito? Esto también forma parte de mi respuesta. Hoy yo puedo elegir no ser madre; es una elección o una decisión sobre mi persona y mi cuerpo ser madre o no. El aborto legal, seguro y gratuito es un derecho que tienen todas las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo, y eso genera mayor igualdad en la sociedad y en el pueblo argentino.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Esta pregunta es de la diputada Banfi y está dirigida al doctor Scarano. Dice así: "Usted hizo hincapié en la incapacidad de ejercer el derecho a un plan de vida en determinados casos. ¿Qué opina acerca de un embarazo de una niña de 13 años producto de una violación? ¿Cree que es incapaz para ejercer su derecho a abortar, como se lo permite hoy el Código Penal?
SR. SCARANO Yo me referí a la concepción humana que tiene como base el plan de vida según lo expuso un discípulo de Nino. De manera que la pregunta no tiene relación con lo que expuse. Con respecto a si creo que una niña de 13 años tiene capacidad, por supuesto que sí, con las limitaciones propias de su edad.
Fíjense que, según la ley vigente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para hacerse un tatuaje la persona debe tener más de 18 años; y si es menor, los padres solamente lo pueden autorizar mediante escritura pública. Lo que es un hecho casi seguro, que debemos evitar, es que esa menor de 13 años va a recibir presiones de su familia o de su pareja. Entonces, tiene que haber un acompañamiento de esa persona para que pueda decidir. Considero que tiene toda la libertad para realizar su plan de vida; evidentemente, mientras tenga la libertad de hacerlo, porque en muchos casos es solamente formal y no real por los condicionamientos concretos a los que está sometida en determinadas situaciones.
Fíjense que, según la ley vigente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para hacerse un tatuaje la persona debe tener más de 18 años; y si es menor, los padres solamente lo pueden autorizar mediante escritura pública. Lo que es un hecho casi seguro, que debemos evitar, es que esa menor de 13 años va a recibir presiones de su familia o de su pareja. Entonces, tiene que haber un acompañamiento de esa persona para que pueda decidir. Considero que tiene toda la libertad para realizar su plan de vida; evidentemente, mientras tenga la libertad de hacerlo, porque en muchos casos es solamente formal y no real por los condicionamientos concretos a los que está sometida en determinadas situaciones.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Aquí tengo una pregunta del diputado Goicoechea para el licenciado Rolón, que ya no se encuentra presente. De todas maneras, la voy a leer. Dice así: "Usted manifestó que sus pacientes que abortaron tenían gritos de dolor. ¿A qué lo atribuye: al duelo por el hijo eliminado o a la situación ilegal o clandestina atravesada?"
Esta es una pregunta de la diputada Villavicencio para Mercedes Figueroa, y dice así: "Usted mencionó que la mayoría de las mujeres que abortan lo hacen por presión. ¿Tiene estadísticas y datos precisos de esta información?"
Esta es una pregunta de la diputada Villavicencio para Mercedes Figueroa, y dice así: "Usted mencionó que la mayoría de las mujeres que abortan lo hacen por presión. ¿Tiene estadísticas y datos precisos de esta información?"
SRA. FIGUEROA No hemos sacado estadísticas pero, si quieren, lo podríamos hacer, encantadísimas. Lo hablo desde la experiencia de todas las mujeres que atendimos. No tenemos estadísticas, pero si alguna persona las quiere, las podemos hacer y entregárselas, encantadas.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Si algún expositor tiene alguna información, la puede dejar en la secretaría de la comisión, y luego será puesta a disposición de todos los diputados.
Esta pregunta es de la diputada Terada y está dirigida al licenciado Rolón. La voy a leer aunque el licenciado se haya retirado. Dice así: "Usted citó a El Talmud, que dice 'Quien salva una vida, salva la Humanidad'. ¿Cómo juzga esto con el poder salvar a las dos vidas, ya que ambas son valiosas e igual de importantes para la Humanidad?"
Esta pregunta es de la diputada Rista y se la formula a Silvia Domínguez. Dice lo siguiente: "¿Cómo resolvería la problemática de la criminalización hacia las mujeres que abortan?"
Esta pregunta es de la diputada Terada y está dirigida al licenciado Rolón. La voy a leer aunque el licenciado se haya retirado. Dice así: "Usted citó a El Talmud, que dice 'Quien salva una vida, salva la Humanidad'. ¿Cómo juzga esto con el poder salvar a las dos vidas, ya que ambas son valiosas e igual de importantes para la Humanidad?"
Esta pregunta es de la diputada Rista y se la formula a Silvia Domínguez. Dice lo siguiente: "¿Cómo resolvería la problemática de la criminalización hacia las mujeres que abortan?"
SRA. DOMÍNGUEZ Yo no creo que tengamos que resolver la problemática de la criminalización de las mujeres que abortan. Creo que tenemos que procurar que las mujeres no lleguen al aborto.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY La diputada Mariana Morales pregunta al doctor Eduardo Allub lo siguiente: "¿Qué significa el aborto tardío o a cualquier edad gestacional? ¿Es lo mismo anticipar el parto que cualquier aborto tardío? ¿La legalización del aborto desde el punto de vista científico garantiza efectivamente la erradicación total de las muertes maternas por abortos?"
SR. ALLUB El artículo 3°, inciso 2), del proyecto de ley -si no me equivoco- contempla la posibilidad de abortar a cualquier edad cuando se vea comprometida la salud materna desde el punto de vista físico, psíquico o social.
El aborto tardío busca deliberadamente la muerte del producto de la concepción, mientras que el parto pretérmino o el parto anticipado busca favorecer el nacimiento con vida del ser concebido. Por lo tanto, no es lo mismo hablar del aborto tardío que del parto anticipado.
Respecto de si la legalización del aborto garantiza o erradica las muertes maternas, en mi exposición dije que todo acto abortivo tiene ciertos riesgos para la madre por más que tratemos de perfeccionar las técnicas, porque la interrupción del embarazo en sí misma es un factor de riesgo.
El aborto tardío busca deliberadamente la muerte del producto de la concepción, mientras que el parto pretérmino o el parto anticipado busca favorecer el nacimiento con vida del ser concebido. Por lo tanto, no es lo mismo hablar del aborto tardío que del parto anticipado.
Respecto de si la legalización del aborto garantiza o erradica las muertes maternas, en mi exposición dije que todo acto abortivo tiene ciertos riesgos para la madre por más que tratemos de perfeccionar las técnicas, porque la interrupción del embarazo en sí misma es un factor de riesgo.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Esta pregunta la formula la diputada del Plá a la licenciada Daniela Dosso, y dice así: "¿Podría explicar en forma sencilla cómo se utiliza el misoprostol para la realización de un aborto en condiciones seguras?"
SRA. DOSSO En el primer trimestre del embarazo, según la guía técnica de la OMS -que está en internet a disposición de todos-, se utilizan doce comprimidos de oxaprost. La mujer lo hace en forma ambulatoria, en su casa. Son comprimidos sublinguales, con lo cual ni siquiera tiene que tener manejo de sus genitales. Se toman cuatro comprimidos cada cuatro horas, o sea que en nueve horas se hace todo el tratamiento. Debajo de la lengua se dejan unos veinte minutos.
El misoprostol, que es un análogo sintético de la prostaglandina -que es una hormona que tenemos en nuestro cuerpo, por lo cual no es tóxico ni hace daño-, hace que el músculo liso del útero se mueva; como ustedes saben, nuestros úteros están hechos de músculo. Esos movimientos van a hacer que se desprenda el endometrio, que es la menstruación que la mujer no tuvo -esa falta que tuvo, por ejemplo, hace dos semanas, si está de siete semanas-, y junto con ese endometrio se desprenderá el embrión. Entonces, la mujer va a observar una menstruación un poco más abundante, según la edad gestacional; no es lo mismo realizarlo cuando se está de seis o siete semanas que cuando se está de doce. Ese movimiento del útero genera dolor. Es verdad que hay abortos traumáticos y que algunas mujeres se asustan ante esta situación de dolor. Por eso es muy importante que tomen analgésicos para evitar esos dolores. La mujer queda con una menstruación durante unos días y luego se realiza una ecografía de control para verificar que no queden restos, que no son de feto sino de endometrio.
Como ven, el funcionamiento del misoprostol es parecido a la pérdida de un embarazo espontáneo, es decir, el que no es provocado por la medicación. Por eso no tiene riesgos para la vida o la salud y puede ser muy bien manejado por la mujer.
El misoprostol, que es un análogo sintético de la prostaglandina -que es una hormona que tenemos en nuestro cuerpo, por lo cual no es tóxico ni hace daño-, hace que el músculo liso del útero se mueva; como ustedes saben, nuestros úteros están hechos de músculo. Esos movimientos van a hacer que se desprenda el endometrio, que es la menstruación que la mujer no tuvo -esa falta que tuvo, por ejemplo, hace dos semanas, si está de siete semanas-, y junto con ese endometrio se desprenderá el embrión. Entonces, la mujer va a observar una menstruación un poco más abundante, según la edad gestacional; no es lo mismo realizarlo cuando se está de seis o siete semanas que cuando se está de doce. Ese movimiento del útero genera dolor. Es verdad que hay abortos traumáticos y que algunas mujeres se asustan ante esta situación de dolor. Por eso es muy importante que tomen analgésicos para evitar esos dolores. La mujer queda con una menstruación durante unos días y luego se realiza una ecografía de control para verificar que no queden restos, que no son de feto sino de endometrio.
Como ven, el funcionamiento del misoprostol es parecido a la pérdida de un embarazo espontáneo, es decir, el que no es provocado por la medicación. Por eso no tiene riesgos para la vida o la salud y puede ser muy bien manejado por la mujer.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Esta pregunta es de la diputada Austin y está dirigida a la licenciada Daniela Dosso o a la doctora Estefanía Cioffi. Dice así: "El jueves pasado se dijo aquí que la Organización Mundial de la Salud señaló que debían realizarse estudios que validen el uso del misoprostol, pues era riesgoso. Sin embargo, se advierte que el documento que mencionaron es del año 2010. ¿Sabe usted si hubo documentos posteriores de la OMS con respecto al uso del misoprostol?"
SRA. CIOFFI Tengo aquí la guía técnica de la OMS sobre el aborto seguro, denominada "Aborto sin riesgos: Guía técnica y de políticas para Sistemas de Salud", publicada en 2012. En 2015, la Organización Mundial de la Salud considera al misoprostol como uno de los medicamentos esenciales; para que todos entendamos, un medicamento esencial son, por ejemplo, las sales de rehidratación oral, que han salvado millones de vidas por prevenir diarreas. Justamente se considera al misoprostol como un medicamento esencial porque a nivel mundial disminuye muchísimo la morbimortalidad por abortos inseguros.
En la página 49 de esa guía dice: "La vasta mayoría de las mujeres que tienen un aborto adecuadamente realizado..." -previamente explica qué es adecuadamente realizado, que es como lo explicó recién Daniela, y también habla de la mifepristona y la aspiración manual endouterina- "...no sufrirá ningún tipo de secuelas a largo plazo en su salud general ni reproductiva. En tiempos modernos, el riesgo de muerte a partir de un aborto inducido y sin riesgos es menor en comparación con una inyección de penicilina..." -recordemos que la penicilina existe desde la década del 50; fue uno de los primeros antibióticos- "...o con llevar un embarazo a término". Esto es lo que decían mis compañeras, desmintiendo lo que decían los señores del otro lado.
En la página 49 de esa guía dice: "La vasta mayoría de las mujeres que tienen un aborto adecuadamente realizado..." -previamente explica qué es adecuadamente realizado, que es como lo explicó recién Daniela, y también habla de la mifepristona y la aspiración manual endouterina- "...no sufrirá ningún tipo de secuelas a largo plazo en su salud general ni reproductiva. En tiempos modernos, el riesgo de muerte a partir de un aborto inducido y sin riesgos es menor en comparación con una inyección de penicilina..." -recordemos que la penicilina existe desde la década del 50; fue uno de los primeros antibióticos- "...o con llevar un embarazo a término". Esto es lo que decían mis compañeras, desmintiendo lo que decían los señores del otro lado.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Esta última pregunta es de la diputada Mariana Morales y está dirigida al doctor Alejandro Scarano. Dice así: "¿Cómo interpreta usted el artículo 21 del Código Civil, que dice que si no nace con vida se considera que la persona nunca existió? ¿Cómo concilia el caso F.A.L. con la postura que expuso? ¿A qué se refiere con la experiencia de Francia en relación a la legalización del aborto?"
SR. SCARANO Aquí se ha mencionado el artículo 21, que -si mal no recuerdo- dice que si no nace con vida es como si no hubiera existido. Toda la doctrina civil ha dicho con claridad que el artículo nuevo reproduce el artículo 74 del viejo código, y esa doctrina siempre ha entendido que la cláusula resolutoria de no adquirir derechos o de perderlos por no nacer con vida se refiere a los derechos patrimoniales y no a los extrapatrimoniales. Es decir, nunca el Código Civil -ni el de Vélez Sarsfield ni el actual- niega personalidad jurídica a la persona por nacer. Si no nacía con vida, no adquiría los derechos patrimoniales; esto se estableció en el Código Civil de Vélez Sarsfield para prevenir fraudes sucesorios.
También se me preguntó sobre el caso F.A.L. Si tuviera que dar una clase de lógica jurídica -que es un tema que me gusta mucho-, no dudaría en elegir el caso F.A.L. como un catálogo de lo que no se debe hacer o de lo que es el sofisma jurídico. Para ser breve, el caso F.A.L. transforma una excusa absolutoria en un derecho. Cuando uno lee todo el caso no encuentra ninguna razón jurídica para eso. Simplemente dice que el artículo 86 consagra un derecho. Pero fíjense lo siguiente: el artículo 79 consagra el homicidio y el artículo 36 consagra la legítima defensa, pero de ninguna manera puede considerarse a la legítima defensa como un derecho a matar. Yo no podría ir a un juez a pedirle que me dé un certificado o una autorización para matar a una persona que me suele amenazar.
No recuerdo la última parte de la pregunta.
También se me preguntó sobre el caso F.A.L. Si tuviera que dar una clase de lógica jurídica -que es un tema que me gusta mucho-, no dudaría en elegir el caso F.A.L. como un catálogo de lo que no se debe hacer o de lo que es el sofisma jurídico. Para ser breve, el caso F.A.L. transforma una excusa absolutoria en un derecho. Cuando uno lee todo el caso no encuentra ninguna razón jurídica para eso. Simplemente dice que el artículo 86 consagra un derecho. Pero fíjense lo siguiente: el artículo 79 consagra el homicidio y el artículo 36 consagra la legítima defensa, pero de ninguna manera puede considerarse a la legítima defensa como un derecho a matar. Yo no podría ir a un juez a pedirle que me dé un certificado o una autorización para matar a una persona que me suele amenazar.
No recuerdo la última parte de la pregunta.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Se la leo: "¿A qué se refiere con la experiencia de Francia en relación a la legalización del aborto?"
SR. SCARANO Me refiero a lo siguiente. En contradicción con lo que hemos escuchado aquí, en Infobae del 16 de abril aparece una publicación en la cual la investigadora Ségolène du Closel expone los resultados que se obtuvieron en Francia. Dice que después de cuarenta y tres años de vigencia del aborto, las mujeres abortan por presión, es decir que no se generaron libertades sino condiciones para que fueran presionadas. Esto está publicado en Infobae, que, hasta donde conozco, no es una revista religiosa ni musulmana.
Según los datos oficiales, el 60 por ciento de las mujeres francesas entiende que la sociedad debe ayudar a las mujeres a no abortar. Como dije, son datos publicados por Infobae. De manera que cualquiera los puede consultar.
Según los datos oficiales, el 60 por ciento de las mujeres francesas entiende que la sociedad debe ayudar a las mujeres a no abortar. Como dije, son datos publicados por Infobae. De manera que cualquiera los puede consultar.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Hemos finalizado la jornada de hoy, que ha sido muy extensa pero también muy fructífera, con excelentes exposiciones. Realmente estamos dando un debate histórico en el seno de esta Cámara de Diputados.
Les agradezco a todos y los convoco para el próximo jueves a las 9 y 30 horas, donde continuaremos con el listado de expositores y seguramente nos seguiremos ilustrando sobre este tema tan importante.
Les agradezco a todos y los convoco para el próximo jueves a las 9 y 30 horas, donde continuaremos con el listado de expositores y seguramente nos seguiremos ilustrando sobre este tema tan importante.