LEGISLACION PENAL
Comisión PermanenteOf. Administrativa: Piso P04 Oficina 404
Secretario Administrativo DR. SAADE MARTIN OMAR
Martes 15.30hs
Of. Administrativa: (054-11) 6075-7493/94 Internos 2403/01
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- LEGISLACION GENERAL
- LEGISLACION PENAL
- FAMILIA, MUJER, NIÑEZ Y ADOLESCENCIA
- ACCION SOCIAL Y SALUD PUBLICA
Reunión del día 03/05/2018
- IVE (CONJUNTA - TARDE)
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los tres días del mes de mayo de 2018, a la hora 14 y 56:
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Damos comienzo a la séptima reunión plenaria de las comisiones de Legislación General, de Acción Social y Salud Pública, de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia y de Legislación Penal para tratar los proyectos de ley sobre despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
Esta es la continuación de la reunión que iniciamos hoy por la mañana, en la cual hubo muy buenos expositores. Seguramente, vamos a tenerlos también por la tarde. El listado es importante, ya que las autoridades de las cuatro comisiones hemos ampliado su número a cuarenta y ocho por día aproximadamente para llegar al plazo que nos hemos fijado de terminar con las exposiciones antes del 31 de mayo.
En primer lugar, quiero agradecer a las presidentas de las comisiones que integran este plenario junto a la de Legislación General: las diputadas Alejandra Martínez, de la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia; la diputada Carmen Polledo, de la Comisión de Acción Social y Salud Pública, y la diputada Gabriela Burgos, de la Comisión de Legislación Penal. También agradezco a los diputados y las diputadas presentes y a todos los que siguen esta reunión informativa plenaria a través de los medios digitales de comunicación de la Cámara de Diputados por streaming: Diputados TV y Youtube.
Asimismo, quiero comunicar que, por tratarse de reuniones informativas, no requieren quórum para celebrarse porque no están destinadas a producir dictamen. Las comisiones comenzarán a trabajar en el despacho a partir de la finalización del cronograma de expositores invitados. Además, esta reunión puede funcionar con la presencia de al menos uno de los cuatro presidentes de las comisiones intervinientes. Esto es lo que se acordó a partir de la metodología de trabajo que propusimos a los diputados en la primera reunión plenaria del 20 de marzo.
Del mismo modo, quiero agradecer a todos los expositores por venir. Les comunico que cada exposición tendrá una duración de siete minutos; cuando cada orador llegue al minuto seis le voy a informar que le queda un minuto. También quiero requerirles que, en la medida de sus posibilidades, se queden hasta el final de todas las exposiciones para poder responder a las preguntas de los diputados, que serán leídas por esta Presidencia al final. Es un momento muy importante de este debate histórico porque permite ampliar las exposiciones realizadas previamente y, de alguna manera, aclarar dudas. En ese marco, quedarse hasta el final sería sustancial.
En las seis reuniones anteriores, el período de las preguntas ha sido un momento muy fructífero para ampliar la información que todos los diputados necesitamos para tomar posición sobre los proyectos que estamos debatiendo.
Por otra parte, en algún momento voy a ceder la palabra a uno de los expositores de la mañana, quien quiere hacer una aclaración. Cuando se encuentre presente, le concederé dos minutos para que realice ese comentario que quedó pendiente, seguramente en presencia de la diputada que le formuló la pregunta.
Tiene la palabra el vicepresidente de la Fundación Nuevo Nacimiento, Bernardo Affranchino.
Esta es la continuación de la reunión que iniciamos hoy por la mañana, en la cual hubo muy buenos expositores. Seguramente, vamos a tenerlos también por la tarde. El listado es importante, ya que las autoridades de las cuatro comisiones hemos ampliado su número a cuarenta y ocho por día aproximadamente para llegar al plazo que nos hemos fijado de terminar con las exposiciones antes del 31 de mayo.
En primer lugar, quiero agradecer a las presidentas de las comisiones que integran este plenario junto a la de Legislación General: las diputadas Alejandra Martínez, de la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia; la diputada Carmen Polledo, de la Comisión de Acción Social y Salud Pública, y la diputada Gabriela Burgos, de la Comisión de Legislación Penal. También agradezco a los diputados y las diputadas presentes y a todos los que siguen esta reunión informativa plenaria a través de los medios digitales de comunicación de la Cámara de Diputados por streaming: Diputados TV y Youtube.
Asimismo, quiero comunicar que, por tratarse de reuniones informativas, no requieren quórum para celebrarse porque no están destinadas a producir dictamen. Las comisiones comenzarán a trabajar en el despacho a partir de la finalización del cronograma de expositores invitados. Además, esta reunión puede funcionar con la presencia de al menos uno de los cuatro presidentes de las comisiones intervinientes. Esto es lo que se acordó a partir de la metodología de trabajo que propusimos a los diputados en la primera reunión plenaria del 20 de marzo.
Del mismo modo, quiero agradecer a todos los expositores por venir. Les comunico que cada exposición tendrá una duración de siete minutos; cuando cada orador llegue al minuto seis le voy a informar que le queda un minuto. También quiero requerirles que, en la medida de sus posibilidades, se queden hasta el final de todas las exposiciones para poder responder a las preguntas de los diputados, que serán leídas por esta Presidencia al final. Es un momento muy importante de este debate histórico porque permite ampliar las exposiciones realizadas previamente y, de alguna manera, aclarar dudas. En ese marco, quedarse hasta el final sería sustancial.
En las seis reuniones anteriores, el período de las preguntas ha sido un momento muy fructífero para ampliar la información que todos los diputados necesitamos para tomar posición sobre los proyectos que estamos debatiendo.
Por otra parte, en algún momento voy a ceder la palabra a uno de los expositores de la mañana, quien quiere hacer una aclaración. Cuando se encuentre presente, le concederé dos minutos para que realice ese comentario que quedó pendiente, seguramente en presencia de la diputada que le formuló la pregunta.
Tiene la palabra el vicepresidente de la Fundación Nuevo Nacimiento, Bernardo Affranchino.
SR. AFFRANCHINO Señor presidente: es un privilegio estar presente aquí esta tarde. Saludo a todos y celebro esta oportunidad de debatir un tema tan sensible.
La explicitación de nuestros valores habla de quiénes somos. En este sentido, el valor vida es el primero que voy a defender. Supongo que estamos todos de acuerdo con eso.
El comienzo de la vida humana se da desde la concepción, es decir, desde la unión del óvulo con el espermatozoide. En este sentido, el profesor Jamie Davies, de la Universidad de Edimburgo, Escocia, dijo: "Una de las grandes ironías de la biología es que el cuerpo humano, la entidad más compleja del universo conocido, se desarrolle a partir de un comienzo tan simple: un óvulo fecundado."
Cuando hablamos de abortar, hablamos de eliminar la vida de una persona en gestación. Una sociedad sin reglas, basada en enfoques parciales, será una sociedad cada vez más injusta, la cual crecerá conviviendo con brechas de mayor profundidad y negativas consecuencias en el corto, mediano y largo plazo.
En este sentido, siempre he creído que nuestras leyes nos definen y envían un mensaje hacia el futuro. Al profundizar el tema de la despenalización del aborto en todo marco, me surge la siguiente pregunta: ¿cuál es la verdadera discusión que estamos sosteniendo? Vivimos en un país que ya provee un marco regulatorio legislado desde 1921 respecto del aborto, ratificado y ampliado en el caso "F.A.L.", tantas veces ya citado en este recinto.
El aborto no punible ya tiene en nuestro país una práctica regulatoria con el protocolo ILE. Dicho protocolo establece, por ejemplo, que no necesitamos denuncia judicial para llevar adelante la interrupción de un embarazo que esté poniendo en riesgo la vida o bienestar de la madre o sea fruto de una violación. La sola certificación profesional de los citados casos obliga a la atención en los centros destinados, donde un profesional solo se puede excusar ante una eventual situación de objeción de conciencia o de precariedad de atención. El Estado está comprometido, más allá de situaciones particulares como la citadas, a atender al solicitante antes, durante y luego de la práctica abortiva, respetando privacidad. Sumemos a este punto que esta práctica es viable a partir de los 13 años en los marcos específicos.
Entonces, vuelvo a preguntarme: ¿cuál es la discusión real? Entiendo que debatimos aquí acerca del desconocimiento de la persona en gestación como receptor de derechos tan básicos como la vida y que, por ende, no será importante su cuidado.
Estamos diciendo que, de forma autárquica, una persona puede definir y decidir si lo que está en ese vientre es un ser humano o no. Es decir que, según un criterio personal de elección, en unos casos es correcto permitir vivir a lo que se está gestando y en otros, no. Una persona en gestación merece nacer o no según determinados conceptos de posturas personales. Creo que debemos decidir si el valor vida es el mismo, en cualquier caso.
Llevo más de veinticinco años con la fundación trabajando con gente en diferentes situaciones de riesgo y con diversas problemáticas como son las adicciones, la violencia familiar, la precariedad ambiental, etcétera y no tengo dudas de que la fragilidad de muchos de nuestros conciudadanos es fruto de privilegiar a unos sobre otros, lo cual se manifiesta en diversas injusticias.
Lo que hablamos aquí es acerca del presunto derecho de hacer con mi vida lo que quiero, por encima de los derechos del prójimo. En este caso, el afectado no tiene chances de opinar ni de defenderse en forma alguna.
Es un debate acerca de la supremacía de los derechos de unos por sobre los derechos de otros, y estamos pensando que la solución a problemas que el Estado debe y puede resolver es profundizar esta injusticia.
La vida de la persona en gestación debe ser respetada en todo su desarrollo. De la misma manera, la madre debe recibir cuidado y atención para no seguir siendo víctima de maltrato. Es maltrato "oficial" nuestra debilidad en materia educativa acerca de la prevención del embarazo no deseado y de las prácticas de anticoncepción.
Aquí hay una profunda dicotomía en nuestra sociedad. Como sociedad llevamos años diciendo a nuestras adolescentes que es válido permitir a nuestras pulsiones básicas que regulen nuestras relaciones y nos hemos reducido a repartir por años preservativos como la solución al tema. Las estadísticas dan por tierra que esto sea una solución.
Seguimos un camino en el que, en lugar de empoderar a la mujer reforzando su educación y promocionando sus derechos, estamos pensando en la liberación total de la práctica abortiva. Esto habla más de nuestras fallas que de nuestros aciertos.
Yo creo que abortar no es gratis emocional ni espiritualmente. Liberar completamente el marco actual envía un mensaje que nos aleja aún más de la educación en principios y valores sanos. En lugar de prevenir, enviamos un mensaje de que no importa que el embarazo llegue sin deseo, pues total se interrumpe y se resuelve el problema. Preveo una profundización del abandono de la mujer en este punto, la que deberá enfrentar el problema sola, acarreando de por vida las consecuencias psicológicas de las que muchos profesionales nos han ilustrado aquí.
¿Cuánto hace que no vemos campañas estatales, televisivas o gráficas que promuevan de manera constante el empoderamiento de la mujer en estas áreas?
Como decía, veinticinco años de experiencia en la tarea social refuerzan mi idea de que el camino que transitamos no es efectivo. El pensamiento de que las clases sociales de menores recursos son las que más sufren no poder abortar de forma irrestricta no coincide con mi experiencia de estos últimos años de ver cómo los barrios más carenciados viven el día a día. Por el contrario, considero que hay que tomar otras decisiones.
Les ruego que propongan y legislen acerca de la educación sexual responsable. Les ruego que promuevan campañas visuales acerca del valor de la vida de la madre y de la persona en gestación, con presencia permanente en la vía pública y en los medios. Les ruego que produzcan materiales gráficos accesibles y entendibles sobre el respeto a la niñez. Les ruego que creen un espacio amplio donde las ONG y los poderes del Estado trabajen en torno a los valores en la educación que debe ser dada en los hogares. Les ruego, por último, que trabajemos en campañas que prevengan el abuso y el maltrato.
Si creemos que somos incapaces de educar y aplicar lo ya legislado, y cedemos a la presión de privilegiar derechos de unos sobre otros, estamos eligiendo un camino incierto y riesgoso. ¿Qué sigue después? ¿La pena de muerte? ¿La eutanasia?
Yo creo que la decisión debe ser educar, empoderar al débil y prevenir. (Aplausos.)
La explicitación de nuestros valores habla de quiénes somos. En este sentido, el valor vida es el primero que voy a defender. Supongo que estamos todos de acuerdo con eso.
El comienzo de la vida humana se da desde la concepción, es decir, desde la unión del óvulo con el espermatozoide. En este sentido, el profesor Jamie Davies, de la Universidad de Edimburgo, Escocia, dijo: "Una de las grandes ironías de la biología es que el cuerpo humano, la entidad más compleja del universo conocido, se desarrolle a partir de un comienzo tan simple: un óvulo fecundado."
Cuando hablamos de abortar, hablamos de eliminar la vida de una persona en gestación. Una sociedad sin reglas, basada en enfoques parciales, será una sociedad cada vez más injusta, la cual crecerá conviviendo con brechas de mayor profundidad y negativas consecuencias en el corto, mediano y largo plazo.
En este sentido, siempre he creído que nuestras leyes nos definen y envían un mensaje hacia el futuro. Al profundizar el tema de la despenalización del aborto en todo marco, me surge la siguiente pregunta: ¿cuál es la verdadera discusión que estamos sosteniendo? Vivimos en un país que ya provee un marco regulatorio legislado desde 1921 respecto del aborto, ratificado y ampliado en el caso "F.A.L.", tantas veces ya citado en este recinto.
El aborto no punible ya tiene en nuestro país una práctica regulatoria con el protocolo ILE. Dicho protocolo establece, por ejemplo, que no necesitamos denuncia judicial para llevar adelante la interrupción de un embarazo que esté poniendo en riesgo la vida o bienestar de la madre o sea fruto de una violación. La sola certificación profesional de los citados casos obliga a la atención en los centros destinados, donde un profesional solo se puede excusar ante una eventual situación de objeción de conciencia o de precariedad de atención. El Estado está comprometido, más allá de situaciones particulares como la citadas, a atender al solicitante antes, durante y luego de la práctica abortiva, respetando privacidad. Sumemos a este punto que esta práctica es viable a partir de los 13 años en los marcos específicos.
Entonces, vuelvo a preguntarme: ¿cuál es la discusión real? Entiendo que debatimos aquí acerca del desconocimiento de la persona en gestación como receptor de derechos tan básicos como la vida y que, por ende, no será importante su cuidado.
Estamos diciendo que, de forma autárquica, una persona puede definir y decidir si lo que está en ese vientre es un ser humano o no. Es decir que, según un criterio personal de elección, en unos casos es correcto permitir vivir a lo que se está gestando y en otros, no. Una persona en gestación merece nacer o no según determinados conceptos de posturas personales. Creo que debemos decidir si el valor vida es el mismo, en cualquier caso.
Llevo más de veinticinco años con la fundación trabajando con gente en diferentes situaciones de riesgo y con diversas problemáticas como son las adicciones, la violencia familiar, la precariedad ambiental, etcétera y no tengo dudas de que la fragilidad de muchos de nuestros conciudadanos es fruto de privilegiar a unos sobre otros, lo cual se manifiesta en diversas injusticias.
Lo que hablamos aquí es acerca del presunto derecho de hacer con mi vida lo que quiero, por encima de los derechos del prójimo. En este caso, el afectado no tiene chances de opinar ni de defenderse en forma alguna.
Es un debate acerca de la supremacía de los derechos de unos por sobre los derechos de otros, y estamos pensando que la solución a problemas que el Estado debe y puede resolver es profundizar esta injusticia.
La vida de la persona en gestación debe ser respetada en todo su desarrollo. De la misma manera, la madre debe recibir cuidado y atención para no seguir siendo víctima de maltrato. Es maltrato "oficial" nuestra debilidad en materia educativa acerca de la prevención del embarazo no deseado y de las prácticas de anticoncepción.
Aquí hay una profunda dicotomía en nuestra sociedad. Como sociedad llevamos años diciendo a nuestras adolescentes que es válido permitir a nuestras pulsiones básicas que regulen nuestras relaciones y nos hemos reducido a repartir por años preservativos como la solución al tema. Las estadísticas dan por tierra que esto sea una solución.
Seguimos un camino en el que, en lugar de empoderar a la mujer reforzando su educación y promocionando sus derechos, estamos pensando en la liberación total de la práctica abortiva. Esto habla más de nuestras fallas que de nuestros aciertos.
Yo creo que abortar no es gratis emocional ni espiritualmente. Liberar completamente el marco actual envía un mensaje que nos aleja aún más de la educación en principios y valores sanos. En lugar de prevenir, enviamos un mensaje de que no importa que el embarazo llegue sin deseo, pues total se interrumpe y se resuelve el problema. Preveo una profundización del abandono de la mujer en este punto, la que deberá enfrentar el problema sola, acarreando de por vida las consecuencias psicológicas de las que muchos profesionales nos han ilustrado aquí.
¿Cuánto hace que no vemos campañas estatales, televisivas o gráficas que promuevan de manera constante el empoderamiento de la mujer en estas áreas?
Como decía, veinticinco años de experiencia en la tarea social refuerzan mi idea de que el camino que transitamos no es efectivo. El pensamiento de que las clases sociales de menores recursos son las que más sufren no poder abortar de forma irrestricta no coincide con mi experiencia de estos últimos años de ver cómo los barrios más carenciados viven el día a día. Por el contrario, considero que hay que tomar otras decisiones.
Les ruego que propongan y legislen acerca de la educación sexual responsable. Les ruego que promuevan campañas visuales acerca del valor de la vida de la madre y de la persona en gestación, con presencia permanente en la vía pública y en los medios. Les ruego que produzcan materiales gráficos accesibles y entendibles sobre el respeto a la niñez. Les ruego que creen un espacio amplio donde las ONG y los poderes del Estado trabajen en torno a los valores en la educación que debe ser dada en los hogares. Les ruego, por último, que trabajemos en campañas que prevengan el abuso y el maltrato.
Si creemos que somos incapaces de educar y aplicar lo ya legislado, y cedemos a la presión de privilegiar derechos de unos sobre otros, estamos eligiendo un camino incierto y riesgoso. ¿Qué sigue después? ¿La pena de muerte? ¿La eutanasia?
Yo creo que la decisión debe ser educar, empoderar al débil y prevenir. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la señora Magalí Fernández Valdez. Es especialista en temáticas de género y disidencia sexual, participó del colectivo Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto, y actualmente es militante de Nuevo Encuentro por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el área que aborda las cuestiones de género y el acceso al aborto.
SRA. FERNÁNDEZ VALDEZ Señor presidente: soy militante de Nuevo Encuentro, que tiene consejerías en aborto seguro desde 2013. También soy lesbiana, y represento a un montón de compañeras con las que venimos construyendo colectivamente un discurso y una práctica política en relación con el aborto.
Las lesbianas, mujeres y personas "trans" hemos construido saberes y conocimiento a lo largo de la historia, que no obstante han sido estigmatizados e invisibilizados por el relato que define qué es la ciencia.
Con la consolidación de la ciencia moderna y su rol dentro del sistema capitalista, heteronormado y patriarcal, el conocimiento y la información son tratados como mercancías, regulando el acceso a datos y prácticas, y estableciendo tarifas y patentes. El conocimiento, que para muchas organizaciones es un derecho humano, es tratado como un instrumento de control y dominación.
En este sentido, la hegemonía médica y farmacéutica ha sabido sostener un cerco eficaz para impedir a las personas gestantes acceder a abortos seguros.
Hace más de treinta años la OMS empezó a investigar qué pasaba en América Latina, donde había una gran cantidad de abortos ilegales pero, a la vez, se iba reduciendo la cantidad de abortos inseguros. La respuesta que encontró es que las lesbianas y mujeres estaban experimentando con sus propios cuerpos el efecto abortivo del misoprostol. Esta práctica comenzó en Brasil con las mujeres brasileras y se extendió como un secreto a voces en el resto de América Latina.
El misoprostol finalmente terminó siendo recomendado por la OMS y por otros organismos al considerárselo el método más seguro para abortar, incluso de manera ambulatoria, durante el primer trimestre del embarazo. A partir de 2007, la OMS lo incluyó en su lista de medicamentos esenciales, esto es, medicamentos que deben estar disponibles en todo momento, en cantidades suficientes, en las formas farmacéuticas apropiadas, con una calidad garantizada y a un precio accesible.
Es central tener presente que la discusión sobre el aborto se encuentra constantemente atravesada por lo que sucede en la coyuntura política y social. En el año 1998, a pedido del Colegio de Farmacéuticos, el menemismo incorporó el requisito de la receta para la venta del misoprostol, que hasta ese momento era de venta libre. El efecto de esta decisión, en un contexto de crisis, fue que desde 1995 hasta 2000 la cantidad de egresos hospitalarios por abortos inseguros se incrementó en un 50 por ciento. Garantizar el acceso al misoprostol implica bajar las complicaciones por abortos inseguros y permite al Estado ahorrar millones de pesos en esas internaciones. Prevenir el aborto inseguro es una obligación inderogable en materia de derechos humanos.
Si bien el misoprostol está instalado desde hace muchos años en la escena local, lo que cambió los términos del debate fue la publicación en 2010 del manual Todo lo que querés saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas, de Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto. Este libro compila en lenguaje popular información científica y pública con el objetivo de romper con el cerco que se venía sosteniendo en torno a esta práctica. El misoprostol es una herramienta central para pensar el aborto en clave nacional y popular. Nos permite democratizar la práctica y que los sectores más vulnerables accedan al medicamento, así como desplaza prácticas inseguras e invasivas.
En este momento nos encontramos ante un gobierno que está desfinanciado las políticas públicas relacionadas con la cuestión de género, y con la salud sexual y reproductiva. Es el mismo gobierno que mantiene presa a Milagro Sala, echa a miles de personas de sus puestos de trabajo, endeuda al país y fortalece los lugares de poder de los que siempre estuvieron ahí.
El aborto no es una práctica aislada, sino que está fuertemente atravesada por las decisiones políticas. De hecho, recibe el impacto de las medidas que este gobierno está tomando. Con esto me refiero al aumento de más del 450 por ciento en el precio de la caja de misoprostol desde que asumió el macrismo. En 2015 costaba 611 pesos; actualmente, 3.124 pesos. Por otro lado, mientras en la gestión anterior el precio del misoprostol sufría dos aumentos por año como máximo, desde que asumió este gobierno -van dos años y cinco meses de gestión- aumentó veinticinco veces.
En nuestro país hay producción monopólica de misoprostol, y esta concentración de poder sin regulación del Estado permite fijar los precios en valores muy elevados. Esta situación habla de una clara estigmatización sobre quienes desean abortar y de una utilización del costo del medicamento para regular las decisiones que una toma sobre su propio cuerpo. Las diferentes dificultades que vengo mencionando nos exponen a abortos inseguros. Por ejemplo, nos obliga a abortar con dosis menores a las recomendadas.
A partir de un trabajo realizado desde Nuevo Encuentro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, relacionado con al acceso legal a este medicamento, sabemos que el 40 por ciento de las farmacias vende misoprostol de acuerdo con las normas establecidas. Esto significa que se vende con receta y al precio acordado. No obstante, dependiendo de la persona que va a comprar, del racismo del lugar y de otros prejuicios discriminatorios, estas prácticas pueden modificarse y los abusos, incrementarse.
Por estas razones, pensamos que el misoprostol tiene que estar en el centro de cualquier legislación en materia de aborto. Nos permite democratizar su acceso, descriminalizarlo, terminar con los abusos y garantizar el acceso a abortos seguros.
Paralelamente, la producción pública tiene que ser un factor clave, ya que le permitiría al Estado garantizar el abastecimiento a bajos costos en el sistema público. Es fundamental que el misoprostol esté incluido en los programas de entrega gratuita de medicamentos, como lo están muchos otros medicamentos en otros programas.
Al mismo tiempo, exigimos el cumplimiento de la ley 26.688, de producción pública de medicamentos, que incluye en sus objetivos los medicamentos que son considerados esenciales por la OMS.
En la Argentina, desde hace muchos años abortamos compartiendo información entre nosotras y accediendo a las pastillas en las farmacias. Abortamos con autonomía, en nuestras casas. La legalización del aborto debe materializar en un derecho aquello que ya construimos. Asimismo, debe mejorar las condiciones en las que actualmente abortamos. En tal sentido, exigimos misoprostol gratis en el sistema público de salud y a precios populares en las farmacias.
La revolución del aborto comenzó hace ya treinta años, cuando aquellas mujeres y lesbianas experimentaron con sus cuerpos, y sigue viva hoy cuando cada mujer, cada lesbiana y cada varón "trans" deciden abortar en su casa con misoprostol. Sigue viva en cada oportunidad que tenemos de pensar una política pública desde el deseo de decidir sobre nuestros cuerpos y garantizar, a partir de la visibilidad, el fin de la estigmatización.
Aprendimos del movimiento LGBT a militar con orgullo y a hablar sin eufemismos. Exigimos aborto legal, aborto fuera de clósets y acceso igualitario al aborto seguro. (Aplausos.)
Las lesbianas, mujeres y personas "trans" hemos construido saberes y conocimiento a lo largo de la historia, que no obstante han sido estigmatizados e invisibilizados por el relato que define qué es la ciencia.
Con la consolidación de la ciencia moderna y su rol dentro del sistema capitalista, heteronormado y patriarcal, el conocimiento y la información son tratados como mercancías, regulando el acceso a datos y prácticas, y estableciendo tarifas y patentes. El conocimiento, que para muchas organizaciones es un derecho humano, es tratado como un instrumento de control y dominación.
En este sentido, la hegemonía médica y farmacéutica ha sabido sostener un cerco eficaz para impedir a las personas gestantes acceder a abortos seguros.
Hace más de treinta años la OMS empezó a investigar qué pasaba en América Latina, donde había una gran cantidad de abortos ilegales pero, a la vez, se iba reduciendo la cantidad de abortos inseguros. La respuesta que encontró es que las lesbianas y mujeres estaban experimentando con sus propios cuerpos el efecto abortivo del misoprostol. Esta práctica comenzó en Brasil con las mujeres brasileras y se extendió como un secreto a voces en el resto de América Latina.
El misoprostol finalmente terminó siendo recomendado por la OMS y por otros organismos al considerárselo el método más seguro para abortar, incluso de manera ambulatoria, durante el primer trimestre del embarazo. A partir de 2007, la OMS lo incluyó en su lista de medicamentos esenciales, esto es, medicamentos que deben estar disponibles en todo momento, en cantidades suficientes, en las formas farmacéuticas apropiadas, con una calidad garantizada y a un precio accesible.
Es central tener presente que la discusión sobre el aborto se encuentra constantemente atravesada por lo que sucede en la coyuntura política y social. En el año 1998, a pedido del Colegio de Farmacéuticos, el menemismo incorporó el requisito de la receta para la venta del misoprostol, que hasta ese momento era de venta libre. El efecto de esta decisión, en un contexto de crisis, fue que desde 1995 hasta 2000 la cantidad de egresos hospitalarios por abortos inseguros se incrementó en un 50 por ciento. Garantizar el acceso al misoprostol implica bajar las complicaciones por abortos inseguros y permite al Estado ahorrar millones de pesos en esas internaciones. Prevenir el aborto inseguro es una obligación inderogable en materia de derechos humanos.
Si bien el misoprostol está instalado desde hace muchos años en la escena local, lo que cambió los términos del debate fue la publicación en 2010 del manual Todo lo que querés saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas, de Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto. Este libro compila en lenguaje popular información científica y pública con el objetivo de romper con el cerco que se venía sosteniendo en torno a esta práctica. El misoprostol es una herramienta central para pensar el aborto en clave nacional y popular. Nos permite democratizar la práctica y que los sectores más vulnerables accedan al medicamento, así como desplaza prácticas inseguras e invasivas.
En este momento nos encontramos ante un gobierno que está desfinanciado las políticas públicas relacionadas con la cuestión de género, y con la salud sexual y reproductiva. Es el mismo gobierno que mantiene presa a Milagro Sala, echa a miles de personas de sus puestos de trabajo, endeuda al país y fortalece los lugares de poder de los que siempre estuvieron ahí.
El aborto no es una práctica aislada, sino que está fuertemente atravesada por las decisiones políticas. De hecho, recibe el impacto de las medidas que este gobierno está tomando. Con esto me refiero al aumento de más del 450 por ciento en el precio de la caja de misoprostol desde que asumió el macrismo. En 2015 costaba 611 pesos; actualmente, 3.124 pesos. Por otro lado, mientras en la gestión anterior el precio del misoprostol sufría dos aumentos por año como máximo, desde que asumió este gobierno -van dos años y cinco meses de gestión- aumentó veinticinco veces.
En nuestro país hay producción monopólica de misoprostol, y esta concentración de poder sin regulación del Estado permite fijar los precios en valores muy elevados. Esta situación habla de una clara estigmatización sobre quienes desean abortar y de una utilización del costo del medicamento para regular las decisiones que una toma sobre su propio cuerpo. Las diferentes dificultades que vengo mencionando nos exponen a abortos inseguros. Por ejemplo, nos obliga a abortar con dosis menores a las recomendadas.
A partir de un trabajo realizado desde Nuevo Encuentro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, relacionado con al acceso legal a este medicamento, sabemos que el 40 por ciento de las farmacias vende misoprostol de acuerdo con las normas establecidas. Esto significa que se vende con receta y al precio acordado. No obstante, dependiendo de la persona que va a comprar, del racismo del lugar y de otros prejuicios discriminatorios, estas prácticas pueden modificarse y los abusos, incrementarse.
Por estas razones, pensamos que el misoprostol tiene que estar en el centro de cualquier legislación en materia de aborto. Nos permite democratizar su acceso, descriminalizarlo, terminar con los abusos y garantizar el acceso a abortos seguros.
Paralelamente, la producción pública tiene que ser un factor clave, ya que le permitiría al Estado garantizar el abastecimiento a bajos costos en el sistema público. Es fundamental que el misoprostol esté incluido en los programas de entrega gratuita de medicamentos, como lo están muchos otros medicamentos en otros programas.
Al mismo tiempo, exigimos el cumplimiento de la ley 26.688, de producción pública de medicamentos, que incluye en sus objetivos los medicamentos que son considerados esenciales por la OMS.
En la Argentina, desde hace muchos años abortamos compartiendo información entre nosotras y accediendo a las pastillas en las farmacias. Abortamos con autonomía, en nuestras casas. La legalización del aborto debe materializar en un derecho aquello que ya construimos. Asimismo, debe mejorar las condiciones en las que actualmente abortamos. En tal sentido, exigimos misoprostol gratis en el sistema público de salud y a precios populares en las farmacias.
La revolución del aborto comenzó hace ya treinta años, cuando aquellas mujeres y lesbianas experimentaron con sus cuerpos, y sigue viva hoy cuando cada mujer, cada lesbiana y cada varón "trans" deciden abortar en su casa con misoprostol. Sigue viva en cada oportunidad que tenemos de pensar una política pública desde el deseo de decidir sobre nuestros cuerpos y garantizar, a partir de la visibilidad, el fin de la estigmatización.
Aprendimos del movimiento LGBT a militar con orgullo y a hablar sin eufemismos. Exigimos aborto legal, aborto fuera de clósets y acceso igualitario al aborto seguro. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Quiero formular dos aclaraciones.
En primer lugar, comunico a los expositores que aquí estamos debatiendo. Nosotros tenemos la facultad de legislar; entonces, los expositores deben hablar sobre el tema en cuestión, pero no exigirnos porque, en definitiva, somos los representantes del pueblo y tomaremos la posición que cada uno considere adecuada.
En segundo término, hay que reconocer que estamos desarrollando un debate histórico que durante muchísimo tiempo nunca se dio en esta Cámara de Diputados, pese a que hubo gran cantidad de iniciativas presentadas desde hace más de doce años. Por ello, creo que no solamente hay que hablar de las carencias sino también de los reconocimientos.
Tiene la palabra el doctor Marcelo Riera, quien fue expositor en la mañana de hoy. Como quedó pendiente una aclaración respecto a un tema personal, debido a que se tocó un punto que no tenía nada que ver con su exposición, le asiste el derecho de formular una aclaración.
En primer lugar, comunico a los expositores que aquí estamos debatiendo. Nosotros tenemos la facultad de legislar; entonces, los expositores deben hablar sobre el tema en cuestión, pero no exigirnos porque, en definitiva, somos los representantes del pueblo y tomaremos la posición que cada uno considere adecuada.
En segundo término, hay que reconocer que estamos desarrollando un debate histórico que durante muchísimo tiempo nunca se dio en esta Cámara de Diputados, pese a que hubo gran cantidad de iniciativas presentadas desde hace más de doce años. Por ello, creo que no solamente hay que hablar de las carencias sino también de los reconocimientos.
Tiene la palabra el doctor Marcelo Riera, quien fue expositor en la mañana de hoy. Como quedó pendiente una aclaración respecto a un tema personal, debido a que se tocó un punto que no tenía nada que ver con su exposición, le asiste el derecho de formular una aclaración.
SR. RIERA Señor presidente: agradezco a usted y a quienes llevan adelante este debate la posibilidad de expresarme.
Fui consultado por la señora diputada Donda Pérez en relación con un tema sobre el cual no expuse. Asimismo, se me preguntó acerca de la violencia que había ejercido contra mi ex mujer, lo cual creo que no tiene ninguna implicancia en este recinto. Me parece una falta de respeto absoluta. En un ámbito democrático, independientemente de la postura que cada uno sostenga -en mi caso, estoy a favor de la vida-, nadie puede ni debe atacar a alguien que no está; todo lo contrario. Finalmente, debo manifestar que se trata de una falacia y de un hecho absolutamente irreal. (Aplausos.)
Fui consultado por la señora diputada Donda Pérez en relación con un tema sobre el cual no expuse. Asimismo, se me preguntó acerca de la violencia que había ejercido contra mi ex mujer, lo cual creo que no tiene ninguna implicancia en este recinto. Me parece una falta de respeto absoluta. En un ámbito democrático, independientemente de la postura que cada uno sostenga -en mi caso, estoy a favor de la vida-, nadie puede ni debe atacar a alguien que no está; todo lo contrario. Finalmente, debo manifestar que se trata de una falacia y de un hecho absolutamente irreal. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Quedó suficientemente aclarado el tema y creo que era lo que correspondía. Sugerí al doctor Riera que no estaba obligado a responder cuestiones personales, aunque tenía el derecho de hacerlo. Esta es una aclaración que hago para todos. Cuando los diputados acercan sus preguntas, yo me veo en la obligación de leerlas por respeto a su derecho de expresarse, pero cuando se trata de cuestiones personales, el expositor puede o no abstenerse de responderlas.
Tiene la palabra la señora Adriana Gullerian. Es licenciada en Nutrición, y profesora titular del Departamento de Ciencias Básicas y Nutrición de la Facultad de Medicina de la Fundación Barceló.
Tiene la palabra la señora Adriana Gullerian. Es licenciada en Nutrición, y profesora titular del Departamento de Ciencias Básicas y Nutrición de la Facultad de Medicina de la Fundación Barceló.
SRA. GULLERIAN Señor presidente: saludo a todos los presentes y agradezco este espacio a la Honorable Cámara.
Mi exposición presenta el fundamento científico de la vida embrionaria mediante aspectos como su constitución genética, su potencial de crecimiento y desarrollo, y los mecanismos nutricionales requeridos para su subsistencia.
La ciencia ha demostrado irrefutablemente que la vida del ser humano comienza en el momento de la concepción. El nuevo ser que se gesta es diferente genéticamente de sus padres, ya que los cromosomas de ambos se entrecruzan en forma azarosa generando un ADN propio. Cualquier órgano de la madre comparte el mismo ADN que el resto de su cuerpo. En cambio, el nuevo ser tiene un ADN diferente y único. Por tanto, no es parte del cuerpo humano, sino que es otro ser humano. El aborto hace desaparecer a un nuevo ser. Cualquier célula, cuando se subdivide, genera una célula igual a ella. Por ejemplo, una célula muscular genera otra célula muscular. La célula huevo, en cambio, es la única capaz de generar todos los tipos celulares diferentes: renales, neuronas, etcétera. Sólo es cuestión de tiempo que esa célula huevo sea un bebé y luego un adulto. El mismo potencial genético es el que se expresará en la vida gestacional y en el resto de la vida posnatal hasta la muerte.
Si se puede abortar un embrión porque todavía no es un bebé, también podría exterminarse a un recién nacido porque aún no es un adulto. Hay diferentes etapas consecutivas de desarrollo que se sucederán sin interrupción, y todas son inherentes al ser humano.
Abortar al embrión no solo destruye su vida presente, sino también las células reproductoras que ya se están gestando, de modo que se aborta la proyección de su progenie.
La dependencia del ser humano no es exclusiva de la etapa gestacional. Para que el potencial genético del nuevo ser se exprese, requiere de un ambiente favorable que provea oxígeno y nutrientes. La madre provee con su cuerpo dicho entorno, fuera del cual el embrión no puede vivir, así como un bebé nacido tampoco puede vivir sin los cuidados permanentes de la madre, quien, junto a la familia, sigue siendo su útero. Si bien el bebé adquiere su independencia respiratoria y metabólica, continúa unido a la madre mediante la exterogestación o placenta externa, concepto aplicado a la lactancia materna de la cual depende para recibir todos sus nutrientes con la óptima calidad y protección inmunológica que no hay en otro alimento.
Si el hecho de ser totalmente dependiente del cuerpo materno hace permisible la eliminación del embrión, también podría ser exterminado el bebé nacido porque su dependencia de otros continúa siendo decisiva para su supervivencia.
La vida exige complejos mecanismos de suministro nutricional y de oxígeno finamente regulados por sistemas neurohormonales. Los mecanismos que aseguran que la célula huevo pueda sobrevivir y desarrollarse se preparan en la mujer ya desde la adolescencia y mes a mes.
Cuando se produce una fecundación, las células que forman la pared interna de las trompas de Falopio y del útero, se llenan de nutrientes y de vasos sanguíneos para alimentar al embrión en las primeras dos semanas. En la tercera semana se establece la circulación embrionaria propia. El día veintiuno ya late su corazón, cuando aún la madre quizá ni piensa que está embarazada. La sangre materna y la embrionaria nunca se mezclan, lo cual también muestra la diferenciación entre ambos.
A la tercera semana se constituye su sistema nervioso, y en la octava ya presenta recepción a estímulos táctiles y dolorosos. Así irán madurando los demás sistemas, con diferentes estadios según la semana. Todos estos sistemas son propios del ser humano.
Por otro lado, desde el inicio se va estructurando la placenta, la cual regula el metabolismo y el pasaje de nutrientes. Todo el cuerpo materno experimentará profundas modificaciones a nivel del sistema físico y psicológico, orientadas a acoger y propiciar el crecimiento y desarrollo del embrión.
Por lo tanto, un embrión no es como un órgano, una masa celular o un tumor, ya que ninguno de estos presentará una organización estructural y funcional tan compleja y privativa: tendrán vasos sanguíneos, pero no un sistema cardíaco propio ni cerebro ni riñones ni pulmones. No se generará ninguna estructura específica para sustentarlos.
¿Cómo negar, entonces, que es una verdadera vida humana la que se está gestando desde la fecundación? ¿Cómo negar que es un ser humano? ¿Cómo legalizar entonces su exterminio?
Por otra parte, la estructura corporal tan compleja del niño en gestación se desarrolla a la velocidad más alta de toda la vida, lo cual exige una elevada demanda de nutrientes que la madre debe proveer mediante un buen estado nutricional y una alimentación de calidad nutritiva.
Por ello, hay una responsabilidad suprema que se debe acompañar, y en los casos de vulnerabilidad social y económica, el Estado y las organizaciones no gubernamentales deben tomar a cargo el cuidado integral de la mujer ya desde antes de la concepción, a fin de optimizar su salud y la de su hijo.
Cuidando a la mujer se cuida al niño por nacer y a la futura descendencia. Abortando se coarta una nueva generación y se desgasta a la madre, quien no queda inmune a la muerte de un hijo. El Estado tiene el mandato y la responsabilidad ineludible de proteger la vida de su población. No puede ni debe ser partícipe del exterminio de niños inocentes que tienen derecho a vivir. ¡Por favor, defiendan la vida de todos! (Aplausos.)
Mi exposición presenta el fundamento científico de la vida embrionaria mediante aspectos como su constitución genética, su potencial de crecimiento y desarrollo, y los mecanismos nutricionales requeridos para su subsistencia.
La ciencia ha demostrado irrefutablemente que la vida del ser humano comienza en el momento de la concepción. El nuevo ser que se gesta es diferente genéticamente de sus padres, ya que los cromosomas de ambos se entrecruzan en forma azarosa generando un ADN propio. Cualquier órgano de la madre comparte el mismo ADN que el resto de su cuerpo. En cambio, el nuevo ser tiene un ADN diferente y único. Por tanto, no es parte del cuerpo humano, sino que es otro ser humano. El aborto hace desaparecer a un nuevo ser. Cualquier célula, cuando se subdivide, genera una célula igual a ella. Por ejemplo, una célula muscular genera otra célula muscular. La célula huevo, en cambio, es la única capaz de generar todos los tipos celulares diferentes: renales, neuronas, etcétera. Sólo es cuestión de tiempo que esa célula huevo sea un bebé y luego un adulto. El mismo potencial genético es el que se expresará en la vida gestacional y en el resto de la vida posnatal hasta la muerte.
Si se puede abortar un embrión porque todavía no es un bebé, también podría exterminarse a un recién nacido porque aún no es un adulto. Hay diferentes etapas consecutivas de desarrollo que se sucederán sin interrupción, y todas son inherentes al ser humano.
Abortar al embrión no solo destruye su vida presente, sino también las células reproductoras que ya se están gestando, de modo que se aborta la proyección de su progenie.
La dependencia del ser humano no es exclusiva de la etapa gestacional. Para que el potencial genético del nuevo ser se exprese, requiere de un ambiente favorable que provea oxígeno y nutrientes. La madre provee con su cuerpo dicho entorno, fuera del cual el embrión no puede vivir, así como un bebé nacido tampoco puede vivir sin los cuidados permanentes de la madre, quien, junto a la familia, sigue siendo su útero. Si bien el bebé adquiere su independencia respiratoria y metabólica, continúa unido a la madre mediante la exterogestación o placenta externa, concepto aplicado a la lactancia materna de la cual depende para recibir todos sus nutrientes con la óptima calidad y protección inmunológica que no hay en otro alimento.
Si el hecho de ser totalmente dependiente del cuerpo materno hace permisible la eliminación del embrión, también podría ser exterminado el bebé nacido porque su dependencia de otros continúa siendo decisiva para su supervivencia.
La vida exige complejos mecanismos de suministro nutricional y de oxígeno finamente regulados por sistemas neurohormonales. Los mecanismos que aseguran que la célula huevo pueda sobrevivir y desarrollarse se preparan en la mujer ya desde la adolescencia y mes a mes.
Cuando se produce una fecundación, las células que forman la pared interna de las trompas de Falopio y del útero, se llenan de nutrientes y de vasos sanguíneos para alimentar al embrión en las primeras dos semanas. En la tercera semana se establece la circulación embrionaria propia. El día veintiuno ya late su corazón, cuando aún la madre quizá ni piensa que está embarazada. La sangre materna y la embrionaria nunca se mezclan, lo cual también muestra la diferenciación entre ambos.
A la tercera semana se constituye su sistema nervioso, y en la octava ya presenta recepción a estímulos táctiles y dolorosos. Así irán madurando los demás sistemas, con diferentes estadios según la semana. Todos estos sistemas son propios del ser humano.
Por otro lado, desde el inicio se va estructurando la placenta, la cual regula el metabolismo y el pasaje de nutrientes. Todo el cuerpo materno experimentará profundas modificaciones a nivel del sistema físico y psicológico, orientadas a acoger y propiciar el crecimiento y desarrollo del embrión.
Por lo tanto, un embrión no es como un órgano, una masa celular o un tumor, ya que ninguno de estos presentará una organización estructural y funcional tan compleja y privativa: tendrán vasos sanguíneos, pero no un sistema cardíaco propio ni cerebro ni riñones ni pulmones. No se generará ninguna estructura específica para sustentarlos.
¿Cómo negar, entonces, que es una verdadera vida humana la que se está gestando desde la fecundación? ¿Cómo negar que es un ser humano? ¿Cómo legalizar entonces su exterminio?
Por otra parte, la estructura corporal tan compleja del niño en gestación se desarrolla a la velocidad más alta de toda la vida, lo cual exige una elevada demanda de nutrientes que la madre debe proveer mediante un buen estado nutricional y una alimentación de calidad nutritiva.
Por ello, hay una responsabilidad suprema que se debe acompañar, y en los casos de vulnerabilidad social y económica, el Estado y las organizaciones no gubernamentales deben tomar a cargo el cuidado integral de la mujer ya desde antes de la concepción, a fin de optimizar su salud y la de su hijo.
Cuidando a la mujer se cuida al niño por nacer y a la futura descendencia. Abortando se coarta una nueva generación y se desgasta a la madre, quien no queda inmune a la muerte de un hijo. El Estado tiene el mandato y la responsabilidad ineludible de proteger la vida de su población. No puede ni debe ser partícipe del exterminio de niños inocentes que tienen derecho a vivir. ¡Por favor, defiendan la vida de todos! (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Lía Ghara, periodista, militante lesbiana e integrante de la Cooperativa de Comunicación Feminista "Manifiesta".
SRA. GHARA Señor presidente: aprovechando la exposición de mi compañera Magalí, quiero reforzar el carácter urgente de la distribución y del acceso igualitario a la información. Para eso, les traigo acá el Manual de aborto, al que hizo referencia mi compañera. Lo recomiendo y me parece una lectura necesaria para "todes".
Dicho esto, hoy "todes" tenemos acá una tarea histórica. Por mi parte, la de no hablar por mis compañeras, sino con mis compañeras que estando acá también me acompañan. Las que no están, las que no se animan, a las que les cuesta llegar desde La Matanza profunda porque en días de lluvia como el de ayer el barro realmente resulta impenetrable.
Hoy, yo acá soy la "Pepa" Gaitán, soy Marielle Franco, soy Joe Lemonge. Soy también las chicas a las que hace menos de seis meses apedrearon en una plaza del Chaco luego del Encuentro Nacional de Mujeres, a las que persiguieron en patotas y con palos, del tipo de quemar brujas. Soy Mariana, una lesbiana que llevan presa por besar a su esposa en un lugar público, y soy Diana Sacayán.
Ustedes, compañeras y compañeros, tienen otra tarea: cumplir con la responsabilidad que el pueblo les otorgó. Tienen también la posibilidad que tanto soñamos quienes creemos que la política puede cambiar la realidad de la gente porque tiene la llave de la dignidad.
"Señores, como legislador y como médico, quiero dejar bien establecido que el hombre y la mujer no son iguales. Yo me pregunto entonces, ¿para qué otorgar igualdad política a dos seres que no lo son? Es una verdad de la ciencia que el cerebro de la mujer pesa menos que el cerebro del hombre." Esto decía un legislador mientras mostraba la foto del cerebro de una mujer en una pantalla similar a la que hay aquí, en una sala de acá enfrente, hace no tanto tiempo, cuando se aprobaba el voto femenino.
De la misma manera, frente al matrimonio igualitario, en 2010 aparecieron también defensores y defensoras de "la familia natural" argumentando la destrucción de la sociedad. Evidentemente, el argumento comodín es el Apocalipsis. Me pregunto qué nos queda de esa "familia natural" si sopesamos, por ejemplo, que de la tasa de femicidios del país entre 2015 y 2016, el 74 por ciento fue cometido por integrantes del grupo familiar. ¿Qué es lo natural? ¿De qué nos sirve legislar sobre supuestos si eso no transforma realidades?
Evidentemente, compañeras y compañeros, los argumentos biologicistas están siempre atados a la restricción de derechos. Como lesbiana peronista, sobre todo a mis "compañeres" peronistas les traigo la misma frase que decía nuestra compañera Evita: "Donde hay una necesidad, nace un derecho."
Hoy, el subsuelo de la Patria sublevado es este increíble movimiento de mujeres organizadas que pide igualdad. A los cuerpos gestantes se nos cuestiona útero, psiquis y hasta el peso de nuestro cerebro; pero nunca escuché hablar acá, por ejemplo, de la vasectomía como política pública. Ese es el desborde de privilegios de unos en relación con la restricción de derechos para otras.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, en Argentina se producen quinientos mil abortos por año. Dicho de otro modo, se produce un aborto por minuto. Dicho de otro modo, cada mujer aborta en promedio dos veces en la vida. Eso significa que, sin excepción, "todes" acá abortaron o conocen a una abuela, a una tía, a una hermana o a una prima que abortó.
Entonces, pido por favor que abandonemos la hipocresía de defender públicamente banderas que puertas adentro de nuestras casas no podamos sostener. ¿De qué sirve hoy negarnos derechos sobre la base de una mentira?
Abortar es una práctica milenaria que construye saber popular susurrándose al oído, que construye comunidades subterráneas de solidaridad y cuidado. Algo bien sabemos las "tortas" sobre proscripción y cuidados, sobre clósets y libertades. Por eso, también sabemos que necesitamos al aborto fuera del clóset porque es, como siempre, la clandestinidad y la falta de información lo que mata; no los abortos. Abortar es un procedimiento sin complejidad y sin drama.
Necesitamos hablar sobre misoprostol y garantizar su producción pública para el acceso igualitario. Este es el momento de la pregunta clásica, en la que alguien se levanta y dice: ¿qué tienen que ver las lesbianas y las "trans" con el aborto? Me gustaría contestar como lo hacía mi compañera Lohana Berkins: quizás tengamos la libertad de decidir no "maternar" o no podamos parir, pero somos capaces de engendrar una nueva historia.
Vengo a proponer que legislemos para la historia. Ya nació la generación de pibas que se saben dueñas de sus cuerpos y están acá afuera.
Por eso, compañeras y compañeros, pido que legislemos para la historia porque esto es irreversible. (Aplausos.)
Dicho esto, hoy "todes" tenemos acá una tarea histórica. Por mi parte, la de no hablar por mis compañeras, sino con mis compañeras que estando acá también me acompañan. Las que no están, las que no se animan, a las que les cuesta llegar desde La Matanza profunda porque en días de lluvia como el de ayer el barro realmente resulta impenetrable.
Hoy, yo acá soy la "Pepa" Gaitán, soy Marielle Franco, soy Joe Lemonge. Soy también las chicas a las que hace menos de seis meses apedrearon en una plaza del Chaco luego del Encuentro Nacional de Mujeres, a las que persiguieron en patotas y con palos, del tipo de quemar brujas. Soy Mariana, una lesbiana que llevan presa por besar a su esposa en un lugar público, y soy Diana Sacayán.
Ustedes, compañeras y compañeros, tienen otra tarea: cumplir con la responsabilidad que el pueblo les otorgó. Tienen también la posibilidad que tanto soñamos quienes creemos que la política puede cambiar la realidad de la gente porque tiene la llave de la dignidad.
"Señores, como legislador y como médico, quiero dejar bien establecido que el hombre y la mujer no son iguales. Yo me pregunto entonces, ¿para qué otorgar igualdad política a dos seres que no lo son? Es una verdad de la ciencia que el cerebro de la mujer pesa menos que el cerebro del hombre." Esto decía un legislador mientras mostraba la foto del cerebro de una mujer en una pantalla similar a la que hay aquí, en una sala de acá enfrente, hace no tanto tiempo, cuando se aprobaba el voto femenino.
De la misma manera, frente al matrimonio igualitario, en 2010 aparecieron también defensores y defensoras de "la familia natural" argumentando la destrucción de la sociedad. Evidentemente, el argumento comodín es el Apocalipsis. Me pregunto qué nos queda de esa "familia natural" si sopesamos, por ejemplo, que de la tasa de femicidios del país entre 2015 y 2016, el 74 por ciento fue cometido por integrantes del grupo familiar. ¿Qué es lo natural? ¿De qué nos sirve legislar sobre supuestos si eso no transforma realidades?
Evidentemente, compañeras y compañeros, los argumentos biologicistas están siempre atados a la restricción de derechos. Como lesbiana peronista, sobre todo a mis "compañeres" peronistas les traigo la misma frase que decía nuestra compañera Evita: "Donde hay una necesidad, nace un derecho."
Hoy, el subsuelo de la Patria sublevado es este increíble movimiento de mujeres organizadas que pide igualdad. A los cuerpos gestantes se nos cuestiona útero, psiquis y hasta el peso de nuestro cerebro; pero nunca escuché hablar acá, por ejemplo, de la vasectomía como política pública. Ese es el desborde de privilegios de unos en relación con la restricción de derechos para otras.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, en Argentina se producen quinientos mil abortos por año. Dicho de otro modo, se produce un aborto por minuto. Dicho de otro modo, cada mujer aborta en promedio dos veces en la vida. Eso significa que, sin excepción, "todes" acá abortaron o conocen a una abuela, a una tía, a una hermana o a una prima que abortó.
Entonces, pido por favor que abandonemos la hipocresía de defender públicamente banderas que puertas adentro de nuestras casas no podamos sostener. ¿De qué sirve hoy negarnos derechos sobre la base de una mentira?
Abortar es una práctica milenaria que construye saber popular susurrándose al oído, que construye comunidades subterráneas de solidaridad y cuidado. Algo bien sabemos las "tortas" sobre proscripción y cuidados, sobre clósets y libertades. Por eso, también sabemos que necesitamos al aborto fuera del clóset porque es, como siempre, la clandestinidad y la falta de información lo que mata; no los abortos. Abortar es un procedimiento sin complejidad y sin drama.
Necesitamos hablar sobre misoprostol y garantizar su producción pública para el acceso igualitario. Este es el momento de la pregunta clásica, en la que alguien se levanta y dice: ¿qué tienen que ver las lesbianas y las "trans" con el aborto? Me gustaría contestar como lo hacía mi compañera Lohana Berkins: quizás tengamos la libertad de decidir no "maternar" o no podamos parir, pero somos capaces de engendrar una nueva historia.
Vengo a proponer que legislemos para la historia. Ya nació la generación de pibas que se saben dueñas de sus cuerpos y están acá afuera.
Por eso, compañeras y compañeros, pido que legislemos para la historia porque esto es irreversible. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el señor Pablo Barabaschi, pastor del Centro Cristiano Esperanza de la Ciudad de Plottier, de la provincia del Neuquén.
SR. BARABASCHI Señor presidente: muchas gracias por la oportunidad. Celebro la posibilidad de debatir este tema.
Voy a hablar esta tarde desde mis más profundas convicciones cristianas porque creo que los cristianos no solo son una voz posible que debe tolerar el Estado, sino que también somos una voz necesaria. Esto lo creo al menos por tres razones: si bien creemos en un Estado laico y en la separación de la Iglesia y el Estado, hay que reconocer que Estado laico y Estado ateo no son lo mismo, mucho menos Estado anticlerical, "anti Dios" o anti algo, sino plural y capaz de escuchar todas las voces necesarias. Creemos que la nuestra es una.
Un amplio espectro del pueblo argentino profesa la fe cristiana y tradiciones bastante antiguas; los valores y principios del cristianismo histórico son un elemento extremadamente revelador en nuestra conformación social y en nuestra historia; de hecho, en nuestra constitución como Nación.
Por lo tanto, esta tarde quisiera explicar por qué, quienes profesamos con profunda convicción la fe cristiana, no estamos de acuerdo con la práctica del aborto, su legalización y despenalización, y defendemos las dos vidas.
En primer lugar, creemos que habilitarlo, hacerlo legal y darle legitimidad, nos aleja de la posibilidad de construir esa Nación más libre y justa a la que aspiramos, y que Dios quiere para cada uno de nosotros. No es un capricho religioso o algún dogmatismo irracional lo que nos impulsa a esto.
Creemos en un Dios racional. Por lo tanto, el mundo que ha creado es inteligible; podemos descubrirlo, aventurarnos a crecer y progresar, desarrollar ciencia, tecnología, construir bienestar, confort y sociedades mejores.
El cristianismo no es una fe retrógrada, cavernícola o tradicionalista. Es una fe que cree en el progreso y en el desarrollo de los pueblos con valores. Por supuesto, también creemos que Dios es bueno; y si Dios es bueno, el universo tiene carácter moral.
De hecho, esto se manifiesta en que el ser humano posee una característica única entre todos los seres vivos, que es su componente ético. Los valores y pautas de comportamiento moral y ético del ser humano tienen que considerarse de origen natural, porque han contribuido al éxito y supervivencia de nuestra especie. No solo somos homo sapiens, sino también homo moralis. Reconocimiento de culpa, autodominio, solidaridad, amor, generosidad, altruismo, honestidad y otras cualidades innatas y propias de los seres humanos lo manifiestan claramente.
Por eso es necesario que a la hora de legislar busquemos hacer lo correcto -aunque lo correcto para algunos sea algo cada vez más ambiguo y complejo-, lo que es bueno y verdadero y lo que es mejor para todos, porque no creemos que todo dé lo mismo.
De manera que nos oponemos a la legalización del aborto, pero no por obedecer a un dogma irracional desconectado de la realidad o que no contempla lo que pasa en nuestro entorno. En varias oportunidades hemos escuchado que los avances de la ciencia, la embriología y la biogenética demuestran que, a partir de la unión del óvulo y el espermatozoide, comienza la existencia de un nuevo ser humano. Desde ese instante, ese ser humano posee un ADN distinto. La fecundación es el único acto que lleva la potencia de generar una vida humana. Nada se añadirá a este ser entre el momento de la fecundación y el de su muerte excepto tiempo, nutrición y oxígeno. Cuando se concibe está ahí, en su totalidad, a la espera de recorrer cada una de las etapas de su desarrollo, a no ser que un factor externo lo impida. Además, jamás algo humano se va a convertir en no humano al crecer y hacerse más grande. El ser humano es humano desde el principio. No hay embrión de jirafa que se concrete en elefante.
Por tanto, me pregunto, ¿cuál es el dogma irracional? ¿Qué visión del mundo tiene su anclaje en el dato duro de la realidad, lo sostiene y construye su libertad sobre él? Hay otra visión que simplemente decide que es vida humana un poco después de la concepción. Aunque no se sabe bien, porque estos datos van cambiando constantemente.
Alguien ha dicho, ante la idea de que más libertad supone menos valores: no me impongas a mí tus valores. Permítaseme decir que no queremos imponer nada. Simplemente queremos expresar, por ejemplo, lo que dijo Jesús: si conocemos la verdad, la verdad nos hace libres. Dios se ha manifestado en la historia. Nuestra fe no es una fe mística, sino que tiene raíces históricas y reclama historicidad. En todas las narraciones históricas de la Biblia, Dios se manifiesta como un Dios de amor y verdad. Este Dios de amor y verdad nos dice que el amor importa, así como la verdad importa. Hay cosas que son correctas y hay cosas que no lo son porque no nos convienen como seres humanos. No creemos en un Dios caprichoso que un día se levantó y nos puso una serie de prohibiciones para que no compitamos con su poder. Creemos en un Dios que ama, y la verdad es una manifestación del amor de Dios para que podamos construir nuestra libertad. El Dios que dice "no mates" también dice "no robes", porque entiende que necesitamos respetar la dignidad de unos y otros como personas. Cada persona fue creada a imagen de Dios. Tenemos la imagen de Dios y eso nos da un valor intrínseco, nos da una dignidad única. Si respetamos esa dignidad, viviremos en libertad. De lo contrario, no podremos hacerlo.
Los principios de Dios no son barrotes para aprisionarnos: son señales en el camino de la libertad. En ese niño aún no nacido, en ese ser humano, vemos la imagen de Dios. Él lleva la imagen de Dios. Tocarlo a él es tocarlo a Dios, como tocar a la madre o a cualquier otra persona. Jesús dijo: "Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí", identificándose de esta manera con todas las personas.
La verdad sí importa. Dios no es un Dios que está castigando todo el tiempo o que está tirando rayos desde el cielo, sino alguien que nos dice que todo lo que sembramos lo vamos a cosechar, porque las acciones y las ideas tienen consecuencias. ¿Qué clase de libertad construimos si no respetamos la dignidad del otro? Si en el vientre de una mujer hay un otro que es digno, eliminarlo nunca va a ser la solución. No importa en qué escenario se dé esa posibilidad. Debemos aprender a respetar todas las vidas.
Termino con una frase de quien, para muchos, es un padre espiritual: el doctor Martin Luther King. Él dijo: la cobardía pregunta: ¿es seguro? La conveniencia pregunta: ¿es político? La vanidad pregunta: ¿es popular? Pero la conciencia pregunta: ¿es correcto? Llega un momento en que uno debe tomar una posición que no es segura ni política ni popular, sino correcta.
Entonces, necesitamos legislar tomando conciencia de qué es lo correcto y cuáles son las leyes que van a hacer de nosotros una nación más noble y justa, para que vivamos en paz todos los días de nuestra vida, nosotros y las generaciones que vienen. Sé que Dios va a bendecir a la Argentina. (Aplausos.)
Voy a hablar esta tarde desde mis más profundas convicciones cristianas porque creo que los cristianos no solo son una voz posible que debe tolerar el Estado, sino que también somos una voz necesaria. Esto lo creo al menos por tres razones: si bien creemos en un Estado laico y en la separación de la Iglesia y el Estado, hay que reconocer que Estado laico y Estado ateo no son lo mismo, mucho menos Estado anticlerical, "anti Dios" o anti algo, sino plural y capaz de escuchar todas las voces necesarias. Creemos que la nuestra es una.
Un amplio espectro del pueblo argentino profesa la fe cristiana y tradiciones bastante antiguas; los valores y principios del cristianismo histórico son un elemento extremadamente revelador en nuestra conformación social y en nuestra historia; de hecho, en nuestra constitución como Nación.
Por lo tanto, esta tarde quisiera explicar por qué, quienes profesamos con profunda convicción la fe cristiana, no estamos de acuerdo con la práctica del aborto, su legalización y despenalización, y defendemos las dos vidas.
En primer lugar, creemos que habilitarlo, hacerlo legal y darle legitimidad, nos aleja de la posibilidad de construir esa Nación más libre y justa a la que aspiramos, y que Dios quiere para cada uno de nosotros. No es un capricho religioso o algún dogmatismo irracional lo que nos impulsa a esto.
Creemos en un Dios racional. Por lo tanto, el mundo que ha creado es inteligible; podemos descubrirlo, aventurarnos a crecer y progresar, desarrollar ciencia, tecnología, construir bienestar, confort y sociedades mejores.
El cristianismo no es una fe retrógrada, cavernícola o tradicionalista. Es una fe que cree en el progreso y en el desarrollo de los pueblos con valores. Por supuesto, también creemos que Dios es bueno; y si Dios es bueno, el universo tiene carácter moral.
De hecho, esto se manifiesta en que el ser humano posee una característica única entre todos los seres vivos, que es su componente ético. Los valores y pautas de comportamiento moral y ético del ser humano tienen que considerarse de origen natural, porque han contribuido al éxito y supervivencia de nuestra especie. No solo somos homo sapiens, sino también homo moralis. Reconocimiento de culpa, autodominio, solidaridad, amor, generosidad, altruismo, honestidad y otras cualidades innatas y propias de los seres humanos lo manifiestan claramente.
Por eso es necesario que a la hora de legislar busquemos hacer lo correcto -aunque lo correcto para algunos sea algo cada vez más ambiguo y complejo-, lo que es bueno y verdadero y lo que es mejor para todos, porque no creemos que todo dé lo mismo.
De manera que nos oponemos a la legalización del aborto, pero no por obedecer a un dogma irracional desconectado de la realidad o que no contempla lo que pasa en nuestro entorno. En varias oportunidades hemos escuchado que los avances de la ciencia, la embriología y la biogenética demuestran que, a partir de la unión del óvulo y el espermatozoide, comienza la existencia de un nuevo ser humano. Desde ese instante, ese ser humano posee un ADN distinto. La fecundación es el único acto que lleva la potencia de generar una vida humana. Nada se añadirá a este ser entre el momento de la fecundación y el de su muerte excepto tiempo, nutrición y oxígeno. Cuando se concibe está ahí, en su totalidad, a la espera de recorrer cada una de las etapas de su desarrollo, a no ser que un factor externo lo impida. Además, jamás algo humano se va a convertir en no humano al crecer y hacerse más grande. El ser humano es humano desde el principio. No hay embrión de jirafa que se concrete en elefante.
Por tanto, me pregunto, ¿cuál es el dogma irracional? ¿Qué visión del mundo tiene su anclaje en el dato duro de la realidad, lo sostiene y construye su libertad sobre él? Hay otra visión que simplemente decide que es vida humana un poco después de la concepción. Aunque no se sabe bien, porque estos datos van cambiando constantemente.
Alguien ha dicho, ante la idea de que más libertad supone menos valores: no me impongas a mí tus valores. Permítaseme decir que no queremos imponer nada. Simplemente queremos expresar, por ejemplo, lo que dijo Jesús: si conocemos la verdad, la verdad nos hace libres. Dios se ha manifestado en la historia. Nuestra fe no es una fe mística, sino que tiene raíces históricas y reclama historicidad. En todas las narraciones históricas de la Biblia, Dios se manifiesta como un Dios de amor y verdad. Este Dios de amor y verdad nos dice que el amor importa, así como la verdad importa. Hay cosas que son correctas y hay cosas que no lo son porque no nos convienen como seres humanos. No creemos en un Dios caprichoso que un día se levantó y nos puso una serie de prohibiciones para que no compitamos con su poder. Creemos en un Dios que ama, y la verdad es una manifestación del amor de Dios para que podamos construir nuestra libertad. El Dios que dice "no mates" también dice "no robes", porque entiende que necesitamos respetar la dignidad de unos y otros como personas. Cada persona fue creada a imagen de Dios. Tenemos la imagen de Dios y eso nos da un valor intrínseco, nos da una dignidad única. Si respetamos esa dignidad, viviremos en libertad. De lo contrario, no podremos hacerlo.
Los principios de Dios no son barrotes para aprisionarnos: son señales en el camino de la libertad. En ese niño aún no nacido, en ese ser humano, vemos la imagen de Dios. Él lleva la imagen de Dios. Tocarlo a él es tocarlo a Dios, como tocar a la madre o a cualquier otra persona. Jesús dijo: "Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí", identificándose de esta manera con todas las personas.
La verdad sí importa. Dios no es un Dios que está castigando todo el tiempo o que está tirando rayos desde el cielo, sino alguien que nos dice que todo lo que sembramos lo vamos a cosechar, porque las acciones y las ideas tienen consecuencias. ¿Qué clase de libertad construimos si no respetamos la dignidad del otro? Si en el vientre de una mujer hay un otro que es digno, eliminarlo nunca va a ser la solución. No importa en qué escenario se dé esa posibilidad. Debemos aprender a respetar todas las vidas.
Termino con una frase de quien, para muchos, es un padre espiritual: el doctor Martin Luther King. Él dijo: la cobardía pregunta: ¿es seguro? La conveniencia pregunta: ¿es político? La vanidad pregunta: ¿es popular? Pero la conciencia pregunta: ¿es correcto? Llega un momento en que uno debe tomar una posición que no es segura ni política ni popular, sino correcta.
Entonces, necesitamos legislar tomando conciencia de qué es lo correcto y cuáles son las leyes que van a hacer de nosotros una nación más noble y justa, para que vivamos en paz todos los días de nuestra vida, nosotros y las generaciones que vienen. Sé que Dios va a bendecir a la Argentina. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la señora Pamela Martín García, licenciada en Ciencias Políticas, feminista, militante de la Unión Cívica Radical, integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, y consultora en Casa FUSA.
SRA. MARTÍN GARCÍA Señor presidente: los derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos. Los derechos de las mujeres son derechos humanos. Los derechos sexuales son los que nos permiten disfrutar de una vida sexual placentera, libremente elegida, sin coerción ni violencia. Los derechos reproductivos son aquellos que, de manera autónoma, nos permiten decidir si queremos tener o no hijos, hijas, cuántos, cuándo, con qué periodicidad y con quién.
Entre estos derechos está la interrupción voluntaria del embarazo. ¿Pero cuántas niñas, adolescentes y mujeres conocen sus derechos humanos? ¿Por qué es importante que los conozcan? Porque eso genera capacidad de tomar decisiones libres, autónomas e informadas. Es fundamental gozar plenamente de nuestros derechos y, en caso de que se nos nieguen, reclamarlos y así poder tener su cumplimiento efectivo. Deberíamos conocerlos a través, por ejemplo, de la ley de educación sexual integral. Se trata de una ley que tiene más de una década en nuestro país, pero con una aplicación baja o nula.
También tenemos un compendio enorme de instrumentos nacionales e internacionales que contienen estos derechos sexuales y reproductivos, que han sido largamente descriptos en esta sala en el último mes: convenciones, acuerdos, resoluciones y pactos. A su vez, la Argentina cuenta con un extenso plexo normativo en la materia.
Desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, queremos que se nos garanticen los derechos sexuales y reproductivos. Por eso hemos presentado un proyecto de ley sobre despenalización y legalización del aborto. Pero la realidad es otra e indica que hay un desconocimiento hondo sobre nuestros derechos, que se violan sistemáticamente.
"Tengo 14 años, me violó mi primo y quedé embarazada. Me obligan a tenerlo para no tener problemas en la familia. Solo mi amiga me cree, pero es menor que yo. Aborto sola con una percha." Lo cuento yo, porque Julieta no puede.
"Un familiar me violó por años. A los 12 quedé embarazada. En mi pueblo los médicos se niegan a practicarme un aborto no punible. Intento suicidarme. Viajo miles de kilómetros para ejercer mis derechos. Soy doblemente victimizada." Lo cuento yo, porque ella no se anima.
"Tengo 27 años. Soy de Salta y tengo cuatro hijos. El mayor tiene 12. Denuncié varias veces a mi marido por violencia. Le pagué a una señora para que me hiciera un aborto. Me puso como una gelatina. Entré al materno infantil con septicemia." Lo cuento yo, porque Laura no puede.
"Soy Karina, tengo 30 y tres hijos. El más chico me necesita mucho. Mi marido es violento. Soy niñera. Me hice un aborto. Me sentí mal, fui al hospital y me dieron paracetamol. Dos días después, el 20 de febrero de 2009, me morí." Lo cuento yo, porque ella no puede.
"Tengo 19 años. Pido que me liguen las trompas, algo permitido por la ley 26.130, y me lo niegan. Tengo cáncer y estoy embarazada. Me niegan un aborto no punible por cuestiones religiosas y morales. Mi hija nace y a las pocas horas muere. Ocho días después, yo también me morí. Mis tres hijos quedaron huérfanos." Lo cuento yo, porque Ana María Acevedo no puede.
"Tengo 37 años. Vivo en Santiago del Estero con mi marido y mis hijas. Me someto a un aborto inseguro y clandestino que me provoca una infección generalizada. Me muero porque soy pobre, y porque no pude acceder a un aborto legal, seguro y gratuito." Lo cuento yo, lo contamos todas, porque María Campos no puede.
¿Qué es entonces una democracia sin el cumplimiento efectivo de los derechos humanos para todas las personas? En ese "todas las personas" estamos todas las mujeres, porque todas abortamos.
Diputados y diputadas: ustedes representan al pueblo argentino y no únicamente a quienes comulgan con sus creencias, ya sean religiosas o morales. Sus creencias religiosas son parte de su fuero íntimo, de sus cuestiones personales, que no deben ni tienen que atravesar ni la salud ni la vida de las mujeres ni de las personas con capacidad de gestar.
A quienes se escudan en sus creencias religiosas para emitir su voto, les sugiero que recuerden a Giscard d'Estaing, presidente de Francia en la década del 70, al momento de la aprobación la ley de aborto en aquel país. Esto fue en el siglo pasado. El papa Juan Pablo II lo citó a una audiencia para preguntarle qué haría con la ley, es decir, si la vetaría o no. El presidente le respondió de manera muy clara: yo soy católico y, como tal, estoy en contra del aborto. Sin embargo, creo necesaria esta ley y no puedo imponer mis convicciones personales por sobre mis ciudadanos.
Entonces, tener la ley no va a obligar a ninguna mujer a abortar. No lo va a hacer, pero sí le va a permitir -a quien quiera, a cualquier mujer que lo necesite y lo decida de manera autónoma y responsable, pues las mujeres tomamos ese tipo de decisiones- a que lo haga en condiciones seguras, legales y gratis en el sistema de salud pública de cualquier rincón del país.
No nos obliguen ustedes a gestar ni a "maternar". No nos empujen al vacío de la clandestinidad. No nos sometan a un sistema de salud que nos expulsa al cementerio o a la cárcel. No pongan ustedes en juego nuestras vidas y nuestra salud. Digo "ustedes" porque la decisión está en sus manos, en ese voto afirmativo o negativo.
Si optan por la primera opción -si es afirmativo- será justicia sexual y reproductiva; será democracia, justicia social, derechos, autonomía y libertad. En definitiva, será vida. Pero si es la segunda opción, será desigualdad, discriminación, violencia y muerte. No será olvido y no habrá perdón. Se los digo yo, porque otras no pueden. (Aplausos.)
Entre estos derechos está la interrupción voluntaria del embarazo. ¿Pero cuántas niñas, adolescentes y mujeres conocen sus derechos humanos? ¿Por qué es importante que los conozcan? Porque eso genera capacidad de tomar decisiones libres, autónomas e informadas. Es fundamental gozar plenamente de nuestros derechos y, en caso de que se nos nieguen, reclamarlos y así poder tener su cumplimiento efectivo. Deberíamos conocerlos a través, por ejemplo, de la ley de educación sexual integral. Se trata de una ley que tiene más de una década en nuestro país, pero con una aplicación baja o nula.
También tenemos un compendio enorme de instrumentos nacionales e internacionales que contienen estos derechos sexuales y reproductivos, que han sido largamente descriptos en esta sala en el último mes: convenciones, acuerdos, resoluciones y pactos. A su vez, la Argentina cuenta con un extenso plexo normativo en la materia.
Desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, queremos que se nos garanticen los derechos sexuales y reproductivos. Por eso hemos presentado un proyecto de ley sobre despenalización y legalización del aborto. Pero la realidad es otra e indica que hay un desconocimiento hondo sobre nuestros derechos, que se violan sistemáticamente.
"Tengo 14 años, me violó mi primo y quedé embarazada. Me obligan a tenerlo para no tener problemas en la familia. Solo mi amiga me cree, pero es menor que yo. Aborto sola con una percha." Lo cuento yo, porque Julieta no puede.
"Un familiar me violó por años. A los 12 quedé embarazada. En mi pueblo los médicos se niegan a practicarme un aborto no punible. Intento suicidarme. Viajo miles de kilómetros para ejercer mis derechos. Soy doblemente victimizada." Lo cuento yo, porque ella no se anima.
"Tengo 27 años. Soy de Salta y tengo cuatro hijos. El mayor tiene 12. Denuncié varias veces a mi marido por violencia. Le pagué a una señora para que me hiciera un aborto. Me puso como una gelatina. Entré al materno infantil con septicemia." Lo cuento yo, porque Laura no puede.
"Soy Karina, tengo 30 y tres hijos. El más chico me necesita mucho. Mi marido es violento. Soy niñera. Me hice un aborto. Me sentí mal, fui al hospital y me dieron paracetamol. Dos días después, el 20 de febrero de 2009, me morí." Lo cuento yo, porque ella no puede.
"Tengo 19 años. Pido que me liguen las trompas, algo permitido por la ley 26.130, y me lo niegan. Tengo cáncer y estoy embarazada. Me niegan un aborto no punible por cuestiones religiosas y morales. Mi hija nace y a las pocas horas muere. Ocho días después, yo también me morí. Mis tres hijos quedaron huérfanos." Lo cuento yo, porque Ana María Acevedo no puede.
"Tengo 37 años. Vivo en Santiago del Estero con mi marido y mis hijas. Me someto a un aborto inseguro y clandestino que me provoca una infección generalizada. Me muero porque soy pobre, y porque no pude acceder a un aborto legal, seguro y gratuito." Lo cuento yo, lo contamos todas, porque María Campos no puede.
¿Qué es entonces una democracia sin el cumplimiento efectivo de los derechos humanos para todas las personas? En ese "todas las personas" estamos todas las mujeres, porque todas abortamos.
Diputados y diputadas: ustedes representan al pueblo argentino y no únicamente a quienes comulgan con sus creencias, ya sean religiosas o morales. Sus creencias religiosas son parte de su fuero íntimo, de sus cuestiones personales, que no deben ni tienen que atravesar ni la salud ni la vida de las mujeres ni de las personas con capacidad de gestar.
A quienes se escudan en sus creencias religiosas para emitir su voto, les sugiero que recuerden a Giscard d'Estaing, presidente de Francia en la década del 70, al momento de la aprobación la ley de aborto en aquel país. Esto fue en el siglo pasado. El papa Juan Pablo II lo citó a una audiencia para preguntarle qué haría con la ley, es decir, si la vetaría o no. El presidente le respondió de manera muy clara: yo soy católico y, como tal, estoy en contra del aborto. Sin embargo, creo necesaria esta ley y no puedo imponer mis convicciones personales por sobre mis ciudadanos.
Entonces, tener la ley no va a obligar a ninguna mujer a abortar. No lo va a hacer, pero sí le va a permitir -a quien quiera, a cualquier mujer que lo necesite y lo decida de manera autónoma y responsable, pues las mujeres tomamos ese tipo de decisiones- a que lo haga en condiciones seguras, legales y gratis en el sistema de salud pública de cualquier rincón del país.
No nos obliguen ustedes a gestar ni a "maternar". No nos empujen al vacío de la clandestinidad. No nos sometan a un sistema de salud que nos expulsa al cementerio o a la cárcel. No pongan ustedes en juego nuestras vidas y nuestra salud. Digo "ustedes" porque la decisión está en sus manos, en ese voto afirmativo o negativo.
Si optan por la primera opción -si es afirmativo- será justicia sexual y reproductiva; será democracia, justicia social, derechos, autonomía y libertad. En definitiva, será vida. Pero si es la segunda opción, será desigualdad, discriminación, violencia y muerte. No será olvido y no habrá perdón. Se los digo yo, porque otras no pueden. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la señora Lorena Bauza, cantante y actriz, voluntaria en Grávida.
SRA. BAUZA Señor presidente: muchas gracias por esta oportunidad. Soy voluntaria en Grávida, especializada en atención de riesgo de aborto, miembro del servicio nacional de atención de riesgo de aborto y consejera del programa Sanación Posaborto.
Mi madre no sabía que estaba embarazada. Se enteró en la semana once de gestación. Antes de saberlo, le estaban haciendo numerosos estudios porque tenía una dolencia en los riñones sin diagnóstico. Le realizaron alrededor de cuarenta y cinco radiografías seriadas porque no había acceso a ecografías como lo hay actualmente. Cuando se enteró de su estado fue a visitar a su obstetra, el mismo que la atendió en el embarazo de su primer hijo. El médico, por solo enterarse de las radiografías realizadas, consideró que podría haber malformaciones en ese hijo a causa de tantos rayos X. Sin otros estudios, más allá de su propia opinión y sin titubear, le dio turno para unos días más adelante a fin de poder practicarle un legrado, un aborto, insistiéndole en que ese hijo no era conveniente que naciera. A mis padres no les gustó la prepotencia de la sentencia del médico y buscaron segundas opiniones contrarreloj para saber si debían abortar o no. Vieron a cinco especialistas. Fue un médico genetista quien les dio confianza y les dijo que las posibilidades de malformación eran bajas. Se aferraron a esa esperanza y, a pesar de las presiones, continuaron el embarazo. No había muchos estudios prenatales para hacerse, así que debían esperar el nacimiento para corroborar cuál de los médicos tenía razón. A los meses nací yo. Aún en cada uno de mis cumpleaños recuerdan cómo lloraron de alivio al verme y la angustia que les provocó el imaginarse aceptando la opinión de ese médico que, con ligereza, me condenó a muerte antes de nacer.
No puedo evitar entonces que esta temática me movilice, porque yo misma he sido una persona en serio riesgo de no nacer. Nací gracias a que mis padres se opusieron a las presiones y siguieron adelante, aun en la incertidumbre y el miedo. La mayoría no tiene esa suerte.
En nombre de todos los hijos que aparecimos como una sorpresa, no en el mejor momento y con perspectivas sombrías, quiero decir a todos, antes que nada, que nuestra vida vale.
Este es un momento crucial en la historia para la mujer. Finalmente vamos logrando ser cada vez más reconocidas en nuestros derechos, que deberían haber sido nuestros desde siempre. Es increíble que hace apenas setenta años ni podíamos votar.
Hoy, aunque nos queda camino por andar, hemos avanzado en todo ámbito, ganando libertades y posibilidades que nos pertenecían. Como mujer, aplaudo y acompaño cada avance en nuestros derechos, esos que nos hacen más libres y empoderadas, pero a la vez más humanas. Derechos basados en la empatía de ayudar a las más vulnerables de nosotras a no vivir injusticias ni necesidades, a no sufrir atropellos, a que no vivamos con miedos ni con traumas, a que no nos violenten ni nos maten y a que no pasemos por situaciones que no nos permitan vivir.
Esta bandera yo la sostengo, la acompaño y trabajo por ella. Sin embargo, veo que se muestra el aborto como una libertad más, como una experiencia que nos hace más independientes y empoderadas.
Por mí experiencia práctica y cotidiana dentro del servicio de Grávida, que es un voluntariado que asiste a mujeres con embarazos inesperados, debo decir que la tremenda realidad, lamentablemente, es otra.
El aborto es una vivencia completamente desgraciada y dolorosa a todo nivel, que dista mucho de ser un derecho que trae libertad a alguien. Por supuesto que el hecho de que una mujer se encuentre con un embarazo inesperado, en cualquier momento de la vida, genera un torbellino de emociones, crisis, angustia y desesperación. Sobre todo, mucho miedo al presente y al futuro. Toda la vida se pone de cabeza y, en esos momentos de incertidumbre, la idea del aborto puede verse muy atractiva. Más aún si es mostrada como algo simple y como la única salida posible.
Luego del aborto, se idealiza el futuro y se magnifica la idea de que la llegada de un hijo en ese momento era algo terrible e inadmisible. Pero el aborto no es la salida simple; cuando hay un embarazo inesperado no es borrón y cuenta nueva, y aquí no ha pasado nada. Pensarlo así es una ilusión. Lo comprobamos con las mujeres que han pasado por esta experiencia y las acompañamos en su sanación posaborto.
Pensar que el embarazo es simplemente un proceso físico en la mujer y que termina en un acto médico, es desgraciadamente una visión acotada porque la mujer es persona, es un ser emocional, complejo y las vivencias la atraviesan profundamente.
Vemos que, frente a un embarazo inesperado, la solución que suele ofrecerse a las mujeres es pasar por esta experiencia traumática. Luego se exige silenciar ese dolor, desconectarla de su propia emocionalidad para que se adapte socialmente y siga adelante, negando la importancia crucial de lo sucedido en su vida.
Decir que esa experiencia, ese trauma, no es nada y despersonalizar la circunstancia no ayuda a ninguna mujer. Hoy, en nuestro servicio, nos encontramos más frecuentemente con mujeres que ya pasaron anteriormente una experiencia de aborto, o más de una, sin haber podido elaborarla, sin un empoderamiento en su vida. Muchas, a causa de ese trauma no asumido por el aborto que pasó, repiten la situación y se sienten doblemente angustiadas por ese nuevo embarazo no buscado que, además, les hace revivir lo anterior.
También nos encontramos con mujeres que ya cursan un intento de aborto, que tomaron todas las pastillas recetadas por un médico, cumplieron con todo el procedimiento, con los dolores, contracciones y sangrados que provoca, y aun así no lograron su cometido. Entonces se acercan desorientadas, y sobre todo con miedo, algunas doloridas, incluso algunas arrepentidas. Vemos que la propuesta que se les da a esas mujeres es volver a exponer el cuerpo y las emociones al mismo proceso traumático y nada más.
Hay que considerar a la mujer como persona integral, como el ser emocional y complejo que es, darle un espacio de contención y de escucha donde pueda reflexionar sobre ella misma y sobre ese momento que atraviesa, y asistirla para que en calma pueda replantearse su vida y su futuro, que es a lo que la situación la está exhortando. Que conozca todos los pormenores de aquello que desea hacer y sus alcances como algo básico, y que amplíe su mirada sobre lo que vive para vislumbrar nuevas soluciones.
Esto es lo que hacemos en el servicio de Grávida: ni una sola mujer de las que acompañamos se arrepintió de haber tenido a su hijo. No hay trauma en una mujer que transita su embarazo contenida con afecto y empatía, ayudada y empoderada, propiciando el vínculo con esa vida naciente que lleva en ella.
Busquemos, entre todos, construir una sociedad empática y humanista, que aprecie la vida y persiga el bienestar real de todas las mujeres, apoyándolas y acompañándolas para que opten por la vida siempre. (Aplausos.)
Mi madre no sabía que estaba embarazada. Se enteró en la semana once de gestación. Antes de saberlo, le estaban haciendo numerosos estudios porque tenía una dolencia en los riñones sin diagnóstico. Le realizaron alrededor de cuarenta y cinco radiografías seriadas porque no había acceso a ecografías como lo hay actualmente. Cuando se enteró de su estado fue a visitar a su obstetra, el mismo que la atendió en el embarazo de su primer hijo. El médico, por solo enterarse de las radiografías realizadas, consideró que podría haber malformaciones en ese hijo a causa de tantos rayos X. Sin otros estudios, más allá de su propia opinión y sin titubear, le dio turno para unos días más adelante a fin de poder practicarle un legrado, un aborto, insistiéndole en que ese hijo no era conveniente que naciera. A mis padres no les gustó la prepotencia de la sentencia del médico y buscaron segundas opiniones contrarreloj para saber si debían abortar o no. Vieron a cinco especialistas. Fue un médico genetista quien les dio confianza y les dijo que las posibilidades de malformación eran bajas. Se aferraron a esa esperanza y, a pesar de las presiones, continuaron el embarazo. No había muchos estudios prenatales para hacerse, así que debían esperar el nacimiento para corroborar cuál de los médicos tenía razón. A los meses nací yo. Aún en cada uno de mis cumpleaños recuerdan cómo lloraron de alivio al verme y la angustia que les provocó el imaginarse aceptando la opinión de ese médico que, con ligereza, me condenó a muerte antes de nacer.
No puedo evitar entonces que esta temática me movilice, porque yo misma he sido una persona en serio riesgo de no nacer. Nací gracias a que mis padres se opusieron a las presiones y siguieron adelante, aun en la incertidumbre y el miedo. La mayoría no tiene esa suerte.
En nombre de todos los hijos que aparecimos como una sorpresa, no en el mejor momento y con perspectivas sombrías, quiero decir a todos, antes que nada, que nuestra vida vale.
Este es un momento crucial en la historia para la mujer. Finalmente vamos logrando ser cada vez más reconocidas en nuestros derechos, que deberían haber sido nuestros desde siempre. Es increíble que hace apenas setenta años ni podíamos votar.
Hoy, aunque nos queda camino por andar, hemos avanzado en todo ámbito, ganando libertades y posibilidades que nos pertenecían. Como mujer, aplaudo y acompaño cada avance en nuestros derechos, esos que nos hacen más libres y empoderadas, pero a la vez más humanas. Derechos basados en la empatía de ayudar a las más vulnerables de nosotras a no vivir injusticias ni necesidades, a no sufrir atropellos, a que no vivamos con miedos ni con traumas, a que no nos violenten ni nos maten y a que no pasemos por situaciones que no nos permitan vivir.
Esta bandera yo la sostengo, la acompaño y trabajo por ella. Sin embargo, veo que se muestra el aborto como una libertad más, como una experiencia que nos hace más independientes y empoderadas.
Por mí experiencia práctica y cotidiana dentro del servicio de Grávida, que es un voluntariado que asiste a mujeres con embarazos inesperados, debo decir que la tremenda realidad, lamentablemente, es otra.
El aborto es una vivencia completamente desgraciada y dolorosa a todo nivel, que dista mucho de ser un derecho que trae libertad a alguien. Por supuesto que el hecho de que una mujer se encuentre con un embarazo inesperado, en cualquier momento de la vida, genera un torbellino de emociones, crisis, angustia y desesperación. Sobre todo, mucho miedo al presente y al futuro. Toda la vida se pone de cabeza y, en esos momentos de incertidumbre, la idea del aborto puede verse muy atractiva. Más aún si es mostrada como algo simple y como la única salida posible.
Luego del aborto, se idealiza el futuro y se magnifica la idea de que la llegada de un hijo en ese momento era algo terrible e inadmisible. Pero el aborto no es la salida simple; cuando hay un embarazo inesperado no es borrón y cuenta nueva, y aquí no ha pasado nada. Pensarlo así es una ilusión. Lo comprobamos con las mujeres que han pasado por esta experiencia y las acompañamos en su sanación posaborto.
Pensar que el embarazo es simplemente un proceso físico en la mujer y que termina en un acto médico, es desgraciadamente una visión acotada porque la mujer es persona, es un ser emocional, complejo y las vivencias la atraviesan profundamente.
Vemos que, frente a un embarazo inesperado, la solución que suele ofrecerse a las mujeres es pasar por esta experiencia traumática. Luego se exige silenciar ese dolor, desconectarla de su propia emocionalidad para que se adapte socialmente y siga adelante, negando la importancia crucial de lo sucedido en su vida.
Decir que esa experiencia, ese trauma, no es nada y despersonalizar la circunstancia no ayuda a ninguna mujer. Hoy, en nuestro servicio, nos encontramos más frecuentemente con mujeres que ya pasaron anteriormente una experiencia de aborto, o más de una, sin haber podido elaborarla, sin un empoderamiento en su vida. Muchas, a causa de ese trauma no asumido por el aborto que pasó, repiten la situación y se sienten doblemente angustiadas por ese nuevo embarazo no buscado que, además, les hace revivir lo anterior.
También nos encontramos con mujeres que ya cursan un intento de aborto, que tomaron todas las pastillas recetadas por un médico, cumplieron con todo el procedimiento, con los dolores, contracciones y sangrados que provoca, y aun así no lograron su cometido. Entonces se acercan desorientadas, y sobre todo con miedo, algunas doloridas, incluso algunas arrepentidas. Vemos que la propuesta que se les da a esas mujeres es volver a exponer el cuerpo y las emociones al mismo proceso traumático y nada más.
Hay que considerar a la mujer como persona integral, como el ser emocional y complejo que es, darle un espacio de contención y de escucha donde pueda reflexionar sobre ella misma y sobre ese momento que atraviesa, y asistirla para que en calma pueda replantearse su vida y su futuro, que es a lo que la situación la está exhortando. Que conozca todos los pormenores de aquello que desea hacer y sus alcances como algo básico, y que amplíe su mirada sobre lo que vive para vislumbrar nuevas soluciones.
Esto es lo que hacemos en el servicio de Grávida: ni una sola mujer de las que acompañamos se arrepintió de haber tenido a su hijo. No hay trauma en una mujer que transita su embarazo contenida con afecto y empatía, ayudada y empoderada, propiciando el vínculo con esa vida naciente que lleva en ella.
Busquemos, entre todos, construir una sociedad empática y humanista, que aprecie la vida y persiga el bienestar real de todas las mujeres, apoyándolas y acompañándolas para que opten por la vida siempre. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la señora Sandra Torlucci, rectora de la Universidad de las Artes, docente, investigadora universitaria y feminista.
SRA. TORLUCCI Señor presidente: antes que nada quiero agradecer la invitación a uno de los debates más esperados por gran parte de la sociedad argentina. Espero estar a la altura de este acontecimiento histórico.
Celebro estar aquí y, sobre todo, el amplio espacio que las legisladoras y los legisladores han decidido dar a la sociedad para ser escuchada y tratar de revisar los consensos en torno a la penalización del aborto que, sin duda, es un tema delicado en cuanto deja a una importante parte de la población no solo desamparada, sino también estigmatizada y humillada por la promesa de un castigo que aparece como gran amenaza sobre la vida de cientos de miles de mujeres y personas gestantes.
Estoy aquí en mi condición de rectora de una universidad nacional, de presidenta de la Red Interuniversitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias, de gestora cultural, de docente, de investigadora, de mujer y de feminista.
Como rectora integrante del Consejo Interuniversitario Nacional, junto con treinta y nueve colegas elaboramos una declaración a favor del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo que suscriben setenta y un legisladores de diferentes fuerzas políticas de este Congreso.
Esa declaración del Consejo Interuniversitario Nacional fue un paso importante de una amplia mayoría de universidades públicas en la toma de posición frente a este ineludible debate. Este paso es el resultado de un proceso de lucha de las mujeres en el contexto de un sistema universitario gobernado por un 90 por ciento de varones; solo somos siete rectoras en el Consejo Interuniversitario Nacional, al igual que en todos los órganos de gobierno de todas las instituciones de la República, por ahora.
Gran parte de la comunidad universitaria, así como de la comunidad científica, artística y tecnológica, analizó y concluyó que es necesario apoyar este proyecto de ley para restituir los derechos a las mujeres y a otras personas con la capacidad de gestar que deciden la interrupción de su embarazo.
No pretendo, no es mi intención en los valiosos siete minutos que me han concedido, exponer o discutir cuestiones relativas a creencias religiosas, problemas, dilemas metafísicos, principios, conductas morales u otros aspectos vinculados con sistemas de pensamientos y creencias de los individuos, justamente porque considero -como otros colegas ya plantearon en este ámbito- que preguntarnos por el origen o los límites de la vida, por el sentido de la muerte, etcétera, forma parte del derecho de las personas a decidir su sistema de creencias y los principios que regulan su existencia en una sociedad verdaderamente democrática.
No se trata entonces de entender aquí lo que cada sujeto piensa, siente o experimenta en su autonomía sino de una cuestión estrictamente política y ética que excede la voluntad y el trauma individual.
En este sentido, señoras legisladoras y señores legisladores, creo que es necesario que me focalice en el rol social que tiene la labor de los integrantes del Congreso de la Nación, en la función primordial que consiste en regular, a través de las leyes, el bien común. Si nos concentramos en esta función del Poder Legislativo, entiendo que lo que debo remarcar es el intento de dilucidar qué ley amplía o qué derechos cercena.
Actualmente, se producen entre cuatrocientos mil y seiscientos mil abortos al año, según índices del Ministerio de Salud. Estos números no son exactos; no pueden serlo porque se trata, hasta ahora, de una acción clandestina. Sin embargo, demuestran que las personas abortan, incluso ante la amenaza de la penalización por parte del Estado o de la probabilidad de muerte.
Si las personas ejercen de hecho el derecho a decidir sobre sus cuerpos es porque, nos guste o no, desde el punto de vista de los procesos de constitución de la subjetividad, las personas se imaginan a ellas mismas capaces de decidir su maternidad y sobre su cuerpo, y de responsabilizarse por la vida. Nuevamente, nos guste o no, es necesario entender que la ley debe estar a la altura de los derechos que la comunidad en su conjunto ha consensuado de manera fáctica.
Sin embargo, a pesar de una realidad que se impone, la criminalización finalmente castiga. Y lo hace injustamente, porque afecta a quienes no tienen los medios para efectuarlo de manera segura, y convierte a quienes abortaron en criminales. Es decir que la punición genera una injusticia severa.
La penalización del aborto provoca conflictos de salud pública, viola el acceso universal e igualitario a la salud como derecho humano insoslayable que debe ser garantizado por el Estado, y limita la capacidad de decidir de las personas sobre su cuerpo y su mejor vivir.
El aborto es una práctica común en todas las clases sociales, pero la experiencia y las consecuencias son muy diferentes de acuerdo con el nivel socioeconómico de quien lo practica.
El proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo permitiría terminar con este sistema de injusticia social y protegería a as mujeres que deciden interrumpir un embarazo por las razones que cada una en su caso considere. Además, retiraría al Estado del ámbito de la autodeterminación de las personas para ubicarlo en la función de amparar a aquellas que necesiten cuidados y atención.
Estamos en un contexto de época que requiere pensar el bien común frente a los intereses ideológicos individuales. Quienes están en contra de la interrupción voluntaria del embarazo no sufrirán consecuencias personales ante la aprobación de esta ley, ya que no tendrían por qué modificar su conducta, sea cual fuere la legislación imperante; mientras que quienes no piensan el aborto como algo condenable en sí mismo o quienes lo consideran necesario, como una última acción para resolver un embarazo inesperado, se verían incluidos a través de esta ley en un sistema de justicia que distinga las cuestiones de orden privado de aquellas de orden social, y las contenga.
Suspender nuestros sistemas de creencias y pensamientos subjetivos para ocuparnos de generar acciones de justicia social y promover el bienestar de la mayor parte de la población es lo fundamental de la política. Hablo del aspecto ético de la política que, desde mi punto de vista, implica posicionarnos en el lugar del otro, proteger a quien reclama protección y amparar a quien está desamparado.
Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir, son los tres pasos fundamentales -y en ese orden- para que las mujeres empecemos a recuperar los derechos postergados y la sociedad encuentre un punto de madurez en el que las personas afectadas gravemente sean protegidas en lugar de ser injustamente condenadas. (Aplausos.)
Celebro estar aquí y, sobre todo, el amplio espacio que las legisladoras y los legisladores han decidido dar a la sociedad para ser escuchada y tratar de revisar los consensos en torno a la penalización del aborto que, sin duda, es un tema delicado en cuanto deja a una importante parte de la población no solo desamparada, sino también estigmatizada y humillada por la promesa de un castigo que aparece como gran amenaza sobre la vida de cientos de miles de mujeres y personas gestantes.
Estoy aquí en mi condición de rectora de una universidad nacional, de presidenta de la Red Interuniversitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias, de gestora cultural, de docente, de investigadora, de mujer y de feminista.
Como rectora integrante del Consejo Interuniversitario Nacional, junto con treinta y nueve colegas elaboramos una declaración a favor del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo que suscriben setenta y un legisladores de diferentes fuerzas políticas de este Congreso.
Esa declaración del Consejo Interuniversitario Nacional fue un paso importante de una amplia mayoría de universidades públicas en la toma de posición frente a este ineludible debate. Este paso es el resultado de un proceso de lucha de las mujeres en el contexto de un sistema universitario gobernado por un 90 por ciento de varones; solo somos siete rectoras en el Consejo Interuniversitario Nacional, al igual que en todos los órganos de gobierno de todas las instituciones de la República, por ahora.
Gran parte de la comunidad universitaria, así como de la comunidad científica, artística y tecnológica, analizó y concluyó que es necesario apoyar este proyecto de ley para restituir los derechos a las mujeres y a otras personas con la capacidad de gestar que deciden la interrupción de su embarazo.
No pretendo, no es mi intención en los valiosos siete minutos que me han concedido, exponer o discutir cuestiones relativas a creencias religiosas, problemas, dilemas metafísicos, principios, conductas morales u otros aspectos vinculados con sistemas de pensamientos y creencias de los individuos, justamente porque considero -como otros colegas ya plantearon en este ámbito- que preguntarnos por el origen o los límites de la vida, por el sentido de la muerte, etcétera, forma parte del derecho de las personas a decidir su sistema de creencias y los principios que regulan su existencia en una sociedad verdaderamente democrática.
No se trata entonces de entender aquí lo que cada sujeto piensa, siente o experimenta en su autonomía sino de una cuestión estrictamente política y ética que excede la voluntad y el trauma individual.
En este sentido, señoras legisladoras y señores legisladores, creo que es necesario que me focalice en el rol social que tiene la labor de los integrantes del Congreso de la Nación, en la función primordial que consiste en regular, a través de las leyes, el bien común. Si nos concentramos en esta función del Poder Legislativo, entiendo que lo que debo remarcar es el intento de dilucidar qué ley amplía o qué derechos cercena.
Actualmente, se producen entre cuatrocientos mil y seiscientos mil abortos al año, según índices del Ministerio de Salud. Estos números no son exactos; no pueden serlo porque se trata, hasta ahora, de una acción clandestina. Sin embargo, demuestran que las personas abortan, incluso ante la amenaza de la penalización por parte del Estado o de la probabilidad de muerte.
Si las personas ejercen de hecho el derecho a decidir sobre sus cuerpos es porque, nos guste o no, desde el punto de vista de los procesos de constitución de la subjetividad, las personas se imaginan a ellas mismas capaces de decidir su maternidad y sobre su cuerpo, y de responsabilizarse por la vida. Nuevamente, nos guste o no, es necesario entender que la ley debe estar a la altura de los derechos que la comunidad en su conjunto ha consensuado de manera fáctica.
Sin embargo, a pesar de una realidad que se impone, la criminalización finalmente castiga. Y lo hace injustamente, porque afecta a quienes no tienen los medios para efectuarlo de manera segura, y convierte a quienes abortaron en criminales. Es decir que la punición genera una injusticia severa.
La penalización del aborto provoca conflictos de salud pública, viola el acceso universal e igualitario a la salud como derecho humano insoslayable que debe ser garantizado por el Estado, y limita la capacidad de decidir de las personas sobre su cuerpo y su mejor vivir.
El aborto es una práctica común en todas las clases sociales, pero la experiencia y las consecuencias son muy diferentes de acuerdo con el nivel socioeconómico de quien lo practica.
El proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo permitiría terminar con este sistema de injusticia social y protegería a as mujeres que deciden interrumpir un embarazo por las razones que cada una en su caso considere. Además, retiraría al Estado del ámbito de la autodeterminación de las personas para ubicarlo en la función de amparar a aquellas que necesiten cuidados y atención.
Estamos en un contexto de época que requiere pensar el bien común frente a los intereses ideológicos individuales. Quienes están en contra de la interrupción voluntaria del embarazo no sufrirán consecuencias personales ante la aprobación de esta ley, ya que no tendrían por qué modificar su conducta, sea cual fuere la legislación imperante; mientras que quienes no piensan el aborto como algo condenable en sí mismo o quienes lo consideran necesario, como una última acción para resolver un embarazo inesperado, se verían incluidos a través de esta ley en un sistema de justicia que distinga las cuestiones de orden privado de aquellas de orden social, y las contenga.
Suspender nuestros sistemas de creencias y pensamientos subjetivos para ocuparnos de generar acciones de justicia social y promover el bienestar de la mayor parte de la población es lo fundamental de la política. Hablo del aspecto ético de la política que, desde mi punto de vista, implica posicionarnos en el lugar del otro, proteger a quien reclama protección y amparar a quien está desamparado.
Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir, son los tres pasos fundamentales -y en ese orden- para que las mujeres empecemos a recuperar los derechos postergados y la sociedad encuentre un punto de madurez en el que las personas afectadas gravemente sean protegidas en lugar de ser injustamente condenadas. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el doctor Gregorio Badeni, doctor en Derecho de la UBA y licenciado en Ciencias Políticas. Fue profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de La Plata, de la UCA, de la UADE y de la Universidad de El Salvador.
SR. BADENI Señor presidente: para tratar de resumir en siete minutos la importancia que tiene este tema y cuál debería ser la guía a seguir, sugiero leer las declaraciones que emitieron las academias nacionales de Derecho, de Ciencias Morales y Políticas y de Medicina, no solamente en el curso de este año sino también hace una década porque, como ustedes saben, estas instituciones son la cima de la escuela del conocimiento de un país. Recuerden que las academias nacionales están autorizadas y funcionan conforme a la ley; no son institutos privados.
En el marco de esas academias -la de Derecho con un criterio jurídico; la de Ciencias Morales y Políticas con un criterio ético, y la de Medicina con un criterio bioético-, fue muy firme la posición de no ser partidarios de la despenalización del aborto por las razones que se dan en ese documento. Por lo tanto, sugiero a los señores legisladores que lo soliciten a las academias porque son realmente muy instructivos.
En el marco de esas academias -la de Derecho con un criterio jurídico; la de Ciencias Morales y Políticas con un criterio ético, y la de Medicina con un criterio bioético-, fue muy firme la posición de no ser partidarios de la despenalización del aborto por las razones que se dan en ese documento. Por lo tanto, sugiero a los señores legisladores que lo soliciten a las academias porque son realmente muy instructivos.
Ocupa la Presidencia la señora diputada Carmen Polledo, presidenta de la Comisión de Acción Social y Salud Pública.
SR. BADENI De todos modos, acá el tema en juego es el derecho a la vida. Si nosotros tomamos las personas por nacer, debemos tener en cuenta que nuestro Código Civil y Comercial -el último que se aprobó hace tres años en reemplazo del de Vélez Sársfield- establece categóricamente que la vida de las personas comienza en el momento de la concepción.
Sabemos que la Convención Americana sobre Derechos Humanos dice, en su artículo 4, que la vida humana comienza con la concepción. Sabemos también que la Convención sobre los Derechos del Niño afirma que el niño es toda persona hasta los dieciocho años y desde su gestación. La ley que ratificó esta convención internacional para que tuviera vigencia entre nosotros, estableció que menor es toda persona desde la concepción hasta los dieciocho años.
Sobre la base de esa legislación, no cabe ninguna duda de que la persona por nacer es una persona. Además, es sujeto de derecho, por lo cual los jueces le han reconocido infinidad de derechos. Le han reconocido derechos sucesorios, la posibilidad de obtener beneficios testamentarios, de ser sujetos activos de una donación, de tener derechos alimentarios a través de lo que se reconoce explícitamente a la madre en beneficio del hijo -y no solamente lo que le corresponde a la madre-, de ser titulares de derechos resarcitorios por los eventuales daños que pudieran haber sufrido sus padres, etcétera. Más aún: recuerdo que en el caso Sánchez se reconoció el derecho de una abuela a percibir una indemnización por la muerte de su nieto, que era una persona por nacer y que murió como consecuencia del secuestro y muerte de su madre.
Hace muy poco, durante el corriente año, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires condenó a una persona por el delito de homicidio doloso, porque con su conducta había acarreado la muerte de cinco personas. Lo curioso es que entre esas cinco personas había una persona por nacer. O sea que para un juez la persona por nacer puede ser también víctima de un delito. En definitiva, eso es lo que actualmente fija nuestro Código Penal respecto del aborto, con las excepciones que contempla su artículo 86: la mujer violada que no está en condiciones mentales de afrontar la situación y la mujer que corre riesgo de salud o de vida si el embarazo sigue su curso.
A todas estas normas jurídicas también tenemos que agregar la Constitución Nacional, tantas veces invocada y tantas otras violada. Me refiero al inciso 23 del artículo 75, que establece la obligación del Estado de velar por la niñez desprotegida, en particular a partir del momento del embarazo. O sea que nuestra Constitución, guste o no, dice explícitamente que la vida empieza con el embarazo, que es el momento de la concepción según otras normas de jerarquía constitucional. Si no les gusta esto, cambien la Constitución; pero no la violen, porque si queremos vivir en un Estado de derecho y proclamamos la necesidad de velar por las normas, la democracia, la república, etcétera, pues empecemos por cumplir las leyes. Yo no digo que no se pueda despenalizar el aborto, pero para eso los legisladores tendrían que modificar el Código Civil y Comercial, denunciar dos tratados internacionales sobre derechos humanos y sancionar las normas correspondientes para permitir esa situación.
Tengan en cuenta que la Convención sobre los Derechos del Niño, que fue un gran progreso, establece en uno de sus artículos que el niño por nacer tiene derechos y que, en caso de que se produzca un conflicto entre esos derechos y los de otra persona, que no sea susceptible de una solución armónica, se debe dar preferencia a los derechos del niño, incluso sobre los derechos de la madre. ¿Les parece injusto? Modifiquen la ley, pero no la violen. Pero ojo: una ley como la que se está discutiendo acá no puede modificar una convención internacional sobre derechos humanos. Así lo establece el inciso 22 del artículo 75 de la Constitución, que establece que las leyes tienen una jerarquía inferior a los tratados internacionales sobre derechos humanos.
De manera que, cualquiera sea la solución que en definitiva se adopte sobre este tema, y dejando de lado los casos muy particulares que se han presentado -en definitiva, la vida es un drama- recuerden que, si queremos vivir en un Estado de derecho, lo primero que tenemos que hacer es cumplir la ley. Si queremos vivir realmente en una república democrática, lo primero que tenemos que hacer es cumplir las leyes. Si las leyes no nos gustan, pues las tenemos que modificar; pero no violar, ya sea a través de otra ley o de capciosas interpretaciones. (Aplausos.)
Sabemos que la Convención Americana sobre Derechos Humanos dice, en su artículo 4, que la vida humana comienza con la concepción. Sabemos también que la Convención sobre los Derechos del Niño afirma que el niño es toda persona hasta los dieciocho años y desde su gestación. La ley que ratificó esta convención internacional para que tuviera vigencia entre nosotros, estableció que menor es toda persona desde la concepción hasta los dieciocho años.
Sobre la base de esa legislación, no cabe ninguna duda de que la persona por nacer es una persona. Además, es sujeto de derecho, por lo cual los jueces le han reconocido infinidad de derechos. Le han reconocido derechos sucesorios, la posibilidad de obtener beneficios testamentarios, de ser sujetos activos de una donación, de tener derechos alimentarios a través de lo que se reconoce explícitamente a la madre en beneficio del hijo -y no solamente lo que le corresponde a la madre-, de ser titulares de derechos resarcitorios por los eventuales daños que pudieran haber sufrido sus padres, etcétera. Más aún: recuerdo que en el caso Sánchez se reconoció el derecho de una abuela a percibir una indemnización por la muerte de su nieto, que era una persona por nacer y que murió como consecuencia del secuestro y muerte de su madre.
Hace muy poco, durante el corriente año, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires condenó a una persona por el delito de homicidio doloso, porque con su conducta había acarreado la muerte de cinco personas. Lo curioso es que entre esas cinco personas había una persona por nacer. O sea que para un juez la persona por nacer puede ser también víctima de un delito. En definitiva, eso es lo que actualmente fija nuestro Código Penal respecto del aborto, con las excepciones que contempla su artículo 86: la mujer violada que no está en condiciones mentales de afrontar la situación y la mujer que corre riesgo de salud o de vida si el embarazo sigue su curso.
A todas estas normas jurídicas también tenemos que agregar la Constitución Nacional, tantas veces invocada y tantas otras violada. Me refiero al inciso 23 del artículo 75, que establece la obligación del Estado de velar por la niñez desprotegida, en particular a partir del momento del embarazo. O sea que nuestra Constitución, guste o no, dice explícitamente que la vida empieza con el embarazo, que es el momento de la concepción según otras normas de jerarquía constitucional. Si no les gusta esto, cambien la Constitución; pero no la violen, porque si queremos vivir en un Estado de derecho y proclamamos la necesidad de velar por las normas, la democracia, la república, etcétera, pues empecemos por cumplir las leyes. Yo no digo que no se pueda despenalizar el aborto, pero para eso los legisladores tendrían que modificar el Código Civil y Comercial, denunciar dos tratados internacionales sobre derechos humanos y sancionar las normas correspondientes para permitir esa situación.
Tengan en cuenta que la Convención sobre los Derechos del Niño, que fue un gran progreso, establece en uno de sus artículos que el niño por nacer tiene derechos y que, en caso de que se produzca un conflicto entre esos derechos y los de otra persona, que no sea susceptible de una solución armónica, se debe dar preferencia a los derechos del niño, incluso sobre los derechos de la madre. ¿Les parece injusto? Modifiquen la ley, pero no la violen. Pero ojo: una ley como la que se está discutiendo acá no puede modificar una convención internacional sobre derechos humanos. Así lo establece el inciso 22 del artículo 75 de la Constitución, que establece que las leyes tienen una jerarquía inferior a los tratados internacionales sobre derechos humanos.
De manera que, cualquiera sea la solución que en definitiva se adopte sobre este tema, y dejando de lado los casos muy particulares que se han presentado -en definitiva, la vida es un drama- recuerden que, si queremos vivir en un Estado de derecho, lo primero que tenemos que hacer es cumplir la ley. Si queremos vivir realmente en una república democrática, lo primero que tenemos que hacer es cumplir las leyes. Si las leyes no nos gustan, pues las tenemos que modificar; pero no violar, ya sea a través de otra ley o de capciosas interpretaciones. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra la señora Ségolène du Closel, magíster en Historia de La Sorbonne, asistente en cuestiones de bioética y doctora en Ciencias Sociales en la USAL.
SRA. DU CLOSEL Señora presidenta: es un honor estar acá. Mi castellano no es perfecto, de manera que agradezco la atención.
No conocí a ninguna mujer arrepentida por haber llevado a cabo un embarazo, ni en Francia ni en los barrios carenciados del Gran Buenos Aires donde estoy trabajando. Sí he escuchado a muchas mujeres desconsoladas por haber abortado; por eso estoy hoy acá.
En Francia, entre 1975 y 2017, se aprobaron once leyes de aborto. Desde entonces, la sociedad experimentó un doble movimiento. Por una parte, las leyes fueron quitando todas las cautelas, y el carácter de disuasión de la ley inicial produjo la banalización del aborto. Por otra parte, se tomó conocimiento del sufrimiento que provoca un aborto.
Primero, las leyes. Se notó un cambio de actitud en el legislador. En 1975 dominaba la compasión hacia las mujeres que no tenían otra solución que abortar, quitando todas las cautelas. Escuchamos a Simone Veil, ministra de Salud y autora de la ley, decir: "Hablo con la fuerza de mi propia convicción. El aborto debe ser una excepción, el último recurso para situaciones sin salidas."
En 2017, la intención del legislador era otra: la persecución no ya de los que se oponían al aborto, sino de aquellos que ponían en duda su validez. ¿Qué pasó en estos cuarenta años para llegar a esta situación? En 1979 se suprimieron trabas al aborto relativas al acuerdo del médico. En 2000 se alargó el plazo legal de diez a doce semanas. En 2013 se implementó el aborto gratuito y se aumentaron los honorarios para animar a los equipos médicos a practicarlo.
Debo añadir que, en 2012, la figura de la objeción de conciencia de los médicos se vio amenazada en toda la Unión Europea. Pero la ley más llamativa fue la de 1993. Como había quienes se oponían al aborto en la vía pública, los legisladores inventaron el concepto nuevo de "delito de obstrucción al aborto", penado con dos años de prisión y 3.000 euros de multa.
En febrero de 2017 se amplió el mismo delito de obstrucción al aborto a personas que en páginas web -lugar por excelencia de la libertad de expresión- presentaran alternativas al aborto o publicaran testimonios de mujeres que se arrepintiesen de su aborto. Los muchos parlamentarios que se opusieron a esta ley lo hicieron no porque hayan estado en contra del aborto, sino para defender la libertad de pensamiento, protegida por la Constitución francesa, y la libertad de expresión.
Sí, señores diputados, hasta estos extremos llega la lógica de la despenalización del aborto. ¿Por qué esto sucede en la patria de los derechos humanos, del lema "libertad, igualdad, fraternidad"? Porque, cuando la realidad de muchísimas mujeres que conocen el aborto es la del sufrimiento, mantener el aborto a toda costa solo se puede hacer restringiendo la libertad.
Sin embargo, atrás de la aparente banalización, unas voces salen de la sociedad civil para contar otra realidad. Citaré a dos médicos, quienes públicamente se han manifestado a favor del aborto.
En primer lugar, la doctora y psicoanalista Sophie Marinopoulos, señaló lo siguiente acerca del sufrimiento posaborto: "Ese dolor no se ve, no se oye. Sin embargo, se expresa. Se somatiza, se nota en el modo de relacionarse, se ve en los dolores de panza, en lágrimas, en una cierta irritabilidad. Las mujeres sufren a veces mucho tiempo después del aborto. Es muy importante no banalizar esos síntomas, sino poner palabras a esos males."
Ante el aumento del 25 por ciento en cuatro años de los abortos en menores de edad, el doctor Israel Nisand, ginecólogo, expresó lo siguiente: "Terminar su primera historia de amor por un aborto, es un camino iniciático desolador y potencialmente traumático."
Muchas mujeres confiesan que abortaron por presión familiar. ¿Dónde está la libertad prometida?
En el año 2013 surgió un movimiento de jóvenes que describen su malestar: doscientos mil abortos por año y ochocientos mil nacimientos en Francia. Uno de cada cinco franceses es abortado. En París, una de cada dos mujeres abortó. Se preguntan: ¿qué sociedad nos están dejando? O piensan: mis padres abortaron, entonces podría haber sido yo el abortado.
Las mujeres de barrios carenciados con las que trato en mi trabajo esperan apoyo de su país. Hace dos semanas una de ellas me decía: hoy, a los 52 años, los golpes que me dio mi marido durante catorce años los olvidé; la traición de mi familia y de mi propia madre que me internaron por la fuerza, la olvidé. Lo que no puedo olvidar son los cinco abortos que viví desde mis 14 años, uno de ellos, en el mes séptimo de embarazo.
No hablemos por ellas. Escuchémoslas. Ellas saben mejor que nosotros expresar su necesidad.
Señores diputados: atrás de una ley que despenaliza el aborto, en el blanco está el fundamento del pacto social democrático: la libertad, la libertad de expresión y la felicidad de los ciudadanos.
Las leyes de bioética reflejan el tipo de humanidad que queremos y vienen una tras otra. En tantos países, después del aborto, se aprobó la investigación sobre el embrión y la eutanasia.
Llamo su atención sobre la lógica interna de las leyes que atañen a la vida humana: la falsa compasión que, con tal de evitar un bebé a una mujer, acortar una enfermedad fatal o asegurar para el día de mañana un hijo con genes seleccionados, nos hace entrar en una sociedad donde el más débil no es bienvenido y donde el proceso democrático se pone, casi sin darse cuenta, al servicio del más fuerte.
Las lágrimas cambiaron de lugar. En Francia, antes de 1975, lloraron mujeres para poder abortar. Hoy, muchas lloran por haber abortado y saber que no hay vuelta atrás.
Señores diputados: no dejen que los argentinos sufran lo que están sufriendo tantos en mi país. (Aplausos.)
No conocí a ninguna mujer arrepentida por haber llevado a cabo un embarazo, ni en Francia ni en los barrios carenciados del Gran Buenos Aires donde estoy trabajando. Sí he escuchado a muchas mujeres desconsoladas por haber abortado; por eso estoy hoy acá.
En Francia, entre 1975 y 2017, se aprobaron once leyes de aborto. Desde entonces, la sociedad experimentó un doble movimiento. Por una parte, las leyes fueron quitando todas las cautelas, y el carácter de disuasión de la ley inicial produjo la banalización del aborto. Por otra parte, se tomó conocimiento del sufrimiento que provoca un aborto.
Primero, las leyes. Se notó un cambio de actitud en el legislador. En 1975 dominaba la compasión hacia las mujeres que no tenían otra solución que abortar, quitando todas las cautelas. Escuchamos a Simone Veil, ministra de Salud y autora de la ley, decir: "Hablo con la fuerza de mi propia convicción. El aborto debe ser una excepción, el último recurso para situaciones sin salidas."
En 2017, la intención del legislador era otra: la persecución no ya de los que se oponían al aborto, sino de aquellos que ponían en duda su validez. ¿Qué pasó en estos cuarenta años para llegar a esta situación? En 1979 se suprimieron trabas al aborto relativas al acuerdo del médico. En 2000 se alargó el plazo legal de diez a doce semanas. En 2013 se implementó el aborto gratuito y se aumentaron los honorarios para animar a los equipos médicos a practicarlo.
Debo añadir que, en 2012, la figura de la objeción de conciencia de los médicos se vio amenazada en toda la Unión Europea. Pero la ley más llamativa fue la de 1993. Como había quienes se oponían al aborto en la vía pública, los legisladores inventaron el concepto nuevo de "delito de obstrucción al aborto", penado con dos años de prisión y 3.000 euros de multa.
En febrero de 2017 se amplió el mismo delito de obstrucción al aborto a personas que en páginas web -lugar por excelencia de la libertad de expresión- presentaran alternativas al aborto o publicaran testimonios de mujeres que se arrepintiesen de su aborto. Los muchos parlamentarios que se opusieron a esta ley lo hicieron no porque hayan estado en contra del aborto, sino para defender la libertad de pensamiento, protegida por la Constitución francesa, y la libertad de expresión.
Sí, señores diputados, hasta estos extremos llega la lógica de la despenalización del aborto. ¿Por qué esto sucede en la patria de los derechos humanos, del lema "libertad, igualdad, fraternidad"? Porque, cuando la realidad de muchísimas mujeres que conocen el aborto es la del sufrimiento, mantener el aborto a toda costa solo se puede hacer restringiendo la libertad.
Sin embargo, atrás de la aparente banalización, unas voces salen de la sociedad civil para contar otra realidad. Citaré a dos médicos, quienes públicamente se han manifestado a favor del aborto.
En primer lugar, la doctora y psicoanalista Sophie Marinopoulos, señaló lo siguiente acerca del sufrimiento posaborto: "Ese dolor no se ve, no se oye. Sin embargo, se expresa. Se somatiza, se nota en el modo de relacionarse, se ve en los dolores de panza, en lágrimas, en una cierta irritabilidad. Las mujeres sufren a veces mucho tiempo después del aborto. Es muy importante no banalizar esos síntomas, sino poner palabras a esos males."
Ante el aumento del 25 por ciento en cuatro años de los abortos en menores de edad, el doctor Israel Nisand, ginecólogo, expresó lo siguiente: "Terminar su primera historia de amor por un aborto, es un camino iniciático desolador y potencialmente traumático."
Muchas mujeres confiesan que abortaron por presión familiar. ¿Dónde está la libertad prometida?
En el año 2013 surgió un movimiento de jóvenes que describen su malestar: doscientos mil abortos por año y ochocientos mil nacimientos en Francia. Uno de cada cinco franceses es abortado. En París, una de cada dos mujeres abortó. Se preguntan: ¿qué sociedad nos están dejando? O piensan: mis padres abortaron, entonces podría haber sido yo el abortado.
Las mujeres de barrios carenciados con las que trato en mi trabajo esperan apoyo de su país. Hace dos semanas una de ellas me decía: hoy, a los 52 años, los golpes que me dio mi marido durante catorce años los olvidé; la traición de mi familia y de mi propia madre que me internaron por la fuerza, la olvidé. Lo que no puedo olvidar son los cinco abortos que viví desde mis 14 años, uno de ellos, en el mes séptimo de embarazo.
No hablemos por ellas. Escuchémoslas. Ellas saben mejor que nosotros expresar su necesidad.
Señores diputados: atrás de una ley que despenaliza el aborto, en el blanco está el fundamento del pacto social democrático: la libertad, la libertad de expresión y la felicidad de los ciudadanos.
Las leyes de bioética reflejan el tipo de humanidad que queremos y vienen una tras otra. En tantos países, después del aborto, se aprobó la investigación sobre el embrión y la eutanasia.
Llamo su atención sobre la lógica interna de las leyes que atañen a la vida humana: la falsa compasión que, con tal de evitar un bebé a una mujer, acortar una enfermedad fatal o asegurar para el día de mañana un hijo con genes seleccionados, nos hace entrar en una sociedad donde el más débil no es bienvenido y donde el proceso democrático se pone, casi sin darse cuenta, al servicio del más fuerte.
Las lágrimas cambiaron de lugar. En Francia, antes de 1975, lloraron mujeres para poder abortar. Hoy, muchas lloran por haber abortado y saber que no hay vuelta atrás.
Señores diputados: no dejen que los argentinos sufran lo que están sufriendo tantos en mi país. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra el señor Gabriel Ballerini. Está cursando la maestría en ética biomédica, es Licenciado en Teología y referente evangélico en la defensa de la vida.
SR. BALLERINI Señora presidenta: soy hombre de fe, pero baso mis argumentos y comentarios no en un dogma religioso o en la fe sino en el conocimiento científico.
Estoy a favor de la vida, pero de las dos vidas. Decir estar en contra del aborto, en contra de la despenalización y decir también que se está en defensa de la vida es algo falaz. No se puede estar a favor de la despenalización del aborto y apoyar la vida. Quién está a favor de la despenalización no apoya las dos vidas.
A esta altura del debate lo hemos escuchado todo, o casi todo; desde los argumentos más serios, científicos y sensatos, hasta aquellos que, negando la realidad y el conocimiento científico, se esfuerzan en seguir cosificando la vida intrauterina y proponiendo su eliminación.
Hemos escuchado, desde el primer día del debate, que para un periodista el embrión comienza en el día catorce y también decir -cito- que: "No es cierto que la unión del óvulo y el espermatozoide dan inicio a la vida humana, sino que el inicio de la vida humana es una construcción social."
Hemos escuchado también -cito- que: "El embrión no puede escribir poemas, por eso no es un bebito." Cuando tratábamos de reponernos de semejantes afirmaciones escuchamos que: "El embrión no es vida humana, es una larva porque no tiene conciencia ni voluntad."
Me pregunto aún por aquellos ya nacidos y que, por alguna afección o patología, no tienen conciencia ni voluntad y tampoco pueden escribir poemas. ¿Perdieron entonces su condición de vida humana? ¿Dónde está la racionalidad de ese pensamiento?
¡Qué curioso que los religiosos medievales eran los que se oponían al conocimiento y al avance de la ciencia, pero es hoy el progresismo agnóstico el que invoca en el presente, desde el fundamentalismo ideológico, una argumentación alienada de la realidad científica!
En cuanto a los argumentos biológicos, ya es redundante afirmar que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. Estar debatiendo hoy cuando comienza la vida humana es como estar discutiendo si la Tierra es redonda. Ya sabemos que la Tierra es redonda y que la vida humana comienza en la fecundación, no porque lo digamos nosotros, sino porque lo dijo la ciencia.
Ningún científico bien informado podrá negar que la vida humana comienza en la fecundación. La ideología favorable al aborto trata de instalar la idea de que solo existe una persona negando la realidad y el dato duro de la ciencia, que afirma que hay dos.
En el orden jurídico, estamos -como escuchábamos a un abogado recientemente- frente a un conflicto de derechos. Por un lado, el derecho de la madre a elegir; por el otro, el derecho a la vida del hijo. A esto debemos agregar el derecho a la objeción de conciencia por parte de los profesionales de la salud. El Estado tiene la obligación de armonizar todos esos derechos y administrarlos, evitando que uno destruya al otro.
Por sobre el derecho a elegir hay un derecho superior fundamental: el derecho a la vida, que es uno de los derechos fundamentales por ser uno de los derechos humanos de mayor rango. El derecho a la vida es uno de los derechos relacionados con los derechos humanos y con la dignidad de la persona.
Por eso estamos en contra de la despenalización, porque afirmamos el valor supremo de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. No puede haber vida humana sin haber persona humana, ya que el embrión no es una persona en potencia; lo es en acto.
Destacamos que toda la legislación argentina -la Constitución, los tratados internacionales y el Código Civil y Comercial- protegen al niño por nacer desde la concepción y lo hacen sujeto de derechos. El derecho que la mujer tiene sobre su cuerpo encuentra su límite frente al cuerpo del otro, ya que el embrión no es parte del cuerpo de la madre; su ADN es distinto al de los progenitores. Nadie puede decidir quién vive y quién no tiene derecho a seguir viviendo, ya que no existe un derecho a matar.
Decidir quién vive no es progresismo. Es fascismo y se impone a través de una actitud autoritaria, que es aquella que decide quién vive y quién muere. Abortar no es un derecho ni una conquista social, es un delito. El derecho natural y superlativo es a la vida, que es el fundamento de todos los derechos humanos. En ese sentido, toda la legislación tiene que tutelar la vida, ya que no hay derecho cuando la finalidad es la muerte. Entendemos que no hay vinculación alguna entre la profesión médica y el aborto; por tal razón, no tiene que enmascararse el aborto como parte del servicio de salud pública, ya que no es propio de la medicina matar personas inocentes indefensas.
El aborto es contrario a la salud; no es la interrupción de un embarazo sino un acto de extrema violencia que termina con la vida de un inocente, porque procura directa e intencionalmente la muerte de un ser humano.
Por eso, entendemos que la despenalización del aborto en todas sus formas quebranta una ley superior, el mandato universal de "no matarás". Sabemos que hay situaciones difíciles y dolorosas de violencia, de marginalidad y de pobreza, pero el aborto nunca es la solución.
En nombre de millones de familias argentinas que defendemos las dos vidas y la dignidad humana queremos pedir a los señores diputados que, por favor, sean aliados de la vida. Aprobar la despenalización del aborto y el derramamiento legal de sangre inocente va a traer condena y maldición sobre la Argentina.
Estimados legisladores: queda en sus manos la responsabilidad de votar en favor de las dos vidas y en contra de la despenalización del aborto, para no ser los responsables históricos de permitir que la República Argentina se transforme en un país que no respete el primero de los derechos humanos que todo Estado democrático inclusivo, no discriminatorio y justo tiene que respetar: el derecho a vivir.
Quiero un país en el que se respeten los derechos de todos los seres humanos, de los nacidos y de los concebidos por nacer. Un país que no respeta la vida es un país que no tiene futuro. Sea Dios, fuente de toda razón y justicia, el que ilumine la decisión de los legisladores para traer bendición y paz a todos los argentinos. (Aplausos.)
Estoy a favor de la vida, pero de las dos vidas. Decir estar en contra del aborto, en contra de la despenalización y decir también que se está en defensa de la vida es algo falaz. No se puede estar a favor de la despenalización del aborto y apoyar la vida. Quién está a favor de la despenalización no apoya las dos vidas.
A esta altura del debate lo hemos escuchado todo, o casi todo; desde los argumentos más serios, científicos y sensatos, hasta aquellos que, negando la realidad y el conocimiento científico, se esfuerzan en seguir cosificando la vida intrauterina y proponiendo su eliminación.
Hemos escuchado, desde el primer día del debate, que para un periodista el embrión comienza en el día catorce y también decir -cito- que: "No es cierto que la unión del óvulo y el espermatozoide dan inicio a la vida humana, sino que el inicio de la vida humana es una construcción social."
Hemos escuchado también -cito- que: "El embrión no puede escribir poemas, por eso no es un bebito." Cuando tratábamos de reponernos de semejantes afirmaciones escuchamos que: "El embrión no es vida humana, es una larva porque no tiene conciencia ni voluntad."
Me pregunto aún por aquellos ya nacidos y que, por alguna afección o patología, no tienen conciencia ni voluntad y tampoco pueden escribir poemas. ¿Perdieron entonces su condición de vida humana? ¿Dónde está la racionalidad de ese pensamiento?
¡Qué curioso que los religiosos medievales eran los que se oponían al conocimiento y al avance de la ciencia, pero es hoy el progresismo agnóstico el que invoca en el presente, desde el fundamentalismo ideológico, una argumentación alienada de la realidad científica!
En cuanto a los argumentos biológicos, ya es redundante afirmar que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. Estar debatiendo hoy cuando comienza la vida humana es como estar discutiendo si la Tierra es redonda. Ya sabemos que la Tierra es redonda y que la vida humana comienza en la fecundación, no porque lo digamos nosotros, sino porque lo dijo la ciencia.
Ningún científico bien informado podrá negar que la vida humana comienza en la fecundación. La ideología favorable al aborto trata de instalar la idea de que solo existe una persona negando la realidad y el dato duro de la ciencia, que afirma que hay dos.
En el orden jurídico, estamos -como escuchábamos a un abogado recientemente- frente a un conflicto de derechos. Por un lado, el derecho de la madre a elegir; por el otro, el derecho a la vida del hijo. A esto debemos agregar el derecho a la objeción de conciencia por parte de los profesionales de la salud. El Estado tiene la obligación de armonizar todos esos derechos y administrarlos, evitando que uno destruya al otro.
Por sobre el derecho a elegir hay un derecho superior fundamental: el derecho a la vida, que es uno de los derechos fundamentales por ser uno de los derechos humanos de mayor rango. El derecho a la vida es uno de los derechos relacionados con los derechos humanos y con la dignidad de la persona.
Por eso estamos en contra de la despenalización, porque afirmamos el valor supremo de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. No puede haber vida humana sin haber persona humana, ya que el embrión no es una persona en potencia; lo es en acto.
Destacamos que toda la legislación argentina -la Constitución, los tratados internacionales y el Código Civil y Comercial- protegen al niño por nacer desde la concepción y lo hacen sujeto de derechos. El derecho que la mujer tiene sobre su cuerpo encuentra su límite frente al cuerpo del otro, ya que el embrión no es parte del cuerpo de la madre; su ADN es distinto al de los progenitores. Nadie puede decidir quién vive y quién no tiene derecho a seguir viviendo, ya que no existe un derecho a matar.
Decidir quién vive no es progresismo. Es fascismo y se impone a través de una actitud autoritaria, que es aquella que decide quién vive y quién muere. Abortar no es un derecho ni una conquista social, es un delito. El derecho natural y superlativo es a la vida, que es el fundamento de todos los derechos humanos. En ese sentido, toda la legislación tiene que tutelar la vida, ya que no hay derecho cuando la finalidad es la muerte. Entendemos que no hay vinculación alguna entre la profesión médica y el aborto; por tal razón, no tiene que enmascararse el aborto como parte del servicio de salud pública, ya que no es propio de la medicina matar personas inocentes indefensas.
El aborto es contrario a la salud; no es la interrupción de un embarazo sino un acto de extrema violencia que termina con la vida de un inocente, porque procura directa e intencionalmente la muerte de un ser humano.
Por eso, entendemos que la despenalización del aborto en todas sus formas quebranta una ley superior, el mandato universal de "no matarás". Sabemos que hay situaciones difíciles y dolorosas de violencia, de marginalidad y de pobreza, pero el aborto nunca es la solución.
En nombre de millones de familias argentinas que defendemos las dos vidas y la dignidad humana queremos pedir a los señores diputados que, por favor, sean aliados de la vida. Aprobar la despenalización del aborto y el derramamiento legal de sangre inocente va a traer condena y maldición sobre la Argentina.
Estimados legisladores: queda en sus manos la responsabilidad de votar en favor de las dos vidas y en contra de la despenalización del aborto, para no ser los responsables históricos de permitir que la República Argentina se transforme en un país que no respete el primero de los derechos humanos que todo Estado democrático inclusivo, no discriminatorio y justo tiene que respetar: el derecho a vivir.
Quiero un país en el que se respeten los derechos de todos los seres humanos, de los nacidos y de los concebidos por nacer. Un país que no respeta la vida es un país que no tiene futuro. Sea Dios, fuente de toda razón y justicia, el que ilumine la decisión de los legisladores para traer bendición y paz a todos los argentinos. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra la señora Nayla Vacarezza, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Conicet.
SRA. VACAREZZA Señora presidenta: es un orgullo para mí tomar la palabra en este debate histórico como parte de quienes apoyan la despenalización y legalización del aborto.
La pluralidad de voces que manifestamos es una muestra del carácter profundamente democrático de este movimiento que ha madurado sus argumentos en décadas de lucha política, de esfuerzo intelectual y de debate público.
Como doctora en Ciencias Sociales y como investigadora del Conicet me dedico al estudio de la experiencia del aborto y a la reflexión acerca del rol de los afectos y de las emociones en este debate público.
En el libro La intemperie y lo intempestivo. Experiencias del aborto voluntario en el relato de mujeres y varones, que escribimos con July Chaneton, presentamos los resultados de una investigación colectiva sobre la experiencia del aborto que fue apoyada por la Universidad de Buenos Aires, lugar donde ambas trabajamos como docentes e investigadoras.
La pluralidad de voces que manifestamos es una muestra del carácter profundamente democrático de este movimiento que ha madurado sus argumentos en décadas de lucha política, de esfuerzo intelectual y de debate público.
Como doctora en Ciencias Sociales y como investigadora del Conicet me dedico al estudio de la experiencia del aborto y a la reflexión acerca del rol de los afectos y de las emociones en este debate público.
En el libro La intemperie y lo intempestivo. Experiencias del aborto voluntario en el relato de mujeres y varones, que escribimos con July Chaneton, presentamos los resultados de una investigación colectiva sobre la experiencia del aborto que fue apoyada por la Universidad de Buenos Aires, lugar donde ambas trabajamos como docentes e investigadoras.
Ocupa la Presidencia, el señor diputado Daniel Lipovetzky, presidente de la Comisión de Legislación General.
SRA. VACAREZZA Allí nos preguntamos por los efectos sociales de la clandestinidad del aborto y decimos que el Código Penal no impide que los abortos se realicen sino que favorece una situación de clandestinidad donde prosperan múltiples formas de humillación para quienes abortan.
El miedo, la incertidumbre y los maltratos que favorecen la intemperie de la clandestinidad resultan incompatibles con el respeto a la dignidad de las personas con capacidad de gestar.
Advertimos que la clandestinidad protege un negocio que esquilma económicamente a todas las personas que necesitan abortar, a la vez que profundiza sus desigualdades sociales. Con los mismos billetes moneda nacional se pagan los blancos camisolines de los consultorios de Recoleta, las pastillas del misoprostol, las sondas y el perejil. Pero en un mercado fuertemente segmentado por la clase social solo acceden a prácticas seguras quienes tienen suficientes recursos económicos y socioculturales. Para quienes tienen menor disponibilidad de recursos, el proceso tiende a ser comparativamente más largo, más penoso y, sobre todo, más inseguro.
Por eso decimos que todos los principios de igualdad y de justicia propios de una democracia se hacen trizas en la clandestinidad.
Escuchar de manera atenta las voces que provienen de la experiencia social del aborto permiten que avancemos en un debate encarnado, que no se limite la discusión acerca de preceptos morales de aspecto legales o de cifras que pueden volverse abstractas.
Las voces de quienes abortan refutan la creencia de que las únicas reacciones posibles frente a un embarazo son la felicidad sin fisuras o la abnegación de quien acepta su función en un orden social ya establecido.
Esas ideas preconcebidas solo pueden ser defendidas por quienes no tienen la empatía suficiente para comprender por qué un test de embarazo positivo puede desatar un mar de lágrimas y angustia. Ese orden moralista de sentimientos tampoco puede explicar por qué hay tantas que no aceptan la maternidad como un destino ni se arrepienten de sus decisiones. En este punto se hace necesario recordar que ni la Organización Mundial de la Salud ni la Asociación Estadounidense de Psiquiatría han validado el uso de categorías diagnósticas que colocan al aborto como una experiencia traumática con consecuencias negativas para la salud mental.
En Argentina, asistimos a una transformación profunda del panorama de las luchas democráticas por el derecho al aborto. Una demanda de décadas ganó nuevo impulso en 2005 con el surgimiento de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que instaló definitivamente el tema como un asunto de interés público. Desde 2009, la línea "Más información, menos riesgos" de Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto comenzó a difundir ampliamente la información confiable sobre el uso de misoprostol.
Poco tiempo después, las socorristas articularon una red federal de acompañamiento de abortos que trabaja mancomunadamente con profesionales de la salud que actúan desde un paradigma de derechos.
Estas y otras numerosas acciones ayudaron a amplificar otras formas de sentir con respecto al aborto que hasta hace muy poco tiempo carecían de expresión pública. Las lesbianas comenzaron a hablar del aborto con orgullo, y porque este movimiento está muy cerca de quienes necesitan abortar, pudimos comenzar a hablar de la fortaleza y de la tenacidad necesarias para procurar un aborto en condiciones de clandestinidad. También comenzamos a hacer audibles las voces de quienes abortan y no se arrepienten ni piden disculpas. Hasta hace muy poco era muy difícil decir en voz alta cuánto se desea un aborto cuando un embarazo es inoportuno. Médicos y médicas empezaron a hablar en esta sala sobre el alivio y el agradecimiento que sienten sus pacientes cuando pueden acceder a abortos legales. El secreto, la soledad y el miedo se van resquebrajando lentamente gracias a las historias cotidianas de solidaridad, de apoyo y de acompañamiento socorrista en situaciones de aborto.
Ahora sabemos que nos tenemos entre nosotras para cuidarnos y para compartir decisiones que son difíciles, porque la decisión de abortar no es fácil ni se toma a la ligera. Solo quienes pretenden continuar tutelando las vidas ajenas y nos niegan el estatus de persona humana pueden sospechar del carácter reflexivo y responsable de estas decisiones.
Señoras diputadas y señores diputados: no necesitamos ningún comité de expertos que custodie nuestras decisiones. Los pánicos morales que buscan instalar quiénes se oponen a este derecho no expresan otra cosa que un profundo desprecio a nuestra autonomía moral, a nuestros cuerpos y a nuestras vidas. Nosotras, en cambio, hemos aprendido a contestar colectivamente al orden social que nos aísla con el secreto, que nos debilita con la culpa y que nos paraliza con el miedo.
Hemos llorado públicamente a las muertas en abortos clandestinos y hemos expresado nuestra indignación en las calles. En este camino nos hicimos más fuertes, pero no dejamos de ser vulnerables. Aprendimos a hablar desde la fragilidad, pero no necesitamos colocarnos como víctimas.
Demandamos el reconocimiento pleno de nuestra dignidad y de nuestra calidad de personas humanas. Pedimos que la lengua racional del derecho se contamine con nuestras experiencias y formas de sentir.
Legisladores y legisladoras: escuchen el murmullo de esta revolución; tienen la oportunidad histórica de saldar una enorme deuda de nuestra democracia. Voten a favor del aborto legal seguro y gratuito. (Aplausos.)
El miedo, la incertidumbre y los maltratos que favorecen la intemperie de la clandestinidad resultan incompatibles con el respeto a la dignidad de las personas con capacidad de gestar.
Advertimos que la clandestinidad protege un negocio que esquilma económicamente a todas las personas que necesitan abortar, a la vez que profundiza sus desigualdades sociales. Con los mismos billetes moneda nacional se pagan los blancos camisolines de los consultorios de Recoleta, las pastillas del misoprostol, las sondas y el perejil. Pero en un mercado fuertemente segmentado por la clase social solo acceden a prácticas seguras quienes tienen suficientes recursos económicos y socioculturales. Para quienes tienen menor disponibilidad de recursos, el proceso tiende a ser comparativamente más largo, más penoso y, sobre todo, más inseguro.
Por eso decimos que todos los principios de igualdad y de justicia propios de una democracia se hacen trizas en la clandestinidad.
Escuchar de manera atenta las voces que provienen de la experiencia social del aborto permiten que avancemos en un debate encarnado, que no se limite la discusión acerca de preceptos morales de aspecto legales o de cifras que pueden volverse abstractas.
Las voces de quienes abortan refutan la creencia de que las únicas reacciones posibles frente a un embarazo son la felicidad sin fisuras o la abnegación de quien acepta su función en un orden social ya establecido.
Esas ideas preconcebidas solo pueden ser defendidas por quienes no tienen la empatía suficiente para comprender por qué un test de embarazo positivo puede desatar un mar de lágrimas y angustia. Ese orden moralista de sentimientos tampoco puede explicar por qué hay tantas que no aceptan la maternidad como un destino ni se arrepienten de sus decisiones. En este punto se hace necesario recordar que ni la Organización Mundial de la Salud ni la Asociación Estadounidense de Psiquiatría han validado el uso de categorías diagnósticas que colocan al aborto como una experiencia traumática con consecuencias negativas para la salud mental.
En Argentina, asistimos a una transformación profunda del panorama de las luchas democráticas por el derecho al aborto. Una demanda de décadas ganó nuevo impulso en 2005 con el surgimiento de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que instaló definitivamente el tema como un asunto de interés público. Desde 2009, la línea "Más información, menos riesgos" de Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto comenzó a difundir ampliamente la información confiable sobre el uso de misoprostol.
Poco tiempo después, las socorristas articularon una red federal de acompañamiento de abortos que trabaja mancomunadamente con profesionales de la salud que actúan desde un paradigma de derechos.
Estas y otras numerosas acciones ayudaron a amplificar otras formas de sentir con respecto al aborto que hasta hace muy poco tiempo carecían de expresión pública. Las lesbianas comenzaron a hablar del aborto con orgullo, y porque este movimiento está muy cerca de quienes necesitan abortar, pudimos comenzar a hablar de la fortaleza y de la tenacidad necesarias para procurar un aborto en condiciones de clandestinidad. También comenzamos a hacer audibles las voces de quienes abortan y no se arrepienten ni piden disculpas. Hasta hace muy poco era muy difícil decir en voz alta cuánto se desea un aborto cuando un embarazo es inoportuno. Médicos y médicas empezaron a hablar en esta sala sobre el alivio y el agradecimiento que sienten sus pacientes cuando pueden acceder a abortos legales. El secreto, la soledad y el miedo se van resquebrajando lentamente gracias a las historias cotidianas de solidaridad, de apoyo y de acompañamiento socorrista en situaciones de aborto.
Ahora sabemos que nos tenemos entre nosotras para cuidarnos y para compartir decisiones que son difíciles, porque la decisión de abortar no es fácil ni se toma a la ligera. Solo quienes pretenden continuar tutelando las vidas ajenas y nos niegan el estatus de persona humana pueden sospechar del carácter reflexivo y responsable de estas decisiones.
Señoras diputadas y señores diputados: no necesitamos ningún comité de expertos que custodie nuestras decisiones. Los pánicos morales que buscan instalar quiénes se oponen a este derecho no expresan otra cosa que un profundo desprecio a nuestra autonomía moral, a nuestros cuerpos y a nuestras vidas. Nosotras, en cambio, hemos aprendido a contestar colectivamente al orden social que nos aísla con el secreto, que nos debilita con la culpa y que nos paraliza con el miedo.
Hemos llorado públicamente a las muertas en abortos clandestinos y hemos expresado nuestra indignación en las calles. En este camino nos hicimos más fuertes, pero no dejamos de ser vulnerables. Aprendimos a hablar desde la fragilidad, pero no necesitamos colocarnos como víctimas.
Demandamos el reconocimiento pleno de nuestra dignidad y de nuestra calidad de personas humanas. Pedimos que la lengua racional del derecho se contamine con nuestras experiencias y formas de sentir.
Legisladores y legisladoras: escuchen el murmullo de esta revolución; tienen la oportunidad histórica de saldar una enorme deuda de nuestra democracia. Voten a favor del aborto legal seguro y gratuito. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el doctor Ignacio de Casas, abogado con máster en Derechos Humanos Internacionales por la Universidad de Oxford.
SR. DE CASAS Señor presidente: agradezco la posibilidad que me han dado de hablar aquí. Voy a dirigirme a los diputados y diputadas haciendo uso de mi expertise en derecho internacional.
Si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo es en que despenalizar no es lo mismo que legalizar. Despenalizar implica que el aborto deja de ser delito. El proyecto contenido en el expediente 0230-d-2018 busca legalizar el aborto, que significa que el Estado lo reconozca como derecho y tenga el deber de garantizarlo, pagarlo, etcétera. Mi exposición busca responder a la pregunta acerca de si el Estado argentino tiene alguna obligación, surgida del derecho internacional, de legalizar el aborto. Hasta ahora, las exposiciones o artículos que he visto en estos días a favor del aborto solo han echado mano del derecho internacional o de los pronunciamientos de organismos internacionales haciendo referencia únicamente a situaciones donde se discuten temas de despenalización, como si esto pudiera justificar su legalización.
Adelanto mi conclusión: la Argentina no está obligada internacionalmente a legalizar el aborto. Cualquier obligación de los Estados podría surgir únicamente de las diversas fuentes reconocidas del derecho internacional: tratados, costumbres, principios generales del derecho, etcétera. Si cualquiera de estas fuentes estableciera, por ejemplo, el derecho al aborto, como ocurre con respecto a cualquier otro derecho humano reconocido, como el derecho a la salud de la mujer, debería existir una obligación determinada de garantizarlo por un medio específico; en este caso, a través de una práctica concreta como es el aborto.
Para empezar, puede establecerse sin controversia que no existe una norma consuetudinaria o un principio general que establezca la obligación de legalizar el aborto, pues el número de países que no reconoce el aborto es grande, así como es alto el de los que lo prohíben o penalizan, en mayor o menor medida.
En cuanto a los tratados, no existe ninguno ratificado por la Argentina que contenga el derecho al aborto o la obligación de proveerlo. Es más, ningún tratado internacional -fuera de un tratado africano, el Protocolo de Maputo- contiene siquiera el término "aborto". La CEDAW, por ejemplo, ni siquiera contiene el término "derechos reproductivos". Los programas de acción de las conferencias de El Cairo y de Beijing, que no son tratados, contienen referencias al aborto, pero hacen la salvedad de que cualquier reforma legal sobre aborto es un asunto no impuesto por el derecho internacional: "Cualesquiera medidas o cambios relacionados con el aborto que se introduzcan en el sistema de salud se pueden determinar únicamente a nivel nacional o local."
El Pacto de San José de Costa Rica dice que el derecho a la vida "estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción." Aun cuando se pueda alegar que esta frase permite a los Estados despenalizar algunas causales de aborto, no hay que olvidar la última parte del primer párrafo del artículo 4, que dice: "Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente." En virtud de esta norma, la creación de un derecho al aborto a nivel nacional y su facilitación mediante los medios del Estado, daría lugar a la privación arbitraria de la vida, con un derecho ejercido abusivamente.
Para terminar con los tratados, la Convención sobre los Derechos del Niño tampoco establece un derecho al aborto para las niñas y adolescentes. Más allá de que se pueda afirmar o no el valor en derecho internacional de la declaración interpretativa argentina a dicha convención -que señaló que se es niño desde la concepción-, lo indubitable es que el preámbulo de este tratado de la ONU afirma expresamente el deber de los Estados partes de proteger al niño por nacer, cuando señala que el niño "necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento." Como todos saben, el preámbulo de un tratado es normativo, tal como dispone la Convención de Viena.
Repasemos ahora los pronunciamientos de organismos internacionales, tanto los jurisdiccionales como los que no lo son. La Corte Interamericana nunca se ha pronunciado a favor del aborto. El caso "Artavia Murillo contra Costa Rica" estaba discutiendo otra cosa: la fertilización in vitro preimplantatoria. En el único caso relacionado con el aborto que conoció la Corte, dictó medidas provisionales a favor de una mujer -a la que llama "B."- con un embarazo de riesgo en las que en ningún momento ordena al Estado practicar un aborto, sino que le requiere asegurar su derecho a la vida y a la salud. Me refiero al caso "B contra El Salvador".
Es decir, no le determinó los medios; en el caso, el Estado cumplió con las medidas salvando las dos vidas.
En una situación similar respecto de Paraguay, donde la embarazada era una menor, la Comisión Interamericana tampoco dispone en ningún momento que el medio concreto para garantizar los derechos de la niña Mainumby sea la práctica del aborto, a pesar de que así lo habían solicitado las organizaciones peticionarias. Si se busca bien en las medidas cautelares, se comprueba que no menciona expresamente ese medio pues no puede basarlo en ninguna fuente de derecho internacional. Nuevamente el Estado paraguayo pudo garantizar los derechos de la menor salvando las dos vidas.
El único caso en que un comité se dirigió a nuestro país en el marco de una petición individual es el caso L.M.R. del Comité de Derechos Humanos de la ONU. El caso versaba sobre el supuesto previsto en el artículo 86, inciso 2, de nuestro Código Penal, que no está en discusión en el presente debate. Nada de lo que dijo el comité puede ser interpretado en el sentido de que exista una obligación estatal de garantizar un derecho general al aborto.
Existen otros pronunciamientos no vinculantes de organismos internacionales, como los comunicados de prensa de la CIDH, que aun cuando exhortan a los Estados a "adoptar medidas integrales e inmediatas para respetar y garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres" -como en octubre pasado-, solo se refieren a las causales de excusas absolutorias de nuestra legislación.
Ningún órgano de derechos humanos exige actualmente la legalización del aborto a petición de la madre durante el primer trimestre.
Si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo es en que despenalizar no es lo mismo que legalizar. Despenalizar implica que el aborto deja de ser delito. El proyecto contenido en el expediente 0230-d-2018 busca legalizar el aborto, que significa que el Estado lo reconozca como derecho y tenga el deber de garantizarlo, pagarlo, etcétera. Mi exposición busca responder a la pregunta acerca de si el Estado argentino tiene alguna obligación, surgida del derecho internacional, de legalizar el aborto. Hasta ahora, las exposiciones o artículos que he visto en estos días a favor del aborto solo han echado mano del derecho internacional o de los pronunciamientos de organismos internacionales haciendo referencia únicamente a situaciones donde se discuten temas de despenalización, como si esto pudiera justificar su legalización.
Adelanto mi conclusión: la Argentina no está obligada internacionalmente a legalizar el aborto. Cualquier obligación de los Estados podría surgir únicamente de las diversas fuentes reconocidas del derecho internacional: tratados, costumbres, principios generales del derecho, etcétera. Si cualquiera de estas fuentes estableciera, por ejemplo, el derecho al aborto, como ocurre con respecto a cualquier otro derecho humano reconocido, como el derecho a la salud de la mujer, debería existir una obligación determinada de garantizarlo por un medio específico; en este caso, a través de una práctica concreta como es el aborto.
Para empezar, puede establecerse sin controversia que no existe una norma consuetudinaria o un principio general que establezca la obligación de legalizar el aborto, pues el número de países que no reconoce el aborto es grande, así como es alto el de los que lo prohíben o penalizan, en mayor o menor medida.
En cuanto a los tratados, no existe ninguno ratificado por la Argentina que contenga el derecho al aborto o la obligación de proveerlo. Es más, ningún tratado internacional -fuera de un tratado africano, el Protocolo de Maputo- contiene siquiera el término "aborto". La CEDAW, por ejemplo, ni siquiera contiene el término "derechos reproductivos". Los programas de acción de las conferencias de El Cairo y de Beijing, que no son tratados, contienen referencias al aborto, pero hacen la salvedad de que cualquier reforma legal sobre aborto es un asunto no impuesto por el derecho internacional: "Cualesquiera medidas o cambios relacionados con el aborto que se introduzcan en el sistema de salud se pueden determinar únicamente a nivel nacional o local."
El Pacto de San José de Costa Rica dice que el derecho a la vida "estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción." Aun cuando se pueda alegar que esta frase permite a los Estados despenalizar algunas causales de aborto, no hay que olvidar la última parte del primer párrafo del artículo 4, que dice: "Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente." En virtud de esta norma, la creación de un derecho al aborto a nivel nacional y su facilitación mediante los medios del Estado, daría lugar a la privación arbitraria de la vida, con un derecho ejercido abusivamente.
Para terminar con los tratados, la Convención sobre los Derechos del Niño tampoco establece un derecho al aborto para las niñas y adolescentes. Más allá de que se pueda afirmar o no el valor en derecho internacional de la declaración interpretativa argentina a dicha convención -que señaló que se es niño desde la concepción-, lo indubitable es que el preámbulo de este tratado de la ONU afirma expresamente el deber de los Estados partes de proteger al niño por nacer, cuando señala que el niño "necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento." Como todos saben, el preámbulo de un tratado es normativo, tal como dispone la Convención de Viena.
Repasemos ahora los pronunciamientos de organismos internacionales, tanto los jurisdiccionales como los que no lo son. La Corte Interamericana nunca se ha pronunciado a favor del aborto. El caso "Artavia Murillo contra Costa Rica" estaba discutiendo otra cosa: la fertilización in vitro preimplantatoria. En el único caso relacionado con el aborto que conoció la Corte, dictó medidas provisionales a favor de una mujer -a la que llama "B."- con un embarazo de riesgo en las que en ningún momento ordena al Estado practicar un aborto, sino que le requiere asegurar su derecho a la vida y a la salud. Me refiero al caso "B contra El Salvador".
Es decir, no le determinó los medios; en el caso, el Estado cumplió con las medidas salvando las dos vidas.
En una situación similar respecto de Paraguay, donde la embarazada era una menor, la Comisión Interamericana tampoco dispone en ningún momento que el medio concreto para garantizar los derechos de la niña Mainumby sea la práctica del aborto, a pesar de que así lo habían solicitado las organizaciones peticionarias. Si se busca bien en las medidas cautelares, se comprueba que no menciona expresamente ese medio pues no puede basarlo en ninguna fuente de derecho internacional. Nuevamente el Estado paraguayo pudo garantizar los derechos de la menor salvando las dos vidas.
El único caso en que un comité se dirigió a nuestro país en el marco de una petición individual es el caso L.M.R. del Comité de Derechos Humanos de la ONU. El caso versaba sobre el supuesto previsto en el artículo 86, inciso 2, de nuestro Código Penal, que no está en discusión en el presente debate. Nada de lo que dijo el comité puede ser interpretado en el sentido de que exista una obligación estatal de garantizar un derecho general al aborto.
Existen otros pronunciamientos no vinculantes de organismos internacionales, como los comunicados de prensa de la CIDH, que aun cuando exhortan a los Estados a "adoptar medidas integrales e inmediatas para respetar y garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres" -como en octubre pasado-, solo se refieren a las causales de excusas absolutorias de nuestra legislación.
Ningún órgano de derechos humanos exige actualmente la legalización del aborto a petición de la madre durante el primer trimestre.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Resta un minuto de su tiempo.
SR. DE CASAS Ningún país de la región ha legalizado el aborto libre hasta la semana catorce, y que sigue siendo a demanda hasta el nacimiento porque basta que declare ante el médico que fue producto de violación.
Reitero: la Argentina no tiene ninguna obligación legal internacional de fuente convencional o consuetudinaria de adoptar la legalización del aborto, que tampoco los órganos internacionales han pedido.
Señores diputados y diputadas: en estos pocos minutos he demostrado que el derecho internacional no exige legalizar el aborto, y no me ha alcanzado el tiempo para exponer cuál es el alcance de las obligaciones internacionales que sí tiene nuestro país de proteger y garantizar el derecho humano a la vida, tanto de la madre como de los no nacidos. Con gusto responderé a las cuestiones que sobre esto último quieran preguntar. Muchas gracias. (Aplausos.)
Reitero: la Argentina no tiene ninguna obligación legal internacional de fuente convencional o consuetudinaria de adoptar la legalización del aborto, que tampoco los órganos internacionales han pedido.
Señores diputados y diputadas: en estos pocos minutos he demostrado que el derecho internacional no exige legalizar el aborto, y no me ha alcanzado el tiempo para exponer cuál es el alcance de las obligaciones internacionales que sí tiene nuestro país de proteger y garantizar el derecho humano a la vida, tanto de la madre como de los no nacidos. Con gusto responderé a las cuestiones que sobre esto último quieran preguntar. Muchas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Muchas gracias, Ignacio.
Tiene la palabra Laura Vilches, docente y legisladora por la provincia de Córdoba del PTS, Frente de Izquierda.
Tiene la palabra Laura Vilches, docente y legisladora por la provincia de Córdoba del PTS, Frente de Izquierda.
SRA. VILCHES Señor presidente: vengo de la provincia de Córdoba para tratar de expresar, aunque sea parcialmente, la voz de mis compañeras y compañeros con los que desde hace años venimos movilizándonos en las calles bajo el grito de "Ni una menos", para denunciar las distintas formas de la violencia machista en nuestra provincia y en el país. Eso también incluye la clandestinidad del aborto, que en nuestra provincia se agrava ya que, por la intercesión de las organizaciones religiosas, incluso tenemos vedado el aborto no punible.
Vengo también como mujer, trabajadora docente y legisladora provincial, comprometida con nuestra lucha porque cada vez que decimos en las calles que queremos aborto legal, seguro y gratuito para no morir, también exigimos educación sexual para decidir y anticonceptivos para no abortar.
Quiero detenerme en este punto de la educación sexual porque escuché a varios decir que la respuesta está por allí. Algunos otros que hoy encontramos aquí peleando codo a codo por el derecho al aborto podrán decirnos que existe una ley de educación sexual integral sancionada en 2006 y que debería cumplirse. Incluso se ha mencionado que escasamente se cumple.
En este no cumplimiento encontramos violado otro derecho, que es el derecho a percibir una educación sexual no sexista que nos permita saber cómo cuidarnos, que permita el ejercicio saludable de nuestro cuerpo, que permita vínculos no heteronormativos, que permita relaciones sexoafectivas bajo vínculos de compañerismo y que también incluya el derecho a decidir separado de la reproducción.
Pero esta ley que tiene vigencia desde hace doce años no se aplica en todas las provincias. Inclusive, una de sus gestoras, la decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, doctora Graciela Morgade -quien también fuera partícipe de los lineamientos curriculares-, reconoce que como el sistema educativo argentino es federal no necesariamente todas las provincias aplican la Ley de Educación Sexual Integral.
Esto implica que inclusive en provincias como Santiago del Estero, Catamarca, San Juan, Corrientes o Tucumán -de donde es oriunda Belén, la joven que estuvo presa dos años injustamente porque la acusaron de haber abortado cuando ella ni siquiera sabía que cursaba un embarazo- no han tenido siquiera capacitaciones para la educación sexual integral. Esta es una realidad en muchas escuelas, provincias, ciudades y localidades.
Esta no capacitación que no se llevó a cabo en estas provincias ni en 2009, ni en 2014, ni en 2015 es realmente grave si lo que estamos diciendo es que estamos garantizando el derecho a una educación sexual para decidir.
Esto no ocurrió bajo el gobierno anterior. Recién este año el gobierno nacional está diciendo que va a implementar la educación sexual supuestamente integral en esas provincias porque están muy preocupados debido a que allí hay altísimos índices de embarazo adolescente.
Señores legisladores y legisladoras: en el interior del país, a la situación de precariedad que vivimos las mujeres trabajadoras y los sectores populares, se suma el atraso de sociedades donde la iglesia ha tenido muchísimo peso y lo conserva, como en nuestra provincia.
Concretamente, en nuestra provincia, sacamos de la cárcel a Dayana Gorosito a través de la movilización y la lucha. Ella fue acusada de no haber cumplido con su rol de madre y en una situación de violencia de la que ella era víctima padeció la muerte de uno de sus hijos. Por esa razón Dayana Gorosito estuvo presa.
Cuando hablamos de educación sexual integral, del derecho al aborto y de la anticoncepción gratuita nos referimos a derechos que van en común.
La juventud no tiene educación sexual integral por diversas razones. Esto hace que la educación sexual quede librada en su aplicación a la buena voluntad de docentes, a los intereses personales de éstos y de sus equipos directivos.
Las capacitaciones que no se han realizado hacen que la letra de la ley se transforme en papel mojado. No es suficiente realizar capacitaciones individuales para que después muchos docentes vayan a reproducir a las escuelas lo que quizás escasamente entendieron. No alcanza con cursos virtuales, como han pretendido realizar todos los gobiernos, tanto a nivel nacional como provincial. La educación sexual, desde un punto de vista integral, requiere un abordaje profundo. Nos referimos a las nociones teóricas vinculadas con la perspectiva de género, la adecuación de esos contenidos a las currículas de la planificación de recursos didácticos. O sea, se requiere tiempo.
Aquí nos encontramos con otra situación que se relaciona con las mujeres trabajadoras de la educación las que gobierno tras gobierno ven recortadas sus condiciones laborales. Trabajan durante extenuantes jornadas, tienen salarios miserables, día a día tienen que planificar sin tener recursos materiales. En el gremio docente hay mayoría de mujeres. ¿Cómo pretendemos que ellas lleven adelante la educación sexual?
Este aspecto se cruza con el hecho de que las propias mujeres trabajadoras de la educación somos víctimas de las distintas formas de la violencia machista que se ejerce en clave económica, simbólica e inclusive física, pues muchas de nuestras compañeras son víctimas de la violencia.
Cuando hablamos de educación sexual tenemos que sacarnos las máscaras, dejar la hipocresía de lado y decir que si esta ley no se está implementando eso tiene también que ver con una razón central. Esta razón está dada por el hecho de que la ley de educación sexual integral, en su artículo 5°, permite que las escuelas adecuen a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros los lineamientos de la ley de educación sexual integral. Esto implica efectuar concesiones a las escuelas confesionales, que en su mayoría están bajo un sistema educativo que se mantiene esencialmente en una gran parte como sistema privado. En este sentido, hay que aclarar que nadie tocó las condiciones que atacó el neoliberalismo en la educación pública.
Entonces, esto se vuelve perverso porque hoy no solo se les está negando el derecho al aborto a aquellas mujeres de los sectores pobres de la población -las mujeres de familias trabajadoras que están siendo condenadas a la muerte por las condiciones de clandestinidad-, sino también porque esas instituciones retrógradas son las que violentan el acceso al derecho a la educación.
Por eso, cuando exigimos hoy condiciones para el ejercicio del aborto legal, seguro y gratuito en los hospitales públicos también estamos exigiendo educación sexual para poder decidir, anticoncepción gratuita en un sistema de salud provisto de recursos para no tener que abortar y también aborto legal, seguro y gratuito para no morir. Y exigimos la real separación de la Iglesia del Estado para no tener que volver a decir: "Ni una menos por aborto clandestino". Muchas gracias. (Aplausos.)
Vengo también como mujer, trabajadora docente y legisladora provincial, comprometida con nuestra lucha porque cada vez que decimos en las calles que queremos aborto legal, seguro y gratuito para no morir, también exigimos educación sexual para decidir y anticonceptivos para no abortar.
Quiero detenerme en este punto de la educación sexual porque escuché a varios decir que la respuesta está por allí. Algunos otros que hoy encontramos aquí peleando codo a codo por el derecho al aborto podrán decirnos que existe una ley de educación sexual integral sancionada en 2006 y que debería cumplirse. Incluso se ha mencionado que escasamente se cumple.
En este no cumplimiento encontramos violado otro derecho, que es el derecho a percibir una educación sexual no sexista que nos permita saber cómo cuidarnos, que permita el ejercicio saludable de nuestro cuerpo, que permita vínculos no heteronormativos, que permita relaciones sexoafectivas bajo vínculos de compañerismo y que también incluya el derecho a decidir separado de la reproducción.
Pero esta ley que tiene vigencia desde hace doce años no se aplica en todas las provincias. Inclusive, una de sus gestoras, la decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, doctora Graciela Morgade -quien también fuera partícipe de los lineamientos curriculares-, reconoce que como el sistema educativo argentino es federal no necesariamente todas las provincias aplican la Ley de Educación Sexual Integral.
Esto implica que inclusive en provincias como Santiago del Estero, Catamarca, San Juan, Corrientes o Tucumán -de donde es oriunda Belén, la joven que estuvo presa dos años injustamente porque la acusaron de haber abortado cuando ella ni siquiera sabía que cursaba un embarazo- no han tenido siquiera capacitaciones para la educación sexual integral. Esta es una realidad en muchas escuelas, provincias, ciudades y localidades.
Esta no capacitación que no se llevó a cabo en estas provincias ni en 2009, ni en 2014, ni en 2015 es realmente grave si lo que estamos diciendo es que estamos garantizando el derecho a una educación sexual para decidir.
Esto no ocurrió bajo el gobierno anterior. Recién este año el gobierno nacional está diciendo que va a implementar la educación sexual supuestamente integral en esas provincias porque están muy preocupados debido a que allí hay altísimos índices de embarazo adolescente.
Señores legisladores y legisladoras: en el interior del país, a la situación de precariedad que vivimos las mujeres trabajadoras y los sectores populares, se suma el atraso de sociedades donde la iglesia ha tenido muchísimo peso y lo conserva, como en nuestra provincia.
Concretamente, en nuestra provincia, sacamos de la cárcel a Dayana Gorosito a través de la movilización y la lucha. Ella fue acusada de no haber cumplido con su rol de madre y en una situación de violencia de la que ella era víctima padeció la muerte de uno de sus hijos. Por esa razón Dayana Gorosito estuvo presa.
Cuando hablamos de educación sexual integral, del derecho al aborto y de la anticoncepción gratuita nos referimos a derechos que van en común.
La juventud no tiene educación sexual integral por diversas razones. Esto hace que la educación sexual quede librada en su aplicación a la buena voluntad de docentes, a los intereses personales de éstos y de sus equipos directivos.
Las capacitaciones que no se han realizado hacen que la letra de la ley se transforme en papel mojado. No es suficiente realizar capacitaciones individuales para que después muchos docentes vayan a reproducir a las escuelas lo que quizás escasamente entendieron. No alcanza con cursos virtuales, como han pretendido realizar todos los gobiernos, tanto a nivel nacional como provincial. La educación sexual, desde un punto de vista integral, requiere un abordaje profundo. Nos referimos a las nociones teóricas vinculadas con la perspectiva de género, la adecuación de esos contenidos a las currículas de la planificación de recursos didácticos. O sea, se requiere tiempo.
Aquí nos encontramos con otra situación que se relaciona con las mujeres trabajadoras de la educación las que gobierno tras gobierno ven recortadas sus condiciones laborales. Trabajan durante extenuantes jornadas, tienen salarios miserables, día a día tienen que planificar sin tener recursos materiales. En el gremio docente hay mayoría de mujeres. ¿Cómo pretendemos que ellas lleven adelante la educación sexual?
Este aspecto se cruza con el hecho de que las propias mujeres trabajadoras de la educación somos víctimas de las distintas formas de la violencia machista que se ejerce en clave económica, simbólica e inclusive física, pues muchas de nuestras compañeras son víctimas de la violencia.
Cuando hablamos de educación sexual tenemos que sacarnos las máscaras, dejar la hipocresía de lado y decir que si esta ley no se está implementando eso tiene también que ver con una razón central. Esta razón está dada por el hecho de que la ley de educación sexual integral, en su artículo 5°, permite que las escuelas adecuen a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros los lineamientos de la ley de educación sexual integral. Esto implica efectuar concesiones a las escuelas confesionales, que en su mayoría están bajo un sistema educativo que se mantiene esencialmente en una gran parte como sistema privado. En este sentido, hay que aclarar que nadie tocó las condiciones que atacó el neoliberalismo en la educación pública.
Entonces, esto se vuelve perverso porque hoy no solo se les está negando el derecho al aborto a aquellas mujeres de los sectores pobres de la población -las mujeres de familias trabajadoras que están siendo condenadas a la muerte por las condiciones de clandestinidad-, sino también porque esas instituciones retrógradas son las que violentan el acceso al derecho a la educación.
Por eso, cuando exigimos hoy condiciones para el ejercicio del aborto legal, seguro y gratuito en los hospitales públicos también estamos exigiendo educación sexual para poder decidir, anticoncepción gratuita en un sistema de salud provisto de recursos para no tener que abortar y también aborto legal, seguro y gratuito para no morir. Y exigimos la real separación de la Iglesia del Estado para no tener que volver a decir: "Ni una menos por aborto clandestino". Muchas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la doctora Zelmira Rey, médica pediatra de la UBA, directora del Instituto de Matrimonio y Familia de la Universidad Católica Argentina y presidenta de la Red Latinoamericana de Institutos de Familia de Universidades de Inspiración Católica (Redifam).
SRA. BOTTINI Buenas tardes. Si me permite, señor presidente, quiero corregir mi currículum diciendo que soy Zelmira Bottini de Rey -como médica soy Zelmira Bottini-, vicepresidenta del Instituto para el Matrimonio y la Familia, ex presidenta de la Red Latinoamericana de Institutos de Familia de Universidades de Inspiración Católica y miembro del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina.
Agradezco la oportunidad de exponer ante ustedes, diputados de la Nación, en este debate por los proyectos de legalización del aborto. Realizaré, en primer lugar, un muy breve comentario sobre el impacto que produciría en el ejercicio de la profesión médica la aprobación de los proyectos en cuestión. Luego haré algunas consideraciones sobre el consentimiento informado y concluiré con una reflexión personal y un pedido.
Respecto del primer punto, al efectuar el análisis de los proyectos en cuestión, me ha llamado mucho la atención las derivaciones que tendría su aprobación para nuestra profesión. La labor del médico -obligado a responder sin más a la solicitud de la mujer a poner fin a su embarazo, invocando un presunto derecho inserto en el derecho a la salud- queda reducida a una mera prestación de servicios.
Hemos asistido a la fuerte crítica realizada a los médicos por la directividad ejercida sobre sus pacientes a la hora de adoptar decisiones. Poco a poco este modelo paternalista ha sido reemplazado por el del asesoramiento, en cuyo marco la autonomía del paciente cobra preponderancia. Estos proyectos introducen un cambio sustancial: es la paciente quien ejerce la directividad hacia el médico, convertido en mero efector.
El principio rector de todos los proyectos es el presunto derecho al aborto. En algunos proyectos se establece que el médico, aun cuando sea objetor de conciencia, debe informar a la mujer sobre el derecho a acceder a la finalización de su embarazo.
En otro se advierte que se derivarán acciones de persuasión y coacción al inicio, y luego persecución punitoria para los profesionales médicos, tal como sucede en otros países.
En cuanto a la cuestión del consentimiento informado, el aborto provocado representa un acto de máxima gravedad, ya que están en juego dos vidas: la del hijo en gestación y la de la madre, cuya salud integral tiene altas posibilidades de quedar vulnerada tras el aborto.
La importancia del caso en cuestión hace que el consentimiento informado adquiera vital importancia y no puede quedar reducido a un mero trámite. Esto obliga a brindar información completa que permita dimensionar todos los aspectos de la situación, analizar alternativas de solución y elaborar un juicio que fundamente la decisión a tomar.
Este proceso solo podrá realizarse en el contexto de una relación médico-paciente personal y consistente. El riesgo de los equipos lo conocemos. De alguna manera se estimula la anomia y se diluye la responsabilidad. Y este proceso requiere de tiempo: no cabe fijar un plazo perentorio, ya que cada persona y cada situación son las que lo establecen.
Para concretar un consentimiento informado válido, que respete el derecho a la información de la paciente y le permita manifestar su autonomía, el médico interviniente debería tener la posibilidad de mostrar cómo es el proceso de inicio de la vida y la progresión del crecimiento y desarrollo del ser humano, individuo autónomo con un genoma propio, que va recorriendo distintas etapas hasta culminar con su nacimiento.
Tendría que estar habilitado a utilizar la estrategia que le parezca de mayor objetividad, como puede ser mostrarle o hacerle presenciar su propia ecografía.
También debería señalar que ante un embarazo imprevisto suelen producirse distintas reacciones, tanto de parte de la madre como del padre, y ayudar a reconocerlas.
La paciente solo podrá expresar y reconocer estas reacciones en el marco de una relación médico-paciente personal y consistente en la que el médico le transmita tranquilidad y le haga ver que los sentimientos en todos los órdenes de la vida no son ni buenos ni malos, sino que surgen, están. La cuestión es lograr comprender qué los suscita y qué acciones positivas pueden derivarse de ellos.
Debería proponer realizar el proceso de aceptación del hecho de que el hijo, alojado en el útero de la madre, está creciendo y desarrollándose. Este proceso no es sencillo y requiere tiempo, acompañamiento adecuado y, ante situaciones de vulnerabilidad psíquica, social o económica, otros apoyos.
También debería comunicar a la madre cuáles son los eventuales riesgos para su salud integral. Está claro que no se trata de un hecho más en la vida de una mujer. Ella es la segunda víctima, por lo que tiene que estar informada.
Abundan los estudios que dan cuenta de los riesgos y consecuencias del aborto para la salud integral de la mujer, que no dependen del estatus de legalidad, punibilidad o seguridad en que se realizó el aborto.
Por último, tendría que ayudarle a identificar y analizar las distintas alternativas de solución y la posibilidad concreta de llevarlas adelante. El aborto es la opción que acarrea más daños. Hay un consenso general respecto de que ninguna mujer quiere el aborto. Por lo tanto, vale la pena buscar una solución diferente por todos los medios posibles.
Me permito realizar una reflexión final: hacerle creer a la mujer que la ampliación de derechos es ilimitada y que tiene derecho al aborto solo sirve para alentar sentimientos de omnipotencia. No es posible convertir en un derecho la eliminación de un ser humano inocente e indefenso.
Este supuesto derecho promueve la prepotencia. De esto se trata cuando se salva un conflicto de intereses al priorizarse la situación de la madre, que siempre tiene otras posibilidades de salida, y se priva al hijo del don más preciado que todos hemos recibido.
Esto tiene efectos nefastos para la sociedad, ya que introduce la lógica del más fuerte y desconoce el concepto de igualdad de todos los seres humanos. Se olvida que la adversidad, el imprevisto y también la violencia son parte del misterio de la vida, que todo ser humano, antes o después, debe enfrentar.
La mujer tiene la posibilidad de aceptar, superar y resignificar el imprevisto, la adversidad y hasta la violencia, sobre todo si cuenta con el apoyo y el acompañamiento adecuados. Seguramente en nuestra genealogía hubo más de una mujer que atravesó esta situación, y gracias a que la logró superar y resignificar hoy estamos acá.
Estamos ante una coyuntura histórica. Podemos dejarnos ganar por el camino corto de la legalización del aborto -que promoverá, como ha sucedido en otros países, su banalización y reincidencia- o dar batalla a las causas que se invocan para proponerlo.
Señoras y señores diputados: ya se han mostrado vastos elementos científicos, biológicos, jurídicos, psicológicos, sociales, etcétera, que fundamentan la negativa a la aprobación de estos proyectos.
Se acerca el momento de las votaciones. No se dejen presionar. Tengan confianza en las estructuras sanitarias y sociales que, con seguridad, son capaces de arbitrar medidas concretas y superadoras de las coyunturas actuales, responsables de más del 80 por ciento de las muertes maternas, es decir, encarar sus causas directas e indirectas.
Tengan confianza en las estructuras educativas, capaces de reformular y llevar adelante programas educativos tendientes a prevenir el embarazo, sobre todo en adolescentes. Dichos programas no pueden reducirse a repartir anticonceptivos, sino que deberán tender a desarrollar autoestima, autogobierno, empatía, asertividad y madurez afectiva para poder elegir con verdadera libertad y actuar con responsabilidad.
Finalmente, tengan confianza en ustedes mismos, diputados de la Nación elegidos por el voto popular, que cuentan con la inteligencia, la creatividad y la habilidad necesarias para presentar proyectos y sancionar leyes que permitan diseñar y poner en marcha políticas públicas destinadas, si no a erradicar, al menos a paliar la pobreza estructural y promover y honrar la vida humana en todas sus manifestaciones. Muchas gracias. (Aplausos.)
Agradezco la oportunidad de exponer ante ustedes, diputados de la Nación, en este debate por los proyectos de legalización del aborto. Realizaré, en primer lugar, un muy breve comentario sobre el impacto que produciría en el ejercicio de la profesión médica la aprobación de los proyectos en cuestión. Luego haré algunas consideraciones sobre el consentimiento informado y concluiré con una reflexión personal y un pedido.
Respecto del primer punto, al efectuar el análisis de los proyectos en cuestión, me ha llamado mucho la atención las derivaciones que tendría su aprobación para nuestra profesión. La labor del médico -obligado a responder sin más a la solicitud de la mujer a poner fin a su embarazo, invocando un presunto derecho inserto en el derecho a la salud- queda reducida a una mera prestación de servicios.
Hemos asistido a la fuerte crítica realizada a los médicos por la directividad ejercida sobre sus pacientes a la hora de adoptar decisiones. Poco a poco este modelo paternalista ha sido reemplazado por el del asesoramiento, en cuyo marco la autonomía del paciente cobra preponderancia. Estos proyectos introducen un cambio sustancial: es la paciente quien ejerce la directividad hacia el médico, convertido en mero efector.
El principio rector de todos los proyectos es el presunto derecho al aborto. En algunos proyectos se establece que el médico, aun cuando sea objetor de conciencia, debe informar a la mujer sobre el derecho a acceder a la finalización de su embarazo.
En otro se advierte que se derivarán acciones de persuasión y coacción al inicio, y luego persecución punitoria para los profesionales médicos, tal como sucede en otros países.
En cuanto a la cuestión del consentimiento informado, el aborto provocado representa un acto de máxima gravedad, ya que están en juego dos vidas: la del hijo en gestación y la de la madre, cuya salud integral tiene altas posibilidades de quedar vulnerada tras el aborto.
La importancia del caso en cuestión hace que el consentimiento informado adquiera vital importancia y no puede quedar reducido a un mero trámite. Esto obliga a brindar información completa que permita dimensionar todos los aspectos de la situación, analizar alternativas de solución y elaborar un juicio que fundamente la decisión a tomar.
Este proceso solo podrá realizarse en el contexto de una relación médico-paciente personal y consistente. El riesgo de los equipos lo conocemos. De alguna manera se estimula la anomia y se diluye la responsabilidad. Y este proceso requiere de tiempo: no cabe fijar un plazo perentorio, ya que cada persona y cada situación son las que lo establecen.
Para concretar un consentimiento informado válido, que respete el derecho a la información de la paciente y le permita manifestar su autonomía, el médico interviniente debería tener la posibilidad de mostrar cómo es el proceso de inicio de la vida y la progresión del crecimiento y desarrollo del ser humano, individuo autónomo con un genoma propio, que va recorriendo distintas etapas hasta culminar con su nacimiento.
Tendría que estar habilitado a utilizar la estrategia que le parezca de mayor objetividad, como puede ser mostrarle o hacerle presenciar su propia ecografía.
También debería señalar que ante un embarazo imprevisto suelen producirse distintas reacciones, tanto de parte de la madre como del padre, y ayudar a reconocerlas.
La paciente solo podrá expresar y reconocer estas reacciones en el marco de una relación médico-paciente personal y consistente en la que el médico le transmita tranquilidad y le haga ver que los sentimientos en todos los órdenes de la vida no son ni buenos ni malos, sino que surgen, están. La cuestión es lograr comprender qué los suscita y qué acciones positivas pueden derivarse de ellos.
Debería proponer realizar el proceso de aceptación del hecho de que el hijo, alojado en el útero de la madre, está creciendo y desarrollándose. Este proceso no es sencillo y requiere tiempo, acompañamiento adecuado y, ante situaciones de vulnerabilidad psíquica, social o económica, otros apoyos.
También debería comunicar a la madre cuáles son los eventuales riesgos para su salud integral. Está claro que no se trata de un hecho más en la vida de una mujer. Ella es la segunda víctima, por lo que tiene que estar informada.
Abundan los estudios que dan cuenta de los riesgos y consecuencias del aborto para la salud integral de la mujer, que no dependen del estatus de legalidad, punibilidad o seguridad en que se realizó el aborto.
Por último, tendría que ayudarle a identificar y analizar las distintas alternativas de solución y la posibilidad concreta de llevarlas adelante. El aborto es la opción que acarrea más daños. Hay un consenso general respecto de que ninguna mujer quiere el aborto. Por lo tanto, vale la pena buscar una solución diferente por todos los medios posibles.
Me permito realizar una reflexión final: hacerle creer a la mujer que la ampliación de derechos es ilimitada y que tiene derecho al aborto solo sirve para alentar sentimientos de omnipotencia. No es posible convertir en un derecho la eliminación de un ser humano inocente e indefenso.
Este supuesto derecho promueve la prepotencia. De esto se trata cuando se salva un conflicto de intereses al priorizarse la situación de la madre, que siempre tiene otras posibilidades de salida, y se priva al hijo del don más preciado que todos hemos recibido.
Esto tiene efectos nefastos para la sociedad, ya que introduce la lógica del más fuerte y desconoce el concepto de igualdad de todos los seres humanos. Se olvida que la adversidad, el imprevisto y también la violencia son parte del misterio de la vida, que todo ser humano, antes o después, debe enfrentar.
La mujer tiene la posibilidad de aceptar, superar y resignificar el imprevisto, la adversidad y hasta la violencia, sobre todo si cuenta con el apoyo y el acompañamiento adecuados. Seguramente en nuestra genealogía hubo más de una mujer que atravesó esta situación, y gracias a que la logró superar y resignificar hoy estamos acá.
Estamos ante una coyuntura histórica. Podemos dejarnos ganar por el camino corto de la legalización del aborto -que promoverá, como ha sucedido en otros países, su banalización y reincidencia- o dar batalla a las causas que se invocan para proponerlo.
Señoras y señores diputados: ya se han mostrado vastos elementos científicos, biológicos, jurídicos, psicológicos, sociales, etcétera, que fundamentan la negativa a la aprobación de estos proyectos.
Se acerca el momento de las votaciones. No se dejen presionar. Tengan confianza en las estructuras sanitarias y sociales que, con seguridad, son capaces de arbitrar medidas concretas y superadoras de las coyunturas actuales, responsables de más del 80 por ciento de las muertes maternas, es decir, encarar sus causas directas e indirectas.
Tengan confianza en las estructuras educativas, capaces de reformular y llevar adelante programas educativos tendientes a prevenir el embarazo, sobre todo en adolescentes. Dichos programas no pueden reducirse a repartir anticonceptivos, sino que deberán tender a desarrollar autoestima, autogobierno, empatía, asertividad y madurez afectiva para poder elegir con verdadera libertad y actuar con responsabilidad.
Finalmente, tengan confianza en ustedes mismos, diputados de la Nación elegidos por el voto popular, que cuentan con la inteligencia, la creatividad y la habilidad necesarias para presentar proyectos y sancionar leyes que permitan diseñar y poner en marcha políticas públicas destinadas, si no a erradicar, al menos a paliar la pobreza estructural y promover y honrar la vida humana en todas sus manifestaciones. Muchas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra la doctora Graciela Di Marco, doctora Honoris Causa por la Universidad de Misiones.
SRA. DI MARCO Muchas gracias, señor presidente. Quiero agregar que soy doctora en Ciencias Sociales y directora del Centro de Democratización y Derechos Humanos de la Universidad Nacional de San Martín.
Ante todo quiero decirles que este momento fue esperado durante muchos años, por lo que tengo una gran emoción de estar hoy aquí. Soy consciente de todos los conflictos y dificultades que se presentan y de cómo en cierta forma se quiere tironear desde algunas posturas.
Como soy profesora, quiero hacer un recorte -como hago cuando doy clases en un posgrado- de aquello que puedo abordar ahora para reconocer toda la riqueza de lo que aquí se ha dicho, sobre todo de parte de las colegas que me precedieron en el uso de la palabra en defensa del proyecto de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
El proyecto de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito es producto de la historia de la movilización de mujeres y feminista y ha sido debatido colectivamente por más de doce años en la sociedad. No es algo improvisado.
Como ya lo han dicho en este recinto, esa lucha no comenzó ahora; viene de hace casi treinta y cinco años, tiene casi tantos años como el proceso de democratización iniciado en la Argentina en 1983, y acompañó dicho proceso. Se amplificó en los Encuentros Nacionales de Mujeres, que son el punto nodal de expansión y articulación feminista.
En los años transcurridos, diversas organizaciones y redes se han organizado para canalizarse finalmente en la campaña. La crisis de 2001 y las protestas populares previas y posteriores fueron un significativo cambio de escenario en la vida política argentina y también lo fueron para las demandas de nuevos derechos vinculados con la sexualidad.
Las mujeres que tenían alguna forma de militancia o activismo en los barrios y participaban de los Encuentros Nacionales de Mujeres comenzaban a romper el silencio, hablaban del aborto y activaban por la despenalización y legalización junto con las feministas.
Ese proceso se fue profundizando. Observemos hoy las calles: miles de adolescentes y jóvenes de diferentes barrios, colegios, universidades y fábricas nutren las marchas y reclaman en forma cada vez más enérgica por la educación sexual integral, el libre acceso a la anticoncepción, la despenalización y legalización del aborto y la igualdad de género en todos los ámbitos.
La salida a la calle en las manifestaciones y el activismo en diferentes espacios tienen un potencial transformador de las identidades -me dedico específicamente a estudiar este tipo de cosas-, que es lo que sucedió con la emergencia y el desarrollo del "Ni Una Menos".
Con el tiempo, el reclamo se construyó en discurso feminista y especialmente las jóvenes mujeres, lesbianas y trans, abrazaron la lucha por la legalización del aborto, como lo vimos el 8 de marzo del año pasado y, este año, especialmente en el "pañuelazo" del 19 de febrero y en la gigantesca marcha teñida de color verde del 8 de marzo.
Las jóvenes nos están demandando el reconocimiento de su derecho a decidir sobre sus propias sexualidades, emociones y cuerpos, a vivir sin violencia, a comenzar y continuar su vida sexual con disfrute, con educación sexual, con acceso a anticonceptivos y con aborto legal si se lo requiere.
Todo esto se engloba en la noción de ciudadanía sexual, que hace visible la demanda en torno al control del propio cuerpo, la seguridad, la propia definición sexual, la legitimidad de la agencia y del placer, y cuestiona el desbalance de derechos existente entre los géneros y sexualidades normados por los patrones patriarcales y heterosexuales y que no apela a heroínas ni a mujeres que se sacrifiquen.
Esta concepción se basa en la demanda por el reconocimiento de la sexualidad, sin vincularla necesaria y únicamente a la reproducción, esto es, a ninguna una visión esencialista de alguna finalidad de la misma.
Es necesario, señoras diputadas y señores diputados, que den su apoyo y su voto al proyecto de la campaña porque la igualdad de oportunidades y de derechos es condición para el pleno ejercicio de la ciudadanía, la cual está definida como una práctica de sujetos corporizados, cuya identidad de sexo/género afecta profundamente su pertenencia y participación en la vida pública.
Quiero remarcar que el obstáculo central para la ciudadanía de las mujeres es la política de la maternidad. Una investigadora, Carol Pateman, llama a la maternidad "la diferencia por excelencia" y ello no puede ser dejado de lado en este debate.
Las regulaciones en los derechos sexuales llevan como base ideológica una concepción de la mujer madre y de una sexualidad femenina al servicio exclusivo de la procreación y no del placer. Generalmente, en los grupos que más se oponen a los derechos sexuales, existe una ideología patriarcal muy acentuada, ya se trate de varones o de mujeres. Ellos se basan en general en definiciones esencialistas sobre nosotras, a quienes muchas veces intentan controlar y domesticar para que seamos buenas madres en sus términos, útiles agentes de las decisiones de otros y no de nosotras, que decidimos si y cuándo podemos y queremos ser o no madres. Sin embargo, se ensañan con los cuerpos, emociones y decisiones de las mujeres más pobres, para tutelarlas y, con la excusa de cuidarlas, tomar decisiones por ellas.
La demanda en torno a la despenalización y legalización del aborto se inscribe en el marco de la sexualidad como asunto político, de ampliación de la ciudadanía para las mujeres, lesbianas y trans, enarbolando el cuestionamiento al orden patriarcal que vincula la sexualidad con la procreación. Además, está ligada al reclamo por el control de nuestros cuerpos y exige un enfoque de derechos humanos y política pública, por lo tanto, desvinculado de las creencias religiosas,...
Ante todo quiero decirles que este momento fue esperado durante muchos años, por lo que tengo una gran emoción de estar hoy aquí. Soy consciente de todos los conflictos y dificultades que se presentan y de cómo en cierta forma se quiere tironear desde algunas posturas.
Como soy profesora, quiero hacer un recorte -como hago cuando doy clases en un posgrado- de aquello que puedo abordar ahora para reconocer toda la riqueza de lo que aquí se ha dicho, sobre todo de parte de las colegas que me precedieron en el uso de la palabra en defensa del proyecto de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
El proyecto de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito es producto de la historia de la movilización de mujeres y feminista y ha sido debatido colectivamente por más de doce años en la sociedad. No es algo improvisado.
Como ya lo han dicho en este recinto, esa lucha no comenzó ahora; viene de hace casi treinta y cinco años, tiene casi tantos años como el proceso de democratización iniciado en la Argentina en 1983, y acompañó dicho proceso. Se amplificó en los Encuentros Nacionales de Mujeres, que son el punto nodal de expansión y articulación feminista.
En los años transcurridos, diversas organizaciones y redes se han organizado para canalizarse finalmente en la campaña. La crisis de 2001 y las protestas populares previas y posteriores fueron un significativo cambio de escenario en la vida política argentina y también lo fueron para las demandas de nuevos derechos vinculados con la sexualidad.
Las mujeres que tenían alguna forma de militancia o activismo en los barrios y participaban de los Encuentros Nacionales de Mujeres comenzaban a romper el silencio, hablaban del aborto y activaban por la despenalización y legalización junto con las feministas.
Ese proceso se fue profundizando. Observemos hoy las calles: miles de adolescentes y jóvenes de diferentes barrios, colegios, universidades y fábricas nutren las marchas y reclaman en forma cada vez más enérgica por la educación sexual integral, el libre acceso a la anticoncepción, la despenalización y legalización del aborto y la igualdad de género en todos los ámbitos.
La salida a la calle en las manifestaciones y el activismo en diferentes espacios tienen un potencial transformador de las identidades -me dedico específicamente a estudiar este tipo de cosas-, que es lo que sucedió con la emergencia y el desarrollo del "Ni Una Menos".
Con el tiempo, el reclamo se construyó en discurso feminista y especialmente las jóvenes mujeres, lesbianas y trans, abrazaron la lucha por la legalización del aborto, como lo vimos el 8 de marzo del año pasado y, este año, especialmente en el "pañuelazo" del 19 de febrero y en la gigantesca marcha teñida de color verde del 8 de marzo.
Las jóvenes nos están demandando el reconocimiento de su derecho a decidir sobre sus propias sexualidades, emociones y cuerpos, a vivir sin violencia, a comenzar y continuar su vida sexual con disfrute, con educación sexual, con acceso a anticonceptivos y con aborto legal si se lo requiere.
Todo esto se engloba en la noción de ciudadanía sexual, que hace visible la demanda en torno al control del propio cuerpo, la seguridad, la propia definición sexual, la legitimidad de la agencia y del placer, y cuestiona el desbalance de derechos existente entre los géneros y sexualidades normados por los patrones patriarcales y heterosexuales y que no apela a heroínas ni a mujeres que se sacrifiquen.
Esta concepción se basa en la demanda por el reconocimiento de la sexualidad, sin vincularla necesaria y únicamente a la reproducción, esto es, a ninguna una visión esencialista de alguna finalidad de la misma.
Es necesario, señoras diputadas y señores diputados, que den su apoyo y su voto al proyecto de la campaña porque la igualdad de oportunidades y de derechos es condición para el pleno ejercicio de la ciudadanía, la cual está definida como una práctica de sujetos corporizados, cuya identidad de sexo/género afecta profundamente su pertenencia y participación en la vida pública.
Quiero remarcar que el obstáculo central para la ciudadanía de las mujeres es la política de la maternidad. Una investigadora, Carol Pateman, llama a la maternidad "la diferencia por excelencia" y ello no puede ser dejado de lado en este debate.
Las regulaciones en los derechos sexuales llevan como base ideológica una concepción de la mujer madre y de una sexualidad femenina al servicio exclusivo de la procreación y no del placer. Generalmente, en los grupos que más se oponen a los derechos sexuales, existe una ideología patriarcal muy acentuada, ya se trate de varones o de mujeres. Ellos se basan en general en definiciones esencialistas sobre nosotras, a quienes muchas veces intentan controlar y domesticar para que seamos buenas madres en sus términos, útiles agentes de las decisiones de otros y no de nosotras, que decidimos si y cuándo podemos y queremos ser o no madres. Sin embargo, se ensañan con los cuerpos, emociones y decisiones de las mujeres más pobres, para tutelarlas y, con la excusa de cuidarlas, tomar decisiones por ellas.
La demanda en torno a la despenalización y legalización del aborto se inscribe en el marco de la sexualidad como asunto político, de ampliación de la ciudadanía para las mujeres, lesbianas y trans, enarbolando el cuestionamiento al orden patriarcal que vincula la sexualidad con la procreación. Además, está ligada al reclamo por el control de nuestros cuerpos y exige un enfoque de derechos humanos y política pública, por lo tanto, desvinculado de las creencias religiosas,...
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Resta un minuto de su tiempo.
SRA. DI MARCO ...lo que indica la importancia de la profundización del Estado laico que, como la democracia, siempre puede ampliarse y perfeccionarse. Ese Estado laico debe garantizar con las políticas públicas el poder de las mujeres, lesbianas y trans para tomar decisiones libremente sobre sus cuerpos y sus propios proyectos de vida.
Las leyes y políticas públicas no pueden responder ni a los deseos de algunas dirigencias religiosas ni a las creencias religiosas y morales de legisladores y funcionarios.
Cuando se aplique la ley las mujeres decidirán lo que puedan y quieran, ya que las que abortan no son marcianas, sino que en su mayor parte profesan alguna religión, como aquí se ha dicho. Me pregunto si el problema es que sean creyentes, aborten y no hayan tenido las espantosas consecuencias que quisieron mostrar aquí durante todas estas semanas de debates.
Históricamente se nos ha considerado menores y, hasta que lo fuimos consiguiendo, sin derechos para disponer libremente de la propiedad, sin derecho a la educación, al voto, a la responsabilidad parental, etcétera. En pleno siglo XXI, a casi cien años de la modificación del Código Penal que estableció dos causales que ya fueron discutidas, seguimos siendo consideradas incapaces de tomar decisiones responsables sobre un embarazo no deseado, cualquiera sea la causa.
Las adolescentes y jóvenes, muchas de las cuales son nuestras hijas y nietas, que tienen proyectos de vida a desarrollar, que pueblan las manifestaciones, que hacen talleres en los colegios para compartir estrategias de cuidado individual y colectivo, merecen ser tratadas como sujetas de derechos, ciudadanas plenas y no sufrir humillaciones y tratos crueles de parte de las instituciones y sus agentes, que deberían garantizar sus derechos, lo cual afecta a todas pero más a las que poseen menos recursos y son de territorios marginales.
Las leyes y políticas públicas no pueden responder ni a los deseos de algunas dirigencias religiosas ni a las creencias religiosas y morales de legisladores y funcionarios.
Cuando se aplique la ley las mujeres decidirán lo que puedan y quieran, ya que las que abortan no son marcianas, sino que en su mayor parte profesan alguna religión, como aquí se ha dicho. Me pregunto si el problema es que sean creyentes, aborten y no hayan tenido las espantosas consecuencias que quisieron mostrar aquí durante todas estas semanas de debates.
Históricamente se nos ha considerado menores y, hasta que lo fuimos consiguiendo, sin derechos para disponer libremente de la propiedad, sin derecho a la educación, al voto, a la responsabilidad parental, etcétera. En pleno siglo XXI, a casi cien años de la modificación del Código Penal que estableció dos causales que ya fueron discutidas, seguimos siendo consideradas incapaces de tomar decisiones responsables sobre un embarazo no deseado, cualquiera sea la causa.
Las adolescentes y jóvenes, muchas de las cuales son nuestras hijas y nietas, que tienen proyectos de vida a desarrollar, que pueblan las manifestaciones, que hacen talleres en los colegios para compartir estrategias de cuidado individual y colectivo, merecen ser tratadas como sujetas de derechos, ciudadanas plenas y no sufrir humillaciones y tratos crueles de parte de las instituciones y sus agentes, que deberían garantizar sus derechos, lo cual afecta a todas pero más a las que poseen menos recursos y son de territorios marginales.
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Su tiempo ha finalizado.
SRA. DI MARCO Ya termino, señor presidente.
Por eso solicitamos educación sexual, anticonceptivos, despenalización y legalización del aborto para respetar los derechos de todas.
Ha llegado el momento en que las mujeres no tengamos que presentarnos ante el poder patriarcal, sea este ejercido por varones o por mujeres, para explicar nuestras decisiones. Esto es lo que nos convertirá en ciudadanas plenas. Muchas gracias. (Aplausos.)
Por eso solicitamos educación sexual, anticonceptivos, despenalización y legalización del aborto para respetar los derechos de todas.
Ha llegado el momento en que las mujeres no tengamos que presentarnos ante el poder patriarcal, sea este ejercido por varones o por mujeres, para explicar nuestras decisiones. Esto es lo que nos convertirá en ciudadanas plenas. Muchas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra el doctor Héctor Rocha, investigador del Conicet.
SR. ROCHA Buenas tardes. Soy investigador del Conicet, PDC en Business Studies, de la London Business School y Máster en Gobierno y Cultura de las Organizaciones por la Universidad Naval.
Quiero agradecer este espacio para contribuir a una decisión informada sobre la vida de la mujer embarazada y los niños por nacer.
Después de ver doscientos cincuenta expositores y 1.750 minutos de ponencias, me preguntaba cómo hacen ustedes para decidir ante argumentos tan contrarios y qué más puedo aportar, No soy ni médico ni abogado. A partir de allí pensé en una propuesta de tres pasos a seguir.
En primer lugar, considerar qué tenemos que decidir -ese es el desafío-; ante tanta información y argumentos, cómo los priorizamos -esos serían los criterios de decisión- y qué curso de acción deberíamos tomar, lo que sería la sería la decisión y el plan de acción.
Llevo treinta años asesorando a directivos de los sectores público y privado y de las ONG en toma de decisiones y pensé que esta es la principal contribución que puedo hacer.
Las alternativas están planteadas como aborto sí o no y de esta manera, en realidad, no se tienen en cuenta tres criterios decisorios. El primero es que no se pueden plantear los desafíos en términos de alternativas porque restringen la libertad.
El segundo es que se deben tener en cuenta los intereses legítimos de los que están enfrentados, en este caso, la madre y el niño por nacer
El tercero es que si existe un conflicto hay una categoría superior que los engloba. Esto lo dicen desde Aristóteles hasta Einstein y Viktor Frankl en la Psicología.
A partir de allí el planteo es cómo podemos redefinir el desafío. Desde ese punto de vista, en lugar de aborto sí o no, propongo que se analice para salvar la vida y respetar la voluntad de la mujer embarazada y del niño. Ese sería el criterio a favor.
Ahora bien, debemos pasar a la segunda pregunta que propuse analizar que consiste en qué criterios tenemos en cuenta para ordenar la información. De ella surgen dos tipos de criterios: los límites, o de la naturaleza, y los que son ponderables. Los primeros dicen si esta alternativa pasa o no, si es viable desde el punto de vista de la naturaleza. Los segundos dicen cómo se debe proceder para seleccionar la mejor alternativa.
Entre los criterios de la naturaleza encontramos el intuitivo racional y uno muy fuerte que va más allá de la cultura, religiones y filosofías y que es la "Regla de Oro".
Stephen Covey, Best Seller en Management, en el primero de los tres libros que observamos en la filmina, plantea la literatura de la sabiduría en la que se encuentra la "Regla de Oro", cuya forma positiva dice "Tratá a los demás como querés que te traten", mientras que en su forma negativa dice "no hagas a los demás lo que no querés que te hagan a vos".
Es importante analizar esto desde el punto de vista de las distintas religiones y filosofías, como por ejemplo el budismo y el confusionismo, porque si todas coinciden luego de tantos siglos de historia, quiere decir que es algo inscripto en la naturaleza humana. Podemos decidir lo que queramos, pero la naturaleza en algún momento nos va a responder.
Ello significa que desde el punto de vista del criterio de la naturaleza intuitivo-racional debemos pensar alternativas inclusivas para salvar las dos vidas. Fíjense que no se enfrenta a las dos vidas y libertades, sino que se incluye a ambas. Esta idea asume que hay una vida humana; por lo tanto me la cuestiono y me la han cuestionado.
Entonces, debemos ir al segundo criterio, que es el científico-fáctico, que tiene en cuenta qué dice la realidad. Desde la década del 70 existen las ecografías, y Bernard Nathanson -que practicó 75 mil abortos- cuando surgió la ecografía se preguntó que pasaba dentro del vientre de la madre. Cuando vio qué pasaba durante un aborto -vean "El Grito Silencioso"- se convirtió, como dicen los americanos, en un he change his mind. A partir de allí comenzó a mostrar lo que había experimentado.
A partir de la década del 80 hay muchos estudios y enciclopedias que confirman -no soy médico pero me remito a las evidencias- que la vida humana comienza con la fecundación. En la filmina pueden ver las referencias que no voy a leer por una cuestión de tiempo.
Si pasamos a la Argentina, la Academia Nacional de Medicina, fundada en 1822, hace ciento noventa y seis años, también confirma que la vida existe desde la concepción. Aquí debemos escuchar a los que saben. Me refiero a la ciencia y no al derecho, porque si tomo partido por la mujer embarazada puede ser algo patriarcal definido por los hombres. Es decir, por un lado hablamos de dos criterios que son intuitivos y por el otro del criterio científico, que dicen lo siguiente: "Respetá las dos vidas; como diputado, analizá esa alternativa y dale lugar a los proyectos que analizan las dos vidas y no solamente al que favorece a uno en contra del otro".
En management -me refiero a la London Business School- se da el criterio competitivo darwinista, pero también hay un criterio emergente que es el cooperativo, que señala que cuando uno ve un conflicto tiene que tomar lo mejor de las dos partes.
Allí llegamos a una conclusión que podemos apreciar en la matriz que aparece en la pantalla, donde se indica "la realidad que dice" y mi conocimiento sobre "la realidad que dice". La realidad puede decir si existe vida humana o no; después puedo decir si eso lo conozco o no lo conozco. Claramente, con evidencia científica, sabemos que el cuadrante cuyo título es "No existe vida humana" no es cierto. Pero podemos poner si el aborto legal sería realmente posible si somos una larva, tal como se ha dicho en otras exposiciones.
Cuando nos referimos al cuadrante que señala "si existe la vida o no" tenemos dos posibilidades: si elegimos "lo sé", entonces eso es asesinato y "si no lo sé" sería homicidio culpable. Si alguien está raptando a mi hijo y veo movimientos detrás del arbusto yo no voy a disparar porque puede ser mi hijo el que se encuentre en ese lugar. Ante la duda la conciencia nos dice "no obres, frenate".
Por otro lado, si el debate sigue es porque están dominando los criterios deseables. Recuerden que los criterios de la naturaleza -por más que decidamos lo contrario- nos señalan que tengamos cuidado porque esa naturaleza nos va a responder, tal como lo marca la ecología. Pero si todavía estamos debatiendo eso significa que los criterios deseables están tomando preponderancia.
¿Cuáles son los criterios deseables? En primer lugar, el jurídico. No soy abogado. Aquí se ha dicho que desde el punto de vista legal es necesario reformar la Constitución. Entonces, a partir de allí las dos alternativas son válidas. ¿Por qué? Porque se reforma la Constitución y listo. Luego verán qué criterio utilizan con los tratados internacionales.
El otro criterio que puede dominar es el económico. Allí hay dos temas que pueden no ser conocidos. Uno de ellos es el ingreso por aborto, que oscila entre 300 y 400 dólares. A esto debe agregarse la venta de partes del feto.
Les sugieron que vean este video que aparece en pantalla y se titula "Bloodmoney". También sería interesante que tengan en cuenta el video titulado "Planned Parenthood". Se trata de videos ocultos que muestran cómo están vendiendo partes de fetos. A partir de ahí, comienza la investigación del FBI sobre este tema.
Desde el punto de vista impositivo, en algunos estados de los Estados Unidos se está tratando de quitarle los fondos a Planned Parenthood debido a que es la mayor proveedora de abortos de ese país.
A su vez, la CEO de Planned Parenthood renunció hace dos días. Fue investigada por el FBI y con cámaras ocultas en el medio. Debemos ser conscientes de la realidad por la que estamos pasando.
También tenemos el caso de un médico que mató a cuatro personas a raíz del aborto, por lo que fue tapa del diario The Guardian.
¿Qué quiere decir esto desde el punto de vista económico? Que claramente se favorece la alternativa "aborto si/no" en lugar de las dos vidas.
Con respecto a los índices poblacionales, quiero manifestar que la población mundial está disminuyendo, sobre todo en los países ricos.
Además, se habla del tema de la discriminación. En este sentido, en los Estados Unidos la mayor cantidad de abortos se practica sobre las mujeres de color y los hispánicos y no sobre las mujeres blancas. Sean conscientes de que en la Argentina puede pasar lo mismo.
En el caso de Francia, ya hemos escuchado la disertación de la doctora Ségolène du Closel.
Mi hijo Ignacio es autista y gracias a Dios la ciencia todavía no descubrió que es un tema genético. De lo contrario, el 2 por ciento de la población argentina -esta es la proporción que representan los autistas- estarían sujetos a la muerte.
Finalmente, como plan de acción propongo redefinir el desafío y evaluar los proyectos que respetan ambas vidas y libertades. Los datos señalan que en 2016 hubo 43 muertes de mujeres embarazadas; esto lo afirmó Marcos Peña. En cambio, con respecto a los datos del niño por nacer, no tenemos cifras concretas. En los Estados Unidos hay 900 mil abortos, pero no sabemos lo que sucede en la Argentina.
Hay que elegir el proyecto de ley que respeta los criterios naturales y definir detalles de implementación en base a los ponderables, pero no al revés.
Asimismo hay que informar a los argentinos los criterios y hechos que harán de este país un referente mundial en el respeto de nuestra especie humana en todas sus etapas. La misión de los representantes que recibieron de nosotros la mayor conciencia hacia el respeto de la naturaleza y la ciencia nos llaman a serlo. ¿Volveremos a los errores del pasado o lideraremos el futuro emergente hacia el desarrollo humano integral que está en nuestras manos? Muchas gracias. (Aplausos.)
Quiero agradecer este espacio para contribuir a una decisión informada sobre la vida de la mujer embarazada y los niños por nacer.
Después de ver doscientos cincuenta expositores y 1.750 minutos de ponencias, me preguntaba cómo hacen ustedes para decidir ante argumentos tan contrarios y qué más puedo aportar, No soy ni médico ni abogado. A partir de allí pensé en una propuesta de tres pasos a seguir.
En primer lugar, considerar qué tenemos que decidir -ese es el desafío-; ante tanta información y argumentos, cómo los priorizamos -esos serían los criterios de decisión- y qué curso de acción deberíamos tomar, lo que sería la sería la decisión y el plan de acción.
Llevo treinta años asesorando a directivos de los sectores público y privado y de las ONG en toma de decisiones y pensé que esta es la principal contribución que puedo hacer.
Las alternativas están planteadas como aborto sí o no y de esta manera, en realidad, no se tienen en cuenta tres criterios decisorios. El primero es que no se pueden plantear los desafíos en términos de alternativas porque restringen la libertad.
El segundo es que se deben tener en cuenta los intereses legítimos de los que están enfrentados, en este caso, la madre y el niño por nacer
El tercero es que si existe un conflicto hay una categoría superior que los engloba. Esto lo dicen desde Aristóteles hasta Einstein y Viktor Frankl en la Psicología.
A partir de allí el planteo es cómo podemos redefinir el desafío. Desde ese punto de vista, en lugar de aborto sí o no, propongo que se analice para salvar la vida y respetar la voluntad de la mujer embarazada y del niño. Ese sería el criterio a favor.
Ahora bien, debemos pasar a la segunda pregunta que propuse analizar que consiste en qué criterios tenemos en cuenta para ordenar la información. De ella surgen dos tipos de criterios: los límites, o de la naturaleza, y los que son ponderables. Los primeros dicen si esta alternativa pasa o no, si es viable desde el punto de vista de la naturaleza. Los segundos dicen cómo se debe proceder para seleccionar la mejor alternativa.
Entre los criterios de la naturaleza encontramos el intuitivo racional y uno muy fuerte que va más allá de la cultura, religiones y filosofías y que es la "Regla de Oro".
Stephen Covey, Best Seller en Management, en el primero de los tres libros que observamos en la filmina, plantea la literatura de la sabiduría en la que se encuentra la "Regla de Oro", cuya forma positiva dice "Tratá a los demás como querés que te traten", mientras que en su forma negativa dice "no hagas a los demás lo que no querés que te hagan a vos".
Es importante analizar esto desde el punto de vista de las distintas religiones y filosofías, como por ejemplo el budismo y el confusionismo, porque si todas coinciden luego de tantos siglos de historia, quiere decir que es algo inscripto en la naturaleza humana. Podemos decidir lo que queramos, pero la naturaleza en algún momento nos va a responder.
Ello significa que desde el punto de vista del criterio de la naturaleza intuitivo-racional debemos pensar alternativas inclusivas para salvar las dos vidas. Fíjense que no se enfrenta a las dos vidas y libertades, sino que se incluye a ambas. Esta idea asume que hay una vida humana; por lo tanto me la cuestiono y me la han cuestionado.
Entonces, debemos ir al segundo criterio, que es el científico-fáctico, que tiene en cuenta qué dice la realidad. Desde la década del 70 existen las ecografías, y Bernard Nathanson -que practicó 75 mil abortos- cuando surgió la ecografía se preguntó que pasaba dentro del vientre de la madre. Cuando vio qué pasaba durante un aborto -vean "El Grito Silencioso"- se convirtió, como dicen los americanos, en un he change his mind. A partir de allí comenzó a mostrar lo que había experimentado.
A partir de la década del 80 hay muchos estudios y enciclopedias que confirman -no soy médico pero me remito a las evidencias- que la vida humana comienza con la fecundación. En la filmina pueden ver las referencias que no voy a leer por una cuestión de tiempo.
Si pasamos a la Argentina, la Academia Nacional de Medicina, fundada en 1822, hace ciento noventa y seis años, también confirma que la vida existe desde la concepción. Aquí debemos escuchar a los que saben. Me refiero a la ciencia y no al derecho, porque si tomo partido por la mujer embarazada puede ser algo patriarcal definido por los hombres. Es decir, por un lado hablamos de dos criterios que son intuitivos y por el otro del criterio científico, que dicen lo siguiente: "Respetá las dos vidas; como diputado, analizá esa alternativa y dale lugar a los proyectos que analizan las dos vidas y no solamente al que favorece a uno en contra del otro".
En management -me refiero a la London Business School- se da el criterio competitivo darwinista, pero también hay un criterio emergente que es el cooperativo, que señala que cuando uno ve un conflicto tiene que tomar lo mejor de las dos partes.
Allí llegamos a una conclusión que podemos apreciar en la matriz que aparece en la pantalla, donde se indica "la realidad que dice" y mi conocimiento sobre "la realidad que dice". La realidad puede decir si existe vida humana o no; después puedo decir si eso lo conozco o no lo conozco. Claramente, con evidencia científica, sabemos que el cuadrante cuyo título es "No existe vida humana" no es cierto. Pero podemos poner si el aborto legal sería realmente posible si somos una larva, tal como se ha dicho en otras exposiciones.
Cuando nos referimos al cuadrante que señala "si existe la vida o no" tenemos dos posibilidades: si elegimos "lo sé", entonces eso es asesinato y "si no lo sé" sería homicidio culpable. Si alguien está raptando a mi hijo y veo movimientos detrás del arbusto yo no voy a disparar porque puede ser mi hijo el que se encuentre en ese lugar. Ante la duda la conciencia nos dice "no obres, frenate".
Por otro lado, si el debate sigue es porque están dominando los criterios deseables. Recuerden que los criterios de la naturaleza -por más que decidamos lo contrario- nos señalan que tengamos cuidado porque esa naturaleza nos va a responder, tal como lo marca la ecología. Pero si todavía estamos debatiendo eso significa que los criterios deseables están tomando preponderancia.
¿Cuáles son los criterios deseables? En primer lugar, el jurídico. No soy abogado. Aquí se ha dicho que desde el punto de vista legal es necesario reformar la Constitución. Entonces, a partir de allí las dos alternativas son válidas. ¿Por qué? Porque se reforma la Constitución y listo. Luego verán qué criterio utilizan con los tratados internacionales.
El otro criterio que puede dominar es el económico. Allí hay dos temas que pueden no ser conocidos. Uno de ellos es el ingreso por aborto, que oscila entre 300 y 400 dólares. A esto debe agregarse la venta de partes del feto.
Les sugieron que vean este video que aparece en pantalla y se titula "Bloodmoney". También sería interesante que tengan en cuenta el video titulado "Planned Parenthood". Se trata de videos ocultos que muestran cómo están vendiendo partes de fetos. A partir de ahí, comienza la investigación del FBI sobre este tema.
Desde el punto de vista impositivo, en algunos estados de los Estados Unidos se está tratando de quitarle los fondos a Planned Parenthood debido a que es la mayor proveedora de abortos de ese país.
A su vez, la CEO de Planned Parenthood renunció hace dos días. Fue investigada por el FBI y con cámaras ocultas en el medio. Debemos ser conscientes de la realidad por la que estamos pasando.
También tenemos el caso de un médico que mató a cuatro personas a raíz del aborto, por lo que fue tapa del diario The Guardian.
¿Qué quiere decir esto desde el punto de vista económico? Que claramente se favorece la alternativa "aborto si/no" en lugar de las dos vidas.
Con respecto a los índices poblacionales, quiero manifestar que la población mundial está disminuyendo, sobre todo en los países ricos.
Además, se habla del tema de la discriminación. En este sentido, en los Estados Unidos la mayor cantidad de abortos se practica sobre las mujeres de color y los hispánicos y no sobre las mujeres blancas. Sean conscientes de que en la Argentina puede pasar lo mismo.
En el caso de Francia, ya hemos escuchado la disertación de la doctora Ségolène du Closel.
Mi hijo Ignacio es autista y gracias a Dios la ciencia todavía no descubrió que es un tema genético. De lo contrario, el 2 por ciento de la población argentina -esta es la proporción que representan los autistas- estarían sujetos a la muerte.
Finalmente, como plan de acción propongo redefinir el desafío y evaluar los proyectos que respetan ambas vidas y libertades. Los datos señalan que en 2016 hubo 43 muertes de mujeres embarazadas; esto lo afirmó Marcos Peña. En cambio, con respecto a los datos del niño por nacer, no tenemos cifras concretas. En los Estados Unidos hay 900 mil abortos, pero no sabemos lo que sucede en la Argentina.
Hay que elegir el proyecto de ley que respeta los criterios naturales y definir detalles de implementación en base a los ponderables, pero no al revés.
Asimismo hay que informar a los argentinos los criterios y hechos que harán de este país un referente mundial en el respeto de nuestra especie humana en todas sus etapas. La misión de los representantes que recibieron de nosotros la mayor conciencia hacia el respeto de la naturaleza y la ciencia nos llaman a serlo. ¿Volveremos a los errores del pasado o lideraremos el futuro emergente hacia el desarrollo humano integral que está en nuestras manos? Muchas gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVEZTKY Tiene la palabra la señora Florencia Trinidad, actriz y conductora.
SRA. TRINIDAD Buenas tardes. Quizá muchos no me conocen como Florencia Trinidad; mi nombre es Florencia de la Ve.
Les voy a contar mi historia a los que no me conocen o los que nunca supieron de mí. Desde que aparecí en este ambiente hablé de la falta que me hizo mi madre. Yo tuve la desgracia de perderla a los dos años de edad y siempre que me hicieron notas yo hablaba de cuánto la necesité, de cuánto la extrañé, de cuánto sentí esta necesidad de tenerla conmigo siempre.
Lamentablemente yo me crié creyendo que mi madre había muerto de una enfermedad. A los catorce años, una de sus hermanas con la cual vivía me dijo: "tu mamá no murió de una enfermedad; tu mamá murió por un aborto ilegal, murió desangrada".
En ese momento yo era chica y la verdad es que no me atreví a preguntarle a mi padre, no supe cómo manejar ese tipo de información porque la verdad es que lo único que yo sabía de ese tema es que era algo prohibido de lo que no se debía hablar.
Muchos años después, haciendo terapia, hablando con mi terapeuta, salió este tema y ella me dijo: "¿No es hora de que le pregunte a su padre?" Entonces, salí de ahí esa noche de lluvia -nunca lo voy a olvidar- y le pregunté a mí papá: "¿De qué murió mamá?" Y él me respondió: "De un aborto clandestino, murió desangrada".
Imagínense lo que fue para mí. Yo de chica traté de asimilarlo a una enfermedad, un cáncer, ese tipo de cosas, lo que es la vida, pero fue una muerte que se pudo haber evitado. Yo tenía dos años de edad, mi hermano tenía cuatro años y quedamos solos, desamparados en esta vida. Éramos lo que ella más amaba. Ella fue obligada.
Les voy a contar que mi madre se llamó Sabina Báez, vino muy chica de Misiones con todas las ilusiones de estudiar, de formarse, de formar una familia, de tener una casa, con los sueños que puede tener cualquier chica del interior. Conoció a mi padre muy joven, enseguida se juntaron, tuvieron a mi hermano y después a mí. Eran chicos, no teníamos donde vivir y todos decían: "cómo se van a llenar de hijos, son tan chicos". La verdad es que ella no pudo elegir y un día, una tarde, nos dejó a mí y a mi hermano para no volver. Y murió de la peor manera que puede morir un ser humano: desangrada.
Yo los miro a la cara. La verdad es que escuché tantas cosas en este debate, pero primero quiero decir que acá no estamos discutiendo desde cuándo hay vida, si hay vida o desde dónde no. Acá estamos hablando de otra cosa. El aborto es una decisión privada de cada ser humano, no es una decisión pública.
Acá estamos hablando de despenalizar o legalizar una práctica quirúrgica que depende del Estado, porque hay una ley que lo prohíbe. Entonces, el Estado, en lugar de castigar a las mujeres, debería brindarles lugares seguros, aptos quirúrgicamente, para que no muera ni una más, ni una mujer más.
La verdad es que yo nunca pensé que iba a contar esta historia. Nunca pensé que iba a hablar de mi madre. Desde que entré al jardín, a salita de tres, cuando eran los actos escolares, cuando estaba esperando la merienda, cuando nacieron mis hijos, cuando me casé, la busqué. No hay un día en esta vida que no la llore.
Desde que yo me enteré estuve buscando, tratando de imaginarme, la cara del femicida que mató a mi mamá. Y hoy sé quién fue el femicida de mi madre.
El feminicida de mi madre fue el Estado.
En sus manos está la responsabilidad de decidir si quieren tener las manos llenas de sangre, si quieren seguir cargando con la muerte de millones de argentinas que diariamente mueren por abortos clandestinos. Entonces, ¿de qué lado quieren estar?
Yo hoy les digo: Sabina Báez, presente. Porque no quiero que la muerte de mi madre sea en vano. Gracias. (Aplausos.)
Les voy a contar mi historia a los que no me conocen o los que nunca supieron de mí. Desde que aparecí en este ambiente hablé de la falta que me hizo mi madre. Yo tuve la desgracia de perderla a los dos años de edad y siempre que me hicieron notas yo hablaba de cuánto la necesité, de cuánto la extrañé, de cuánto sentí esta necesidad de tenerla conmigo siempre.
Lamentablemente yo me crié creyendo que mi madre había muerto de una enfermedad. A los catorce años, una de sus hermanas con la cual vivía me dijo: "tu mamá no murió de una enfermedad; tu mamá murió por un aborto ilegal, murió desangrada".
En ese momento yo era chica y la verdad es que no me atreví a preguntarle a mi padre, no supe cómo manejar ese tipo de información porque la verdad es que lo único que yo sabía de ese tema es que era algo prohibido de lo que no se debía hablar.
Muchos años después, haciendo terapia, hablando con mi terapeuta, salió este tema y ella me dijo: "¿No es hora de que le pregunte a su padre?" Entonces, salí de ahí esa noche de lluvia -nunca lo voy a olvidar- y le pregunté a mí papá: "¿De qué murió mamá?" Y él me respondió: "De un aborto clandestino, murió desangrada".
Imagínense lo que fue para mí. Yo de chica traté de asimilarlo a una enfermedad, un cáncer, ese tipo de cosas, lo que es la vida, pero fue una muerte que se pudo haber evitado. Yo tenía dos años de edad, mi hermano tenía cuatro años y quedamos solos, desamparados en esta vida. Éramos lo que ella más amaba. Ella fue obligada.
Les voy a contar que mi madre se llamó Sabina Báez, vino muy chica de Misiones con todas las ilusiones de estudiar, de formarse, de formar una familia, de tener una casa, con los sueños que puede tener cualquier chica del interior. Conoció a mi padre muy joven, enseguida se juntaron, tuvieron a mi hermano y después a mí. Eran chicos, no teníamos donde vivir y todos decían: "cómo se van a llenar de hijos, son tan chicos". La verdad es que ella no pudo elegir y un día, una tarde, nos dejó a mí y a mi hermano para no volver. Y murió de la peor manera que puede morir un ser humano: desangrada.
Yo los miro a la cara. La verdad es que escuché tantas cosas en este debate, pero primero quiero decir que acá no estamos discutiendo desde cuándo hay vida, si hay vida o desde dónde no. Acá estamos hablando de otra cosa. El aborto es una decisión privada de cada ser humano, no es una decisión pública.
Acá estamos hablando de despenalizar o legalizar una práctica quirúrgica que depende del Estado, porque hay una ley que lo prohíbe. Entonces, el Estado, en lugar de castigar a las mujeres, debería brindarles lugares seguros, aptos quirúrgicamente, para que no muera ni una más, ni una mujer más.
La verdad es que yo nunca pensé que iba a contar esta historia. Nunca pensé que iba a hablar de mi madre. Desde que entré al jardín, a salita de tres, cuando eran los actos escolares, cuando estaba esperando la merienda, cuando nacieron mis hijos, cuando me casé, la busqué. No hay un día en esta vida que no la llore.
Desde que yo me enteré estuve buscando, tratando de imaginarme, la cara del femicida que mató a mi mamá. Y hoy sé quién fue el femicida de mi madre.
El feminicida de mi madre fue el Estado.
En sus manos está la responsabilidad de decidir si quieren tener las manos llenas de sangre, si quieren seguir cargando con la muerte de millones de argentinas que diariamente mueren por abortos clandestinos. Entonces, ¿de qué lado quieren estar?
Yo hoy les digo: Sabina Báez, presente. Porque no quiero que la muerte de mi madre sea en vano. Gracias. (Aplausos.)
SR. PRESIDENTE LIPOVETZKY Tiene la palabra Gabriel Maino, doctor en Derecho y profesor de las universidades Católica Argentina y de Buenos Aires.
SR. MAINO Muchas gracias, señoras y señores diputados de la Nación, conciudadanos, estimados. Agradezco la invitación a esta reunión informativa y la atención de todos.
Considero que este debate está atravesado por tres ejes fundamentales que es necesario distinguir para poder dialogar con algún fruto. Existen cuestiones a ser tenidas en cuenta en el plano médico-biológico, en el plano jurídico y en el plano político.
En el plano médico-biológico, ya se han expresado expositores muy importantes que han dado cuenta del tema mucho mejor que yo.
En el plano jurídico, nuestro sistema constitucional y legal reconoce la existencia de la persona humana, su dignidad y sus derechos desde el momento de la concepción y no toleraría que se le sobreponga cualquier derecho de la madre que no sea también el de la vida. De esto también se ha hablado mucho en estas reuniones.
Ahora bien, esto no significa que no tengamos un grave déficit en el reconocimiento de los derechos de las madres argentinas y de la efectividad de los mismos. Si algo muestran estas audiencias es la gran oportunidad que se les presenta a los diputados de la Nación en esta hora. La situación de vulnerabilidad de la mitad de las madres de nuestro país es alarmante y hay que resolverla. A eso hay que abocarse.
Pero puedo fundamentar cómo este proyecto de ley no hace más que agravar la situación de la mujer en lugar de promoverla.
Cuando una mujer considera practicar un aborto, ya sea en forma legal o ilegal, en general lo hace en una situación de vulnerabilidad. Pueden ser la minoridad, la adolescencia, la falta de una relación familiar estable, las presiones sociales, laborales o familiares, las situaciones de violencia de género, la carencia de recursos económicos mínimos o la ausencia de información suficiente.
Le corresponde al Estado ofrecerles a las mujeres que se encuentran en situación de vulnerabilidad las herramientas necesarias para resolver o minimizar las dificultades que puedan encontrar durante el embarazo y los primeros años de la vida del niño. Es sobre esto que tenemos que legislar, señores diputados.
El Estado es responsable de velar por el ejercicio pleno de los derechos de los ciudadanos, especialmente aquellos en situación de fragilidad que tienen en juego su vida y su dignidad. Esto nos catapulta al plano político, que curiosamente creo que es el menos recorrido en el curso de estas reuniones.
El resultado de la implementación de este proyecto no será resolver los problemas de vulnerabilidad de la mujer, sino más bien agravarlos. El proyecto propone el aborto libre a partir de los trece años y, antes de esa edad, con un mayor que asista a las niñas, sin necesidad de que sean lo padres. En una decisión tan trascendente se las deja solas.
Ellas necesitan el consentimiento parental para irse a una excursión con el colegio, recibir vacunas, realizarse estudios médicos, extraerse sangre, colocarse un yeso e incluso para que se le prescriban métodos anticonceptivos, pero no para practicarse un aborto. Se las deja solas, y si son menores de edad, cualquier adulto puede asistirlas, no necesariamente los padres o el Ministerio Público. El Estado se hace a un lado en este proyecto, señores diputados.
- Ocupa la Presidencia la señora presidenta de la Comisión de Acción Social y Salud Pública, diputada Carmen Polledo.
Considero que este debate está atravesado por tres ejes fundamentales que es necesario distinguir para poder dialogar con algún fruto. Existen cuestiones a ser tenidas en cuenta en el plano médico-biológico, en el plano jurídico y en el plano político.
En el plano médico-biológico, ya se han expresado expositores muy importantes que han dado cuenta del tema mucho mejor que yo.
En el plano jurídico, nuestro sistema constitucional y legal reconoce la existencia de la persona humana, su dignidad y sus derechos desde el momento de la concepción y no toleraría que se le sobreponga cualquier derecho de la madre que no sea también el de la vida. De esto también se ha hablado mucho en estas reuniones.
Ahora bien, esto no significa que no tengamos un grave déficit en el reconocimiento de los derechos de las madres argentinas y de la efectividad de los mismos. Si algo muestran estas audiencias es la gran oportunidad que se les presenta a los diputados de la Nación en esta hora. La situación de vulnerabilidad de la mitad de las madres de nuestro país es alarmante y hay que resolverla. A eso hay que abocarse.
Pero puedo fundamentar cómo este proyecto de ley no hace más que agravar la situación de la mujer en lugar de promoverla.
Cuando una mujer considera practicar un aborto, ya sea en forma legal o ilegal, en general lo hace en una situación de vulnerabilidad. Pueden ser la minoridad, la adolescencia, la falta de una relación familiar estable, las presiones sociales, laborales o familiares, las situaciones de violencia de género, la carencia de recursos económicos mínimos o la ausencia de información suficiente.
Le corresponde al Estado ofrecerles a las mujeres que se encuentran en situación de vulnerabilidad las herramientas necesarias para resolver o minimizar las dificultades que puedan encontrar durante el embarazo y los primeros años de la vida del niño. Es sobre esto que tenemos que legislar, señores diputados.
El Estado es responsable de velar por el ejercicio pleno de los derechos de los ciudadanos, especialmente aquellos en situación de fragilidad que tienen en juego su vida y su dignidad. Esto nos catapulta al plano político, que curiosamente creo que es el menos recorrido en el curso de estas reuniones.
El resultado de la implementación de este proyecto no será resolver los problemas de vulnerabilidad de la mujer, sino más bien agravarlos. El proyecto propone el aborto libre a partir de los trece años y, antes de esa edad, con un mayor que asista a las niñas, sin necesidad de que sean lo padres. En una decisión tan trascendente se las deja solas.
Ellas necesitan el consentimiento parental para irse a una excursión con el colegio, recibir vacunas, realizarse estudios médicos, extraerse sangre, colocarse un yeso e incluso para que se le prescriban métodos anticonceptivos, pero no para practicarse un aborto. Se las deja solas, y si son menores de edad, cualquier adulto puede asistirlas, no necesariamente los padres o el Ministerio Público. El Estado se hace a un lado en este proyecto, señores diputados.
- Ocupa la Presidencia la señora presidenta de la Comisión de Acción Social y Salud Pública, diputada Carmen Polledo.
SR. MAINO Lo más grave de esto es que si una menor está embarazada, habitualmente es producto del delito de abuso sexual agravado por el acceso carnal y perpetrado con asiduidad, generalmente por alguien de su círculo familiar o barrial. No hay otro modo de que esté embarazada una niña de menos de trece años.
¿No sería conveniente conocer el origen de ese embarazo? Contrariamente a esta postura, el proyecto provee al abusador la mejor tapadera para su delito. Él mismo puede ir con la menor de edad y asistirla para que se realice el aborto. El proyecto omite medidas para resolver la situación de abuso y más bien provee elementos para perpetuar la situación de sometimiento de la mujer.
La facilidad del recurso al aborto sin necesidad de denunciar penalmente al agresor permite invisibilizar a la víctima y continuar con la violencia de género de la peor especie. El aborto no hace más que abonar la espiral de sometimiento y abuso de la mujer, adolescente o niña. Al intentar solucionar las consecuencias de la violencia de género se está renunciando a solucionar el problema de fondo y en el medio se cercena una vida inocente.
Claro que de prosperar este proyecto, señores diputados, veremos caer abruptamente las estadísticas de abuso en la Argentina. La niña puede ir al hospital público a abortar y tapar el delito del adulto.
También verán cómo caerán mágicamente las estadísticas de discapacidad en la Argentina. Parecerá que una pureza genética excepcional ha bendecido a nuestro pueblo. Pero no será eso, señores diputados, sino que se presionará a las madres para matar a sus propios hijos por razones de salud pública y criterios eugenésicos, convirtiendo a los médicos argentinos en pequeños Menguele.
Finalmente, señores diputados, verán caer las estadísticas de pobreza en la Argentina porque este proyecto, como lo han manifestado sus mismos autores, está pensado para la población más pobre y vulnerable de la Argentina.
En este debate hay un gran ausente: la dimensión política del proyecto, el interés del bien común de la Argentina. Nos tenemos que preguntar a quién resulta funcional el proyecto, además de a los abusadores. ¿Necesita la patria restringir su población? ¿No se ha leído el informe Kissinger? ¿No se han visto los estados de cuenta de Planned Parenthood que están en Internet y que muestran cómo los Estados Unidos y los países centrales financian a las ONG y a las entidades que favorecen este proyecto? ¿No se dan cuenta de que si a ellos les conviene a nosotros no nos conviene?
El general Juan Domingo Perón sí se dio cuenta y en 1974, cuando era presidente, mediante el decreto 659 prohibió las campañas de control de la natalidad.
Démonos cuenta de que lo único que nos va a dejar la implementación del aborto es un país más injusto y más débil. Muchas gracias. (Aplausos.)
¿No sería conveniente conocer el origen de ese embarazo? Contrariamente a esta postura, el proyecto provee al abusador la mejor tapadera para su delito. Él mismo puede ir con la menor de edad y asistirla para que se realice el aborto. El proyecto omite medidas para resolver la situación de abuso y más bien provee elementos para perpetuar la situación de sometimiento de la mujer.
La facilidad del recurso al aborto sin necesidad de denunciar penalmente al agresor permite invisibilizar a la víctima y continuar con la violencia de género de la peor especie. El aborto no hace más que abonar la espiral de sometimiento y abuso de la mujer, adolescente o niña. Al intentar solucionar las consecuencias de la violencia de género se está renunciando a solucionar el problema de fondo y en el medio se cercena una vida inocente.
Claro que de prosperar este proyecto, señores diputados, veremos caer abruptamente las estadísticas de abuso en la Argentina. La niña puede ir al hospital público a abortar y tapar el delito del adulto.
También verán cómo caerán mágicamente las estadísticas de discapacidad en la Argentina. Parecerá que una pureza genética excepcional ha bendecido a nuestro pueblo. Pero no será eso, señores diputados, sino que se presionará a las madres para matar a sus propios hijos por razones de salud pública y criterios eugenésicos, convirtiendo a los médicos argentinos en pequeños Menguele.
Finalmente, señores diputados, verán caer las estadísticas de pobreza en la Argentina porque este proyecto, como lo han manifestado sus mismos autores, está pensado para la población más pobre y vulnerable de la Argentina.
En este debate hay un gran ausente: la dimensión política del proyecto, el interés del bien común de la Argentina. Nos tenemos que preguntar a quién resulta funcional el proyecto, además de a los abusadores. ¿Necesita la patria restringir su población? ¿No se ha leído el informe Kissinger? ¿No se han visto los estados de cuenta de Planned Parenthood que están en Internet y que muestran cómo los Estados Unidos y los países centrales financian a las ONG y a las entidades que favorecen este proyecto? ¿No se dan cuenta de que si a ellos les conviene a nosotros no nos conviene?
El general Juan Domingo Perón sí se dio cuenta y en 1974, cuando era presidente, mediante el decreto 659 prohibió las campañas de control de la natalidad.
Démonos cuenta de que lo único que nos va a dejar la implementación del aborto es un país más injusto y más débil. Muchas gracias. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra el señor Pablo Herrero Garisto, miembro de Cristiano de Base.
SR. HERRERO GARISTO Buenas tardes, señoras y señores diputados. Paz y bien.
Vengo a compartir la posición de cientos de laicos y laicas y de católicos que, a lo largo del país, nos pronunciamos a favor del derecho a decidir de las personas gestantes y ponemos de manifiesto que no hay una única posición dentro de nuestra Iglesia Católica, de la cual somos parte por medio del sacramento del bautismo. Incluso se han pronunciado por el acceso al derecho a decidir religiosas, religiosos y sacerdotes que día a día vivencian en sus barrios la dolorosa experiencia de abortos clandestinos mal realizados o la muerte de aquellas que se los practican.
No pueden venir hoy aquí a manifestar públicamente su posición a favor de este proyecto de ley porque varios de ellos y ellas ya han sido amonestados o apercibidos canónicamente por sus respectivas jerarquías.
Como católicos y católicas, creyentes en un Dios Padre-Madre nuestro, dador de vida, afirmamos que la cuestión del aborto debe enmarcarse puramente dentro de las políticas sanitarias universales. Es un tema de salud pública en el cual el Estado debe intervenir para garantizar la igualdad de derechos, dignidad y bienestar de las personas gestantes.
No podemos, ni debemos, ni queremos imponer al resto de la sociedad ningún tipo de creencia religiosa. Por el contrario, queremos que luego de treinta y cinco años ininterrumpidos de democracia se salde esta enorme deuda que se tiene con las mujeres, lesbianas y varones trans.
La objeción de conciencia nunca puede ser usada para poner en riesgo la vida de las personas y sus derechos humanos esenciales, mucho menos como una política institucional que atente contra el mismo Estado laico. El caso del Hospital Austral, ligado a la obra del Opus Dei, es de pocos en el mundo. Un hospital que institucionalmente aplica la objeción de conciencia en temas de salud sexual y reproductiva, no solo sin respetar la diversidad de pacientes, sino también faltando a su responsabilidad legal y sanitaria.
Desde ningún punto de vista teológico, pastoral o doctrinario podemos seguir sosteniendo la penalización de las personas que pasan por la experiencia de practicarse un aborto clandestino. Esta política punitivista fracasó. Solo beneficia al negocio clandestino de unos pocos en desmedro de la vida de las personas gestantes. Aquellas que pueden pagarlo tienen garantizadas sus condiciones sanitarias adecuadas, quienes no, son condenadas a muerte. Esta situación pone de manifiesto que la cuestión de clase está marcadamente presente en la realidad de acceso al aborto.
Quienes nos atrevemos a sostener una posición pública dentro del seno de nuestra Iglesia, en favor de los derechos sexuales y reproductivos, como así también en cuestiones de género -que vale la pena aclarar no son dogmas de fe indiscutible sino que responden a la libertad de conciencia de cada persona, como emana del mismísimo Concilio Ecuménico Vaticano II-, somos sancionados con las peores penas. Así sucedió en la Arquidiócesis de Córdoba con el presbítero Nicolás Alessio cuando se atrevió a manifestarse públicamente en favor del matrimonio igualitario.
Mientras tanto, pedófilos como Julio Grassi o torturadores como Cristian Von Wernich no han sido sancionados, cuando no solo han cometido delitos sino que también han atentado contra la vida, integridad y dignidad de personas concretas, de niñas, niños, mujeres y varones.
Ya la primera encuesta sobre creencias y actitudes religiosas en la Argentina, realizada hace diez años, puso de manifiesto que una creciente mayoría de católicas y católicos estábamos en favor del derecho a decidir. Hoy somos muchos y muchas más quienes nos atrevemos a hacerlo públicamente.
En este sentido, en la mayoría de los colegios e institutos religiosos del país las alumnas y alumnos han sido intimados a firmar declaraciones en contra del aborto. Pero no solo se han negado, sino que además han redoblado la apuesta y se han manifestado a favor. Lo hicieron usando dentro de las aulas de los colegios el pañuelo verde, símbolo distintivo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito.
Esa acción puso de manifiesto su apoyo a la sanción del proyecto de ley sobre interrupción voluntaria del embarazo que hoy estamos debatiendo.
Lamentablemente, las autoridades escolares han amenazado con sanciones y expulsiones y han coartado la libertad de expresión de sus alumnos y alumnas, a quienes han acusado de asesinos.
Con varias organizaciones y grupos ecuménicos en los que participamos laicas, laicos, religiosas y sacerdotes católicos junto a pastoras, pastores, laicas y laicos de iglesias protestantes históricas, vamos a hacer pública una declaración religiosa en favor del derecho a decidir y de la despenalización del aborto.
Todas estas manifestaciones, sin lugar a dudas, ponen en evidencia que no hay una sola postura dentro de nuestra Iglesia. O mejor dicho, que lo que afirma la jerarquía no tiene nada que ver con lo que vivenciamos día a día un gran número de laicas y laicos católicos.
Vengo a compartir la posición de cientos de laicos y laicas y de católicos que, a lo largo del país, nos pronunciamos a favor del derecho a decidir de las personas gestantes y ponemos de manifiesto que no hay una única posición dentro de nuestra Iglesia Católica, de la cual somos parte por medio del sacramento del bautismo. Incluso se han pronunciado por el acceso al derecho a decidir religiosas, religiosos y sacerdotes que día a día vivencian en sus barrios la dolorosa experiencia de abortos clandestinos mal realizados o la muerte de aquellas que se los practican.
No pueden venir hoy aquí a manifestar públicamente su posición a favor de este proyecto de ley porque varios de ellos y ellas ya han sido amonestados o apercibidos canónicamente por sus respectivas jerarquías.
Como católicos y católicas, creyentes en un Dios Padre-Madre nuestro, dador de vida, afirmamos que la cuestión del aborto debe enmarcarse puramente dentro de las políticas sanitarias universales. Es un tema de salud pública en el cual el Estado debe intervenir para garantizar la igualdad de derechos, dignidad y bienestar de las personas gestantes.
No podemos, ni debemos, ni queremos imponer al resto de la sociedad ningún tipo de creencia religiosa. Por el contrario, queremos que luego de treinta y cinco años ininterrumpidos de democracia se salde esta enorme deuda que se tiene con las mujeres, lesbianas y varones trans.
La objeción de conciencia nunca puede ser usada para poner en riesgo la vida de las personas y sus derechos humanos esenciales, mucho menos como una política institucional que atente contra el mismo Estado laico. El caso del Hospital Austral, ligado a la obra del Opus Dei, es de pocos en el mundo. Un hospital que institucionalmente aplica la objeción de conciencia en temas de salud sexual y reproductiva, no solo sin respetar la diversidad de pacientes, sino también faltando a su responsabilidad legal y sanitaria.
Desde ningún punto de vista teológico, pastoral o doctrinario podemos seguir sosteniendo la penalización de las personas que pasan por la experiencia de practicarse un aborto clandestino. Esta política punitivista fracasó. Solo beneficia al negocio clandestino de unos pocos en desmedro de la vida de las personas gestantes. Aquellas que pueden pagarlo tienen garantizadas sus condiciones sanitarias adecuadas, quienes no, son condenadas a muerte. Esta situación pone de manifiesto que la cuestión de clase está marcadamente presente en la realidad de acceso al aborto.
Quienes nos atrevemos a sostener una posición pública dentro del seno de nuestra Iglesia, en favor de los derechos sexuales y reproductivos, como así también en cuestiones de género -que vale la pena aclarar no son dogmas de fe indiscutible sino que responden a la libertad de conciencia de cada persona, como emana del mismísimo Concilio Ecuménico Vaticano II-, somos sancionados con las peores penas. Así sucedió en la Arquidiócesis de Córdoba con el presbítero Nicolás Alessio cuando se atrevió a manifestarse públicamente en favor del matrimonio igualitario.
Mientras tanto, pedófilos como Julio Grassi o torturadores como Cristian Von Wernich no han sido sancionados, cuando no solo han cometido delitos sino que también han atentado contra la vida, integridad y dignidad de personas concretas, de niñas, niños, mujeres y varones.
Ya la primera encuesta sobre creencias y actitudes religiosas en la Argentina, realizada hace diez años, puso de manifiesto que una creciente mayoría de católicas y católicos estábamos en favor del derecho a decidir. Hoy somos muchos y muchas más quienes nos atrevemos a hacerlo públicamente.
En este sentido, en la mayoría de los colegios e institutos religiosos del país las alumnas y alumnos han sido intimados a firmar declaraciones en contra del aborto. Pero no solo se han negado, sino que además han redoblado la apuesta y se han manifestado a favor. Lo hicieron usando dentro de las aulas de los colegios el pañuelo verde, símbolo distintivo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito.
Esa acción puso de manifiesto su apoyo a la sanción del proyecto de ley sobre interrupción voluntaria del embarazo que hoy estamos debatiendo.
Lamentablemente, las autoridades escolares han amenazado con sanciones y expulsiones y han coartado la libertad de expresión de sus alumnos y alumnas, a quienes han acusado de asesinos.
Con varias organizaciones y grupos ecuménicos en los que participamos laicas, laicos, religiosas y sacerdotes católicos junto a pastoras, pastores, laicas y laicos de iglesias protestantes históricas, vamos a hacer pública una declaración religiosa en favor del derecho a decidir y de la despenalización del aborto.
Todas estas manifestaciones, sin lugar a dudas, ponen en evidencia que no hay una sola postura dentro de nuestra Iglesia. O mejor dicho, que lo que afirma la jerarquía no tiene nada que ver con lo que vivenciamos día a día un gran número de laicas y laicos católicos.
SR. PRESIDENTA POLLEDO Resta un minuto de su tiempo.
SR. HERRERO GARISTO Queremos hacer un llamado misericordioso a nuestros obispos y sacerdotes, que juzgan de manera liviana y superficial a las personas gestantes que han atravesado por la experiencia de realizarse un aborto clandestino o que reclaman la libertad de hacer uso de su derecho a decidir.
Les pedimos que tengan respeto por esas personas, creadas a imagen y semejanza de Dios, Padre y Madre nuestro, y que recuerden que hablan sobre situaciones respecto de las cuales no saben qué se experimenta, siente y padece, y nunca lo van a saber porque son las personas gestantes quienes se embarazan, paren y deciden.
Por último, queremos finalizar con una frase de San Agustín, doctor y padre de la Iglesia, que sintetiza perfectamente la posición que hoy compartimos con ustedes, señoras diputadas y señores diputados: "En lo necesario, unidad; en lo discutible, libertad, y en todo, caridad". Nunca más muertes por abortos clandestinos. Gracias. (Aplausos.)
Les pedimos que tengan respeto por esas personas, creadas a imagen y semejanza de Dios, Padre y Madre nuestro, y que recuerden que hablan sobre situaciones respecto de las cuales no saben qué se experimenta, siente y padece, y nunca lo van a saber porque son las personas gestantes quienes se embarazan, paren y deciden.
Por último, queremos finalizar con una frase de San Agustín, doctor y padre de la Iglesia, que sintetiza perfectamente la posición que hoy compartimos con ustedes, señoras diputadas y señores diputados: "En lo necesario, unidad; en lo discutible, libertad, y en todo, caridad". Nunca más muertes por abortos clandestinos. Gracias. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra María del Valle Aguilar, licenciada en Ciencias Políticas e integrante del Frente de Mujeres de La Cámpora.
SRA. AGUILAR Buenas tardes. Mi nombre es María del Valle Aguilar, soy licenciada en Ciencias Políticas, maestranda en Políticas Sociales y, además, integrante del Frente de Mujeres de La Cámpora. Además, he integrado y coordinado acciones y campañas en materia de salud sexual y reproductiva en organizaciones de la sociedad civil y en ámbitos estudiantiles y militantes.
Quiero hablar hoy desde mi experiencia en el trabajo territorial y social, y en particular defender el derecho de las mujeres a decidir libremente sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Quienes vinimos a exponer a favor de la ampliación de derechos para las mujeres y las personas gestantes, compartimos que el disfrute de nuestra sexualidad en libertad, sin violencia y sin riesgos es un derecho humano básico. Sin embargo, las prácticas machistas en nuestra sociedad hacen que ese derecho sea un privilegio de una minoría de mujeres, mientras que para la mayoría de nosotras, es una realidad lejana y la penalización del aborto es una de sus causas.
Todos los tratados internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres que nuestro país ha suscripto defienden este derecho. En este sentido, nuestras leyes han avanzado ampliando las políticas públicas para garantizarlo.
Sin embargo, hoy la clandestinidad del aborto encierra una aglomeración de situaciones de enorme desigualdad para las mujeres, en donde muchos de nuestros derechos son vulnerados. Para las mujeres, nuestra gran grieta es entre los derechos consagrados en la ley y nuestra realidad de todos los días.
En 2003 se creó el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, que inauguró un conjunto de leyes en materia de salud sexual y perspectiva de género, como la educación sexual integral, la anticoncepción quirúrgica, el parto respetado, la fertilización asistida y la ley para prevenir, erradicar y sancionar la violencia contra las mujeres.
Aunque a muchos les molesta reconocerlo, fue durante las gestiones de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner cuando más se avanzó en estos temas.
Han pasado quince años. En ese momento parecía un hecho revolucionario repartir preservativos, y un poco lo era, porque significó poner en cuestión la libre elección de la maternidad, que no es otra cosa que cuestionar el rol histórico de las mujeres como madres y, por lo tanto, cuestionar el patriarcado. Su implementación aun hoy es dispar en las distintas jurisdicciones. La compleja trama vinculada con la prestación de servicios públicos en salud esconde obstáculos para el acceso, que expresan prejuicios, estereotipos de género, convicciones ideológicas contrarias a nuestros derechos y gran desconocimiento de la legislación nacional.
Por otra parte, la objeción de conciencia también actúa como un obstáculo, a lo que debe agregarse la falta de información adecuada de los profesionales en temas de perspectivas de género y diversidad.
En la actualidad incluso experimentamos un retroceso en cuanto a la provisión de métodos anticonceptivos y sabemos que la discontinuidad de éstos es una causa de fracaso en la prevención del embarazo.
En 2006 se sancionó la Ley de Educación Sexual Integral. Lamentablemente, las falencias en la implementación del programa dejaron a miles de niños, niñas y adolescentes sin el acceso a derechos básicos respecto de su sexualidad, sin los cuales difícilmente se reviertan muchas de las situaciones más graves en materia de salud, abuso sexual y prevención de las violencias.
Entre quienes rechazan los proyectos en debate para la interrupción voluntaria del embarazo seguramente no encontraremos a nadie que con la misma insistencia haya bregado por la implementación de la educación sexual. Muy por el contrario, todos estos años la han atacado.
Cada provincia ha diseñado y ejecutado programas específicos para su implementación. Puedo hablar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires porque la conozco y he trabajado en la materia. En todos estos años no se ha implementado un programa como merecería una temática de tal importancia.
Su implementación fue aislada y despareja. En algunos casos mejores, por docentes comprometidos que se han formado dedicando tiempo y dinero que el sistema educativo no cubre ni reconoce. En otros casos fue impartida por ONG elegidas discrecionalmente que en algunos casos ni siquiera tenían trayectoria en la temática.
El impacto de la política se desconoce ya que tampoco se han desarrollado herramientas que permitan su evaluación. Existen algunos informes y encuestas realizadas por organizaciones de la sociedad civil que manifiestan que la mayoría de los jóvenes han recibido escasas horas de educación sexual en toda su formación y quienes lo han hecho fueron estrictamente ligados a aspectos biológicos, a la prevención de embarazos o enfermedades de transmisión sexual. Incluso, los y las docentes manifiestan no tener formación y sentirse desprovistos de herramientas para abordarlas.
Es un fenómeno destacable que en este escenario sean los propios adolescentes quienes hoy reclaman este derecho. Una generación que viene con nuevos cuestionamientos y plantea con compromiso ampliar los temas a nuevos contenidos vinculados con las relaciones de género, la diversidad sexual, los mandatos y estereotipos culturales, la discriminación, las libertades y también el derecho al aborto.
En base a este recorrido es que entiendo que el debate sobre la despenalización del aborto debe darse de manera integral, sin perder de vista que son necesarias políticas públicas en diferentes niveles para garantizar el acceso a todos nuestros derechos sexuales y reproductivos. En ese marco el acceso al aborto es parte constitutiva de ellos para garantizar nuestra libertad, nuestra autonomía y nuestra salud y es una deuda de la sociedad con las mujeres.
Hoy estamos ante una oportunidad histórica de consagrar un nuevo derecho. Quienes defendemos esta ley sabemos que necesitamos garantizar el efectivo acceso a la educación sexual integral y a la salud sexual y reproductiva para prevenir embarazos no deseados. Pero entendemos que solo con el efectivo derecho a interrumpir embarazos no deseados pondremos a las mujeres en un lugar de equidad.
Necesitamos aborto legal, seguro y gratuito para no someter a las mujeres al espanto de la clandestinidad.
Lo necesitamos para dejar atrás prácticas y discursos de sometimiento sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres.
Lo necesitamos para deconstruir los mandatos patriarcales que aún en el siglo XXI siguen operando para condenar a las mujeres a maternidades forzadas.
Lo necesitamos para reparar los abusos que el machismo sigue operando sobre nuestros cuerpos.
Lo necesitamos para que la penalización no acreciente la brecha de acceso para las mujeres de los sectores populares, porque bien sabemos que la clandestinidad discrimina por clase social y son las más pobres las que pagan con sus vidas.
Lo necesitamos para poner a las mujeres en igualdad de condiciones como ciudadanas plenas.
Y como entendemos que donde hay una necesidad hay un derecho, exigimos al Estado y a este Congreso Nacional la aprobación de esta ley. Que el aborto sea legal es igualdad, libertad y justicia social. Muchas gracias. (Aplausos.)
Quiero hablar hoy desde mi experiencia en el trabajo territorial y social, y en particular defender el derecho de las mujeres a decidir libremente sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Quienes vinimos a exponer a favor de la ampliación de derechos para las mujeres y las personas gestantes, compartimos que el disfrute de nuestra sexualidad en libertad, sin violencia y sin riesgos es un derecho humano básico. Sin embargo, las prácticas machistas en nuestra sociedad hacen que ese derecho sea un privilegio de una minoría de mujeres, mientras que para la mayoría de nosotras, es una realidad lejana y la penalización del aborto es una de sus causas.
Todos los tratados internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres que nuestro país ha suscripto defienden este derecho. En este sentido, nuestras leyes han avanzado ampliando las políticas públicas para garantizarlo.
Sin embargo, hoy la clandestinidad del aborto encierra una aglomeración de situaciones de enorme desigualdad para las mujeres, en donde muchos de nuestros derechos son vulnerados. Para las mujeres, nuestra gran grieta es entre los derechos consagrados en la ley y nuestra realidad de todos los días.
En 2003 se creó el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, que inauguró un conjunto de leyes en materia de salud sexual y perspectiva de género, como la educación sexual integral, la anticoncepción quirúrgica, el parto respetado, la fertilización asistida y la ley para prevenir, erradicar y sancionar la violencia contra las mujeres.
Aunque a muchos les molesta reconocerlo, fue durante las gestiones de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner cuando más se avanzó en estos temas.
Han pasado quince años. En ese momento parecía un hecho revolucionario repartir preservativos, y un poco lo era, porque significó poner en cuestión la libre elección de la maternidad, que no es otra cosa que cuestionar el rol histórico de las mujeres como madres y, por lo tanto, cuestionar el patriarcado. Su implementación aun hoy es dispar en las distintas jurisdicciones. La compleja trama vinculada con la prestación de servicios públicos en salud esconde obstáculos para el acceso, que expresan prejuicios, estereotipos de género, convicciones ideológicas contrarias a nuestros derechos y gran desconocimiento de la legislación nacional.
Por otra parte, la objeción de conciencia también actúa como un obstáculo, a lo que debe agregarse la falta de información adecuada de los profesionales en temas de perspectivas de género y diversidad.
En la actualidad incluso experimentamos un retroceso en cuanto a la provisión de métodos anticonceptivos y sabemos que la discontinuidad de éstos es una causa de fracaso en la prevención del embarazo.
En 2006 se sancionó la Ley de Educación Sexual Integral. Lamentablemente, las falencias en la implementación del programa dejaron a miles de niños, niñas y adolescentes sin el acceso a derechos básicos respecto de su sexualidad, sin los cuales difícilmente se reviertan muchas de las situaciones más graves en materia de salud, abuso sexual y prevención de las violencias.
Entre quienes rechazan los proyectos en debate para la interrupción voluntaria del embarazo seguramente no encontraremos a nadie que con la misma insistencia haya bregado por la implementación de la educación sexual. Muy por el contrario, todos estos años la han atacado.
Cada provincia ha diseñado y ejecutado programas específicos para su implementación. Puedo hablar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires porque la conozco y he trabajado en la materia. En todos estos años no se ha implementado un programa como merecería una temática de tal importancia.
Su implementación fue aislada y despareja. En algunos casos mejores, por docentes comprometidos que se han formado dedicando tiempo y dinero que el sistema educativo no cubre ni reconoce. En otros casos fue impartida por ONG elegidas discrecionalmente que en algunos casos ni siquiera tenían trayectoria en la temática.
El impacto de la política se desconoce ya que tampoco se han desarrollado herramientas que permitan su evaluación. Existen algunos informes y encuestas realizadas por organizaciones de la sociedad civil que manifiestan que la mayoría de los jóvenes han recibido escasas horas de educación sexual en toda su formación y quienes lo han hecho fueron estrictamente ligados a aspectos biológicos, a la prevención de embarazos o enfermedades de transmisión sexual. Incluso, los y las docentes manifiestan no tener formación y sentirse desprovistos de herramientas para abordarlas.
Es un fenómeno destacable que en este escenario sean los propios adolescentes quienes hoy reclaman este derecho. Una generación que viene con nuevos cuestionamientos y plantea con compromiso ampliar los temas a nuevos contenidos vinculados con las relaciones de género, la diversidad sexual, los mandatos y estereotipos culturales, la discriminación, las libertades y también el derecho al aborto.
En base a este recorrido es que entiendo que el debate sobre la despenalización del aborto debe darse de manera integral, sin perder de vista que son necesarias políticas públicas en diferentes niveles para garantizar el acceso a todos nuestros derechos sexuales y reproductivos. En ese marco el acceso al aborto es parte constitutiva de ellos para garantizar nuestra libertad, nuestra autonomía y nuestra salud y es una deuda de la sociedad con las mujeres.
Hoy estamos ante una oportunidad histórica de consagrar un nuevo derecho. Quienes defendemos esta ley sabemos que necesitamos garantizar el efectivo acceso a la educación sexual integral y a la salud sexual y reproductiva para prevenir embarazos no deseados. Pero entendemos que solo con el efectivo derecho a interrumpir embarazos no deseados pondremos a las mujeres en un lugar de equidad.
Necesitamos aborto legal, seguro y gratuito para no someter a las mujeres al espanto de la clandestinidad.
Lo necesitamos para dejar atrás prácticas y discursos de sometimiento sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres.
Lo necesitamos para deconstruir los mandatos patriarcales que aún en el siglo XXI siguen operando para condenar a las mujeres a maternidades forzadas.
Lo necesitamos para reparar los abusos que el machismo sigue operando sobre nuestros cuerpos.
Lo necesitamos para que la penalización no acreciente la brecha de acceso para las mujeres de los sectores populares, porque bien sabemos que la clandestinidad discrimina por clase social y son las más pobres las que pagan con sus vidas.
Lo necesitamos para poner a las mujeres en igualdad de condiciones como ciudadanas plenas.
Y como entendemos que donde hay una necesidad hay un derecho, exigimos al Estado y a este Congreso Nacional la aprobación de esta ley. Que el aborto sea legal es igualdad, libertad y justicia social. Muchas gracias. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tiene la palabra la señora Ingrid Beck, periodista.
SRA. BECK Buenas tardes. Muchas gracias por brindarnos este espacio en el marco de este debate histórico que estábamos esperando desde hace muchísimo tiempo.
Laura tiene dieciséis años y quedó embarazada porque falló el preservativo. Ni ella ni su novio están preparados para tener un hijo. Cuesta, pero conseguimos el teléfono de un médico que hace abortos. La acompaña al consultorio, el médico pone fecha para unos días más adelante, pero la intervención no va a ser en el consultorio sino en la casa del médico, en Tigre, ya que el consultorio está vigilado y, si llega la policía, podemos ir todos presos.
Para llegar a la casa del médico hay que tomarse una lancha que cruza el río Capitán.
Las condiciones de asepsia de la casa son bastante dudosas: las paredes tienen manchas de humedad, la sábana que forra la camilla está sucia y en el baño hay algodones con sangre.
La espera en el muelle para volver se hace eterna. Laura no se siente bien, está aturdida. Laura sobrevive, por suerte.
La historia de Mariela es distinta: ella quiere tener un hijo, está preparada para ser mamá, es un deseo muy fuerte compartido con su marido, cursa su embarazo con alegría, está en la semana dieciocho.
Suena el teléfono -mi teléfono- y es Mariela, mi ex compañerita del jardín de infantes, que llora desesperada del otro lado: "Se va a morir, cuando nazca se va a morir". Recibió el diagnóstico: síndrome de Meckel, una enfermedad autosómica recesiva, no va a sobrevivir fuera del útero.
Para Mariela es una obviedad que su obstetra va a interrumpir el embarazo. En su cabeza no cabe la posibilidad de seguir hasta la semana treinta y siete y ver crecer la panza con la certeza de que no va a tener un hijo.
Aunque todos le pregunten si va a ser nena o varón, o cómo se va a llamar, esa realidad no va a cambiar. La respuesta de su obstetra o u genetista es la misma: no se puede interrumpir el embarazo. Pero, bueno, en algunos casos se muere antes de la semana treinta y siete y ahí sí se puede hacer la intervención.
Mariela está desesperada porque sabe que no va a tener un bebé y desesperada porque la condenan a seguir con ese embarazo inviable. Esgrime el Código Penal, el riesgo psíquico para la salud de la madre, pero choca siempre con las mismas paredes.
Otra vez, lo que la salva de la locura es la Red de Mujeres Solidarias: un dato de un médico que puede ayudarla. Ingresa a una clínica privada con un diagnóstico falso y tiene un parto inducido en una habitación y sin anestesista, porque la clínica es legal pero el procedimiento es clandestino y por eso no puede usar la sala de partos. Mariela sobrevive, por suerte.
Sandra está embarazada por segunda vez. Tiene un hijo de dos años y está muy ilusionada con este segundo embarazo. Resuelve hacerse el estudio genético porque tiene más de treinta años. El resultado es malísimo: el feto tiene una alteración genética que se llama trisomía 17, síndrome de Edwards. Igual que en el caso de Mariela, si el embarazo llega a término no va a sobrevivir más que unas horas fuera de la panza.
Desesperación, así describe Sandra la sensación. Está en la semana trece y su decisión es clara: abortar antes de que el feto se siga desarrollando. El obstetra supone que su creencia está por encima de los derechos de esa mujer desesperada y le recomienda continuar con el embarazo. "¿Qué castigo me están imponiendo?", se pregunta Sandra.
Finalmente, le recomiendan un médico que atiende en varias clínicas privadas y en algunos hospitales públicos. El consultorio es muy moderno y tiene tecnología de última generación. En la ecografía le detecta a Sandra un fibroma y les explica a ella y al marido que si él no la interviene él, si él no le hace la intervención, probablemente ella se va a morir. Todo esto lo haría a cambio de unos miles de dólares. Sandra no tiene miles de dólares y tampoco quiere abortar con ese médico.
Empieza un derrotero por distintos consultorios, todos dudosos, todos clandestinos. Pasan los días y su desesperación crece. Si se lo quiere hacer en uno de los pocos hospitales públicos que realizan interrupciones del embarazo, necesita una presentación judicial y no tiene tiempo. Vuelve al primer casillero, al genetista.
El último estudio revela que el ritmo cardíaco del feto se detuvo. Sandra piensa entonces que ahora sí podrá abortar con las condiciones mínimas de salud garantizadas.
Le recetan Misoprostol. Tiene que tomar las pastillas en su casa y recién cuando empiece el sangrado, ir al sanatorio.
Obedece, empieza el sangrado en su casa, es hora de ir al sanatorio. Llega a la guardia con una hemorragia imparable, perdió muchísima sangre, la internan, le dan anestesia, esa pesadilla termina. Sandra casi se muere. Sobrevive, por suerte.
Lucrecia está separada y tiene una hija. Hace un año quedó embarazada de una relación casual porque otra vez el método anticonceptivo falló. Su ginecóloga no tiene miedo: le receta Misoprostol, por el que paga alrededor de 3 mil pesos. Todo transcurre según lo previsto y Lucrecia va a la clínica privada para el control posterior.
La encargada de realizarle la ecografía, mientras le hace el estudio, le pregunta por qué está ahí. Y Lucrecia miente. Le dice: "un aborto espontáneo". La ecografista le contesta: "Últimamente vienen muchas como vos acá, por abortos espontáneos". Lucrecia se siente sospechosa y lo único que quiere hacer es salir de ahí rápido. Lucrecia tuvo suerte.
Los casos que acabo de contar son todos distintos, pero tienen varias cosas en común: son historias reales, de mujeres que no pertenecen a sectores vulnerables, que pudieron elegir y que sobrevivieron porque tuvieron suerte. Son las experiencias de cuatro amigas cercanas que representan las de miles de mujeres sometidas a estas situaciones.
La práctica clandestina nos afecta a todas. Quienes pertenecen a los sectores más vulnerables corren muchos más riesgos, pero quienes tenemos más recursos económicos también estamos condenadas a la clandestinidad y el peligro.
Laura, Mariela, Sandra y Lucrecia tienen otra cosa en común: todas son mamás de hijas adolescentes y ninguna -ni Sandra, ni Laura, ni Mariela, ni Lucrecia- quiere que su hija pase por una experiencia similar a la que ellas debieron atravesar. Las cuatro son las mamás de esas pibas que todos los martes ponen el cuerpo acá, en la avenida Rivadavia -seguramente ustedes las ven cuando vienen a trabajar-, las que fabrican artesanalmente los pañuelos de la campaña por el aborto legal, las que están haciendo cambiar de opinión a muchos adultos -porque a veces es muy bueno cambiar de opinión-, las que están llevando adelante esta batalla por la ampliación de derechos, las que les están pidiendo a ustedes -legisladoras y legisladores- que voten por el aborto legal, seguro y gratuito.
Muchas de ellas votarán el año que viene por primera vez. Escúchenlas. Sus argumentos son mucho mejores que los míos. Tenemos muchísimo para aprender de ellas. No quieren tener suerte, quieren tener derecho. Muchas gracias. (Aplausos.)
Laura tiene dieciséis años y quedó embarazada porque falló el preservativo. Ni ella ni su novio están preparados para tener un hijo. Cuesta, pero conseguimos el teléfono de un médico que hace abortos. La acompaña al consultorio, el médico pone fecha para unos días más adelante, pero la intervención no va a ser en el consultorio sino en la casa del médico, en Tigre, ya que el consultorio está vigilado y, si llega la policía, podemos ir todos presos.
Para llegar a la casa del médico hay que tomarse una lancha que cruza el río Capitán.
Las condiciones de asepsia de la casa son bastante dudosas: las paredes tienen manchas de humedad, la sábana que forra la camilla está sucia y en el baño hay algodones con sangre.
La espera en el muelle para volver se hace eterna. Laura no se siente bien, está aturdida. Laura sobrevive, por suerte.
La historia de Mariela es distinta: ella quiere tener un hijo, está preparada para ser mamá, es un deseo muy fuerte compartido con su marido, cursa su embarazo con alegría, está en la semana dieciocho.
Suena el teléfono -mi teléfono- y es Mariela, mi ex compañerita del jardín de infantes, que llora desesperada del otro lado: "Se va a morir, cuando nazca se va a morir". Recibió el diagnóstico: síndrome de Meckel, una enfermedad autosómica recesiva, no va a sobrevivir fuera del útero.
Para Mariela es una obviedad que su obstetra va a interrumpir el embarazo. En su cabeza no cabe la posibilidad de seguir hasta la semana treinta y siete y ver crecer la panza con la certeza de que no va a tener un hijo.
Aunque todos le pregunten si va a ser nena o varón, o cómo se va a llamar, esa realidad no va a cambiar. La respuesta de su obstetra o u genetista es la misma: no se puede interrumpir el embarazo. Pero, bueno, en algunos casos se muere antes de la semana treinta y siete y ahí sí se puede hacer la intervención.
Mariela está desesperada porque sabe que no va a tener un bebé y desesperada porque la condenan a seguir con ese embarazo inviable. Esgrime el Código Penal, el riesgo psíquico para la salud de la madre, pero choca siempre con las mismas paredes.
Otra vez, lo que la salva de la locura es la Red de Mujeres Solidarias: un dato de un médico que puede ayudarla. Ingresa a una clínica privada con un diagnóstico falso y tiene un parto inducido en una habitación y sin anestesista, porque la clínica es legal pero el procedimiento es clandestino y por eso no puede usar la sala de partos. Mariela sobrevive, por suerte.
Sandra está embarazada por segunda vez. Tiene un hijo de dos años y está muy ilusionada con este segundo embarazo. Resuelve hacerse el estudio genético porque tiene más de treinta años. El resultado es malísimo: el feto tiene una alteración genética que se llama trisomía 17, síndrome de Edwards. Igual que en el caso de Mariela, si el embarazo llega a término no va a sobrevivir más que unas horas fuera de la panza.
Desesperación, así describe Sandra la sensación. Está en la semana trece y su decisión es clara: abortar antes de que el feto se siga desarrollando. El obstetra supone que su creencia está por encima de los derechos de esa mujer desesperada y le recomienda continuar con el embarazo. "¿Qué castigo me están imponiendo?", se pregunta Sandra.
Finalmente, le recomiendan un médico que atiende en varias clínicas privadas y en algunos hospitales públicos. El consultorio es muy moderno y tiene tecnología de última generación. En la ecografía le detecta a Sandra un fibroma y les explica a ella y al marido que si él no la interviene él, si él no le hace la intervención, probablemente ella se va a morir. Todo esto lo haría a cambio de unos miles de dólares. Sandra no tiene miles de dólares y tampoco quiere abortar con ese médico.
Empieza un derrotero por distintos consultorios, todos dudosos, todos clandestinos. Pasan los días y su desesperación crece. Si se lo quiere hacer en uno de los pocos hospitales públicos que realizan interrupciones del embarazo, necesita una presentación judicial y no tiene tiempo. Vuelve al primer casillero, al genetista.
El último estudio revela que el ritmo cardíaco del feto se detuvo. Sandra piensa entonces que ahora sí podrá abortar con las condiciones mínimas de salud garantizadas.
Le recetan Misoprostol. Tiene que tomar las pastillas en su casa y recién cuando empiece el sangrado, ir al sanatorio.
Obedece, empieza el sangrado en su casa, es hora de ir al sanatorio. Llega a la guardia con una hemorragia imparable, perdió muchísima sangre, la internan, le dan anestesia, esa pesadilla termina. Sandra casi se muere. Sobrevive, por suerte.
Lucrecia está separada y tiene una hija. Hace un año quedó embarazada de una relación casual porque otra vez el método anticonceptivo falló. Su ginecóloga no tiene miedo: le receta Misoprostol, por el que paga alrededor de 3 mil pesos. Todo transcurre según lo previsto y Lucrecia va a la clínica privada para el control posterior.
La encargada de realizarle la ecografía, mientras le hace el estudio, le pregunta por qué está ahí. Y Lucrecia miente. Le dice: "un aborto espontáneo". La ecografista le contesta: "Últimamente vienen muchas como vos acá, por abortos espontáneos". Lucrecia se siente sospechosa y lo único que quiere hacer es salir de ahí rápido. Lucrecia tuvo suerte.
Los casos que acabo de contar son todos distintos, pero tienen varias cosas en común: son historias reales, de mujeres que no pertenecen a sectores vulnerables, que pudieron elegir y que sobrevivieron porque tuvieron suerte. Son las experiencias de cuatro amigas cercanas que representan las de miles de mujeres sometidas a estas situaciones.
La práctica clandestina nos afecta a todas. Quienes pertenecen a los sectores más vulnerables corren muchos más riesgos, pero quienes tenemos más recursos económicos también estamos condenadas a la clandestinidad y el peligro.
Laura, Mariela, Sandra y Lucrecia tienen otra cosa en común: todas son mamás de hijas adolescentes y ninguna -ni Sandra, ni Laura, ni Mariela, ni Lucrecia- quiere que su hija pase por una experiencia similar a la que ellas debieron atravesar. Las cuatro son las mamás de esas pibas que todos los martes ponen el cuerpo acá, en la avenida Rivadavia -seguramente ustedes las ven cuando vienen a trabajar-, las que fabrican artesanalmente los pañuelos de la campaña por el aborto legal, las que están haciendo cambiar de opinión a muchos adultos -porque a veces es muy bueno cambiar de opinión-, las que están llevando adelante esta batalla por la ampliación de derechos, las que les están pidiendo a ustedes -legisladoras y legisladores- que voten por el aborto legal, seguro y gratuito.
Muchas de ellas votarán el año que viene por primera vez. Escúchenlas. Sus argumentos son mucho mejores que los míos. Tenemos muchísimo para aprender de ellas. No quieren tener suerte, quieren tener derecho. Muchas gracias. (Aplausos.)
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Muchísimas gracias a todos los expositores. Fue otra tarde realmente interesante.
Pasamos ahora a las preguntas. Tengo una pregunta de la diputada Schmidt Liermann para la doctora Ségolène du Closel. La pregunta es la siguiente: "En 2017 usted habló en defensa de la libertad de pensamiento. ¿Hoy existen palabras en contra del aborto de parte de políticos de su país?"
Pasamos ahora a las preguntas. Tengo una pregunta de la diputada Schmidt Liermann para la doctora Ségolène du Closel. La pregunta es la siguiente: "En 2017 usted habló en defensa de la libertad de pensamiento. ¿Hoy existen palabras en contra del aborto de parte de políticos de su país?"
SRA. DU CLOSEL Sí. Una palabra interesante viene de una política socialista, Ségolène Royal, ex ministra de Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía de Francia. Ella está a favor del aborto, pero reaccionó fuertemente cuando apareció la cifra del aumento de los abortos en menores de edad. Fue como un disparo. Entonces, ella entonces se manifestó de la siguiente manera: "El desamparo y el drama humano que representa el aborto en chicas jóvenes merecen una acción valiente. Es una cuestión de salud pública y de justicia social".
Ese sería un ejemplo emblemático.
Ese sería un ejemplo emblemático.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tengo otra pregunta para usted, de parte de la diputada Alicia Fregonese. La pregunta es la siguiente: "Usted pasa mucho tiempo en los barrios carenciados del Gran Buenos Aires. ¿Qué está viendo ahí sobre las condiciones en las cuales se realizan los abortos ilegales?"
SRA. DU CLOSEL Paso tiempo en esos barrios por mi profesión: soy doctora en Ciencias Sociales.
Según mi experiencia, algunas mujeres que se plantean abortar y otras que lo hacen muchas veces por presión del marido o de la madre, acuden al hospital. Luego, algunas se dan vuelta y consideran que el aborto no es para ellas y otras abortan con una cirugía. Esa es la experiencia que viví.
Según mi experiencia, algunas mujeres que se plantean abortar y otras que lo hacen muchas veces por presión del marido o de la madre, acuden al hospital. Luego, algunas se dan vuelta y consideran que el aborto no es para ellas y otras abortan con una cirugía. Esa es la experiencia que viví.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Muchas gracias.
Las siguientes preguntas, de la diputada Banfi, son para Héctor Rocha. La primera es la siguiente: "¿Usted considera que una mujer y el médico deben ir presos si se realiza un aborto?"
La segunda es la siguiente: "¿Usted cree que deben ir presos el médico y la mujer embarazada producto de una violación?"
Las siguientes preguntas, de la diputada Banfi, son para Héctor Rocha. La primera es la siguiente: "¿Usted considera que una mujer y el médico deben ir presos si se realiza un aborto?"
La segunda es la siguiente: "¿Usted cree que deben ir presos el médico y la mujer embarazada producto de una violación?"
SR. ROCHA Gracias por la pregunta.
Ante todo, debemos tener en cuenta que la mujer lo hace bajo presión. Considero que si se crean las condiciones necesarias para salvarla, si la mujer tiene la intención de abortar pero no tiene la libertad de hacerlo, no puede ir presa. Un acto moral tiene que tener inteligencia y conocimiento y debe haber libertad para actuar. En ese caso no hay libertades. Por lo tanto, no tendría que ir presa.
Tengo entendido que gran parte de las decisiones de abortar surgen por presiones, y la mujer no tiene libertad de decisión en esos casos. Por lo tanto, no es punible. Incluso en el caso en el que la mujer decida abortar, el que aborta es el médico.
Creo que hay que considerar la situación que atraviesa la mujer y acompañarla.
Lo que sabemos en el caso de los Estados Unidos es que cuando a las mujeres se les muestran las ecografías y ven qué es lo que está pasando en su seno, muchas cambian de opinión. Por lo tanto, en ese caso creo que se debe considerar a la mujer en su totalidad y no tendría que ir presa, sino que debería evaluarse un aspecto más amplio de la situación.
El que sí tendría que ir preso -y la ley debería contemplar esto- es aquel que quiere lucrar con el aborto. Esto es como en las cesáreas: o se realiza un parto natural o una cesárea, y ahí en muchos casos se da una mala praxis. No soy médico, pero hay una normativa que lo legisla. Por ende, creo que en ese caso el aborto debería ser punible para el médico y no para la mujer.
Un último dato que quiero dar es que hay 43 muertes por abortos, que son 31 si no consideramos los espontáneos. Cada muerte vale, pero son 31 mujeres las que mueren en la Argentina por este problema. Por eso se está armando este gran debate.
Mejoremos las condiciones sanitarias, acompañemos a las mujeres psicológicamente y, si deciden abortar, no las mandemos presas. Pero debemos tener en cuenta que son 31 mujeres.
Ante todo, debemos tener en cuenta que la mujer lo hace bajo presión. Considero que si se crean las condiciones necesarias para salvarla, si la mujer tiene la intención de abortar pero no tiene la libertad de hacerlo, no puede ir presa. Un acto moral tiene que tener inteligencia y conocimiento y debe haber libertad para actuar. En ese caso no hay libertades. Por lo tanto, no tendría que ir presa.
Tengo entendido que gran parte de las decisiones de abortar surgen por presiones, y la mujer no tiene libertad de decisión en esos casos. Por lo tanto, no es punible. Incluso en el caso en el que la mujer decida abortar, el que aborta es el médico.
Creo que hay que considerar la situación que atraviesa la mujer y acompañarla.
Lo que sabemos en el caso de los Estados Unidos es que cuando a las mujeres se les muestran las ecografías y ven qué es lo que está pasando en su seno, muchas cambian de opinión. Por lo tanto, en ese caso creo que se debe considerar a la mujer en su totalidad y no tendría que ir presa, sino que debería evaluarse un aspecto más amplio de la situación.
El que sí tendría que ir preso -y la ley debería contemplar esto- es aquel que quiere lucrar con el aborto. Esto es como en las cesáreas: o se realiza un parto natural o una cesárea, y ahí en muchos casos se da una mala praxis. No soy médico, pero hay una normativa que lo legisla. Por ende, creo que en ese caso el aborto debería ser punible para el médico y no para la mujer.
Un último dato que quiero dar es que hay 43 muertes por abortos, que son 31 si no consideramos los espontáneos. Cada muerte vale, pero son 31 mujeres las que mueren en la Argentina por este problema. Por eso se está armando este gran debate.
Mejoremos las condiciones sanitarias, acompañemos a las mujeres psicológicamente y, si deciden abortar, no las mandemos presas. Pero debemos tener en cuenta que son 31 mujeres.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO La siguiente pregunta es de la diputada Natalia González y está dirigida a Laura Vilches: "Usted expuso que la falta de educación sexual y de aborto legal golpea sobre los sectores populares. ¿Podría usted desarrollar este concepto?"
SRA. VILCHES Realmente creo que es así. Hay una situación en la que incluso, como mencionaba en mi intervención, las familias de los sectores populares y las trabajadoras terminan recurriendo a las escuelas privadas de carácter confesional porque son más económicas. Eso impacta en el derecho a la educación sexual y, a su vez, en las condiciones de vida que tienen que ver con la maternidad no elegida.
En Córdoba la situación de las mujeres de estos sectores populares es realmente crítica. Se calcula que hay 34.162 mujeres que en Córdoba están bajo la categoría "ni-ni", es decir, que no estudian ni trabajan. La mitad de esas mujeres son madres, y esto llevó al abandono de la escuela.
Entonces, cuando decimos que el aborto tiene que ser legal, seguro y gratuito y estar acompañado de una educación sexual integral es porque la maternidad tiene que ser un derecho y no una obligación. Es realmente perverso que el propio Estado, que no brinda educación sexual, a su vez luego no contenga en las instituciones escolares. La Ley de Educación Sexual Integral sostiene que las estudiantes tienen derecho a estar escolarizadas, pero cualquiera puede dar cuenta de que en las escuelas no hay jardines maternales gratuitos provistos por el Estado, por lo que las mujeres terminan sin tener otra opción: o abandonan la escuela o llevan adelante un aborto en condiciones clandestinas y pagan con su vida.
En Córdoba la situación de las mujeres de estos sectores populares es realmente crítica. Se calcula que hay 34.162 mujeres que en Córdoba están bajo la categoría "ni-ni", es decir, que no estudian ni trabajan. La mitad de esas mujeres son madres, y esto llevó al abandono de la escuela.
Entonces, cuando decimos que el aborto tiene que ser legal, seguro y gratuito y estar acompañado de una educación sexual integral es porque la maternidad tiene que ser un derecho y no una obligación. Es realmente perverso que el propio Estado, que no brinda educación sexual, a su vez luego no contenga en las instituciones escolares. La Ley de Educación Sexual Integral sostiene que las estudiantes tienen derecho a estar escolarizadas, pero cualquiera puede dar cuenta de que en las escuelas no hay jardines maternales gratuitos provistos por el Estado, por lo que las mujeres terminan sin tener otra opción: o abandonan la escuela o llevan adelante un aborto en condiciones clandestinas y pagan con su vida.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tengo una pregunta de la diputada Teresita de Villavicencio para Gabriel Maino: "Usted asegura que, de legalizarse el aborto, se presionará a las mujeres a abortar. Hoy en día, ¿no se presiona a las mujeres a seguir con el embarazo aunque no sea su decisión? ¿Cree que si una mujer embarazada desea seguir adelante con el embarazo se la va a obligar a abortar?"
SR. MAINO Creo que hoy en día a las mujeres en algunos casos se las presiona para abortar ilegalmente y, en otros, para seguir con el embarazo. El asunto no es lo que hacen los ciudadanos individualmente, sino lo que va a hacer el Estado con eso.
Creo que el Estado lo que debe hacer es apoyar a la mujer para no sumar un trauma a otro trauma y no seguir siendo presionada.
Creo que el Estado lo que debe hacer es apoyar a la mujer para no sumar un trauma a otro trauma y no seguir siendo presionada.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Muchas gracias.
Tengo una pregunta de la diputada Marcela Campagnoli, otra vez para la doctora Ségolène du Closel. La pregunta es la siguiente: "Usted habló de la reacción de los jóvenes ante el aborto después de cuarenta años de experiencia en Francia. ¿Nos puede decir algo más respecto de esto?"
Tengo una pregunta de la diputada Marcela Campagnoli, otra vez para la doctora Ségolène du Closel. La pregunta es la siguiente: "Usted habló de la reacción de los jóvenes ante el aborto después de cuarenta años de experiencia en Francia. ¿Nos puede decir algo más respecto de esto?"
SRA. DU CLOSEL Si, gracias por la pregunta.
Llama la atención, primero, porque es la primera vez que los jóvenes en Francia se organizan para hablar de este tema concreto del aborto. En la Sociología nos interesan mucho esos movimientos nuevos que surgen.
Describieron desde su punto de vista -no desde el de psiquiatras o psicólogos, sino desde el de los jóvenes- lo que se llamó el síndrome del sobreviviente. Lo describieron en siete síntomas que sienten en su generación: culpabilidad por existir, angustia por existir, afectividad ansiosa, desconfianza en los demás, falta de autoestima, culpabilidad ontológica y conflicto interno. Cuando nos relatan que sus padres abortaron, expresan el conflicto interno de desear conocer la verdad o de no conocerla y taparla. La originalidad viene de ellos y la expresan en todo lo que tiene que ver con el aborto.
Llama la atención, primero, porque es la primera vez que los jóvenes en Francia se organizan para hablar de este tema concreto del aborto. En la Sociología nos interesan mucho esos movimientos nuevos que surgen.
Describieron desde su punto de vista -no desde el de psiquiatras o psicólogos, sino desde el de los jóvenes- lo que se llamó el síndrome del sobreviviente. Lo describieron en siete síntomas que sienten en su generación: culpabilidad por existir, angustia por existir, afectividad ansiosa, desconfianza en los demás, falta de autoestima, culpabilidad ontológica y conflicto interno. Cuando nos relatan que sus padres abortaron, expresan el conflicto interno de desear conocer la verdad o de no conocerla y taparla. La originalidad viene de ellos y la expresan en todo lo que tiene que ver con el aborto.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tengo otra pregunta para usted, en este caso, de la señora diputada Derna: "¿Se toma en cuenta a los hombres en el proceso de aborto en Francia?".
SRA. DU CLOSEL Sí. Se trata de un fenómeno nuevo. La ley de 1975 habla solo de las mujeres y todas las leyes siguientes también. Desde el punto de vista de la ley, en Francia, el hombre, el varón, siempre queda afuera.
Sin embargo, desde el punto de vista sociológico, se observa que cada vez más los hombres piden la palabra para expresarse sobre este tema porque detrás de cada embarazo hay un hombre. Entonces, ellos también comienzan a expresar su sufrimiento.
En ese sentido, me remito a Internet. En Google hay muchos testimonios de varones que se arrepienten de haber empujado a su compañera a abortar o que dicen sentirse desposeídos de la decisión del aborto, del fruto de ese embarazo concreto y de su paternidad.
Sin embargo, desde el punto de vista sociológico, se observa que cada vez más los hombres piden la palabra para expresarse sobre este tema porque detrás de cada embarazo hay un hombre. Entonces, ellos también comienzan a expresar su sufrimiento.
En ese sentido, me remito a Internet. En Google hay muchos testimonios de varones que se arrepienten de haber empujado a su compañera a abortar o que dicen sentirse desposeídos de la decisión del aborto, del fruto de ese embarazo concreto y de su paternidad.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Tengo una última pregunta también para usted, doctora Ségolène Du Closel, en este caso de la diputada Marcela Campagnoli: "Usted dice que el aborto deja huellas. ¿Cuáles son esas huellas para usted?"
SRA. DU CLOSEL Me parece que quizás se refiere al aborto legal porque ya me referí a las huellas del aborto.
Acá se ve como una paradoja. Efectivamente, parece que una vez legalizado el aborto ya no dejaría huellas psicológicas. Sin embargo, en la sociedad francesa observamos que ocurre justamente lo inverso: muchas mujeres sufren por el aborto y, porque es legal, ellas mismas se prohíben hablar y compartir ese sufrimiento.
En la sociedad francesa se ve una paradoja muy interesante. Un sondeo de 2011 del Instituto Francés de la Opinión Pública (INFOP), que es el instituto público que más sondeos hace -incluso para el gobierno- dice que sobre mil mujeres francesas el 85 por ciento están a favor del aborto. Sin embargo, el 83 por ciento de ellas piensan que el aborto deja huellas psicológicas difíciles de vivir para las mujeres, mientras que el 60 por ciento opina que la sociedad debería ayudar a las mujeres a evitar el aborto.
En este sentido, se puede hablar de huellas psicológicas difíciles de vivir, incluso en una situación de aborto legal como sucede en mi país, en el que desde 2014 es un derecho fundamental.
Acá se ve como una paradoja. Efectivamente, parece que una vez legalizado el aborto ya no dejaría huellas psicológicas. Sin embargo, en la sociedad francesa observamos que ocurre justamente lo inverso: muchas mujeres sufren por el aborto y, porque es legal, ellas mismas se prohíben hablar y compartir ese sufrimiento.
En la sociedad francesa se ve una paradoja muy interesante. Un sondeo de 2011 del Instituto Francés de la Opinión Pública (INFOP), que es el instituto público que más sondeos hace -incluso para el gobierno- dice que sobre mil mujeres francesas el 85 por ciento están a favor del aborto. Sin embargo, el 83 por ciento de ellas piensan que el aborto deja huellas psicológicas difíciles de vivir para las mujeres, mientras que el 60 por ciento opina que la sociedad debería ayudar a las mujeres a evitar el aborto.
En este sentido, se puede hablar de huellas psicológicas difíciles de vivir, incluso en una situación de aborto legal como sucede en mi país, en el que desde 2014 es un derecho fundamental.
SRA. PRESIDENTA POLLEDO Muchísimas gracias.
Quiero agradecer especialmente a todos ustedes por esta fantástica tarde que hemos tenido.
Muchas gracias, señoras diputadas y señores diputados. Nos reencontramos el martes próximo.
Queda levantada la reunión.
Quiero agradecer especialmente a todos ustedes por esta fantástica tarde que hemos tenido.
Muchas gracias, señoras diputadas y señores diputados. Nos reencontramos el martes próximo.
Queda levantada la reunión.
- Es la hora 18 y 9.