Su profunda preocupación por el desfinanciamiento de los organismos vinculados al desarrollo del plan nuclear argentino, tendiente a diversificar la matriz energética y garantizar la soberanía nacional en materia energética.

Señor presidente:

Desde su concepción, la industria nuclear estuvo orientada hacia el desarrollo de tecnología considerada estratégica y la construcción de una doble articulación con la industria local, ofreciendo competencias para la resolución de algunos de sus problemas tecnológicos e incentivando su participación en la red de proveedores de los proyectos nucleares.

El desarrollo del sector nuclear, tuvo como epicentro institucional a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), creada en 1950 con la misión de desarrollar y controlar el uso de la energía nuclear con fines pacíficos en el país.

La CNEA mantuvo su vigencia hasta comienzos de los años noventa, donde al igual que en el resto de las reparticiones públicas, la consigna de achicamiento del Estado significó en el área nuclear una traumática restructuración. Al tiempo que la planta de agua pesada de Arroyito (Río Negro) fue inaugurada en 1993, las obras de Atucha II (Buenos Aires) y la ampliación de Pilcaniyeu (Río Negro) finalmente se paralizaron, dejando a más de 3.000 trabajadores sin empleo; solo por mencionar un claro ejemplo del proceso de reforma estructural.

Luego de la crisis de 2001, del derrumbamiento de la matriz neoliberal y del inicio de una política económica que intenta recuperar áreas estratégicas desde el Estado y devolver un papel dinámico primario a la industria nacional, en agosto de 2006, en un contexto de fuerte crecimiento económico, el gobierno argentino anunció la reactivación del sector nuclear.

Esta decisión política, supuso avanzar en el camino hacia la profundización del dominio y control sobre el ciclo completo del combustible nuclear y el desarrollo de reactores nucleares de potencia. En este sentido, Atucha II constituyó uno de los desafíos más importantes para dar inicio a esta nueva etapa, particularmente por la necesidad de formación de recursos humanos de diferentes calificaciones y por la reactivación industrial de las cadenas de valor de la CNEA y de NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina S.A.).

Por su parte, los proyectos Embalse, CAREM – 25 y fundamentalmente Atucha III fueron pensados para consolidar el plan de expansión de la nucleoelectricidad, tendiente a disminuir significativamente la dependencia histórica que el aparato productivo nacional tiene respecto a los hidrocarburos, gas natural y combustibles líquidos derivados del petróleo, para que estos recursos puedan ser aprovechados en mayor medida en la satisfacción de otros sectores (calefacción, cocción, industria, agro, transporte); producto de la diversificación sustancial de la matriz de suministro eléctrico. Estos hitos, fueron plasmados en la Ley 26.566 (Declárase de interés nacional las actividades que permitan concretar la extensión de la vida de la Central Nuclear Embalse).

Es por ello Sr. Presidente, que este cuerpo manifiesta su más enérgico repudio a la falta de financiamiento para continuar en el desarrollo del plan nuclear argentino tendiente a garantizar la independencia tecnológica para la generación energética, utilizando de manera racional los bienes naturales y cuidando el medio ambiente; y por la consecuente pérdida de miles de puesto de trabajos vinculados al sector.