Expresar su más enérgico repudio a la resolución del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de habilitar una línea telefónica de 0800 para que se denuncie cualquier actividad política en colegios.

Señor presidente:

El proyecto que se propone busca repudiar una resolución del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que nos tiene que llenar de preocupación como institución política de la democracia que somos y que nos remite peligrosamente a épocas pasadas y nefastas de la historia argentina.

Estamos refiriéndonos a la resolución del Gobierno porteño por la cual se habilitó una línea telefónica gratuita del tipo 0800 para que sea denunciada cualquier actividad política que se desarrolle dentro de los colegios. Esta resolución está íntimamente vinculada con ciertas notas periodísticas en donde se critica el desarrollo de actividades políticas llevadas adelante por la organización La Cámpora dentro de establecimientos educativos.

En primer lugar, la resolución repudiada demuestra el total rechazo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a toda participación política de la ciudadanía. Cabe aclarar que la resolución no alude, lógicamente, a La Cámpora sino a "cualquier actividad política", sea de la agrupación que fuere. Es decir, que lo que no quiere el Gobierno de la Ciudad es que nuestros jóvenes estudiantes sean "contaminados" por la política.

Una de las acepciones de la palabra "política" según la Real Academia Española es la "actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo". Se trata de la participación del ciudadano en la cosa pública, en las cuestiones que tienen que ver con su vida, con la defensa de sus derechos, etc.

Lo que busca quien cercena la actividad política es que la ciudadanía no se involucre, que no pida por sus derechos, que no controle la administración de lo público ni que asuma el compromiso de gestionar lo público. Es ni más ni menos que el discurso de la "antipolítica" que se propaga desde ciertos sectores sociales, como los que representa el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que brega porque los estudiantes no reclamen la subejecución del presupuesto educativo en la Ciudad, la caída de los techos en las escuelas, el salario digno de los docentes, etc. Como así tampoco quiere que los presos hagan valer su derecho a la reinserción social.

La exigencia de derechos que hace a la formación ciudadana y democrática requiere de manera indispensable de la participación política y generar e incentivar esa cultura de participación política, sobre todo entre nuestros jóvenes, debe ser un objetivo indispensable de cualquier estado democrático, sobre todo teniendo en cuenta el pasado reciente de la Argentina, en donde esa participación política fue suprimida por vía del terrorismo de estado.

Resulta evidente el paralelismo ideológico entre un gobierno que llama a denunciar la actividad política en colegios como algo malo, y la persecución asesina del Estado terrorista de los '70 que, en otro contexto histórico, también buscó reprimir la actividad política en la sociedad y muy especialmente entre los jóvenes, a quienes consideraba "subversivos" por el sólo hecho de militar en política. El mundo -y la sociedad argentina- no aceptaría hoy la tortura y desaparición de jóvenes estudiantes militantes políticos. Pero es evidente que el sesgo ideológico de quien abre un teléfono de denuncia de la actividad política en escuelas está inspirado en aquellas mismas ideas contra los "subversivos", adaptadas al Siglo XXI.

La participación política de nuestros jóvenes no sólo no perjudica la educación formal de los mismos, sino que la enriquece, por las razones antes mencionadas. Un país en donde los dirigentes políticos, a través de las organizaciones y sus militantes, inculquen la cultura de la participación política, es un país con futuro.

La dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983 apagó el fuego militante a través del terrorismo de estado. Los 30.000 compañeros desaparecidos funcionaron no sólo como pérdidas concretas de dirigentes, sino como ejemplo al resto de la sociedad de que lo mejor era no meterse en lo público. Fueron generaciones que crecieron con miedo a la militancia política, con las graves consecuencias sufridas en los '90, en donde el individualismo y el "no te metás" formaron parte esencial de la cultura dominante.

Recién a partir de la llegada de Néstor Kirchner al Gobierno, desde el 2003, la política volvió a ser incentivada como la mejor forma de lograr un país más justo e igualitario y esa participación fue creciendo hasta explotar en el 2010, ante la muerte de Kirchner, con miles de jóvenes que se acercaron a militar en distintas organizaciones.

Esa vuelta de los jóvenes a interesarse por la política y a la militancia es uno de los mayores logros del proceso político iniciado en el 2003 que, evidentemente, les resulta molesto a muchos sectores sociales que preferirían ciudadanos sumisos que agachen la cabeza ante las corporaciones y las políticas públicas que cercenan sus derechos.

Ese regreso a la participación política de nuestros jóvenes, independientemente de la ideología que sostengan, es la que debemos defender desde esta casa, también política. Es por eso que les solicito a mis colegas diputados que apoyen el presente proyecto para repudiar con toda nuestra energía los intentos del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de acallar la participación del pueblo.