DERECHOS HUMANOS Y GARANTIAS
Comisión PermanenteOf. Administrativa: Piso P04 Oficina 411
Jefe SRA. CARBALLO LLOSA MARIANA A.
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PROYECTO DE RESOLUCION
Expediente: 2888-D-2010
Sumario: EXPRESAR BENEPLACITO POR LA DECISION DEL GOBIERNO DE RUSIA DE PUBLICAR EN VERSION ELECTRONICA LOS DOCUMENTOS QUE PRUEBAN LA RESPONSABILIDAD DE LA UNION DE REPUBLICAS SOCIALISTAS SOVIETICAS - URSS - POR LA MATANZA DE 22000 CIUDADANOS POLACOS EN KATYN EN 1940.
Fecha: 05/05/2010
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 48
Expresar su beneplácito por la decisión del
gobierno de Rusia de publicar en versión electrónica
los documentos que prueban la responsabilidad de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)
por la matanza de 22.000 ciudadanos polacos en
Katyn en 1940.
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
¿Un acercamiento a la verdad? (1)
Rusia tuvo el 2 de abril un
pequeño gesto de acercamiento a Polonia al difundir por la televisión la película
Katyn, de Andrzej Wajda, sobre el exterminio de la élite militar polaca por el
régimen estalinista en el bosque de ese nombre en Smolensk, en el territorio
ruso de la URSS. Con la proyección de la cinta por el canal Kultura quedó
satisfecho en parte uno de los deseos del gran director de cine polaco, cuyo
padre fue una de las víctimas de los fusilamientos realizados por el NKVD
(entidad precursora del KGB) en 1939-1940, tras el reparto de Polonia entre la
Alemania nazi y la Unión Soviética. En virtud de una orden del Politburó, de la
que se cumplieron 70 años el 5 de marzo, fueron asesinados casi 22.000
militares polacos, y sus familias recluidas en campos de prisioneros en diversos
territorios de la URSS (incluido Katyn) en Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
El 7 de abril, el jefe del Gobierno
ruso, Vladímir Putin, y su homólogo polaco, Donald Tusk, visitarán juntos el
monumento dedicado a las víctimas de Katyn, al oeste de Moscú. La iniciativa
de esta visita sin precedentes corresponde a Putin.
Durante medio siglo, la URSS
culpó de la matanza de Katyn a la Gestapo, pero en 1990 el presidente Mijaíl
Gorbachov entregó a su colega polaco Wojciech Jaruzelski la lista de los
fusilados y otros documentos, y se abrió una causa criminal. Las investigaciones
iniciadas entonces se cerraron en 2004, durante la presidencia de Vladímir
Putin, en virtud de una disposición secreta de la fiscalía militar. La matanza de
Katyn enturbia las relaciones entre Varsovia y Moscú y es un enorme obstáculo
para crear un clima de confianza entre dos vecinos.
Kultura es un canal dirigido a un
público intelectual y tiene una audiencia inferior a la de otros canales
nacionales. Sin embargo, la proyección de Katyn, que fue programada la
víspera, saturó su página web y se convirtió de inmediato en uno de los
asuntos más debatidos de la noche en el Internet ruso. A la proyección, que
sólo puede haberse producido por orden del Kremlin, siguió una mesa redonda
con políticos, historiadores y el cineasta Nikita Mijalkov. Desde distintas
posiciones, todos los participantes reconocieron como un hecho incuestionable
que Katyn fue un crimen perpetrado por el estalinismo. Konstantin Kosachov, el
jefe del comité internacional de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento),
admitió que sólo la "total publicación" de los muchos documentos aún secretos
dará respuesta a las necesidades emotivas de los polacos.
Kosachov es figura influyente en el
partido gubernamental y sus palabras parecen indicar que Vladímir Putin podría
dar una muestra de buena voluntad a Polonia, facilitando la apertura de los
archivos.
En Rusia, Katyn se había
proyectado en sesiones restringidas, una de las cuales, en marzo de 2008, fue
organizada en Moscú por Memorial -la ONG que vela contra el olvido del
estalinismo-, con asistencia del mismo Wajda. En una sala atiborrada, el
cineasta dijo que deseaba acceder a los documentos sobre el destino de su
padre y conseguir la proyección comercial y televisiva de Katyn en Rusia.
De los 183 tomos de la
investigación sobre Katyn, nada menos que 116 han sido declarados secreto de
Estado, y el delito ha sido trivializado, al ser calificado como "un abuso de
poder con graves consecuencias y circunstancias agravantes". La fiscalía militar
se ha negado a examinar las peticiones de Memorial para rehabilitar a las
víctimas.
En 2005, el Parlamento polaco
exigió que el fusilamiento de Katyn fuera reconocido como un acto de
genocidio. Parientes de las víctimas se dirigieron al Tribunal de Estrasburgo
para pedir que Rusia reconozca su responsabilidad jurídica, acepte la
calificación de genocidio y se disculpe, cosa que ya hizo el presidente Borís
Yeltsin al hincarse de rodillas en Varsovia en 1993. Polonia no excluye
reclamaciones de sus ciudadanos a Rusia, en tanto que heredera de la
URSS.
"La proyección de la cinta es
positiva, pero parece más bien un gesto simbólico para desviar la atención y
agradar a los polacos sin tener que dar pasos prácticos", manifestó Nikita
Petróv, de Memorial. Esta organización ha exigido que se den los nombres de
los culpables de la matanza, que se califique el asesinato como crimen contra la
humanidad y que los muertos sean declarados víctimas de la represión política
estalinista. También quiere que se publiquen los documentos, incluida la
disposición secreta mediante la cual la fiscalía rusa dio por concluido el caso en
2004.
"El crimen de Katyn no sólo es el
asesinato de casi 22.000 polacos, sino medio siglo de mentiras y falsificaciones,
durante el cual la URSS, pese a los hechos evidentes, negó su responsabilidad
por el exterminio de prisioneros políticos y trató de convencer a todo el mundo
y a sus propios ciudadanos de que el crimen era del nazismo", afirmaba
Memorial en una carta dirigida al presidente Dmitri Medvédev. "Los intentos de
resucitar la versión falsificada de Stalin se emprenden no sólo en la prensa
sensacionalista, sino desde el Parlamento. Como resultado, la sombra de los
delitos y la mentira del régimen estalinista gravitan sobre la Rusia de hoy",
señalaba Memorial.
¿La peor tragedia desde la
Segunda Guerra Mundial? (2)
Polonia se vio conmocionada el 10
de abril por su mayor tragedia desde la II Guerra Mundial. El avión Tupolev 154
en el que viajaba el presidente de Polonia, Lech Kaczynski, se estrelló en la
ciudad rusa de Smolensk después de haber intentado aterrizar tres veces en
medio de una intensa niebla. Desde la torre de control se le advirtió que debía
desistir y tomar tierra en el aeropuerto bielorruso de Minsk. Pero el piloto
decidió probar suerte por cuarta vez a las 10.58, dos horas menos en la España
peninsular. Fallecieron los 97 ocupantes del aparato.
Junto a Kaczynski y su esposa
viajaban a Rusia destacadas figuras del Estado. Todos ellos pretendían rendir
homenaje a los 22.000 soldados polacos fusilados en 1940 en la matanza de
Katyn, un bosque situado a unos 20 kilómetros del aeropuerto de
Smolensk.
La tragedia del avión Tupolev-154
Jaroslaw Kaczynski, hermano
gemelo del fallecido presidente, estuvo hasta última hora en la lista de
autoridades que iban a viajar a Smolensk. Pero renunció a causa del delicado
estado de salud de su madre, según informaba ayer la edición digital del diario
Rzeszpospolita. En su asiento viajó el compañero de partido y diputado de la
formación conservadora Ley y Justicia Przemyslaw Gosiewski.
Las víctimas perecieron en el
aeropuerto militar de Smolensk, a unos 20 kilómetros del bosque de Katyn,
donde en 1940 fueron ejecutados con tiros en la nuca miles de oficiales polacos
que ya se habían rendido. Algunos de los familiares de aquellos oficiales
viajaban también en el avión del presidente polaco.
Se trataba de ofrecer un acto de
desagravio por parte del Kremlin a Polonia. El tiempo no ayudaba. De hecho,
un avión militar ruso había intentado aterrizar momentos antes y tuvo que
desplazarse a otro lugar.
"A una distancia de 2,5 kilómetros
el jefe de la torre de control se percató de que el avión había aumentado la
velocidad de descenso", indicó el subdirector de la Fuerza Aérea Rusa,
Alexander Alyoshin. "Ordenó a la tripulación del avión que pusiera la nave de
nuevo en posición horizontal y cuando no se obedecieron sus órdenes volvió a
ordenar en varias ocasiones que se dirigieran a un aeropuerto alternativo. A
pesar de eso, la tripulación continuó en su intento de aterrizaje".
En 2008, durante un viaje del
presidente polaco a Tbilisi, la torre de control de la capital de Georgia pidió al
piloto del avión en que viajaba Kaczynski que no aterrizase porque entrañaba
demasiado peligro. En aquella ocasión, fue el presidente quien ordenó al piloto
que aterrizase.
A finales de ese mismo año,
Kaczynski sufrió un gran susto durante un vuelo desde Mongolia a Seúl. A raíz
de aquel percance declaró: "Cualquier vuelo conlleva un cierto riesgo, pero la
responsabilidad de un presidente está ligada a los grandes riesgos, porque es
preciso volar constantemente".
Las copas de varios árboles
quedaron rotas a menos de un kilómetro del aeropuerto, por lo que se
trabajaba sobre la hipótesis de que el avión tocase con el ala izquierda la parte
superior de un abedul. El ala se rompió en varios pedazos y el avión perdió el
control. Las dos cajas negras del avión fueron encontradas.
Los más de 300.000 habitantes de
la ciudad de Smolensk, una de las más antiguas de Rusia, vieron cómo las
fuerzas de seguridad cortaban las principales vías para investigar el accidente y
emprender la búsqueda de cadáveres. El ministro ruso de Situaciones de
Emergencia, Sergei Shoigu, indicó que los cadáveres serían trasladados a
Moscú para la investigación del accidente. Desde Varsovia, el ministro de
Justicia polaco declaró que su país emprendería otra investigación sobre el caso
y, desde Moscú, el presidente ruso, Dmitry Medvedev, aseguró que su país
colaboraría en todo lo que Polonia necesitase.
El primer ministro ruso, Vladímir
Putin, y su homólogo polaco, Donald Tusk, se desplazaron al lugar del
accidente. Tusk, quien hasta ayer era el principal rival político de Kaczynski,
rompió a llorar cuando le comunicaron la noticia y dijo que este es el
acontecimiento más trágico que ha vivido Polonia desde la II Guerra
Mundial.
¿Rememorando el horror? (3)
Con el viejo libro abierto por la
mitad, Anna Maria Wolinska busca en una lista el nombre de su padre. "Waclav
Wolinski, deportado en 1939". Capitán de artillería ligera del Ejército polaco,
tenía 38 años cuando se marchó a la guerra en agosto de ese año. Su hija
estaba a punto de cumplir cinco: "Yo era entonces muy pequeña, pero recuerdo
perfectamente el día en que mi padre se fue. Los bolcheviques le hicieron
prisionero a las pocas semanas". Nunca volvió.
Uno a uno, a sangre fría, 22.000
militares polacos como Wolinski fueron ejecutados de un tiro en la nuca en
1940 y arrojados a fosas comunes en territorio de lo que entonces era la Unión
Soviética. Fueron víctimas de la policía secreta de Stalin, el temido y siniestro
NKVD. La conocida como matanza de Katyn -el bosque próximo a la ciudad de
Smolensk en el que fueron hallados los primeros cadáveres- supuso el
exterminio, en menos de un año, de la élite polaca. Durante medio siglo, el
crimen fue censurado por el régimen comunista, que siempre acusó a la
Gestapo de esa terrible carnicería.
El 23 de agosto de 1939 amaneció
como un día negro para el destino de Polonia. La Alemania nazi y la Unión
Soviética firmaron un pacto de no agresión por el que se repartían el país
centroeuropeo. Adolf Hitler invadió la parte occidental de Polonia el 1 de
septiembre; las tropas polacas se replegaron hacia el este, por donde entraron
las fuerzas de Josef Stalin 17 días más tarde. Aplastados por las máquinas de
guerra alemana y soviética, el pánico se adueñó de Polonia. Fue arrestado
"cualquiera que llevara un uniforme, desde el oficial de carrera hasta el profesor
movilizado desde la reserva para ayudar al Gobierno polaco a defenderse de los
enemigos", explica Richard Zelichowaski, historiador de la Academia de las
Ciencias Polaca. "Eran policías, generales, coroneles, capitanes, profesores,
miembros de los servicios secretos, médicos, jueces, abogados, funcionarios,
empresarios... Eran la élite militar y administrativa del país", explica.
En los años 1920 y 1930, el
Ejército polaco estaba falto de gente formada, y cuando estalló la guerra, miles
de profesionales e intelectuales fueron llamados a filas como oficiales. Cerca de
230.000 militares polacos fueron hechos prisioneros por los soviéticos. Se les
interrogó y clasificó para identificar a los que podían representar un peligro
mayor para las autoridades invasoras. De ellos, un total de 22.000, oficiales en
su mayoría, fueron internados en tres campos especiales para prisioneros en
territorio soviético: Kozielsk, Starobielsk y Ostaszkow.
Lo peor no eran las condiciones
inhumanas en las que vivían: lo peor fue la incertidumbre. Pasaron semanas, y
en muchos casos meses, alojados en los campos sin que nadie les dijera qué
quería de ellos. Algunas versiones sostienen que les interrogaron y torturaron,
otras creen que simplemente les mantuvieron a la espera de órdenes que no
terminaban de llegar.
El padre de Anna Wolinska era
soldado profesional. Su guarnición tenía la sede en Wolyn (en la actualidad,
territorio ucranio). Tras ser detenido, acabó en el campo de Starobielsk. "Mi
padre mandaba cartas a mi madre desde allí", recuerda Wolinska, que ahora
tiene 75 años y vive en Varsovia. "Decía que estaban bien, pero que no sabían
qué iba a pasar; nadie les decía nada". La última carta llegó el 8 de marzo de
1940. Justamente en ese mes fatídico, el Politburó de Moscú había tomado su
decisión. El máximo órgano ejecutivo del Partido Comunista dictó la orden de
matar a los oficiales polacos, pasando por encima de todos los convenios
internacionales relacionados con el trato a los prisioneros de guerra. El
exterminio fue organizado por la policía secreta de Stalin. "Un gran número de
oficiales del Ejército, empleados de la policía polaca, de los servicios de
espionaje, miembros de los partidos nacionalistas y contrarrevolucionarios de
Polonia, todos ellos declarados enemigos de la autoridad soviética, están siendo
retenidos en varios campos", afirmaba aquella orden, firmada por Laurenti
Beria, mano derecha de Stalin. "Todos están esperando a ser liberados para
empezar a actuar contra la autoridad soviética", añadía para justificar las
ejecuciones.
En conducciones de varias decenas
cada vez, los presos fueron trasladados en camiones a bosques cercanos. Los
prisioneros de Kozielsk fueron llevados a Katyn; los del campo de Starobielsk, a
Járkow; los del campo de Ostaszkow, a Kalinin (Tver, en la actualidad). Uno a
uno, fueron colocados frente a su propia tumba, y a veces con la cabeza
tapada, a veces al descubierto, maniatados, recibieron un tiro en la cabeza. Así
durante semanas, meses...
El tiro en la nuca era un método
habitual de la NKVD (entidad precursora del KGB), pero Krystyna Brydowska, de
73 años, tiene otra teoría sobre cómo murió su padre, también oficial del
Ejército polaco detenido por la Unión Soviética. "Radio Europa Libre aseguró
que los prisioneros del campo de mi padre, el de Ostazskow, habían sido
trasladados hasta el mar Blanco
[en la costa noroeste de Rusia],
donde fueron ahogados por la policía secreta estalinista", cuenta. El historiador
Piotr Gontarezyk está convencido de que no fue así: "Era lo que muchas
familias querían creer, porque siempre tenían la esperanza de que al ser
llevados a otros lugares existía la posibilidad de que hubieran escapado. Pero
sinceramente no creo que la NKVD se hubiera molestado en llevar a los
prisioneros a otro sitio para ejecutarlos a miles de kilómetros de distancia. No
encaja con el sistema de exterminio organizado por el aparato del Estado
soviético".
Las primeras huellas de aquella
matanza fueron destapadas en 1943. Y lo hizo Radio Berlín, en aquella época
en manos de los nazis. Unos obreros polacos que trabajaban en las líneas
ferroviarias en el este del país, entonces ocupado por la Alemania nazi,
descubrieron los primeros cadáveres. Había decenas de fosas, llenas de
esqueletos apilados unos sobre otros, en el bosque de Katyn, a pocos
kilómetros de la ciudad rusa de Smolensk. Unidades del Ejército alemán
desenterraron allí 4.500 cuerpos. Medio siglo después se hallaron más
cementerios de este tipo, pero el nombre de Katyn ya se había convertido en el
símbolo de todos ellos.
"El hallazgo fue para Alemania un
instrumento propagandístico de primer orden", cuenta Gontarezyk. Hitler y
Stalin, que empezaron la guerra como amigos, eran ahora enemigos. Stalin
cambió de opinión y se unió a los aliados que combatían contra Hitler. Para el
Berlín hitleriano, la oportunidad era de oro para mostrar al mundo los crímenes
soviéticos y, de paso, sembrar la discordia entre los aliados, incluido el
Gobierno polaco en el exilio. Los medios del Tercer Reich publicaron fotografías,
cartillas de vacunación y detalles sobre los objetos personales hallados en las
fosas. Algunos polacos se enteraron de esta forma del fallecimiento de algunos
de sus familiares.
Stalin contraatacó de inmediato
culpando a la Gestapo de los crímenes descubiertos. Su estrategia no sirvió
para explicar dónde estaban los soldados polacos hechos prisioneros por Moscú
que, pese a haber sido oficialmente amnistiados tras la paz firmada por Moscú
con los aliados (en junio de 1941), no volvían a sus casas. El jefe del Gobierno
polaco en el exilio, general Wladyslaw Sikorski, preguntó a Stalin dónde se
encontraban todos esos militares de su país que no regresaban. "Escaparon",
se limitó a responder el dictador soviético. "¿Adónde podrían haber escapado?",
insistió otro general polaco. "A Manchuria", sugirió.
Pese a que a ninguno de los
aliados le convenía entonces que se sospechara que uno de los suyos había
cometido tales crímenes, Polonia se mostró reacia a aceptar como buenas estas
explicaciones. Meses después, las relaciones de Sikorski con Stalin se
rompieron. En julio de 1943, el general polaco murió en un accidente aéreo
nada más despegar de Gibraltar el avión Liberator en el que viajaba con 16
personas más.
Tras el fin de la guerra, en 1945,
se consumó la ocultación de los crímenes de Katyn. La censura del régimen
comunista impedía pronunciar ese nombre en público. Y quienes hablaban de
ello en privado podían acabar en las listas de la policía política polaca, la SB, y
en algunos casos ir a parar a la cárcel. Anna Wolinska ya vivía en Varsovia. Ella
y su madre huyeron del este del país, por temor a acabar en un campo de
trabajo en Siberia, y se las arreglaron para pasar inadvertidas. "Mi madre quería
huir a toda costa, quería evitar a los bolcheviques", cuenta. Tenía sus razones:
muchos de los familiares de los oficiales asesinados acabaron recluidos en
campos de diversos territorios de la URSS en Rusia, Ucrania y Bielorrusia, junto
con millones de ciudadanos soviéticos, donde la mayoría perecía de frío,
hambre o enfermedades.
"Para pasar sin problemas, mi
madre tuvo que quemar todos los objetos personales que tenía de mi padre,
incluidas las cartas", cuenta Wolinska. Tras instalarse en Varsovia, "enseguida
empezamos a buscarle. Escribimos a la Cruz Roja, al Gobierno polaco en el
exilio... y no hubo noticias. Y seguimos buscando durante la etapa comunista.
Una de mis tías huyó a Occidente. Tener a un familiar en Occidente, ser católica
practicante e hija de un oficial que presuntamente estaba en una cárcel rusa no
ayudó. Mi madre iba de un trabajo a otro. No me admitieron en la Universidad
de Varsovia y tuve que estudiar en Lublín", explica.
Anna Wolinska logró licenciarse en
Filología Polaca, pero nunca logró saber qué pasó con su padre. "La palabra
Katyn atemorizaba a la gente. Yo no sabía si mi padre estaba vivo o muerto... y
ya se sabe que la esperanza es lo último que se pierde". Esa esperanza se vio
truncada en 1990, cuando el entonces presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov,
entregó a su colega polaco, Wojciech Jaruzelski, la lista de los fusilados y otros
documentos, y se abrió una causa criminal. Las investigaciones iniciadas
entonces se cerraron en 2004, durante la presidencia de Vladímir Putin, en
virtud de una disposición secreta de la fiscalía militar.
"Aquella matanza supuso una
enorme pérdida para Polonia", afirma el profesor Zelichowski. "Buena parte de
la élite, la gente más formada, los más preparados, murieron, y este episodio
siempre ha marcado las relaciones con Rusia", añade. A pesar de que, tras la
caída del bloque comunista, se han encontrado más fosas, todavía se
desconoce dónde están enterrados los cuerpos de 7.000 de aquellas víctimas.
"Moscú reconoce que la matanza se produjo, pero jamás ha admitido que fuera
un crimen de guerra y un genocidio, que nunca prescribe. Nunca ha
rehabilitado a las víctimas y se niega a abrir los archivos. Para Rusia es muy
difícil abordar este tema porque supone hacer frente a su pasado y a los
millones de víctimas que perecieron durante el estalinismo". De los 183 tomos
de la investigación rusa sobre Katyn, 116 son secreto de Estado.
"Katyn es un símbolo tan
poderoso, en parte, porque no se pudo poner en duda la versión oficial de la
historia. Nunca se aclaró. En clase estaba prohibido explicar la tragedia, aunque
algunos maestros lo hacían de forma clandestina", recuerda el sociólogo
Krzysztof Pankowski, del centro CBOS en Varsovia. "Desde el punto de vista
social, supuso la decapitación de la crema y nata de la sociedad. La élite que
quedaba fue prácticamente eliminada en el levantamiento de Varsovia contra el
Ejército alemán en 1944; a partir de entonces, la sociedad se sometió al
régimen comunista", afirma. Hasta la llegada del movimiento Solidaridad,
liderado por Lech Walesa en los ochenta, los ciudadanos no volvieron a
rebelarse.
Setenta años después ha vuelto a
ocurrir una tragedia en Katyn. El presidente de Polonia, Lech Kaczynski, y
decenas de altos cargos políticos y militares han muerto justo cuando viajaban
a Smolensk, a pocos kilómetros de Katyn, para recordar los crímenes de 1940.
Pero la gestión de este siniestro por parte de las actuales autoridades rusas ha
impresionado a Varsovia. El primer ministro en persona, Vladímir Putin, ha
supervisado la investigación y la repatriación de los cuerpos. Rusia declaró un
día de luto oficial, algo muy poco habitual, dos días después de la tragedia.
Incluso, la televisión estatal rusa emitió el domingo 11 de abril por la noche, en
horario de máxima audiencia, la película Katyn, del director polaco Andrzej
Wajda, que narra aquel exterminio. "Jamás imaginé que eso pudiera suceder",
declaró a EL PAÍS el cineasta, cuyo padre también perdió la vida en Katyn.
"Emocionalmente al menos, Rusia está dando algunos pasos para una nueva
relación", afirma el profesor Zelichowski.
Si la tragedia de Katyn de 1940
fue el comienzo de un túnel negro en las relaciones de Polonia y Rusia, quizá la
tragedia de 2010, aunque incomparable con la primera, suponga el inicio de
una etapa de esperanza.
¿Finalmente se difunden las
pruebas de la infamia? (4)
Rusia ha tenido un nuevo gesto de
acercamiento a Polonia y ha publicado en versión electrónica los documentos
que prueban la responsabilidad de la URSS por la matanza de 22.000
ciudadanos polacos en Katyn en 1940. Los documentos eran conocidos y
habían sido ya estudiados por los historiadores, pero la novedad es su aparición
por primera vez en páginas oficiales del Archivo Estatal de Rusia en Internet
(www.archives.ru y www.rusarchives.ru). El interés que han despertado ha sido
tal que a los pocos minutos de conocerse su difusión, el acceso electrónico a los
archivos estatales quedó colapsado por los dos millones de personas, la
mayoría desde Polonia, que intentaban asomarse electrónicamente a una de las
páginas más siniestras de las relaciones entre Moscú y Varsovia.
Memorial, la ONG que vela contra
el olvido de los crímenes del estalinismo, ha acogido positivamente la difusión
electrónica de los documentos, pero sus responsables han recordado que aún
quedan pasos importantes por dar, a saber reanudar la investigación de los
crímenes de Katyn, cerrada y declarada secreta en 2004, establecer
responsabilidades y rehabilitar a las víctimas. Tras la catástrofe aérea de
Smolensk, en la que pereció el presidente polaco y casi un centenar de
dirigentes y ciudadanos polacos que se dirigían a Katyn, Rusia parece dispuesta
a saldar las cuentas con este capítulo del estalinismo.
Memorial se apuntó una victoria el
21 de abril, cuando el Tribunal Supremo de Rusia dictó sentencia para que un
tribunal municipal admita a trámite la querella (que anteriormente había
rechazado) de Memorial contra la Fiscalía Estatal por haber interrumpido la
investigación sobre Katyn y haber declarado secretos la mayor parte del
centenar de tomos que la integran. Desde Dinamarca, donde estaba en visita
oficial, el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, prometió que la publicación de
documentos continuará. "Considero que es nuestro deber", manifestó. Precisó
Medvédev que el archivo de Katyn está abierto, pero que existen "materiales
que todavía no se han entregado a nuestros socios polacos". "He dado orden
de realizar el trabajo correspondiente y después de los trámites necesarios
entregar estos materiales que interesan a nuestros colegas polacos", señaló.
Medvédev dijo que los materiales se habían publicado para "que todos vean lo
que se hizo, quien tomó la decisión, quien dio orden de aniquilar a los oficiales
polacos. Todo está escrito ahí. Están todas las firmas. Los personajes son todos
conocidos".
Los documentos difundidos
pertenecen a la llamada "carpeta número uno" del Politburo del PCUS (el
máximo organismo colegiado de la dirección soviética). En abril de 1990 el líder
de la URSS Mijaíl Gorbachov entregó al presidente de Polonia Wojciech
Jaruzelski materiales secundarios que probaban la responsabilidad soviética (y
no alemana como había sido la versión oficial de la URSS) por los crímenes de
Katyn. Posteriormente, en septiembre de 1992, el presidente de Rusia, Borís
Yeltsin, entregó papeles de la carpeta número uno a su colega polaco Lech
Walesa.
Entre los documentos aparecidos
en el Internet está la nota del comisario de Interior, Lavrenti Beria de marzo de
1940 con la propuesta de fusilar sin juicio y sin investigación a los oficiales
polacos presos. El documento lleva la firma de aprobación de Stalin. También
está la disposición del Politburo del 5 de marzo de 1940 en la que se expresa
acuerdo con la propuesta de Beria. Figura además la nota de 1959 en la que el
entonces jefe del Comité de Seguridad del Estado, Aleksandr Shelepin, informa
a los dirigentes comunistas de que ha hecho desaparecer los documentos sobre
el fusilamiento de los oficiales polacos.
Consideraciones finales
Conocer la Verdad es el único
camino hacia la Justicia. Este es un gran paso en la admisión estatal de su
responsabilidad en graves violaciones a los derechos humanos fundamentales.
Por ello solicitamos la aprobación de este proyecto de resolución.
Firmante | Distrito | Bloque |
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MORANTE, ANTONIO ARNALDO MARIA | CHACO | FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
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RELACIONES EXTERIORES Y CULTO (Primera Competencia) |
DERECHOS HUMANOS Y GARANTIAS |
Trámite en comisión(Cámara de Diputados)
Fecha | Movimiento | Resultado |
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02/06/2010 | DICTAMEN | Aprobado por unanimidad sin modificaciones |