Su rechazo más concluyente a las penosas declaraciones del señor Horacio Verbitsky implicando en una añeja causa de derechos humanos al cardenal Jorge Mario Bergoglio, a la sazón sacerdote del Arzobispado de Buenos Aires y ahora Papa Francisco.

Señor presidente:

Se sabe que el prejuicio es peor que la mentira. Sólo un preconcepto cargado de ideologismo, lleno de posturas extremosas, obnubilado por un odio visceral que brota por todos los poros de su pluma, pueden determinar que un sacerdote, luego obispo, después cardenal, presidente del Episcopado y finalmente Arzobispo de Buenos Aires y, desde ayer, Papa Francisco - el ciudadano porteño y ministro de la Iglesia Jorge Mario Bergoglio, que de él se trata - pueda ser enrostrado por Horacio Verbitsky como coautor de un delito de lesa humanidad, presuntamente acaecido hace más de treinta años.

Cierto es que sectores del oficialismo de turno lo consideraban al cardenal Bergoglio como "un enemigo" por el mero hecho de desnudar - en contraste con el 'relato' que emana desde el máximo atril - la pobreza, la miseria, la drogadicción, la violencia de género y tantas otras lacras que estragan a nuestra sociedad y devastan a nuestra conciencia.

Empero, esa confrontación nunca debió deslizarse hacia la denuncia mendaz.

Simplemente, esta Declaración es para poner las cosas en su lugar. El Papa Francisco, cuando fue pastor en sus diferentes misiones apostólicas en la Argentina - su patria - honró al ministerio de Jesucristo con una vida de ejemplar austeridad , con una inteligencia puesta al servicio de los valores morales y una actividad entregada a dignificar a los pobres, a ayudarlos a partir del respeto por ellos.

Por lo expuesto, pido el respaldo del cuerpo para esta Declaración.