Declarar de interés de esta Honorable Cámara, el homenaje protagonizado por el Club Social y Deportivo Central Ballester, en su camiseta de fútbol de primera división, a las víctimas de la violencia institucional de ayer y hoy, al cumplirse el 60° aniversario de los fusilamientos de José León Suárez y el 5° aniversario de la masacre de La Cárcova.

Señor presidente:

El Club Social y Deportivo Central Ballester es un club de fútbol argentino, fundado el 26 de octubre de 1974 por un grupo de socios que no estaba de acuerdo con la desafiliación de Central Argentino, que tenía más de cincuenta años de historia. Se decide que Central Ballester llevaría los mismos colores que Central Argentino, azul y amarillo, que habían sido elegidos en 1920, inspirados en el viejo Ferrocarril Central Argentino, que pintaba sus barreras con estos colores.

Central Ballester es el único equipo de la AFA nacido en el partido de San Martín, Provincia de Buenos Aires, y que tras perder su primera cancha en Villa Ballester y luego la segunda en José León Suárez, cuando se asentó allí el barrio La Cárcova, está abocado a la construcción de su nueva casa en Sarratea y Camino del Buen Ayre, para seguir incluyendo a pibes y a pibas del barrio a través del deporte.

Hace una década o dos cuando a Central Ballester ni siquiera lo dejaban jugar en su cancha por estar pegada al barrio La Cárcova, era impensado este presente, este arraigo en el barrio, al cual decidieron brindarle un homenaje en su camiseta de fútbol alternativa, en una verdadera muestra de memoria y compromiso con las víctimas de la violencia institucional de ayer y de hoy, al cumplirse el 60° aniversario de los fusilamientos de José León Suárez y el 5° aniversario de la masacre de La Cárcova.

La nueva camiseta del equipo caracteriza en su pecho a un hombre con los brazos extendidos, el cual es apuntado por dos pelotones de fusilamiento, uno a cada costado. Todo indica que va a morir heroicamente. Todo indica que está defendiendo sus ideales.

El diseño de la camiseta partió del óleo del pintor Francisco de Goya, que ilustra los fusilamientos que las tropas francesas de Napoleón protagonizan sobre los españoles sublevados por la ocupación de su territorio, en 1808. Años más tarde, aquel dibujo titulado “Los fusilamientos del 3 de Mayo” fue usado por Rodolfo Walsh en la portada del libro Operación Masacre, publicado en 1957. También ha sido la inspiración del artista plástico Ricardo “Mono” Cohen, más conocido como Rocambole, al momento de ilustrar la tapa de “¡Bang¡ ¡Bang¡ Estás liquidado”, tercer disco de estudio de “Patricio rey y sus redonditos de ricota”. La escena de la tapa está vista desde una óptica imaginaria con Goya como protagonista, con una sustancial modificación. Esta vez, los fusileros visten el ropaje de la Cruz Roja. Idea que acompaña a la intención de la última canción del disco “Nuestro amo juega al esclavo”, en la se expresa una fuerte contraposición a las ideas imperialistas y sus procedimientos engañosos y perversos. La Cruz Roja en este caso, viene a ser quien tiene la apariencia de un rescatador, pero que acaba por fusilarte.

Aquellas masacres todavía retumban en la memoria colectiva de un pueblo, que no olvida ni perdona los fusilamientos protagonizados por la Policía Bonaerense.

Una tarde de 1956 el periodista Rodolfo Walsh entre los tableros y trebejos del Club de Ajedrez de La Plata, escuchó la frase “Hay un fusilado que vive”. Así nació la investigación periodística que publicó en el diario Mayoría y que dio origen a “Operación Masacre”, el libro emblemático de Walsh.

En sus páginas devela la trama de la represión contra civiles y militares, algunos militantes peronistas relacionados con el alzamiento en la noche del 9 de junio de 1956, contra la dictadura del Teniente General Pedro Eugenio Aramburu, que había derrocado al presidente constitucional Juan Domingo Perón en 1955; otros ajenos por completo. Durante aquellos acontecimientos en los basurales de José León Suárez, doce personas fueron fusiladas clandestinamente en manos de la Policía Bonaerense. Cinco (Mario Brión, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Carlos Lizaso y Vicente Rodríguez) murieron bajo el ardor de las balas, mientras que otros siete, por impericia de los verdugos, lograron salvar sus vidas. Tres días más tarde también es fusilado el Teniente General Juan José Valle (líder del fallido levantamiento cívico-militar) en la Penitenciaría Nacional de la Ciudad de Buenos Aires.

“Hay un fusilado que vive” es una frase que también resuena en José León Suárez 60 años después, cuando se recuerda la masacre de La Cárcova, una de las zonas más pobres de la Provincia de Buenos Aires.

El 3 de febrero de 2011 un tren que cargaba alimentos y autopartes descarriló en las vías que cruzaban el barrio, cerca del basural del Ceamse. El basural, con diferentes colores y olores, no difiere mucho de aquel donde fueron fusilados los hombres de la “Operación Masacre” en 1956.

Franco “El Gordo” Almirón, de 16 años, y Mauricio “El Pela” Ramos, de 17, pedaleaban hacia el lugar donde siempre iban a “cirujear” para conseguir algo de comer o alguna cosa que se pueda vender. Al pasar en la bici por las vías vieron a un grupo de personas junto a un tren parado.

Posteriormente los agentes de la Policía Bonaerense llegaron al lugar a “proteger” la formación. Allí desataron una feroz represión con balas de plomo contra los vecinos que se habían acercado. El resultado fue el asesinato de los adolescentes Mauricio Ramos y Franco Almirón.

Los vecinos contarían después que no había amenaza alguna como para que lleguen en masa las fuerzas de seguridad a reprimir. El propio barrio fue central en la organización de

una estrategia para impedir que se oculten pruebas y se construya una historia judicial falsa, que garantizara la impunidad de los policías que actuaron en el marco del operativo. La versión que buscaban construir era que una banda de narcos había descarrilado el tren a propósito para robarlo.

Como en el ´56, en estos fusilamientos también hubo un sobreviviente. Joaquín Romero, quien recibió tantos balazos como los dos chicos fallecidos, pero que sobrevivió después de estar días en terapia intensiva. Él vive para contar esa historia y para desmentir las versiones de la Policía. Al día de hoy sigue oyendo el ruido metálico de las balas en pesadillas, y las heridas le siguen provocando dolores y problemas de salud.

Recordar la Masacre de José León Suárez es repudiar los golpes militares y la violencia institucional que continúa matando pibes y pibas como los del barrio La Cárcova. A través de este gesto Central Ballester reivindica su pertenencia al barrio y honra su memoria histórica. Cada vez que sus futbolistas salen a la cancha representan lo más genuino del fútbol: el amor por los colores del club, pero también al juego limpio; a los socios e hinchas que día a día ponen en práctica la solidaridad más genuina que es tenderle una mano al otro; y a un colectivo social que no olvida a sus mártires porque la única forma de construir una sociedad democrática, plural y solidaria es con Memoria, Verdad y Justicia.

Por lo expuesto, solicito a mis pares que me acompañen con la aprobación del presente Proyecto de Resolución.