Declarar de interés legislativo la producción y actual exhibición, en distinta salas cinematográficas, de la película "Pulqui, un instante en la patria de la felicidad", documental de Alejandro Fernández Mouján que cuenta con la participación del artista plástico Daniel Santoro.

Señor presidente:

En los años de la guerra fría mientras la extinta Unión Soviética fabricaba el Mig 13 y Estados Unidos el Sabre F86, en Argentina se diseña y construye, enteramente en el país, el primer avión a reacción.

El Pulqui se propuso como una máquina capaz de competir con sus contemporáneos. En palabras del talentoso artista plástico Daniel Santoro "podía trazar en el cielo la diagonal del progreso".

Es imprescindible conocer tiempos en que la convicción de que se podía acceder a los más ambiciosos proyectos con recursos propios, sin necesidad de apelar a elementos foráneos, era una realidad. Momentos en que los límites eran dispuestos por nosotros, corriéndolos siempre un poco más adelante en necesaria arrogancia.

Si bien el documental que motiva este proyecto pretende seguir la fantástica y conmovedora empresa que anhela cumplir Santoro con la colaboración de Miguel Biancusso, responsable del taller metalúrgico donde se recrea la aventura, nada menos que reconstruir a menor escala una réplica del avión justicialista y hacerlo volar, se advierte en este film una aspiración mayor. Provoca en el espectador el ánimo de apostar por objetivos que se sospechan, falsamente, como imposibles. Perseguir otra Argentina, posible sin duda alguna porque es la que pudo haber sido, es la fuerza que recrea en cada uno de los concurrentes que se acercan a la sala de exhibición.

Desde un estricto juicio artístico la nota no puede ser menor, en verdad el documental se presenta como el generador de las más acabadas y delicadas producciones de nuestro cine. El valor testimonial e histórico, el juego de diálogos, a veces desopilante, otras conmovedor, siempre lúcido, entre los participantes de la empresa de reconstrucción del "objeto volador justicialista" (como genialmente lo bautiza Santoro) son prueba incuestionable de la sensible inteligencia del director. La ansiedad que muta en tensión por descubrir si tan increíble hazaña es posible se adueñan de los espectadores, que reclaman renunciando a toda racionalidad, el vuelo triunfal del Pulqui. Acaso porque desean volar también a ese país posible, a ese país posiblemente feliz, al menos por ese instante, como bien titula la película.

Conmueve la pasión que emana del plástico y del artista-metalúrgico, el amor a su patria, la convicción de que hay que creer, de que nada es imposible. En fin, una obra necesaria que servirá de inspiración para que muchos otros compatriotas se atrevan a creer y renuncien a la resignación que paraliza.

Por lo expuesto solicito a mis pares la aprobación de este proyecto.