Declarar de interés de esta H. Cámara el ciclo televisivo "LOS SIETE LOCOS", que conduce la periodista Cristina Mucci, a veinte años de su primera emisión. .

Señor presidente:

Si "veinte años no es nada" para el tango, dos décadas seguidas en la vida personal son una enormidad. Pero cuando ese yo personal se convierte en un nosotros, se puede medir la importancia del tiempo como consecuencia y trabajo. Y este es el caso que venimos a reconocer. Los veinte años de un programa cultural que tiene la misma edad de la democracia. Por eso, "Los siete locos", que de ese ciclo se trata, es el programa cultural pionero de la televisión argentina. Un mérito no menor por coincidir con la recuperación de la libertad, indispensable para la creación cultural. El programa de Cristina Mucci apareció por primera vez en la pantalla del Canal 13. Corría 1987 y el país todavía vivía la borrachera de la recuperación democrática. Poco tiempo después saltó a su hábitat natural, el canal público, entonces ATC, donde se trasmitió hasta 1990, cuando el valor fue desplazado por el precio, y la cultura se convirtió casi en sinónimo de mala palabra. Fueron los años en los que las señales de cable se convirtieron en una opción personal, rentada por los mismos interesados, para contraponerse a la escasa promoción estatal de la cultura. "Los siete locos" se emitió por CABLEVISION, VCC, MULTICANAL y finalmente Canal (á) hasta 2002, cuando se reintegró a la televisión pública en la pantalla de Canal 7, donde se emite actualmente los sábados de 17 a 18.

Ideado originariamente como un programa de libros, o sea: para la difusión del libro y su lectura, con el tiempo fue incorporando las otras ramas del quehacer artístico-cultural, desde las artes plásticas al cine, del teatro a la arquitectura.

Un espacio plural, pensado y trabajado con el criterio periodístico de su conductora y autora, Cristina Mucci. Alcanzaría con revisar los programas de todo este tiempo para reconocer a los protagonistas, los temas y las preocupaciones de la Argentina, expresados en las entrevistas, los informes, las mesas redondas y debates. Por la mesa de "Los siete locos" desfilaron más de siete "locos": creadores, las figuras más relevantes de la cultura de nuestro país como los invitados extranjeros de la talla del premio Nóbel de Literatura el portugués José Saramago, el mexicano Carlos Fuentes, el uruguayo Mario Benedetti, los chilenos Isabel Allende y José Donoso, el peruano Mario Vargas Llosa, el entrañable Augusto Roa Bastos, el filósofo español Fernando Savater, Ray Bradbury y P. D. James. También participaron del programa los escritores más destacados de la península ibérica, Manuel Vázquez Montalbán, Arturo Pérez Reverte y Antonio Muñoz Molina.

El ciclo, que fue ternado ocho veces para recibir el premio al mejor programa cultural, obtuvo el Martín Fierro en 1996, 1997, 1998 y 2002. Entre sus reconocimientos también se enumeran los premios BROADCASTING, GENTE DE LETRAS, JULIO CORTAZAR -que otorga la Cámara Argentina del Libro-, LEONARDO -galardón del Museo Nacional de Bellas Artes-, y las distinciones de la FERIA DEL LIBRO DE BUENOS AIRES -en tres oportunidades-, el GRUPO INTERAMERICANO DE EDITORES y THE BUENOS AIRES HERALD. En 1996 fue declarado Programa de Interés Cultural por la SECRETARIA DE CULTURA DE LA NACIÓN.

Los veinte años de "Los siete locos" son también una buena metáfora de un país en el que se quemaron libros en la plaza pública como castigo a la libre expresión, y muchas personas pagaron con la vida y la prisión los ejemplares que guardaban en sus bibliotecas. Reconocer a un programa de libros es una forma de reconocer también el triunfo de la libertad. Es distinguir, al mismo tiempo, el trabajo de su conductora y realizadora, quien debió pelear contra la más perversa de las ideas televisivas: "la cultura no da rating". Un prejuicio arraigado entre nosotros, que confunde la identidad de un canal público al servicio de la ciudadanía, con la lógica comercial que se subordina a los anunciantes. Y peligrosamente va configurando la sociedad que pronosticó Arlt, expresada en el delirio del astrólogo cuando imaginaba la sociedad del futuro, compuesta de "dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relación con un mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna".

Una descripción perturbadora que bien puede aplicarse a la Argentina del precio, la cifra y la ganancia que hizo de los libros y la cultura una sospecha, asociada al fracaso. Un cinismo que aprisiona la mejor energía creadora y que ya no debiera tener cabida en los tiempos de la reconstrucción democrática, dinamizados por la libertad y los derechos de valor universal, como es el derecho a la cultura y a la identidad, la que se espeja con talento y belleza en los libros como en el cine.

Por eso, aquellos que pudieron contrariar con trabajo y perseverancia la falsa idea de la que cultura no "da rating" o es un artículo suntuoso, merecen todo el reconocimiento del pluralismo expresado y representado en este Congreso.