La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar su beneplácito ante el memorable restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre la República de Cuba y Estados Unidos, merced a la mediación del Papa Francisco; lo cual beneficiará al hemisferio occidental, a la paz mundial y con el futuro fin del bloqueo ambas naciones se encaminarán a un destino de entendimiento mutuo y de mejora de la calidad de vida del pueblo cubano en lo económico y social y también en cuanto a libertades civiles, respeto a los derechos humanos y vigencia de la Carta Democrática Interamericana.

Señor presidente:

Nuestro compatriota Jorge Mario Bergoglio, desde el 13 de marzo de 2013 Papa Francisco de la Iglesia Católica Apostólica Romana, ha sido el artífice del último episodio de la Guerra Fría. El 17 de diciembre los presidentes Castro Ruz y Obama anunciaron, casi en simultáneo, la liberación de prisioneros, el inicio de negociaciones bilaterales y el pronto restablecimiento de las relaciones diplomáticas a nivel de embajadores en La Habana y Washington.

Los oídos no podían dar crédito a lo que los medios comunicaban. Su Santidad Francisco, era el discreto hacedor de este cambio que se avizoraba imposible o quimérico.

Sin embargo, haciendo propias las palabras de nuestro ex canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, la realidad nos ha traído una buena noticia, porque: "una vez caído el bloqueo, que esperemos se concrete en un corto plazo, las autoridades de la isla ya no tendrán ese argumento para frenar las legítimas aspiraciones republicano-democráticas de vastos sectores de la población".

Bergoglio, desde su labor pastoral como cardenal arzobispo de Buenos Aires trabajó con reserva y sin estridencias, pero sin pausa y con perseverante denuedo, en la defensa de los sectores más vulnerables: los pobres, las víctimas de la trata de personas, las madres solteras, los marginales y los olvidados del sistema. Su nominación por el Sacro Colegio Cardenalicio como sucesor de San Pedro, trajo una brisa de renovación en los estamentos eclesiales y con su ejemplo de humildad y dotes de estadista convencido de la necesidad de la paz y el verdadero progreso, conmueve al mundo entero.

Más allá de las opiniones que cada quien pueda tener de la calidad institucional del régimen cubano, que mantiene la dictadura de partido único en pleno siglo XXI y ha empujado a millones de connacionales al exilio, debido a su política de represión y desapego a la observancia de los derechos humanos y libertades públicas, esta mediación del Santo Padre es la culminación feliz del aquel histórico discurso del hoy santo Juan Pablo II, quien frente a Fidel Castro y en la propia Plaza de la Revolución expresó en su visita apostólica del año 1998 : "Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba".

No podemos permanecer ajenos a este hecho histórico, que más allá de ser un acontecimiento en pleno desarrollo, creo que podemos asemejarlo a la caída del Muro de Berlín, al menos para el Continente Americano. Quizás podríamos decir que esta reanudación de relaciones entre la "la Perla de las Antillas" y Washington es el derrumbe de lo que quedaba de aquel mítico Muro.

Obviamente, el beneplácito amerita ser declarado y en consecuencia, en el mismo sentido destacar la madurez de ambos gobiernos, que dejando de lado históricas diferencias, aceptaron los sabios consejos del Romano Pontífice y el mandato de la realidad y, consecuentemente, dieron inicio a una distensión bilateral que redundará en favor de toda América y de la Humanidad. Ese gestor, orgullosamente cabe decirlo, es argentino y su proceder debe ser enaltecido.

Por ello, solicito el acompañamiento de mis pares a fin de aprobar este proyecto.