La Cámara de Diputados de la Nación

DECLARA:

Que vería con agrado que el Poder Ejecutivo Nacional, a través del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación, impulse y promueva en todas las jurisdicciones provinciales y en la Ciudad de Buenos Aires, la enseñanza curricular del respeto, en el amplio sentido del vocablo como expresión de un sustantivo valor moral y especialmente el respeto por el espacio y patrimonio públicos.

Señor presidente:

El respeto es uno de los más elevados valores morales y una de las más excelsas virtudes humanas.

Respetar al prójimo es respetarse a sí mismo. Respetar la ley es consolidar la convivencia. Es el punto más alto de la civilización.

Que las autoridades respeten a los ciudadanos es el pico más elevado del sistema político-institucional.

Que todos respetemos el espacio público configuraría casi traer el paraíso a la tierra, entendido como la armonía de lo estético y la practicidad del ordenamiento funcional.

Que el patrimonio público sea respetado aparejaría, por un lado, cuidar materialmente bienes valiosos, como, por el otro, proteger la heredad, tanto histórica como flamante, siempre fortalecedora del espíritu del pueblo.

¡Cuánto falta en nuestro país en este terreno del respeto!

Es alarmante el altísimo grado de vandalismo que se manifiesta en el espacio público, que lo deteriora y hasta lo destruye, al igual que al patrimonio común. Por momentos pareciera que no constituimos un colectivo social debidamente formado. Daría la impresión que, lejos de la urbanidad, ni siquiera somos rústicos. La sensación es que no hallamos en una escala aun inferior. Y, lo peor, es que la de socialización es creciente, sin atisbos de que el tiempo mejore la situación. Por eso, es menester meter mano a la herramienta esencial y decisiva: la educación.

Si tuviésemos respeto no morirían siete mil habitantes por año en mal llamados accidentes de tránsito-

La propia criminalidad disminuiría ya que la enseñanza del respeto aventaría que se engendren en el camino de la vida tantos delincuentes. El aprendizaje sería un antemural para el crimen. Ya se sabe que la conciencia es tan o más poderosa que la ley. Sobre todo para generar, suscitar conductas plausibles.

El respeto nos depararía una mayor vigencia de la ley. Y rigiendo la ley, todos cumpliéndola, la vida colectiva e individual mejoraría inimaginablemente.

El respeto sepultaría eso de la "la ley como letra muerta" y ni hablar que inhumaría el funesto "hecha la ley, hecha la trampa".

Transformaríamos al país si al cabo de un lustro o, quizás de una década, los argentinos fuéremos enseñados y correlativamente lográremos aprender a respetar.

Solicito el respaldo de la Cámara para esta Declaración.