PROYECTO DE TP
Expediente 7512-D-2010
Sumario: EXPRESAR RECONOCIMIENTO A LA TRAYECTORIA DEL MUSICO CHAQUEÑO OSCAR MARCELO ALEMAN, AL CONMEMORARSE EL 30 ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO EL DIA 14 DE OCTUBRE DE 2010.
Fecha: 13/10/2010
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 153
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Expresar su
reconocimiento a la trayectoria del músico chaqueño
Oscar Marcelo Alemán, al conmemorarse el 30°
aniversario de su fallecimiento, el 14 de octubre de
2010.
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
- ¿Oscar Criollo? (1)
Oscar Marcelo Alemán, nacido el 20 de
Febrero de 1909, en la República Argentina. Oriundo de Machagai, provenía de una
familia de músicos. Su padre, guitarrista folklórico, formaba parte de un cuarteto de
arte nativo, integrado por Carlos, Jorgelina y Juan, sus propios hijos. Por su parte,
Oscarcito, de breves seis años, lucía una destreza inusual como zapateador de
malambo, impulsado por una elástica postura y un tono muscular, inusuales para un
niño de su edad.
El cuerdista chaqueño era un
prestidigitador y un "chanssonier", un velocista y un efectista, un comediante y un
danzarín, de improbable réplica contemporánea. Impuso el hábito de girar y apoyar la
guitarra sobre las espaldas, y ejecutar (hacia atrás) fragmentos de canciones.
De vuelta al país, logra un éxito impactante, pero persuasivo: su tema "Rosa
madreselva", se proyecta como pieza de culto y cifra de venta. Diez años después, con
su invariable humor activo, funda una escuela de aprendizaje para jóvenes guitarristas,
sin sustento económico.
Alrededor de 1926, toca, de manera
profesional, en cafés y clubes nocturnos, junto a Gastón Bueno Lobo, otro guitarrista
con quien forma un dúo de género variado. Incursiona como autor de tangos, y
Agustín Magaldi le graba una versión. Alterna actuaciones con Carlos Gardel y se
vincula con Enrique Santos Discépolo. Viaja después por tierra brasilera y otras
latitudes sudamericanas.
Estimulada por la curiosidad de un talento expandido, la diva del jazz Josephine Baker
lo convoca a una prueba que lo confirma y la deslumbra. Ambos conforman un dueto
antológico. La invasión alemana a París, en 1940, los obliga a desmembrar la compañía
y continuar separados. Alemán, conoce a Louis Armstrong y Duke Ellington, quienes
detectan su capacidad improvisativa e intuitiva.
Pero es Django Reinhardt, el célebre guitarrista gitano, quién le produce una implosión
totalizante en la percepción y en los códigos instrumentales. Ambos se admiran y
respetan, comparten sesiones e improvisaciones y tocan en el Hot Club de Francia.
En 1915, realizó una actuación
memorable, en el escenario del Teatro Nuevo. A causa de una separación familiar,
Oscarcito comienza, a los diez años, una vida de errancia y autodeterminación,
constantes de su vida futura. Se lo recuerda lustrabotas en las diagonales de Sáenz
Peña. Alguien le acerca un "cavaquinho", pequeña guitarra de cuatro cuerdas, con lo
que inicia una carrera excepcional de instrumentista.
Alemán se mantiene en su carácter de
solista y convoca a un quinteto de tres violines, contrabajo y batería. El primer violín
era Hernán Oliva. Las últimas grabaciones las concreta junto a Eduardo Ravera,
rodeado por sus discípulos.
Oscar Alemán, esposo de Carmen Vallejos y padre de Selva Alemán, talentosas actrices
nacionales, falleció el 14 de Octubre de 1980. Desde el otro siglo, su nombre figura en
los anales de la Enciclopedia Mundial del Jazz. El olvido irresponsable y la ingratitud
deleznable no tienen edad. Son impunemente vigentes. ¿Algún funcionario
nomenclador con sentido común y vergüenza patriótica se acordará, en alguna calle de
tantos barrios nuevos del Gran Resistencia, de nuestro Oscar Alemán, que honra al
Chaco en el mundo? La memoria es la madre del recuerdo.
(En homenaje vivo a Guillermo De Lange,
músico de Quitilipi, que compartió arte, amistad y respeto con Oscar Alemán y Ricardo
D´Anuzzo, patriarcas de las guitarras.)
- ¿Biografía oficial?
Los siguientes datos biográficos son extraídos de
la página oficial (2) :
20-02-1909. Oscar Marcelo Alemán nace en
Resistencia, Chaco, Argentina.
1915. Oscar Alemán se integra con 6 años al
conjunto familiar "Sexteto Moreira", conducido por su padre.
1919. El conjunto familiar viaja a San Pablo y a la
ciudad-puerto Santos. Oscar empieza a aprender, "de oído y de ojito", a tocar guitarra y
cavaquinho.
1921. Se suicida el padre. Los hermanos mayores
de Oscar lo abandonan y éste empieza a sobrevivir en la calle con diversos oficios: lustrando
zapatos, vendiendo diarios, abriendo coches, etc. Come mal y poco.
1924. Se presenta en tabernas tocando un
cavaquinho. Allí lo descubre Gastón Bueno Lobo, un guitarrista brasilero.
1925. "Los Lobos" debutan en Río de Janeiro y
hacen giras por el interior del país.
1926. Oscar Alemán regresa a Buenos Aires
acompañado por Lobo. Ahora el repertorio se amplía con tangos, foxtrot, boleros y valses.
Oscar Alemán conoce a Gardel.
1929. "Los Lobos" son descubiertos por Harry
Fleming. 02-1929 Embarcan hacia Europa. Son presentados bajo el cartel de "Guitarristas
Hawaianos", se presentan en San Sebastián, Madrid, Barcelona, Portugal, Bélgica, Suiza,
Alemania.
1931. Oscar Alemán integra la orquesta belga del
trompetista Robert De Kers. Le escribe Josephine Baker mandándolo a buscar.
1933. Durante una gira europea de la orquesta de
Duke Ellington, éste le ofrece integrarse como solista a Alemán pero la Baker lo impide.
"Orquídeas de Burdeos".
2-12-1934. Primer concierto del QHCF. Ese
mismo mes, Oscar Alemán es presentado por el Hot Club en la Sala Lafayette.
1933-1935. Toca y graba (en marzo de 1935)
también en la Freddie Taylor's Swing Men from Harlem". Oscar Alemán funda el Tango Fútbol
Club, "integrábamos el equipo casi todos músicos. Yo era el capitán y actuaba como entreala
derecho. Dictábamos cátedra y ganábamos por muerte".-
31-01-1936. Oscar Alemán es visitado en París por
Discépolo que de gira con Tania y su compañía le ofrecen trabajar en su orquesta: Oscar desiste
por el buen momento que vive en Francia.
1937. Oscar Alemán filma "Tríos argentins a
Montmartre" junto a George Rigaud y Rafael Medina, un cantante canario. Dirige André
Hugon.
04-1939. Josephine Baker se presenta en el Teatro
Casino de Buenos Aires. Sería aquí cuando la Baker viaja a Buenos Aires y al no ponerse de
acuerdo con el salario de Oscar, rompe definitivamente su relación artística.
14-06-1940. Regresa a Buenos Aires junto a
Malou y es representado por Silvio Spaventa, a quien habría conocido en París.
10-1941. 1er Concierto de Jazz en Buenos Aires
en un colmado Teatro Casino. Actúa Alemán y su Quinteto.
11-1941. Debuta en LR3 Radio Belgrano.
Entre 11-1941 y 1947 graba 48 temas durante los
años '40 para el sello Odeón.
3-04-1942. El sexteto debuta en la confitería
"Adlon" con una corner de nombre Ema.
El hit de 1943 es su versión de Bésame Mucho con
un millón de placas vendidas.
07-1945. Oscar Alemán participa en cuadros
musicales de varios espectáculos del pionero de la revista porteña Ivo Pelay.
31-12-1945 al 22-02-1946. Contrato en Brasil para
actuar en el Casino de Guaruja, Pozos da Caldas y Atlántico de Río de Janeiro.
Aquí se reencuentra con su hermana Juana.
31-05-1946. Participa junto a Lisa Marchev en
Recital de Arte Negro (Poesía y Música). Conoce a Carmen Vallejos (22 años) dama joven de
una compañía de radioteatro en Radio Belgrano. Carmen tiene una hija de una relación anterior:
Selva. Hacia mayo de 1947 debuta en LR4 Radio Splendid.
08-1948. Nace su hija India Morena Alemán.
Compra casa en Lanas.
17-03-1949. Se estrena en el cine Libertador "El
ídolo del Tango" de Héctor A Canziani, con Julio Martel, Graciela Lecube y Oscar
Alemán.
12-1951. Oscar Alemán retorna a Radio
Belgrano.
- ¿Retazos de una leyenda? (3)
De una infancia pobre en el Chaco a ser el
showman número uno de la noche parisina de los años treinta. De una vida familiar
trágica al éxito y el reconocimiento de monstruos como Duke Ellington, Django
Reinhardt y Louis Armstrong. De bailar en la calle por unas monedas a transformarse
en el mejor guitarrista argentino de todos los tiempos. De llenar estadios y convocar
multitudes a la indiferencia y el olvido en Buenos Aires. Retazos de una vida singular,
la vida del músico que quedo en la historia como intérprete, pero también como
pionero del jazz en un país de tangueros.
Buenos Aires, Argentina,
1968.
Los nervios no lo traicionaron hasta que
puso un pie en el improvisado escenario. Desde allí, mirando de arriba el bullicio de los
invitados, las risas y las bromas de esa multitud de perfectos desconocidos, empezó a
sentir que las piernas le temblaban. Sabía cómo era esa sensación, la conocía casi de
memoria. Sabía también cómo detener esa guerra de nervios que lo iba carcomiendo
por dentro. Miró a sus costados y buscó el cavaquinho. Se fue acercando lentamente al
micrófono, como intentando no llamar la atención de los concurrentes, que parecían
dispuestos a no escuchar nada que no fueran gritos y carcajadas. El tipo deslizó sus
dedos sobre las cuerdas y se acomodó los anteojos, mientras sentía como los nervios
iban, poco a poco, abandonando sus piernas. Hizo una pausa antes de comenzar y los
primeros acordes extirparon definitivamente las tensiones acumuladas antes de llegar
al escenario.
Abajo, la cosa seguía más o menos igual.
Nadie le prestaba atención a aquel hombrecito moreno, que abrazado a su diminuto
instrumento, disparaba una melodía pegadiza, repleta de swing. El bullicio siguió un
rato más, sólo hasta que una voz afónica e imponente exigió silencio desde abajo, en
inglés. Era la voz de un tal Duke Ellington, que no dudó en pegar dos gritos para
acallar el coro de obsecuentes y oportunistas que lo rodeaban en la recepción de la
embajada.
El que se había ganado su respeto desde
arriba del escenario se llamaba Oscar Alemán, y ya se conocían. El resto de los
presentes acató la orden del homenajeado Ellington, y comenzó a mirar con curiosidad
al señor morocho que seguía, cada vez más suelto, cada vez más seguro, rasgando las
cuerdas de un cavaquinho. Sólo entonces, rodeado de un silencio que no esperaba,
Oscar Alemán recordó como una ráfaga imágenes de los últimos años. Conocía aquella
pieza de memoria, más que eso, cada nervio de su cuerpo parecía dispuesto para tocar
esa canción y hacerlo de esa forma. Entonces, mirando de arriba a esa multitud de
gente importante, vestidos con ropas elegantes y hablando en otro idioma, recordó
esas navidades con mate y tortas fritas, esas clases de guitarra con las que se había
ganado la vida los últimos tiempos. Justo él, que jamás había leído una partitura y que
desconocía los códigos de la métrica. Justo él, que jamás había tenido un profesor y
que había sido abandonado a su suerte después de llenar estadios y de hacer bailar a
multitudes en fiestas populares de todo el país.
Sentía orgullo de observar el entusiasmo
con el que Duke Ellington festejaba cada uno de sus acordes sobre el cavaquinho, y
cómo el resto lo miraba, tratando de saber quién era ese tipo por el que había que
guardar un silencio respetuoso.
Cuando terminó su pieza, las lágrimas se
asomaron por detrás de sus anteojos, pero no por los aplausos. La mayoría de aquellos
que aplaudían lo hacían por conveniencia. Lloraba cuando escuchó que fue el propio
Duke Ellington quien informó a los concurrentes quién era ese morocho que la rompía
con el cavaquinho: "Ladies and gentlemen, this is Oscar Alemán. This cat has root
('Este gato tiene raíces')", vociferó.
Oscar Alemán agradeció el elogio, y se
bajó del escenario donde lo esperaban los saludos de aquellos mismos que lo miraban
con indiferencia cuando recién comenzaba su faena. Pero algo detuvo la marcha de
Alemán rumbo a la reunión y a los saludos del propio Ellington. Alemán volvió sobre
sus pasos, y murmuró casi en voz baja: "Me olvidé el cavaquinho ahí arriba".
Santos, Brasil, 1922.
Hasta el más apurado de los estibadores
frenó su andar durante algunos minutos para no perder detalle de aquel negrito que
repartía sonrisas en la vereda comercial de la ciudad. El negrito danzaba en la vereda,
con la melodía prestada de un yoro interpretado por un guitarrista callejero en esa
misma esquina. El negrito bailaba y se contoneaba, todo sonrisa, todo simpatía, y una
multitud detenía el tránsito de la vereda para mirar aquella danza increíble, aquel
negrito artista.
La mayoría de los transeúntes ya lo
conocía. Era Oscarzinho, el mismo que le lustraba los zapatos a los trabajadores del
puerto por la mañana. El mismo Oscarzinho que se ganaba sus monedas abriendo las
puertas de los coches en la zona más fina de la ciudad. Todos allí conocían de las
virtudes de ese negrito incansable, que pronunciaba mal el portugués, que corría por
las calles de Santos a las zancadas y que paraba algunas horas, por la noche, para
dormir bajo el refugio de los bancos en la plaza.
Cuando Oscarzinho terminaba su faena,
estallaban los aplausos. Hasta el más humilde de sus espectadores ocasionales
escarbaba en sus bolsillos en busca de esa moneda que pagara la sonrisa matutina, el
esfuerzo del negrito que parecía dispuesto a impedirles a todos llegar temprano a sus
trabajos. Pero los transeúntes, que ya se dispersaban, no sabían todo de Oscarzinho.
No sabían qué hacía Oscarzinho con aquellas monedas que guardaba en un sobre
celosamente oculto en su pantalón. No sabían, acaso porque el tiempo los apremiaba y
los patrones no miraban con buenos ojos a los que llegaban tarde, que Oscarzinho se
corría un pique de un par de cuadras hasta el negocio de Marcio, el luthier de la
ciudad. Allí Oscarzinho entregaba el puñado de monedas que había juntado ese día,
que se sumaban a todas las monedas que ya engordaban el paquete que Marcio
guardaba detrás del mostrador con el nombre de aquel negrito escrito en manuscrita
algunos meses atrás. "Quiero que me haga el mejor cavaquinho", había exigido el
danzarín callejero, doce años, todo entusiasmo y 25 centavos en la mano. Marcio
entonces sonrió y le prometió que cuando juntara los 200 pesos necesarios, él le
entregaría el mejor cavaquinho de Brasil. Todos los días irrumpía en su negocio un
agitado Oscarzinho con su puntual cuota de monedas para meter en el paquete con su
nombre, con su sueño. Con el tiempo y a fuerza de tantas visitas, Oscar fue ganándose
la amistad de la mujer de Marcio, quien le ofrecía tomarse un café con leche en el
negocio, mientras empezaba a rasgar las primeras cuerdas del cavaquinho de la
vidriera que amablemente le prestaban para que practicara.
Uno de esos días, Oscarzinho corrió más
que nunca con la felicidad de haber recaudado dos pesos, después de un par de días
sin haber podido juntar nada para su cavaquinho. Pero algo desmoronó el sueño de
aquel negrito. En la vidriera del negocio cerrado, un cartel anunciaba la fatalidad:
"Cerrado por duelo". Oscarzinho tocó el timbre y la mujer de Marcio salió entre
lágrimas, y entre lágrimas lo abrazó y le contó que Marcio había muerto esa mañana.
Ella fue quien le confesó al oído cuáles habían sido las últimas palabras de su marido:
"Que a Oscarzinho no se le cobre ni un centavo más, está todo pago". Cuando
entraron al negocio, la señora le entregó el cavaquinho que Marcio había armado para
él, por el que tanto había trabajado desde hacía meses. Una sonrisa descarada se filtró
entre la tristeza del rostro de aquel morochito que temblaba, de pie y con un
cavaquinho flamante en sus manos flacas. Nadie podía explicarse en Santos porqué
Oscarzinho lloraba y se reía esa tarde, abrazado a su instrumento. Nadie conocía
demasiado, a decir verdad, de la trágica vida de aquel danzarín moreno. Tampoco
sabían los transeúntes de dónde venía Oscarzinho, y casi ninguno había oído nombrar
en toda su vida el nombre de aquella misteriosa ciudad chaqueña, de nombre
Resistencia. ¿Conocían, los vecinos de Santos, de las mañanas calurosas en el Chaco,
del paisaje verde interminable, del silencio de la siesta y el bullicio de los grillos al
atardecer, del cansado regreso de los hacheros a la ciudad y de las riñas nocturnas
que azuzaba el alcohol en las cantinas? Nada, nada conocían. Ignoraban, en realidad,
casi todo de aquella geografía que les resultaba tan ajena como aquella otra historia
de amor que brotó de sus entrañas algunos años atrás.
La historia de Marcela y la de Jorge. Ella,
de familia toba y profesión pianista. Él, uruguayo, descendiente de españoles (de allí
su doble apellido: Alemán Moreira), y guitarrista folklórico. Los dos silenciosos, sin
poder mirarse a los ojos, capaces de derrotar la timidez sólo para enamorarse. Marcela
y Jorge vivieron juntos el tiempo suficiente como para tener seis hijos, y enseñarles a
los mayores algunos de los secretos de la guitarra y de la danza folklórica. Toda la
numerosa familia conformaba el famoso "Sexteto Moreira", que no se perdía festejo ni
peña en Resistencia y que hasta llegó a presentarse en Buenos Aires, en el viejo Luna
Park y en el Parque Japonés. Mientras Jorge y Marcela tocaban acompañados por
Carlos y Jorgelina, el público ovacionaba a los dos más chicos, que bailaban en el
medio de la pista. Pero si había uno que sobresalía a los ojos de la gente, ése era
Oscar. Hasta campeonatos de malambo llegó a ganar cuando no llegaba todavía a los
diez años.
Pero la vida se les hizo complicada a los
Alemán y las presentaciones ya no alcanzaron para alimentar a tan numerosa
descendencia. Así que Jorge organizó una excursión a Brasil con sus cuatro hijos
mayores con el objetivo de presentar su espectáculo en esa región y, a la vez,
arriesgar con una carga de algodón que podía dejar buenos dividendos para la familia.
En Buenos Aires y doblada de tristeza, se quedó Marcela con los dos más chiquitos:
Herminia y Enrique. En Brasil la cosa no fue nada sencilla: pocos teatros se interesaron
por el espectáculo del "Sexteto Moreira", algunos ni siquiera pagaron lo acordado, y el
negocio del algodón fracasó. Era la mala que había llegado para quedarse, suspiraba
Jorge, preocupado y lejos de su gran amor. Ese gran amor que los mantenía unidos a
la distancia, esa luz que un día, de golpe, se apagó. La noticia, breve y fatal,
desmoronó a la familia: Marcela había muerto en Buenos Aires, y sus dos chiquitos
habían sido internados en un orfanato. Desesperado y solo con sus hijos, Jorge se
derrumbó. 1921 recién caminaba sus primeros pasos cuando el padre de Oscar,
derrotado de tristeza, se arrojó al vacío desde el tranvía que cruzaba un puente. Poco
antes, ya se habían marchado sus hermanos, cada uno a intentar rebuscárselas por su
lado.
Y una tarde gris, Oscar, con once años y
sin saber para dónde agarrar, se quedó solo.
París, Francia, 1934.
"Esto no me gusta", rezongó el morocho,
vaciando de un trago el vaso de whisky, harto ya de tanto aburrido musette y de
tantos comentarios estúpidos de sus excitados acompañantes. Cansado y bufando
como un chico, el morocho en cuestión comenzó a buscar con la vista la puerta de
salida del L'Ange Rouge, mientras improvisaba alguna excusa que nadie terminó por
creerle demasiado. Casi al mismo tiempo en que el morocho, al que todos llamaban
Satchmo, agarró el brazo del traductor para tomar impulso rumbo al frío de la rue
Fontaine, desde el escenario un locutor delató su presencia al resto de la multitud:
"¡Tenemos en la sala al famosísimo astro norteamericano, el señor Louis Armstrong!".
Todos los concurrentes ovacionaron la delación, mientras buscaban entre las mesas del
fondo al músico más famoso del momento, de visita por París en esos días. Al pobre
Satchmo, acostumbrado a las muestras de cordialidad, no le quedó otra que saludar
con la mano, esbozar su mejor sonrisa y sentarse otra vez en la mesa, insultándose en
voz baja por haberse dejado convencer por su traductor.
Minutos después, a Satchmo le ofrecían
otra mano para estrechar en esa noche que parecía interminable. Pero esta vez no se
trataba de un francés adinerado, ni tampoco de un fanático cargoso, esta vez era un
par, y además era un negro. Su traductor fue quien le informó el nombre del recién
llegado: "Es Oscar Alemán, guitarrista de jazz". Los ojos enrojecidos de Armstrong se
encendieron de entusiasmo: "¿De jazz? ¿Y por qué no nos arrima alguna melodía,
porque esto se está poniendo insoportable, mi amigo?". El vozarrón del ilustre invitado
sacudió el cabaret parisino, y no hubo oreja que no detectara el sarcasmo de aquel
comentario. El mismo locutor que había delatado la presencia de Armstrong, sugirió al
micrófono que Alemán los beneficiara con alguna pieza. El otro morocho, bajito y flaco,
de cuidado bigote y sonrisa amplia, gambeteó el cansancio que acumulaba de su
última presentación en el Chantilly: era Louis Armstrong, nada menos, quien le rogaba
su ayuda. Como para ir sacando los dedos del frío de la noche, Alemán deslizó sobre
su guitarra, casi sin proponérselo, los primeros acordes de "Hombre mío", el tema que
había compuesto para Josephine Baker y que ella misma había titulado. Antes del
segundo coro, Armstrong ya estaba de pie, aplaudiendo el swing del tipo aquel que
había llegado para salvarlo. Para cuando Alemán terminó, Armstrong ya no aplaudía:
ahora corría rumbo al escenario esquivando aplausos y comentarios en un idioma que
no comprendía. Cuando Oscar retomó la melodía, Satchmo sacó de su bolsillo un
pañuelo con un tesoro oculto: la embocadura de su trompeta. Así, imitando los
movimientos rítmicos de su instrumento, Armstrong comenzó a improvisar con el aire
viciado del cabaret parisino sobre el tema de aquel otro morocho que, por fin, hablaba
su propio idioma. Después no pudo con su genio, y comenzó a tararear con su voz
aguardentosa lo que aquella canción le proponía. Al final, los dos se fundieron en un
abrazo interminable. Esa noche que asomaba fatalmente aburrida, Louis Armstrong
descubrió que los argentinos no sólo sabían de tango...
La nota completa en Sudestada n°40
- ¿Cuál fue su discografía?
Hawaianita
(1927-1929), Buenos Aires
Ya lo sé
(1930-1933), Madrid-París
Fox-musette
n.º 301 (1933-1935), París
St. Louis
Stomp (1936-1938), París
Doing the
gorgonzola (1939-1940), París
Susurrando
(1941-1942), Buenos Aires
Negra de
cabello duro (1943-1944), Buenos Aires
Haciendo una
nueva picardía (1945-1949), Buenos Aires
Río Swanee
(1951), Buenos Aires
Scartunas
(1952), Buenos Aires
Minuet
(1953), Buenos Aires
Ardiente sol
(1954), Buenos Aires
Estambul
(1955), Buenos Aires
Juca (1956-
1957), Buenos Aires
Guitarra de
amor (1965), Buenos Aires
Sueño de
víbora (1966-1969), Buenos Aires
Moritat (1970-
1972), Buenos Aires
Tengo ritmo
(1973-1978), Buenos Aires
Vestido de
bolero (1979-1980), Buenos Aires
Hombre mío
(1960-1980), Buenos Aires
Sí... otra vez!
(1979), Buenos Aires
- ¿Rescatándolo del olvido? (4)
Se sabe -por declaraciones previas, por
la tendencia al olvido que padece la Argentina- cuánto le costó al investigador,
guionista y director Hernán Gaffet y a su distinguido productor Jorge Poleri -un
precursor del video en nuestro país- poder plasmar esta obra invalorable. Y ello
porque en las entidades que deberían hacer su aporte, particularmente algunos
archivos oficiales, no hay absolutamente nada de quien fue una de las figuras más
bienamadas del espectáculo nacional.
Tal encuadramiento es deliberado, ya que Oscar Alemán (1909-1980) fue ciertamente
un músico formidable, pero también un showman único y un artista que dejó su marca
por cuanta latitud atravesó (y fueron unas cuantas). Pero además -y no es el menor
de los méritos del documental- fue asimismo una personalidad con más de una
cicatriz y una multitud de recuerdos no siempre gratos. Desde la temprana disolución
familiar hasta un par de encontronazos con los nazis en Europa y antes de regresar
definitivamente a la Argentina.
Merced a fotos, testimonios diversos de estudiosos y allegados, grabaciones y
fragmentos de unas pocas intervenciones cinematográficas, el largometraje Oscar
Alemán -Vida con swing precisa con rara exactitud la fabulosa trayectoria humana y
profesional de Oscar Alemán, su nacimiento en el Chaco, la venida a Buenos Aires, la
aventura en las calles brasileñas, los primeros triunfos en París junto a Josephine
Baker, los varios rechazos a radicarse en los Estados Unidos (a Duke Ellington y Harry
James, nada menos y entre otros), sus éxitos enormes en la radio, el disco y las salas
de espectáculos argentinas, siempre al mando de una guitarra magistral. Y también su
progresiva declinación y un comeback, un regreso final que asombró a toda una
generación.
Con relatos en off (de algunos músicos como Jorge "Negro" González, la cantante e
hija del homenajeado Jorgelina Alemán, el guitarrista Walter Malosetti y unos cuantos
y bien documentados periodistas especializados) y en cámaras de Enrique "Quique"
Pesoa que contribuyen con su buen decir a la solidez del conjunto, Oscar Alemán -
Vida con swing será para muchos un descubrimiento, para otros un volver a vivir y,
para todos, un acontecimiento insoslayable por su ternura y emoción. Y ese
swing...
Oscar Alemán -Vida con swing
Documental
TITULO ORIGINAL IDEM
(ARGENTINA, 2001) ATP - 104 MINUTOS
DIRECCION HERNAN GAFFET
SALA COSMOS
MUY BUENA
- Consideraciones finales
Porque queremos rescatar a Oscar Marcelo
Alemán del olvido y dedicarle un justo reconocimiento a su trayectoria es que solicitamos la
aprobación de este proyecto de resolución.
Firmante | Distrito | Bloque |
---|---|---|
MORANTE, ANTONIO ARNALDO MARIA | CHACO | FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
---|
CULTURA (Primera Competencia) |
Trámite en comisión (Cámara de Diputados)
Fecha | Movimiento | Resultado |
---|---|---|
10/11/2010 | DICTAMEN | Aprobado por unanimidad sin modificaciones en los términos del articulo 114 del reglamento de la H. Cámara |
Dictamen
Cámara | Dictamen | Texto | Fecha |
---|---|---|---|
Diputados | Orden del Dia 1778/2010 | ARTICULO 114 DEL REGLAMENTO DE LA H. CAMARA DE DIPUTADOS DE LA NACION, BAE 36/2010 | 25/11/2010 |
Trámite
Cámara | Movimiento | Fecha | Resultado |
---|---|---|---|
Diputados | APROBACION ARTICULO 114 DEL REGLAMENTO DE LA H CAMARA DE DIPUTADOS; COMUNICADO EL 14/12/2010 | APROBADO |