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PROYECTO DE TP


Expediente 7465-D-2014
Sumario: RENDIR HOMENAJE AL PRESIDENTE DE LA NACION TENIENTE GENERAL JULIO ARGENTINO ROCA, AL CONMEMORARSE EL DIA 19 DE OCTUBRE DE 2014 EL CENTENARIO DE SU FALLECIMIENTO.
Fecha: 22/09/2014
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 129
Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:


Rendir homenaje al presidente de la Nación (1880-1886 y 1898-1904) Teniente General Julio Argentino Roca, al conmemorarse el centenario de su fallecimiento el próximo 19 de octubre de 2014.

FUNDAMENTOS

Proyecto
Señor presidente:


Julio Argentino Roca nació en Tucumán en 1843. Fue presidente de la Argentina durante los períodos comprendidos entre 1880 y 1886; 1898 y 1904. Murió en Buenos Aires hace cien años, el 19 de octubre de 1914.
Fue el presidente constitucional que estuvo más tiempo al frente del P.E.N. en toda nuestra historia.
Durante su primer gobierno, Roca explicó que "la práctica de la libertad de las instituciones federales, sin revueltas ni motines, hace el estado normal del país, debido "principalmente a los progresos de la razón pública, que ha comprendido por dolorosas experiencias que el desorden trae siempre consigo la pobreza, el atraso y el descrédito".
Durante su gobierno el fortalecimiento del poder central se hizo efectivo a través de varias medidas. Una de ellas fue la reforma monetaria de 1881, que prohibió la circulación de las monedas y papel moneda provinciales y unificó el sistema monetario argentino con la emisión de un papel moneda único, respaldado por el Estado.
La reforma monetaria intentaba organizar el mercado nacional solucionando la anarquía monetaria reinante en las provincias, que dificultaba las transacciones. En 1884, mediante una ley se adoptó formalmente el patrón oro (papel moneda convertible), en un intento de vincular la moneda interna a la externa, ya que el oro era el medio de pago internacional. La misma ley autorizó a cinco bancos a emitir moneda. El sistema de convertibilidad tuvo corta vigencia y se suspendió en 1885.
En 1884, se creó el Estado Mayor del Ejército y se establecieron diversas disposiciones para consolidar el Ejército nacional, que en 1901 culminaron en la Ley de servicio militar obligatorio.
La Ley de Territorios Nacionales (1884) puso bajo jurisdicción directa del Poder Ejecutivo nueve gobernaciones creadas en los territorios conquistados y ocupados entre 1879 y 1884: Tierra del Fuego, Chubut, Santa Cruz, Neuquén, La Pampa, Río Negro, Chaco, Formosa, Misiones.
Dos leyes -la Ley 1420 y la ley de creación del Registro Civil- traspasaron a la jurisdicción estatal funciones que tradicionalmente se había reservado la Iglesia Católica. La Ley 1420, que estableció la educación primaria gratuita, laica y obligatoria rara niños de 6 a 14 años, fue sancionada en 1884 tras ásperos y prolongados debates .teológicos entre liberales y católicos, que ascendieron el ámbito parlamentario. Esta norma transformó al país. Fue una de las leyes más progresistas de toda nuestra vida como Nación. Hizo de la Argentina postcolonial una potencia mundial emergente.
Las disposiciones básicas de esta memorable ley son:
• instrucción primaria obligatoria, gratuita y gradual para todo niño de seis a catorce años de edad;
• división de la capital de la República y territorios nacionales en distritos escolares, con sus escuelas correspondientes;
• impartición optativa de la enseñanza religiosa en las escuelas únicamente antes o después de las horas He clase, por los ministros de los diferentes cultos;
• creación de jardines de infantes y escuelas ambulantes;
• obligatoriedad de la vacunación antivariólica. Sobre estas bases se desarrolló favorablemente la enseñanza primaria argentina en las décadas siguientes.
La creación del Registro Civil (1884) puso bajo la esfera del Estado el registro de los nacimientos y las defunciones, y años más tarde, una nueva ley estableció el matrimonio civil. Las tensiones entre la Iglesia y el gobierno llevaron a la expulsión del Nuncio Apostólico de Su Santidad y a la ruptura de las relaciones con el Vaticano. Estas leyes, además de su afán centralizador y secularizante, tuvieron entre otros objetivos facilitar la integración de los miles de inmigrantes pertenecientes a distintos credos y nacionalidades.
Instalación permanente en las islas Orcadas en 1904. Esta decisión del general Roca es tan trascendental que ella sola amerita este homenaje. Hizo de la Argentina el primer ocupante permanente en el continente Antártico.
Servicio Militar Obligatorio: El país no estaba preparado para utilizar los instrumentos de guerra adquiridos con premura por el presidente anterior. Faltaban jefes técnicamente capaces, personal especializado, tripulaciones instruidas, arsenales, armamentos, etc.
La creación del ministerio de Marina, a cargo de Martín Rivadavia, permitió el aprovechamiento de la escuadra adquirida con tantos sacrificios. Se iniciaron entonces las obras del Puerto Militar o Puerto Belgrano, que sería la mayor base en su género en América del Sur. y se habilitó el apostadero de Río Santiago. Con el objeto de modernizar el ejército, y con la colaboración del genera) Luis M. Campos, se creó la Escuela Superior de Guerra y la Escuela Normal de Tiro.
El coronel Pablo Ricchieri, segundo ministro de Guerra, inició una nueva era en la organización militar. Convirtió al ejército argentino en un organismo moderno y eficiente, superando el sistema de la Guardia Nacional. En diciembre de 1901 se promulgó una ley sobre la organización de) ejército y el servicio militar obligatorio: la llamada Ley Ricchieri.
EL CONGRESO PEDAGOGICO. El 10 de abril de 1882 el Congreso Pedagógico quedó inaugurado solemnemente en la ciudad de Buenos Aires, integrado por representantes de todas las provincias y por delegaciones de Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay.
Los miembros eran profesores, educadores en general, directores de grandes establecimientos y ex ministros de Instrucción Pública. Los más notables educadores argentinos y de los países vecinos participaron de sus deliberaciones. Para presidir sus sesiones el Congreso designó al doctor Onésimo Leguizamón, mientras que los doctores Jacobo Várela y José M. de Estrada actuaron como vicepresidentes.
El tema central del Congreso era la organización de la educación para promover su progreso. Sin embargo, desde unos cuantos años atrás en distintos puntos de la nación se había iniciado un enfrentamiento entre católicos y liberales, por la defensa que estos últimos hacían de la instalación de diversas instituciones progresistas (cementerios públicos, matrimonio civil, registro civil, ley de educación universal y gratuita etc.) que no eran admitidas por los primeros, atrincherados en tradiciones seculares. En consecuencia, la laicidad o religiosidad de la enseñanza no podía estar ausente en las deliberaciones del Congreso y, por el contrario, el debate sobre ese tema fue predominante. En las sesiones preparatorias del Congreso existía la impresión de que las dos tendencias opuestas se enfrentarían en las deliberaciones.
El 14 de abril los católicos presentaron el siguiente despacho: "Consideramos: que la religión es el necesario fundamento de la educación moral; que la sociedad argentina es una sociedad católica; que la Constitución Nacional consagra en las instituciones este carácter de la sociedad; que la llamada laicidad turbaría profundamente la concordia social: "El Congreso, en homenaje a Dios a los derechos de la familia, ala ley y a la paz pública, declara: Que la Escuela Argentina debe dar una enseñanza esencialmente religiosa".
El Congreso Pedagógico de 1882 "[...] En la sesión de clausura [...] fueron leídas las conclusiones -divididas en siete capítulos-, las que pueden sintetizarse así: la futura legislación escolar debe tener en cuenta especialmente el establecimiento de la obligatoriedad de la instrucción común, la gratuidad y la graduación de la enseñanza, la educación de los adultos en los cuarteles, fábricas y establecimientos agropecuarios, la enseñanza en los distritos rurales, el mínimun de enseñanza obligatoria, la coeducación, la supresión de los premios y la eliminación de los castigos, la construcción de locales y la provisión de mobiliario y útiles adecuados, la obligación de la vacunación y la revacunación, la creación de rentas propias y suficientes, la organización y dotación de personal docente, la elaboración de programas y métodos de enseñanza, la educación de sordomudos, etcétera.
El Congreso Pedagógico de 1882 tuvo una trascendental importancia. [...] Su proyección inmediata fue la ley 1420, del año 1884, sobre la enseñanza universal, obligatoria, gratuita y laica. Ahora bien: la ley 1420, extendida a todo el país, en forma indirecta," por la influencia ejercida sobre la pertinente legislación oficial, y de modo directo, por la acción de los planteles creados en virtud de la ley 4874, del año 1905, no sólo sirvió para elevar rápidamente el nivel cultural del país, por la gestión de la escuela pública u oficial (sin perjuicio del estímulo brindado a la iniciativa privada) con intervención del Consejo nacional de Educación, sino que contribuyó también -entre otros logros- a afianzar la unidad nacional, favorecer la movilidad social, alentar la participación política y garantizar la paz social." ( HÉCTOR FÉLIX BRAVO. "El Congreso Pedagógico del 1882". En HÉCTOR FÉLIX BRAVO (comp.). A cien años de la Ley 1420. Buenos Aires, CEAL, 1985).
Debo señalar que quienes pertenecemos a la Iglesia Católica tenemos discrepancias retrospectivas con el liberalismo imperante en los tiempos de Roca. Sin embargo, un examen objetivo torna irrefutable que en esa época el país tuvo un período de progreso notable. Le faltaron valores y se cometieron errores manifiestos. Empero, el saldo fue el progreso. El cimiento del país con rumbo a la modernidad. No estamos hoy para enjuiciar, sino para homenajear a quienes fueron artífices del país que tenemos. Recogiendo todo lo benéfico y procesando lo maligno o negativo para enmendar esas equivocaciones. Si nuestra actitud fuese la de jueces, seguramente poco quedaría en pie. Y no es nada bueno demoler hacia atrás porque podríamos quedarnos sin sustento en el camino hacia el futuro.
En los fundamentos del expediente 1518-D-2012 señalé y reitero en esta oportunidad que, transcribiendo textualmente:
"Se juzga con el prisma del siglo XXI lo acontecido en el siglo XIX. Si algo es inicuo, absolutamente inadmisible, es evaluar hechos históricos con la mirada actual. Los parámetros para valuar personas y hechos han mutado sustantivamente. Los criterios de hoy no son los de 1879. En ninguno de los planos sociales.
En 1879 el país entero saludó alborozado y optimista la recuperación de nuestros territorios patagónicos y chaqueños. Ambos peligraban. La soberanía argentina era especialmente codiciada por el vecino de allende los Andes. Algunos aborígenes traficaban en Chile ganado robado en nuestras pampas y allí recibían armamento y alicientes para que prosigan con sus periódicad destrucciones. No había paz en nuestras tierras. Incontables mujeres argentinas fueron tomadas como rehenes, raptadas por esas invasiones que devastaban los campos y robaban los bienes, causando zozobra entre nuestros paisanos.
Con la caída de don Juan Manuel de Rosas, en 1852, la situación se tornó insostenible. El Restaurador de las Leyes había sabido pactar con los pueblos originarios y de ese modo se mantuvo una relativa calma.
El preclaro estadista Adolfo Alsina, tan popular en los arrabales porteños - sus seguidores eran llamados "orilleros"-, siendo ministro de Guerra de Nicolás Avellaneda inició, en julio de 1876, la construcción de fosas y fortificaciones en el sur de la provincia de Buenos Aires. Esas obras pasaron a la historia como "el Zanjón Alsina". Empero, no surtieron el deseado efecto de contener a los malones. Seguían asolando.
Se imponía una campaña definitiva que diera solución integral al gravísimo problema que impedía el normal desarrollo del país. Se planificó una acción con un despliegue que iba desde San Rafael - Mendoza- hasta el sur bonaerense, pasando por Villa Mercedes - San Luis- , Río Cuarto - Córdoba - y otros puntos de la frontera interior de entonces.
La Conquista de la Patagonia argentina - fue, estrictamente, conquistar lo que nos pertenecía de antemano - tuvo un clamoroso éxito. Fue aclamada por toda la Argentina.
A posteriori se distribuyeron arbitraria y discrecionalmente las tierras recuperadas, sin que privara un concepto de colonización y sin articular ese reparto con la inmigración que se empezaba a recibir ni con el criollaje marginado de derechos ¡Qué bueno hubiera sido que las familias de inmigrantes y la de nuestros criollos, en lugar de aposentarse en Buenos Aires, Rosario y otras ciudades, hubieran ido a los campos nuevos, para laborarlos! Seguramente, nuestro desarrollo habría sido más armónico y la demografía más equilibrada. Y el país más productivo, menos burocrático- parasitario.
Igualmente, ¡cuán satisfactorio hubiera sido que los aborígenes disfrutaran de la protección de los militares que realizaban la operación reclamada por el país!
Empero, las cosas y los hechos fueron irreversiblemente los que fueron. Y como fueron.
El mismo Roca que conquistó el desierto es quien impulsó transformaciones fenomenales que le acreditan sobrados títulos para que su memoria sea respetada y honrada. Todas las generaciones posteriores le somos deudores. Y no debe sufrir agravio alguno.
Sólo quiero citar dos hechos de Roca que nos hacen inclinar reverentes ante su figura de estadista: la ley 1420 y la decisión de adquirir las instalaciones en las islas Orcadas, en la Antártida Argentina.
La ley 1420 sancionada el 26 de junio y promulgada el 8 de julio de 1884 - durante el primer mandato presidencial del gran tucumano-, de educación universal, obligatoria, laica y gratuita, hizo de la Argentina una potente Nación emergente, que asombró al mundo. Nos sustrajo de la condición de país semicolonial para erigirnos en una Nación cabal.
Sirvió para que los criollos marginados desde Caseros y los inmigrantes recién llegados se vertebraran en un pueblo nacional, igualados en oportunidades y dignificados como personas. Todos identificados con la Nación Argentina emergente. El guardapolvo blanco nos hizo iguales, nos dignificó a partir de la educación, nos preparó cívicamente y nos forjó nuestro destino, tanto común como individual.
La instalación de la base de las Orcadas - decidida por Roca en 1904 - fue de una visión descomunalmente grandiosa. A pesar de las penurias que en estos días ha sufrido esa base - por la pésima gestión de nuestros asuntos antárticos por parte del Ministerio de Defensa- , esa decisión de Roca fue histórica y se inserta entre las mejores adoptadas por los gobernantes patrios, al igual que la impulsión y vigencia de la ley 1420.
Roca merece nuestro respeto. En el balance aciertos errores, los primeros sobresalen y superan largamente a los segundos.
No vamos a construir un país mejor demoliendo estatuas. Hay que marchar hacia el futuro levantando las nuevas estatuas de quienes las vayan mereciendo, sin tocar ni macular a ninguna de las que tenemos que forman parte de nuestra historia.
Si revisásemos minuciosamente a cada uno de nuestros patricios y prohombres pocos quedarían indemnes del escrutinio. Un ejemplo podría ubicarnos: Leopoldo Marechal.
Cuando la presidenta de la República y el papa Francisco conversaron en el Vaticano, antes de la entronización del nuevo Pontífice - en marzo de 2013 - aludieron a la respetada figura del citado escritor, autos de "Adán Buenosayres" y "Megafón y la guerra".
¿Esa ponderación del papa y de la presidenta incluía respetar y aplaudir que Marechal fue condecorado por Francisco Franco con la Orden de Alfonso El Sabio? ¿También significaba avalar que Marechal fuese subdirector de la Biblioteca Nacional secundando a Hugo Wast - Gustavo Martínez Zuviría - en 1943?
Marechal fue y es admirable, pero algunos pueden cuestionar sus posturas tradicionalistas, aristotélicas y tomistas. Empero, ¿quién puede ignorar o negar el talento de Marechal?
Debemos ser más indulgentes con nuestra historia y en vez de hurgar y excarbar para pretender expurgarla, lo que deberíamos acometer es construir nosotros una historia mejor.
Creo que el pueblo que representamos nos agradecerá que seamos prudentes con el pasado y eficaces con el porvenir. Y que en vez de tantas miradas desde la nuca, pongamos toda la atención y la voluntad en construir el porvenir, mirándolo con fe y optimismo".
Por todo lo expuesto y recordando con el historiador Quentin Skinner que los hechos deben analizarse dentro del contexto en el que ocurrieron y con sujeción a la acepción, alcance y significado del vocabulario político de cada época en particular, es que concluimos que el Teniente General Julio Argentino Roca merece ser considerado un patriota en el sentido lato del término, quien en 12 años de ejercicio presidencial demostró auténticas dotes de estadista y fue uno de los principales exponentes de la generación del 80 del siglo XIX que convirtieron a la República Argentina en un país moderno, progresista y ordenado: el más adelantado de toda la América del Sur.
La historiadora María Inés Rodríguez Aguilar, directora del Museo Roca (que depende del Ministerio de Cultura de la Nación), sostiene que no se puede "forzar interpretaciones con conceptos tanto ideológicos como culturales" como el de "genocidio", que se introducen 60 años después de la campaña del desierto. "El conflicto no estaba siquiera determinado filosóficamente, no se percibía la antropología como mirada del otro", dice a Newsweek. "Además, la maquinaria del Estado no estaba destinada a la supresión del otro: era una avanzada sobre tierras en conflicto con un proyecto de consolidar el Estado, en los términos que se concebían en el siglo XIX".
Pacho O'Donnell, presidente honorario del Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, manifestó que la decisión de Roca de conquistar la Patagonia, así como el momento elegido, fueron "correctos". "Si no conquistábamos la Patagonia ésta iba a ser chilena, y si no era chilena iba a ser inglesa", dijo en una disertación en Santa Cruz.
Al cumplirse 100 años de su fallecimiento el lema que inspiró sus gobiernos "Paz y Administración" aparece como una materia aún pendiente y será nuestra obligación como políticos consumar para nuestros hijos "la paz duradera, el orden estable y la libertad permanente" que fueron el norte de ambas dos presidencias del Tte Gral Julio A. Roca.
En su último mensaje al Congreso Nacional, en 1904, Roca dijo que con su obra dejaba "la cuna de una gran Nación".
El homenajeado mediante esta Resolución no es mi paradigma, pero fue un gran argentino. Con errores y aciertos, fue un protagonista de nuestra historia.
Pido que se apruebe este proyecto que le rinde homenaje al presidente Julio Argentino Roca.
Proyecto
Firmantes
Firmante Distrito Bloque
ASSEFF, ALBERTO BUENOS AIRES UNIR
Giro a comisiones en Diputados
Comisión
LABOR PARLAMENTARIA (Primera Competencia)