PROYECTO DE TP
Expediente 7205-D-2013
Sumario: PEDIDO DE INFORMES AL PODER EJECUTIVO SOBRE LA CANTIDAD DE PERSONAS AFECTADAS POR EL USO DE PESTICIDAS Y AGROQUIMICOS EN LOS DIVERSOS CULTIVOS, ESPECIALMENTE SOJA.
Fecha: 29/10/2013
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 163
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Solicitar al Poder Ejecutivo Nacional, que a
través de las autoridades competentes, tenga a bien informar a ésta honorable cámara,
las siguientes cuestiones vinculadas al uso de pesticidas y agroquímicos en los diversos
cultivos, especialmente soja:
1) Indique la cantidad de personas afectadas
por el uso de agroquímicos, según edad, sexo, ocupación y patología.
2) Informe si existen investigaciones en curso
en el territorio nacional, para determinar el efecto de los agroquímicos en la salud
humana, y a ese respecto:
- Entidad que las realiza
- Cantidad de personas y especialización que
participan en las investigaciones
- Presupuesto de las mismas
- Fuente de financiación.
3) Informe sobre las consecuencias del uso
de agroquímicos en los cursos y reservorios de agua.
4) Indique cual es el área sembrada con soja
en el territorio nacional, especificando el porcentaje de soja transgénica.
5) Informe cual es el uso de pesticidas por
hectárea desde 1996 a la fecha:
- Promedio nacional
- Según provincias
- Según cultivos
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
El boom de la soja en la Argentina, el
principal producto de exportación del país, está relacionado con el uso de semillas
transgénicas. La mala aplicación de herbicidas y pesticidas trae consecuencias sobre
algunos sectores de la población rural
El peón de campo Fabián Tomasi no estaba
entrenado para usar pesticidas. Tenía que llenar los tanques de los rociadores lo más
rápido posible para que siguiesen fumigando, lo que frecuentemente implicaba ducharse
en sustancias tóxicas. Hoy, a los 47 años, es un esqueleto en vida y le cuesta salir de su
vivienda en la provincia de Entre Ríos.
La maestra de escuela Andrea Druetta vive
en la provincia de Santa Fe, corazón de la zona de producción de soja argentina y donde
está prohibido rociar agroquímicos a menos de 500 metros de las zonas pobladas. Pero se
siembra y fumiga soja a 30 metros de su casa y sus hijos fueron rociados con veneno
mientras nadaban en su piscina.
Luego del fallecimiento de su bebé recién
nacido por una falla renal, Sofía Gatica hizo una denuncia que dio lugar a la primera
condena que hubo en Argentina por el uso ilegal de sustancias agroquímicas. El veredicto
del año pasado, no obstante, llegó demasiado tarde para sus 5.300 vecinos de Ituzaingó
Anexo. Un estudio del Gobierno encontró niveles alarmantes de contaminación
agroquímica en la tierra y en su agua potable, y un 80% de los niños examinados tenía
rastros de pesticidas en su sangre.
La biotecnología estadounidense hizo de
Argentina el tercer productor mundial de grano de soja, pero el uso de las sustancias
químicas que potenciaron ese boom van más allá de los campos de soja, algodón y
maíz.
The Associated Press documentó decenas de
casos en provincias agricultoras donde se emplean sustancias tóxicas en maneras que no
fueron previstas por las regulaciones señaladas por la ciencia o que estuvieran
específicamente prohibidas por la ley, y en un contexto de pocos controles estatal. El
viento arrastra los tóxicos, que quedan esparcidos en escuelas y viviendas al tiempo que
han contaminado fuentes de agua. Los peones del campo manipulan las sustancias sin el
equipo protector necesario y la gente almacena agua en contenedores de pesticidas que
deberían haber sido destruidos.
Ahora los médicos advierten que el uso
descontrolado de pesticidas puede ser la causa de crecientes problemas de salud que
vienen experimentando los 12 millones de personas que viven en la vasta región agrícola
de Argentina.
En Santa Fe, las tasas de cáncer son entre
dos y cuatro veces más altas que el promedio nacional. En el Chaco, los defectos de
nacimiento se cuadruplicaron desde que el uso de esta biotecnología aplicada al campo se
disparara hace 17 años.
"El cambio en la forma de producir,
francamente ha cambiado el perfil de enfermedades", dijo Medardo Ávila Vásquez,
pediatra y cofundador de Médicos de Pueblos Fumigados, parte de un creciente
movimiento que exige la aplicación de normas seguras en la agricultura. "Nos hizo perder
una población bastante sana. Ahora vemos una población con altas tasas de cáncer, niños
que nacen con malformaciones y enfermedades que eran muy infrecuentes".
Una nación que supo ser conocida por su
ganado alimentado con pasto ha sido transformada, desde 1996, cuando la empresa
Monsanto, con sede en Saint Louis, Missouri, convenció a Argentina de que la adopción de
sus semillas y sustancias químicas patentadas aumentaría las cosechas y reduciría el uso
de pesticidas. Hoy, toda la cosecha de soja y casi toda la producción de maíz y algodón
están modificadas genéticamente. Las áreas de cultivo de soja se triplicaron y ahora
abarcan 19 millones de hectáreas.
El uso de los pesticidas bajó al principio, pero
luego repuntó y se multiplicó por nueve. De los 34 millones de litros de 1990 se pasó a
casi 317 millones en la actualidad, a medida que los agricultores aumentaban sus cultivos,
hasta un máximo de tres cosechas al año, mientras las pestes se hacían más resistentes a
las sustancias.
En general, los agricultores argentinos
aplican un estimado de 4,3 libras de agroquímicos por hectárea, más del doble de lo que
usan los estadounidenses, de acuerdo con un análisis de la AP de datos del Gobierno y de
la industria de los pesticidas.
El glifosato, componente clave de los
pesticidas Roundup de Monsanto, es una de las sustancias químicas más usadas y menos
tóxicas del mundo para eliminar la maleza. Es segura si se aplica debidamente, según
muchas agencias reguladoras, incluidas las de Estados Unidos y Europa.
El pasado primero de mayo, la Agencia de
Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos aumentó el nivel aceptable de residuos
de glifosato en alimentos tras llegar a la conclusión, basada en estudios presentados por
la empresa, de que "hay una certeza razonable de que no causará perjuicios en la
población en general ni en los bebés y niños por su exposición acumulada".
Argentina adoptó el modelo de Monsanto,
pero la aplicación de las normas de seguridad varía, ya que en la regulación de la
agricultura priman las 23 provincias, que tienen distintas normativas. El rociado está
prohibido a menos de tres kilómetros de las zonas pobladas en algunas provincias, pero es
permitido a 50 metros en otras. Un tercio de las entidades territoriales no prevén límite
alguno y la mayoría no tiene políticas detalladas de cumplimiento de las normas.
Una ley nacional obliga a quienes aplican
sustancias químicas que puedan amenazar la salud a adoptar "medidas eficaces para
impedir la generalizada degradación del ambiente, sin importar costos o consecuencias".
Pero la ley nunca se aplicó a la agricultura, según comprobó la Auditoría General de la
Nación el año pasado.
En respuesta a numerosas denuncias, la
presidente Cristina Fernández de Kirchner creó, en 2009, una comisión para que
investigara a fondo la aspersión de agroquímicos. Esa comisión hizo público un informe de
avance en septiembre del mismo año que dice que "es necesaria la ejecución sostenida en
el tiempo de controles sistemáticos de concentraciones del herbicida y compuestos de
degradación, como de estudios exhaustivos de laboratorio y de campo, que involucren a
los formulados que contengan glifosato, como así también su(s) interacción(es) con otros
agroquímicos, bajo las condiciones actuales de uso en nuestro país". La comisión, sin
embargo, no se ha reunido desde 2010, según la Auditoría General.
Funcionarios del Gobierno insisten en que el
problema no es la falta de investigación, sino la mala información que recibe la
población.
"He leído infinidad de documentos,
encuestas, videos en contra de la biotecnología, artículos en medios, en los universidades,
tanto en Argentina como en Gran Bretaña, y realmente quienes leen todo esto se
encuentran en una ensalada (se marean) y terminamos confundidos", dijo el ministro de
Agricultura, Lorenzo Basso. "Creo que tenemos que repartir el compromiso de Argentina
como productor de alimentos. Si no nos posicionamos en este principio, empezamos a
cuestionar cuál es el modelo argentino".
En una declaración escrita, Monsanto dijo
que "no aprueba el mal uso que se haga de los pesticidas o la violación de cualquier ley
sobre el uso de plaguicidas, reglamentos o decisiones judiciales" que al respecto se hayan
promulgado.
"Monsanto toma muy en serio la
administración de los productos y nos comunicamos regularmente con nuestros clientes
con respecto al uso adecuado de nuestros productos", dijo a la AP Thomas Helscher,
vocero de Monsanto.
Modelo Monsanto
Argentina fue uno de los primeros países en
adoptar el nuevo modelo de la agricultura biotecnológica promovido por Monsanto y otras
empresas agrícolas estadounidenses.
En lugar de rotar la tierra abonada y rociarla
de pesticidas, para luego esperar que las sustancias tóxicas se dispersen antes de plantar,
los agricultoras hacen la "siembra directa" y luego rocían la zona sin dañar las cosechas
que han sido modificadas genéticamente para que puedan tolerar determinadas sustancias
químicas.
La siembra directa requiere mucho menos
tiempo y dinero y permite al agricultor hacer más cosechas y cultivar incluso en tierras
que antes eran consideradas poco rentables.
Las pestes, no obstante, se hacen resistentes
de manera más rápida, sobre todo cuando se aplican las mismas sustancias químicas a
cultivos modificados genéticamente en gran escala.
Por eso es que los agricultores usan glifosato,
considerado uno de los herbicidas más seguros del mundo, en concentraciones cada vez
más altas y lo mezclan con sustancias mucho más tóxicas, como la 2,4,D, empleada por
los militares estadounidenses en lo que se bautizó como el "Agente Naranja" para
deforestar las selvas durante la guerra de Vietnam.
En 2006, una división del Ministerio de
Agricultura argentino recomendó que las etiquetas advirtieran que el uso de mezclas de
glifosato y sustancias más tóxicas debe limitarse a "áreas agrícolas, alejadas de viviendas
y centros poblados". Pero la recomendación fue ignorada, según la investigación de la
Auditoria General.
El Gobierno cita investigaciones de la
industria avaladas por la autoridad ambiental estadounidense, que el primero de mayo dijo
que "no hay indicios de que el glifosato sea un químico neurotóxico y no hay necesidad de
hacer un estudio" al respecto.
El biólogo molecular Andrés Carrasco, de la
Universidad de Buenos Aires, dice que los cócteles químicos son alarmantes, pero que el
glifosato por sí solo puede generar trastornos a la salud de los humanos. Comprobó que la
inyección de dosis muy bajas de glifosato en embriones de ranas y pollos puede alterar los
niveles de ácido retinoico, lo que causa defectos en la columna similares a los que
médicos detectan cada vez más en comunidades humanas donde se usan
agroquímicos.
El ácido, una especie de vitamina A, es
fundamental para combatir el cáncer y desencadenar expresiones genéticas, el proceso
por el cual las células embrión se transforman en órganos y miembros.
"Si es posible reproducirlo en el laboratorio,
seguramente lo que está pasando en el campo es mucho peor", dijo Carrasco. "Y si es
mucho peor, y sospechamos que es, lo que tenemos que hacer es ponerlo bajo una
lupa".
Sus hallazgos, publicados en la revista
Chemical Research in Toxicology en 2010, fueron rechazados por Monsanto, que dijo que
"no sorprenden dada la metodología y los escenarios de exposición irreales".
Monsanto sostuvo, en respuesta a las
preguntas de la AP, que los análisis de la seguridad de los químicos deben hacerse
únicamente en animales vivos y que la inyección de embriones "es menos confiable y
menos relevante en la evaluación de los riesgos para los humanos".
"El glifosato es menos tóxico que el repelente
que pones en la piel de los chicos", dijo Pablo Vaquero, vicepresidente de Monsanto en
Argentina y director de asuntos corporativos de la empresa en el Cono Sur. "Dicho esto,
habría que tener una hojita de responsabilidad en el buen uso de productos, porque de
ninguna manera pondría repelente en la boca de los chicos, y ningún aplicador ambiental
debería utilizar un mosquito o un avión fumigador sin darse cuenta de las condiciones
ambientales y las amenazas que hay a partir del uso del producto". En los campos, las
advertencias son vastamente ignoradas.
Durante tres años Tomasi estuvo expuesto
cotidianamente a los químicos al llenar de pesticidas los tanques que se usan para rociar
los cultivos. Ahora está al borde de la muerte, víctima de una polineuropatía, una
enfermedad neurológica que lo tiene sin fuerza, marchito.
"Preparaba millones de litros veneno sin
ningún tipo de protección, como guantes, máscaras o vestimenta especial", dijo. "No sabía
nada de esto. Aprendí después de hacer contacto con científicos. Los venenos vienen en
bidones, son líquidos concentrados con un montón de precauciones que tomar al
momento de aplicarlo". Pero "nadie toma precauciones".
La soja se vende a 500 dólares la tonelada y
los agricultores la plantan donde pueden, ignorando a menudo las recomendaciones de
Monsanto y las restricciones establecidas en las leyes de las provincias, pues rocían sin
avisar a la población, incluso cuando soplan vientos.
En Entre Ríos, los maestros dijeron que no se
respeta el límite establecido de no rociar a menos de 50 metros en 18 escuelas y que 11
de esos campos de cultivo fueron fumigados en plena clase. Cinco maestros hicieron
denuncias a la policía este año.
La maestra Druetta denunció en Santa Fe
que algunos estudiantes se desmayaron cuando los pesticidas entraron a las aulas y que
el agua potable de su pueblo de Alvear está contaminada. Dice que la escuela carece de
agua purificada y que un vecino mantiene congelados cuerpos de conejos y pájaros que
cayeron muertos tras la aspersión con la esperanza de que alguien los estudie.
En la provincia de Buenos Aires está
prohibido cargar o preparar equipos para fumigar en áreas pobladas, pero en pueblos
como Rawson se rociaron los tóxicos al otro lado de la calle, donde hay viviendas y una
escuela, y las sustancias tóxicas que se desbordan fueron a parar a una zanja.
Félix San Román dice que cuando se quejó
de las nubes de sustancias químicas que llegan a su casa, los rociadores le dieron una
golpiza que rompió su columna y algunos dientes. Afirmó que hizo una denuncia en 2011,
que fue ignorada.
"Este es un pueblo chiquito donde nadie se
enfrenta con nadie y las autoridades hacen la vista gorda", dijo San Román. "Sólo quiero
que se aplique la ley existente, que dice que no se puede hacer esto adentro (a menos
de) 1.500 metros. Nadie la respeta".
A veces hasta las órdenes judiciales son
ignoradas. En enero, el activista Oscar di Vincensi se plantó frente a un tractor en un
campo aledaño a una casa, mostrando un papel con un fallo que impide rociar a menos de
1.000 metros de las viviendas en su pueblo, llamado Alberti. El conductor del tractor lo
ignoró y lo roció de pesticida.
El riesgo en la salud
El doctor Damian Verzenassi, director del
programa de Medio Ambiente y Salud de la facultad de medicina de la Universidad
Nacional de Rosario, decidió tratar de averiguar el motivo de un aumento en los casos de
cáncer, defectos de nacimiento y pérdidas de bebés durante el embarazo en los hospitales
de Argentina.
"No fuimos a encontrar problemas de
agroquímicos", dijo el médico. "Fuimos a averiguar qué estaba pasando con la
gente".
Desde 2010, hizo un estudio epidemiológico
casa por casa que incluyó a 65.000 personas en la provincia de Santa Fe y comprobó que
las tasas de cáncer son entre dos y cuatro veces el promedio nacional, incluidos el cáncer
de pecho, de próstata y de pulmón. También se comprobaron altos índices de trastornos
en la tiroides y de problemas respiratorios crónicos.
"Puede estar vinculado con los agrotóxicos",
dijo Verzenassi. "Hacen los análisis de toxicidad sobre el primer ingrediente, pero nunca
han estudiado las interacciones entre todos los químicos que están aplicando.
La médica María del Carmen Seveso, quien
dirige desde hace 33 años las unidades de terapia intensiva y comisiones de ética en
hospitales del Chaco, se alarmó al ver que, según certificados de nacimiento, los defectos
congénitos de los bebés se habían cuadruplicado, de 19,1 a 85,3 por cada 10.000
nacimientos, desde que se aprobó la siembra de cultivos modificados genéticamente hace
una década.
Empeñada en hallar las causas, Seveso y su
equipo médico encuestó a 2.051 personas en seis pueblos del Chaco. Comprobó que hay
más enfermedades y defectos en los pueblos agrícolas que en pueblos ganaderos. En Avia
Terai, el 31% de los consultados dijo tener un familiar que contrajo cáncer en la última
década, comparado con el 3% del vecino pueblo ganadero de Charadai.
Al visitar estos poblados rodeados por
cultivos, la AP encontró rastros de sustancias químicas en sitios donde se supone que no
deberían estar.
Claudia Sariski, cuya casa no tiene agua, dice
que no deja que sus mellizas beban el agua almacenada en contenedores donde hubo
sustancias químicas que tiene en el patio trasero. Pero sus pollos lo hacen, y ella usa esa
agua para lavar la ropa.
"Preparan las semillas y el veneno en sus
casas. No se ha tomado conciencia de lo que están haciendo", dijo la agrimensora
Katherina Pardo. "Es muy común, tanto en Avia Terai como en pueblos vecinos, que usen
los recipientes usados para abastecer de agua la casa. Como no hay agua potable, la
gente los usa igual. Son gente muy práctica".
El estudio detectó enfermedades que, según
la médica Seveso, antes no eran comunes, como defectos de nacimiento, deformaciones
del cerebro, médulas espinales expuestas, ceguera o sordera, lesiones neurológicas,
infertilidad y problemas inusuales en la piel.
Aixa Cano, una niña de cinco años, tiene
verrugas peludas en todo el cuerpo. Su vecina Camila Verón, de dos años, nació con
varios defectos. Los médicos les dijeron a las madres que los agroquímicos podrían ser
responsables.
"Me dijeron que fue lo que tomaba, que está
en el agua porque tiran mucho veneno acá cerca", dijo la madre de Camila, Silvia Achaval,
señalando hacia su hija. "Los que dicen que tirar veneno no tiene efecto... no sé qué
sentido tiene, porque allí tiene la prueba".
Es casi imposible demostrar que la exposición
a una sustancia química específica puede haber causado el cáncer o defectos de
nacimiento en una persona. Pero, al igual que otros médicos, Seveso dice que los
resultados en Chaco hacen necesaria una rigurosa investigación del Gobierno.
Su informe de 68 páginas, sin embargo, fue
archivado por un año en el Ministerio de Salud del Chaco. Finalmente, se filtró una copia,
que fue distribuida por internet. "Hay cosas de las que no se habla, cosas que no se
escuchan", dijo Seveso. Los científicos dicen que sólo estudios más amplios, a largo plazo,
pueden descartar a los agroquímicos como causantes de estas enfermedades.
"Es por ello que hacemos estudios
epidemiológicos de males cardíacos, problemas con el cigarrillo y todo tipo de cosas", dijo
Doug Gurian-Sherman, ex regulador de la Agencia de Protección Ambiental
estadounidense que ahora colabora con la Union of Concerned Scientists. "Si tienes
indicios que revelan graves problemas de salud, no esperas hasta tener pruebas absolutas
para tomar medidas".
Por todas las razones precedentemente
expuestas, invito a los señores diputados a acompañar el proyecto que someto a su
consideración
Fuente: Infobae.
Firmante | Distrito | Bloque |
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BIANCHI, IVANA MARIA | SAN LUIS | COMPROMISO FEDERAL |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
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ACCION SOCIAL Y SALUD PUBLICA (Primera Competencia) |