La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Dirigirse al Poder Ejecutivo Nacional en los términos del art. 100 inciso 11 de la C.N. para que por intermedio del Ministerio de Educación se informe a esta H. Cámara de Diputados de la Nación acerca de los siguientes puntos vinculados a las cifras reales de analfabetismo, al universo de analfabetos, incluidos los funcionales, en todo el país y otras cuestiones conexas atendiendo a que el conocimiento es la base para el progreso personal y social, la libertad y dignidad individual y una mayor calidad de vida.

1.- Establecer si la existencia de al menos 600 mil personas que aun no pueden leer ni escribir representa un fracaso de las políticas de alfabetización del gobierno nacional en comparación con las sumas efectivamente gastadas a dichos efectos, las cuales deberán ser precisadas respecto a los ejercicios 2007 a 2014 inclusive.

2.- Determinar la metodología utilizada por la cartera de Educación a fin de calcular el universo de analfabetos en todo el país.

3.- Especificar la tasa de analfabetismo relevada en los pueblos originarios, señalando a cuánto ascienden las personas indígenas que no saben leer ni escribir y qué porcentaje del total de 600 mil analfabetos corresponde a aquéllas.

4.- Definir a criterio del Ministerio de Educación qué es un analfabeto funcional e informar si se conoce la cantidad de alumnos de todos los niveles que se encuentran en esta instancia cognitiva. Asimismo si se ha planteado un estudio con el objeto de establecer el porcentual de este fenómeno, a los efectos de conscientizar a las autoridades y docentes y reflexionar sobre su abordaje en pro de nuestros jóvenes y futuras generaciones.

5.- Cómo se evalúa que el presupuesto educativo haya pasado del 2 al 6,4% en referencia al PBI (el más alto en la historia del país), pero sin transformaciones de fondo.

6.- Conocer la opinión oficial respecto del dato de Educar 2050 que dice que el 50% de los chicos no terminan el secundario y que el 50% de los chicos de 15 años no comprenden lo que leen?

Señor presidente:

El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, admitió que más de 600 mil personas en todo el país aún no saben leer ni escribir. En diez años de gestión actual el índice de analfabetismo apenas se ha reducido y según el propio funcionario "aún falta llegar al núcleo duro" del problema.

De acuerdo con las controvertidas cifras oficiales durante la última década el nivel de analfabetismo retrocedió del 2,6 al 1,9 por ciento. Lo cierto es que las estadísticas oficiales son fuertemente resistidas por los especialistas, quienes critican las metodologías con que son calculadas e indican que las tasas podrían ser mucho más altas que las publicadas por la Casa Rosada.

Mientras el Gobierno conducido por la presidenta Dra. Cristina Fernández de Kirchner se apega a un relato de tintes épicos atestado de cifras maquilladas, la realidad indica que el sistema educativo argentino se encuentra inmerso en una de las más duras crisis que le tocó afrontar y la utopía de un país sin analfabetismo está aún muy lejos, cada vez más lejos.

Por otra parte, no puede soslayarse que hace muchos años, comenzamos a observar en las aulas universitarias las debilidades operacionales que presentaban los alumnos ingresantes en las áreas de comprensión y expresión y, lo que es peor, estas debilidades se reflejaban en la instancia de formalización de los discursos que darían cuenta de sus competencias con respecto al conocimiento de interés.

El deterioro fue progresivo y sistemático; al principio se supuso que no sabían estudiar, después que no habían desarrollado hábitos de estudio, pasado un tiempo, se recurrió a la explicación que planteaba como causa del déficit cognitivo: la dispersión, la falta de concentración y de madurez, a posteriori se entendió que la falla se encontraba en la familia y, también, en el docente, las autoridades institucionales y ministeriales que no planteaban las exigencias requeridas para el desarrollo de la autonomía que tan necesaria es para la formación del alumno como persona y, por ende, para la adquisición de sus aprendizajes, etc. Todo estaba muy bien, en todo había algo de verdad, pero, finalmente, de manera alarmante, nos fuimos danto cuenta de que el problema era más profundo, pues estábamos frente a un fenómeno que se ha dado en llamar "analfabetismo funcional".

La Unesco, en la década del '70, consideraba analfabeta a aquella persona que era incapaz de leer y escribir una composición simple y breve de hechos relativos a su vida cotidiana. Sería, en la opinión general, aquella persona que carece de capacitación en los hábitos que atañe a la lecto-escritura: no identifican grafemas o bien pueden reconocer alguna letra, pero son incapaces de leer sílabas directas, menos, por supuesto, las inversas y mixtas. En base a lo expuesto, las preguntas que se nos plantean son: ¿Qué es un analfabeto funcional? ¿Por qué creemos que muchos alumnos se encuentran en esta instancia cognitiva?

Un analfabeto funcional es aquella persona que, si bien sabe leer y escribir, no puede utilizar estas habilidades para su trabajo; es decir que presenta dificultades reales para acceder a la lectura de aquellos materiales que son necesarios para su desarrollo cotidiano, laboral e intelectual. Lo que significa que, si bien han asistido a la escuela y han aprendido a leer y escribir, se sienten imposibilitados de entender lo que leen; además, debemos de tener en cuenta que en la Universidad se introducen en pleno ámbito científico, con un lenguaje específico, además del general.

En Estados Unidos, se calculaba hace unos años que un 25 % de su población era analfabeta funcional, lo mismo sucede en Francia y los Países Bajos, en donde se detectaron aproximadamente un 20% de personas en estas condiciones. Nuestro país debiera de pensar en esta nueva perspectiva y encarar un estudio con el objeto de establecer el porcentual de este fenómeno, lo que nos llevaría a concienciar a las autoridades y docentes de todos los niveles y reflexionar sobre su abordaje en pro de nuestros jóvenes y futuras generaciones.

En educación lo esencial es apuntar a la calidad, comenzando por reenseñar a enseñar, de modo de devolverle motivación y atracción a la escuela; es importantísimo introducir un sistema de estímulos a la calidad educativa. La decadencia de nuestra educación facilitó el derrumbe de los ideales y de los valores; esa declinación acarreó esta errabundez del país (no halla el rumbo, perdió los sueños, lo invade la desilusión). Y esa degradación educativa abrió las compuertas a los políticos rapaces.

Con Ezequiel Tamborini señalamos que: "aquellos que creen que el problema argentino se soluciona con un cambio de gobierno están condenados a vivir de enamoramientos adolescentes que, inexorablemente, terminan en decepciones abrumadoras. Porque el origen primigenio del problema está en la cabeza de la mayor parte de los argentinos.

Necesitamos un nuevo Sarmiento colectivo - no sólo un hombre, sino un pueblo bien dirigido - para terminar con el analfabetismo intelectual. El mejor de los equipos de gobierno fracasará si debe gestionar una nación poblada por personas que carecen de las herramientas necesarias para interpretar el significado más básico de la realidad de los hechos.

El analfabetismo intelectual está presente en todos los estratos sociales. En todos los ámbitos culturales. Y está bastante lejos de tratarse de un problema asociado a déficits de recursos económicos (probablemente la Argentina sea una de las naciones con mayor índice de analfabetos intelectuales en personas con formación universitaria)".

Así como un analfabeto sabe que en las letras existe algún significado que no puede percibir, los analfabetos intelectuales también intuyen que detrás de los hechos, detrás de cada euforia seguida por el inevitable desastre, existe algún significado que no alcanza a dilucidarse. Y siempre habrá alguien dispuesto a ofrecer una interpretación. Un relato. Algo que tenga sentido. Pero lo mejor es que la gente aprenda a leer el significado de los hechos por sus propios medios.

Necesitamos un gran cambio que nos enseñe a leer. Nuestros países hermanos vecinos ya aprendieron.

Por ello, solicito la anuencia de mis colegas legisladores a fin de aprobar este pedido de informes.