La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Declarar de Interés el libro "Violencia: cómo construir autoridad para una escuela inclusiva", cuyas autoras son la Diputada Nacional, Lic. Mara Brawer, y la Lic. Marina Lerner.

Señor presidente:

Desde hace un tiempo que la cuestión de la conflictividad escolar ha ganado espacio entre los medios de comunicación masiva, en la agenda pública y entre las preocupaciones de la sociedad con respecto al sistema educativo. Si bien, entre los medios de comunicación el tratamiento de episodios de violencia entre jóvenes (dentro y fuera de la escuela, pero especialmente cuando el escenario es el ámbito escolar) reproduce determinados esquemas maniqueos y estigmatizantes hacia los jóvenes y se instalan con fuerza miradas que abordan los fenómenos de convivencia entre alumnos como patológicos y en los que se grafican a los protagonistas de los mismos como meras víctimas y victimarios.

Reaparece, entonces, una crítica hacia la aparente incapacidad de la escuela en contener el conflicto que, además de ser inherente de la vida social, muchas veces la excede. Más aún, la premura por resolver una respuesta ante los episodios más extremos de violencia física entre jóvenes (que muchas veces se viralizan, es decir, son continuamente repetidos y reproducidos en los medios y en las redes sociales, construyendo una verdadera audiencia para estos fenómenos) tiñen de un carácter punitivo a las soluciones más sofisticadas que estas situaciones exigen y que implican a todos los actores del sistema educativo: los funcionarios responsables, los docentes, los alumnos y sus familias.

Este Congreso no ha quedado al margen de las preocupaciones y debates alrededor del tema. En 2013 sancionó la Ley 26.892 para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas - cuya autora ha sido la Diputada Nacional Mara Brawer, iniciativa que hemos acompañado numerosos Diputados y Diputadas Nacionales-, la cual ha constituido una invaluable construcción, estableciendo un nuevo paradigma en lo que refiere a las herramientas e iniciativas con que cuentan las instituciones educativas para abordar el complejo conjunto de situaciones en las que el conflicto, directa o indirectamente, afloran en la escuela.

Esta nueva norma configura las acciones a ser llevadas adelante desde un enfoque relacional, descartando la visión estigmatizante y patológica sobre los jóvenes. Se proponen respuestas desde el contexto particular en el que se dan las interacciones y construir una autoridad pedagógica democrática por parte de los docente y promover lazos solidarios en el ámbito escolar, como también fortalecer la convivencia a partir de "potenciar" la experiencia de vivir junto a otros, desafío permanente para los estudiantes en la escuela.

En la Ley queda sumamente plasmada la intención de interpelar a las instituciones a construir acuerdos de convivencia y espacios de deliberación en cuya construcción puedan participar los alumnos. Los jóvenes son visualizados como verdaderos sujetos de derecho y con capacidad de hacerse responsables de sus actos. Y este punto, el de la participación estudiantil en la construcción de las normas de convivencia, no es menor: al ser una construcción propia, las normas ganan en legitimidad, al mismo tiempo que posibilitan un reconocimiento de los límites que existen en las interacciones y las consecuencias de las transgresiones a esas normas.

Frente a ese nuevo escenario, la construcción de autoridad también necesita refundarse sobre nuevos cimientos. Si la conflictividad es una cuestión que pone en alerta la capacidad del dispositivo escolar por construir un mero orden, también interpela a la autoridad del docente, que no puede elaborarse desde posiciones anacrónicas. La Ley 26.892 surge como poderosa alternativa frente a la forma tradicional y autoritaria con que se ha ejercido la disciplina en el dispositivo escolar.

En esa línea, la construcción de la Guía de Orientaciones para la Intervención Educativa en situaciones complejas relacionadas con la vida escolar, elaborada por el Ministerio de Educación de la Nación- a través de la Subsecretaría de Calidad y Equidad Educativa- y aprobada por el Consejo Federal de Educación - enmarcada precisamente en las potestades asignadas por la Ley al Ministerio de Educación de la Nación- constituye una extraordinaria herramienta que recoge propuestas para el amplio espectro de conflictos que pueden surgir en la cotidianidad escolar, brindando potenciales respuestas para afrontarlos. Reconoce, además, que la escuela no puede sola ni está sola para enfrentar la problemática, ya que existe un número importante de instituciones nacionales y jurisdiccionales con responsabilidades en el Sistema de Promoción y Protección Integral de Derechos de niños, niñas y adolescentes - establecido por la Ley 26.061- cuyo accionar se ensambla a la capacidad propia de las instituciones educativas para enfrentar los conflictos.

Siguiendo este marco, el libro "Violencia: cómo construir autoridad para una escuela inclusiva" (1) , cuya autoría corresponde también a la Diputada Nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Lic. Mara Brawer, y a la Lic. Marina Lerner (2) , puede incluirse en el mismo objetivo. Esta obra brinda o propone respuestas o herramientas pedagógicas para los docentes (pero también para funcionarios, supervisores, directivos y para la comunidad educativa de cualquier escuela), para construir una mejor convivencia, generar verdaderos vínculos democráticos entre los docentes y los jóvenes (y entre últimos), además de coadyuvar en el proceso de cimentar una nueva noción de autoridad.

El libro nos ayuda a transitar el complejo desafío del momento que vivimos: la noción de autoridad es la que en los episodios de conflictividad escolar es puesta en jaque y de la que, al mismo tiempo, se requiere un reposicionamiento y nuevas respuestas.

Pero la autoridad del docente (y de la escuela misma) también ha sido minada por sucesivos cambios sociopolíticos acaecidos en nuestras sociedades. Las autoras se permiten realizar un ejercicio de deconstrucción y reconstrucción de la noción de autoridad, y proponen elaborarla en términos más democráticos: si el contexto sobre el que dispositivo escolar se asienta ha cambiado, es necesario repensar la política educativa y, con ella, la construcción de la autoridad del docente, que es central para ordenar los vínculos en la dinámica educativa y entre los jóvenes, a la vez que es imprescindible para lograr el objetivo social de una escuela inclusiva, en la que se garantice el derecho a la educación de los niños, niñas y adolescentes y en la que, al mismo tiempo, se les permite a cada uno construir un proyecto de vida.

Las autoras nos acercan a situaciones de la cotidianidad escolar y de la práctica docente que nos invitan a reflexionar sobre la posibilidad de construir una mayor democracia en aula. Nos permiten comprender que es necesario construir la autoridad desde otro enfoque, porque nuestras sociedades han, precisamente, cambiado.

En las últimas décadas del siglo XX, en pleno proceso de consolidación del Estado- Nación, la escuela era uno de los dispositivos principales por medio de los cuales las élites dirigentes integrarían a los sectores excluidos y los hijos de inmigrantes, construyendo ciudadanos y prometiendo un futuro para los niños y niñas escolarizados. En la actual etapa- tras haber transitado el modelo del Estado de Bienestar, sufrido las consecuencias extremas de las políticas neoliberales, y en la que tras las profunda crisis económica que padecimos a principios del siglo XXI nos hemos recuperado en términos económicos, sociales y políticos- y en un creciente proceso en el que los más jóvenes han adquirido mayores capacidades con respecto al uso de la tecnología, el monopolio del conocimiento por parte de los docentes es cuestionado. En consecuencia, resulta necesario repensar la articulación de los roles entre docente y alumno.

Según Brawer y Lerner, si la promesa sobre el futuro ya no tiene atractivo en los alumnos, si ya no alcanza el efecto institución para investir a un docente de autoridad y ahora es necesario que los alumnos también lo reconozcan como tal, entonces la autoridad del docente se construye por su capacidad de transmitir conocimientos con equidad, de poder ejercer su rol con justicia, pero también con la capacidad de reconocer las particularidades de los alumnos en cada escena educativa, en cada dinámica pedagógica.

Por ello, la escuela y los docentes se encuentran ante el desafío de resolver desde otras alternativas la construcción de límites educativos, la promoción de la construcción colectiva de acuerdos de convivencia entre los actores de la comunidad educativa y la búsqueda de una mayor participación estudiantil, para constituir instancias donde los jóvenes se sientan realmente escuchados y puedan reconocer el valor de convivir en democracia, y en un espacio cotidiano donde los docentes son su guía.

Creo, entonces, que "Violencia: cómo construir autoridad para una escuela inclusiva", es una obra que sincera el contexto actual y los debates a los que todos y todas nos enfrentamos, a la vez que acerca las herramientas posibles para reconstruir la autoridad del docente en el ámbito escolar, que sigue siendo clave para la escuela verdaderamente inclusiva con la que todos soñamos. Se trata de un invaluable aporte que coadyuva en el proceso de fortalecer las políticas que han hecho y hacen al sistema educativo una inmensa herramienta de transformación social.

Por todos los argumentos expuestos es que solicito a mis pares el acompañamiento en el acompañamiento en el presente proyecto de resolución.