La Cámara de Diputados de la Nación

DECLARA:

Su beneplácito por el 50º aniversario de la conformación de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola, AACREA, ocurrida el 28 de abril del corriente año.

Señor presidente:

La institucionalización del movimiento CREA cumple 50 años. A lo largo de este medio siglo de vida, se han conformado ya más de 200 grupos que involucran a más de 2000 productores individuales. Hoy, estos grupos se encuentran nucleados en la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agropecuarios, AACREA, que es la asociación civil sin fines de lucro que reúne a aquellos 200 grupos. Los grupos CREA fueron fundados por el arquitecto Pablo Hary en 1957. A su empeño se debe también la AACREA.

Este año, en el marco de este acontecimiento, la misma asociación ha convocado a un concurso nacional a favor del reconocimiento de ejemplos de esfuerzos individuales o grupales que hayan mejorado el entorno productivo o comunitario en sus zonas de trabajo.

Los grupos CREA nacen de la labor de Pablo Hary, inspirados en los grupos CETA franceses. Nacidos en 1944 en las cercanías de París -todavía ocupada-, un pequeño grupo de agricultores se proponen reunirse bajo la bandera de "no esperar todo del estado, de las organizaciones profesionales, de las instituciones de investigación" y compartir experiencias en manejo de cultivos, prueba de materiales y mejoras en la organización del trabajo. La filosofía que está detrás de los CETA -y de los CREA, más adelante-, es que un agricultor tiene la capacidad de aprender por sí y enseñar a otros. Esto sería determinante en el éxito de la auténtica revolución agrícola producida al finalizar la II Guerra Mundial. Los cambios tecnológicos producidos tanto en maquinarias como en procedimientos, tuvieron una mayor aceptación a partir de los grupos CETA. No se trataba de "consejos de expertos" sino de las experiencias de los vecinos de toda la vida, que eran comprobables y eran divulgadas por ellos mismos. Así, por ejemplo, la bibliografía da cuenta de la aparición del primer centro CETA lechero en la zona de Lyon en 1952. La confluencia de movilización social, pequeños y micro productores, la certeza de una mayor demanda futura al término de la guerra, organizaciones de la sociedad civil en efervescencia, técnicos con visiones renovadoras, una sociedad con visión abierta y la apertura a nuevas tecnologías hicieron una verdadero éxito de las experiencias. En ese marco, la interacción de los pioneros impulsó la revolución forrajera en Francia, en la cuenca lionesa, con rotación de pasturas, impulsando la producción lechera de una zona hasta entonces marginal a los mismos niveles de las mejores producciones europeas.

El mismo caso fue replicado en nuestro país. La introducción de los grupos CREA fue uno de los factores desequilibrantes en la revolución tecnológica de los años 60 en nuestro país. La conformación del primer grupo surge de un problema puntual: la persistencia de la voladura de los suelos arenosos de sus explotaciones en la zona de Henderson- Daireaux. El grupo sirvió para resolver el problema de los suelos arenosos y continuó desarrollando y poniendo en práctica tecnologías de vanguardia en lo agrícologanadero, convirtiéndose, rápidamente, en una referencia insoslayable para los productores de esa y otras regiones. Algunas ideas y problemas a lo largo de estos años han sido comunes tanto en Francia como en la Argentina. De todas maneras, el éxito local determinó que los caminos fueran divergentes, tomando cada modelo (de CETA y de CREA) soluciones diferentes en contextos necesariamente diferentes. A fines de los sesenta, el modelo argentino fue incorporado en el Uruguay, conformándose la FUCREA, siendo también un importante actor en la renovación de prácticas productivas.

Pablo Hary -refiriéndose a la empresa agrícola de los sesentas- sostenía que "No basta ya con conocer técnicas nuevas, sino que habrá que traducirlas en realidades; no basta con producir más, sino que habrá que producir mejor calidad a menor costo. Para esto, habrá que cambiar estructuras que hasta ayer se consideraban inamovibles, habrá que repensar la filosofía misma de la explotación rural". Con esta actitud abierta y receptiva a los cambios por venir y con la generosidad de compartir las experiencias, la Argentina se encontró en la frontera tecnológica agropecuaria rápidamente ante cada avance productivo, organizativo o tecnológico.

Creemos que merece la pena resaltar la apertura, la receptividad y la generosidad como valores. Creemos que merecen saludarse los 50 años de la AACREA.

Por las razones expuestas, solicito a mis pares que me acompañen en la aprobación de este proyecto.