La Cámara de Diputados de la Nación

DECLARA:

Su pesar por el fallecimiento de Eduardo Mignogna, director de cine y dueño de una obra tan sensible como rigurosa.

Señor presidente:

El cine argentino acaba de sufrir otra dura e irreversible pérdida, Eduardo Mignogna, dueño de una obra tan sensible como rigurosa que cosechó premios en todo el mundo -ganó tres premios Goya- y muchas veces el amplio favor del público, falleció el 6 de octubre, a los 66 años.

Hasta ese momento, Mignogna trabajaba en lo que iba a ser su octavo largometraje, un proyecto que pinta de cuerpo entero los dos aspectos esenciales (cine y literatura) de la obra artística de un creador que siempre rechazó la estridencia y toda sujeción a modas pasajeras.

De las novelas y los cuentos de Mignogna siempre se decía que eran verdaderos guiones cinematográficos en potencia, con imágenes poderosas y personajes siempre resueltos a la acción. Y no menos abundantes eran las referencias al tono siempre cálido, profundo, reflexivo y melancólico que los personajes de los mejores films del realizador ( Sol de otoño , El faro , El viento ) traslucían en todo momento.

Disfrutaba hablando larga y tranquilamente de sus proyectos, en los que se mezclaban todo el tiempo puntos de vista sobre la actualidad y referencias autobiográficas, siempre eludió fue la estridencia.

De hecho, el tiempo parecía dibujar en su rostro marcas y arrugas cada vez más profundas que, detrás del gesto afectuoso que siempre lo caracterizó, se asemejaban a las huellas de cierto sufrimiento interior.

Obtuvo el premio Casa de las Américas que le otorgó Cuba por su novela Cuatrocasas , dedicada a Salvador Allende y Mignogna escribió textos sobre cría de canarios, la vida de los papagayos, el ajedrez y las andanzas de Nostradamus.

Sus películas más exitosas el romance otoñal que funciona como eje de Sol de otoño y la historia de soledades y desencuentros como El faro, en la apasionada Flor, recreación de la agitada vida de Florencio Parravicini y en la ambiciosa La fuga, adaptación de otro texto suyo sobre un espectacular escape de presos de la penitenciaría de Coronel Díaz y Las Heras en 1928 y en la densa atmósfera de El viento , tal vez su mejor película, no es difícil reconocer las marcas del cine de Mignogna: ternura, delicadeza, equilibrio narrativo, cuidado formal y varias marcas inequívocas del ser argentino.

En sus contados, pero logradísimos trabajos para la TV (varios documentales sobre la discapacidad o sobre la geografía misionera, una miniserie dedicada a la vida de Horacio Quiroga, un formidable fresco sobre la vida de las murgas, todos hitos de la década del 80 en la pantalla chica) también dejó bien en claro su preocupación por temas sociales y una sensible mirada hacia los que menos tienen, aunque siempre esquivó toda definición contundente en términos ideológicos.

Por lo expuesto, solicitamos a la Cámara de Diputados de la Nación la aprobación del presente Proyecto de Declaración.