PROYECTO DE TP
Expediente 6038-D-2009
Sumario: CREACION DE LA COMISION DE EXPERTOS EN GERONTOLOGIA, EN EL AMBITO DEL MINISTERIO DE DESARROLLO SOCIAL DE LA NACION.
Fecha: 09/12/2009
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 174
El Senado y Cámara de Diputados...
Artículo 1: Constitúyase, en el ámbito
del Ministerio de Desarrollo de la Nación, una comisión de expertos en gerontología con
representación en entidades nacionales y organizaciones no gubernamentales (ONG) de las
áreas: educación, salud, previsión, cultura, recreación.
Artículo 2: La comisión mencionada en
el artículo precedente tendrá por objeto, en un plazo de 90 días de constituida, elaborar un
protocolo gerontológico que estipule los estándares mínimos a ser cumplidos y contemplados
en cualquier acción que se efectúe en la materia.
Artículo 3: Cumplimentado el objetivo
de la comisión ad hoc, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación tendrá a su cargo la
puesta en vigencia y difusión del protocolo gerontológico, como así también la promoción,
difusión y concreción de un acuerdo de adhesión al mismo por parte de las provincias,
municipios e instituciones representativas de la sociedad civil en la temática.
Artículo 4: Asígnese al Ministerio de
Desarrollo Social de la Nación la partida presupuestaria correspondiente a los fines del
funcionamiento de la comisión indicada, la promoción, la difusión y la concreción del acuerdo
de adhesión del protocolo gerontológico resultante.
Artículo 5: De forma.
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
El fenómeno del envejecimiento está originando
un cambio social sin precedentes, cuyas dimensiones y verdadera envergadura están lejos
aún de haber sido asumidas.
Está afectando, por un lado, al desarrollo
personal de los individuos en particular, pero también el cambio afecta a la evolución de la
propia sociedad, que también ella misma está envejeciendo.
Los desafíos que supone tal fenómeno afectan,
por un lado, al incremento de los costos de protección social (sostenimiento de las
jubilaciones y pensiones, incremento de los servicios sociales y sanitarios, etc). Pero también
atañen de manera muy importante a cuestiones de otra índole y vendrán a producir una
transformación que afectará al ciclo de vida y a la organización de las diferentes etapas
vitales. La ganancia de tiempo que podrá ser dedicado al ocio, por ejemplo, es un fenómeno
nuevo para el que habrá que prepararse desde los primeros años de formación.
La estructura demográfica clásica, que clasifica
en tres grandes grupos de edad a las poblaciones (menores de 15 años entre; entre 15 y 65
años y mayores de 65 años), en relación a la función social que desempeñan -estudiantes,
trabajadores, pasivos- tendrá que ser revisada, pues ya no se corresponde con lo que ocurre
en el ciclo vital de la mayoría de la gente. Se comienza a plantear que el tiempo de ocio no se
acumule, como ahora sucede, en los últimos 25 ó 30 años de vida, sino que se ofrezca con
flexibilidad según las particulares circunstancias sociales y biográficas de las personas.
Asimismo, la etapa posterior a la jubilación no debería ser el salto al vacío que es hoy día
para muchas personas (perdida de roles), sino una posibilidad real y concreta de desarrollo y
crecimiento que debe ser favorecida desde la propia sociedad.
En síntesis, se plantea que los dos grandes retos
a los que se deben responder, por lo que se refiere al grupo social formado por quienes
cuentan más de 60 ó 65 años son los siguientes:
1º) Por un lado, habrá que crear y definir
espacios de participación social y de desarrollo personal para las personas mayores.
2º) Por otro lado, debería ofrecerse una
respuesta integrada para dar respuesta a las necesidades de las personas que tienen
problemas de dependencia ("aquéllas que precisan ayuda importante para desarrollar las
actividades esenciales de la vida diaria").
El incremento de la demanda de cuidados de
larga duración que requieren las situaciones de dependencia se explica, como es bien
conocido, por la coincidencia en el tiempo de varios fenómenos:
a) Por una parte, porque se está
experimentando un crecimiento considerable de la esperanza de vida al nacer, lo que origina
que cada vez más personas lleguen a edades avanzadas.
Vivir muchos años es un logro social muy
positivo de las sociedades modernas, pero también determina, como contrapartida, que
crezca el número de quienes precisan ayuda para realizar las actividades de la vida
diaria.
b) Al tiempo que crece la esperanza de vida,
también a lo largo del siglo XX ha ido descendiendo el índice de fecundidad. Ello origina que
el número de hijos e hijas, potenciales cuidadores de personas mayores dependientes, esté
disminuyendo de manera importante.
c) En el incremento de la demanda de cuidados
también incide de manera significativa el cambio social producido tanto en los modelos
familiares, como en los valores culturales y en el rol social de las mujeres. Sobre ellas recaía y
todavía hoy recae mayoritariamente el cuidado de las personas mayores, en lugar de tratarse
de un rol compartido.
El desarrollo de programas y servicios
comunitarios que proveen apoyo para favorecer que la vida humana, en su última etapa, se
desenvuelva en el entorno cercano y cotidiano, en condiciones de dignidad, debiera ser un
objetivo esencial para las sociedades en las que la consolidación de derechos sociales es una
de sus conquistas irrenunciables.
La razón que explica la todavía escasa
generalización, en cantidad y en calidad, de estos programas, según los últimos estudios
realizados, es que la gran carga de atención y cuidados que precisan las personas mayores
sigue asumiéndose todavía por la familia (y, en concreto, por las mujeres). Pero también se
ha evidenciado, como se ha dicho, la tendencia hacia una disminución clara de la
disponibilidad de esta fuente de provisión de cuidados de cara al futuro.
Conforme lo han revelado varias investigaciones
empíricas, la falta de disponibilidad de tiempo suficiente para asumir los cuidados que
experimentan muchas familias, así como la gran sobrecarga y estrés que muchas otras
presentan cuando atienden a sus expensas a personas dependientes, señalan la necesidad
urgente de apoyarlas desde el sector público con una amplia y diversificada oferta de
prestaciones y servicios.
Se constata una gran paradoja a este respecto:
Los análisis que los responsables de política social, los técnicos de servicios sociosanitarios y
los estudiosos de la gerontología realizan coinciden en realzar la importancia de favorecer el
diseño de programas que faciliten el que se pueda "envejecer y vivir en casa", evitando, o al
menos retrasando, el trauma personal y familiar que supone la institucionalización. Ello
origina que en las declaraciones, planes de intervención y estudios que se difunden, se
enfatice siempre la necesidad de priorizar las prestaciones dirigidas a favorecer el
cumplimiento de dicho lema. Sin embargo, el esfuerzo presupuestario y de dotación de
recursos se ha venido realizando persistentemente hasta ahora, sobre todo, en el desarrollo
de plazas residenciales. Esta paradoja se acentúa si se tiene en cuenta, además, el costo
económico sensiblemente mayor que supone la institucionalización.
Tanto la escasez de recursos sociosanitarios
como la desigualdad y desequilibrios en su distribución territorial son razones que abogan a
favor de que se plantee la viabilidad de completar su sistema de seguridad social con la
protección de las situaciones de dependencia, tal y como están haciendo algunos países
desarrollados.
Hacerlo mediante el desarrollo de servicios y no
a través de prestaciones económicas, además de garantizar el incremento del bienestar de las
personas mayores y de sus familias, permitirá la creación de un número importante de
puestos de trabajo. Además, es previsible que gran parte de estos nuevos empleos podrían
ser ocupados justamente por los sectores que tienen mayores dificultades de acceso laboral:
mujeres y varones de mediana edad y desempleados de larga duración.
A la relevancia de la ampliación de prestaciones
y servicios, en lo que se refiere a sus dimensiones cuantitativas, resulta importante anexar
algunas cuestiones de índole cualitativa que den respuesta adecuada al cómo, además de al
cuánto.
Se plantea así la conveniencia de llevar a cabo
un planteamiento de las intervenciones en gerontología, desde una perspectiva crítica.
En ocasiones puede ocurrir que la falta de
reflexión y análisis sobre modelos idóneos de actuación, así como las inercias de prácticas
profesionales basadas en la escasez de recursos, en la inmediatez de la gestión y, por tanto,
dejadas al voluntarismo o de la imposibilidad de actuar sobre unos fundamentos rigurosos,
conduzca a actuaciones que no garantizan la calidad de vida de las personas mayores. Este
concepto, como se ha puesto de relieve por la doctrina, es complejo y tiene un carácter
sistémico.
Se sugieren a continuación una serie de
principios y de criterios, que, de guiar la práctica en la intervención gerontológica,
entendemos facilitarían la consecución de los objetivos que todos los profesionales que
trabajan en la atención directa de este sector.
Como su propio nombre indica, los principios
deben constituir el basamento esencial y, por tanto, ineludible, de toda intervención. Tienen
que ver con la persona a la que se dirigen los programas y con la garantía de respeto a su
dignidad humana y a sus derechos básicos. El supuesto de partida es que en el orden de
prioridades de la intervención, lo primero debe ser siempre considerar que se está ante una
persona y sólo con posterioridad que esa persona tiene necesidad de atención.
Los principios que se proponen como básicos
son los siguientes:
1º) Posibilidad de elección. El fundamento es
que la persona debe poder decidir, entre diversas posibilidades, la que mejor se adecue a sus
peculiares características. Se trata, en definitiva, de evitar "asignar" recursos o programas por
imperativo profesional.
2º) Respeto a la autonomía. Principio ligado
con el anterior, implica que toda intervención debe tender a reforzar en la persona atendida
la sensación de seguridad y de control sobre su propia vida, asegurando la libertad de sus
actos y decisiones: respeto por su intimidad, consultar siempre sobre aspectos esenciales o
accesorios de la vida de la persona en cualquier circunstancia en la que se encuentre, ya sea
viviendo en una residencia (horarios, gustos de comidas, vestido, decisiones terapéuticas....),
bien se encuentre viviendo en casa (información y negociación sobre programas o servicios
que puedan ser útiles, por ejemplo).
3º) Participación. Cuando se diseña o planifica
un programa de intervención (de participación social, de atención comunitaria, de asistencia
institucional), debe contarse siempre con la participación de la persona a la que se va a dirigir
el programa, salvo que su dependencia le impida totalmente tomar decisiones.
En el caso de que se trate de un programa de
atención (por ejemplo, de ayuda a domicilio) deberá incorporarse también en la planificación
del servicio a la persona o personas que vayan a colaborar en la asistencia (normalmente
será alguien de la familia, pero tampoco hay que olvidar otros posible allegados que pueden
intervenir).
4º) Continuidad. Este principio hace referencia
a que, en la medida de lo posible, se garantizará que en la prestación de un determinado
servicio sea el mismo profesional o el mismo grupo limitado de profesionales quienes se
ocupan de la persona. Por ejemplo, se evitará que en la prestación cambios de auxiliares o
cambios de horarios; se intentará que los equipos de atención primaria sean lo más estables
posibles. Para la persona mayor es importante mantener referencias permanentes y la
continuidad refuerza su seguridad. Por otra parte, este principio también deberá estar
presente cuando es preciso ir pasando por programas o servicios diversos.
La derivación de unos a otros deberá ser
apoyada y seguida desde el propio sistema sociosanitario de atención, en lugar de dejar que
sea la propia persona o sus allegados quienes acudan a los diferentes recursos a medida que
se producen cambios en la evolución de su estado de necesidad, ya se trate de un problema
de integración o de participación social o estemos ante un caso de pérdida de salud o
situación de dependencia.
5º) Integralidad. Cuando se realice un diseño
de intervención deberá tenderse siempre a la resolución del conjunto de situaciones
problemáticas que se presenten, porque lo raro será que pueda imputarse el problema a una
sola causa. Por ejemplo, cuando se detecta un caso de gran aislamiento social, habrá que
evaluarlo desde una perspectiva sistémica, teniendo en cuenta todas las barreras físicas,
psíquicas y sociales que han originado la situación problemática. Si la valoración es integral,
la planificación de la ayuda o atención forzosamente habrá de serlo también y no se olvidará
en la provisión de la ayuda movilizar las redes sociales de la propia persona y también las
provenientes del voluntariado.
Si los principios hacen referencia a la persona a
la que se dirigen los programas o servicios, los criterios tienen que ver con la calidad de éstos
y, por tanto, con la calidad de la atención prestada.
Principios y criterios están interconectados y
puede decirse que se reclaman recíprocamente.
1º) Diversidad. Sabemos por las
investigaciones desarrolladas que las necesidades personales y familiares son muy
diversificadas debido fundamentalmente a su carácter multidimensional. Teniendo en cuenta
lo anterior, y partiendo de evaluaciones individualizadas de cada caso, habrá que contar con
una oferta amplia de servicios y programas que puedan dar satisfacción a las peculiares
características y necesidades tanto objetivas como subjetivas que se detecten. Sólo con una
diversidad en la oferta podrá cumplirse con el principio de posibilidad de elección.
2º) Prevención y rehabilitación. El
cumplimiento de este criterio lleva implícita la exigencia de realizar programas de intervención
cualquiera que sea el estado en que se encuentre la persona mayor a la que se dirija el
recurso. Niega con rotundidad el nihilismo terapéutico que en ocasiones se detecta entre los
profesionales y reafirma, por tanto, que siempre es posible restaurar capacidades (o, cuando
menos, mejorar la calidad de vida), y prevenir situaciones adversas. El objetivo de toda
intervención preventiva y rehabilitadota será siempre el respeto y el reforzamiento de la
autonomía de la persona atendida.
3º) Interdisciplinariedad. Partiendo del
carácter complejo que tienen las intervenciones en gerontología, será preciso que tanto las
evaluaciones como las intervenciones tengan un carácter interdisciplinario. Si se asume la
dimensión global de la persona, lo que conlleva considerar el conjunto de sus necesidades en
los diferentes ámbitos (físico, psicológico, social y ecológico), forzosamente se concluye lo
que es la esencia de la gerontología, que es su carácter multifactorial, con la exigencia
consiguiente de reclamar la intervención de un equipo multiprofesional.
Pero la interdisciplinariedad no consiste la mera
yuxtaposición de las diferentes aproximaciones científicas; tampoco consiste en una
sumatoria de todas ellas. Lo que se obtiene con la metodología interdisciplinaria es un
resultado distinto, que es fruto del consenso y la deliberación conjunta y que, en ocasiones,
exige renunciar o poner en cuestión algunas convicciones unilaterales que, aunque ajustadas
a la ortodoxia de la disciplina correspondiente, pueden ofrecer una visión fragmentada del
caso que se esté analizando. Además de lo anterior, y teniendo en cuenta la necesidad de
tener presente el conjunto de principios enunciados y, en concreto, el que hace referencia a
la participación de la persona mayor y, en algunos casos, el de su familia, será también
exigible para su cumplimiento que quienes vayan a ser destinatarios de los programas
intervengan también tanto en el proceso de evaluación como en el de su planificación y
ejecución.
4º) Coordinación/complementación.
Este criterio será preciso desarrollarlo en cada
ocasión (y serán muchas) que se considere conveniente la intervención de varios recursos:
cuando el programa sea de índole sociosanitaria; cuando convenga la colaboración de
diferentes niveles de atención (primaria y especializada, por ejemplo); cuando se juzgue
pertinente conjugar la acción de dos servicios sociales (ayuda a domicilio, centro de día,
etc.); cuando favorezca el mejor cumplimiento de objetivos aunque los sectores de
intervención sean diferentes (por ejemplo, el educativo y el de servicios sociales en
programas culturales o intergeneracionales). Sólo con el cumplimiento de este criterio será
posible que la persona mayor pueda percibir que existe una atención continuada.
5º) Convergencia.
El carácter global que se defiende de las
adecuadas intervenciones en gerontología exige, por último, no olvidar la importancia que
tienen para la calidad de vida de la persona mayor sus propias redes sociales, que son las
que pueden ofrecer en mayor grado el apoyo emocional, estratégico y material que resulta
tan esencial para el bienestar de aquélla.
Por tanto, al planificar programas y servicios,
debe abandonarse la tradicional separación entre recursos formales y apoyo informal y, por el
contrario, integrar en los programas la intervención que familia, amistades, vecindad y
voluntariado puedan realizar para la mejor consecución de los objetivos propuestos.
Es por todo lo expresado resumidamente que
propiciamos el presente proyecto de ley.
Firmante | Distrito | Bloque |
---|---|---|
GONZALEZ, MARIA AMERICA | CIUDAD de BUENOS AIRES | SOLIDARIDAD E IGUALDAD (SI) |
MACALUSE, EDUARDO GABRIEL | BUENOS AIRES | SOLIDARIDAD E IGUALDAD (SI) |
LOZANO, CLAUDIO RAUL | CIUDAD de BUENOS AIRES | BUENOS AIRES PARA TODOS EN PROYECTO SUR |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
---|
ACCION SOCIAL Y SALUD PUBLICA (Primera Competencia) |
TERCERA EDAD |
PRESUPUESTO Y HACIENDA |