La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar preocupación por las maniobras persecutorias de la participación política estudiantil puestas en práctica en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, promoviendo la denuncia anónima de dicha participación.

Señor presidente:

En estos días, el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires nos sorprendió con el anuncio de que iba a instalar una línea telefónica gratuita para que se denuncie la actividad política que se realice en las escuelas del distrito.

Lo preocupante no es que los jóvenes/alumnos debatan, participen de la vida institucional o le exijan a sus escuelas. Lo preocupante justamente no debería ser que piensen sobre qué educación pretenden. Lo preocupante no debería ser que lo manifiesten desde la acción y el pensamiento político. La política es una de las formas de participar y poner en escena sus expectativas, sus proyectos, visibilizar sus compromisos.

No es nada nuevo que los secundarios participen en sus centros de estudiantes representando una bandera partidaria (o no). Y desde que se reinició este período democrático, por suerte, la política ha estado presente en las instituciones. Se podrá discutir cuándo le ha ido mejor o peor. Cuándo ha sido más la representación de los intereses individuales por sobre los colectivos, pero en todo caso ese no es el fondo de la cuestión. Se podrá decir que se ha descreído en la política como el "arte de lo posible". Mensaje erróneo que alejó a muchos (sobre todo jóvenes) y evitó que otros tantos se involucraran por considerar que todo lo que rodeaba a la acción política era del orden de lo "corrupto", lo "oscuro", o "el padrinazgo". Vale recordar lo que sucedió en los 90, cuando el mensaje hegemónico logró que las generaciones más jóvenes se alejaran de la participación política. Pocos, muy pocos, controlaron el territorio del hacer político. Estos mismos que decían "la política es mala", fueron los que vivieron de ella y preservaron sus espacios de poder.

En todo hay política e ideología por suerte. En todo caso se puede ser apartidario. La política atraviesa la vida de las personas, de los ciudadanos. Por suerte existe hoy la posibilidad de la expresión política con libertad. Cuando esto no ha sido así, en verdad, llevó a los desastres vividos. Por suerte todos pueden expresarse en lo político, porque hasta los que dicen que está mal que así sea, están expresándose parados desde un lugar de sujetos críticos, con intereses particulares. Cuando la política democrática no ha estado, nada fue bueno, como en los 18 años de proscripción del peronismos en los que se prohibía hasta la mención de los nombres de Evita y Perón. Ni qué hablar de los años de terrorismo de Estado luego del golpe cívico militar del 76.

Esta preocupación de que se debata, se participe en las escuelas, es la demostración cabal de que se piensa en un proyecto de país con ciudadanos y ciudadanas ausentes, que nos recuerda el "no te metás". ¿Por qué se reniega de la construcción política y de la participación democrática? ¿Es que piensan que con la construcción mediática y publicitaria van a construir ciudadanía? ¿Por qué desconocen el valor de la militancia? Sólo esta última explicación puede dar respuesta a tan absurda decisión de que todos nos convirtamos en buchones.

Lo preocupante no debe ser que legisladores, funcionarios, o referentes sociales de la democracia vayan a las escuelas a participar de actividades, a difundir un proyecto, a contar en qué se está trabajando. O a compartir con esa comunidad educativa una concepción del por qué y para qué la educación. Lo que es preocupante es que estas actividades de los jóvenes o la participación y el involucramiento de la política como acción para transformar la realidad sean tomadas por algunos sectores y medios de comunicación como "proselitismo" y "adoctrinamiento". Como algo que debiera estar "prohibido". Lo preocupante es que sea considerado como "algo peligroso", tanto como para que, como hizo el ministro de educación de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, creara un 0800 para que "padres puedan denunciar cualquier tipo de intromisión política en las escuelas". Me preocupa esta demonización sobre la participación en la política, cuando en realidad estamos pidiéndoles a los jóvenes más responsabilidad, que sean sujetos críticos, y hasta adultos en sus lecturas sobre la realidad.

Más que "cuidarlos del proselitismo" habría que cuidarlos de la subestimación. Porque estas actitudes, subestiman su comprensión y visión crítica sobre el mundo que los rodea. Estos jóvenes no son sujetos que se dejen engañar. De hecho, estuvo demostrado en las respuestas argumentadas e ideas que esbozaron las alumnas y alumnos "militantes" cuando en la toma de los colegios respondieron a los interrogantes y provocaciones de algunos periodistas que sólo pretendían ponerlos frente a cámara intentando hacerlos quedar en ridículo o espectacularizando el hecho que los llevó a hacer el reclamo. Reclamo con el que se podrá estar de acuerdo o no, reclamo que se puede plantear de otras maneras, pero que es una demanda que debía ser atendida.

Con respecto a si está bien o mal que en una inauguración de un edificio escolar, o en la puesta en marcha de algún programa, haya banderas de agrupaciones políticas y/o partidos, también es discutible.

La educación como derecho social, como bien público y como responsabilidad del Estado, también es una concepción y el resultado de la decisión política. Es la síntesis de una propuesta que pone en marcha un modelo político, social, cultural y económico que no hubiera sido posible de no haberse construido mediante la acción que sólo permite la política.

De todas maneras quédense tranquilos, porque las instituciones educativas también están constituidas por una comunidad en la que padres, docentes, funcionarios y estudiantes construyen formas para poner límites cuando es necesario, o abrir las puertas a aquellos que puede hacer crecer como sociedad inserta en un contexto de época. Los docentes y los padres no son ingenuos y si observaran que algo está mal, con seguridad, serían quienes dicen si o no cuando las circunstancias lo ameritan.

Por lo expuesto, solicito a mis pares, me acompañen con la aprobación de este proyecto.