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PROYECTO DE TP


Expediente 5285-D-2012
Sumario: RENDIR HOMENAJE Y PESAR POR EL FALLECIMIENTO DEL ESCRITOR ARGENTINO HECTOR TIZON, ACAECIDO EL 30 DE JULIO DE 2012.
Fecha: 07/08/2012
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 97
Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:


Rendir sentido homenaje y expresar pesar por el fallecimiento de Héctor Tizón, escritor, abogado, jurista y diplomático argentino, acaecido el día 30 de julio del corriente año.

FUNDAMENTOS

Proyecto
Señor presidente:


Héctor Tizón nació el 21 de octubre de 1929 en Yala, a trece kilómetros de San Salvador de Jujuy. Hombre plural, ejerció los oficios de escritor y periodista, que supo compatibilizar con su profesión de abogado y posteriormente con su labor como juez, además de su paso por la delegaciones diplomáticas argentinas en México e Italia.
Entre 1943 y 1948 vivió en Salta, donde cursó el secundario y publicó sus primeros cuentos en el diario El Intransigente. Formó parte del grupo regional Tarja, creado en 1955, junto a los escritores Mario Busignani, Jorge Calvetti, Andrés Fidalgo, Néstor Groppa y el artista plástico Medardo Pantoja.
En 1949 se radicó en La Plata. Habiendo concluido sus estudios en Derecho en el año 1953, inició en 1958 su carrera diplomática, desempeñándose como agregado cultural en México y posteriormente como cónsul argentino en Milán.
A lo largo de su vida, Tizón se vinculó a algunos de los más grandes escritores latinoamericanos. En su paso por la embajada en México conoció a Juan Rulfo, Ernesto Cardenal, Carlos Fuentes, Juan José Arreola, Ezequiel Martínez Estrada, Augusto Monterroso y Tomás Segovia. El propio Jorge Luis Borges lo visitó en Yala.
Tizón dejó su carrera diplomática en 1962, y de regreso en Argentina desempeñó brevemente el cargo de ministro de Gobierno, Justicia y Educación. En 1976, en su rol de abogado, trabajó con organizaciones sindicales, por lo cual había presentado hábeas corpus de gente que sufría persecución política. A raíz de ello, y al ser él también perseguido, debió exiliarse en España desde 1976 hasta 1982.
Representó como convencional a su provincia en la Convención Nacional que sancionó en Santa Fe la reforma constitucional de 1994, integrando el bloque presidido por Raúl Alfonsín. En 1986 fue Presidente de la Convención Constituyente de la Provincia de Jujuy.
A mediados de la década de 1990, a instancias de la minoría radical, la legislatura jujeña lo designó Juez del Superior Tribunal de Justicia, como Juez Decano, y vicepresidente del cuerpo.
Héctor Tizón viajó largamente por el mundo; como diplomático de 1958 a 1962, como exiliado de 1976 a 1982, pero "su lugar en el mundo", al que volvía una y otra vez, era Yala, provincia de Jujuy.
Su primer libro fue publicado en México en 1960, A un costado de los rieles. Parte de su obra, siempre fiel a sus raíces y su lugar de origen, con sus mitos e historias, ha sido traducida al francés, inglés, ruso, polaco y alemán. Su obra ha sido distinguida con varios premios, incluyendo el de "Brillante", así como con los de "Consagración Nacional", Academia de Letras, "Gran Premio de Honor" de la Sociedad Argentina de Escritores, y del Fondo Nacional de las Artes. Fue declarado ciudadano ilustre y recibió una medalla por su trayectoria, en virtud de su extensa obra, de gran importancia para la literatura universal. Recibió asimismo la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y Letras por parte del gobierno francés.
Su Obra Literaria está compuesta por las obras "A un costado de los rieles" (1960), "Fuego en Casabindo" (1969), "El cantar del profeta y el bandido" (1972), "El jactancioso y la bella" (1972), "Sota de bastos, caballo de espadas" (1975), "El traidor venerado" (1978), "La casa y el viento" (concluido en España en 1982, publicado en Argentina en 1984), "Recuento" (1984), "El viaje" (1988), "El hombre que llegó a un pueblo" (1988), "El gallo blanco" (1992), "Luz de las crueles provincias" (1995), "La mujer de Strasser" (1997), "Tierra de frontera"(1998), "Obra completa" (1998), "Extraño y pálido fulgor" (1999), "El viejo soldado" (escrito en el exilio, publicada en 2002), "La belleza del mundo" (2004), "No es posible callar" (2004), "Cuentos completos" (2006), "El resplandor de la hoguera" (2008) y "Memorial de la Puna" (2012).
Juez de la Corte Suprema
En su rol como miembro del Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Jujuy, Héctor Tizón se opuso en minoría a la privatización del banco de su provincia, destacándose a su vez en la defensa del medio ambiente y los derechos humanos.
Tuvo votos destacados, como aquel que en 2010, permitió a los vecinos autoconvocados de Tilcara y Juella, detener la instalación de una mina de uranio en la zona de la Quebrada de Humahuaca, en territorios de comunidades indígenas.
En el mismo, Tizón sostuvo la plena vigencia del "principio precautorio" consagrado en el art. 4º de Ley General del Ambiente 25.675, del año 2002, reglamentario del art. 41 de la Constitución Nacional.
Afirmó también que "los daños causados al medio ambiente, una vez producidos, resultan en la práctica de casi imposible reparación". "Cabe presumir, hasta tanto se demuestre lo contrario, que por lo menos existe la posibilidad o el peligro cierto de que las tareas de las mineras en la zona produzcan contaminación, y conlleven un daño ambiental". Para concluir que: "No es posible prescindir de la preservación del derecho a un ambiente sano y no contaminado, Derecho Humano Fundamental".
Tomando otro paradigma del derecho ambiental moderno, Tizón mencionó el de daños generacionales: "Es decir aquellos que por su magnitud repercuten no sólo en la generación actual sino que sus efectos van a impactar en las generaciones futuras".
Su pensamiento
Para acercarnos a la riqueza de su pensamiento es valioso conocer sus reflexiones, vertidas en diversas entrevistas, reflexiones que abarcan tanto la labor literaria, como la memoria, el exilio, la historia reciente argentina y la muerte.
Conocedor de la Puna y los confines norteños de la Argentina, las cercanas fronteras, mencionaba en el extenso reportaje de Raquel Garzón (Clarín, 1999) cuando se presentaba su libro Extraño y pálido fulgor: "Para mí, la frontera es, ante todo, misteriosa. Porque no es el país sino su límite y eso la emparenta con lo extranjero, con otras culturas, con otras formas de ver y de sentir. Por eso se la asocia con el intercambio pero además, la frontera es muy significativa también como imagen del borde, de la cornisa. En verdad, no creo que la Argentina se sienta distinta o se vea menos desde aquí, su norte más norte... ...creo que un escritor lo que necesita, básicamente, es tiempo y el tiempo en las ciudades grandes es muy caro. Aquí, en cambio, el tiempo es barato".
Y continúa relatando, en una entrevista de María Esther Vázquez, (La Nación, 1997): "Un escritor no debe tener apremios económicos ni apuros. El ritmo de la escritura debe ser casi biológico, como el de la circulación de la sangre. El apuro puede lograr fines no queridos. Escribir debe ser una función armónica. Es lo mismo que hacer el amor de prisa, eso es una barbaridad".
La influencia del paisaje del norte argentino en la obra de Tizón ha sido mencionada por la crítica "el paisaje no es el marco que encuadra la historia o los personajes; el paisaje es la historia misma, porque así como el personaje engendra el paisaje, en un movimiento de endogénesis, también los personajes y sus historias sólo pueden ser concebidos en ese paisaje" de Foffani, Enrique y Mancini, Adriana (2004) "Más allá del regionalismo." en: Historia crítica de la literatura argentina; Buenos Aires, Emecé.
Por otra parte si bien en la obra de Tizón existen situaciones que se dan en lugares puntuales como la Puna, su escritura excede cualquier regionalismo y folclore, centrándose más bien en los problemas universales del hombre, esto es, la vida, la muerte, el amor, el sentido de la amistad, el odio.
Él mismo puntualizó esta doble situación, recordando el oficio literario y las modificaciones operadas en su modo de narrar a lo largo de los años: "Cuando empecé a escribir, yo sentía que pertenecía a una región del país destinada a perder sus formas culturales propias y nació en mí cierta pretensión de anticuario: la idea de conservar voces destinadas a morir, no por buenas o malas, sino porque el mundo cambia y el cambio arrastra consigo muchas cosas. Ese fue el afán que me llevó a escribir Fuego en Casabindo, El cantar del profeta y el bandido, y de alguna manera, también Sota de bastos, caballo de espadas. Después, el tiempo me enseñó que lo que tiene que perderse se pierde, aunque el voluntarismo pretenda lo contrario. Y que, paradójicamente, nada muere del todo cuando el cambio y la mixturación enriquecen. Por eso, desde hace unos cinco libros, mis historias ya no están localizadas".
Tizón rescataba la memoria como verdadero protagonista de la escritura, como alimento y también como fuente de verosimilitud: "Yo creo que un escritor escribe fundamentalmente con el recuerdo, con la memoria, y también por eso, quizá, con cierta nostalgia: una especie de dolor por alguna cosa que cree que ha perdido irremediablemente. Alguna historia, un gesto, un rostro, la mirada de los otros, un nombre, que le hacen evocar una cosa perdida ya. Quizá por eso, porque es esencialmente la memoria la que escribe, tampoco puedo contar algo sin tener en cuenta el lugar en el que vivo. He conocido escritores que se desplazan y se instalan en un lugar para escribir sobre él. Yo no podría escribir prosa de turista. Es más, casi nunca pude escribir ni siquiera sintiéndome viajero, que es algo mucho más importante y digno. Si no conozco profundamente el lugar, sus bosques, sus especies de hierbas, las variaciones de su clima, las casas por dentro... no me sale nada. Y eso creo que tiene que ver, por lo menos en mi caso, con la necesaria verosimilitud de la historia: que lo que se dice sea creíble, que cierre, aunque no sea real ni exacto".
En una entrevista de Ángel Berlanga (Página 12, 2009) Tizón rememoraba también el rol de los recuerdos y su íntima relación con el oficio de escribir: "A veces, percibimos la vida más intensamente cuando la recordamos, con más tranquilidad que en el momento en el que transcurre. Este es el impulso que lleva a un escritor a escribir diarios o anotaciones autobiográficas, esto y la certeza de que el pasado no permanece en su lugar, nunca se mantiene estático. Sólo puede revivirse en la memoria, y la memoria es un mecanismo que nos permite tanto olvidar como recordar; la memoria es arbitraria: redescubre, inventa, organiza. El verdadero instrumento de la creación es la memoria y de allí también que todo lo que un escritor escribe sea autobiográfico, con más o menos matices."
Luego del golpe de Estado de 1976, Tizón debió exiliarse en España, hasta 1982, circunstancia que lo afectó profundamente en su rol creativo: "Recuerdo que pensé que no iba a poder volver nunca a la Argentina y que tampoco podía convertirme yo en español. Sentí que mi destino era no escribir más. Pero pensé también que no podía irme así, que tenía que despedirme. Entonces, como quien cuenta la historia de un hombre que se exilia y para poder hacerlo recorre todo su mundo, conté los lugares que fueron míos, los de mi infancia y mi juventud. Le fui diciendo adiós a todo. Eso fue lo que después se llamó La casa y el viento. No fue el último libro sino el comienzo del fin del exilio y la recuperación de mi lugar, que es éste".
Rememorando ese retorno a su patria, Tizón relataba: "Recuerdo que apenas volvimos del exilio, en el 83, se hizo una mesa en la Feria del Libro en Buenos Aires, para presentar la segunda época de la revista Crisis, y yo le dije a Eduardo Galeano: "Esto no va a funcionar". Y él contestó: "Pero si está lleno de gente, ¿no ves?" "Sí, pero no hay nadie de menos de cuarenta", le dije yo. "No hay chicos, no hay lectores nuevos". Y es que eso nos pasó a escritores como Saer, Piglia y yo mismo: no tuvimos parricidas, jóvenes que nos leyeran, cuestionaran y "mataran" primero, para asumirnos luego como herencia. Los diezmó el Proceso. El paso de una generación a otra no fue gradual sino brutal: no hubo trasvasamiento, sino vacío. Y hubo que sobreponerse también a eso".
La falta de una literatura de los sentimientos en nuestro país, en su opinión nos diferenciaba de los otros países latinoamericanos: "A veces los escritores intelectualizamos demasiado. Es como si quisiera imponerse una tesis y como si la vida fuera una imposición dogmática, cuando en verdad la vida tiene más de divagación, de duda y de conjeturas que de tesis, ¿no? Creo que la falta de una literatura de los sentimientos es lo que diferencia, de alguna manera, la literatura argentina de la de otros países de América Latina".
"Lo que pasa es que nosotros pretendemos justificarnos por el discurso y no por lo que somos. Y a veces olvidamos que el razonamiento cartesiano impide ver otras cosas, ejercitar la frescura. En ese sentido, yo aprendo mucho de los chicos. Ellos no se atan y por eso a veces ven cosas que a los adultos se nos escapan y que muestran las grietas de la razón pura", explica Tizón en el reportaje de Raquel Garzón antes citado.
Tal vez se tome el sentimiento como una pérdida de afirmación, una pérdida de fuerza. Como si el intelecto perdiera cuando los sentimientos se muestran. Es una forma de pensar, me parece a mí, absolutamente aberrante. Empobrecedora, en definitiva, ¿no? Porque el hombre vale por lo que siente, no por lo que piensa. Yo creo que cuando Borges decía "Muchas vidas le faltaron a mi vida", quería decir un poco eso: que no se dio chance a cosas que parecían impropias en un hombre como él, un intelectual. Además, siento yo, en las emociones uno no miente. Podrá fingir un ratito pero a la larga es insostenible. En cambio, en lo otro -ideas, ideologías, intenciones-, sí se puede impostar..."
En una conferencia brindada en la Feria del Libro de Buenos Aires de 2006, y relatada en La Nación, Tizón destacaba lo que él consideraba como una de las misiones de un escritor, más allá de la escritura en sí misma: "Tomar la voz de los millones de excluidos que no la tienen. El hombre de hoy cree que tiene más libertad que antes, pero sólo tenemos más libertad de hacer zapping dentro de lo mismo".
En relación con las barreras que el hombre se pone y que le impiden ir en busca de la felicidad, las guerras, los muros que separan países, Tizón elegía atreverse: "Tenemos que atrevernos a decir la verdad, a no tener miedo, a darle la mano al excluido, incluso, a aplaudir a los gobernantes cuando aciertan, y a decir cuando no aciertan. El ejercicio de la espera es consecuencia de la paciencia y un demócrata deber ser paciente, lo que no significa ser tonto".
De su amor imperecedero por los libros, Tizón recuerda en la citada entrevista de Ángel Berlanga: "De manera que en cada lugar donde tenía la perspectiva de vivir un tiempo, hacía una biblioteca que, por rara casualidad, se repite. Uno queda fiel a las lecturas que alguna vez lo motivaron, con las que disfrutó, sintió placer. Cuando fui a España, por supuesto, no llevé un solo libro. No sé qué habrá hecho la policía con ellos.
¿La policía le allanó su casa?
-Sí, pero cuando ya no estaba. Cuando me vine sólo traje unos cuantos, nomás, muy escogidos. Sobre todo escritos por amigos y dedicados: de esos nunca me desprendo. Me acuerdo todavía de lo que me contaron que fue el allanamiento: quedó sólo un libro en los estantes y era de Paco Urondo, dedicado por él. Los que vinieron, evidentemente, no tenían la menor idea de quién era".
Reflexionando acerca de la historia reciente argentina y la destrucción del ferrocarril, que tanto lastimó a su amado norte, el escritor decía: "Cada vez que pienso en lo que costó traerlo hasta acá y en el pedazo de historia que es el ferrocarril para esta zona, me da mucha rabia. Me duele que el daño profundo que se le causó al país con esta política thatcherista no sea más evidente, que no se explicite a viva voz, en los estadios de fútbol; que la gente crea que todo eso nos pasó, como le pasó a Edipo acostarse con su madre: porque no hubo más remedio". Y lo relaciona de inmediato con un concepto de Steiner sobre la tragedia: "George Steiner dice que la tragedia es un género reaccionario. Yo siempre me pregunté qué quería decir con eso. Y claro, tiene razón, porque la tragedia ocurre cuando no existe nada más, cuando no hay poder de réplica y no se puede cambiar la suerte propia ni la de los demás. Por eso la tragedia no puede ser nunca revolucionaria, ni siquiera democrática, porque en la democracia no sucede ese tipo de cosas. No hay cosas que suceden porque tienen que ser así necesariamente. Acá estamos tomando la globalización, el neocapitalismo salvaje y un mundo insolidario como si fueran una tragedia que nos cayó de arriba y ahora no hubiera más remedio que arrancarse los ojos. Eso me preocupa y me duele profundamente porque siento que asumir un destino trágico es echarle la culpa a otro y lavarse las manos".
Acerca de Yala, su lugar en el mundo, y el retorno a su provincia tras vivir en Europa, recordaba: "Creo que un hombre puede nacer y renacer muy pocas veces en su vida. Yo he intentado renacer en otro lugar y creí haberlo logrado durante un tiempo largo, pero después me di cuenta de que mi lugar de origen era mejor que aquel otro -España- en el que había sobrevivido al exilio y estaba echando raíces. Y volví. No es una falta que un hombre no quiera ser del lugar donde nació y trate de irse a otro lado. Lo que sí es lastimoso y se da a menudo es pensar que los lugares de prestigio lo prestigian a uno. He visto en ciudades estupendas una cantidad de imbéciles suficiente como para saber que vivir en París o en Nueva York, por sí solo, no prestigia a nadie".
"Mi familia y yo hemos cambiado 32 veces de casa; de país, un montón y otro montón de ciudad. Lo curioso de eso es que yo lo contrastaba con mi sincero afán de ser un hombre sedentario, de quedarme, por ejemplo, en este rinconcito. Lo que pasa es que hay tantos lugares del mundo que a uno le gustaría conocer -una isla griega, alguna parte de Mallorca...-. Pero quizá sea mi tiempo de ser, en verdad, un viajero sedentario. Creo que me gustaría terminar mis días en algún lugar muy quieto, viendo pasar las nubes, conversando, eventualmente, con alguien a quien, también eventualmente, le guste conversar. Jujuy se ajusta a ese deseo. Los hombres y las mujeres silenciosos, como son aquí, no dicen tonterías ni emplean la lengua en palabras inútiles", relataba, rescatando nuevamente el silencio y la posibilidad de reflexionar en la calma que le otorgaba su tierra natal.
A su vez, el autor reconocía que el haber recorrido tantos países le brindó un privilegiado punto de vista. Así lo expresaba en una conferencia en la Feria del Libro cuando decía: "Los viajes me hicieron comprender que no es necesario viajar para ver lo que uno siempre anda buscando, para ver que los defectos o virtudes no son patrimonio de un sitio concreto."
"El odio, la compasión, la piedad son comunes" y trascienden las características propias de un lugar. "Si esto lo volcáramos al presente, veríamos cómo nos peleamos por piedras que nosotros mismos ponemos en el camino, cuando es tan fácil comprenderse mirándose a los ojos", incluso si no se habla la misma lengua. "Si la buena voluntad está en la mirada de los hombres es muy fácil entenderse los unos a los otros".
Buscando expresar aquellas cosas que la vida puede dejarle a uno tras largos años de experiencias, el autor recordaba: "Aunque de toda la vida que uno vive sólo aprovecha un exiguo porcentaje. Un hombre está hecho en verdad de muy pocos momentos importantes. Un puñadito de personas queridas, tal vez... Todo lo demás es ruido y anonimato. Al cabo de los años, cuando uno ya ha probado bastante, se da cuenta de que son muy pocas cosas las que lo hacen feliz. Por ejemplo, la idea de ir conformándose con lo que se ha sido y también con lo que no se pudo ser. Unos cuantos -muy pocos, los posibles, que siempre son muy pocos- amigos con los que uno tenga un lenguaje común, valores entendidos. Tener la certeza de no haber hecho deliberadamente daño a nadie, y, en mi caso, haber tratado de ser justo como juez y como hombre".
Acerca de la muerte, eterna igualadora, y la posibilidad de definirla y aceptarla, el autor mencionaba: "La muerte, aunque ensayemos definiciones, de tan rotunda es inaceptable. Nuestras posturas frente a la muerte, creo yo, son un intento por exorcizarla. Pero bueno, a la muerte uno no tiene el deber de creerla. A ella no le importa, llega nomás. Cuando yo era chico, recuerdo, a uno lo llamaban y decían: "La abuela está muriéndose, vengan a despedirse". Y uno iba, y rodeaba el lecho de la abuela, y la abuela le daba la bendición, y apoyaba la mano sobre la de uno, y le decía adiós. Pero ahora, ya ni los viejos admiten la idea de la muerte, y la muerte es una abstracción, algo que pasa fuera de la casa de uno, en un sanatorio, lejos. Pero no, creo que tampoco le temo a la muerte."
Proyecto
Firmantes
Firmante Distrito Bloque
ZABALZA, JUAN CARLOS SANTA FE PARTIDO SOCIALISTA
Giro a comisiones en Diputados
Comisión
LABOR PARLAMENTARIA (Primera Competencia)
Trámite
Cámara Movimiento Fecha Resultado
Diputados MOCION SOBRE TABLAS (AFIRMATIVA) CONJUNTAMENTE PARA LOS EXPEDIENTES 5141-D-2012 y 5285-D-2012 08/08/2012
Diputados CONSIDERACION Y APROBACION CONJUNTAMENTE PARA LOS EXPEDIENTES 5141-D-2012 y 5285-D-2012 08/08/2012 APROBADO