PROYECTO DE TP
Expediente 4976-D-2007
Sumario: CREACION DE UNA COMISION ESPECIAL CON EL FIN DE PROMOVER EN LA TELEVISION EL RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS CONSAGRADOS POR TRATADOS Y CONVENCIONES INTERNACIONALES EN EL AMBITO DE LA H CAMARA.
Fecha: 18/10/2007
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 142
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
1º.- Crear en el ámbito de la Cámara
de Diputados de la Nación una Comisión Especial que tendrá por objeto promover
en la televisión el respeto de los derechos humanos consagrados por los tratados y
convenciones internacionales suscriptos por la República Argentina, con jerarquía
constitucional; así como también, receptar y tramitar las denuncias que hagan los
ciudadanos y las entidades de la sociedad civil respecto de su violación.
2º.- La Comisión estará integrada
quince (15) diputados, designados por la Presidencia de la Cámara a propuesta de
los diferentes bloques que la integran, y cumplirá sus funciones dentro de un plazo
de seis meses desde su creación.
3º.- La Comisión dictará su propio
reglamento interno para concretar su pleno funcionamiento.
4º.- A los fines de concretar su
objeto, la Comisión se avocará a:
a) Diseñar y poner en marcha
una campaña de difusión pública masiva de los derechos humanos consagrados
por nuestra Constitución y las formas en que éstos pueden ser promovidos o
violados a través de la televisión.
b) Recibir las denuncias que
hagan los ciudadanos y las entidades de la sociedad civil respecto de los hechos
que son objeto de la Comisión. En el caso de que se advierta la presunta comisión
de un delito, la Comisión deberá formular la denuncia pertinente ante la justicia
ordinaria y aportará los medios de prueba que obren en su poder.
c) Convocar a los responsables
de los medios televisivos a fin de comprometerlos a revisar la conducta de aquellos
programas que hayan vulnerado derechos humanos.
d) Elaborar, al final de su
mandato, un informe público en el que conste el resultado de cada denuncia
realizada, tanto en el ámbito legislativo como judicial. Asimismo, el informe
también deberá incluir todas las modificaciones normativas propuestas a la
legislación vigente en relación a la custodia de los derechos humanos en la
televisión.
5º.- La Cámara de Diputados
proveerá la infraestructura, la apoyatura técnica y el personal necesario para el
desarrollo de las funciones de esta Comisión.
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
El poeta portugués
Fernando Pessoa escribió: "El que inventó el espejo envenenó el alma humana".
Una sentencia del inicio del siglo pasado y que la televisión, esa invención
moderna que nos hipnotiza, educa, indigna, entretiene o emociona, ha llevado al
paroxismo al inocular como veneno la simulación, la competitividad, el
individualismo, en síntesis, el narcisismo. Tema de debate o preocupación, tal
como le sucede a las democracias desarrolladas, en Argentina el malestar con los
contenidos violentos y discriminatorios de la televisión ya multiplica páginas en las
universidades y ha quedado expresado institucionalmente tanto en los informes
del Defensor del Pueblo de la Nación y del Fondo Nacional de las Artes como en la
declaración pública de la Academia Nacional de Educación al respecto.
El "Informe sobre la situación de los
niños, niñas y adolescentes en los medios audiovisuales electrónicos en general",
elaborado por el Defensor del Pueblo, advierte en sus conclusiones que "el Estado
no estaría garantizando adecuadamente los derechos y garantías de los niños,
niñas y adolescentes en esta temática. Ya sea por ineficacia
y/o negligencia en las intervención de los controles o por la incapacidad que
manifiestan los organismos competentes para tomar las medidas y acciones
pertinentes".
Por su lado, el movimiento
"Compromiso ante la Ciudadanía", organizado por el Fondo Nacional de las Artes y
avalado por más de 130 instituciones representativas de las fuerzas vivas de la
cultura nacional -Universidades, Academias, Organizaciones Empresarias,
Establecimientos de Enseñanza, Entidades Artísticas y de Escritores y Centros
Religiosos Ecuménicos -, recoge tras un trabajo de dos años el aporte de los
intelectuales y artistas más reconocidos del país para llegar a la conclusión de que
la base del malestar social está asociada a los contenidos de la televisión. Tal como
se afirma en la presentación del informe, en las seis mesas redondas públicas que
coordinaron "fue unánime la reprobación a los contenidos y lenguajes de muchos
programas audiovisuales y el acuerdo a una imprescindible modificación del actual
estado de los controles de los medios públicos
en radiodifusión".
En el mismo sentido, el pasado mes
de agosto, a través una declaración, la Academia Nacional de Educación también
expresó su preocupación en relación a las cada vez más numerosas quejas de la
sociedad por los contenidos de algunos medios audiovisuales: "Los hechos
criticados se originan en causas diferentes, entre las que se destaca como
fundamental la no prestación adecuada del 'servicio de interés público' a que están
obligados los permisionarios particulares. La consecuencia directa de este grave
incumplimiento de las licencias, se traduce en el creciente volumen de contenidos
de comprobable efecto pernicioso para la educación de grandes sectores de la
población. Contenidos y valores opuestos a los propósitos educativos establecidos
por la reciente legislación de la Nación y de las Provincias". En su conclusión, la
Academia "formula un llamado a todos los sectores con responsabilidad sobre esta
grave situación, especialmente a las autoridades gubernamentales y a los
empresarios permisionarios de medios y anunciantes, para llegar a acuerdos
concretos que reflejen los valores de nuestra Constitución y de la gran mayoría de
nuestro pueblo. Con la colaboración de todos, debemos revertir la actual situación
y reencauzar la radiodifusión en su verdadera naturaleza de servicio de interés
público, sin perjuicio de su normal actividad
comercial".
Estos informes nos interpelan como representantes de la ciudadanía por lo que se
impone una respuesta de este Congreso, no sólo para cumplir con nuestro
mandato constitucional sino porque la comunicación televisiva está en la base de lo
que Octavio Paz llamó el "pacto verbal" de la democracia. Un sistema basado en la
comunicación que vincula la calidad del desarrollo democrático a sus medios de
comunicación.
La mejor energía de la
democratización debió usarse tanto en la revisión del pasado de terror como en su
condena. Una revisión necesaria que, como marca de origen, diferencia la
transición argentina de la del resto de sus vecinos, quienes primero consolidaron la
democracia y después se ocuparon del pasado. Entre nosotros, el tránsito ha sido
gradual, contradictorio y, sobre todo, marcado por el pasado autoritario, que
normalizó situaciones y conductas colectivas. Si avanzamos en nuestra legislación
a través de los tratados y las convenciones sobre Derechos Humanos, que fueron
una tabla de salvación para el país que debía revisar ese pasado, la luz pública no
consiguió aún iluminar los recovecos y las distorsiones dejadas por la mordaza y la
rigidez de una sociedad paralizada por el miedo. Y si los Derechos Humanos fueron
asociados a las muertes, los secuestros y las torturas, la idea de derechos asociada
a la vida aún no consiguió configurar una auténtica cultura de derechos. Las
encuestas de opinión advierten en sus resultados los prejuicios y la discriminación
que campea en la sociedad, sin que se haya siquiera institucionalizado el
"políticamente correcto", esa muletilla que encontraron las sociedades
democráticas para inhibir en el lenguaje y las conductas colectivas palabras,
expresiones y acciones discriminatorias, sexistas o racistas.
Las investigaciones académicas de
dentro y fuera del país advierten igualmente sobre la influencia nociva de la
violencia televisiva sobre los niños, el sector más vulnerable, al que no se protege
de la lógica comercial del rating, la sociedad de consumo que reduce las personas
a consumidores, nunca ciudadanos. Resulta paradójico que a la par que la
sociedad fue incorporando la educación como una urgencia y apeló a su carencia
para explicar los males del país, poco se menciona la responsabilidad educativa
que le cabe a la televisión: En cuanto el tema de la educación formal es motivo de
seminarios, conferencias internacionales, programas de televisión que involucran
tanto a expertos como a numerosísimas organizaciones de la sociedad civil, la
misma televisión elude cualquier reflexión sobre sí misma.
Tal como ya se señaló, la libertad de
expresión es un valor y estamos muy lejos aún del precepto básico de las
sociedades democráticas: el derecho a la información que debe ser garantizado
por el Estado y viabilizan los medios de comunicación. Medios que son gestionados
de manera privada, pero cuya función no pierde el carácter de responsabilidad
pública porque son precisamente una concesión del Estado y trabajan con ese
valor supremo que es el bien común.
Así como se reconoce el derecho a la
sanidad, al agua no contaminada que entra por los grifos de nuestras casas, y a
nadie se le ocurriría decir "si no quiere agua contaminada, no abra la canilla", ¿por
qué no equiparar el mismo derecho a la limpieza en la programación y los
mensajes televisivos? Un ejemplo que seguramente suena absurdo y, sin embargo,
encubre una visión filosófica. Si la integridad humana radica precisamente en la
armonía entre el cuerpo y el espíritu y los Derechos Humanos son el
reconocimiento de que el hombre tiene derechos sólo por ser hombre, y su
dignidad radica en su libertad, no debiera
sonar extraño ni absurdo el reclamo sobre la dignidad, un intangible que sólo
necesita respeto, ya sea para garantizar la salud, la educación o valores
universales cuando enciende el televisor. De modo que, acorde a lo que sucede en
sociedades mas desarrolladas, la
comunicación es un derecho de las sociedades. Sucede que los grandes grupos
que detentan el control de los medios hablan más alto y aun cuando reciben del
Estado esos medios, se niegan a cualquier tipo de control social. Y si este
mecanismo se reconoce en casi todos los
países, en Argentina, dominada por décadas de mordaza y censura, cada vez que
se apela al autocontrol o la regulación se apela a una falsa extorsión. "Quieren
censurarnos", se escucha decir desde los medios, cuando, en realidad, es al revés:
en honor a la libertad, como valor supremo al igual que la dignidad, es necesario
apelar a la responsabilidad que es inherente a todo acto de libertad.
De modo que en nombre de todos, y
no sólo los que se arrogan la voz de la sociedad en nombre del rating, es necesario
promover un debate profundo que ayude a crear conciencia sobre los derechos
que le asisten a los ciudadanos-televidentes. Una tarea de todos, Estado y
sociedad, que este Congreso debe asumir para ponerse al servicio del debate y
ser la caja de resonancia de lo que late en el interior de la sociedad. La libertad de
expresión no es un valor sólo para los dueños de los medios de comunicación,
porque a ese derecho se le impone otro, que es el derecho de la sociedad a la
comunicación, y por eso deben garantizarse todas las voces que configuran la
pluralidad democrática y cumplir con la información, el entretenimiento y la
cultura sin vulgarizar la condición humana. Vale insistir sobre la definición de la
democracia como el único sistema de gobierno que legitima el conflicto y trabaja
sobre él para construir consenso. De modo que no debemos temer a las nuevas
conductas que expresan los tiempos de libertad si tampoco eludimos el
debate que dinamiza esa libertad.
Sin dejar de reconocer el carácter de
entretenimiento con el que nace la televisión y los argumentos de que la violencia
en la pantalla no son los determinantes de la violencia y la promiscuidad social, sin
embargo, cada vez más en los estudios académicos realizados a lo largo y ancho
del mundo demuestran que los niños expuestos mucho tiempo a imágenes
violentas en la televisión tienden a reproducir actitudes agresivas. Pero si estos
debates ocupan un espacio social en los países más desarrollados, nosotros, por el
carácter tardío de nuestro desarrollo, padecemos los problemas de la sociedad
planetaria pero carecemos de una cultura de derechos que pueda amortiguar esos
fenómenos de apelo a la violencia y la promiscuidad real, la de las guerras que
estallan por todo el globo y el comercio sexual, expresado en la prostitución y el
tráfico de mujeres.
No sólo debemos ocuparnos de los
nuevos temas y problemas de la sociedad digital sino que aún no arrancamos un
debate anterior: el respeto de los Derechos Humanos en la televisión, como son el
derecho a la pluralidad, el respeto a la privacidad, el derecho a la imagen. Se
impone entonces anunciar esos derechos, dar el marco normativo de respeto a la
dignidad humana, para crear conciencia y que sea la misma sociedad la que,
entonces, haga uso de su libertad de elegir, que es mucho más profunda que el
derecho al control remoto. Reflexionar sobre la televisión es debatir también el
autoritarismo cultural legado por los tiempos en los que se nos decía qué pensar,
qué sentir, qué leer, a quién rezar y a quién llevar a la alcoba, y el presente
escatológico, el de esta televisión que olvida hacer lo que todos hacemos en la
intimidad: cerrar la puerta del baño.
Ajenos a nuestra tradición política, los
derechos humanos son el límite, los parámetros o, si se quiere, el chaleco de
fuerza dentro del que se vive la natural tensión entre libertad y responsabilidad.
Son las leyes las que como una herramienta fundamental organizan a las
sociedades más desarrolladas para garantizar los derechos de sus ciudadanos que
nuestro país, sea por sus compromisos ante la comunidad internacional o por los
principios constitucionales , está obligado a garantizar.
Si la definición de lo humano radica
en su dignidad, toda vez que se falte el respeto con burlas, ofensas,
discriminaciones o mentiras, se atenta contra su condición. Si la lógica comercial
del rating, esa falsa urna que no mide la calidad de la programación sino el estadio
de desarrollo de una sociedad, impone imágenes que estimulan la violencia,
descalifican, insultan, invaden la privacidad, arruinan la vida de personas que
pueden ser inocentes o afectan lo que debería ser el normal trabajo de la justicia,
se está violando el derecho ciudadano a la intimidad, a la educación y a la
información. Un derecho base en la sociedad televisada es el derecho del
ciudadano a su propia imagen, que no puede ser violada por asaltos ni por las
trampas o los artificios de la tecnología que muestra como verdad lo que es una
simulación.
No se trata de prohibir sino de apelar
a la responsabilidad, que es inherente al ejercicio de la libertad. La autorregulación
expresada en códigos de ética aún provoca alergias entre nosotros, bajo lo que
hoy, a más de veinte años de democratización, suena a extorsión. Ningún
programa que atente contra la dignidad de lo humano puede esconderse
detrás de un principio tan noble como tardío entre nosotros: la libertad de
expresión. De modo que el apelo a la responsabilidad no debe ser confundido ni
con censura ni falso moralismo o descalificación ideológica. Se trata, nada más, del
respeto a las leyes que consagran el valor supremo de la dignidad humana, tan
lastimada entre nosotros. La democracia es una construcción colectiva, lenta y
gradual, y su mayor desafío es que sea inclusiva, que la libertad y el derecho a
elegir no dependan del dinero con el que se paga la educación, la información, el
cable.
La televisión es una buena metáfora
de la sociedad. El derecho al zapping no es un derecho si las posibilidades de
elección están limitadas, menos aún si se menosprecia al televidente por su
condición social y cultural -los segmentos A, B o C, en la odiosa clasificación
social del mundo de la publicidad-, porque toda vez que se piense que del otro
lado del televisor hay un tonto, una persona sin capacidad de discernimiento, la
programación sólo apelará a la tontería. Existe una profusa legislación en las
democracias occidentales para garantizar que la televisión se comprometa con los
valores que dignifican la condición humana y protejan a los más vulnerables, sobre
todo los niños. Antes, los argentinos, Estado y sociedad, y especialmente los
dueños de los medios, tendremos que hacer un esfuerzo conjunto para llevar
adelante un debate profundo, amplio y respetuoso acerca de qué televisión
queremos, si democrática y por eso pluralista, donde las mujeres no sean sólo un
pedazo de silicona, si federal para que los satélites sobrevuelen por los villarejos,
bajen y nos cuenten cómo vive nuestra gente de país adentro y, sobre todo, para
que sea la vida y no la muerte la que llene las pantallas de nuestros televisores.
Entonces, podremos reconocer que la tensión no es entre libertad y limites y sí
entre precios y valores. Y como se trata de valores, que siempre son universales,
contrapuestos a los intereses, que son privados, es obligación de este Congreso
ocuparse de hacer efectiva la garantía de esos valores, consagrados por nuestra
Constitución.
Firmante | Distrito | Bloque |
---|---|---|
MORANDINI, NORMA ELENA | CORDOBA | PARTIDO NUEVO CONTRA CORRUP. POR HONEST. Y TRANSP. |
AZCOITI, PEDRO JOSE | BUENOS AIRES | UCR |
MAFFEI, MARTA OLINDA | BUENOS AIRES | ARI |
BARAGIOLA, VILMA ROSANA | BUENOS AIRES | UCR |
GARCIA MENDEZ, EMILIO ARTURO | CIUDAD de BUENOS AIRES | ARI |
DI POLLINA, EDUARDO ALFREDO | SANTA FE | PARTIDO SOCIALISTA |
RAIMUNDI, CARLOS | BUENOS AIRES | ARI |
CHIACCHIO, NORA ALICIA | BUENOS AIRES | PERONISTA FEDERAL |
PINEDO, FEDERICO | CIUDAD de BUENOS AIRES | PRO |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
---|
PETICIONES, PODERES Y REGLAMENTO (Primera Competencia) |