PROYECTO DE TP
Expediente 4919-D-2013
Sumario: EXPRESAR BENEPLACITO POR LA DECISION DEL PODER EJECUTIVO DE EMPLAZAR EN LA PLAZA COLON DE LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES, EL MONUMENTO A DOÑA JUANA AZURDUY DE PADILLA, QUE DONO EL GOBIERNO DE LA REPUBLICA DE BOLIVIA.
Fecha: 27/06/2013
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 78
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Declarar su beneplácito ante la
decisión adoptada por el Poder Ejecutivo de emplazar en la Plaza Colon, de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el monumento de Doña Juana Azurduy
de Padilla que fuera donado por el Gobierno de la República de Bolivia.-
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
Doña Juana Azurduy de
Padilla es junto a Eva Perón, una las mujeres más trascendentes de este
tiempo de bicentenarios. Sinónimos de pasión y compromiso, de entrega, sin
especulaciones.
Es la historia de su vida la que
muestra su lucha y convicciones por la libertad. Juana nació en Chuquisaca
(hoy Sucre), el 12 de Julio de 1780 Su madre, Petrona de Azurduy, creyó
poder orientar su destino insertándola, en 1797, en el convento religioso de
Santa Teresa, allí estudio y en 1802 conoció a Manuel Ascencio Padilla, joven
militar de 28 años con él casó el 8 de marzo de 1805. A partir de allí nada será
igual. En su esposo no solo encontró un compañero de vida sino a la persona
que le permitió ratificar sus convicciones e iniciar un camino que de sacrificios
al que ella sumó una extraordinaria valentía demostrada en muchos lugares,
especialmente en los campos de batalla, que prontamente dieron lugar a que
Juana Azurduy fuera reconocida como una de las más brillantes mujeres-
soldados de la guerra de la independencia sudamericana.
En rigor a la verdad ni
Padilla imaginó, en primera instancia, la forma en que Juana concretaría sus
convicciones libertarias, dado que los primeros años de relación marital se
desarrollaron en normalidad. Fue cuando se produjo el movimiento
independentista de Mayo, de contundente perfil latinoamericano, y Manuel se
sumó a las actividades políticos - militares mientras Juana, contra su voluntad,
permaneció en el hogar del pueblo de la Laguna, cuidando de sus cuatro hijos:
Manuel, Mariano, Juliana, Mercedes.
Paz familiar que no duró mucho,
cuando se produjo la derrota del Vilcapugio, el 1º de octubre de 1813, entendió
que la patria requería el esfuerzo de todos. Manuel Asencio no pudo impedir
que montara a su lado. La compañera de hogar se transformó en compañera
de campaña. La vida de campaña resultó excesivamente dura para los cuatro
hijos del matrimonio: la fiebre hizo presa de ellos. En abril de 1814 los esposos
Padilla dieron sepultura a los dos menores. A partir de ese momento todo fue
infortunio y dolor pues apenas dos meses después, tuvieron que hacer lo
mismo con las dos niñas, fallecidas con diferencia de pocos días. Sin
embargo, como un Ave Fénix, desde las mismas
cenizas de esa tremenda situación
nació la Juana de América, la guerrillera, la Juana Azurduy de la Patria
grande. Ahora sí, nada quedaba de lo que podía representar un escollo para
que los godos supieran de su vigoroso carácter.
El 7 de agosto de 1814 Juana
participó del asedio de Chuquisaca dirigiendo una pieza de artillería, a pesar
de hallarse en avanzado estado de gravidez. Trascurrió un mes de este
combate dio a luz su última hija, Luisa y apenas unas horas después debió
iniciar precipitada fuga a caballo para ponerse a salvo de los realistas. Las
cosas que tiene la historia. Seis años después, en 1820, le ocurría algo
parecido a Carmen Puch de Güemes en la Finca De La Cruz. Juana siguió
camino con una pequeña escolta, constituida por un sargento, cuatro solados y
una dama de compañía. Pero al llegar al Río Grande los hombres de la escolta
decidieron apoderarse del cargamento que conducían y matar a las mujeres.
Al percibir lo planificado tomó la pequeña en sus brazo izquierdo desenvainó el
sable y le dio un golpe al sargento que la atacaba. Desmontó del caballo y
blandiendo el sable se metió en el agua hasta la cintura. De este modo pudo
enfrentarse mejor del grupo de traidores, quienes acabaron por darse a la fuga.
La multiplicidad de acciones de este tipo, narradas de boca en boca, hizo que
su figura y sus acciones adquirieran un espacio casi mítico. Sus biógrafos
afirman que uno de los hechos más resaltantes ocurrió en marzo de 1816 al
defender al pueblo de Villar poniendo en fuga a los realistas. Acontecimiento
que dio lugar a que el Gral. Manuel Belgrano, destacara la participación de
Juana en carta que dirigió al Director Supremo de las Provincias Unidas
expresando... "paso a sus manos el diseño de la bandera que la amazona
doña Juana Azurduy tomó en el Cerro de la Plata, como a once leguas al este
de Chuquisaca, en la acción a que se refiere el comandante don Manuel
Asencio Padilla, quien dá esta gloria a la predicha su esposa por moderación,
pero por otros conductos fidedignos consta que ella misma arrancó de
manos".
Así gano fama esta
patriota. Acompañada de sus milicias integradas por los descendientes hijos de
la tierra americana. Ignotos centauros que aún esperan el rescate de la
memoria colectiva. Su personalidad se resalta en una carta dirigida a su
esposo, quien se disponía a entrevistarse en misión especial con un jefe
realista, en ella le decía: "Conozco la elevación de tus sentimientos; mi fe es
completa en la firmeza de tu carácter y convicciones. Pero sé también la
astucia y la habilidad que distingue a los servidores del Rey. Si su contacto
empeñase tu honradez, si te desviases de la senda del deber, te juro que seré
yo quien castigue tu infidencia a la causa de la patria". ¡Cuánta convicción! .
Pero increíblemente esta carta tendría la respuesta más dolorosa que cabe
imaginar, pues pocos días después, el 14 de septiembre de 1816, el Coronel
Padilla dio la vida por la amada compañera. Ya que el campamento instalado
en La Laguna, fue atacado y
derrotado por los españoles. Los Padilla acompañados por el capellán Mario
Polanco, un ayudante de campo y una dama de compañía de doña Juana,
escapaban de un destacamento realista conducido por el Coronel Javier
Aguilera, hubo un momento en que Manuel Asencio se dio cuenta que para
salvar a Juana se hacía inevitable enfrentar a los atacantes. Dio vuelta e hizo
frente a los perseguidores, un tiro lo derribó del caballo. El jefe godo desmontó
y autorizó al capellán que absolviesen a Padilla, e inmediatamente después lo
degolló mientras Juana contemplaba la escena a distancia. El destino se había
encarnizado con ella, mucho era lo que la causa le había exigido.
Enterado Belgrano le
escribió una carta, que Juana recibió los primeros días de noviembre cuando
comenzó a leer: "En testimonio de la gran satisfacción que han merecido de
nuestro Supremo Gobierno las acciones heroicas, nada comunes a su sexo,
con que usted ha probado su adhesión a la santa causa que defendemos la
dirigió por mi conducto el despacho de Teniente Coronel. Doy a usted por mi
parte los pésames más sinceros, y espero que serán un nuevo estímulo para
que redoblado sus esfuerzos sirva usted de un modelo enérgico a cuantos
militan bajo los estandartes de la nación". No dudamos de la honestidad de las
palabras escritas y de quién las escribió. Ya no podía alcanzar, solo la
verdadera independencia de América podía brindar un pequeño rescoldo de
tibieza a tremendo dolor. Ella no podría verlo. Su desempeño le valió el grado
de teniente coronel y el reconocimiento explícito de Manuel Belgrano y Simón
Bolívar.
Poco después decidió
trasladarse a Salta donde el entonces gobernador y amigo Martín M. de
Güemes la cobijó. Allí vivió en dignidad y consideración, los salteños la vieron
transitar sus calles con veredas angostas hasta 1825 cuando el Alto Perú se
convirtió en república independiente. Fué su deseo retornar al suelo que la vio
nacer. A su pedido, el gobernador de Salta le entregó cuatro mulas y 50
pesos fuertes para viajar a Chuquisaca.
Nueve años habían transcurridos
desde la muerte de su amado Manuel Asencio. Desmembrado su núcleo
familiar, sin patrimonio económico. La pobreza le obligó a dirigirse al Gral.
Bolivar, con estas palabras:
"Solo el sagrado amor a la Patria
me ha hecho soportable la pérdida de mi marido, sobre cuya tumba había
jurado vengar su sangre y seguir su ejemplo más el Cielo, que señalaba ya la
caída de los españoles mediante la invencible espada de V.E quiso regresarse
a mi casa, donde he encontrado disipados mas intereses y agotados todos los
medios que pudieran proporcionarme mi subsistencia, hasta el punto de que
me hallo sin poder salir de mi casa con la decencia que me corresponde...".
Le otorgaron una pensión de
60 pesos que solo le pagaron durante dos años. En medio de la ignominia, de
la pobreza, la soledad y el olvido a la edad de 82 años falleció un domingo 25
de mayo de 1862.
Sr. Presidente: Esta Patria
que para conformar su Estado necesitó doscientos años de sacrificios de esta
magnitud, de tantas ingratitudes que dieron lugar a establecer pautas
culturales casi vergonzantes, con frontera artificiales sustentadoras de la
entrega de los grandes objetivos y que algunos casos solo sirvieron para
encerrar manifestaciones discriminatorias. Hoy nos permite, en el goce de
América liberada del yugo colonial, rescatar a hombres y mujeres de éste
suelo que brindaron su vida, reparar el olvido y porque no; reconciliación de la
memoria colectiva. Por ello considero de estricta justicia histórica emplazar el
monumento de Doña Juana Azurduy de Padilla, honrosa donación del
Gobierno de la República de Bolivia en la Plaza Colon, de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.-
Por lo expresado solicito a
mis pares me acompañen en la aprobación de éste proyecto.-
Firmante | Distrito | Bloque |
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VILARIÑO, JOSE ANTONIO | SALTA | FRENTE PARA LA VICTORIA - PJ |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
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RELACIONES EXTERIORES Y CULTO (Primera Competencia) |