PROYECTO DE TP
Expediente 4748-D-2009
Sumario: DESIGNAR CON EL NOMBRE DE "AUTOPISTA DE LA INTEGRACION RAUL RICARDO ALFONSIN" A LA AUTOVIA UBICADA SOBRE LA RUTA NACIONAL 14 EN TODA SU EXTENSION.
Fecha: 01/10/2009
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 129
El Senado y Cámara de Diputados...
Las Cámaras
de diputados y de Senadores, sanciona con fuerza de
ley
Artículo 1º.-
Designase con el nombre "Autopista de la Integración. Raúl
Ricardo Alfonsín" a la autovía ubicada sobre la ruta Nacional nº
14 a lo largo de toda su extensión actual y futura.
Artículo 2º.-
De forma
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
Señor Presidente, la
autovía de la ruta nacional N° 14, que unirá la ciudad de
Gualeguaychú con Paso de los Libres, en la provincia de Corrientes
demandará la licitación de un total de 449 kilómetros, de los cuales
242 se construirán en Entre Ríos, en siete tramos diferentes que van
desde Colonia Elía, en Concepción del Uruguay, hasta el río
Mocoretá, en el límite con Corrientes.
También existe el
pedido de los habitantes de la región que la misma se extienda
hasta la provincia de Misiones.
El objetivo prioritario
de impulsar la continuidad de la autopista mesopotámica, es el de
transformar a esta ruta en un ágil y dinámico corredor que
contribuya a fortalecer el perfil productivo y exportador de la región
en el Mercosur, a la par de disminuir significativamente la tasa de
accidentes.
Es importante recordar
que las obras de prolongación están incluidas en el Presupuesto
Nacional y serán financiadas por el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), a través de un programa denominado "Pasos
Fronterizos y Corredores de Integración".
Un informe de la
Dirección Nacional de Vialidad (DNV) expresa que el ritmo de los
trabajos realizados hace pensar que se llegará holgadamente al
plazo previsto para la finalización de la denominada Autopista
Mesopotámica en el transcurso de 2010.
Atento a lo cual, señor
Presidente es que entendemos un acto de justicia que esa vía lleve
el nombre de quien en vida y desde todos los puestos de lucha
democrática que ocupó, bregó de manera empecinada por la
integración de nuestra América.
Raúl Alfonsín es parte
de ese sujeto social histórico que está convencido que al sur del río
Bravo hay una Gran Patria Americana.
Su pensamiento en
este sentido fue magistralmente abordado por él en la conferencia
pronunciada en las Segundas Jornadas Nacionales de la Integración,
llevadas a cabo en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, los
días 27, 28, 29 y 30 de 2000; que denominó: " EL MERCOSUR ES
UN PROCESO DE INTEGRACIÓN EXITOSO".
Creemos que su
íntegra transcripción fundamenta por sí solo nuestro anhelo de que
este proyecto de ley tenga sanción favorable.
"Directamente
vinculado al tema de nuestra independencia, aparece hoy el
problema de la globalización que se ha impuesto en el mundo de
hoy, más allá de los deseos de las naciones, y que es visto de muy
distintas maneras tanto por los sectores de derecha como de
izquierda. Hay que aceptar la realidad, pero al mismo tiempo
encontrar fórmulas de prevención.
Las distintas
concepciones ideológicas se complementan señalando los peligros
que puede plantear una globalización insolidaria. Por ejemplo el
documento de trabajo del Comité de la Internacional Socialista de
Política Económica, Desarrollo y Medio Ambiente, de fines de abril
de 1996, afirma que la globalización es la tendencia más importante
de la economía mundial, pero que se hace necesario evitar la vía
ultraliberal sin reglas o preocupaciones sociales o ambientales que
globalizará la pobreza, tanto en los países en vías de desarrollo
como en los países desarrollados, y uniformizará los derechos
sociales hacia niveles más bajos y provocará efectos negativos sobre
el medio ambiente y la propagación de la exclusión social.
Sostiene además que
se debe trabajar en una reforma profunda de las instituciones
internacionales, tanto de las establecidas en el Tratado de Bretton
Woods como en las normas e instrucciones de la Organización
Internacional de Comercio GATT, de modo que permitan un más
justo funcionamiento del sistema comercial. Igualmente reconoce
que es crucial
mejorar el nivel de
vida, no solamente por razones políticas, sino además por
consideraciones económicas y sociales, temas estos que requieren
un enfoque de cooperación, puesto que la globalización ha reducido
enormemente la efectividad de la política económica.
También reclama un
nuevo sistema de responsabilidad colectiva para luchar contra
dogmas económicos reciclados y obsoletos, a fin de impedir que
corporaciones multinacionales y burócratas anónimos de las
organizaciones internacionales influyentes, libres del peso de
cualquier responsabilidad democrática, sigan tomando decisiones
que afecten directamente las vidas y el bienestar de millones de
personas en todo el mundo.
Desde una concepción
ideológica distinta, nada menos que del analista del Centro de
Desarrollo de la OIT, se afirma que la globalización financiera es la
causa principal del debilitamiento de las políticas económicas
nacionales respecto a los otros gobiernos, pero especialmente frente
al mercado global. Este fenómeno ha debilitado la capacidad de los
bancos centrales de administrar las tasas de cambio, así como la
posibilidad de hacer efectiva la autonomía monetaria y la política
fiscal de los gobiernos. Los Estados ven erosionarse la base de
imposición de los impuestos a las ganancias y los sistemas fiscales
reposan cada vez más en el trabajo y el consumo.
En nuestra región es de
total evidencia que las fuerzas globalizadoras han limitado al
extremo la capacidad de decisión nacional y aumentado las
desigualdades en un contexto de desregulación de mercados y
movilidad financiera especulativa de dimensión descomunal, que ha
provocado la supresión de programas sociales y acrecentado la
exclusión.
Es indudable que
también se produjo un endeudamiento global y que los organismos
internacionales de crédito, como consecuencia de ello, comenzaron
a efectuar préstamos condicionados a la introducción de cambios
regresivos en las políticas sociales y económicas. El subdesarrollo
global puede conducir a la pérdida de la paz social en muchos
países, a menos que se adopten medidas tendientes a mejorar las
condiciones
comerciales o reducir la
deuda o transferir conocimientos. Si esto no ocurre, las empresas
financieras e industriales concentrarán un increíble poder de
decisión sobre el futuro de millones de personas.
Es imprescindible
advertir la inmoral contradicción existente entre el avance del
proceso de globalización y la naturaleza explosiva de los problemas
sociales que se generan en nuestras regiones que pueden derivar en
serios procesos de deslegitimación, porque pretenden regir también
las propias misiones esenciales del Estado, como la educación, la
salud y hasta el funcionamiento de las instituciones.
Los países centrales,
mientras tanto, nos hablan de abrir nuestras economías, pero
cuando les conviene atacan los propios mecanismos de mercado
que proclaman, y aparecen nuevas formas de proteccionismo,
restricciones a la transferencia de conocimientos cada vez más
agresivas y el bilateralismo, utilizado para excluir a
competidores.
En general, la
democracia supo imponerse sobre los excesos de un capitalismo
salvaje, combatió el monopolio y procuró evitar la explotación de los
trabajadores. Actualmente, muchos de nuestros gobiernos están
inhibidos por los excesos de la globalización. Los capitales
financieros esquivan la regulación estatal, se pronuncia la tendencia
hacia la oligopolización, se escapa a la legislación social y se
produce una extraordinaria regresión en los sistemas de relaciones
laborales. Crece desmesuradamente el desempleo, desaparece la
ética de la solidaridad mientras aumenta la marginalidad.
En cuanto a las
inversiones extranjeras que necesitamos para hacer crecer nuestras
economías y disminuir la desocupación, en el mundo globalizado
buscan radicarse donde tengan que pagar menores salarios e
impuestos, intención que terminan por sufrir los propios países
centrales. De todos modos, observamos que el poder real ya no está
en las empresas sino en los mercados financieros, ni siquiera en la
autoridad política cada vez más controlada por el capital
especulativo.
La globalización
produce un verdadero cambio epocal. Poco a poco o de manera
repentina, los principios del mercado y del consumismo comienzan a
actuar sobre las mentes y los corazones de nuestros pueblos. De
pronto advertimos que se trata de una batalla cultural.
El imperialismo dejó de
depender de decisiones nacionales para basarse en las decisiones
empresariales, principalmente financieras, que determinan sus
propias políticas transnacionales. En la misma medida en que la
globalización redefine y subordina a los estados nacionales, incluso
a los más fuertes, el imperialismo es recreado sobre nuevas bases y
con distintas formas. A los estados se les imponen las empresas
transnacionales que se han transformado en estructuras mundiales
de poder.
Existe una línea de
continuidad entre la ideología neoliberal de la globalización, que ha
imaginado una suerte de último tren de la historia al que se quiere
subir desesperadamente, y las reacciones populistas que se
reproducen por doquier en cada una de las estaciones por donde
debería haber pasado el tan mentado como inexistente tren de la
historia. Sin embargo ambas criaturas, aquella que corre
acríticamente por las vías en busca de un nicho en los mercados
emergentes y va dejando atrás pedazos enteros de su cuerpo y de
su historia, y aquella que se refugia en los terraplenes mientras
arroja piedras al cielo y espera que se conviertan en lluvia
benefactora, comparten el mismo subtrato mágico y
fundamentalista.
En cada país, en cada
sociedad, no importa cuáles fueran los indicadores de su desarrollo,
la situaciones concretas que más preocupan, los desafíos inmediatos
que se presentan, parecen repetirse en distintas formas entre este
antagonismo entre dos perspectivas, en apariencias opuestas y en el
fondo semejantes.
Adaptarse rápidamente
a las condiciones exigidas por la mundialización de los mercados y
despedirse de las escalas nacionales, o volver a las comunidades
primigenias, las identidades étnicas, regionales o religiosas para
defender lo amenazado, se trata de una de las más peligrosas
trampas que nos deja el ciclo de crisis del estado de bienestar y la
respuesta
neoconservadora a
dicha crisis. Quienes cantan loas al dios mercado y quienes lo hacen
a la patria y redentan al caudillo providencial o al paternalismo
feudal, entonan las mismas estrofas milenaristas, se realimentan
unos a otros y obstruyen las oportunidades reales de reconstituir el
campo de las grandes coaliciones renovadoras y reformistas que
intentan avanzar en una orientación integradora y anticiparse a los
graves y desgarradores conflictos actuales.
Algo de este fenómeno
bifronte está impregnando actualmente la cultura política de la
gobernabilidad en tiempos difíciles para América Latina, conjugando
en un mismo discurso, y lo que es peor en un mismo ejercicio de
poder, formas autoritarias del mercado, regresión de las relaciones
políticas y modernización de las pautas de producción y consumo,
decisionismo personalista en el manejo de las instituciones y en el
desmantelamiento de todos los instrumentos de intervención pública
en el campo social.
La globalización podría
ser un proceso irrefrenable de transformación del capitalismo,
diversificación y multipolarización de los sistemas de producción,
aceleración de los cambios producidos por la revolución científico-
tecnológica y el poder de las comunicaciones. Pero por el contrario,
se ha convertido en la consagración de un sistema mundial
autorregulado sostenido sobre un circuito financiero virtual de miles
de millones de dólares informatizados y gobernados desde un
puñado de oficinas. Así, la política de cada país se reduce a cenizas
o malezas perturbadoras cuando va más allá de la administración
supervisadora de las cuentas fiscales. Haber adoptado esta última
perspectiva resignada o entusiastamente ha llevado, precisamente,
a los atolladeros que vivimos, a que la globalización no pueda sino
verse como una amenaza o como una estructura de poder
monolítica que se nos impone implacablemente.
En la defensa de
nuestra identidad adquiere relevancia el problema económico. Los
pueblos de Estados Unidos y Europa Occidental saben hasta que
punto la continuidad de su sistema democrático se afianzó a raíz del
desarrollo y la prosperidad. Inversamente, nosotros en América
Latina
tempranamente
conocemos que la democracia tropieza con enormes dificultades
para sobrevivir en sociedades signadas por la crisis, el subdesarrollo
y la marginación. No es fácil preservar los valores democráticos
cuando vastos sectores no integran el mercado, cuando la miseria
despoja de su dignidad a los seres humanos, cuando la ausencia de
opciones quita sentido a su libertad, cuando la ignorancia hace difícil
valorar el respeto al disenso.
Constituye una amarga
paradoja que las democracias avanzadas que nos alientan a
consolidar nuestras instituciones sean las mismas que nos castigan
discriminándonos comercialmente. Marginados comercialmente
también quedaremos apartados de las corrientes financieras
indispensables para generar recursos que se canalicen hacia la
inversión, la promoción del desarrollo y la resolución del problema
de la deuda externa.
Afirmamos que así
como en el interior de los estados nacionales la protección de los
más débiles se logra a través de la vigencia plena del estado de
derecho, en las relaciones internacionales la protección efectiva de
los países menos poderosos se logra por la vigencia estricta del
Derecho Internacional.
Trabajaremos para
fundar un orden internacional basado principalmente en el derecho
más que en el equilibrio de fuerzas. Para ello se hace necesario
potenciar y extender el multilateralismo, tanto en el terreno
estrictamente político como económico. Debemos trabajar
intensamente por la convivencia cooperativa de naciones libres, de
naciones iguales. Por todo ello sostenemos la necesidad de
integrarnos regionalmente. La integración por bloques económicos
supone mercados ampliados que aún con sus dificultades ayudarán
a superar la profunda crisis estructural por la que atraviesan
nuestras economías propiciando corrientes de auténticas inversiones
y posibilidades de producción a escala mayor.
La crisis del Estado
demanda producir cambios y modificaciones en el rol del propio
Estado para lograr el cumplimiento de sus fines esenciales. Es el
tiempo de los grandes espacios regionales, donde el desarrollo
económico
depende cada vez
menos de un país en particular y cada vez más de la integración
regional, que de paso sirve para evitar los efectos negativos de
especulaciones financieras impulsadas por la globalización.
Finalmente insistimos
en que puede haber otra versión de la globalización por la que
vamos a trabajar. Si se le incorpora la idea de la solidaridad, lo que
hasta ahora no se advierte, puede significar un aumento de la
eficiencia y de la producción. Y si el esfuerzo fuera
fundamentalmente ético, hasta de la Justicia desechando las ideas y
la lógica de la marginación, las desigualdades, la exclusión social y
el desarrollo no sustentable. Pero necesitamos fortalecer en nuestra
región un sistema que facilite nuestra integración sobre la base de
la indispensable democratización general, compatibilización
cambiaria, intercambio comercial libre, conjunto de normas jurídicas
compartidas y una voluntad común de fijar las reglas de juego de
acuerdo a nuestros propios intereses y aspiraciones hegemónicas y
sin falsas competencias, fortaleciendo el establecimiento de bases
políticas sólidas de integración.
En definitiva:
necesitamos fortalecer el Mercosur. La idea de la integración avanza
con firmeza en Sud América en esta época caracterizada por la
construcción de grandes espacios económicos. La Constitución de la
Nación Argentina, a partir de la reforma de 1994 autoriza al
Congreso de la Nación a aprobar tratados de integración que
deleguen competencias y jurisdicción a organizaciones
supraestatales en condiciones de reciprocidad e igualdad a condición
de que respeten el orden democrático y los Derechos Humanos.
La enmienda permite
avanzar en la estructuración del Mercosur e inevitablemente a
medida que su funcionamiento adquiere mayor ritmo e importancia,
requiere trascender en determinados y complejos aspectos los
ordenamientos jurídicos internos de los países que lo componen, en
un accionar paralelo a la profundización del propio proceso de
integración.
Agrega la Constitución
que las normas dictadas por esos organismos tendrán una jerarquía
superior a las leyes. En el mismo sentido, la Constitución de Brasil
por iniciativa del propio presidente Sarney establece
creo que en su artículo
1º que uno de los fines de ese país hermano es trabajar por la
integración de América Latina. Interpreto que esta definición abre
un inequívoco camino a la legislación que admita, al igual que en
Argentina, la creación de organismos supranacionales.
Aparece de esta
manera una nueva instancia de decisión con una ineludible
repercusión en temas que puedan resultar sustanciales para el
campo económico y social, y en general para la vida cotidiana de los
pueblos y los países signatarios. Los temas vinculados al comercio
exterior requieren análisis y discusiones de carácter
económico.
En el caso del
Mercosur, como su nombre lo indica, se ha dado relevancia y
preferencia a estos aspectos de la integración, limitando en cierta
forma la idea original que llevamos adelante con los presidentes
Sarney y Sanguinetti. Por esa razón debemos estar prevenidos.
Como decíamos, las decisiones supranacionales de carácter
originalmente económico pueden tener una enorme trascendencia
en el campo de los problemas sociales, científicos y culturales y
definir prioridades para el desarrollo de nuestro país. En
consecuencia, resulta indispensable encontrar fórmulas que
permitan que nuestros parlamentos tengan una presencia en todos
estos complejos problemas que vayan mucho más allá de la simple
ratificación de los tratados, en primer lugar, y además de su
intervención en relación a las medidas analizadas por los
organismos supranacionales que evidencia una más intensa
actividad de los representantes del pueblo, de modo que asegurar
los procesos de integración sea compatible con los principios
políticos que la animan: proteger la democracia y promover los
derechos humanos y sociales. Decididamente resulta insuficiente
una intervención ex-post. ¿Pero cómo estructurar esa participación
sin que se convierta en un dilatado proceso de fatigosas discusiones
intranacionales?
Evidentemente cada
paso de un proceso cualquiera no podría ser analizado por cada
Parlamento. El procedimiento debe ser otro.
El Tratado de Asunción
dispone que con el objeto de facilitar el avance hacia la
conformación del mercado común, se establecerá una Comisión
Parlamentaria conjunta del Mercosur, así como que los poderes
ejecutivos
deben mantener
informados a los poderes legislativos sobre la evolución del mercado
común.
Se instituye una
Comisión Parlamentaria conjunta en la estructura institucional del
Mercosur, aunque no le otorga capacidad decisoria de naturaleza
intergubernamental al mismo tiempo que habilita al consejo para
asegurar tratados internacionales.
Las competencias
internas e internacionales del Mercosur, así como su creciente
influencia en la economía de los países miembros con los
consecuentes efectos sociales, reclaman el establecimiento de un
Parlamento del Mercosur que sea algo más que un mero órgano
accesorio de los organismos decisorios. La Comisión Parlamentaria
conjunta ha interpretado esta necesidad al establecer su
reglamento, en el que se explicita el objetivo de desarrollar las
acciones necesarias para facilitar la futura instalación del Parlamento
del Mercosur.
Hoy la realidad hace
perentoria la instalación de ese organismo mediante una
modificación del Tratado de Asunción para evitar que sean
exclusivamente tecnócratas quienes tomen decisiones que afectarán
el futuro de los pueblos que componen el Mercosur.
Un valioso antecedente
es el del Parlamento europeo que comparte el poder presupuestario
con el Consejo de la Unión, puesto que lo aprueba y controla su
ejecución. A partir del Tratado de la Unión Europea de 1992 se le
confirió el poder de aprobar conjuntamente con el Consejo medidas
sobre el mercado interior, políticas sociales, medio ambiente,
protección del consumidor, educación, cultura y sanidad, entre las
principales. Además, para la toma de algunas decisiones relevantes,
el Consejo debe obtener dictamen del Parlamento. Tal es el caso de
acuerdos de asociación con terceros países o de nuevas
adhesiones.
Otro aspecto
fundamental para cualquier proceso de integración es el de la
cuestión social, ya que el mismo genera efectos que en el corto
plazo pueden llegar a repercutir negativamente en el problema
laboral. En el Mercosur se estableció el Foro Consultivo Económico
Social, sólo con la
facultad de emitir
recomendaciones e integrado principalmente por organizaciones
empresarias y de trabajadores, pero además con representantes de
otros grupos sociales como consumidores, ambientalistas, medios
de comunicación social, cultura, ciencia y educación. De todos
modos, su importancia estará determinada por la voluntad política
de quienes lo integran y de los respectivos gobiernos, pero
constituye un verdadero desafío para los sectores sindicales que
tendrán la oportunidad de discutir temas prioritarios como normas
sobre relaciones laborales, seguridad social, higiene y seguridad en
el trabajo, formación profesional y migraciones laborales.
Creo que además
deberíamos preocuparnos mucho más por la integración al sistema
del llamado tercer sector de la economía. Considero que puede
adquirir una extraordinaria magnitud la actividad común de
cooperativas, mutuales, organizaciones no gubernamentales y
distintos sistemas de voluntariado.
Otro tema que no
puede dejar de mencionarse es el referido a la discusión de quienes
se manifiestan a favor del ALCA sobre el Mercosur. Sin perjuicio de
considerar que cualquier discusión al respecto debe ser realizada en
conjunto por nuestro mercado regional, pienso personalmente que
no deberíamos apresurarnos en cuanto a la formación del
pretendido tratado de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del
Fuego, para decirlo con palabras del presidente Bush. Además,
pienso también que en caso de concretarse debería establecerse
con absoluta claridad la imperiosa necesidad de defender nuestra
industria, indispensable para la ocupación de argentinos y brasileños
y para lograr mayor valor agregado a nuestras respectivas
exportaciones.
El Mercosur es un
proceso de integración exitoso. Ha organizado un mercado
ampliado, ha armonizado legislaciones, ha internalizado normas
comunes y se proyecta ya como el núcleo central de la integración
de América del Sur. Sin embargo, para algunos se vislumbran
escenarios de desconfianza, de políticas proteccionistas y poca
articulación y consulta previa en definiciones de política exterior de
sus actores.
Resulta, por lo tanto,
sumamente útil reafirmar el ideario de la integración regional que,
reitero, abarcaba hace 15 años además de los aspectos económicos
varios otros vinculados sobre todo a la ciencia, la tecnología, la
producción común, la cultura, el derecho de la integración y aun
concreciones políticas. Por todo ello debemos felicitar a los
gobernantes de Brasil y Argentina por su intento de relanzar el
Mercosur y dar su apoyo político a las reuniones conjuntas de los
señores ministros de Economía, Relaciones Exteriores y Defensa.
En ellas deberíamos
proponernos alcanzar acuerdos fundamentales, que las
negociaciones con el ALCA o con la Unión Europea se subordinen a
la conformación del mercado común, apoyar los esfuerzos para
asociar a otros países de la región sin debilitar el eje prioritario
Argentina-Brasil, lograr una región libre del lavado de dinero,
auspiciar un Mercosur como lo quería el presidente Sarney como
zona de paz, sostener que todo acuerdo que suscriba el Mercosur
con terceros incluya la cláusula democrática, dar impulso político a
la eliminación de las restricciones al comercio que subsisten en el
comercio intrazona, insistir en completar la unión aduanera
asumiendo los costos y beneficios que en cada país genera el
acceso irrestricto de producción de la región, generando
mecanismos para contrarrestar los efectos negativos evitando la
interrupción del comercio. Impulsar acuerdos con otros países o
regiones y concretar los regionales en curso y tantos otros, producto
de la iniciativa e inteligencia de las partes, entre las que caben
destacar la necesidad de superar los obstáculos injustificados a la
circulación de productos originarios en nuestros países que
constituyen prácticas distorsivas, así como restricciones arancelarias,
las cuales deben ser eliminadas definitivamente dentro de la región
y evitar la modificación unilateral del arancel externo común por
parte de los estados, práctica que deteriora el proceso de
integración atentando a la seguridad política del mismo.
Sería muy importante
continuar y profundizar la coordinación de posiciones del sector
agroalimentario de los estados parte del Mercosur en foros
internacionales, a fin de obtener mayor acceso en los mercados
externos, lo cual
debería traducirse en el mejoramiento de las condiciones del sector
productivo, industrial y de los consumidores de la región.
El sector
agroalimentario debería ser punta en materializar el mercado
ampliado, perfilando la existencia de un sello de calidad distintivo de
los productos originarios de su territorio que sustente la
competitividad sectorial, potenciando así mismo el desarrollo de
infraestructura física y de hidrovías Paraná-Paraguay y también
aquellas requeridas para la facilitación del comercio regional, tales
como los controles integrados en las frontera.
Debemos rediseñar una
política agroalimentaria intrarregional, como así también una política
agroexportadora del Mercosur, por lo que es imprescindible el
seguimiento y análisis de la política agrícola y agroindustrial de
ambos países; identificación de asimetrías a fin de asegurar el
desarrollo nacional de la producción regional; el monitoreo de las
producciones y flujos de comercio, a fines de evitar el uso de
instrumentos inadecuados; la coordinación de ventas por cosechas,
mejorando el intercambio de información sobre precios, cantidades
y transporte de productos; la creación de un mecanismo
permanente de información, a fin de garantizar la transparencia en
la adopción de medidas a nivel nacional y la previsibilidad de las
mismas; y reiterar la vigencia de los postulados que motivaron
alcanzar un comercio internacional de productos agroalimentarios
libre, transparente y sin distorciones.
Finalmente deseo hacer
una mención especial. Estamos en presencia de un gran brasileño,
de un gran amigo de la Argentina y de un entrañable amigo
personal: el presidente José Sarney. Para mí es un altísimo honor
acompañarlo en este día en que ha recibido tan importantes
distinciones. Solamente deseo agregar algo fundamental: sin su
visión, su inteligencia y, por qué no decirlo, sin sus sueños no
hubiera sido posible realizar la integración de nuestros países para
disponernos a crecer juntos.
Muchas gracias señor
presidente por todo lo que hizo, muchas gracias por estar con
nosotros, muchas gracias por seguir luchando.
Firmante | Distrito | Bloque |
---|---|---|
VAZQUEZ, SILVIA BEATRIZ | BUENOS AIRES | PARTIDO DE LA CONCERTACION - FORJA |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
---|
TRANSPORTES (Primera Competencia) |
OBRAS PUBLICAS |
Trámite en comisión (Cámara de Diputados)
Fecha | Movimiento | Resultado |
---|---|---|
28/09/2010 | INICIACIÓN DE ESTUDIO | Aprobado sin modificaciones con dictamen de mayoría y dictamen de minoría |