La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Adherir a la Conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo, germen de la independencia nacional, a celebrarse el día 25 de mayo, en honor a la gesta llevada adelante por los padres de la Patria en 1810.

Señor presidente:

El bicentenario se nos presenta como una ocasión y una oportunidad de generar un movimiento social y político con capacidad para redescubrir y recrear nuestra identidad nacional, a fin de que nos permita a los argentinos encarar con esperanza un futuro prometedor. Saber qué somos y por qué somos así, es el fundamento para decidir qué queremos ser y hacia dónde queremos ir.

En este sentido, debemos reconocer que la verdadera fortaleza de un país reside en abrigar un sentimiento nacional que sea compartido por todos sus habitantes. En torno a esto, la celebración de estos dos siglos de acaecida la Revolución de Mayo irradia simultáneamente varias cuestiones esenciales, como ser la identificación cultural, la búsqueda de la unidad nacional y la posibilidad de configurar una mirada más positiva hacia el futuro.

La sociedad en su conjunto debe tomar como ejemplo e inspiración a los hombres y mujeres que gestaron la Revolución de Mayo, ya que al materializar el movimiento libertador que atravesaba a todo el continente americano nos señalaron el camino que debemos seguir para afianzar la Independencia y la Libertad, tanto de nuestra Patria como del continente en su conjunto, esa Patria grande latinoamericana con la que soñaron San Martin, Belgrano, Bolívar, O'Higgins, Artigas y todos los héroes de nuestra emancipación.

En este contexto, el Bicentenario no debería quedar limitado sólo a meras evocaciones, homenajes y festejos, sino que también debiera ser un canal de comunicación a lo largo y ancho de nuestra Argentina para concientizar, profundizar y promover la construcción de una nación más soberana, independiente, federal, participativa, justa, equitativa, integradora y de pertenencia latinoamericana.

Debemos generar una reciprocidad que nos dé la posibilidad de que entre todos los argentinos acordemos la mejor forma de salir adelante mediante el diálogo y el consenso, pero por qué no también a través de la discusión y el disenso, sólo así podremos definir un camino en el que todos tengamos la posibilidad de sentirnos contenidos e identificados, porque tanto hoy como hace dos siglos, debemos tener más que presente que la soberanía reside en el pueblo.

Hablar de diálogo implica escuchar, y escuchar no sólo al que piensa igual, sino fundamentalmente al que piensa distinto y respetar las diferentes opiniones. Muchos de los conflictos que vivimos a diario en nuestra sociedad tienen su origen primigenio en la imposibilidad -o más bien la negativa de las partes involucradas- de escucharse. El resultado de esto no es solamente la falta de acuerdo, sino la pérdida del sentido y el valor de la palabra dada, quedando en evidencia que muchas veces se dicen o se acuerdan cosas sólo por una cuestión coyuntural a fin de calmar "el malestar social", sin ánimos de llevarlo más allá y mucho menos de cumplirlo.

Es decir, no debemos quedarnos en la definición de acuerdos programáticos. Una vez alcanzados estos debemos bregar por su cumplimento, revalorizando el respeto a la ley como forma perfectible y necesaria para la vida en sociedad.

Este período debe ser también un llamado a la reflexión... ¿Qué ejemplo le damos a nuestros jóvenes sobre el valor del diálogo y del escuchar al otro aunque piense distinto? ¿Esta es la forma de construir un futuro común? El diálogo, los consensos, el trabajo conjunto y el respeto a la ley pueden ayudarnos a encontrar ese futuro común, pero fundamentalmente a tener esperanza, una esperanza real, basada en hechos y personas concretas.

Esto requiere un verdadero compromiso personal y hacernos cargo de nuestra responsabilidad desde el lugar en el que nos toca actuar, obvio que es innegable la mayor responsabilidad de aquellos que trabajamos en representación de la voluntad popular en la construcción de los consensos necesarios para salir adelante y en la necesidad de hacer respetar la ley.

La pregunta que debe rondar nuestro pensamiento es: ¿Estamos realmente dispuestos a asumir el desafío de construir una nueva Argentina, un futuro para nuestros hijos o sólo nos quedaremos en la queja y el abatimiento? La respuesta depende de cada uno de nosotros, y el momento de decidirnos es aquí y ahora.

Por todo lo expresado anteriormente con motivo de la conmemoración aludida, estimo que esta Honorable Cámara debe expresarse en tal sentido y solicito a tal fin el apoyo de mis pares.-