PROYECTO DE TP
Expediente 3428-D-2009
Sumario: EXPRESAR PREOCUPACION ANTE LA DEMORA DE 9 AÑOS PARA SABER SI HAY BASURA RADIOACTIVA EN NAPAS DE AGUA EN LA MATANZA, EZEIZA Y ESTEBAN ECHEVERRIA, PROVINCIA DE BUENOS AIRES.
Fecha: 21/07/2009
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 81
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Expresar su preocupación ante la
demora de 9 años para saber si hay basura radiactiva en napas de agua que
afectaría a los vecinos de La Matanza, Ezeiza y Esteban Echeverría., en la
Provincia de Buenos Aires.
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
Demora de 9 años para
saber si hay basura radiactiva en napas de agua
Sospechan que hay altos
niveles de uranio en el agua que consumen un millón de personas.
Afectaría a vecinos de La
Matanza, Ezeiza y Esteban Echeverría.
La Justicia pidió una
pericia a España, pero hay trabas burocráticas del Gobierno.
El juez se plantó frente a
todos y lo dijo sin vueltas:
¿Señores, la causa está
estancada?
Del otro lado escuchó
evasivas y reproches. Los abogados de los denunciantes se pusieron
furiosos; los funcionarios públicos mostraron simuladas caras de
asombro. Lo que estaba y está en juego es una pericia crucial para
saber si la salud de cerca de un millón de habitantes del conurbano
está en peligro. Podrían, desde hace décadas, estar consumiendo agua
contaminada por residuos radiactivos generados por el Centro Atómico
de Ezeiza. La Justicia les debe una respuesta.
La increíble historia de
esta incertidumbre lleva nueve años. El juez federal Alberto Santa
Marina, de Lomas de Zamora, admitió la parálisis de su investigación
la última semana de junio, en una reunión en su despacho a la que
convocó a los abogados querellantes, del Centro Atómico, a peritos de
Gendarmería y a un representante de la Cancillería, sobre quien caen
las principales culpas por la dilación de los estudios sobre el agua que
consumen los vecinos de Esteban Echeverría, Ezeiza y parte de La
Matanza.
Una traba burocrática, le
explicaron al juez, impide llevar adelante la pericia que dirá si esa
agua es apta para el consumo humano. De confirmarse la
contaminación, sería letal ya que el uranio en dosis elevadas provoca,
según todos los expertos, malformaciones y cáncer.
La dilación de esta pericia
exhibe no sólo la incapacidad del Estado para dar respuesta a un
problema concreto, sino también la falta de políticas firmes para dar
un destino final seguro a los residuos de la industria energética
atómica, una de las más valiosas y ricas en avances tecnológicos. El
caso del Centro Atómico Ezeiza es la herida sangrante de ese desierto
de respuestas, que se ve a otra escala en la saturación de los actuales
"depositarios" de residuos tóxicos, a pesar de los reclamos que viene
haciendo al Gobierno y al Congreso la Comisión Nacional de Energía
Atómica (CNEA), responsable de los tres centros atómicos del país
(Ver Falta...)
La causa estancada es de por sí un viaje a las profundidades del
Estado. Se inició en abril del año 2000, cuando un grupo de vecinos de
Monte Grande -varios de ellos médicos- empezaron a sospechar del
agua que consumían.
En el centro de Monte
Grande, el pediatra Valentín Stiglitz empezó a contar demasiados
enfermos de cáncer -"hasta veinte por manzana", dice- y sospechó
que podían tener relación con la cercanía al Centro Atómico de Ezeiza.
Luego de muchos rodeos, el juez dispuso una pericia. Se la encargó a
la Universidad de Buenos Aires y la coordinó el geólogo Fernando
Díaz.
El resultado fue
fulminante: el agua, según el informe, estaba contaminada con altos
niveles de uranio, filtrados a las napas por falencias en el sistema de
deposición de residuos del Centro Atómico.
El Centro Atómico de
Ezeiza ocupa un predio de 830 hectáreas, vecino al aeropuerto
internacional, y su tarea es investigar y desarrollar servicios para la
industria, la agricultura y la medicina nuclear, logrando, por ejemplo,
avances en la detección del cáncer. Entre 1967 y 2001, allí se
depusieron miles de litros de residuos radiactivos líquidos y miles de
kilos de sólidos, sobrantes de las investigaciones. Aunque se supone
que fue hecho con todas las medidas de seguridad requeridas, algo
podría haber fallado. Hoy, allí, ya no se entierran más residuos.
Las conclusiones de la
pericia de la UBA llevaron a los vecinos a un estado de alerta. Pero el
Centro Atómico decidió contestar. Ordenó sus propios estudios y
encargó pericias a laboratorios internacionales para contrarrestar el
informe ordenado por el juez. Consultadas por Clarín, las autoridades
de la CNEA ratificaron aquellos informes: que los niveles de uranio
encontrados no son deseables pero sí aceptables, y que son naturales
del acuífero Puelche que circula bajo la superficie de Ezeiza: "Estamos
convencidos de esto -dijo uno de los directivos-, por lo que nosotros
también nos sentimos damnificados por estas demoras en la causa
judicial. Queremos que se lleve tranquilidad a los vecinos".
Los abogados de las
víctimas, que actúan como querellantes en la investigación, son María
Eugenia Talerico y Gonzalo Díaz Cantón. Ellos defienden a vecinos de
la zona afectada, varios de ellos enfermos de cáncer, y motorizan la
investigación. En la reunión con el juez Santa Marina, plantearon la
urgencia de resolver el caso con un argumento inapelable: es la salud
lo que está en juego. El problema es que es difícil de cuantificar y
probar.
Un relevamiento hecho
por médicos en un barrio de Ezeiza, el San Ignacio, comprobó en 2003
más enfermos de cáncer que lo habitual. El encargado de ese estudio
fue Néstor Lucatelli, patólogo del Hospital Monte Grande. "Hicimos
relevamientos para registrar casos de cáncer, porque había muchos,
especialmente gastrointestinales. También encontramos
malformaciones. Y había sin duda factores ambientales que influían.
Eran múltiples, como la falta de cloacas, el agua recargada de nitratos
y es muy probable que también la influencia del Centro Atómico",
explica a Clarín y anticipa que el Hospital Monte Grande, para poder
cuantificar en detalle la cantidad de enfermos de cáncer, en un par de
meses será uno de los primeros en contar con un registro de tumores
para toda la jurisdicción.
Una pericia oficial
denunció la contaminación y otra encargada por el Centro Atómico
sostuvo lo contrario. ¿Qué hacer? El juez decidió encargar una tercera
pericia, esta vez a un laboratorio extranjero no relacionado con el
Estado argentino, ya que el Centro Atómico es público. Se eligió al
Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y
Tecnológicas (CIEMAT) del gobierno español y se presupuestó el
trabajo en 1,2 millones de pesos. Durante casi un año, el juez no logró
que el Consejo de la Magistratura le habilitara los fondos. Cuando lo
consiguió, en diciembre de 2007, encargó la coordinación del estudio
al área pericial de la Gendarmería y le pidió a la Cancillería que hiciera
las gestiones con el laboratorio español. Nadie imaginaba que se
estaba ingresando en otro callejón. Según dijo ante el juez el
comandante Guillermo Meza, de la Gendarmería, la pericia no se hace
porque la Cancillería no logra aceitar los lazos con el laboratorio para
la firma del convenio. Según su explicación, el laboratorio exige un
adelanto de 90 mil euros y ciertas garantías para participar de la
primera etapa de la pericia, esto es, la extracción de 70 muestras de
agua de los alrededores del Centro Atómico. Los lugares para esas
muestras ya fueron elegidos.
¿Qué dicen en la
Cancillería? Los argumentos chocan con los de los gendarmes. Allí
aseguran que vienen colaborando con el juez desde el 2002 -en otros
trámites vinculados al proceso- pero que la Cancillería sólo hace de
intermediario o correo. "Si hay problemas sobre cómo debe hacerse la
pericia o sobre el giro de fondos, eso no es de nuestra incumbencia",
explicaron a Clarín en la Cancillería.
Todas las partes
involucradas y consultadas por Clarín, mostraron preocupación y
juraron acelerar, en la parte que les toque, la marcha de la tercera
pericia. A los denunciantes, como al pediatra Stiglitz, la fe se le
escurre en la sospecha de que las trabas no sean burocráticas sino
políticas y económicas. Ocurre que el agua contaminada con uranio no
tiene remedio; su contaminación dura cientos de años. Si se
comprueba el daño, la única solución sería llevar a todos los vecinos
de la zona agua de otros sitios, una obra de infraestructura
descomunal, multimillonaria, muy difícil de cuantificar. Para darse una
idea, hoy el 70 por ciento de los habitantes de la zona consume agua
de pozo. Y los que tienen agua de red tampoco estarían a salvo, ya
que esa agua es extraída de las mismas napas. Los tratamientos de
clorificación no logran frenar al uranio
La causa judicial ya tiene
25 cuerpos, recargados de estudios de agua, de suelo, radiografías
sobre la industria nuclear y el Centro Atómico de Ezeiza, esa gran obra
ideada y puesta en marcha a mitad del siglo pasado, cuando el
progreso del país parecía más cercano. Los datos y las historias
clínicas de algunos enfermos de cáncer se mezclan con esos datos
científicos, como abrazados a la misma cuna de origen. ¿Será cierto?
¿Saldrá veneno de las canillas del conurbano? Un laboratorio español
puede tener, al final, algún día, la última palabra.
Fuente: Diario Clarín-19-
7-09
Por lo expuesto, le
solicito a mis pares que me acompañen en la aprobación del presente
proyecto.
Firmante | Distrito | Bloque |
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BIANCHI, IVANA MARIA | SAN LUIS | FRENTE JUSTICIA UNION Y LIBERTAD - FREJULI |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
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