La Cámara de Diputados de la Nación

DECLARA:

Expresar adhesión y júbilo por la canonización de los Papas JUAN XXIII Y JUAN PABLO II.

Señor presidente:

Originalmente los Santos eran aclamados a "vox populi", si bien antiguamente el proceso era informal, luego con el pasar del tiempo, se estableció un método para darle transparencia y seriedad a la elección, garantizando a los creyentes la santidad de la persona en cuestión, reservándose las canonizaciones sólo al Sumo Pontífice. Por eso es que hoy en día la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, dos jefes de la Iglesia Católica, es una ocasión única de la que no se tienen precedentes dentro de la Iglesia Católica Apostólica Romana y no debe ni merece ser quedada en el olvido.

Juan XXIII, de nombre secular Angelo Giuseppe Roncalli, como Sumo Pontífice, estableció durante su papado la modernización de la vida en la corte vaticana, flexibilizando el protocolo y facilitando el contacto del Papa con la realidad cotidiana. Renovó el Colegio Cardenalicio al incluir representantes de zonas del mundo tradicionalmente ausentes e intensificó las relaciones diplomáticas del papado con los líderes políticos mundiales, incluyendo a los soviéticos, por lo que contribuyó a reducir la tensión entre comunistas y cristianos.

Dos meses después del inicio de su pontificado, Juan XXIII, convocó a todos los obispos del mundo a la celebración del Concilio Vaticano II, con el objetivo de promover la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos y el acercamiento a las restantes religiones cristianas.

Pero para los fieles católicos, el "Papa Bueno", fue aquel que se asomó por sorpresa el 11 de octubre de 1962, mientras se celebraba la apertura del Concilio, y pronunció el famoso y poético "discurso de la luna" - "Cuando volváis a vuestros hogares, vuestros niños estarán durmiendo: dadles una caricia sin despertarles y explicadles después que era la caricia del Papa", improvisó en un discurso que pasó a la historia.

El 3 de junio de 1963, poco después de iniciarse el Concilio, Juan XXIII moría tras una larga enfermedad, sin conocer los resultados de la asamblea que marcó el camino de la nueva Iglesia Católica. Fue beatificado en el año 2000, por el Papa Juan Pablo II, durante el "Gran Jubileo" de dicho año.

Por su parte Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II "El Papa Peregrino" comenzó solemnemente, el 22 de octubre de 1978, su ministerio petrino. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años. Juan Pablo II ejerció su ministerio con incansable espíritu misionero, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" (El cuidado de todas las Iglesias) y por la caridad abierta a toda la humanidad.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones en audiencias especiales y ceremonias religiosas encontrando millones de fieles durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo, sin olvidar las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó, durante las visitas oficiales y los encuentros con jefes de Estado y Primeros Ministros. Siempre puso de manifiesto su amor a los jóvenes y su atención hacia la familia, promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz. Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales y reorganizó la Curia Romana.

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, mientras entrábamos en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina, El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.

En este sentido, no puedo dejar de mencionar Señor Presidente, el acto de fe que Juan Pablo II dejó marcado en la historia Argentina, el 2 de abril de 1982 tras la recuperación de las Islas Malvinas, lo que desencadena la reacción británica y sobreviene la guerra entre la Argentina y el Reino Unido, se conoce la noticia de que el 28 de mayo el Papa haría una visita apostólica a Gran Bretaña, largamente preparada. Es entonces cuando Juan Pablo II, con paternal delicadeza, decide efectuar fuera de todo programa y sin preparación alguna, una visita fugaz a la Argentina. Inmediatamente escribe una carta a los argentinos fechada el 25 de mayo, que comenzaba diciendo: "A los queridos hijos e hijas de la Nación Argentina: Os escribo por mi propia mano porque siento que debo repetir el gesto paternal del Apóstol Pablo hacia sus hijos, abrazándolos en la fe". El Sumo Pontífice expresó que su viaje a la Argentina era eminentemente pastoral. "Mi viaje a la capital argentina -dijo- es un viaje de amor, de esperanza y de buena voluntad, de un Padre que va al encuentro de los hijos que sufren". Constituyendo, esa

visita un acontecimiento nunca visto en el país y tal vez la mayor concentración de gente que haya recibido el Papa.

Siempre han existido cristianos que han vivido el amor de Dios y a los demás de manera extraordinaria. Estas personas eran especialmente apreciadas por los creyentes que los habían conocido, tanto por haber sido imitadores de Cristo como por sus poderes de hacer milagros. En estos tiempos modernos, la Canonización que hoy nos toca vivir como Cristianos, marca el paso a la historia de dos figuras importantes de la Iglesia Católica que han dejado huellas en los fieles de todo el mundo.

Como cristiana, apostólica romana y por haber sido educada en un colegio religioso en mi provincia de origen, por lo que significa este acto realizado el pasado 27 de abril en el Vaticano y por lo expuesto anteriormente, solicito a los miembros de esta Honorable Cámara que me acompañen en este proyecto.