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PROYECTO DE TP


Expediente 3068-D-2007
Sumario: RENDIR HOMENAJE AL GENERAL MANUEL BELGRANO EN UN NUEVO ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO.
Fecha: 25/06/2007
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 76
Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
DECLARA:


Su homenaje al General Manuel Belgrano en un nuevo aniversario de su fallecimiento

FUNDAMENTOS

Proyecto
Señor presidente:


Este 20 de junio, se cumplen 187 años de la muerte del general Manuel Belgrano. Este proyecto no pretende ser otra cosa que una modesta ofrenda al general Belgrano en aras de la Patria, por su noble legado, por su enorme entereza moral y por su grandeza cívica. En primer término, quisiera decir que lo que voy a expresar, si bien surge de años de estudio y reflexión, nació junto a la tumba en la que duermen los restos del General Belgrano, en el atrio de la iglesia de Santo Domingo de la Ciudad de Buenos Aires. Instalada junto al soberbio mausoleo que encierra en una urna de mármol rosa las cenizas del héroe de Tucumán y Salta, ahí sentí que estaba en presencia del soldado más noble, más abnegado, del que nunca mancilló su pensamiento con la ambición. Pero más allá de pensar en su epopeya militar, en su labor educativa, en su enorme entereza, en su exquisita cultura y en sus estudios económicos -labor que todos conocemos-, me convocó su grandeza moral y, en particular, sus tragedias y flagelaciones. Entonces, pensando especialmente en la ingratitud de sus contemporáneos con el gran Belgrano, intenté dialogar desde los sueños, allí junto a su tumba, con ese extraordinario hombre argentino.
Quizás podrán decir que he venido a deslucir la apoteosis de la fecha con vergonzosos recuerdos, pero no soy yo quien la desluce sino la historia, esa musa que tiene el entrecejo adusto y la palabra severa.
Confieso que me hubiera parecido indigno de mi investidura, y trivial en el marco de este proyecto, venir a repetir palabras de una dulce leyenda, como la que muchas veces se les cuenta a los escolares cuando se les enseña la biografía del general Belgrano. Aquí no estoy hablando para niños sino para los señores legisladores y todo el Pueblo. Por otro lado, he creído, por respeto a la obvia ilustración de mis pares, que no debo ofender a este auditorio en su patriotismo y su cultura con una rapsodia sobre lo que todos saben y, menos aún, con un homenaje convencional y protocolar. Por eso siento que debo hablar sobre lo que era Belgrano en su ser más íntimo; no voy a hablar tanto de los honores del triunfo sino de las angustias de su dolor. No he de hablar de él como un paladín extraordinario, de esos que salen a limpiar la tierra contra las hidras y el dragón, aunque como Hércules, padre de tal ralea, hayan de morir ardidos en su túnica de llama, que es como murió.
Recordemos su tragedia. Corría el año 1820 cuando, después de que la soldadesca canalla lo hubiera humillado en Tucumán, el prócer decidió -por consejo de su médico, el doctor Redhead-, regresar a Buenos Aires. El médico se lo aconsejó por cuidado de su cuerpo, y el doliente lo anhelaba por los quebrantos de su espíritu. Entendía que no le restaba para morir sino volver a la casa de sus padres, donde nació. Este hijo pródigo de la libertad retornaba a ella enfermo, pobre y desencantado.
Para poder hacer el viaje su amigo Balbín le facilitó trescientos pesos. Le quedaban otros amigos, como el noble doctor Redhead, que ya no lo abandonaría, ya que lo acompañó en el camino y en la hora del tránsito supremo. Con él vinieron el padre Villejas y sus ayudantes. Corría el mes de enero; bajo un sol implacable, sobre carreteras atroces, el coche hizo la interminable travesía por desiertos inhospitalarios y por aldeas sobresaltadas por la guerra civil. Cuando llegaron con el enfermo a Córdoba los dolores de la hidropesía eran insoportables. Esto hizo que el ayudante Helguera lo llamara al maestro de posta en nombre del general Belgrano. Aquél contestó: "Dígale al general Belgrano que si quiere hablar conmigo venga él a mi cuarto, que hay igual distancia".
Belgrano venía tan mal que era movido a pulso en su lecho de enfermo. En Córdoba pidió dinero y el gobernador Bustos se lo negó. En Buenos Aires le ocurrieron, como ya sabemos, cosas análogas.
Fueron muy pocas las personas que lo visitaron en sus cuatro meses de enfermedad. El día en que fue el general Lamadrid, al que Belgrano tanto quería, lo abrazó llorando y le entregó el manuscrito de sus Memorias como legado para la posteridad. Otro día, en confidencias con su hermano clérigo don Domingo, le recomendó a su hija de madre tucumana, Manuela Mónica Helguera.
Y al fin, en una de sus últimas tardes, pidió a Juana, su hermana consoladora, su reloj de bolsillo y se lo regaló al doctor Redhead, diciéndole que no tenía otra cosa para retribuir sus bondades. Así murió el paladín, en agonía cristiana, despojado de sus armas, como Alonso Quijano, El Bueno. Y según se ha dicho fue sepultado sin honores oficiales. En los cuatro horizontes del país ardían ya las hogueras de la guerra civil y Buenos Aires tenía tres gobernadores. Desde tales precedentes me permito, parafraseando a don Ricardo Rojas, decir al general Belgrano desde los sueños del alma: "General, desde mi Tucumán, por donde varias generaciones tuvieron hogar y tumba, los abuelos de mis abuelos y mis padres, desde los valles donde nuestra tierra por más hermosa y por más lata se avecina más a los cielos, desde la sombra de las pircas derruidas donde se ve llorar al indio en las quenas, desde las nubes de la tarde donde se amontonan en los flancos de la montaña los sueños, llego hasta su tumba para pedirle que nos hable."
La escritura es sólo un sueño guiado, según Borges. Y desde ese sueño guiado me pareció oír esta respuesta, la misma que escuchó Ricardo Rojas: "Yo amé a los extranjeros que a mi Patria llegaban en las naves del mar, porque uno de ellos fue mi padre. Yo inventé la bandera, para que los hijos de la inmigración también la amaran como yo. Yo amé a los indios porque ellos fueron los primeros en estas tierras y ellos me pagaron aquel amor secundándome en las hazañas. Yo amé al artesano y al labriego desde los días del Consulado. Yo respeté a los maestros y fundé escuelas porque supe que la ignorancia es el antro de toda fatalidad en la historia. Yo amé a mis adversarios y abracé a Tristán vencido frente a mi tropa vencedora. Yo recogí los muertos de mis batallas en una tumba común y sobre sus restos puse una cruz de amor en Castañares. Yo no odié a España, donde me eduqué; sí deploré a las instituciones injustas y quise superarlas por un ideal de justicia. Yo perdoné a los gobiernos que me degradaron y a las muchedumbres que me desconocieron; yo entré en la lucha sin rencores y cumplí mi deber con resignación y mi agonía fue serena porque nunca ambicioné poderes, ni premios ni honores. Yo comprendí desde temprano que los hombres servimos mejor al Dios Supremo poniendo nuestra carne a quemar no en el tizón de incendio de mezquinas pasiones sino en la antorcha de fiesta de más permanentes ideales. Fue para mí la patria una forma perfecta de religión de amor y simbolicé mi propia vida y mi ideal de amor en los suaves colores de la bandera. Si hay allá abajo gente que siembra odios, diles que aunque me aclamen ellos me han olvidado." Esto dijo, señores, la sombra del patriarca. Vosotros diréis que ha sido un sueño, una de esas cosas que sólo oímos y vemos en los sueños. No es así, no ha sido sólo un sueño la figura de Manuel Belgrano. Lo que acabo de describir poéticamente, parafraseando a Ricardo Rojas, nos muestra el perfil de ese prócer que, cuando la Honorable Asamblea Constituyente del Año XIII lo premiara con su sable y cuarenta mil pesos en dinero y bienes del Estado, responde desde Jujuy que las virtudes y los talentos no tienen precio y devuelve ese dinero para que se fundaran cuatro escuelas de enseñanza primaria en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
Entonces creo que es válido el honor que debemos rendir al General Manuel Belgrano, del mismo modo que debemos tener presente ese legado de actualidad y permanencia quienes tenemos responsabilidades, tanto en los hogares como en el gobierno, en este Honorable Congreso o en cualquier lugar donde nos toque actuar, para poder decir que hemos cumplido con nuestra patria.
Por las razones expuestas, es que solicito a mis pares me acompañen en la aprobación de este proyecto.
Proyecto
Firmantes
Firmante Distrito Bloque
JEREZ, EUSEBIA ANTONIA TUCUMAN FZA REPUBLICANA
Giro a comisiones en Diputados
Comisión
LABOR PARLAMENTARIA (Primera Competencia)