La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Repudiar la decisión de los Estados Unidos de Norteamérica de reactivar su IV Flota en mares de Latinoamérica y el Caribe.

Señor presidente:

Recientemente, los presidentes de los 12 países sudamericanos firmaron en Brasilia el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericanas que hace una fuerte apuesta a la paz en la región, subraya el irrestricto respecto a la soberanía, integridad e inviolabilidad de los Estado miembros, y reafirma el principio de autodeterminación de los pueblos.

El hecho es, sin duda, auspicioso y abre interesantes perspectivas para las naciones firmantes.

Sin embargo, en pocos días más, comenzará a pender una espada de Damocles sobre los principios que el Tratado reivindica.

Nos referimos a las potenciales implicancias de la decisión del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica de reactivar su IV Flota naval que operará en aguas de América Latina y el Caribe a partir del próximo 1º de julio.

Vale recordar que la presencia extendida de la flota estadounidense en los mares del mundo data de la Segunda Guerra y, en algunos casos, de los años de la posguerra.

Actualmente, el país del norte tiene en operaciones a siguientes Flotas:

- I Flota: opera como guardia costera norteamericana en tiempos de guerra.

- II Flota: se dedica a la defensa de la costa atlántica de los Estados Unidos y a cumplir con los compromisos de ese país en el marco de la Organización del Atlántico Norte.

- III Flota: se despliega sobre la costa oeste de los Estados Unidos y sobre el Pacífico. estadounidense sobre el Pacífico.

- V Flota: opera en Medio Oriente.

- VI Flota: actúa en el mar Mediterráneo.

- VII Flota: tiene jurisdicción en el océano Índico y en el Pacífico.

Como se aprecia, las flotas se despliegan tanto en función de la defensa como de la intervención estadounidense en escenarios de guerra, de probables guerras o de alto riesgo bélico.

Respecto a la IV Flota, recordemos que estuvo activa entre 1943 y 1950, habiéndose dedicado durante este período a controlar los intentos de los submarinos alemanes de operar en las costas de Latinoamérica y del Caribe y, eventualmente, atacar el estratégico canal de Panamá.

Pasado el momento de beligerancia mundial, la IV Flota fue desactivada y el control que a través suyo realizaban los EE.UU. de las costas de América latina y el Caribe fue asumido en forma subsidiaria por la II Flota.

Sin la amenaza del Tercer Reich de por medio, cuando en marzo pasado se anunció la reactivación de la Cuarta Flota, el Pentágono argumentó que con su retorno se pretendía mostrar el "compromiso" de los Estados Unidos con sus "socios regionales" en la lucha contra el narcotráfico y los terroristas, e "interactuar con las armadas de naciones aliadas".

Por cierto, los términos entrecomillados merecen ser descifrados en el contexto del discurso oficial de los Estados Unidos.

No obstante, para la ministra de Defensa argentina, Nilda Garré, esta explicación del Pentágono no pareció ser la debida. En declaraciones radiales sostuvo: "No entendemos qué razones tiene el gobierno norteamericano para el despliegue de esta flota. Son actitudes tutelares que nadie reclamó, que nos generan preocupación".

En rigor, los observadores de la política exterior de los Estados Unidos preveían esta posibilidad de "tutela" desde que, a fines de 2006, el almirante James G. Stavridis fuese designado titular del Comando Sur de los Estados Unidos, del cual dependerá la IV Flota.

Por entonces, Ignacio J. Osacar - coordinador de la Comisión de Defensa del Centro de Estudios Nueva Mayoría y, según el Centro de Estudios Legales y Sociales, ex alumno de la Escuela de las Américas- señalaba que Stavridis era "el primer marino en ocupar ese cargo después de una larga tradición de militares, y más recientemente, de dos infantes de marina"; y ante la novedad predecía: "Una alternativa probable es que el control futuro de cualquier situación de crisis en esta jurisdicción (la del Comando Sur) sea mediante el empeño predominante de la poderosa fuerza aero-naval norteamericana, con la cual pueden controlar sin oposición las rutas marítimas que conectan al continente con el resto del mundo, bloqueando o aislando determinados puertos, sin desplegar fuerzas terrestres ni arriesgarse demasiado a sufrir bajas. Desde las épocas del "Big Stick" de Theodore Roosevelt, la presión psicológica generada por buques de guerra norteamericanos, fondeados silenciosamente en aguas internacionales, pero visibles desde la costa, constituyeron una herramienta de la política exterior y en muchos casos actuaron como catalizadores que incrementaron o disminuyeron las tensiones con países díscolos".

Con este antecedente a mano y ante el anuncio de la reactivación de la IV Flota, el analista Rosendo Fraga -titular del citado Centro de Estudios Nueva Mayoría- escribió: "Que la creación de la nueva Flota tenga lugar durante su período de Comando (el de Stavridis), confirma que se trata de una planificación de largo plazo, como sucede con el planeamiento militar de los EEUU. Temas como la seguridad del Canal de Panamá -vital para el tráfico comercial de la primera potencia mundial- y dar seguridad al abastecimiento petrolífero inciden en esta decisión. Cabe señalar que aproximadamente un tercio del petróleo que la primera economía del mundo importa proviene de América Latina (México, Venezuela y Ecuador) y una cuarta parte del África (Nigeria, Angola y Guinea Ecuatorial)".

Como quien reitera aquello de "es la economía, estúpido", Fraga explica que la razón de ser de la reeditada IV Flota no es otra que la defensa armada de los intereses vitales de la economía estadounidense.

Tanto los argumentos de Osacar como los de Fraga -a quienes nadie ha señalado como activistas del "eje del mal"- parecen más serios que los esgrimidos Stavridis durante una conferencia de prensa que brindó luego de visitar en el Ministerio de Defensa al secretario de Asuntos Internacionales de la Defensa, Alfredo Forti. En esa ocasión, el marino extranjero dijo que "la IV Flota está designada específicamente para cinco misiones: respuesta a desastres naturales, operaciones humanitarias, de asistencia médica, contra el narcotráfico y cooperación en asuntos de medio ambiente y tecnología".

Si estas fueran las misiones que desarrollará la IV Flota, es válido que nos preguntemos:

- ¿Qué utilidad tiene un portaaviones y un par de submarinos nucleares para realizar las tareas que supuestamente le asignaran?

- ¿Por qué se ha designado al Alte. Joseph Kernan como comandante de la IV Flota, cuando sus antecedentes como especialista en inteligencia y contraterrorismo no se condicen con las presuntas tareas encomendadas?

Las respuestas a estos interrogantes pueden rastrearse en el editorial titulado "El reestablecimiento de la IV Flota" que el pasado 2 de mayo publicó el matutino "La Nación" y que en su último párrafo sostiene: "Si uno no tiene nada que ocultar, tampoco debe temer que, dentro del respeto a la soberanía y las leyes, los Estados Unidos procuren patrullar la zona para protegerse a sí mismos. En caso contrario, sería prudente que los gobiernos de la región se pregunten qué hacen para ser vigilados y, en cierto modo, controlados en forma tan estricta".

El final trascripto del editorial reconoce que la presencia de la IV Flota en aguas de América Latina y del Caribe constituye una amenaza para los gobiernos de la región.

Ante estas circunstancias, es necesario que esta Cámara exprese su repudio a la reactivación de la IV Flota como forma, al menos simbólica, de preservar la soberanía, integridad e inviolabilidad de los naciones de la región y del irrenunciable principio de autodeterminación de los pueblos.

Por lo expuesto, solicitamos la aprobación de este Proyecto de Resolución.