La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Declarar de interés de esta H. Cámara el XXII Encuentro Nacional de Mujeres, que se realizará los días 13, 14 y 15 de octubre de 2007 en la ciudad de Córdoba.

Señor presidente:

Una sociedad sólo puede ser moderna cuando se apoya en su tradición. Y el Encuentro Nacional de Mujeres ya comienza a ser una tradición, desde aquella primera edición que se realizó en la ciudad de Buenos Aires en 1986. El país vivía la borrachera de su restauración democrática y, por eso, estrenaba lo que ya en otros países era una institución: los encuentros de mujeres, esa mitad de la sociedad a la que todavía se tutelaba como si fueran niños. Fue precisamente ese movimiento el que abrió para todos, hombres y mujeres, nuevos espacios de derechos e igualdad. De todos modos, nada muestra mejor el carácter tardío de nuestra sociedad que saber que mientras en la Argentina se inauguraba el Primer Encuentro Nacional de Mujeres, en el mundo ya se había celebrado el Primer Decenio de la Inauguración del Programa de Políticas por la Igualdad de Oportunidades para la Mujer impulsado por las Naciones Unidas en Nairobi, África.

Desde entonces, el Encuentro tiene su cita cada año. No sólo viajan mujeres de todos los rincones de nuestro país sino que su sede va rotando en diferentes lugares de la geografía argentina. Una forma de federalizar y de alentar la participación de todas las mujeres, pero también una estrategia para que el desarrollo social de las regiones más avanzadas sirva para expresar a las que aún padecen situaciones de opresión. Y precisamente es ese espíritu generoso el que distingue a nuestro país en el concierto de las Naciones: Argentina es el único país que ha logrado ha logrado mantener estos encuentros por más de veinte años. Es probable, también, que una vez institucionalizadas las demandas constatemos entre nosotros lo que es una rutina en las democracias desarrolladas: las que fueron militantes feministas en pocos años se tornaron respetadas ministras.

En 2006, Córdoba fue elegida sede para el encuentro del presente año. La más universitaria de las ciudades del país deberá velar por esa universalidad del valor. Unas 20 mil mujeres, llegadas de todos los rincones debatirán durante tres días, en más de 40 talleres temáticos, bajo la consigna: "Mujeres que se encuentran, mujeres que se organizan, mujeres que deciden, mujeres del país..."

Cuando la plaza pública, tradicional lugar de la protesta y los festejos en nuestro país, ha sido sustituida por los medios de comunicación, es necesario advertir sobre la importancia del Encuentro para no reducirlo a la simplificación prejuiciosa de "las chicas se reúnen", con el que todavía en nuestro país no se respetan a las mujeres como ciudadanas de plenos derechos. La participación femenina crece año a año. En 1986 participaron unas 800 mujeres. Diez años después, alrededor de 16.000 llegaron a San Salvador de Jujuy. Pero para no reducir su importancia al número de las estadísticas, la feminización de los claustros, la academia, el trabajo y la política se constata, también, como fenómeno en Argentina. Con los años también se enriqueció el debate, que no es ajeno a lo que le sucede al resto del país. Las mujeres han ido aprendiendo que la libertad dinamiza el debate y con cada década se imponen o renuevan los temas. Educadas para el susurro, primero debieron gritar para ser escuchadas, pero como ahora tenemos la fuerza de los argumentos y las leyes que garantizan la igualdad, sólo nos resta conseguir que nadie invalide nuestras razones políticas con el calificativo de "ingenuas" con el que se trata de inhibir nuestra participación en la política. Educadas también para ser protectoras como madres, educadoras como maestras y compañeras como amigas, hemos podido trasladar estas virtudes al espacio público. Así, otra de las características del Encuentro es que es autónomo y autogestionado para garantizar la pluralidad de su convocatoria, ya que participan, organizadas o de manera individual, mujeres de todos los ámbitos (profesionales, trabajadoras, desocupadas, amas de casa, estudiantes, intelectuales). Es su carácter horizontal y democrático a la hora de las decisiones lo que lo distingue y se ofrece como un ejemplo de diálogo y respeto. Una tarea que demanda esfuerzo y vocación democrática en un país como Argentina, dominada su historia contemporánea por el autoritarismo, que canceló los derechos pero también maniató la dinámica social que da la libertad. Conocerse para reconocerse, el espíritu que guía los debates para conseguir un espacio efectivo de diálogo y aprendizaje de ciudadanía.

Es un espacio de lucha y también es la confluencia de una gran diversidad de mujeres que generan un espacio de diálogo, un espacio donde compartir experiencias, conocer y reconocerse, tejer lazos y aprender. Una forma de convertir el Encuentro Nacional de Mujeres en una prueba y muestra de las dificultades o barreras que impiden el pleno ejercicio de los derechos. Y por eso debe ser, también, una referencia obligada para la agenda del Estado en su diseño de políticas públicas que promuevan la superación de esas dificultades y garanticen plenamente una cultura auténtica de derechos humanos. Los encuentros de mujeres expresan ciudadanía, pero también construyen normalidad democrática. En el mundo desarrollado han sido las mujeres las que democratizaron la familia y la sociedad, y en un país que todavía debe levantarse de los escombros que le dejó el autoritarismo, la década que cumple del Encuentro Nacional de Mujeres ya constituye un hito en la construcción de valores democráticos, incorporados como cultura.