PROYECTO DE TP
Expediente 2640-D-2008
Sumario: DECLARAR DE INTERES DE LA H CAMARA EL "DIA DE LA AGRICULTURA NACIONAL", A CELEBRARSE EL 2 DE JULIO DE 2008.
Fecha: 23/05/2008
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 51
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Declarar
de interés de la Honorable Cámara de Diputados de la
Nación el Día de la Agricultura Nacional a
celebrarse el 2 de julio de 2008
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
El presente proyecto de
Resolución se fundamenta en que en esta fecha, se celebra el día de
una de las actividades que son pilares insustituibles de nuestra
economía e incluso de nuestra cultura, de allí que a continuación se
hace una referencia al actual modelo agrícola el cual lamentablemente
se sustenta en el uso intensivo de agroquímicos y fertilizantes
sintéticos, el incremento de la escala de las unidades productivas y la
siembra de nuevos territorios con cultivos transgénicos. Las grandes
empresas transnacionales ponen la mira fundamentalmente en dos
mercados de la región: el de Brasil, con más de 14 millones de
hectáreas sólo en sus principales estados sojeros, y el de México,
centro de origen del maíz. La conquista de estos mercados favorecería
el aumento de la producción y el consumo de agroquímicos,
especialmente de herbicidas, y estimularía por otra parte la
competencia, con lo cual podría acentuarse la tendencia a la baja de
los precios en el mercado mundial. El modelo dominante está asociado,
en lo esencial, a los siguientes rasgos: intensificación del uso de
tecnología en alto grado dependiente de insumos importados;
concentración de la renta; apropiación privada de los recursos
genéticos; privatización de los beneficios de la ciencia y la tecnología, y
degradación creciente de los recursos naturales.
Aparentemente, el
enfoque determinista que acompaña el desarrollo basado en la
ingeniería genética coincide con el planteamiento productivista, que
apunta únicamente a la reducción de los costos por medio del aumento
de la productividad, sin prestar atención al valor agregado, postura
que ha llevado a la concentración de la tierra y a una escasa
generación de nuevos puestos de trabajo.
La biotecnología agrícola
se asemeja, en muchos aspectos, a la revolución verde. El fracaso de
esta última como estrategia para un desarrollo agrícola
sostenible y generalizado,
hace pensar que tampoco la biotecnología podrá ofrecer soluciones
satisfactorias para el desarrollo rural, a causa sobre todo de las
restricciones que le impone la ecología (Sevilla Guzmán y otros, 2000).
Por otra parte, cabe hacer notar que en ningún país de América Latina
y el Caribe las investigaciones en biología molecular se han
desarrollado hasta un punto en que sus eventuales productos pudieran
hacerse acreedores a una patente comercial; los países de la región
son, en este sentido, meros compradores y difusores de productos
transgénicos, y deben destinar parte de su renta al pago de patentes y
a la compra de insumos importados. Los organismos estatales como el
INTA y el CONICET, así como ciertas universidades, responsables de
algunos de los desarrollos valiosos que se han logrado en Argentina
para la solución de problemas locales, se hallan hoy casi sin
presupuesto y en condiciones en extremo precarias. Es muy posible
que en breve sus investigaciones hayan pasado a poder de la empresa
privada, que ya ha mostrado interés en tal sentido, como ha ocurrido
con los trabajos sobre maíz, girasol y tomate. Por otra parte, los
institutos públicos están perdiendo a sus principales investigadores,
cuyos estudios encuentran buena acogida en las compañías
internacionales, como sucedió, por ejemplo, con el programa sobre
algodón que llevaba adelante el INTA en la zona chaqueña.
Frente a lo anterior, cabe
pensar que un sistema de producción alternativo, en que se hiciera uso
intensivo de tecnologías de proceso más fácilmente apropiables por los
pequeños y medianos agricultores (Altieri y otros, 1999), permitiría
recuperar y revalorizar su producción, crear empleos más calificados y
estables, y manejar en forma adecuada los recursos, con una menor
degradación ambiental y una asignación energética eficiente en el
agroecosistema. A estos
efectos favorables habría que sumar el aporte que pueden hacer los
pequeños y medianos agricultores al producto nacional, la
mejora de la distribución
de la renta interna nacional, y el manejo racional y sustentable de los
recursos naturales. Hay ejemplos en tal sentido, entre ellos
el exitoso programa de
producción de alimentos orgánicos llamado Prohuerta, que abastece de
hortalizas y aves, durante todo el año, a cerca de 3 millones de
argentinos que viven en condiciones de extrema pobreza en las áreas
urbanas, periurbanas y, en menor medida, rurales. Por otra parte, hay
en el mercado externo una notable demanda de productos "verdes",
especialmente en los países de más altos ingresos, donde aún sería
posible demostrar que muchos de los productos de la región son
inocuos y de origen natural. Ésta es una perspectiva particularmente
interesante para los pequeños y medianos establecimientos
agropecuarios, que podrían encontrar en ese filón nuevas opciones
productivas, como la especialización en productos orgánicos, derivados
de una agricultura de bajos insumos y de una ganadería extensiva,
productos que cuentan con una demanda no desdeñable en los
mercados mundiales.
En efecto, esta opción
podría constituir una salida para los pequeños y medianos
establecimientos, que aún cubren, sólo en la región pampeana, 51%
de la superficie total, a lo que podrían sumarse muchas economías
regionales que se encuentran hoy en franco retroceso y en vías de
desaparición. Sólo en los países de la UE, compradores tradicionales de
bienes agropecuarios argentinos, el mercado de productos orgánicos
involucra unos 7.300 millones de dólares anuales; por su parte, el
mercado mundial alcanza un valor de 16.000 millones de dólares al
año, y todo indica que se halla en expansión. En suma, el sector
agropecuario argentino tiene mucho que ofrecer a estos mercados con
sus productos naturales certificados, tanto en lo que se refiere a
producción extensiva
(ganadería, cereales y oleaginosas) como intensiva (frutas, hortalizas,
olivos, miel y yerba).
Al comienzo se aludió a la
importancia que tenía la soja para el país en cuanto al volumen de las
exportaciones, pero se denunciaron también, como elementos
negativos, la dependencia creciente en que se encuentra este rubro
con respecto a insumos extranjeros y sus impactos ambientales y
sociales.
Es mucho lo que el Estado
puede hacer para definir una política agropecuaria de desarrollo
sustentable, pero muy poco lo que efectivamente ha hecho en tal
sentido. Hasta ahora se han tomado sólo medidas coyunturales,
incluso de claro apoyo a los productos derivados de la ingeniería
genética, y no se advierte la decisión de propiciar una estrategia
participativa de expansión y reconocimiento de nuevos productos.
Incluso se podría dar cabida, si tuviesen aceptación entre los
consumidores, a algunos productos biotecnológicos, como alimentos
especiales o nuevos rubros farmacéuticos.
Posiblemente, la
ingeniería genética ha llegado en un momento poco oportuno de la
historia de la humanidad, en que prevalecen el individualismo, el afán
de lucro inmediato y la mercantilización de la naturaleza y la ciencia.
Habría que analizar a fondo cuál podría ser una distribución de costos
y beneficios más equitativa, y desarrollar una agenda propia e
independiente acerca del modo de favorecer, sobre la base de estos
nuevos desarrollos, a los más desprotegidos y subalimentados de un
país como Argentina, que por otra parte desborda de alimentos. Sólo
por medio de una visión sistémica se podrá aprovechar todo el
potencial de cada herramienta, para utilizarlo de acuerdo con las
condiciones particulares de cada ambiente productivo, evitando la
peligrosa simplificación que se está ofreciendo hoy a los productores.
Las técnicas transgénicas
son componentes de un paquete tecnológico que aún debe demostrar
su sustentabilidad. Por ese motivo, en países ricos en
biodiversidad, suelo y
clima como son los de América Latina y el Caribe, debería reflexionarse
seriamente acerca del camino a seguir, o comprender por
lo menos que no hay un
camino único, y que su biodiversidad no es sólo ecológica, sino
también sociocultural (Morillo y Pengue, 2000). Es preciso,
por último, que
académicos, políticos y la sociedad toda reflexionen acerca del impacto
de las nuevas tecnologías, con la profundidad y la prudencia
necesarias, a partir de la integración de múltiples disciplinas y puntos
de vista
y la comprensión de la
complejidad que es propia de los sistemas socioecológicos (Gallopin y
otros, 2000
Por todas estas
consideraciones Sr. Presidente solicito a los Sres. Legisladores que me
acompañen en la aprobación del presente proyecto
Firmante | Distrito | Bloque |
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BIANCHI, IVANA MARIA | SAN LUIS | FRENTE JUSTICIA UNION Y LIBERTAD - FREJULI |
Giro a comisiones en Diputados
Comisión |
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AGRICULTURA Y GANADERIA (Primera Competencia) |