PROYECTO DE TP
Expediente 2498-D-2013
Sumario: EXPRESAR PESAR POR LA MUERTE DE MONSEÑOR JUAN BARRIO HERRERO, DEDICADO A LA LABOR APOSTOLICA EN LA DIOCESIS DE RIO GALLEGOS, PROVINCIA DE SANTA CRUZ.
Fecha: 25/04/2013
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 36
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Expresar su más profundo
pesar por la muerte de monseñor Juan Barrio Herrero, quien dedicó 46
años de labor apostólica en la Diócesis de Río Gallegos.
FUNDAMENTOS
Señor presidente:
Cuando supimos en
Río Gallegos del accidente del padre Juan fuimos muchos los preocupados por su
salud, esa preocupación se convirtió en dolor cuando nos enteramos de su partida.
Se nos había ido el "gran iluminador de almas".
Fueron muchos años de conocerlo, y
de la mejor manera que puede conocerse a las personas, a través de los hechos,
los hechos del padre Juan son obras, es amor al más necesitado, es acompañar al
que sufre o está enfermo, el padre Juan era todo eso y mucho más.
Como hacer para plasmar más de 40
años de caminar junto a un pueblo, como resumir una vida dedicada al otro.
Porque nos acompañó desde siempre, de generación en generación. Sé que
cualquier intento será insuficiente pero, de todas maneras, quiero intentarlo. Y
para hacerlo cuento con la invaluable ayuda de un gran historiador de mi provincia
que ha logrado hacernos conocer como nadie la historia del Padre Juan, ese
historiador es Pablo Gustavo Beecher.
Todo tiene un comienzo, el del padre
Juan fue muy lejos de estas tierras. Nació en España allá por el 1927 en un
pueblito llamado Castroserma. Hijo de Juan y Joaquina, compartió su infancia en el
campo con sus tres hermanos.
Vivió la guerra de
cerca, un recuerdo que quedaría marcado para siempre en su memoria "...en 1936
empezó la guerra. Yo tenía apenas diez años y estaba muy asustado. Teníamos
mucho miedo, escuchábamos los aviones y los bombardeos. Había que llevar los
animales al frente de combate para colaborar con los soldados porque de lo
contrario venían a las casas y sin pedir permiso se llevaban las vacas y las ovejas,
y con un burrito de noche, cuando no nos vieran, salíamos a buscar leña para
llevarles al frente porque en invierno hacía mucho frío. En esos años pasamos
hambre y muchas privaciones. En la casa se trataba de esconder algo de comida
para que no se llevaran todo. Hay cosas de la guerra que es mejor ni contarlas.
Murieron vecinos y amigos nuestros. En el pueblo no hubo daños salvo el
sufrimiento por los muchachos que no volvieron. Eso fue muy triste. Una vez que
terminó la guerra civil, España pasaría muchos años más de hambre".
A los 11 años dejó su pequeña casa
construida con piedra y con mucho sacrificio por parte de sus padres para ingresar
al Seminario Diocesano de Segovia. A pesar de su corta edad ya sentía firme su
vocación, aunque los caminos de la vida lo alejaron por un tiempo. Siempre contó
orgulloso que su madre fue maestra por más de 50 años y quizá tratando de
seguir su ejemplo fue que dejó el seminario para estudiar magisterio.
Ya recibido es destinado a Victoria
para ser el maestro en una escuela de gitanos. Y si bien al principio dudaba si iba
a poder acostumbrarse a esa cultura, se sintió más que a gusto con esa nueva
forma de vida.
Sin embargo, todavía
consideraba que había algo en su vida que no estaba resuelto, ser sacerdote era
algo que siempre había tenido en su cabeza pero sobre todo en su corazón. Lo
desanimaba su edad, en esa época los seminaristas ingresaban muy jóvenes y él
sentía que sus 29 años serían un impedimento para llegar a cumplir su sueño. Y
cuando por fin decidió contactar a las autoridades del Seminario, en profundas
charlas con ellos, se dio cuenta de que no importaba la edad cuando la vocación
era tan fuerte: ...y allí nos encontramos y le conté toda mi vida como si fuera una
confesión general. Me dijo que al seminario también ingresaban mayores y que
tenían cursos intensivos, uno era de latín. Mi preocupación era cómo iba a ser todo
eso...cómo pagaría la pensión de cuatro mil pesetas al año si dejaba mi empleo
como maestro. Por fortuna tenía amistades. Entre quienes habían fundado la
escuela de gitanos había laicos comprometidos, que cuando se enteraron de que
me iba al seminario me dijeron: "No te preocupes. Todos los gastos que tengas
nosotros te los vamos a pagar". Esto me alentó sobremanera. Mi madre quedó
impresionada con la noticia: "¡Cómo! ...¡A tus años! ...¿ahora? ... ¿y cómo te vas a
defender?" y le dije que tenía gente buena que me ayudaría y que además me
pondría en las manos de Dios y que veríamos lo que sucedería."
Y así, al parecer, estaba escrito que
debía ser, el padre Juan cantó su primera misa en Segovia en julio de 1963.
Sus primeros dos años fueron en
Cuella, con 14 parroquias a su cargo. Luego a un pequeño pueblo llamado
Otero.
El encuentro casual
con un salesiano sería el primer indicio para buscar nuevos horizontes: "...le
pregunté cómo había que hacer para llegar a algún sitio que tenga necesidad
aunque fuera el último del mundo donde nadie quiera ir. Me dijo: Mira...pues hay
dos diócesis en la Argentina que son Río Gallegos y Neuquén, entonces escribí a
los dos obispos: a monseñor Nevares de Neuquén y monseñor Magliano de Río
Gallegos que casualmente estaban en el Concilio Vaticano Segundo. Me
contestaron ambos cartas muy atentas. El de Río Gallegos me escribió: "No
tenemos ningún sacerdote diocesano. Será el primero. Se acaba de fundar esta
diócesis". Otro día me escribió diciéndome que iba a conocer mi parroquia porque
le había dado buena impresión y tenía mucha necesidad de contar con un
colaborador, pero yo no quería irme solo y le ofrecí al padre Felicísimo Gómez que
también se decidió a acompañarme".
Desde el inicio de su dedicación
sacerdotal, el Padre Juan, buscó desarrollar al máximo su labor apostólica. Decidió
viajar desde su España natal, donde ejercía su misión sacerdotal en un pequeño
pueblo de mil habitantes, para adentrarse en la aventura de lo desconocido, y
nada menos que en el fin del mundo.
La correspondencia con Monseñor
Magliano de la diócesis de Río Gallegos empezó a hacerse más fluida. A medida
que el Obispo Argentino lo iba adentrando sobre la situación y la misión que lo
esperaría en las tierras del sur de nuestro país el Padre Juan sumaba expectativas
y se convencía de que éste era su lugar. Las advertencias sobre la inmensa obra
que faltaba desarrollar, las inclemencias climáticas, las dificultades presupuestarias
y todas las carencias estructurales que debería afrontar terminaron por decidirlo.
Así fue que emprendieron el viaje hacia lo desconocido, el Padre Juan y el padre
Felicísimo Gómez que había accedido a acompañarlo.
La Argentina los recibió en octubre de
1966, luego de un largo viaje en barco. La bienvenida de los salesianos incluía un
paseo por la ciudad y la visita a la Basílica de Luján. El padre Juan contará que ese
día además de ser el Día de San Francisco fue también el primer día que llegaron
curas del clero diocesano a nuestro país.
"El 12 de octubre
viajamos en avión a Río Gallegos... Me reía porque decíamos: "¡Como Cristóbal
Colón!", pero a la conquista de la Patagonia.
Al día siguiente
monseñor Magliano nos recibió en su despacho del Obispado. Nosotros
preguntamos dónde teníamos nuestra parroquia y nos respondió: "La diócesis es
su parroquia... nosotros no sabemos nada de parroquias porque faltan sacerdotes
para atender a tantos jóvenes y colegios que tenemos. Hacer lo que quieran" y
enseguida nos fuimos con Felicísimo a recorrer los barrios del pueblo y nos llamaba
la atención lo pobre que estaban.
Desde su llegada a la parroquia San
José Obrero el cura español se puso al servicio de los más necesitados. Su mayor
preocupación era ayudar a quienes padecían hambre y frio. Era un convencido de
que se debía ir mejorando el nivel de vida de la gente humilde, de que había que
darles expectativas y mejorar cada día su realidad.
Visitaba continuamente los barrios
humildes de Río Gallegos haciendo un relevamiento de las necesidades principales.
Luego empezaba el trabajo a largo plazo, comenzaba a organizar al barrio y
dotarlo de todo lo necesario, porque no sólo levantaba una capilla, como fueron la
"Del Carmen", "Inmaculada", "Sagrado corazón", "Virgen de Loreto", "San
Francisco", "San Cayetano" o "Nuestra Señora de Lujan". Solicitaba a las
autoridades que se abrieran calles, que se construyera una escuela (la primera fue
la escuela Nº 11), una comisaría, un dispensario y todas aquellas cosas necesarias
para el buen funcionamiento de un barrio. Una vez que tenían todo aquello, se
ponía al frente de los vecinos y marchaban a la municipalidad hasta que el último
de los habitantes del barrio gozara de todos los servicios básicos.
Muchos barrios de Río
Gallegos pueden dar cuenta de su incansable trabajo y dedicación, entre ellos "El
Trencito", "Evita", "Del Carmen" "Belgrano", "Los Lolos" y hasta el momento de su
muerte estuvo trabajando en el barrio "San Benito" del cual dijo "Hay que seguir
promocionando el barrio, seguir trabajando en conjunto, escuchando nuestras
voces, participando codo a codo gobierno y población. San Benito va a ser el
orgullo y la alegría más grande de Río Gallegos". Son muchos los que vieron el
cartel puesto por el padre Juan en la avenida principal de Río Gallegos "Barrio
San Benito. Promoción, promoción. No asistencialismo. Padre Juan".
Quizás por haber sufrido un
desarraigo tan profundo es que entendía como nadie a los inmigrantes que
llegaban a Santa Cruz, nuestra tierra también se forjó con el trabajo de miles de
chilenos que llegaban buscando una oportunidad. Y los ayudó a formar un nuevo
hogar, si hasta los 18 de septiembre hacía flamear las banderas chilenas y
argentinas aún a costa del enojo de algún jefe militar.
Los relatos de
inmigrantes, son infinitos por ejemplo el de Juan Pedro Miranda que desde que
llegó a la Argentina se acercó a la parroquia y siempre sintió que en ese lugar iba
a encontrar un defensor de los más débiles: "...el padre Juan, donde hacía un
barrio, exigía escuela, comisaría y después venía la pelea por el asfalto, el gas, el
agua y las cloacas". Eran tiempos difíciles para nuestro país hermano, nosotros
también habíamos pasado por momentos oscuros y eran muchos los chilenos que
corrían peligro de muerte, nos cuenta Don Miranda "En la época del proceso militar
chileno en la zona de Punta Arenas había gente honorable que arriesgaba su vida y
que acusaban de cualquier cosa y ya los agarraba la justicia militar. El padre Juan
hizo en esa época el papel de "zorro" durante la noche, cruzando chilenos en algún
paso de la frontera, salvándolos del patíbulo. Este fue un trabajo conjunto con la
iglesia chilena. Él se jugó porque en ese entonces los militares chilenos como los
argentinos no tenían respeto ni por los curas".
El Padre Juan fue uno
de los promotores de la Pastoral Migratoria, que ayuda a tantos inmigrantes a
regularizar sus documentos y como en el caso de Don Riquelme una vez que los
papeles están en orden y el trabajo es estable traen a su familia desde Chile.
Cuando Don Riquelme llegó desde Punta Arenas todos le dieron la misma
indicación "Anda a hablar con el padre Juan que él puede darte una mano" y así
fue que encontró no solo a un sacerdote sino también a un padre y a un amigo,
porque no importa desde donde se viene ni de que color es la piel, el fin del Padre
Juan era ayudar. Porque el amor se plasma en una visita, en una palabra, en un
abrazo pero también en un pedazo de pan en la mesa de los que menos tienen, en
un abrigo para los inviernos a veces tan crueles.
Como dije desde un principio, no es
fácil plasmar la vida del Padre Juan Barrio Herrero, espero haber sido lo más fiel
en este intento, fueron más de 46 años de servicio y amor.
Por todo lo expresado solicito la
aprobación del presente proyecto de resolución.
Firmante | Distrito | Bloque |
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