La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar pesar por el fallecimiento del artista santiagueño Sixto Doroteo Palavecino, acaecido el pasado 24 de Abril del corriente año.

Hacer llegar a sus familiares la muestra de condolencias de esta Honorable Cámara.

Señor presidente:

Sixto Doroteo Palavecino nació en Barrancas, Dpto Salavina, ubicado al sur de Santiago del Estero, cercano al Dtpo. Atamisqui, en la provincia de Santiago del Estero, el 31 de marzo de 1.915; siendo el tercer hijo varon de la familia.

Se inició en la música con un violín que él mismo construyó a sus apenas 10 años de vida moldeando viejas maderas de una mesa en desuso; instrumento que durante las noches permanecía escondido en el hueco de un quebracho blanco, debido a la oposición de Petronila, su madre, a que ejerciera este arte.

Además del violín, ejecutaba bandoneón, guitarra y bombo; a lo que cabe mencionar que fue el único artista en cantar en dúo con su violín, virtud que ha sido ponderada por grandes ejecutantes de estos instrumentos.

Fue un autodidacta de la música, un enamorado de los instrumentos; y fue ese gran amor el que lo dotaba de la suficiente voluntad para perfeccionarse diariamente, innovando conocimientos y repertorios, destacándose que hasta días antes de su muerte, se dedicó a componer innumerables letras.

En el año 1.941, aun vivía en Villa Salavina, distante 25 kilómetros de la localidad que lo vio nacer, constituido en matrimonio con Doña Argelia del Carmen Monte, con quien tuvo tres hijos (un varón y dos mujeres), quienes desde temprana edad lo acompañaron en la conformación del conjunto "Sixto Palavecino y sus hijos", el conjunto más duradero de los formados por él mismo, con el cual recorrió el país representando a nuestra provincia y en los principales escenarios y medios de difusión como: el Estadio del Luna Park, el programa de televisión de Mancera, "Sábados Circulares", el programa radial de la otrora Chela Jordán de la recordada Radio Libertad y otros tantos de idéntica jerarquía que iban cimentando su personalidad en el folclore y haciendo cada vez más sólido su norte, la defensa de la lengua y la cultura quechua.

Entre el '65 y el '69 empezó a grabar junto a sus hijos convirtiendo su peluquería casi en una sala de ensayo, un centro cultural, un espacio en el que el quechua era reivindicado y arrancado de la vergüenza. Las naturales obligaciones de susu hijos desvanecen la actividad del conjunto.

Con el conjunto, "Sixto Palavecino y sus hijos", Don Sixto grabaría, en el sello RCA-Víctor, su primer doble duración para orgullo de los santiagueños, ya que para esa época no eran muchos los representantes que alcanzaban esta distinción, lo cual lo lanzaba al mercado nacional. Sixto ingresa aquí al campo profesional de la música y hasta 1.969 ha de grabar tres dobles, reeditados por el éxito de la venta, convertidos ese año en una larga duración.

La mayoría de sus temas fueron una mixtura de "castilla y quichua", "overitos" como él mismo los llamaba, método que facilitaba al público la interpretación de las letras y sin duda, para ir acostumbrando a los oídos a escuchar la lengua desterrada y oficialmente prohibida, en estos momentos de la historia; ya que para entonces el quichua se encontraba en vías de extinción, el hablante sufría el ocultamiento su lengua, a consecuencia de la nefasta prohibición gubernamental que se extendía a la totalidad de las escuelas provinciales como también a las dependientes de la Nación.

En el año 1.969 Don Sixto se apersonó en la vieja emisora Radio del Norte de Santiago del Estero para expresar sus deseos de contar con una audición para la difusión del idioma y la cultura quichua; quería llegar a sus hermanos quichuahablantes e indicarles el camino de la reivindicación; transmitiendo de esta forma su propio orgullo a través de la onda radial y propagar desde la cuna al país este verdadero sentimiento de identidad nacional.

Al inicio de los años '80., León Gieco trabajaba en su discografía "De Ushuaia a La Quiaca" y en ese trabajo de mapeo musical, el rockero incorporó al artista santiagueño, quien entró de este modo en la ciudad de Buenos Aires con el quechua como bandera. De esta forma, Alberto Pérez, director de la entonces Radio del Norte de Santiago del Estero, autorizó la iniciación de la difusión del quechua, la cual a la fecha lleva mas de 26 años de audiciones ininterrumpidas. Es por esto que el ciclo 1.991, y en reconocimiento a Don Sixto Palavecino, llevó el nombre del ex-director a quien además se le hizo entrega de un pergamino, en claro testimonio a aquella histórica decisión asumida.

Tiempo atrás, sus colegas lo homenajearon en el Festival de la Chacarera, en la ciudad de La Banda, el pasado 31 de marzo había cumplido sus 94, festejando junto a sus hijos y sus más de 20 nietos y bisnietos, en su casa del barrio Almirante Brown, en el acceso norte de la capital santiagueña.

En los últimos días del mes de abril, y el estado de salud del poeta, músico y cantor no era el mejor. Hacía varias semanas que estaba internado en un instituto privado, en el cual se lo atendía por sus problemas cardíacos. Se encontraba en Terapia Intensiva cuando una dolencia pulmonar complicó nuevamente su estado, el cual se había tornado irreversible en las primeras horas de la jornada del 24.

En el que fue el último parte médico de la salud del folclorista, el Dr. Luis Orellana había explicado el desmejoramiento progresivo que la salud del quichuista evidenció en las últimas 24 horas; a pesar de la asistencia respiratoria, los órganos del artista dejaron de funcionar y habían tornado irreversible el estado de salud.

La inesperada noticia se conoció el viernes 24 de Abril de 2009 al mediodía. Sixto no pudo reponerse y falleció cerca de las 18 horas.

A las 15.30, el féretro fue sacado del teatro 25 de Mayo, donde fue velado desde anoche. Centenares de personas pasaron a darle el adiós al artista que consagró buena parte de su vida a defender y preservar al quichua, una lengua ancestral santiagueñaUno de los momentos más emotivos para el músico fue presentar el Martín Fierro traducido al quichua, trabajo que le demandó nueve años de su vida y para la que contó con la colaboración de alguno de sus hijos