La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar su pesar por el fallecimiento del escritor y periodista uruguayo Eduardo Hughes Galeano, ocurrido el 13 de abril del presente.

Señor presidente:

Tienen cierta magia, los libros de Eduardo Galeano. Tienen esa cualidad de independencia que te permite abrir cualquier hoja, la primera o la 129, y lo que leas va a tener sentido. Y no solo eso: va a emocionar, va a indignar o va a enternecer.

"Edda Armas me habló, en Caracas, del bisabuelo. De lo poco que se sabía, porque la historia empezaba cuando él ya andaba cerca de los setenta años y vivía en un pueblito bien adentro de la comarca de Clarines. Además de viejo, pobre y enclenque, el bisabuelo era ciego. Y se casó, no se sabe cómo, con una muchacha de dieciséis.

Dos por tres se le escapaba. No ella: él. Se le escapaba y se iba hasta el camino. Ahí se agazapaba entre los árboles y esperaba un ruido de cascos o de ruedas. El ciego salía al cruce y pedía que lo llevaran a cualquier parte.

Así lo imaginaba, ahora, la bisnieta: en ancas de una mula, muerto de risa por los caminos, o sentado atrás de una carreta, envuelto en nubes de polvo y agitando, jubiloso, sus piernas de pajarito."

Declaramos que es imposible leerlo sin que nos genere algún sentimiento. Puede generar indignación y hasta lágrimas: porque es terrible leer en sus palabras lo que la dictadura argentina le hizo a Juan Gelman (es tan terrible que no lo reproduciremos aquí). Porque es doloroso saber por él lo que las presas políticas latinoamericanas le contaron sobre las violaciones de que fueron víctimas. Porque uno no puede permanecer indiferente luego de saber como las potencias extranjeras nos expoliaron durante siglos y producto por producto, o dejar pasar sin pena ni gloria ese relato del preso frente al pelotón de fusilamiento, el que soltó la reja para que sus compañeros no se dieran cuenta de que temblaba: pero al hacerlo, era la reja la que temblaba, por el miedo que sentían todos los demás.

Pero Eduardo Galeano también enternece: enternece el relato que reproducimos al inicio de estas líneas. ¿Se puede no sonreír luego de terminarlo? Alegra contando los sueños de Helena y, después de leer historias como la del futuro ministro chino bebé, al que quisieron asesinar abandonándolo en un bosque durante una tormenta de nieve, y lo encontraron no solo de buen humor sino hasta "un poquito acalorado", uno siente algo en el corazón. Es como un toquecito. Es uno de esos momentos en que uno literalmente siente que puede llorar de alegría o de ternura: uno se da cuenta que hay belleza en este mundo. Y que la misma persona que nos abrió los ojos a las atrocidades que suceden en el mundo, luego nos regala una historia para que recordemos que aún se puede ser feliz.

Casi inconscientemente, Eduardo Galeano se definió a sí mismo como "patriota de varias patrias". Él es el ejemplo de Ciudadano Latinoamericano, y no solo por ser ciudadano ilustre de MERCOSUR, ni por haber vivido en varios países mientras denunciaba sus dictaduras, ni por haber relatado nuestras propias historias: él es ciudadano porque nos plasma. Comprendiéndonos, nos escribe. Y escribiéndonos, nos inmortaliza.

Estas líneas están escritas en presente, y no es un error: es intencional. Porque Eduardo Galeano obró por América Latina, y obra hoy dejándonos sus libros. Libros en los que cuenta nuestro continente, en los que se mete en la piel nuestros personajes (los importantes y los que pasan desapercibidos, como el niño que visita a su padre en la cárcel) y, sobre todo, en los que rescata a América Latina: rescata sus historias y sus vivencias para los que lo leímos en vida y para la posteridad.

No digamos que falleció ni lo pensemos en pasado. Eduardo Galeano es parte de la latinoamericanidad, es un componente inseparable de nuestros pueblos. Y no exageramos cuando afirmamos: Eduardo Galeano, sintiéndonos, escribiéndonos, entendiéndonos, es América Latina.

Se dice que hay que leer un artículo de "El Libro de los Abrazos" de Galeano por día para ser feliz. Nosotros decimos: hay que abrir a Galeano, aleatoriamente, y leerlo por día para sentir.

Por todo lo expuesto, solicito a mis pares me acompañen en la aprobación del siguiente proyecto.