La Cámara de Diputados de la Nación

DECLARA:

Que vería con agrado que el Poder Ejecutivo Nacional, analice, en orden al nuevo contexto internacional, la posibilidad de reformular la política de alianzas y/o pertenencia a organismos de defensa y seguridad continental y extra-continental, como el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca) y la OTAN ( Organización del Tratado del Atlántico Norte); y apoye decididamente la iniciativa de la República Federativa del Brasil de constituir un organismo de defensa y cooperación regional, integrado exclusivamente por los países de América Latina con el objetivo prioritario de mantener la región como área de paz activa en resguardo de la soberanía e integridad territorial de nuestras naciones.

Señor presidente:

Dentro de la política exterior de nuestro país, el tema de defensa y seguridad constituye un capitulo muy especial en el que debemos reparar permanentemente dada su incidencia directa con el principio básico de existencia de cualquier estado como es el de la soberanía.

La realidad internacional, como cualquier otra dimensión humana, es tan dinámica que nos obliga permanentemente a proponer cambios y adecuaciones para alcanzar y preservar las mejores condiciones de desenvolvimiento del país dentro de la comunidad mundial. Una lectura actualizada de esa realidad es la que nos permitirá mantener a resguardo el interés nacional.

En ese contexto, creemos firmemente que el actual escenario mundial nos exige a que debamos replantear algunos aspectos de la política exterior de la nación aplicando nuevas formulas de alianzas e inserciones, que fortifiquen nuestro poder de decisión y negociación internacional.

La Republica Argentina es miembro pleno del TIAR desde su constitución en 1947. Es un organismo que nace en plena "Guerra Fría" (cuando el sistema internacional estaba dividido en dos bloques de poder) y los países del hemisferio americano se reúnen en Río de Janeiro para dar cumplimiento al Acta de Chapultepec de 1945 que recomendaba "la celebración de un tratado destinado a prevenir y reprimir las amenazas y los actos de agresión extra-continental". Nace el TIAR como primera alianza militar de la guerra fría, incluso anterior a la OTAN, invocando la seguridad colectiva y la solidaridad hemisférica.

Lo cierto es que a la luz de la historia, los hechos posteriores evidenciaron que este tratado solo sirvió a su principal mentor e impulsor, los Estados Unidos, cuyo objetivo era lograr que los restantes países del hemisferio cooperaran en caso de sufrir alguna agresión en su territorio o zonas de su control y también sancionaran al potencial agresor ( los de la orbita soviética). Quedando así bloqueada la posibilidad de mantenerse neutral en un eventual conflicto como había ocurrido por ejemplo con Argentina, durante la I Guerra Mundial y gran parte de la Segunda.

Después, en la década del 60, cuando se abandona la hipótesis de conflicto con la Unión Soviética y el sistema internacional ingresa a la etapa denominada de "Coexistencia Pacifica", se produce el fenómeno mas nefasto de la historia de nuestras naciones cuando el enemigo es "trasladado" al interior mismo de las sociedades latinoamericanas, como lo señala el prestigioso académico Alberto J. Sosa, y las fuerzas armadas de la región son adiestradas para combatir al "peligro comunista" transformándose en el pretexto para la desestabilización de las ya precarias democracias (golpes de estado) y el aplastamiento de las luchas de los pueblos en pro de la libertad y el desarrollo.

Concluyendo, la asimetría entre los Estados Unidos y los restantes miembros del TIAR fue y es un obstáculo insalvable para el logro de sus objetivos. Y en esto nos toca la evidencia mas injusta y dolorosa: la guerra por nuestras Malvinas, de 1982. Donde por ejemplo el articulo 3° del Tratado que estipula "que un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado americano, será considerado un ataque contra todos los Estados americanos, y en consecuencia, cada una de dichas Partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque...", fue totalmente conculcado e ignorado.

El caso de nuestra pertenencia "sui generis" a la Organización del Tratado del Atlántico Norte también merece, aunque sea, unas breves consideraciones.

Esta organización, nace también como repuesta al clima de desconfianza imperante al término de la II Guerra Mundial. El Tratado se firma en Washington, en 1949, a pedido de diez países europeos, mas los Estados Unidos y Canadá y al igual que el TIAR es una alianza diseñada para prevenir una agresión o repelerla si se produjese y se establecen también mecanismos de cooperación y consultas permanentes entre sus miembros en los campos políticos, económico y militar.

Desde sus inicios se trato de implantar un sistema de defensa colectivo eficaz para contrarrestar la "amenaza soviética" (recordemos tb. que en 1955 surge la contraparte de la OTAN: El Tratado de Varsovia con ocho miembros iniciales). Y luego fue evolucionando y reconvirtiendo sus funciones en consonancia con la transformación del sistema internacional. Actualmente cuenta con 28 miembros luego de la incorporación de Albania y Croacia, en la última cumbre de la organización, realizada en Bucarest a principio de abril de este año.

En octubre de 1997, a raíz del pedido formal del gobierno argentino, y en ocasión de la visita al país del presidente de los estados Unidos, Bill Clinton, éste decide otorgarle la categoría de "Gran Aliado Extra-OTAN". Por supuesto, este hecho se daba en el marco de un diseño de política exterior de total sumisión a los intereses de Washington. Recordemos la participación en la Guerra del Golfo de 1990/91 y en la guerra de la antigua Yugoslavia, a modo de ejemplo. Era la época llamada de las "relaciones carnales".

Sin ahondar en los resultados negativos de esta equivocada decisión estratégica, hoy nos encontramos aun perteneciendo a una organización internacional de defensa que nada tiene que ver con nuestros intereses. Aun más, corriendo el peligro de transformarnos en blanco de eventuales conflictos, que por la naturaleza de las armas y tecnología a emplear, son de total exterminio. Sin olvidar que las asimetrías con esas Potencias (PBI, ingreso per capita, recursos asignados a defensa, etc.) invalida cualquier intento de ser considerado como par. La política internacional es y seguirá siendo una interacción de capacidades económicas y militares con o sin la cooperación de otros.

Por eso insistimos que el camino es el de la integración. La convergencia es con la región. Nuestra autonomía estratégica solo cobra fuerza a partir de la unión con el resto de América Latina. Nuestros Libertadores no se equivocaron. Profundizar y ampliar el MERCOSUR es el desafío.

De ahí que la iniciativa del gobierno brasileño, formalizada recientemente ante el Presidente de Venezuela y prontamente ante nuestro país, nos resulte altamente promisoria, ya que se inscribe en la posibilidad cierta de constituir un organismo para los temas militares y de defensa, que sea capaz de integrarnos en esa faz tan sensible, a la vez que imprescindible, para el logro de objetivos comunes.

Sabemos que la empresa no será fácil: nacionalismos aun exacerbados, inútiles competencias de liderazgos, veleidades personalistas de algunos dirigentes, y también porque no capacidades económicas precarias de los países para desempeñar roles mas activos en el ámbito global, conspiran fuertemente para esta construcción. No obstante, el esfuerzo será lo valido.

El reciente conflicto regional entre Colombia, Ecuador y Venezuela, dejó en claro la necesidad de crear un ámbito de discusión netamente latinoamericano que, basado en los principios de no-intervención; integridad territorial y respeto a la soberanía de los estados, nos permita prevenir problemas de frontera como esos; luchar contra el crimen organizado; integrar a nuestras fuerzas armadas; realizar maniobras militares conjuntas; participar en misiones de paz de ONU; desarrollar un complejo militar industrial; etc.

Sin caer en falsas teorías conspirativas, ni en infantiles complejos persecutorios nuestros países deben ser concientes de la necesidad de resguardar sus recursos ante las ambiciones desmedidas de las grandes potencias, que como nos demuestra la historia, no solo pasada sino también reciente, son capaces de recurrir a cualquier método coercitivo, aun a la guerra, para su apropiación. La energía, los alimentos, los minerales, el agua, los recursos del mar son cada vez más apetecibles para la voracidad insaciable de esos países. Los viejos métodos de dominación colonial, basados en la ocupación militar lisa y llana, no nos engañemos, han cobrado nuevamente plena vigencia.

Por lo tanto, plantearnos una estrategia de defensa común en este largo camino de la integración regional constituye un desafío de la época al que todos debemos sumarnos sin complejos ni reticencias, ahondando en nuestros valores éticos y culturales para definitivamente conducir a nuestros pueblos a su destino de grandeza.