La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

Expresar su beneplácito por el premio Ariel a la mejor película iberoamericana de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas otorgado, a Leonera, del director argentino Pablo Trapero, el 31 de marzo de 2009.

Señor presidente:

A pesar de no poder competir por el premio mayor de la cinematografía mundial , como los Oscar, el 31 de marzo el filme Leonera del director argentino Pablo Trapero ganó el premio Ariel a la mejor película iberoamericana en la entrega que anualmente otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMAC) (1) .

Leonera fue el film que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina eligió como representante de nuestro país, para competir por los premios Oscar, que no logra una nominación desde El hijo de la novia en 2002. La película había participado con éxito en la última edición del Festival de Cannes, lo que además le permitió conseguir distribución internacional (2) .

Martina Gusman, la protagonista del film fue distinguida como revelación el los últimos premios Sur , de la cinematografía argentina. (Télam)

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La producción argentina que toca el tema de presidiarias embarazadas (3) , compitió por el premio con la película colombiana de Carlos Moreno Perro come Perro y con la del chileno Pablo Larraín, Tony Manero, según informó la agencia de noticias alemana DPA. El premio a Leonera fue anunciado y mostrado al público al principio de la ceremonia, que se realizó en el palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, por el artista plástico mexicano José Luis Cuevas, quien indicó que próximamente se hará llegar al cineasta argentino, ausente del evento.

Leonera es el primer film de Trapero donde el punto de vista es excluyentemente femenino. Y también es el primer protagónico de su compañera en producción y esposa, Martina Gusman, en un trabajo enorme.

La historia de Leonera gira alrededor de Julia (Martina Gusmán), una joven que está acusada de un tremendo asesinato y que, al entrar en la cárcel, descubre que está embarazada. "Quise hacer una historia excluyente sobre el mundo femenino -recuerda Trapero-. Y cuando pensé qué cosas diferencian a la mujer, la maternidad es lo más fuerte. Entonces, en realidad, la película antes de ser una sobre la cárcel es sobre la maternidad y los elementos femeninos de la maternidad".

Julia es un personaje que, se verá, es extraordinario en el cine argentino. "Fue muy transformador para mí personalmente -dice Martina Gusman-. Le dedicamos mucho tiempo de investigación con Pablo a medida que íbamos haciendo el guión, lo fuimos construyendo de a poco. Y fue muy difícil, no sólo por todas las situaciones duras por las que pasa sino porque también son cuatro años de su vida muy particulares: mata a un tipo, es madre, va presa. Fue muy difícil, pero cuando lo tuve, me entregué definitivamente". "La mayoría de las fantasías que tenemos sobre la cárcel subestiman la realidad -acota Trapero-. Un tipo que está preso no está todo el día sufriendo la opresión de las autoridades o de sus compañeros de cárcel o viviendo motines. En el día a día, para no suicidarse, tiene que renovar un vínculo con la esperanza. Cuando entran, los presos pasan por un período de depresión, pero casi todos superan ese momento, porque hay un instinto de supervivencia que es más fuerte. Además las historias que me interesan contar son aquellas donde después de todo lo que pasa existe la posibilidad de modificar algo."

Hay un malentendido respecto de la obra de Pablo Trapero, un malentendido que viene de la manera un poco parcial en que fue vista Mundo grúa. Lo definen como un cineasta realista, pero él reniega de esa definición. "En realidad -explica-, el realismo es una herramienta de construcción. Son films bastante poco realistas, incluso éste, que se supone que reconstruye un universo que existe. La manera en que esta película avanza no es el modo en que las cosas se desarrollan en la realidad.

A mí me gusta la ficción y la ficción tiene muchas maneras de ser construida. Una película es también un ejercicio en el que yo, como director, tengo ganas de probar determinadas cosas. A veces tengo que modificar la historia porque quiero que un plano sea de cierta manera, y eso es operar de una forma completamente antirrealista. El mejor ejemplo para mí es Chaplin, a quien todo el mundo tilda de realista y sin embargo desde el principio fue un pionero de la deconstrucción de la realidad. Ese es el tipo de cosas que me atraen: más que una mirada realista es una mirada sobre la cotidianidad, porque la cotidianidad es totalmente subjetiva, es de cada uno. Eso sí es algo que se repite en todas mis películas porque es algo que me gusta mucho: acercarnos a eventos extraordinarios desde lo cotidiano. Y lo que más me interesa de eso es que hasta cuando estás viviendo algo extraordinario es tu cotidianidad".

Nada más extraordinario que la vida en una cárcel de mujeres. Nada más extraordinario, además, que un pabellón donde las madres están presas con sus hijos. "La primera reacción es el horror -dice Trapero-. Estás como medio narcotizado, porque no entendés la imagen de los pibes dentro de una cárcel. Pero vas perdiendo esa mirada que traés de afuera mucho más rápido de lo que me imaginaba.

En general, cualquier situación en la que tenés un chico te modifica el contexto, porque un espacio es de acuerdo con el contexto. Si en esa misma cárcel ponés criminales verdaderos, no querés ni entrar, te da miedo. Ahora, cuando entrás ahí y escuchás a los chicos jugando, a los cinco minutos el sonido se parece más al de un jardín de infantes que al de una cárcel. Y con los muros de la cárcel los chicos hacen lo mismo que con cualquier pared, los dibujan. Y las rejas, que se suponen que son para imponer autoridad, los nenes las usan para treparse como si fuera un arenero. En la mayoría de los vínculos genuinos de madre e hijo es lo mismo que en cualquier lado, y cuando ves eso tu percepción de ese universo se modifica. No digo que les haga bien estar presos, sino que se modifica la forma de verlos, porque los nenes juegan, hacen su vida y están con su mamá".

Martina es, además de productora y actriz protagónica, madre de un nene de seis años, y su relación con lo que vio fue también especial. "Te encontrás nenes que no saben cómo es el exterior, que no saben lo que es un auto, hay muchos para los que, como todo lo que hay intramuros son mujeres, la figura del hombre es o bien un padre ausente o que nunca existió o bien los guardiacárceles, que son los armados que están afuera de los muros. Los hombres les dan pánico; cuando fuimos con Pablo y los guionistas, se largaban a llorar como si vieran un monstruo, porque no saben qué son los hombres. Se dan esas situaciones, o te enterás de nenes que tienen agorafobia porque no pueden estar en lugares abiertos o que están encerrados porque tienen miedo de que les abran las puertas. Y entonces lo que a mí me pasaba era una eterna contradicción, porque por una parte decís los chicos deben estar con la mamá definitivamente, pero no en esas condiciones".

El film es también un viaje emotivo para actriz y personaje. Así, el espectador tiene la oportunidad de atravesar secuencias durísimas tanto desde lo físico como desde lo emotivo. Y si Trapero puso el ojo y la cámara, Martina puso el cuerpo. Sin embargo, a la hora de decir cuál fue su peor momento en el rodaje -un rodaje de meses en una cárcel de mujeres-, ella señala una secuencia en particular.

"Lo que más me costó fue la primera noche de Julia en la cárcel, cuando se entera de que está embarazada y se golpea la panza, desesperada e impotente. Realmente fue una secuencia que no podía hacer sin quebrarme. Hay otras secuencias que son difíciles en la película, pero una las maneja desde lo profesional, por ejemplo donde hay efectos de peleas, donde tenés que ver si queda verosímil. Pero es más una dificultad mecánica. Esa escena en particular me planteaba un problema moral muy grande y por eso es que es lo que más me dolió hacer".

Hay un dato curioso. La mayor parte del film se rodó en la unidad 46 de San Martín. Y gracias a la película se estrenó la cárcel. El 2 de octubre del 2007, trajeron a la unidad 46 de San Martín a algunas presas seleccionadas por la productora Matanza para filmar Leonera. Después del rodaje, ellas pidieron quedarse. Ahora ya viven 64 mujeres en medio del campo, de los círculos de púa, de las flores amarillas que crecen retobadas al gris, al alambre, al descampado.

En definitiva, más allá de la superficial pero potente capacidad que tiene la película para documentar una realidad apabullante, más allá de sus momentos líricos y emotivos -la procesión de madres con carritos llevando sus nenes al jardín vista tras los barrotes de la cárcel-, más allá de las pinceladas de sentimientos, Leonera es una lección de cine puro, arte de la realidad, la realidad hecha arte.

Por ello solicitamos la aprobación de este proyecto de resolución.