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PROYECTO DE TP


Expediente 0921-D-2006
Sumario: SOLICITAR AL PODER EJECUTIVO QUE CADA AÑO QUE SE CONMEMORE EL "DIA NACIONAL DE LA MEMORIA, LA VERDAD Y LA JUSTICIA", CONCURRAN, EN TODAS LAS JURISDICCIONES EDUCATIVAS, DIVERSAS PERSONALIDADES DE LA CULTURA NACIONAL.
Fecha: 23/03/2006
Publicado en: Trámite Parlamentario N° 17
Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
DECLARA:


Que vería con agrado que toda vez que se conmemore el Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia, las jurisdicciones educativas de todo el país auspicien la presencia en sus establecimientos escolares, institutos terciarios y universidades nacionales, de personalidades políticas, científicas, artísticas, educativas, sociales, deportivas, que por su reconocida vocación democrática puedan reflexionar ante el alumnado sobre la necesaria vigencia de los Derechos Humanos y las Libertades, soportes fundamentales de la Democracia.

FUNDAMENTOS

Proyecto
Señor presidente:


El 24 de marzo de este año, 2006, se cumplirán tres décadas desde el día en que se produjo el último golpe de estado en nuestro país. Como es sabido, pero siempre conviene recordarlo y mencionarlo, la interrupción de la vida democrática y de sus instituciones ha sido casi una constante en nuestra breve pero intensa historia.
En el siglo que acabamos de abandonar, nunca, hasta ahora, los argentinos habíamos podido vivir veinte años de nuestras vidas sin que los militares asaltaran los recintos de la democracia, destrozaran sus instituciones y dejaran a los argentinos sin esa protección que sólo la democracia es capaz de brindar.
Una lectura atenta e inteligente de nuestra historia podría mostrarnos que no han sido muchos los momentos de nuestras vidas en los que hayamos podido transitar con resguardos adecuados que nos alejen de los riesgos que puedan terminar abruptamente con nuestra corta y frágil existencia.
A pesar de esto, hubo que padecer lo peor para que advirtiéramos que nada es posible sin el respeto de un derecho humano primario, esencial, que es el soporte de todos los otros. Estamos hablando, por cierto, del derecho a la vida.
Cuando su inexistencia era inocultable y nos dimos cuenta que estábamos caminando por el precipicio, y que cualquiera de nosotros podía desbarrancarse hacia la nada, empezamos a añorar eso que antes acaso le resultaba indiferente: la democracia. Pero también a darnos cuenta de que ella no es un don que se recibe gratuitamente, sino un logro que se alcanza con esa toma de conciencia, con el esfuerzo, con la lucha, con diversos tipos de lucha.
Este arduo recorrido de una toma de conciencia de los valores de la democracia y de la diferencia inconmensurable de una sociedad democrática y otra que no lo es, llevó a gran parte de la sociedad argentina a un logro que es necesario recordar: la expulsión de la más sangrienta dictadura que hemos padecido. Y esto pudo alcanzarse, así lo creemos, y en parte lo reiteramos, al menos por dos razones: por el ensañamiento, la brutalidad y la total ausencia de respeto siquiera mínimo de derechos humanos fundamentales que forman parte de todo proceso civilizatorio y que resulta intolerable para cualquier persona seria y sensiblemente democrática, conducta bárbara que terminó conmoviendo a la gran mayoría de nuestro pueblo, por un lado. Y, a la vez, por la reacción frontal y valiente de un grupo de mujeres que no tuvieron miedo a las armas de la dictadura a la hora de reclamar por la vida de sus hijos, y que con sus actos ejemplares fueron capaces de lograr la creciente adhesión popular y de una buena parte de la dirigencia política para sancionar como corresponde al menos a cierta parte de los responsables de tantos crímenes.
Ya en democracia, sin que pudiéramos olvidar la ejemplaridad de estas conductas y luchas, pudimos conseguir que durante el gobierno que inició el nuevo proceso democrático, en una decisión -conviene destacarlo-- que carece de antecedentes históricos, se juzgara y se castigara en vida a los principales responsables de estos delitos de lesa humanidad. Una decisión política que forma parte de los hechos más destacados de nuestra historia, modificando de manera drástica esa enfermiza tradición en la que abundaron la benevolencia y la generosidad para quienes descreían de la democracia y consideraban que las sociedades, cualesquiera sea el momento histórico que les toque vivir, debían aceptar la existencia de un orden jerárquico en el que, en lo alto, estaban los que -por una especie de derecho natural, y acaso divino, y que debía mantenerse incólume-- poseían bienes y, en lo bajo, los que debían trabajar para poder subsistir, sin que les importe la injusticia del presente ni el futuro de sus hijos. Un orden que se expresaba de diversas maneras y que, en nuestro país, estaba acostumbrado a reaccionar con las armas toda vez que creían amenazada su estructura.
Rememorar ciertos hechos del pasado no es un mero ejercicio de memoria.
Las personas y los pueblos se ven permanentemente enfrentados a desafíos que no deberían eludir porque forman parte de su ser, de su condición de seres humanos, y que lo distinguen de todos los otros seres que también habitan el planeta en el que vivimos. Uno de esos desafíos es tener siempre presente la conveniencia, o mejor dicho la necesidad de cultivar la memoria. "Ser es no olvidar", dice en alguna parte el italiano Mario Luzi, uno de los grandes poetas vivientes, frase con la que nos advertía de una esencial condición de la vida, y cuyo sentido va más allá de la persistencia del recuerdo personal. Pero él, a la vez, aludía a la conveniencia de hacer la distinción entre memoria y recuerdo. Los recuerdos, decía, dan sustancia y espesor a nuestro presente. Pero, por otro lado, si consideráramos al presente como actualidad conocida y consciente, sin estos dos rasgos el presente sería algo abstracto y vacío, pues carecería del aporte de aquello que, en cuando pasado, lo hace precisamente presente. Dicho con otras palabras: sin el recuerdo de los hechos morales, de las cosas que nos alegran o que nos perturban, y que preceden el momento de nuestra conciencia, sin ellos estaríamos en la indiscriminada temporalidad. Así las cosas, el infinito e ilimitado espacio de la memoria admite los límites que le ponen los recuerdos. Los "memorabilia son el código de las familias, de las naciones", y sin estos memorabilia, es decir, sin estas precisiones que nos provee el recuerdo nosotros viviríamos en un mundo perturbado por un caos que acaso podría no abandonarnos nunca. Pero claro, los recuerdos, que en muchos casos se manifiestan con una notable intensidad, pueden llegar a ser insoportables. Y sin embargo son necesarios.
Pero ¿por qué, a veces repentinamente, se ignora o se reniega del pasado, y nos sentimos en cierta medida más cómodos acudiendo al olvido? Existen muchas y diversas aproximaciones al respecto, pero nos parece pertinente adherir a aquella que considera que el olvido no puede ser atribuido sólo a la hipocresía, al oportunismo o al deseo de alejarse de cosas que de una u otro manera han dejado huellas que causan desagrado. El olvido aflora cuando desaparecen o retroceden las fuerzas que mantienen con vida, legitiman y trasmiten las memorias y las creencias compartidas. Dicho con otras palabras, el olvido se origina, así lo creemos, en la ausencia de esas energías que, cuando no se dejan llevar por la inercia, son capaces de dar forma y a la vez sostener y conservar la memoria histórica y el sentido de pertenencia a una comunidad. Cuando esto sucede se generan instituciones, celebraciones y diversas manifestaciones colectivas, que de una u otra forma son dadoras de sentido y proveedoras de valores. Y quienes hemos comprendido la importancia de cultivar la memoria histórica tenemos que abonarla permanentemente con conmemoraciones.
De todas maneras, la memoria y el olvido no transitan por terrenos neutrales sino por verdaderos campos de batalla en los que se disputa la identidad. En una ardua lucha, quienes contienden saben que allí se decide, se modela y se legitima la identidad colectiva.
La cuestión de la memoria, o, dicho de otro modo, del riesgo que conlleva el olvido, no siempre se la vislumbra porque generalmente está agazapada, a la espera de la más mínima incitación para aflorar con todos sus efectos perturbadores. Y esta perturbación será aun en aquellos casos en que se trate de sociedades que no se esfuerzan lo suficiente para evitar la recreación de climas aptos para la generación de nuevas catástrofes políticas y que poseen antecedentes que exhiben la carencia de una seria y decidida preocupación por afirmar los valores que son los soportes de una identidad democrática.
No es fácil, en tales condiciones, construir la memoria histórica. Y estas dificultades se agrandan en circunstancias en que la historia se acelera y se pasa, como dice Ferdinand Braudel, de la historia-memoria a la historia-realidad. Si el tiempo real nos obliga a vivir una realidad acelerada, y si toda aceleración requiere estar acompañada de desaparición, es decir, si el contenido y la intensidad de la memoria está en función de la velocidad del olvido, de lo que se trata entonces es de buscar, y encontrar, el camino por el que debemos transitar para evitar cualesquiera de los atajos que impiden la reconstrucción de la memoria histórica, porque, cuando se produce tal carencia, como dice Elías Canetti, nos encaminamos necesariamente al desamparo.
Ya dijimos algo al respecto, pero acaso convenga reiterar que la relación entre memoria y olvido está llena de dificultades y de complicaciones. Su labilidad, por ejemplo, le impide permanecer al margen de cualquier perturbación en ese amplio escenario en el que se desarrollan fenómenos tales como los cambios generacionales, la presencia de diferentes actores, los nuevos climas culturales, en fin, la mutación de valores.
A su vez, cada generación construye su propia versión de la memoria histórica teniendo en cuenta su experiencia y los legados de las generaciones que le precedieron. Sin embargo, esa operación no puede dejar de realizarse desde el presente, porque él es el seleccionador de la memoria, pero por cierto es objeto de diversas lecturas e interpretaciones, que en todos los casos pretenden dar sentidos diversos al pasado. Si Luzi sostiene que "ser es recordar", es decir, que sin la presencia del pasado no es posible el futuro porque carecería de identidad, a la vez René Char, también poeta, agrega que "nuestra herencia no está precedida de ningún testamento".
Así las cosas, si por un lado sólo podremos construir nuestra identidad si logramos recortar el campo ilimitado de la memoria mediante el recuerdo, por el otro, si bien somos el producto de una herencia, en las condiciones modernas tenemos la libertad de elegir el testamos del cual ser ejecutores. O sea que nosotros seleccionamos el pasado que nos permitirá construir nuestra identidad. Y no podemos eludir esta decisión. Todo esto ayuda a entender la importancia que tiene para nuestro ser presente, y en consecuencia para nuestro futuro, la relación que establecemos con el pasado.
Acaso sea conveniente mencionar que las catástrofes políticas obligan a reestructurar la memoria, y cuando se tuvo que vivir acontecimiento dolorosos y aberrantes, el olvido del pasado es más frecuente que su recuerdo. El olvido no es una simple falta de memoria, ya lo dijimos. Así las cosas, para mantenerse viva la memoria necesita nutrirse de diversos hechos y actos. Bodei dice que la memoria es como el fuego de las viejas locomotoras: ella debe ser alimentada permanentemente con paladas de carbón.
Cada vez que nos enfrentamos a una ruptura histórica que sacude nuestros valores esenciales, cuando esa experiencia desgarradora está punto de culminar, nos toca vivir algo así como una impasse, momento en el cual se produce una contienda a los efectos de imponer, desde el presente, un sentido u otro a ese pasado que no pasa. Creemos que aún estamos viviendo un momento de nuestra historia que tiene esta característica.
Precisamente la intensidad y los vaivenes de nuestra historia deberían incitarnos, una y otra vez, a insistir en la construcción de un horizonte común. A compartir un conjunto de valores e ideas, que no tienen necesariamente que ser muchos pero sí sean esenciales, que constituya el punto de partida necesario para garantizar la convivencia. Con mayor razón que en otros territorios nacionales, la promoción de todo esto, a lo que llamaremos derechos humanos, no puede dejar de apelar al recuerdo de las manifestaciones de barbarie que hemos padecido. Y este paso, ya lo dijo alguien, es previo a la aceptación racional que precede a la legitimidad de las leyes de un Estado.
Corresponde mencionar al respecto que varias iniciativas surgieron desde las instituciones de la democracia. Al sólo efecto del recuerdo mencionaremos algunas de ellas: en 1996 el entonces Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires aprobó la creación del Museo de la Memoria "Nunca Más". Cuatro años después, el 2 de agosto de 2000, los diputados Alfredo Bravo, Jorge Rivas y muchos más, presentaron un Proyecto de Ley solicitando la restitución a la Ciudad de Buenos Aires del predio donde funcionó la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) a los efectos de destinarlo para la instalación del Museo de la Memoria. El 24 de marzo de 2002, por iniciativa del diputado Eduardo Macaluse se aprobó la Ley 25633 por la cual se instituye esa fecha como el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Por fin, el 24 de marzo de 2004 el Señor Presidente de la Nación, doctor Néstor Kirchner, recogiendo una propuesta de los organismos de Derechos Humanos, tomó la decisión de desalojar a quienes hicieron de la ESMA un campo de concentración y de tortura para convertirlo en el Museo de la Memoria que muchos argentinos veníamos reclamando.
Si una forma, acaso la única, de cultivar la memoria es a través de diversas formas de conmemoración, se trata, entonces, de proponer nuevas acciones que se interpongan a cualquier propensión al olvido. Siguiendo por este mismo camino de reconstrucción de la Memoria Histórica presentamos este Proyecto de Ley, para continuar alimentándola, pues ella necesita, como la locomotora antes mencionada, de permanentes insumos para sortear los constantes embates del olvido. En fin, para no caer, una vez más, en el desamparo.
Proyecto
Firmantes
Firmante Distrito Bloque
DI POLLINA, EDUARDO ALFREDO SANTA FE PARTIDO SOCIALISTA
AUGSBURGER, SILVIA SANTA FE PARTIDO SOCIALISTA
SESMA, LAURA JUDITH CORDOBA PARTIDO SOCIALISTA
ZANCADA, PABLO V. SANTA FE PARTIDO SOCIALISTA
BINNER, HERMES JUAN SANTA FE PARTIDO SOCIALISTA
BECCANI, ALBERTO JUAN SANTA FE UCR
Giro a comisiones en Diputados
Comisión
DERECHOS HUMANOS Y GARANTIAS (Primera Competencia)
Trámite en comisión (Cámara de Diputados)
Fecha Movimiento Resultado
02/05/2006 DICTAMEN Aprobado por unanimidad con modificaciones
Dictamen
Cámara Dictamen Texto Fecha
Diputados Orden del Dia 0239/2006 CON MODIFICACIONES 17/05/2006
Trámite
Cámara Movimiento Fecha Resultado
Diputados CONSIDERACION Y APROBACION 31/05/2006 APROBADO
Diputados CONTESTACION DEL PODER EJECUTIVO NACIONAL - JEFE DE GABINETE DE MINISTROS - GIRADO A LA COMISION RESPECTIVA 29/11/2006